EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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El concepto de identidad latinoamericana en el universo ideológico de José Martí en el Prólogo al “Poema del Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde (1882), “Las ruinas indias” (1889) y “Nuestra América” (1891).

por Luis Valenzuela Rios
Artículo publicado el 03/09/2018

“No hay patria en que pueda tener el
hombre más orgullo que en nuestras
dolorosas repúblicas americanas”.
“Nuestra América”, José Martí.

 

Resumen
Este ensayo analiza la relación existente entre el concepto deidentidad latinoamericana de José Martí y el movimiento modernista hispanoamericano de finales del siglo XIX. Para ello estudiará el contexto político que generó el Modernismo Hispanoamericano, y con él las estrategias discursivas martianas en las obras: El Prólogo al “Poema del Niágara”de Juan Antonio Pérez Bonalde (1882), “Las ruinas indias”(1889) y “Nuestra América” (1891).
Palabras clave
identidad, imperialismo, América, capitalismo, Caribe.

Abstract
This essay analyzes the relationship that exists between Jose Marti’s concept of Latin American identity and the Hispanic American modernist movement at the end of the XIX century. To do this, the essay will explore the political context that generated the Hispanic American Modernist movement and Marti’s strategies of discourse in his three works: El Prólogo al “Poema del Niágara” (1882) by Juan Antonio Perez Bonalde, “Las ruinasindias” (1889) and “Nuestra América” (1891).
Key words
Identity, Imperialism, America, Capitalism, Caribbean.

 

José Martí -sin lugar a dudas- es uno de los principales exponentes de las letras latinoamericanas y es conocido, entre otras cosas, por su contribución a la lucha por la independencia de Cuba del imperio español y su visión sobre el avance del imperialismo norteamericano sobre el continente americano. Pero existe un aspecto importantísimo que proviene del universo ideológico martiano y que está plasmado en gran parte de sus obras: la lucha incondicional por la construcción de una verdadera identidad latinoamericana. La visión de identidad martiana, proponía que la misma debía estar cimentada en la riqueza del ser latinoamericano; es decir, en la valorización de la riqueza cultural y étnica de un continente americano en el que el indio, el negro y el mestizo, conforman una síntesis.

Este ensayo también analiza el contexto histórico en que la obra de José Martí fue escrita, específicamente durante el período en que se desarrolla el Movimiento Modernista en Hispanoamérica. Se analiza, además, este movimiento político-cultural desde una perspectiva distinta a la de los estudios tradicionales;los cuales enfatizan, en gran medida, los aspectos estéticos, vaciándolo de todo contenido político e ideológico. Teniendo el concepto de identidad de José Martí como norte, y apoyados en las contribuciones hechas por José Iván Vergara, Jorge Vergara Estéves, Hans Gundermann y Teun A. Dijk, esta investigación ofrecerá un marco teórico que permitirá establecer conceptos necesarios como “identidad” y “contenido ideológico del discurso”.En esta investigación, se estudia, además, el concepto de identidad en el pensamiento martiano en este contexto, así como las estrategias discursivas utilizadas por José Martí en su lucha por el establecimiento de la identidad latinoamericana. Esto se hará a través del estudio de tres de sus textos: el Prólogo de José Martí a“El poema del Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde, “Las ruinas indias” y “Nuestra América”.

Para adentrarse en el estudio de la obra de José Martí, es importante analizar el contexto histórico en el que se desarrolló el Movimiento Modernista Hispanoamericano, del cual Martí fue uno de los precursores con la publicación de Ismaelillo en 1882.

El modernismo,generalmente, ha sido encasillado por los estudios literarios tradicionales como un movimiento mayormente esteticista, despojándolo de lo esencial: el contenido político. Es por esta razón, que es indispensable hacer algunas precisiones de tipo históricas y conceptuales para situar a este movimiento artístico en el lugar que le corresponde en la historia de América Latina.

Es de conocimiento general, que a finales del siglo XIX surgió el Movimiento Modernista en Hispanoamérica, y éste se generó a raíz de la profunda crisis política y económica que estaba viviendo América Latina durante el proceso de consolidación y fortalecimiento del capitalismo en la región. Este modelo económico estableció el trabajo asalariado, la propiedad privada, el desarrollo tecnológico y la masificación de la producción de bienes de consumo como principios indiscutibles del nuevo proyecto de modernidad burguesa. Dicho proyecto de modernidad, además, estableció las reglas básicas de comportamiento moral, económico y social que asegurarían una convivencia armónica entre los diferentes estratos sociales, independientemente de las abismales diferencias de clase. El modelo capitalista -desde los orígenes-puso en evidencia la esencia de su naturaleza: la acumulación y concentración de riqueza. De esta manera, generó un sistema de explotación que llevaría a dos tercios de la humanidad a vivir bajo la línea de pobreza en el siglo XX.

A nivel cultural, el modernismo emerge como reacción a las normas y formalismos representados por la estética romántica, exigiendo así el derecho generacional a la libertad creativa. Los escritores modernistas necesitaban trascender al ya desgastado romanticismo y generar una verdadera revolución ética y estética, que buscara una nueva sensibilidad artística; tolerante e inclusiva, capaz de guiar a toda una generación de artistas al encuentro con una nueva belleza.

Santiago Castro-Gómez, en Crítica de la razón latinoamericana, refiriéndose a la interpretación que hace Iris M. Zavala sobre el modernismo, afirma que:

… Zavala entiende el modernismo hispanoamericano como síntoma y resultado de una profunda crisis cultural que hace eclosión hacia finales del siglo XIX, y que se extiende aproximadamente hasta el año 1930. Lo específico de esta reacción lo ve en el hecho de que, a diferencia de lo ocurrido en Francia, el modernismo hispanoamericano adquirió un carácter marcadamente antiautoritario, socialista y anticolonial.[1]

Según Castro-Gómez, el modernismo no habría sido solo una rebelión frente al poder emancipatorio de la tecnología y el progreso, sino un proyecto profundamente anticolonialista; y tuvo a Martí como precursor, Rodó como el ideólogo y Darío como líder indiscutible.[2]

… la modernidad se caracteriza, al decir de Max Weber, por una fragmentación de la razón, que concede al arte una gran autonomía con respecto a otras “esferas de valor” como la ciencia y la moral, pero que al mismo tiempo lo priva de expresar al mundo como totalidad. Esto generó en muchos artistas una actitud inicial de nostalgia romántica por la unidad perdida, que devendría hacia final de siglo en repugnancia por una sociedad en la que el arte había pasado a ocupar una situación apenas marginal, desplazado por la lógica del comercio y el amor al dinero.[3]

En “Modernismo, noventiocho, subdesarrollo”, Roberto Fernández Retamar aporta elementos importantes parala comprensión del fenómeno del modernismo en Latinoamérica y Europa. Retamar hace un llamado a plantear una serie de rectificaciones de índole cronológicas y al descubrimiento de la verdadera función de algunos elementos formales del modernismo.En primer lugar, aceptar el modernismo como una época, tal como el barroco y el romanticismo, y no como una escuela; en segundo lugar, incluir dentro del modernismo no sólo a los poetas, sino también a los prosistas; incluir plenamente a José Martí y a Miguel de Unamuno en el movimiento modernista. En tercer lugar, tomar en cuenta que las razones estilísticas, aunque sean válidas, no explican el modernismo porque muchas de ellas se ponen de manifiesto hechos extraliterarios.[4]

Tanto el parnasianismo como el simbolismo francés tuvieron una influencia importantísima en la construcción de la estética modernista, ya que se convirtieron en las herramientas efectivas para la creación de un movimiento literario único en la historia de las artes. El parnasianismo, buscaba la perfección en la creación artística a través del distanciamiento de la realidad,creaba así, mundos imaginarios que ayudaran a descubrir la nueva belleza. El simbolismo, que surgió como una reacción al parnasianismo, pretendía trascender a los sentidos a través de la exploración de la multiplicidad de significantes, el uso de la metáfora, la alegoría y la intuición, entre otras características; lo cual transportaba a los escritores modernistas a mundos mágicos y desconocidos.

Este grupo de personas generaron una estética –la “poética de la negación”-, que tiene como característica la proyección imaginaria de narrativas emancipatorias, en donde la sociedad aparece como una comunidad desalienada. Estos sujetos lograron crear nuevos “imaginarios sociales” en los que proyectaron fantasías, contra-imágenes y representaciones utópicas tendientes a deslegitimar los códigos ideológicos de un orden que pretendía convertirlos en objetos. Los textos modernistas serían, entonces, relatos de emancipación colectiva y personal frente al naciente capitalismo hispanoamericano, que amenazaba con subsumir las heterogeneidades sociales en una dinámica de control y dominio.[5]

Según Retamar,“el modernismo cobra mayor impulso en los países que habían sido menos afectados por la revolución liberal, industrial y científica del siglo XIX”[6]; es decir, países que se ubicaban en la periferia en relación a las grandes metrópolis, como América Latina ante los Estados Unidos y España ante la Europa desarrollada. Retamar sostiene que existió una relación de unidad entre los escritores modernistas latinoamericanos y los de la generación del noventa y ocho en España; que la misma se cimentó, además de la unidad lingüística y cultural, en el carácter periférico de sus economías que se encontraban sumergidas en el subdesarrollo con respecto a las principales potencias europeas. Este sentimiento de marginalidad -según Retamar-hace que el modernismo surja primero en Hispanoamérica que en España “…y tanto en la una como en la otra, conocerá el contagio, para ir a parar luego a la certidumbre de que somos otra cosa, y a adquirir una aprehensión más clara de nuestro propio ser”.[7]

Iván A. Schulman y Evelyn Picón Garfield, en el “Estudio preliminar: El modernismo y el mundo moderno”, en Poesía modernista hispanoamericana y española, Antología (1986), coinciden con el análisis de Roberto Fernández Retamar sobre la necesidad de replantear el concepto de modernismo y su relación con la modernidad, el cual ha estado circunscrito, por parte de la academia, a un análisis de carácter sincrónico que desconoce la presencia del concepto “moderno” desde la época del Renacimiento. Los autores sostienen que, al igual que lo afirmara Federico de Onís, que “nuestro error está en la implicación de que haya diferencia entre ‘modernismo’ y ‘modernidad’, porque modernismo es esencialmente […] la busca de modernidad”.[8] A partir de este análisis, se abren las puertas para redefinir el modernismo desde una perspectiva histórica no lineal, que contemple los aspectos políticos y estéticos que posibilitaron su surgimiento.

Ante el énfasis de la modernización aburguesada sobre el progreso, la confianza en la eficacia de la ciencia, el tiempo rigurosamente científico, la razón, la lógica, los valores utilitarios, pragmáticos y mercantilistas, surgió la modernidad estética. Ésta se manifestó en el primer periodo moderno—el modernista—y, luego, fue evolucionando hacia la rebeldía, la metamorfosis continua, el tiempo acronológico, y la visión irracional, ilógica y absurda del universo.[9]

Producto de este sentimiento,durante el modernismo se evidencia el desmoronamiento de las tradiciones “permanentes” y la búsqueda, por parte de los escritores, de nuevas percepciones. Para ello, los creadores plasmarán una diversidad estilística en la producción literaria que variará, desde un “…estilo íntimo, sencillo y directo, o del barroco, parnasiano o simbolista, expresado todo sin perder de vista las “vueltas” a tradiciones medievales, clásicas y orientales de la literatura hispánica o universal”.[10]

Los escritores modernistas se manifestarían de formas diferentes contra un sistema que proponía una modernidad inhumana desde sus orígenes, pero lo hicieron con instrumentales formales burgueses; es decir, utilizando una estética sofisticada que les permitió moverse con tranquilidad en los océanos en que navegaba la burguesía: mares que pregonaban, de una manera inocente, la contemplación de la belleza. Algunos escritores fueron directos en sus posturas ideológicas, como José Martí, quien fue el primero en visualizar la magnitud de la expansión imperialista de los Estados Unidos en la Latinoamérica decimonónica. Otros se caracterizaron por expresar su inconformidad frente al sistema imperante e hicieron una reflexión personal que les permitiera buscar,en su espacio interior, la respuesta a la degradación moral de la cual estaban siendo testigos. Los escritores modernistas no se sentían identificados con el mundo que les rodeaba, debido que, para ellos, el espacio exterior significaba la negación de sus valores morales. Estos escritores entendieron que, para transformar la realidad, era necesario adentrarse en el alma del escritor y convertirla en un escudo protector que les permitiese crear una nueva realidad, como fue el caso de Rubén Darío, quien imaginó mundos mitológicos y sofisticados con el fin de rescatar una ética ya perdida.

En estas circunstancias, el modernismo latinoamericano aparece como un movimiento de doble reacción: primero, en contra de una sociedad mediocre y aislada por el subdesarrollo y la dependencia. Segundo, en contra de un pragmatismo cultural de cuño norteamericano que había sido adoptado por las élites legitimar la penetración del capital proveniente del norte, e incluso para justificar las repetidas intervenciones de los Estados Unidos en el subcontinente.[11]

Aunque muchos escritores modernistas se mantuvieron al margen de la política partidaria y se concentraron en cuidar aspectos estéticos relacionados con un lenguaje, hubo otros que se distanciaron de la sociedad burguesa, debido ala ausencia de espacios políticos participativos, creando en ellos un acto consciente de rebelión, motivado por el desprecio que sentían hacia la cultura política de la clase dominante. El movimiento modernista buscó la forma de regresar a una escala de valores esencial; la sabiduría, la eternidad, el sentido lúdico de la vida, el desarrollo de un espíritu contemplativo, el cultivo de la memoria y de los ideales artísticos. En absoluta contradicción con los valores burgueses que planteaban la industrialización como meta social; la uniformidad de los paisajes humanos; la producción en serie; es decir, el triunfo de lo útil frente al ideal de la belleza.[12]

Octavio Paz describió el movimiento como:

… el deseo de una minoría que quería participar activamente en la gesta histórica de la modernidad, de la cual se sentían injustamente marginados. No se trató, pues, de una evasión de la realidad americana para caer en un afrancesamiento culturalmente alienado, sino de la búsqueda de un lugar propio al interior de la modernidad.[13]

Iván A. Schulman, sostiene que el modernismo posee dos signos: heterogeneidad e individualismo. Dentro de esta contradicción, este movimiento político cultural da cabida a estilos tan distintos como los de José Martí, Julián del Casal, Miguel de Unamuno,Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez, lo cual significó el abandono a los parámetros tradicionales de la producción literaria y la destrucción de la posibilidad del encasillamiento bajo el concepto de “escuela”, “estilo” o “producto literario” que correspondiera rígidamente a un espacio cronológico determinado.[14]

En José Martí, el concepto de identidad latinoamericana pasaba por entender la riqueza cultural y étnica de América; la que por siglos había sido despreciada por el colonialismo español y que asumiría una nueva forma con el advenimiento del imperialismo.

Jorge Iván Vergara, Estévez y Gundermann, en “Elementos para una teoría crítica de las identidades culturales” (2010), sostienen que el mestizaje culturaldio como resultado una identidad y cultura latinoamericanas.

Ellas serían el resultado de la fusión de distintos elementos culturales provenientes de las sociedades amerindias, europeas y africanas. El encuentro entre estos componentes había producido una “síntesis cultural mestiza” que representa una nueva sensibilidad y actitud ante el mundo.[15]

Sostienen, además, que la identidadse planteó como un problema, lo cual no ocurrió con las culturas europeas y norteamericanas.

Esto respondería, en parte, al hecho que nuestro “ser” ha sido negado por otros. En este sentido, nuestra, a veces, casi obsesiva preocupación por definir quiénes somos, no sólo debe entenderse como una cuestionable manera de plantear la pregunta, como si esta pudiese responderse de una sola y definitiva manera, sino también como expresión de la propia tensión identitaria que ha acompañado a nuestra historia.[16]

Jonathan Culler en Breve introducción a la teoría literaria, sostiene que si se asume la identidad como un fenómeno grupal, es importante entender como ella se construye y la literatura jugará un papel fundamental en su desarrollo; “A los miembros de los colectivos históricamente oprimidos o marginados, las narraciones les posibilitan la identificación con un colectivo potencial y colaboran en la creación del grupo mostrando quién o qué está en su mano hacer”.[17] Culler, puntualiza la importancia de la literatura en los estudios sobre la identidad (racial, de género o sexual), ya que la misma “proporciona materiales valiosos para la problematización de las explicaciones políticas y sociológicas del papel que desempeñan esos factores en la construcción de la identidad”.[18]

Uno de los aspectos más importantes de la obra de José Martí, es el peso ideológico de su discurso político. El poeta de América, utilizó la palabra preñada por un alto contenido antiimperialista como estrategia para revertir el proceso de enajenación política y cultural que promovía el proyecto de modernidad capitalista.

El lingüista Teun A. Van Dijk, enIdeología: Una aproximación Multidisciplinaria (1998), analiza el fenómeno de las ideologías y su importancia en la sociedad. El autor, define la ideología “como la base de las representaciones sociales compartidas por los miembros de un grupo”.[19]

En otras palabras, aunque los discursos no son las únicas prácticas sociales basadas en la ideología, son efectivamente las fundamentales en su formulación y, por tanto, en su reproducción social. Los miembros de un grupo necesitan y utilizan el lenguaje, el texto, la conversación y la comunicación (incluidos aquí en el término genérico de «discurso») para aprender, adquirir, modificar, confirmar, articular, y también para transmitir persuasivamente las ideologías a otros miembros del grupo, inculcarlas en novicios, defenderlas contra (u ocultarlas de) miembros ajenos al grupo opropagarlas entre quienesson (hasta ahora) los infieles. En resumen, si queremos saber que apariencia tienen las ideologías, como funcionan y como se crean, cambian y reproducen, necesitamos observar detalladamente sus manifestaciones discursivas.[20]

Van Dijk, sostieneademás, que las ideologías son sistemas de creencias y, como tales, deben ser estudiadas en un marco cognitivo; que ignorar las dimensiones cognitivas, crea una visión incompleta de las ideologías; pues “constituye una reducción impropia de los fenómenos sociales y, por lo tanto, una teoría inadecuada”; que las “ideologías son adquiridas, compartidas, utilizadas y modificadas socialmente por miembros de grupo”[21]; que “las ideologías se reproducen a través de su uso cotidiano por los miembros sociales en el cumplimiento de prácticas sociales en general, y de discursos en particular”.[22] El autor sustenta también que “esto no solo tiene fundamentos sociales sino también cognitivos”[23], como lo son las experiencias personales y las opiniones de otros miembros del grupo en cuestión. Según él: “Solamente una teoría cognitiva puede brindar la interfase necesaria pararelacionar la dimensión social de las ideologías”.[24]

El discurso martiano sobre la identidad latinoamericana descansa, en parte, sobre la necesidad de liberarse del yugo del poder imperialista norteamericano, como condición para que la misma se pueda afianzar. Para Martí, esto significaba la valorización plena del “ser latinoamericano”; pues suponía adentrarse en el conocimiento profundo de la historia de América Latina, especialmente en los aspectos culturales y políticos, los cuales habían sido borrados de la historia oficial como consecuencia de siglos de colonización y explotación del imperio español. Martí entendió a América Latina como un espacio cultural único y diverso, reconociendo la importancia de las culturas indígenas y la presencia del negro en la conformación de la rica identidad latinoamericana.

Uno de los rasgos más importantes de la personalidad de José Martí, fue el desarrollo de un instinto político extremadamente agudo. Esto le permitió visualizar, con antelación, los grandes cambios políticos que acompañarían al proyecto de modernidad que impuso la burguesía en América Latina a finales del siglo XIX. Juan Marinello, en el estudio pree-liminar en Nuestra América para la Editorial Ayacucho, sostiene que José Martí tuvo un entendimiento distinto al resto de la “sociedad letrada” latinoamericana, en cuanto a la implementación gradual, por parte de Estados Unidos, de una política imperialista en América Latina durante los siglos XIX y XX.

Mientras maestros como Domingo Faustino Sarmiento y Justo Sierra, para no evocar sino a los de estatura más visible, miraban hacia el Norte como a plausible dechado, nuestro Libertador denunciaba, sin atenuación ni pausa, las entrañas del monstruo que había vivido y padecido durante largo tiempo.[25]

Julio Ramos en Desencuentros de la Modernidad en América Latina, resalta la grandeza de Martí en el contexto de la lucha de liberación del continente:

Martí es un “héroe” moderno precisamente porque su intento de sintetizar roles y funciones discursivas presupone las antítesis generadas por la visión del trabajo y la fragmentación de la esfera vital relativamente integrada en que había operado la escritura de los letrados. En Martí la tensión entre el discurso literario y otras zonas del tejido de la comunicación social es el referente negado o ‘superado” por la voluntad heroica.[26]

José Martí entendió, prematuramente, la diferencia entre el imperialismo español y el norteamericano. Según el escritor cubano, el español se caracterizó por la implementación de un sistema feudal que promovió el saqueo, la implantación de la esclavitud y la dominación, política, económica e ideológica de las colonias americanas. Mientras tanto, el imperialismo norteamericano se proyectó, en un principio, como el modelo democrático a seguir. Sin embargo, Martí percibió la fuerza demoledora con que Estados Unidos tomaría control del Caribe y del resto de América Latina:

Por un lado, su presencia se anuncia con signos de mejoramiento material que deslumbran legiones de ingenuos e indocumentados; por el otro, no han aparecido interpretaciones que, afincadas en el factor económico, adviertan el reforzamiento de la opresión secular con el arribo del monopolio extranjero.[27]

Marinello, plantea que muchos escritores, entre ellos Rodó, levantaron el razonamiento que: “… si los Estados Unidos han llegado tan alto como comunidad blanca, reproducción de la europea, nuestro camino está en imitarlos”.[28]Martí comprendió, en muy poco tiempo, el carácter opresor del sistema capitalista y con ello la extensión de sus redes, las cuales pretendían penetrar las raíces de la cultura latinoamericana hasta llegar al punto de absorberlas y neutralizarlas.Para Martí,la única forma de revertir este proceso era la construcción de una verdadera identidad latinoamericana, que dentro de su visión política se mostraba totalmente antagónica a la modernidad, la cual albergaba almaterialismo en las entrañas.

Por el reverso de la representación de la ciudad, de sus máquinas y muchedumbres, el discurso martiano genera y se nutre de un campo de “identidad” construido mediante su oposición a los signos de una modernidad amenazante si bien a veces deseada. Articulado desde una mirada y una voz enfáticamente literaria (que sin embargo opera desde un lugar heterónomo del periódico). Ese campo progresivamente asume, en las Escenas, la defensa de los valores “estéticos” y “culturales” de América Latina, oponiéndolos a la modernidad, a la “crisis de la experiencia”, al “materialismo” y al poder económico del “ellos” norteamericano.[29]

En términos generales, la obra de José Martí se caracteriza también por el balance que establece entre las estrategias de comunicación entre emisor-receptor; especialmente en lo concerniente al impacto que el discurso pueda tener en el receptor. Existen muchos ejemplos en la producción literaria de Martí que dan clara evidencia de ello. Para estudiar este fenómeno este ensayo se concentrará en tres de sus obras:El Prólogo de José Martí a “El poema del Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde, “Las ruinas indias” y “Nuestra América”.

Uno de los mejores ejemplos de las estrategias discursivas martianas, es el Prólogo al “Poema del Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde (1882), considerado el primer manifiesto modernista de América. En este antológico texto, Martí hace un análisis político detallado del contexto histórico de principios del siglo XIX; específicamente sobre los grandes cambios que trajo la modernidad; la acumulación desmesurada de la riqueza, el egoísmo y el relego de las necesidades espirituales a un segundo plano; el cómo este proyecto social repercutía en las artes, especialmente en la literatura. También hace un llamado a una renovación integral de las letras hispanoamericanas y propone un balance entre forma y contenido en la producción literaria;de manera que constituye una rebelión contra la modernidad burguesa.

Para expresar sus inquietudes revolucionarias, Martí utiliza como estrategia tomar, literalmente, por asalto la obra que prologa. El primer paso de la misma es resaltar el valor y la importancia del autor; Pérez Bonalde, situándose así, en el centro de atención del receptor:

Este que viene conmigo es grande, aunque no lo sea de España, y viene cubierto: es Juan Antonio Pérez Bonalde, que ha escrito el Poema del Niágara. Y si me preguntas más de él, curioso pasajero, te diré que se midió con un gigante y no salió herido, sino con la lira bien puesta sobre el hombro –porque este es de los lidiadores buenos, que lidian con la lira– y con algo como aureola de triunfador sobre la frente.[30]

En un segundo momento, Martí comienza a expresar su visión política en cuanto a lavalorización personal sobre los eventos históricos que le preocupan. Esto se apreciar en el segundo y último párrafo. En el primero, el poeta describe una modernidad decadente:

¡Ruines tiempos, en que no priva más arte que el de llenar bien los graneros de la casa, y sentarse en silla de oro y vivir todo dorado; sin ver la naturaleza humana no ha de cambiar de cómo es, y con sacar el oro fuera, no se hace sino quedarse sin oro alguno adentro! ¡Ruines tiempos, en que son mérito eximio y desusado el amor y el ejercicio de la grandeza! ¡Son los hombres ahora como ciertas damiselas, que se prendan de las virtudes cuando las ven encomiadas por los demás, o sublimadas en sonante prosa o alados versos, más luego que se han abrazado a la virtud, que tiene forma de cruz, la echan de sí con espanto, como si fuera mortaja roedora que les comiera las rosas de las mejillas, y el gozo de los besos, y ese collar de mariposas de colores que gustan de ceñirse al cuello las mujeres![31]

En el último párrafo, Martí lanza el gran desafío político al interlocutor; es decir a los poetas:

¡He aquí una lira que Vibra! ¡He aquí un poeta que se palpa el corazón, que lucha con la mano vuelta al cielo, y pone a los aires vivos la arrogante frente!¡He aquí un vigoroso braceador que pone el pie seguro, la mente avarienta, y los ojos ansiosos y serenos en ese haz de despojos de templos, y muros apuntalados, y cadáveres dorados, y alas hechas de cadenas, de que, con afán siniestro, se aprovechan hoy tantos arteros batalladores para hacer prisiones al hombre moderno.[32]

La estrategia discursiva de Martí es clara;los intelectuales y los hombres de bien tienen la responsabilidad histórica de construir una América Latina libre de cualquier fuerza foránea opresora.Esta misma tendencia discursiva se puede apreciar en los ensayos que José Martí denominó Escenas norteamericanas,tales como: “El puente de Brooklyn” (1883), “El terremoto de Charleston” (1886), “El proceso de los siete anarquistas de Chicago” (1886), “Un drama terrible” (1887), entre otros. En ellos, el autor describe los eventos históricosutilizando un lenguaje poético; así creaun espacio de reflexión donde el lector percibe claramente que el progreso económico no significa –necesariamente- desarrollo social, sino todo lo contrario; que bajo la imagen inocente de progreso y modernidad se esconde un nuevo modelo de esclavitud para los hombres de América. Para Martí, el progreso económico, bajo los parámetros capitalistas, se fundamenta en una profunda desigualdad social que sólo el desarrollo de las conciencias, en este caso a través de un discurso de denuncia, podría detener el advenimiento de las fuerzas opresoras capitalistas.

Se puede apreciar plenamente la visión martiana sobre la identidad latinoamericana en “Las ruinas indias”, texto breve, que forma parte de una serie de historias escritas para niños en la revistaLa edad de oro, fundada por Martí en el mes de julio de 1889 en New York. Martí, se propuso que esta publicación fuese hecha con gran calidad y cuidado “y que su material literario fuese todo interesante y ameno, de modo tal que los artículos por mucha doctrina que lleven en sí no parezca que la llevan ni alarmen a lector de pocos años con el título científico ni con el lenguaje aparatoso”.[33]

La publicación de esta revista es prueba fehaciente de la preocupación de Martí por educar a los niños sobre el pasado histórico de América Latina. El poeta entendía que la construcción de la identidad latinoamericana era un asunto de responsabilidad generacional y de carácter permanente.Al comienzo del texto, Martí explica a los niños la importancia de nuestras culturas originarias en la historia de América.Según Luisa Rodríguez Bello, “este tema no lo anuncia monosémicamente, sino mediante una figura de estilo: la metáfora, figura que permite la coexistencia de dos realidades, una real por histórica y otra poética que, en este caso, es imaginada, de naturaleza literaria: ‘la historia americana es un poema’”.[34]

No habría poema más triste y hermoso que el que se puede sacar de la historia americana. No se puede leer sin ternura y sin ver, como flores y plumas por el aire, uno de esos buenos libros viejos que hablan de la América de los indios, de sus ciudades y de sus fiestas, del mérito de sus artes y de la gracia de sus costumbres.[35]

Martí, ofrece a los niños una visión histórica, pero a la vez mágica de América. Rescata la belleza de las culturas originarias a partir de su pureza y destaca la virtud de ser parte del comienzo de una civilización, sólo comparable al acto divino de la creación. Martí narra la magnitud de las grandes ciudades americanas en que los hombres fueron inocentes, supersticiosos y terribles:

Unos vivían aislados y sencillos, sin vestido y sin necesidades, como pueblos acabados de nacer; y empezaban a pitar sus figuras extrañas en las rocas de las orillas de los ríos, donde es más solo el bosque y el hombre piensa más en las maravillas del mundo. Otros eran pueblos de más edad y vivían en tribus, en aldeas de cañas o de adobes, comiendo lo que cazaban y pescaban y peleando con sus vecinos. Otros eran ya pueblos hechos, con ciudades de ciento cuarenta mil casas, pirámides adornadas de pinturas de oro, gran comercio en las calles y en las plazas y templos de piedra fina, con estatuas gigantescas de sus dioses.[36]

Al final de la obra Martí plantea la encrucijada de América:

¿Adónde ha ido, adónde, el pueblo fuerte y graciosos que ideó la casa redonda del Caracol; la casita tallada del enano, la Culebra grandiosa de la Casa de las Monjas en Uxmal? ¡Qué novela tan linda la historia de América![37]

El discurso ideológico martiano hacia los niños es de carácter contundente: América y sus habitantes eran puros, felices y libres antes de la conquista española y había que luchar por rescatar la belleza y la pureza del continente.

Sin lugar a dudas, uno de los ensayos políticos más importantes de José Martí es “Nuestra América”, texto programático publicado el 1 de enero de 1891 en la Revista Ilustrada de New York,el cual había visto la luz con anterioridad (1889) con el nombre de “Madre América”. Roberto Fernández Retamar, en el prólogo a José Martí: política de nuestra América, sostiene que ambos textos están relacionados con un evento histórico de mucha relevancia: el congreso en que los Estados Unidos convocó a los países latinoamericanos en 1888-y que tuvo lugar- entre 1889 y 1890-, del cual emergerían las famosas políticas “panamericanistas”; las mismas se transformarían en lo que hoy se conoce como la Organización de los Estados Americanos, “…es decir, el ministerio de colonias yanquis”.[38] Retamar sostiene,que es imposible limitar la opinión de Martí sobre esa reunión “celebrada ‘aquel invierno de angustia’, como escribió al frente de sus Versos sencillos, “en que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos”.[39]

“Nuestra América” representa la síntesis del pensamiento político martiano; “es la consagración conceptuada de nuestro ser, es impulso, es el desafío, es la razón de la mano de la fineza y la poesía, es el sueño y el desvelo, es la pasión del ser latinoamericano”.[40]
Este ensayo es un documento programático donde Martí plasmará su visión político-filosófica de América. En él, definirá las directrices que lleven a los pueblos latinoamericanos a concretizar los sueños de desarrollo económico y cultural, como también la consecución de libertad plena.

“Nuestra América”, como ensayo resumen de la teoría socio-filosófica de Martí, en torno a la identidad latinoamericana, constituye programa rector del quehacer de nuestros pueblos y al mismo tiempo instrumento desmitificador de conciencia, conceptos y prejuicios obsoletos. De modo elocuente muestra la necesidad de partir de nuestra realidad, de conocerla y asumirla como creación base del porvenir.[41]

En primer lugar, es importante destacar que la estrategia discursiva principal de Martí, en este ensayo, es la denuncia de tres siglos de explotación y abuso por parte del colonialismo español, y más aún, el advenimiento de una realidad terrible: el imperialismo norteamericano. Para llevar a cabo esta tarea, Martí se propone denunciar la gravedad de la situación política de aquel tiempo: proclamar la necesidad de acabar con las luchas egoístas e intrascendentes de los habitantes de América; abocarse a conocer la historia y las culturas de los respectivos pueblos como condición indispensable para ser parte de la gran lucha que estaba por venir: vencer las fuerzas imperialistas. Consciente del nivel de alienación política de la sociedad decimonónica, Martí piensa que muchos habitantes de América viven:

…sin saber de los gigantes que llevan las siete leguas en la botas y le pueden poner la bota encima”… “Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada”…“Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos.[42]

Para el poeta cubano, los hombres que no apreciaban a América eran “sietemesinos”; es decir, hombres prematuros y, por lo tanto, limitados en su visión política: “Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses”.[43] “¡Estos hijos de carpintero que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! Estos nacidos en América que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió y reniegan ¡bribones!”… “Estos hijos de nuestra América que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de América del Norte, que ahoga en sangre a los indios, y va de más a menos![44]

Después de atacar a los cobardes y los que ven en las naciones europeas su imagen, Martí los desafía:

Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña.[45]

Martí señala, que la incapacidad no está en el país naciente, sino en las fuerzas imperialistas que quieren controlar la región con las leyes europeas, “con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia”.[46] El escritor cubano, enfatiza que los gobiernos de los pueblos de América deben nacer del propio país, “el gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país”.[47]

Seguidamente, el discurso martiano se enfoca en desmantelar la supremacía cultural dela Metrópoli: “Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico”.[48]El poeta cubano se opuso, fervientemente, a la postura europeizante de Sarmiento, que plantea la contradicción entre “civilización” y “barbarie”: “no hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza”.[49] Martí, sostiene, además, que “La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los Incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra”.[50]

José Martí en “Nuestra América”, deja claro que para liberarse del colonialismo europeo y norteamericano era indispensable valorizar la historia de América y sus culturas:

Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza.[51]

Finalmente, el poeta expresa confianza en las nuevas generaciones en la construcción de una América libre:“Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura del sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación”[52], pero al mismo tiempo llama a los pueblos de América Latina a prepararse para enfrentar el mayor de los desafíos: el advenimiento del imperialismo norteamericano.

… el deber urgente de nuestra América es enseñarse cómo es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe.[53]

 

Conclusión
Se concluye que el Movimiento Modernista Hispanoamericano fue una respuesta radical al proyecto de modernidad burguesa, el cual a través de un discurso que proclamó la democracia y desarrollo económico, ocultaba la esencia de su naturaleza: la explotación de los hijos de “Nuestra América”.

Muchos escritores modernistas, en especial José Martí, fueron conscientes que las ideas de progreso y modernidad capitalistas ponían en serio peligro, no sólo los territorios y las economías del continente, sino la identidad de las naciones latinoamericanas. Para hacer frente a la amenaza imperialista, Martí se propuso poner en práctica un discurso político que contemplara estrategias retóricas y estilísticas que ayudaran a levantar las conciencias de las sociedades latinoamericanas sobre la necesidad de construir una identidad propia y, sobre todo, la construcción de una América libre del poder imperialista.

Los ensayos: El Prólogo a “El poema del Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde, Las ruinas indias y Nuestra América, son una prueba fehaciente del compromiso moral y político de José Martí con la liberación de América Latina del poder imperialista. El discurso del “poeta de América” ha trascendido al tiempo y se ha convertido en un grito libertario cuyo eco sólo cesará cuando América sea totalmente libre.

 

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NOTAS
[1] Castro-Gómez, Santiago. Crítica de la razón latinoamericana. Barcelona: Puvill Libros, 1996:121. Impreso.
[2]Ibid., p. 122.
[3]Ibid., p. 126.
[4]Retamar, Roberto Fernández. «Modernismo, noventiocho, subdesarrollo.» Actas del Tercer Congreso Internacional de Hispanistas. 1970:345-346. Impreso.
[5] Castro-Gómez, Santiago. Crítica de la razón latinoamericana. Barcelona: Puvill Libros, 1996:122. Impreso.
[6]Retamar, Roberto Fernández. «Modernismo, noventiocho, subdesarrollo».Actas del Tercer Congreso Internacional de Hispanistas. 1970:347. Impreso.
[7]Ibid., p. 348.
[8]Schulman, Iván A. y Evelyn Picón Garfield. Poesía modernista hispanoamericana y española: antología. La Editorial, UPR, 1999:XXIII.Impreso.
[9]Ibid., p. XXVIII.
[10]Ibid., p. XXXIV.
[11]Castro-Gómez, Santiago. Crítica de la razón latinoamericana. Barcelona: Puvill Libros, 1996:128-129. Impreso.
[12] Abellán, JL. Historia crítica del pensamiento español. Madrid: Espasa-Calpe, 1989:231. Impreso.
[13]Castro-Gómez, Santiago. Crítica de la razón latinoamericana. Barcelona: Puvill Libros, 1996:127. Impreso.
[14]Schulman, Iván A. y Evelyn Picón Garfield. Poesía modernista hispanoamericana y española: antología. La Editorial, UPR, 1999:XXII.Impreso.
[15]Vergara, José Iván, Jorge Vergara Estéves, y Hans Gundermann. «Elementos para una teoría crítica de las identidades culturales.» Utopía y Práxis Latinoamericana. 1 Oct. 2010:70. Impreso.
[16]Ibid., p. 77.
[17]Culler, Jonathan, y Gonzalo A. Breve introducción a la teoría literaria. 1a. ed. Barcelona: Editorial Crítica, 2000:139. Impreso.
[18]Ibid., p. 133.
[19]Dijk, Teun A, Van. Ideología: unenfoquemultidisciplinario. Barcelona: Gedisa, 1998:21. Impreso.
[20]Ibid., p. 19.
[21]Ibid., p. 162.
[22]Ibid., p. 162.
[23]Ibid., p. 162.
[24]Ibid., p. 162-163.
[25]Martí, José y Juan Marinello, Nuestra América. 3a ed. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2005:X.Impreso.
[26]Ramos, Julio. Desencuentros de la modernidad en América Latina: literatura y política en el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica, 1989:57. Impreso.
[27]Martí, José y Juan Marinello, Nuestra América. 3a ed. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 2005:XII.Impreso.
[28]Ibid., p. 13.
[29]Ramos, Julio. Desencuentros de la modernidad en América Latina: literatura y política en el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica, 1989:15. Impreso.
[30]Gomes, Miguel. Estética del modernismo hispanoamericano. Caracas, Venezuela: Biblioteca Ayachucho, 2002:35. Impreso.
[31]Ibid., p. 35.
[32]Ibid., p. 50-51.
[33]Martí, José. La edad de oro. Santo Domingo, República Dominicana: Editora Corripio, 1995:7-8. Impreso.
[34]Bello, Luisa Isabel Rodríguez. «“Las ruinas indias” de José Martí: estética e identidad.» Espéculo: Revista de Estudios Literarios.Carácas: 2005:3. Impreso.
[35]Martí, José. La edad de oro. Santo Domingo, República Dominicana: Editora Corripio, 1995:147. Impreso.
[36]Ibid., p. 147.
[37]Ibid., p. 156.
[38]Martí, José y Roberto Fernández Retamar. Política de nuestra América. México: Siglo Veintiuno, 1977:24. Impreso.
[39]Ibid., p. 24-25.
[40]Hervis, Elmys Escribano. «Nuestra América como plataforma de la educación en el continente.» Revista Historia de la Educación Latinoamericana 18, 2012:41. Impreso.
[41]Pupo Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en Martí. Universidad Popular de Chontalpa, Tabasco, México: 2004:115. Impreso.
[42]Martí, José. Política de nuestra América. México: Siglo Veintiuno, 1977:37. Impreso
[43]Ibid., p. 37.
[44]Ibid., p. 38.
[45]Ibid., p. 38.
[46]Ibid., p. 38
[47]Ibid., p. 39.
[48]Ibid., p. 39.
[49]Ibid., p. 39.
[50]Ibid., p. 40.
[51]Ibid., p. 41.
[52]Ibid., p. 42.
[53]Ibid., p. 43.

 

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