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El encuentro con la propia subjetividad.

por Iván Barreto Moroni
Artículo publicado el 13/11/2006

El siguiente articulo trata sobre cómo en la novela Sobre héroes y tumbas, la ciudad y sus espacios (tanto privados como públicos) son metáfora del desencuentro de Martín con la otredad y, al mismo tiempo, descubrimiento de sí mismo. Buenos Aires, sus parques, bares, cafés, barrios, etc. no serían lugares de encuentro, sino más bien de desencuentro o de confirmación de la soledad ontológica. Por otro lado, en el reverso de la ciudad o su lado subterráneo (entregado en el Informe sobre ciegos), se daría  la constatación del único verdadero contacto que se puede producir: el descubrimiento de la propia subjetividad. Así, en la novela existiría siempre el hallazgo de dos subjetividades que nunca logran compenetración.

Para Sartre, “la autoconciencia sólo existe por el hecho de que existe para otra persona.”(Stern 104), por lo tanto el conocimiento del “ser para sí” o la conciencia humana se descubre en el reconocimiento que el otro hace de mí. Esa agnición es sólo posible a través de la mirada  porque “mi relación fundamental con el otro está determinada por la posibilidad permanente de ser visto por él.”(Stern 105). Es en aquella posibilidad, en la de ser un objeto aprehensible para el otro, en que yo me reconozco y distingo al observador como sujeto. Así, mi mirada aprehende al observador también como una cosa, ya que es imposible concebirla en su devenir o como proyecto libre, lo que lo transforma en una petrificación  o un objeto determinable. Con esto “cabe la posibilidad que se considere a sí mismo como parte de la experiencia del otro, con lo cual su propia subjetividad se desvanece”(Ruitenbeek 83)

Este último punto es el que se desarrolla con intensidad en la novela. Martín busca desde un primer momento comprender a Alejandra: “Apenas la divisó apartó con rapidez su mirada, volviéndola a colocar sobre la estatua. Tenía pavor por los seres humanos: le parecían imprevisibles[…] Las estatuas, en cambio, le proporcionaban una tranquila felicidad, pertenecían a un mundo ordenado, bello y limpio.”(Sábato 16).  Así, durante todos los encuentros entre los protagonistas se hará  hincapié en el carácter ambiguo del conocimiento que tiene Martín de Alejandra: “Martín trataba de llegar, de sentir, de entender a Alejandra tocando su cara, acariciando su pelo, besando sus orejas […] Y mientras Martín cavaba, Alejandra,  quizás luchaba desde su propia isla, gritando palabras cifradas que para él, para Martín, eran inteligibles y para ella, Alejandra, probablemente inútiles y para ambos desesperantes”(Sábato 204).  Martín trata de apropiarse de Alejandra desde el lado de la imagen princesa que se plantea en el primer capítulo del texto. Muestra una idealización que lo llevará a no rescatarla de el lado oscuro o cloaca del que ella sufre, ya que Alejandra no es ni el uno ni el otro. Así y según lo antes expuesto, Martín rechaza su propia parte oscura imponiendo la imagen buena de Alejandra, pero sabiendo que ella no es ninguna de las dos imágenes (ni pura ni cloaca): “Se encontraba con una mujer que no encajaba en ninguno de los dos moldes, moldes que él había creído los únicos”(Sábato 22).

El objeto aprehendido en el Informe sobre ciegos, en la narración de Fernando, es la propia vista, el sentido con que el hombre conoce la realidad y la hace suya. Y, si además, se parte de la premisa de que la vista permite la conciencia de sí mismo y del otro, en el conocimiento de ella está el descubrimiento de los abismos que se separan las subjetividades. Pero, en esta parte del relato, los abismos no sólo son la oscuridad que separa a los seres humanos, sino que también la maldad controlada por los ciegos. Aquella realidad que domina a Alejandra y su padre, y con la que Martín no puede tener contacto ya que la evade en la imagen de su madre: Madrecloaca. Al despertar luego del encuentro de la ciega que lo mira con expresión hierática, Fernando comenta: “Parecí despertar a una realidad que me pareció, o ahora me parece, más intensa que la otra.”(Sábato 380) En aquella realidad no hay otro que vea a Fernando: animales y personas son ciegos y , con esto, el protagonista de este relato ha perdido la facultad  de la autoconciencia; su mundo termina por destruirse: “Por fin la luna estalló en pedazos, que incendiaron los inmensos bosques, desencadenando la destrucción total”(Sábato 441).

“Sólo en el momento de la muerte del individuo, cuando el “ser para sí” ha cambiado enteramente en un “ser en sí” y ha perdido todas sus posibilidades , sólo entonces la suerte está echada. Sólo entonces la persona coincide con sí misma”(Stern 111). Se puede petrificar por un instante el sí mismo, sin el otro que le permita la autoconciencia, sólo en la presencia de la muerte, en el momento estático que destruye por unos segundos la visibilidad exterior.  Aquella destrucción se desarrolla en el lado interno o reverso que no está visible o cosificable para el otro y sería el único encuentro posible del ser humano: el de la subjetividad con la propia subjetividad inscrita en un lenguaje no petrificable, sino que ilimitado y que parece ser una alucinación.

Bibliografía _________
–  Ruitenbeek, Hendrik M. “Petrificación y despersonalización”. Psicoanálisis y Filosofía Existencial. 1962.  Trad: Santos Sánchez Salor. Madrid, Editorial Gredos, 1972. pp 81-100.
–  Sábato,  Ernesto. Sobre héroes y tumbas. 1983. Buenos Aires, Editorial Planeta, 2000.
– Stern Alfred. “Nuestro ser-para-otros y su mirada”. La filosofía de Sartre y el psicoanálisis existencialista. Trad: Julio Cortázar. 1951. Buenos Aires, Ediciones Imán, 1951. pp103- 126.

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