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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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El método generacional: origen y desarrollo.

por Ricardo Cuadros
Artículo publicado el 08/06/2005

Auguste Comte es el primero que menciona el sujeto «generación» en un estudio de ciencias sociales. Señala Comte:

En principio, no es posible ocultar que nuestro progreso social se apoya esencialmente en la muerte; es decir, que los sucesivos pasos de la humanidad suponen necesariamente la continua renovación, suficientemente rápida, de los agentes del movimiento general, el cual, poco perceptible habitualmente en el curso de cada vida individual, no se hace verdaderamente pronunciado sino en el paso de una generación a la que sigue. Visto así, el organismo social está sometido, y de un modo no menos imperioso, a la misma condición fundamental que el organismo del individuo, donde, pasado un determinado tiempo, las diversas partes que lo constituyen, inevitablemente transformadas, a causa de los fenómenos vitales mismos, en impropias para cooperar ya en su composición, deben ser gradualmente reemplazadas por nuevos elementos. (1839 en Marías 1949: 20) (1)

La relación que establece Comte entre sociedad e individuo es aquí bastante clara: el modelo más fiable es el biológico y de él podrían desprenderse las leyes que rigen el movimiento histórico. La historia puede ser comprendida en lo fundamental como una ciencia natural. Esta proposición, no está demás recordarlo, corresponde a la teoría general del positivismo comteano, que supone la existencia de tres estados en el desarrollo del conocimiento, el tercero de los cuales supedita todo saber a las posibilidades de la ciencia (natural o exacta), descartando cualquier explicación de tipo teológico o metafísico. Pero no hay en Comte una definición precisa de esa `generación» a la que adjudica el rol de sujeto o agente del movimiento general de la sociedad. Comte no discute el concepto ni ofrece prueba empírica de su existencia. Solamente deja sugerido un plazo existencial de treinta años que «pueden ser utilizados plenamente en otra cosa que preparaciones para la vida o para la muerte» (Marías: 21), sugerencia que posteriormente será retrabajada por todos los investigadores del tema, en busca de la duración efectiva de una generación. Como sea, es través del positivismo comteano que este concepto queda ligado aa los estudios sociales, con el rol nada desdeñable de explicar `el movimiento general» de la sociedad.

Sin duda es la debilidad o ausencia de reflexión teórica acerca del sujeto social generación y del modelo histórico que podría desprenderse de él, lo que ha hecho inviable la escritura, en ningún país, de una historia que pueda signarse como generacional. En la parte IV de su estudio aquí referido, Julián Marías intenta aplicar el método en su versión más depurada, la de Ortega y Gasset, a la historia de España, pero deja sin resolver tantas cuestiones que, hasta donde tengo noticias, su propuesta nunca ha sido considerada en los estudios de historia española posteriores a su aparición. (Ver apartado «La variante de Julián Marías» de este capítulo).

Por su parte, en el terreno de la historiografía literaria las cosas se han dado de otra manera. El método generacional en sus distintas versiones, a pesar de las críticas que merece en su armazón teórica y que discutiré más adelante, ha sido aceptado y puesto en práctica en círculos académicos de varios países europeos. Por ejemplo: en Francia, Albert Thibaudet (1926); en Inglaterra, C.B Morris (1969); en España, J. Manuel Rozas (1978) y la lista podría ser bastante más amplia. Por su parte en Latinoamérica una notable cantidad de críticos e historiadores -desde Pedro Henríquez Ureña (1946) hasta Rodrigo Cánovas (1998)- ha encontrado en el modelo generacional una referencia metodológica fiable para sostener la periodización literaria del subcontinente.

Vistas así las cosas, cabe preguntarse cómo es posible que un modelo de periodización incompetente para explicar la historia general, siga siendo utilizado para escribir la historia de la literatura.

Julián Marías, en la parte I de su estudio, explica cómo el tema de las generaciones, entendidas éstas en su connotación estrictamente genealógica, aparece ya en las culturas semítica, helénica y egipcia. Luego señala:

La idea de generación, de tan larga historia como precipitado de la experiencia de la vida, la tiene muy breve como problema científico. Sólo desde hace cosa de un siglo se ha intentado elaborar ese saber y convertirlo en conocimiento. (9)

Según el holandés J. Kamerbeek es justamente en este desplazamiento del concepto generacional hacia la ciencia mencionado por Marías donde radica la falla del modelo cuando quiere ser aplicado a la historia general (las traducciones del holandés al castellano son mías):

Cuando Lorenz, Ferrari, Mentré (este último en 1920!) operan con este concepto [de generación] como si fuera una llave de la cámara secreta de la historia, están usando según ellos un concepto histórico. No parecen haberse dado cuenta que tal concepto existe gracias a un traspaso de significado: de la genealogía a la historia, de la familia a la vida pública. Este hecho me parece de capital significado. Cuando una `generación» en sentido genealógico posee ciertas características, no existe razón alguna [cursivas en el original] para otorgarle las mismas características a una generación en sentido figurado, histórico. (1962: 9-10)

Creo que esta primera demarcación de Kamerbeek entre genealogía e historia ofrece una buena pista para responder a la pregunta que hemos planteado. Kamerbeek propone incluso un nuevo deslinde, que nos deja ya de lleno en el terreno de la literatura: la buena fortuna que tuvo el método generacional en Francia, en oposición a lo que sucedió con él en Alemania -donde según Kamerbeek el tema dejó de interesar hacia 1930- se debe a que los franceses no pretendieron convertirlo en sujeto histórico, es decir no siguieron los pasos de Comte, ni lo trataron como un concepto cuasi metafísico a la manera de Lorenz o Dilthey, sino que lo redujeron a un método para comprender la historia puramente literaria:

Este concepto francés de generación no está totalmente libre de positivismo, pero tampoco puede llamarse `estrechamente positivista» (eng-positivistisch), [y no es] de origen científico sino más bien de origen literario, por lo mismo, especialmente apto para uso histórico-literario. (19)

Esta variante del método generacional se funda, según Kamerbeek, más que en un sistema o teoría, en una actitud de los autores: la de `hacer otra cosa» (faire autre chose) que sus antecesores. Para Kamerbeek, «el concepto francés de generación, donde este `ser-distinto-de» puede considerarse constitutivo, proviene directamente de la vida literaria» (21).

De acuerdo a Kamerbeek tenemos entonces dos grandes líneas de desarrollo del método generacional en Europa:
A.- Aquella que proviene directamente de la sugerencia comteana de adjudicar a la generación el rol de sujeto social encargado de renovar el movimiento general de la sociedad. A esta línea la llamaré `histórico-social».
B.- Aquella que nace de la vida literaria en Francia, hacia 1870 y que se refiere en principio sólo a la literatura. A esta línea voy a llamarla `literaria».

A.- Línea histórico-social.
Mientras que en Alemania el tema de las generaciones fue abandonado hacia 1930 (Kamerbeek 1962) y en Francia se convirtió en método para ordenar exclusivamente la literatura, en España Ortega y Gasset le dio un nuevo impulso, respectivamente en 1920 y 1933, en dos cursos dictados en la Universidad de Madrid. La revisión del modelo orteguiano es fundamental, ya que fue éste el que sirvió a los historiadores de la literatura latinoamericana para crear sus propios modelos. De importancia menor pero siempre interesante es el aporte de Julián Marías, que reviso considerándolo una variante del modelo orteguiano.

La discusión de Karl Mannheim sobre el tema de las generaciones es en mi opinión una de las más fructíferas que existen y, a la vez, la menos citada por los conocedores del tema. Quizás esto se deba a que Mannheim es sociólogo y no historiador del arte o la literatura, o a que su trabajo se conoció tardíamente fuera de la lengua alemana. En cualquier caso su aporte es ineludible para reubicar la cuestión de las generaciones en cualquier proceso de formación cultural.

José Ortega y Gasset.
Señala Ortega y Gasset:

Las variaciones de la sensibilidad vital que son decisivas en historia se presentan bajo la forma de generación. Una generación no es un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa: es como un nuevo cuerpo social íntegro con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada. La generación, compromiso dinámico entre masa e individuo, es el concepto más importante de la historia y, por decirlo así, el gozne sobre el que ésta ejecuta sus movimientos. (1920: 7)

En esta proposición, que es de las más recurridas en las aplicaciones del concepto generacional orteguiano, el sujeto generación adquiere una fisonomía en la cual resuena el eco de la que hiciera Comte en 1839, pero en ella se encuentran también factores inéditos, tales como ese `compromiso dinámico entre masa e individuo», o mejor aún entre `minoría selecta y muchedumbre».

En el curso En torno a Galileo, Ortega y Gasset se extiende ampliamente sobre el tema, llegando a determinar con claridad una teoría generacional, en la que deben ser considerados por lo menos los siguientes nueve factores:

1.- Existencia de un contexto histórico determinado por una serie de `ideas vigentes»:

Ese mundo de las creencias colectivas -que se suele llamar «las ideas de la época», «el espíritu del tiempo»- tiene un peculiar carácter que no tiene el mundo de las creencias individuales, a saber: que es vigente por sí, frente y contra nuestra aceptación de él. (1933: 35)

En un segundo momento de su exposición, el autor español agrega otro dato acerca de la relación entre el individuo y las ideas de la época:

El espíritu del tiempo, las ideas de la época en su inmensa porción y mayoría están en mí, son las mías. (36)

2.- Diferencia entre `contemporaneidad» y `coetaneidad»:
Todos somos contemporáneos, vivimos en un mismo tiempo y atmósfera -en un mismo mundo- pero contribuimos a formarlos de modo diferente. Sólo se coincide con los coetáneos: […] Ahora bien, el conjunto de los que son coetáneos en un círculo de actual convivencia es una generación. El concepto de generación no implica, pues, primariamente más que estas dos notas: tener la misma edad y tener algún contacto vital. (40)

3.- Nacimiento en una `zona de fechas»:
No se es joven sólo un año, ni es joven sólo el de veinte pero no el de veintidós. Se está siendo joven una serie determinada de años y lo mismo se está en la madurez durante cierto tiempo cósmico. La edad, pues, no es una fecha sino una «zona de fechas», y tienen la misma edad, vital e históricamente, no sólo los que nacen en un mismo año, sino los que nacen dentro de una zona de fechas. (44)

4.- Desarrollo en un `espacio común»:
Comunidad de fecha y comunidad espacial son, repito, los atributos primarios de una generación. (41)

5.- Diferencia entre `edad biológica» y `edad histórica o social»:
Las edades lo son de nuestra vida [social, histórica] y no, primariamente, de nuestro organismo -son etapas diferentes en las que se segmenta nuestro quehacer vital. (55)

6.- Duración de las edades históricas o generaciones: `treinta años»:
Tenemos que […] desde el punto de vista importante a la historia, la vida del hombre se divide en cinco (sic) edades de a quince años: niñez, iniciación, predominio y vejez. El trozo verdaderamente histórico es el de las dos edades maduras: la de iniciación y la de predominio. Yo diría, pues, que una generación histórica vive quince años de gestación y quince de gestión. (61)

7.- Ordenamiento de la realidad histórica `de acuerdo al quehacer de los hombres entre treinta y sesenta años»:
La realidad histórica está, pues, en cada momento constituida substantivamente por la vida de los hombres entre treinta y sesenta años. (57)

8.- Existencia en la historia de `generaciones decisivas».
Cabe recordar, llegados a este punto, que Ortega y Gasset está exponiendo su método generacional de manera aplicada. Ha elegido un momento histórico europeo y procura explicarlo siguiendo una lógica generacional:
La Edad Moderna, en cambio, [frente a las Edades Medias y el Renacimiento] nos muestra con sobrada claridad el desarrollo insistente y continuo de ciertos principios de vida que fueron por primera vez definidos en una cierta fecha [1630]. Esta fecha es la decisiva en la serie de las fechas que integran la Edad Moderna. En ella vive una generación que por vez primera piensa los nuevos pensamientos con plena claridad y completa posesión de su sentido: una generación, pues, que ni es todavía precursora, ni es ya continuadora. A esa generación llamo generación decisiva. (63)

9.- Caracterización de `la generación decisiva a partir de un epónimo»:
Se busca la figura que con mayor evidencia represente los caracteres substantivos del período. En nuestro caso, no parece discutible que ese hombre es Descartes (2). Pocas veces un innovador lo ha sido tan decisiva y plenariamente: […] Con esto tenemos el `epónimo de la generación decisiva», logrado lo cual, el resto es obra del automatismo matemático. (63-64)

No es difícil rastrear todos y cada uno de los factores que constituyen para Ortega y Gasset el sujeto generación en la obra de pensadores anteriores a él, partiendo de Comte. Julián Marías hace un generoso catastro de autores que antecedieron a su coterráneo y maestro en el desarrollo de la teoría (1949: 18-56, 85-101). Por su parte, Kamerbeek, aun cuando no se adentra en la teoría orteguiana, deja dicho con perspicacia, que Ortega y Gasset «de alguna manera reúne [en su teoría] los modos de pensar francés y alemán» (1962: 30).

Problemas del modelo generacional de Ortega y Gasset.
Como decíamos en el punto 8, en su curso En torno a Galileo de 1933 el autor español expuso su teoría de manera aplicada. Su intención era ordenar por generaciones la historia europea de los siglos XVI y XVII -momento en que se habría producido la definitiva entrada de Occidente en la modernidad- y el epónimo elegido para ordenar las series generacionales hacia el pasado y el futuro fue el filósofo René Descartes (1596-1650):

Esa será la fecha [1626 (3), cuando el filósofo francés cumple treinta años] de la generación de Descartes -punto de partida para fijar a uno y otro lado las demás, sin más que añadir o restar grupos de quince años. (64)

No viene al caso, para el propósito de este estudio, discutir la propuesta orteguiana sobre la transición de las Edades Medias a la Modernidad. Mi crítica es puramente metodológica y puede ser resumida en tres aspectos fundamentales:
El primer problema es el acento decisivo que Ortega y Gasset pone en la fecha de nacimiento de los sujetos que hacen visible la cadena histórica. No se trata para él de obras o acontecimientos sino de fechas decididas por la biología o, al menos, por las partidas de nacimiento. Ahora, Descartes escribe su Discurso del método a los cuarenta y un años de edad, en Holanda, después de haber sido soldado del Príncipe de Orange y el Duque de Baviera, y de recibir además la revelación de `la verdad de su ciencia» en un sueño premonitorio en 1619, cuando recién tenía veinticinco años. ¿Por qué habría de ser determinante, para decidir los límites del período, la fecha en que Descartes cumple treinta años y no, por ejemplo, aquella en que tiene el sueño premonitorio o la de publicación de el Discurso del método? Simplemente porque el método generacional prefiere la fecha de cumplimiento de los treinta años del epónimo para marcar las fronteras entre períodos; el cumplimiento de los treinta años del epónimo es el a priori del modelo generacional orteguiano. El determinismo biológico que caracteriza el modelo es uno de sus puntos de mayor debilidad, dado que todo el peso del movimiento socio-cultural y su periodización recae sobre la -no siempre probable- fecha de nacimiento del epónimo.

Un segundo problema es la demarcación del territorio (geográfico-cultural) que abarca el estudio. Ortega y Gasset, en busca de las personalidades que darían forma a la modernidad ordenada generacionalmente, pasa de una nación a otra sin mayores explicaciones. Europa de los siglos XVI y XVII es para él un solo espacio cultural, en el que conviven un español (Vives), un italiano (Galileo), un alemán (Kepler), un francés (Descartes), un inglés (Hobbes). Su objeto de estudio es `la modernidad europea», pero Europa era ya por esas fechas un conjunto de naciones diferenciadas por idiomas, enemistades y alianzas político-religiosas, poderes económicos. Aun cuando el latín continuara siendo la `lengua académica» europea -lo que implica, de alguna manera, una comunidad de ideas- la situación de Descartes, y por tanto su pensamiento filosófico, eran franceses, así como los de Hobbes ingleses, mientras que Vives, por ejemplo, aun cuando nació en España, huyó de su país a los 17 años para salvarse de la Inquisición y vivió el resto de su vida en Inglaterra y los Países Bajos, lo cual hace difícil hablar de él como `filósofo español». Dicho de otro modo: ¿en qué países del continente europeo se vivía efectivamente, en términos de pensamiento filosófico, el paso de las Edades Medias a la Modernidad? En España no, mientras que en Francia, Inglaterra y Holanda evidentemente que sí. Le faltó a Ortega y Gasset determinar los límites del territorio en el cual sucedía la `modernidad» que le interesaba, y no es este un asunto menor, dado que una de las condiciones de existencia de una generación es `la comunidad espacial» de sus miembros, su coexistencia en un mismo contexto geográfico-cultural.

El tercer problema tiene que ver con la fidelidad de las citas y los documentos. Para que encajen las series de generaciones, de quince en quince, Ortega y Gasset se ve obligado a cambiar (o citar erróneamente) la fecha de nacimiento de Copérnico (1473-1543), que según sus cómputos habría nacido tres años más tarde. La exactitud de la fecha de nacimiento es no obstante esencial para establecer las series generacionales: Thomas Hobbes (1588-1679) no pertenece según Ortega y Gasset a la generación decisiva de la modernidad europea por la diferencia de un año. «Sus treinta años [de Hobbes] distan de los treinta de Descartes ocho (4). Está, pues, lindando con la generación de Descartes: un año menos y pertenecería a ella» (65). Para ordenar las series generacionales deberíamos confiar en que las fechas de nacimiento que aparecen en los registros civiles de cada país son las exactas, cosa no siempre infalible, menos todavía en aquellos años. Lo que encontramos aquí es que el estudioso debe aplicar una necesaria dosis de arbitrariedad para que las cosas se comporten de acuerdo al `automatismo matemático».
Estos tres problemas son fundamentales e imposibles de resolver desde el modelo mismo, lo que tendría que haber alertado a los estudiosos de la época sobre los riesgos de iniciar nuevos ordenamientos históricos de matriz generacional. Como veremos más adelante no fue así, al menos en Latinoamérica.

La variante de Julián Marías.
Julián Marías en las partes V y VI de su estudio sobre las generaciones, retoma la propuesta orteguiana para aplicarla a la historia de España. Su intento de periodización generacional, frente al de Ortega y Gasset, tiene algunas ventajas.
La primera es que Marías cuenta con datos más fiables acerca de las fechas de nacimiento de los formantes de las generaciones que le interesan, ya que son sus contemporáneos o pertenecen al siglo recién pasado, lo que reduce el riesgo de estar operando con fechas falsas o arregladas. La segunda es la reducción del espacio geográfico-cultural que abarca. Frente a la `modernidad europea» orteguiana, `la historia española» de Marías parece mucho más manejable.
Enfrentado a la historia de su país, Marías propone lo siguiente:

La estructura de la vida y de la historia es sistemática, y hay una esencial complicación entre la vida individual y la vida colectiva, que se articula justamente en el esquema de las generaciones. Y nosotros no sabemos todavía cuáles son. ¿Qué hacer? (1949: 131)

Lo que hace Marías es fijar su atención en un período que abarca gran parte del siglo XIX y comienzos del XX, pero, para comenzar a sumar y restar modifica sustancialmente la teoría.
En busca de la fecha clave, Marías no acude a la figura de `un epónimo», sino a una `zona de fechas», esto porque según él no habría en esos años una figura lo suficientemente relevante como para ocupar el rol de epónimo.
Decidido entonces por la `zona de fechas», elige un año que él mismo reconoce «no se trata de fecha alguna privilegiada» (131) y a partir de éste, 1809, establece series de 15 años y anota nombres de personalidades públicas (poetas, políticos, filósofos) nacidos al interior de los márgenes de cada quincena de años. Tiene así, partiendo de 1809, siete generaciones ocupadas por los nombres de personas (5) elegidas de manera tan arbitraria como hizo con la fecha 1809.
Esta modificación de la teoría orteguiana, el reemplazo de la figura epónima por una zona de fechas, libera de alguna manera al modelo de su determinismo biológico, ya que lo importante en este caso es un momento histórico, cerrado por una fecha a cada lado, y no la presencia dominante de un sujeto. Hay en el modelo de Marías menos determinismo biológico, pero la arbitrariedad electiva de la fecha clave no hace sino empeorar las cosas: allí donde antes teníamos a un sujeto ejemplar, ahora tenemos un año. El período, en el caso de Marías, va a depender exclusivamente del gusto del operador, lo que hace del modelo una construcción imposible de ser aplicada sistemáticamente.
Pero sigamos con su propuesta. Decididas las zonas de fechas, le falta encontrar ahora el factor homogeneizante de cada plazo generacional, es decir `el espíritu de la época».
Lo que Marías propone para llegar a él es lo siguiente:

Puedo descubrir el repertorio de vigencias [que determina el espíritu epocal] de cada generación en su proyección sobre los «representantes» respectivos, y medir la variación de una generación a otra. (133)

Esta proyección del `repertorio de vigencias»(6) sobre los elegidos en cada generación -que Marías lamentablemente no lleva a cabo en su libro-, daría como resultado que

habrán sido adscritos a una generación determinada, por razones que derivan de la vida colectiva, hombres nacidos en todos los años del período, y por tanto quedarán fijados los límites de las generaciones, y con ello la serie efectiva de éstas dentro del período considerado. (133)

Del notable esfuerzo de Julián Marías por corroborar a su maestro queda claro que, en un lapso de tiempo, 15 años, se manifiesta un `espíritu de la época» compartido por los hombres nacidos en el marco de esas fechas y que éstos, como grupo, forman una generación. Pero los límites de los lapsos generacionale -en Ortega y Gasset decididos por el cumpleaños número treinta del epónimo, en Marías por `una zona de fechas» marcada por un año como 1809-, siguen siendo imposibles de determinar de manera regular. Y sin estos límites, el sujeto social generación, depositario del `espíritu de la época», aparece como una construcción ideal que queda flotando por encima de la historia sin alcanzar nunca pleno encaje con ella, por lo mismo incapaz de explicar `el movimiento general» de la sociedad, como hubiera querido Auguste Comte cuando introdujo el concepto en los estudios sociales, en 1839.

Karl Mannheim.
El sociólogo húngaro-alemán Karl Mannheim, en el momento de publicar su ensayo «El problema de las generaciones», 1927, distingue dos tipos de aproximación al tema: uno `positivista» francés, cuyos planteos más claros son hallables en Comte y Mentré, y otro que llama `histórico-romántico», correspondiente al pensamiento alemán, encontrable en los trabajos de Dilthey y Pinder. Los trabajos de Ortega y Gasset (salvo el primer esbozo de 1920) y Marías son posteriores al suyo y por ello no los menciona pero, después de lo discutido en las páginas anteriores, creo que bien cabe corroborar la opinión de Kamerbeek (1962), que ve en el modelo del español una síntesis de los pensamientos alemán y francés de aquel momento.
Mannheim por su parte se distancia de ambas corrientes, en las que critica la tendencia a explicar el movimiento de la sociedad mediante la acción -o el ritmo- de uno solo de sus componentes, la generación. Para él las generaciones sólo pueden abordarse correctamente desde un punto de vista sociológico `estructural», lo que en su caso significa `factor integrado, entre otros, en un proceso de formación social».
El análisis que Mannheim hace de las generaciones es sumamente detallado y los conceptos -presentados en categorías y subcategorías- que utiliza en su exposición son muchos. Pero vale la pena resumirlos y comentarlos porque mientras Ortega y Gasset o Marías se pierden en cuentas matemáticas e imprecisiones empíricas, Mannheim ofrece una mirada (casi puramente teórica) en la cual las generaciones, en tanto realidad biológica y sujeto social, ocupan un lugar entre otros factores formativos en el proceso cultural.
Una primera distinción que hace Mannheim es entre la generación como un mero hecho de alcance biológico y universal y la generación como «grupo social concreto», definido éste último «la unión de un número de individuos por desarrollo natural [familia] o lazos conscientemente deseados [agrupación]» (1927: 289).
A continuación Mannheim introduce el concepto de Lagerung, «localización»(7) , mediante el cual compara a la generación con la clase social:

Alguien es proletario, entrepreneur, o rentier, y es lo que es porque está constantemente consciente de la naturaleza de su `localización» en la estructura social, es decir de las presiones o posibilidades de ganancia resultantes de esa posición. (289)

La comparación, y lo reconoce Mannheim mismo al agregar que la clase social puede ser abandonada por ascenso o caída -mientras que nadie puede `abandonar» su edad- es algo dudosa, pero sirve para dejar apuntadas dos cosas: una es la importancia de la `toma de conciencia» que acompaña a la existencia de las clases sociales y las generaciones como `grupos concretos» (ver más adelante el tratamiento de este concepto). Para Mannheim, la generación, más allá del hecho de fundarse en el fenómeno biológico del nacimiento y la muerte, es un tipo particular de localización social.
El siguiente movimiento de Mannheim es describir cómo se manifiesta, cómo es encontrable en la sociedad el fenómeno de las generaciones. Para ello abre las siguientes cinco propuestas:

1.- La continua emergencia de nuevos participantes en el proceso cultural.
Cada generación entra, en un tipo de contacto que Mannheim llama `fresco», con la herencia cultural acumulada. En rigor, explica, el fenómeno del `contacto fresco» se produce también cuando un individuo enfrenta una nueva situación vital, por ejemplo el campesino que llega a a vivir a la ciudad, pero en el caso de la generación el contacto es potencialmente más radical, dado que la generación, en tanto `nuevo participante en el proceso cultural» incluye a una gran cantidad de individuos portadores de una actitud nueva frente al modo en que sus predecesores manejan la herencia cultural acumulada.
Es importante agregar que para Mannheim, la emergencia de las nuevas generaciones no implica, por sí misma, progreso alguno:

Si la juventud va a ser conservadora, reaccionaria o progresista, depende (si no enteramente al menos en primer lugar) de si la estructura social existente y la posición que la juventud ocupa en ella le posibilitan oportunidades para la promoción de sus fines sociales e intelectuales. (297)

Mannheim ve oportunidad aquí para presentar lo que llama la tesis fundamental de su ensayo:

Los factores biológicos (como juventud o vejez) no encierran en sí mismos una orientación intelectual o de praxis definida (la juventud no puede ser correlacionada de manera automática con una actitud progresista, y así siguiendo); los factores biológicos son nada más que el inicio de ciertas tendencias formales, cuyas manifestaciones reales dependen en última instancia del contexto socio-cultural predominante. (297)

Subordinación, entonces, de los factores biológicos al contexto o proceso cultural. Esta idea, a la vez que distancia a Mannheim de los teóricos positivistas o afines al positivismo, pone a las generaciones en una situación que podríamos llamar productiva: entendidas como factor formativo, entre otros, en el proceso cultural, se las puede estudiar liberadas del prejuicio comteano -que asume plenamente Ortega y Gasset- de ser el factor determinante de las transformaciones socio-culturales.

2.- La continua retirada de participantes previos en el proceso cultural.
En este apartado la idea que desarrolla Mannheim es que la generación, como contingente humano fresco, colabora activamente en el proceso de selección de aquello -aquella parte de la herencia cultural no apropiada para las nuevas circunstancias- que la sociedad, para seguir adelante, necesita olvidar.
Mannheim distingue dos tipos de memoria social o reactualización constante de la herencia cultural: uno que se produce a través de `modelos reconocidos conscientemente», y otro que se manifiesta mediante patrones inconscientes, meramente `implícitos» o `virtuales».
En el proceso de desarrollo social, sostiene, el tipo de memoria privilegiado es el segundo:

Una selección consciente y reflexiva sólo se hace necesaria cuando una transformación semi-consciente […] no es suficiente. En general, la elucidación y reflexividad racional invaden solamente los campos de la experiencia que se hacen problemáticos como resultado de algún cambio en la situación histórica y social. (295)

Esta importancia -puesta ahora en movimiento- es remarcada por Mannheim un poco más adelante:

En cualquier caso, la forma de memoria que contiene el pasado en forma de reflexión es mucho menos significativa -es decir se extiende sobre un campo de experiencia mucho más restringido-que aquella en la cual el pasado es solamente «implícito», «virtualmente» presente; así mismo los factores reflexivos dependen más a menudo de los irreflexivos que viceversa. (296)

Ahora, si bien lo que se recuerda es materia que se registra de manera principalmente inconsciente, Mannheim agrega que la memoria que el individuo realmente posee, la que cuenta para su desarrollo y experiencia vital, es la `personalmente adquirida», distinta de la meramente `apropiada». Y si esta memoria se `estratifica» (ver este concepto a continuación, en el punto 3), a medida que nos hacemos mayores, convirtiéndose en patrones cada vez más fijos de respuesta vital, entonces «una raza humana que fuera eterna tendría que aprender a olvidar para compensar la falta de nuevas generaciones» (296).

3.- Los miembros de cualquier generación pueden participar, en el proceso histórico, solamente en una sección temporal limitada.
Aquí Mannheim vuelve sobre una categoría ya mencionada: la de `localización similar». Los miembros de una generación están socialmente localizados de manera similar en tanto comparten la misma fase del proceso colectivo, en un contexto geográfico-cultural determinado.
Pero al interior de esta categoría cabe distinguir todavía dos más. La primera es la `contemporaneidad», explicada de la siguiente manera:

Sólo donde los contemporáneos están en situación de participar, como un grupo integrado en ciertas experiencias comunes, podemos hablar con propiedad de una comunidad de localización o una generación. La mera contemporaneidad sólo adquiere significación sociológica cuando envuelve participación en circunstancias históricas y sociales similares. (298)

La segunda es la que Mannheim llama `estratificación de la experiencia»(Erlebnisschichtung), como modo particular de respuesta vital codificada. Este concepto es similar al de coetaneidad – Pinder (1926), Ortega y Gasset (1933) – pero recibe un tratamiento diferente. Lo que propone Mannheim es que esta estratificación se va produciendo por `capas» a partir de las primeras experiencias en la niñez y por tanto es posible distinguir diferencias de `endurecimiento» de las experiencias en la conciencia de los distintos grupos de edad. De esta manera, diferenciadas por sus códigos de respuesta vital codificados, las generaciones se comportan de manera distinta frente a estímulos similares:

Mientras la gente mayor puede estar combatiendo algo en sí misma o el mundo externo, al punto que todos sus sentimientos y esfuerzos e incluso sus conceptos y categorías de pensamiento están determinadas por ese adversario, para la gente más joven ese adversario puede simplemente no existir: su orientación primaria puede ser enteramente diferente. (299)

Hasta aquí, entonces, la generación puede ser abordada de modo más general como `localización similar» en el proceso cultural, luego como `contemporáneos que comparten similares circunstancias histórico-sociales» -«nadie», ejemplifica Mannheim, «podría sostener que había comunidad de localización entre la gente joven alemana y china alrededor de 1800″ (298)- y por último, dentro de esta segunda categoría, como grupo coetáneo que comparte la progresiva `estratificación» de experiencias, traducida en un tipo común de respuesta vital básica.

4.- La necesidad de transmisión constante de la herencia cultural.
Lo que interesa aquí a Mannheim es poner en movimiento algunos de los conceptos ya expuestos para hablar de educación -uno de los grandes temas de la sociología del conocimiento, que es la especialidad sociológica del autor-, especialmente de los problemas en las relaciones entre profesor (edad mayor) y alumno (edad juvenil). En el contexto de este estudio, esta preocupación de Mannheim me parece más bien disgresiva, por lo que me permito dejarla solamente mencionada.

5.- La serialidad ininterrumpida de las generaciones.
Mannheim sugiere aquí la presencia, en cualquier momento del proceso cultural, no solamente de una generación mayor y una más joven sino también de otras que llama generaciones `intermedias», cuyo rol sería el de mitigar -evitando su polarización- las diferencias entre jóvenes y mayores, así como actuar de mediadoras en el traspaso de la herencia cultural entre las generaciones mayor y más joven.
La interacción de estas tres (o más) generaciones en el proceso cultural permite a Mannheim reforzar su tesis de que las generaciones -el determinismo biológico de las edades- no es suficiente para explicar el desarrollo social. Tal como antes explicaba (ver bajo el número 1) que no es posible relacionar mecánicamente a la juventud con ideas progresistas, aquí su propuesta es que

[c]on el fortalecimiento de la dinámica social […], la generación mayor se hace crecientemente receptiva a las influencias de la más joven. Este proceso puede intensificarse al punto que, con la elasticidad mental adquirida en el curso de la experiencia, la generación mayor puede incluso, en algunos campos, alcanzar mayor adaptabilidad que las generaciones intermedias, las cuales no están todavía en situación de renunciar a sus posiciones originales. (302)

Hasta aquí, señala Mannheim, el fenómeno de las generaciones visto desde un punto de vista `formal estático». Queda ahora por discutir su comportamiento dinámico, es decir su manifestación concreta en el proceso de formación cultural:

La localización como tal [clase social, generación] sólo envuelve potencialidades que pueden llegar a materializarse, o ser suprimidas, o ser incorporadas en otras fuerzas sociales y manifestarse de manera modificada. (303)

Para Mannheim, la generación sólo es una realidad cuando sus miembros participan en un destino común(8), entendido éste como presencia activa en circunstancias histórico-sociales similares. Pero, de inmediato, surge la pregunta por las claras diferencias que, en un mismo momento y lugar, pueden presentar diferentes agrupaciones de personas de la misma edad. Por ejemplo en Alemania, dice Mannheim,

[d]esde 1880 en adelante […] observamos la presencia de dos grupos juveniles opuestos, uno de los cuales con el paso del tiempo se hace más conservador [romántico-conservador] mientras el otro tiende a hacerse racionalista y liberal. No puede decirse que estos dos grupos estuvieran unificados por una misma mentalidad moderna. ¿Podemos hablar, en este caso, de una misma generación real? (304)

La respuesta de Mannheim es que, al interior de la generación real (en tanto realidad social), deben distinguirse agrupaciones que trabajan el material de su experiencia común de diferente manera, constituyendo lo que llama `unidades generacionales»:

Los que eran jóvenes en Alemania alrededor de 1810 constituyen una generación real en tanto adherían a las versiones en curso de las ideas liberales o conservadoras. Pero, en tanto fueran conservadores o liberales, pertenecías a diferentes unidades dentro de la generación real. (307)

Por último, al interior de estas unidades, es observable todavía otra categoría -ya mencionada-, que Mannheim llama `grupo concreto», la cual opera como núcleo ideológico de la unidad generacional, por ejemplo la asociación `Christlich-deutsche Tischgesellschaft» para los jóvenes alemanes conservadores alrededor del año 1800. Lo característico de estos grupos concretos es que son capaces de sintetizar en sus demandas y posiciones las necesidades de la unidad generacional a la que pertenecen. Así mismo, en la medida en que sean capaces de dar expresión a las necesidades de la `localización generacional» como totalidad, pueden también atraer hacia sus posiciones a miembros de otras unidades e incluso otras generaciones.
Mannheim insiste aquí en el paralelismo, en tanto tipos de localización histórico-social, entre las generaciones y las clases sociales:

Así como una ideología de clase, en épocas favorables a ello, puede ejercer atracción más allá de su propia «localización» [por ejemplo, agrega Mannheim, jóvenes de la nobleza atraídos por ideas revolucionarias, en la Alemania del medio siglo en el XIX], ciertos impulsos propios de una generación, igualmente si los tiempos son favorables a ello, pueden atraer individuos miembros de grupos de edad mayores o menores. (308)

Esto es cierto, sucede a menudo en el proceso social, pero la comparación entre generación y clase social, como ya indiqué antes, no está trabajada a fondo en este ensayo de Mannheim. No me parece que el determinismo biológico que implica haber nacido en una fecha determinada admita equivalencia con lo que podríamos llamar el `determinismo socioeconómico» de las clases sociales. De acuerdo a las circunstancias, un sujeto o grupo pueden movilizarse de una clase a otra en el lapso de una existencia: un sujeto de la clase obrera puede estudiar economía y llegar a dirigir un banco, o hacer carrera en un partido político y llegar a senador o presidente, del mismo modo que una familia de hacendados puede terminar vendiendo frutas ajenas en un mercado, produciéndose en ambos casos un corrimiento en su condición de miembros de una u otra clase social. Por su parte, nadie puede movilizarse de la vejez a la adolescencia o viceversa: hablo de años de edad, no de actitudes vitales. En la pertenencia a una generación hay un determinismo mucho más crudo que en la pertenencia a una clase social. Karl Mannheim, en su juventud discípulo de Lukács y serio conocedor del marxismo alemán, en mi opinión pierde en este punto la perspectiva de los `determinismos» de clase social y generación, y los asimila erróneamente. Clase social y generación son sin duda factores formativos del proceso sociocultural, pero cada uno de ellos -siendo de origen distinto- se manifiesta de manera distinta en el mismo y me parece conveniente insistir en que el mejor modo de reconocerlos en el proceso es mantenerlos cuidadosamente separados.
Definidas las categorías de `generación como localización», `generación como realidad», `unidad generacional» y `grupo concreto», Mannheim agrega interesantes comentarios acerca del `aceleramiento del cambio social»(9) y sus consecuencias para las generaciones:

Cuando como resultado de una aceleración en el ritmo de la transformación social y cultural las actitudes básicas deben cambiar tan rápidamente que la continua adaptación y modificación de los patrones tradicionales de experiencia, pensamiento, y expresión no son ya posibles, entonces las nuevas fases de experiencia se consolidan en alguna parte, formando un nuevo impulso claramente distinguible, y un nuevo centro de configuración. (309)

Este nuevo impulso o centro de configuración, Mannheim lo llama -en una reelaboración de la propuesta de Pinder (ver más adelante)-`estilo» o `entelequia» generacional. Se trata del `impulso vital» que deberá traducirse en la manifestación programática del `grupo concreto», núcleo ideológico de `la unidad generacional».
Ahora, no toda unidad generacional consigue hacer realidad sus potencialidades y crear su propio estilo, y esto depende del momento -y lugar- de proceso socio cultural que les toque vivir. Mannheim ejemplifica el caso con su propia experiencia:

Como contemporáneos, podemos observar, si miramos con atención, varios patrones de respuesta, de grupos de edad, finamente graduados, que se siguen muy de cerca y conviven en un mismo espacio; estos grupos de edad, no obstante, están tan amalgamados que no consiguen formular entelequias generacionales distintas y principios formativos. (310)

El resultado es que `frustradas en la producción de una entelequia individual», estas unidades generacionales se atacan y neutralizan mutuamente. A su vez, `experiencias colectivas cruciales» -cabe pensar, para el momento de Mannheim, en distintas formas de nacionalismo- pueden actuar como `agentes de cristalización» y conseguir la reunión de los elementos dispersos, aun cuando la llamada no corresponda a los impulsos originales de las distintas unidades generacionales.
Llegados a este punto, explícitamente contra aquellos teóricos que intentan establecer un paralelismo entre el movimiento de las generaciones como `clases de nacimiento en años decisivos» y el proceso de cambios culturales o artísticos -Comte, Pinder, Ortega y Gasset- Mannheim es categórico:

Si va a manifestarse un nuevo estilo generacional cada año, cada treinta o cien años, va por último a manifestarse con algún tipo de ritmo, depende enteramente de la acción detonante del proceso socio-cultural. (310)

Es necesario admitir, agrega, que la información biológica es el estrato básico del fenómeno generacional pero, por esta misma razón, no es sino una forma latente, cuya manifestación sólo es observable reflejada en fenómenos dinámicos, como lo son las fuerzas socio-culturales:

Los factores dinámicos operan sobre la base de factores constantes -información antropológica, geográfica, etc.-, pero en cada ocasión los factores dinámicos se sostienen en diferentes potencialidades inherentes a los factores constantes. (312)

Lo que hace aquí Mannheim, desde un punto de vista quizás más técnico, es repetir la tesis de su ensayo: las generaciones, en tanto factor constante, naturalmente regular, no pueden determinar el movimiento sociocultural -o el desarrollo del arte o la literatura-, dado que éste es siempre arrítmico y (relativamente) imprevisible, sujeto a la interacción de todos los factores formativos, entre los cuales los que podríamos llamar `naturales» -generación, geografía- son de importancia, pero no pueden manifestarse por sí mismos sino mediatizados por algún tipo de organismo social con idearios propios, o algún tipo de producción cultural que los haga diferentes de cualquier otro. La cultura, en Mannheim, es un proceso de articulación de fuerzas naturales y sociales cuya manifestación real sólo es observable a nivel de organización y expresión de sujetos sociales, a través de algún tipo de producción cultural.

B.- Línea literaria.
En esta sección quisiera ocuparme de modelos generacionales que fueron propuestos, en principio, para ordenar solamente períodos de creación literaria o artística en Alemania, Francia, Holanda y España. Dilthey (1865 y 1875); Mentré (1920); Pinder (1926); Petersen (1930); Kamerbeek (1965) y De Torre (1965).

Wilhelm Dilthey.
En Dilthey, el concepto de generación surge cuando repara en la marcada diferencia que existe entre la obra de Novalis y autores anteriores a él, que reúne bajo el rótulo «la generación de Goethe, Kant y Fichte» (1865 en Marías 1949: 44).
Pero no se trata de un concepto, éste de generación, que pudiera llevar a sistematizaciones rigurosas. Dilthey observa que «[l]as condiciones que influyen en la cultura intelectual de una generación son verdaderamente innumerables e ilimitadas» (Marías: 44) y anota dos factores centrales que determinarían tales condiciones:

1.- [E]l patrimonio de la cultura intelectual con que esta generación se encuentra en la época en que comienza a formarse de un modo serio. (Marías: 44)

2.- [L]a vida circundante, [la suma] de las relaciones que forman la sociedad, […] de los estados políticos y sociales, infinitamente diversos. (Marías: 45)

En esta obra de 1865, el concepto de generación no aparece en Dilthey definido como sujeto histórico o social, sino como una agrupación heterogénea de autores unidos por la cercanía de su fecha de nacimiento. En este caso A.G. Schlegel, Humboldt, Hegel, Hölderlin, Schelling y el mismo Novalis:

Todos ellos revelan del modo más acusado, en el primer decenio de su aparición, la influencia de las condiciones bajo las cuales se criaron conjuntamente. (Marías: 45)

Dilthey insiste en `las extraordinarias diferencias», la `completa heterogeneidad» del grupo de autores mencionados, en el hecho de que incluso no existieran relaciones cordiales entre ellos, factores que no impiden la formación de «un círculo cerrado de hombres, una alianza defensiva y ofensiva, una escuela» (Marías, 45). La razón de esta unidad en lo heterogéneo la encuentra Dilthey en «las ventajas [que ofrecía] una alianza defensivo-ofensiva contra las tendencias caducas, pero inmortales de los Nicolai, los Huber y los Schütz» (Marías: 46).

Nueve años después, la proposición de Dilthey es más clara y apunta ya a un sistema. Una generación está determinada por la presencia de un grupo de personalidades sobresalientes que comparten los siguientes factores vitales:

1.- Haber nacido `en el espacio de treinta años»:
Este espacio de tiempo va desde el nacimiento hasta aquel límite de edad en que por término medio se añade un nuevo anillo anual al árbol de las generaciones, y comprende por tanto, unos treinta años. (1875 en Marías 1949: 47)

2.- Estar unidas por la contemporaneidad:
[A]quellos que en cierto modo crecieron juntos, es decir, tuvieron una infancia común, una juventud común, cuyo tiempo de fuerza viril coincidió parcialmente, los designamos como la misma generación. (Marías: 47)

3.- Así como por la educación compartida:
Aquellos que en los años de aprendizaje experimentan las mismas influencias rectoras constituyen una generación. (Marías: 47)

4.- Y no menos por su carácter de elite:
[U]na generación la constituye un estrecho círculo de individuos, ligados hasta formar un todo homogéneo por su dependencia de los mismos hechos y cambios que se presentaron en la época de su aprendizaje (receptividad), a pesar de la diversidad de otros factores que pudieran serles comunes. (Marías: 47)

La reducción diltheyana de la generación a unos cuantos nombres sobresalientes en las artes o las letras en un momento histórico determinado, para compararlo luego con sus antecesores y dilucidar así el desarrollo del `espíritu nacional», está en la base de todos los intentos posteriores de escribir historias nacionales de las artes o la literatura y, no menos, en los esfuerzos teóricos llevados a cabo para explicar el fenómeno generacional.

François Mentré.
Quizás el aporte más interesante que hace Mentré al tema de las generaciones sea el siguiente: que se propone distinguir, explícitamente, entre generación familiar y generación social.
Ya vimos, con Kamerbeek, que la confusión básica en la que se atascaba el método generacional era aplicar a la historia las medidas temporales propias de la familia. Después, al discutir a Ortega y Gasset, hemos visto también que este traspaso de la familia a la historia es solamente uno de los problemas que plantea el método generacional, y no el de más peso en realidad.
Pero atendamos a lo que dice Mentré:

La historia general, la historia vivida por la masa de los hombres, es imposible de comprender fuera de la idea de generación. (1920 en Marías 1949: 86)

A partir de esta certeza y hecha la distinción entre genealogía y sociedad, nos dirá que una generación social es

un grupo de hombres, pertenecientes a familias diferentes, cuya unidad resulta de una mentalidad particular, y cuya duración comprende un período determinado. (Marías: 86)

Un poco más adelante el pensador francés redefine la generación mirándola como fenómeno social marcado por `un estado de ánimo», concepto que corresponde al `espíritu de la época» de Ortega y Gasset y al Zeitgeist alemán:

[U]n estado de ánimo colectivo encarnado en un grupo humano que dura cierto tiempo, análogo a la duración [más o menos treinta años] de una generación familiar. (Marías: 86)

Mentré propone luego que los lazos que unen a este grupo de hombres no son `ni su saber ni su poder material», sino características más sutiles:

La generación sólo puede definirse en términos de creencias y deseos, en términos sicológicos y morales. Una generación es, pues, una manera de sentir y comprender la vida, opuesta a la manera anterior, o al menos diferente de ella. (Marías: 87)

Agrega, eso sí, que lo sicológico y social se fundan en lo biológico y que por tanto «la generación es una realidad biológica» (Marías: 87).

Este acento que pone Mentré en la biología hace evidente su filiación con el positivismo más puro, aquél que quisiera ver en la historia una ciencia natural. La generación social de Mentré sigue siendo una generación genealógica, sólo que formada por individuos `de familias diferentes». Ahora, por tratarse de un grupo semejante a una familia, aun cuando formado por individuos no unidos por lazos de sangre sino de otro tipo -como `mentalidad particular» o `creencias y deseos»-, lo que tenemos es un nuevo concepto, el de `generación espiritual»: «las generaciones espirituales se suceden y oponen» (1920 en Kamerbeek 1962: 20), dirá el propio Mentré en otro momento de su exposición.
Este desplazamiento conceptual desde lo familiar a lo social y desde allí a lo `espiritual», creo que debe entenderse como una entrada en los territorios del genio individual, de la creación, la poesía. La idea de generación cobra aquí un perfil distinto al que podría tener de cumplirse el proyecto positivista comteano, en el cual cumpliría el rol de `agente del movimiento general» de la sociedad, o como lo expresara más tarde Ortega y Gasset, `el gozne sobre el que la historia ejecuta sus movimientos». Se trata ahora nada más (ni nada menos) que dar cuenta del desarrollo digamos íntimo de la historia de una nación o cultura, intimidad que aparece expresada en la persona y obra de un grupo selecto de artistas, filósofos, escritores.
Tal como anoté en una página anterior, esta presunción de que la generación pudiera dar la medida del `espíritu» de una nación o cultura ya aparece en Dilthey: el espíritu alemán -o quizás sería más correcto en este caso hablar de Weltanschauung, (Kamerbeek 1962: 21)- reconoce uno de sus momentos en Goethe, más tarde otro en Novalis, y este movimiento de una Weltanschauung a otra podría ser explicado mediante el paso de una generación a la siguiente. Lo que tenemos, entonces, es que aun cuando Dilthey y Mentré se ocupen sólo de las elites intelectuales de sus respectivos países, su intención última no es meramente ordenar la historia literaria o artística sino comprender `el espíritu nacional» alemán o francés.

Wilhelm Pinder.
Señala Pinder, en el «Prefacio a la segunda edición» de su Das Problem der Generation in der Kunstgeschichte Europas (El problema de las generaciones en la historia del arte de Europa), lo siguiente: «[E]ste libro se propone, conscientemente, trasponer la antítesis entre las ciencias naturales y las del espíritu» (1928: 19). La `ciencia natural» que interesa a Pinder es la de las generaciones, con todas sus implicaciones biológicas y sicológicas, y la `ciencia del espíritu» es el arte, o más precisamente la creación en sentido general -arte, literatura, música, incluso filosofía-. Agrega Pinder: «[P]uede que sea el destino de mi propia generación insistir en la unidad de naturaleza y espíritu (de todos modos tiene esta generación a Goethe de su parte)» (19). Lo que propone el pensador alemán es que la condición `natural» de las generaciones, puesta en consonancia con el carácter `espiritual» del arte -para Pinder la historia del arte es la historia del espíritu-, produciría un tipo de historia nueva, en la cual `naturaleza y espíritu» encontrarían su perfecto engarze, salvando las dicotomías que el positivismo había intentado imponer al pensamiento europeo del XIX.
El aporte de Pinder a la teoría de las generaciones puede centrarse en dos conceptos: la coexistencia de `lo contemporáneo» y `lo coetáneo» -retomado directamente por Ortega y Gasset-, y el de `entelequia generacional» -retomado críticamente por Mannheim-.
Sobre el primer concepto, señala Pinder:

En primer término, vaya lo indiscutible en su forma más generalizada: la contemporaneidad de lo no coetáneo. Es la cosa más conocida del mundo, ya que la disposición por estratos, que abarca desde el niño más joven hasta el anciano más viejo, esa coexistencia realmente simultánea de las edades más diversas, forma parte de nuestra experiencia cotidiana. (1926: 47)

Ahora bien, esta presencia de esto `indiscutible» en cualquier momento histórico, implica «que cada uno convive con sus coetáneos y con personas de edad diferente en una plenitud de posibilidades simultáneas» (58), lo cual supone diferencias de situación en un mismo tiempo histórico, «por el hecho de que un mismo año constituye, para un hombre de cincuenta años, un punto temporal distinto, dentro de su vida, que para otro de veinte años» (59).
Esta distinción entre lo contemporáneo y lo coetáneo, posibilita en Pinder la proposición de `dos ritmos», a ser tomados en cuenta en la comprensión de la historia: uno es es el de `las épocas», correspondiente a lo contemporáneo, el otro es el de `las generaciones», ligado como es obvio, a la coetaneidad. El tipo de historización que interesa a Pinder resulta de esta doble lectura:

No sólo en la actualidad, sino para cada una de las «épocas» tomadas aisladamente, vale la siguiente regla: la mera yuxtaposición de los fenómenos es siempre un caos. En cambio, la sucesión de las generaciones que en ellos se oculta, es ritmo, más aún: es polifonía. (66)

La metáfora musical para comprender la historia del arte, la idea de `oír la polifonía de las voces generacionales en la época», es fundamental en el pensamiento de Pinder. Desligada de su connotación musical -y retrabajada en un modelo más amplio-, esta idea la vamos a reencontrar en la propuesta del chileno Cedomil Goic para la periodización literaria en Latinoamérica.
El segundo concepto introducido por Pinder, el de `entelequia generacional», aparece cuando el pensador alemán se opone a teóricos como Eduard Wesschler (1927), quienes conciben la generación como una `comunidad juvenil», identificable por su aparición y presencia en la historia literaria o artística, antes que por la cercanía en las fechas de nacimiento de los miembros del grupo. Para Pinder la entelequia es «lo inconscientemente innato» que identifica y diferencia a las generaciones, de manera más profunda que «lo conscientemente vivido» (1928: 36). La entelequia generacional, por tanto, es un factor de identidad anterior y más amplio que la manifestación histórica del grupo generacional. El concepto de entelequia, que en Pinder tiene todavía la connotación clásica aristotélica, será retomado por Mannheim, que lo hará equivalente a una idea bastante menos trascendental, cual es la de `estilo»: «Hablamos […] de la formación de un nuevo estilo generacional, o de una nueva entelequia generacional» (Mannheim 1927: 309). En Mannheim, la entelequia, en lugar de aparecer relacionada con una `predestinación» o kairos, es un factor formativo de la generación, y su manifestación -a través de un programa o ideario generacional- queda sujeta a la articulación del proceso social en su conjunto.
El lugar de Wilhelm Pinder en el desarrollo de la teoría de las generaciones no es desdeñable. Precursor de José Ortega y Gasset y Cedomil Goic en algunos aspectos, representa también el esfuerzo más serio por escribir una historia del arte en términos generacionales.

Los casos de Petersen (1930), Kamerbeek (1962) y De Torre (1965) que revisaré a continuación, aun cuando siempre aluden a la posibilidad de comprender el total de la estructura social en el ordenamiento generacional, están mucho más centrados en la literatura que los anteriores.

Julius Petersen.
Daré aquí un repaso a la teoría de las generaciones literarias de Petersen con la ayuda de Salinas (1935), Marías (1949) y De Torre (1965).

Señala Petersen:

La historia literaria que pretende exponer el curso de un desarrollo es siempre, de manera expresa o tácita, la historia de las generaciones literarias y de sus creaciones. (1930 en De Torre 1965: 245)

Así visto, el modelo generacional de Petersen quiere ser específicamente literario. Pero, después de otorgar a la generación el rol de objeto en la escritura de la historia literaria, agrega:

[E] nacimiento precede a la coetaneidad de la existencia, pero el ritmo de las generaciones y su dinámica se deben al azar de la naturaleza. (De Torre: 245)

Es decir se trata de un sujeto histórico social que se mueve `al azar de la naturaleza». Esta relación entre historia y naturaleza nos remite a Dilthey, que había dejado dicho:

La generación es un compromiso entre la arbitrariedad de la naturaleza creadora y las condiciones históricas que presiden la transformación espiritual de los hombres. (De Torre: 242)

Pero allí donde Dilthey veía compromiso, Petersen ve azar. No obstante ello, dirá también que una generación literaria es

una unidad de ser debida a una comunidad de destino, que implica una homogeneidad de experiencias y propósitos. (Marías 1949: 95)

La generación literaria aparece en Petersen como un concepto ambiguo, en el que cuentan factores difíciles de conjugar como historia y naturaleza, destino y azar. Ahora, el aporte verdaderamente productivo de Petersen al tema de las generaciones es puramente pragmático y está recogido en una breve serie de `condiciones de existencia» de una generación. Son las siguientes:

1.- Herencia (cultural).
2.- Fecha de nacimiento.
3.- Factores educativos.
4.- Comunidad de intereses y lazos personales.
5.- Experiencias comunes del grupo.
6.- Presencia de un jefe o caudillo.
7.- Un lenguaje común.
8.- Anquilosamiento de la generación anterior.

Estas ocho condiciones, aplicadas de manera rigurosa y sin mayor evaluación crítica, han servido por ejemplo a Pedro Salinas (1935) para determinar la existencia de una generación literaria, la del 98 en España.
Guillermo de Torre, más cauto y como veremos más adelante con ideas propias sobre el tema, hace un rápido sumario de ellas, en el cual destaca su convicción de que los puntos 3, 4 y 5 «vienen a ser uno solo y el mismo puesto que representan las vivencias juveniles [del grupo generacional] experimentadas conjuntamente» (244). Así mismo es de interés su proposición de entender el punto 6, no tanto como presencia de un sujeto sobresaliente sino «como el determinado ideal de hombre que cada generación tiene delante» (245) (10).
Hacia el final de su estudio, Petersen se pregunta todavía

si será legítima la limitación a las generaciones literarias, y si no será mejor entender que la generación literaria coincide en tal medida con la política, la social y la económica, que el problema se habrá de considerar, mejor, como sociológico o histórico cultural. (1930 en Marías 1949: 96)

Es decir, Petersen quisiera extender el radio de validez del método a toda la sociedad, estableciendo para ello generaciones políticas, económicas y sociales. El resultado de dicha tarea sería una visión de conjunto, histórico-cultural, de tipo generacional. Tal vez el intento más cercano a esta proposición haya sido el de Julián Marías, cuando quiso ordenar un siglo de historia española en siete bloques generacionales, pero, como ya hemos visto, no completó su proyecto. En el caso de Petersen, se trata de una intuición de última hora que tampoco llegó a convertirse en un estudio concreto.
El modelo generacional de Petersen carece de las ambiciones de alcance `epocal» o de `identidad nacional» que podemos encontrar en Ortega y Gasset o Dilthey. Por lo mismo, se queda en un recetario algo pobre, mediante el cual no se puede ir mucho más lejos que Salinas en su trabajo sobre `La generación del 98″: confrontado el grupo de escritores españoles (Unamuno, Azorín, Baroja, Valle-Inclán, los Machado, etc.) con el modelo de Petersen, a Salinas sólo le era posible llegar a conclusiones como: `sí, son una generación» porque cumplen con los requisitos, o `no, no lo son» porque no los cumplen. Que el grupo de escritores mencionados dé forma a una generación literaria del tipo Petersen es, en el caso de Salinas, también una cuestión de extremada buena voluntad (11).

J. Kamerbeek.
El modelo propuesto por Kamerbeek recoge algunos principios generacionales de Dilthey y Petersen y suma a ellos los que él mismo ha llamado `de tradición francesa», caracterizados como «directamente provenientes de la vida literaria» (1962: 19). El crítico holandés combina así factores `históricos» y `literarios» para proponer un modelo que aporta un factor inédito al resto de los tratados hasta ahora, cual es el de `situación», en el sentido que otorga Valéry a esta palabra en su ensayo«Situation de Baudelaire» (12). El modelo de Kamerbeek puede ser resumido de la siguiente manera: se entiende por `situación» del escritor el total de las condiciones económicas, políticas y sociales del momento en que le toca participar, así como la `situación literaria» en términos de Valéry. Y las relaciones entre `situación» y `generación» deben ser entendidas como sigue:

Definimos entonces la «generación» por medio de la «situación»: este último es un concepto […] correspondiente a un plano «más profundo» que el primero. Comparado con él, la «generación» es un concepto auxiliar (hulpbegrip) cuya definición sólo puede tener una valor muy restringido y no puede ser llamado sino una construcción auxiliar (hulpconstructie). (25)

La idea del crítico holandés, en este ordenamiento del tema generacional en capas de profundidad, es que `la generación», en tanto concepto y construcción auxiliar, deberá ayudarnos a llegar al plano más profundo, a `la situación», tal como ha sido definida anteriormente.
Pero en Kamerbeek, el concepto de situación puede cubrir todavía los siguientes aspectos: a) Las relaciones del escritor con los hombres de su misma generación; b) Las relaciones del escritor con miembros de la generación más joven; c) La relación con su obra personal anterior, en vistas a su propia renovación.
Para Kamerbeek, la `situación» comprendida de esta amplia manera, sumada al talento individual del autor, determina y limita las posibilidades de su trabajo creativo. Describen un círculo en cuyo interior `puede jugar» la fantasía poética.
El concepto de generación aparece entonces ubicado en una secuencia que el autor holandés describe de la siguiente manera: «`generación» nos conduce desde la `situación» pasando por las `posibilidades» a la obra o texto» (26). El concepto de generación se nos ofrece, de esta manera, «relativizado pero no por ello carente de valor» (27):

La (relativizada) generación, [que debe ser entendida] como la comunidad o destino común de aquellos que en tanto coetáneos viven una misma situación y por tanto comparten las mismas condiciones objetivas [de creación], sigue pareciendo ein höchst fruchtbarer Begriff [Dilthey] – una hipótesis de trabajo que, tratada con el suficiente tacto, puede ser muy útil a los estudios actuales de filología (desde la lectura a la escritura de la historia literaria). (27)

En tanto modelo, el de Kamerbeek está centrado en la literatura y nos parece liberado de pretensiones ontológicas. Desconocemos alguna aplicación práctica de él en los estudios de literatura holandesa o de otros países.

Guillermo de Torre.
La contribución de Guillermo de Torre al tema de las generaciones se inscribe, mucho mejor que la de Petersen y la de Kamerbeek, en la línea que hemos llamado literaria.
Señala De Torre:

Las generaciones existen pero definir su fisonomía exige mucha más que la coincidencia cronológica de sus miembros. No todas las agrupaciones de espíritus brotados cada quince, cada treinta o cuarenta y cinco años son […] generaciones históricas sino meramente biológicas. (1965: 248-249)

Estas `agrupaciones de espíritus» o `generaciones históricas» están para De Torre íntimamente ligadas con los movimientos artísticos y literarios:

De hecho no existen más generaciones válidas que aquellas que comenzaron por tener conciencia de tales, es decir, las que podemos considerar bajo el nombre de movimientos. (249)

Para hablar con propiedad de ellas, debe buscárselas por tanto a partir de un momento preciso en la cultura occidental, ya que

ello [las agrupaciones generacionales] sólo sucede modernamente en todas las literaturas europeas y americanas a partir del romanticismo, cuando aparece el espíritu de grupo y la literatura cobra autonomía y se socializa al mismo tiempo. (249)

Esta relación entre `generación» y `movimiento» es fundamental en De Torre:

De hecho, todos los períodos literarios y artísticos que han marcado su huella en la historia -Renacimiento, humanismo, barroquismo, romanticismo, etc.- no son otra cosa que escuelas o corrientes, es decir movimientos. Vista a esta luz, una generación no es sino un movimiento literario o artístico en marcha. (255)

Debemos por tanto tener a la vista esta relación (o tal vez sinonimia) entre generación y movimiento cuando anotamos su definición del concepto que nos ocupa:

[E]n términos literarios o artísticos, una generación es un conglomerado de espíritus suficientemente homogéneos, […] que en un momento dado, en el de su alborear, se sienten expresamente unánimes para afirmar unos puntos de vista y negar otros, con auténtico ardimiento juvenil. (249)

Complementa De Torre su definición, recordándonos el factor `sicológico» o `espiritual» propuesto por Mentré, de la siguiente manera:

Deberá subrayarse este factor inexcusable de la analogía y aun la identidad espiritual: el único que produce generaciones hasta cierto punto coherentes. (250)

Se declara luego De Torre coincidente con Wechssler en que «la fecha de nacimiento no es decisiva; lo verdaderamente importante es el momento de aparición en la historia» (98). Este momento lo podrá marcar la aparición de un primer libro, un prólogo resonante, la publicación de una revista, de un manifiesto, de una proclama, o

el lanzamiento de algunas obras decisivas que singularizando inicialmente a sus autores le manifiestan también como miembros de una generación, puesto que traducen tanto las influencias recibidas como las aportadas y marcan el comienzo de su irradiación. (250-251)

Un último factor necesario de anotar en la definición generacional que hace De Torre ya aparecía de manera expresa en Kamerbeek, el talento individual:

Los movimientos no suponen ninguna rigidez matemática en las fechas de aparición; brotan cuando deben brotar, como expresión a su vez del factor más inalienable: las personalidades. Personalidades que, por su parte, son determinantes de los estilos. (255)

De Torre, aun cuando en un momento asevere que «si [bien] la existencia de las generaciones no es siempre comprobable, por el contrario, la existencia de los movimientos literarios es irrebatible» (255), lo que nos podría llevar a pensar que no ha hecho sino acomodar el concepto generacional a su interés de hacerla sinónimo de `movimiento», pide que tanto uno como otro concepto, generación y movimiento, sean tratados de manera relativa:

Relativizar estos sistemas, hacerlos lo menos sistemáticos posible, será el modo más cuerdo de extraer de ellos el mejor rendimiento. [Ya que ambos conceptos], bien utilizados, en su aplicación viva […] insuflarán en sus protagonistas -los escritores- la noción de su individualidad y su historicismo parejamente. (258)

Cierra el pensador español su trabajo apelando a un factor que hemos encontrado en todas las aproximaciones a la cuestión generacional, desde Dilthey en adelante, cual es `el espíritu del tiempo».
Dice De Torre:

Yo contaré siempre con otro elemento más general y dominante; el Zeitgeist, el espíritu, el aire del tiempo, la atmósfera epocal que cada momento posee, del que nadie se libra, pero que sólo son capaces de captar en su plenitud de impregnación los más jóvenes. […] el aire del tiempo es la clave última y más expresiva de las generaciones y los movimientos. (259)

Pero no se trata, como en Marías por ejemplo, de un elemento de duración fija, o de una Weltanschauung en la orientación de Dilthey o Mentré, sino de un factor,

hecho en buena parte de elementos imponderables, difícilmente reducibles a conceptos, y mucho menos a cifras; factor, en suma, rigurosamente acientífico. (259)

Este modelo de De Torre, aun cuando comparta con los tratados anteriormente factores determinantes como el Zeitgeist o la unidad espiritual de los participantes en la agrupación generacional, introduce dos variantes de interés: a) que `la generación» solamente tiene sentido histórico cuando aparece ligada a `un movimiento» literario o artístico, y b) que `la fecha decisiva» no la marca la edad de un epónimo ni los márgenes de una `zona de fechas» sino el momento en que tal movimiento alcanza reconocimiento social.

El giro que impone la propuesta de De Torre tanto al concepto de generación como a su lugar en la periodización histórico-literaria es radical y me gustaría expresarlo del siguiente modo: la realidad histórica deja de ser vista aquí como una materia que habría de ser ordenada en plazos generacionales, para convertirse en un lugar donde, sin ninguna regularidad, se manifiestan movimientos literarios y artísticos o generaciones.

El Zeitgeist o `espíritu del tiempo» que De Torre reconoce como determinante de generaciones y movimientos podría entenderse todavía como un marco referencial, pero, tal como lo señala él mismo, se trata de un factor sin límites discernibles de manera sistemática, `rigurosamente acientífico».

Esta imposibilidad de sistematizar el proceso que viven los movimientos literarios o generaciones supone, en De Torre, una periodización arrítmica, atenta a lo que sucede `en el lugar» (país, ciudad, momento histórico) para detectar los movimientos literarios que se manifiestan, cosa muy distinta a lo que sucede con el método generacional en sus versiones más puras, que siempre aparece aplicado (como un molde) sobre la realidad histórica para `interpretarla» de acuerdo a sus principios y posibilidades.

Pienso que el modelo de De Torre es una de las variantes más productivas que se conocen sobre el método generacional. Primero porque intenta superar los «rigores matemático-fanáticos» (255) de sus teóricos más ortodoxos -aun a riesgo de caer en la total imposibilidad de sistematizar, en sentido histórico, el proceso de los movimientos o generaciones-, y segundo porque permite pensar en la historia no sólo como `materia» que debe ser analizada e interpretada de manera sistemática, sino también como `lugar» donde se producen fenómenos como los movimientos estético-literarios o las agrupaciones generacionales.

Ricardo Cuadros, Amsterdam 2005
Ver continuación:
El método generacional en latino américa  (hasta Cedomil Goic).

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NOTAS __________________________________
1. Traducción de Julián Marías. Este libro de Marías (1949), quizás el mejor documentado de los que existen sobre el tema, servirá en estas páginas de referencia central para seguir la evolución del concepto y método generacionales en Europa.
2. Aun cuando Ortega y Gasset tituló sus conferencias En torno a Galileo, el lugar central en su exposición, como figura epónima, lo ocupará René Descartes.
3. En una página anterior (ver punto número 8) Ortega y Gasset dejó anotada la fecha «1630» como «la decisiva en la serie de las fechas que integran la Edad Moderna». No me ha sido posible dilucidar a qué se refiere en ese momento.
4. Este orden numérico lo explica Marías. «La fecha elegida en cada caso por Ortega es la fecha central de la generación […] y por tanto está constituida la generación por el año elegido, los siete anteriores y los siete siguientes» (1949: 110).
5. Por ejemplo en la 7a generación: «Zubiri, Dámaso Alonso, García Lorca, Enrique Lafuente» (132).
6. Este repertorio estaría formado en buenas cuentas por acontecimientos de la historia general. Por ejemplo: «Recuérdese que el año 1917 es el de la Revolución rusa, el de la primera intervención de los Estados Unidos en la vida europea, la fecha en que comienza a germinar el fascismo» (141). Pero el autor español, como ya está dicho, no lleva a cabo `la proyección» sugerida, de modo que no sabemos qué series de hechos hubiera elegido para diferenciar las agrupaciones generacionales.
7. Lagerung ha sido traducido al inglés como location. Para el castellano creo que caben tanto `ubicación» como `localización». Hago uso de este último donde también podría haber hecho uso del anterior. Las traducciones del inglés al castellano son mías.
8. Este concepto es una cita de Heidegger (1927), quien a su vez ha citado a Dilthey.
9. Mannheim no da ejemplos de `aceleración social» pero sí expresa que este fenómeno no se produce en «comunidades claramente estáticas o de muy lenta transformación como la campesina» (309). Por su parte, Guillermo de Torre (ver más adelante) anota que es a partir del romanticismo que las generaciones cobran valor como unidad grupal. Es interesante observar, a partir de estos ejemplos, cómo el fenómeno generacional es propio de los que podríamos llamar `modelos de conducta» modernos.
10. «En el Renacimiento el uomo universale; en el barroco el cortesano; el hidalgo en el siglo XVII español […], en el siglo XIX el dandy; en el XX […] el chauffeur según Keyserling, o bien el tecnócrata o el manager según Burnham» (245-246). Pedro Salinas, a su manera, recurre a la misma connotación de caudillo en su trabajo sobre `el 98″. Ver nota siguiente.
11. Por ejemplo, para hacer encajar al grupo con la condición 6 de Petersen, Salinas dice: «No puede asegurarse que entre los hombres del 98 existiera un caudillo nominal y exclusivo. Pero sería difícil negar también que ideológicamente había un guía de esta generación, Nietzsche. […] Se advierte [también] la apetencia del caudillo, que el Führer está presente precisamente por su ausencia. El `hace falta un hombre, aquí nos hace falta un hombre» va y viene como una nostalgia fantasmal por los escritos de aquella época» (1935: 257).
12. En el fragmento que aquí interesa, Kamerbeek dice lo siguiente: «La situación de Baudelaire [en términos de Valéry] era que, en cuanto a expresión poética, debía escribir después de Hugo, Musset, de Vigny, Lamartine» (24). En la nota 60 del mismo ensayo agrega: «`Situación» significa, en términos de Valéry, sobre todo lo siguiente: `el lugar que ocupa en la conciencia de quienes vienen después de él»: más o menos el mismo significado que Thibaudet da a la palabra cuando habla de la `Situación de Alfred de Vigny» y la `Situación de Hugo» (Histoire de la littérature française, pp. 136-151)» (25n.). De esta manera el concepto de `situación» comprende tanto el pasado como el futuro del autor en cuestión.
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