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Fragmentarismo.

por René Rodríguez Ramírez
Artículo publicado el 04/12/2016

Resumen:
Este trabajo analiza el fragmento como tropo teórico a partir de una reflexión del texto de Carlos Alexander Cancio, Fragmentos I: realidad y verdad (2015). El fragmento es central en el desarrollo del pensamiento político, social y cultural de Cancio. La multiplicidad temática de este libro reside en la invocación continua del fragmento como objeto de estudio y de investigación, pero, a su vez, como ejemplo claro del eco que ese mismo fragmento genera en las diferentes teorías sociales y culturales.
Palabras claves: fragmento, posmodernidad, crítica cultural, Puerto Rico.

 

Desde el título mismo asistimos y somos testigos de una agenda fragmentaria, no solo en la temática, sino también, en la estructura de su propósito intelectual. Fragmentos I: realidad y verdad de Carlos Alexander Cancio, ya de antemano, esperamos, a través de su lectura, los demás fragmentos o partes de este proyecto. Hay, en el inicio, una postura que caracteriza la escritura y la acción. No solamente el fragmento figura como tema de la escritura, pero, al mismo tiempo, esa escritura se esquematiza en fragmentos; esos trozos, esas porciones de un posible todo, que el mismo fragmento fractura en su devenir. Es decir, una sola parte del cúmulo podría ocultar el conjunto. Es una suerte de metáfora, de identidad colectiva; si miramos bien, y el mirar es central en este texto, un espejo al romperse se fractura en miles de espejos. Pero estos tienen, a su vez, la misma característica reflectaría de lo que en un momento, anterior y determinado, fue el espejo en su totalidad. Así, el fragmento posee la universalidad del todo.

Pero retornemos al texto de Carlos Alexander Cancio, de una primera observación, entendemos que el libro está divido por múltiples ensayos o fracciones. Que no solo, y esto con intencionalidad, están escrito algunos en español, sino también varios de esos ensayos fueron pensados y luego llevados al papel en inglés. No como mera formulación o postura política y estética, más bien, como una forma de entender su propio pensamiento. Se negocia una suerte de necesidad de la expresión, en donde el autor se debate ante la exposición de su propia escritura y de los significados que procura la misma. Existe una tensión ente ambas lenguas, pero no debemos limitarnos a la versión política de esta tiesura, sino a la confrontación de unas redes sígnicas que gestionan su participación discursiva en la escritura. La crítica social, la crítica cultural, no se pueden fraguar desde un solo entorno, desde un solo lugar del decir, se producen en la medida que ciertos signos se concadenan para significar:

He escrito en dos idiomas: inglés y español. No lo he hecho por ninguna razón de índole oficial o por desapego nacional […] Lo he hecho, al punto de evitar la traducción, debido a, precisamente, los asuntos de “origen” que subyacen los textos que siguen a continuación. Además, lo he hecho porque, aunque de una forma compleja, el bilingüismo y su crítica, en un entorno como el de Puerto Rico, so parte central de la lógica del fragmento. El fragmento emerge, así, cuando entramos en contacto con el origen del lenguaje y, con ello, con la naturaleza lingüística de los límites del sujeto. Entonces, es, precisamente, una agencialidad que subvierte el origen del lenguaje y su sujeto. [1]

Asimismo, el texto se desmenuza en diversos tópicos de arte y de prácticas culturales, que van intercalándose a lo largo del libro como temas que se necesitan uno del otro. Desde los debates posmodernos latinoamericanos, la semiótica, la democracia, la estética, la economía, la universidad, la fotografía, los estudios culturales, la paz, la escritura, la política, el cine, Puerto Rico, el miedo, la subversión, entre tanto otros. Van apareciendo, poco a poco, las partes del fragmento que precisan esa dispersión de tópicos para poder engendrar sus propios significados. El fragmento es central en el desarrollo del pensamiento político, social y cultural de Cancio. La multiplicidad temática de este libro reside en la invocación continua del fragmento como objeto de estudio y de investigación, pero, a su vez, como ejemplo claro del eco que ese mismo fragmento genera en los diferentes temas del texto.

Carlos Alexander Cancio se posesiona de una perspectiva posmoderna para adentrarse a una crítica incisiva al posmodernismo, por su insuficiencia crítica y de agencia política. Aquí cuando utilizo el concepto de “agencia” me refiero a la forma de estructurar la acción o la praxis, y como se puede forjar la misma frente a los múltiples discursos del poder. Esto prescindiría de todo tipo de especulación en el momento preciso de desarrollar teorías. Cancio cifra un antes y un después, no por un determinismo histórico y temporal, si no para aclarar de cómo y cuándo se forma una crítica:

Después de todo, el prefijo post, parece establecer los parámetros de un futuro posterior a la modernidad. El inicio de la coyuntura postmoderna, si se me permite el uso de la temporalidad, está en la crítica del ente positivo que presentó la modernidad para articular una ciencia, una literatura, una cultura y un pensamiento propio. [2]

Mas, se pone en evidencia el sujeto/objeto mismo de la crítica: la figura institucional de la razón y las representaciones que toma su propio entendimiento. Aquí el autor irrumpe en la crítica de la mano de Jean-François Lyotard con su texto La condición postmoderna: informe sobre el saber (1979) y Fredric Jameson en El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado (1991). Cancio encuentra en ambos sus similitudes y diferencias. Por un lado, Lyotard trabaja la noción de la metafísica de la modernidad, mientras Jameson, por otro lado, interviene en la periodización del tiempo, y, ante todo, de la cultura capitalista. No obstante, ambos se intersecan en un particular punto de este espectro: el capitalismo como fenómeno. Jameson ve al posmodernismo como una realidad cambiante, sobre todo, en su formas y contenido, y Lyotard, como devenir de la modernidad. Ambos coinciden, y considero que Cancio también, en la crítica a un sujeto universal, engendrado por unos falso parámetros progresistas y positivistas de la modernidad. Por tanto, aquí dejo que las palabras del autor entren en juego con Jameson y Lyotard:

El postmodernismo es, entonces, ese momento coyuntural en el que la institución del hombre, el sujeto universal, es criticada por su universalidad y por su carácter metafísico. El postmodernismo, así, expande y cambia nuestra manera de pensar y de saber porque cambia lo que se puede saber de los principios institucionales del sujeto de la modernidad, unos principios que organizaron y organizan los sistemas políticos que conocemos como modernos. [3]

Asimismo, ya en otros de los ensayos se entra más al detalle del debate, aún vigente, de los estudios culturales latinoamericanos y el poscolonial, en donde se ha analizado al posmodernismo como un fenómeno cultural, histórico y académico, y, ante todo, de la hiper-presencia del pensamiento occidental, tanto europeo como estadounidense. Aunque va recuperando el gran pensamiento teórico de Michel Foucault, y cómo su trabajo se reconfigura como un pensamiento del afuera, imposible de encasillar y de definir, así como su fuerte repercusión en los estudios culturales latinoamericanos y las teorías poscoloniales:

It is as part of his search for a way out of the philosophy of the subject that one encounters Foucault’s relations with the outside and his fascination with madness, unreason, a literature and, later on, with ‘the possibility of thinking otherwise’ (Perbalt, 2000). It is, in turn, with the analytical category of discourse that Foucault gained access to the formation of the subject and the productions of statements that constituted it as object […] It is possible to draw at least two lessons from Foucault’s relation to the outside and his concern with thinking as they pertain to relations of the self. First, the knowledge and the analytical mechanisms that allows the understanding of the rules of formation of the universal […] Second, an ethos through which thought bypasses the finality of the institution of truth, the law and the subject […] [4]

Uno de los elementos que entran en el debate, y que queda enmarcado en varios ensayos de esta colección es el concepto de cultura. Se plantea, en este texto, la visión de las vanguardias, desde una óptica que ha sido mediatizada y, en cierto sentido, por una cultura masificada y articulada por el mundo contemporáneo. Esta crisis de las vanguardias va definiéndose a través de los inconvenientes en concretar el tipo de objeto que pensamos debería ser arte. En otras palabras, hay una alteración en el objeto que consideramos arte hasta el siglo pasado y el compromiso creativo del artista y su perspectiva sobre el arte mismo. El autor se vale de Roland Barthes, y cómo los procesos artísticos convergirán en una deontología diferente sobre lo que es creación, arte y artista en el siglo XXI. Para esta discusión entra en escena ejemplos como Calle 13, Draco, entre otros.

El texto de Cancio incursiona en otros debates que el posmodernismo, en cierto modo, impulsó. Por ejemplo, los conceptos de la estética y de la semiótica. La primera, ante los embates de la globalización y su politización a través de la productividad y no de la reproducción. Aquí utiliza, atinadamente, al teórico Terry Eagleton, el cual comenta que la estética es un discurso que contempla la relación entre razón y el sentido de percepción, por tanto, la estética puede recabar en la distinción entre cuerpo y razón en la teoría contemporánea. En el caso de la semiótica como objeto formado por dos caras: es método y ciencia. Esto, dado el hecho de que su surgimiento enfrenta tanto los preceptos de la filosofía y los límites de la ciencia.

Fragmentos I: realidad y verdad de Carlos Alexander Cancio es un texto central para recuperar antiguos debates, ante todo, el postmodernismo, la democracia, la estética y sus lineamientos en la construcción y el desarrollo de las distintas prácticas culturales. Cancio propone unas consideraciones a la hora de pensar profundamente sobre estos aspectos y conceptos, y su advenimiento en los nuevos ritos sociales. Además, presenta una severa crítica del “arte por el arte” y la inclusión del arte en las formas de producción y reproducción. Aquí el fragmento juega un papel único en la medida que ejemplifica todas las imposibilidades a la que se enfrenta la teoría a la hora de pensar su objeto de estudio como una cosmovisión del todo. Por tanto, el fragmento posee su propia agencia, tanto reflexiva como arbitraria: delimita las instancias y las fugas del lenguaje, al tiempo que descubre su propio vacío. Carlos Alexander Cancio transita a través del contexto poscolonial y globalizado del lacerante presente puertorriqueño para intentar atrapar y apalabrar el fragmento. Aquí asistimos a un meticuloso y riguroso análisis de los parámetros construidos por una realidad fractal que irradia de la pulsión y el espejo de ese mismo fragmento.

Bibliografía:
Cancio, Carlos Alexander. Fragmentos I: realidad y verdad. San Juan: Luscinia C.E., 2015.
Notas:
[1] Cancio, Carlos Alexander. Fragmentos I: realidad y verdad. San Juan: Luscinia C.E., 2015, p. 13.
[2] Ibídem, p. 26
[3] Ibídem, p. 27
[4] Ibídem, págs. 38-40
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