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Hipotermia de Álvaro Enrigue: ¿autobiografía o texto autoficcional?

por María del Carmen Castañeda
Artículo publicado el 23/06/2012

Resumen:
El objetivo de este trabajo es señalar que Hipotermia de Álvaro Enrigue es un texto autoficcional y no autobiográfico que se convierte no sólo en espejo de las diferentes representaciones del yo posmoderno que el autor presenta a través de sus personajes, sino que también suscita una transformación relevante en las representaciones sociales del yo, desplegando un complejo simbolismo en las formas de identidad.
Palabras clave:
autoficcional, autobiográfico, posmodernismo, ficción.
Summary:
The purpose of this paper is to point out that Álvaro Enrigue’s work, Hipotermia, is an autoficcional and not an autobiographical text that not only becomes a mirror of the different representations of the postmodern self that the author presents through his characters, but also promotes a significant transformation of the social representations of the self, revealing a complex symbolism in dealing with identity.
Key words:
autoficcional, autobiographical, postmodernism, fiction.

 

Álvaro Enrigue, escritor mexicano, es uno de los autores contemporáneos cuya literatura entra y sale de lo autoficcional. Los personajes de Enrigue, son, en general, versiones veladas de sí mismo que emigran a Estados Unidos. Frecuentemente estos emigrantes voluntarios son intelectuales venidos a menos que se enfrentan con una serie de obstáculos: matrimonio, familia, divorcio y discriminación.

Tradicionalmente en la cultura occidental el pensamiento moderno influye en la conformación del imaginario de identidad, desarrollando un irrefutable individualismo. Paul John Eakin propone que la narración juega un papel central en la estructuración del sentido de identidad y del yo pero “es un error hacer de la identidad narrativa una equivalencia con la entera experiencia del yo” (1999:125), por lo que es muy importante reconocer el poder del lenguaje pero sin perder de vista el significado de la realidad psicológica.

Kenneth Gergen manifiesta que a partir del S XIX el lenguaje de la individualidad sigue una doble vía que se complementa. Así por una parte, está la perspectiva romántica caracterizada por la interioridad y la subjetividad y, por otra, la modernista, que se centra en la objetividad y el razonamiento.

El imaginario cotidiano de la obra de Enrigue se convierte en lo que Gergen denomina “un mar turbulento de relaciones sociales”. (Gergen 1992:91)

Con los relatos de Hipotermia “revivimos” experiencias reales de Enrigue, relatos autoficcionales que se convierten en la representación del yo en donde el autor es, supuestamente, tanto el narrador de la diégesis como el protagonista de la historia

Un texto autoficcional determina un pacto ambiguo con el lector, por lo que el acto de lectura constituye un constante estado de vacilación, de incertidumbre, sobre si los hechos narrados forman parte de la biografía real o ficcional del autor-narrador. Paul de Man desecha la importancia de la referencia y la fidelidad a la realidad y exalta el propósito y las motivaciones íntimos del autor al autorretratarse.

El género autoficcional surge como resultado de la propuesta que hizo Serge Doubrovsky en su novela Fils (1977), de la teoría del “pacto autobiográfico” de Lejeune, la cual, aunque especula con la posibilidad de que puedan existir elementos narrativos híbridos que susciten una lectura ambigua, autobiográfica/ ficticia, descarta que pueda llevarse a la práctica.

De modo que al cuestionarnos si en un texto existe una identidad real o sólo ficciones imaginadas podemos recurrir a Lejeune:

Es la promesa de decir la verdad sobre sí mismo. Esto se opone al pacto de ficción. Uno se compromete a decir la verdad de sí mismo tal como uno mismo la ve. […] El pacto de ficción nos deja mucho más libres, estamos “desconectados”, no tiene sentido preguntarnos si es verdadero o no, nuestra atención no está ya focalizada en el autor, sino sobre el texto y la historia, de la que podemos alimentar más libremente nuestro imaginario. (Entrevista con Lejeune por Manuel Alberca en Cuadernos Hispanoamericanos (julio-agosto, 2004)

Al hablar de relatos autoficcionales es trascendental cuestionarse acerca del yo que se presenta en la historia y sobre la hipotética identidad del autor y de los personajes. Como señala Silvia Molloy la escritura de sí, es tanto un modo es escribir como un modo de leer y constituye un lugar para afirmar la identidad personal.

En Hipotermia Enrigue recurre a algunas técnicas de la autobiografía y de la autorrepresentación como estrategia de afirmación de la propia identidad para articular la construcción ficcional de los personajes.

A través de relatos cortos, aparentemente inconexos, los personajes de Hipotermia revelan diferentes representaciones del yo y de sus enfrentamientos con el desarraigo, la no pertenencia, la nostalgia. La construcción del yo de los personajes, quienes al final del relato siguen buscando su camino, se acoge de las incidencias de la escritura para manifestar al autor-narrador-protagonista en todas sus dimensiones.

Esta propuesta determina la organización y el discurso de la obra, de modo que el juego literario está frecuentemente basado en las alusiones y modalidades de escritura autobiográfica. Por lo tanto, cualquier texto autoficcional, a pesar de que también involucra un proceso de invención de la propia identidad, es una autodefinición frente al otro y para el otro; es decir, un acto de comunicación.

Los desdoblamientos, las simetrías y las analogías que se observan en el discurso son el reflejo del escritor:

La familia de mi padre, de la que seguramente heredé la proclividad a la mudanza –de casa, de país, de esposa-. Tiene raigambre el reino de los profesores, por lo que una buena cantidad de parientes viven en países en los que producir y reproducir el conocimiento es un trabajo del que se puede vivir con dignidad. (Enrigue 2005:49)

Enrigue desgaja poco a poco, las barreras de lo establecido, desenmascarando la realidad cotidiana por la que deambula. Al humor casi negro que despliega la narración debe añadírsele un espíritu trágico, el yo aparece representado como vulnerable, medroso, perseguido por miedos contemporáneos.

El conocimiento del riesgo se intensifica en el mundo moderno del siglo XXI. La velocidad y la facilidad con que los sucesos se difunden suscitan una percepción inminente y cercana del peligro. Bauman llama “modernidad líquida” a esa necesidad de tener una identidad flexible y variable que haga frente a las mutaciones que el individuo enfrenta a lo largo de su vida.

Walter Truett Anderson (1997) propone cuatro términos para referirse a los cambios sociales y a las múltiples identidades que afectan el yo:

1. El yo multifrénico que se refiere a las diversidad de voces que nos dicen quién y qué somos.

Gergen apunta:

El sentido relativamente coherente y unitario que tenía del yo la cultura tradicional cede el paso a múltiples posibilidades antagónicas. Surge así un estado multifrénico en que cada cual nada en las corrientes siempre cambiantes, concatenadas y disputables del ser. (Gergen 1992:114)

En “Meteoros”, uno de los relatos de Hipotermia, somos testigos de estas relaciones atropelladas, fragmentadas y múltiples. Para el personaje principal los roles que desempeña -padre, profesor, esposo, amante- no son congruentes de forma significativa, por lo que lo embarga la angustia y la culpa al no poder representar un yo auténtico y coherente.

2. El yo proteano es el capaz de ajustarse constantemente a las circunstancias que se presentan.

En “Salida de la ciudad de los suicidas” el narrador-protagonista ostenta un yo proetano que se adapta a las diferentes circunstancias, sea en Washington o en Lima y dice: “Me presenté con ella con el ennui que nos permite a los artistas vivir al otro lado de la línea de la barbajanada sin pagar consecuencias”. (Enrigue 2005:148)

3. El yo descentrado se asienta en la creencia de que no existe ningún yo. Como el yo está siendo redefinido y sufriendo cambios constantemente no existe un yo permanente de forma que somos lo que se nos describe que somos.

Así nos encontramos que el protagonista de “Blanco” se transforma a lo largo del relato y se muestra como un yo descentrado.

4. El-yo-en-relación que significa que vivimos en relación y dependencia de determinadas personas y de ciertos contextos culturales. La representación del yo, en este sentido, gira en torno al aislamiento y al baluarte de sí: el otro es el peligro.

Esta es la representación del yo que predomina en el capítulo “Mugre”, en donde percibimos que este yo “se alza sobre los otros miedos expresados, hunde los demás motivos de ansiedad en una sombra cada vez más profunda”. (Bauman 2003:154).

Finalmente presentamos la noción del “yo saturado” formulada por Gergen en los ochenta. Gergen explica que el concepto moderno de identidad ha perdido su vigencia y estabilidad, y afirma que por cada cosa que sabemos que es verdadera acerca de nosotros, hay voces internas que responden con duda y aún con ironía.

En medio de la crisis de identidad favorecida por las condiciones sociales que prevalecen y ante el fracaso de lograr una esencia racional de la identidad, la posibilidad de concebirse como ser integral se vuelve distante.

Una de estas condiciones es la saturación social que lleva a lo que Gergen denomina “la colonización del yo”, es decir, a la adquisición de múltiples y heterogéneas posibilidades. El yo se embebe cada vez más, se coloniza. Ya no somos uno, “contenemos multitudes”.

Así en Hipotermia encontramos un yo escindido, imitación de otros, simbolizado por la histeria colectiva y la neurosis de la sociedad posmoderna y que lleva, como afirma Lipovetsky, hasta la esfera privada.

Enrigue intenta mostrar una reconstrucción de la vida cotidiana y del mundo interior de sus personajes, a través de episodios rescatados de la memoria o de su imaginación. En Hipotermia la escritura es el espejo. Sus personajes se miran obsesivamente en ese espejo que refleja la propuesta del escritor. Es una reconstrucción, a posteriori, de un objeto con un significado impuesto: yo mismo. De manera que el yo mismo surge como una entidad coherente, representada por personajes que transitan un camino con un sentido, una finalidad, una aspiración y un itinerario congruente entre un después y un ahora.

Bibliografía
Anderson, W. T. (1997). The Future of the Self: Inventing the Postmodern Person. New York: Jeremy P. Tarcher/Putnam.
Bauman, Z. (2003). Modernidad Líquida. México: FCE.
Eakin, P.J. (1999) How Lives Become Stories. Making Selves. Ithaca/Londres: Cornell University Press.
Enrigue, A. (2005). Hipotermia. México: Anagrama-Colofón.
Derrida, J. (1972/1988). La differance, en Marges de la philosophie. París, Minuit, Trad. Esp. Márgenes de la filosofía, Madrid, Cátedra.
Doubrovsky, S. (1988). Autobiographiques, PUF, París.
Foucault, M. (1985). Las palabras y las cosas. España: Planeta Agostini.
Gergen, K. (1992). El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. España: Paidós.
Lejeune, P. (1994). Le pacte autobiographique, 1975, traducido al español, El pacto autobiográfico y otros estudios. Madrid: Endymion.
Lipovetsky, G. (1990). El imperio de lo efímero. Barcelona: Anagrama.
Man. Paul de. (1991). «La autobiografia como desfiguracion», Suptementos Anthropos, n. 29. Barcelona: Anthropos.
Molloy, S. (1996). Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica. México: FCE.
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