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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Jorge Luis Borges: escepticismo y agnosticismo, dos opciones filosóficas impostergables.

por Luis Quintana Tejera
Artículo publicado el 18/01/2020

Jorge Luis Borges: escepticismo[1] y agnosticismo[2], dos opciones filosóficas impostergables.[3]

 

Resumen
Desde las polémicas reflexiones en que se enfrascaba el romanticismo decimonónico hasta la primera mitad del siglo XX, fue frecuente confundir los territorios de la literatura y la filosofía; parecía necesario enmarcar la frontera existente entre una disciplina y otra. Hoy sabemos, a la luz de análisis fundamentados, que no hay conflicto alguno en que un discurso literario pueda tener características filosóficas y, a la inversa, que la filosofía se valga de metáforas y recursos retóricos múltiples, resulta perfectamente válido; sólo personas no comprometidas con el quehacer integral pueden llegar a creer que estas divergencias existan.

Con base en la experiencia personal de quien redacta estas líneas, los literatos son más propensos a aceptar que tal interrelación existe; no así los filósofos, quienes persisten en defender sus propios territorios y acusan a la literatura de gratuita y carente de subestructuras teóricas.

Hemos estudiado, en un libro de nuestra autoría del año 1999, la filosofía de Goethe. Con base en la experiencia que deriva de este análisis, estamos en condiciones de concluir que tanto Borges como Goethe, si bien no crearon un sistema filosófico, sí recurrieron a muchos pensadores de esta disciplina para dar mayor fundamento a su creación.

Quien se detenga a preguntarse si Borges fue o no un filósofo se involucraría en una discusión bizantina. El pensamiento borgeano es filosófico en su propia raíz y, esto precisamente, es lo que desbrozaremos en el presente capítulo. La profundidad de la poética borgeana da cuenta de ello: su espinosismo panteísta, su búsqueda insaciable de la escurridiza verdad, su escepticismo permeado por el nihilismo; en fin, su falta de fe en el hombre contemporáneo, lo orillaron a buscar respuestas que sólo la filosofía supo darle.

Palabras claves
Filosofía, literatura, retórica, episteme, razón

 

Abstract
From the controversial reflections in which nineteenth-century romanticism was engaged until the first half of the twentieth century, it was common to confuse the territories of literature and philosophy; It seemed necessary to frame the border between one discipline and another. Today we know, in the light of grounded analyzes, that there is no conflict in which a literary discourse can have philosophical characteristics and, conversely, that philosophy uses multiple metaphors and rhetorical resources, is perfectly valid; Only people not committed to the integral task can come to believe that these divergences exist.

Based on the personal experience of those who write these lines, writers are more likely to accept that such an interrelation exists; not so philosophers, who persist in defending their own territories and accuse literature of free and lacking theoretical substructures.

We have studied, in a book of our authorship of the year 1999, the philosophy of Goethe. Based on the experience derived from this analysis, we are able to conclude that both Borges and Goethe, although they did not create a philosophical system, did resort to many thinkers of this discipline to give more foundation to their creation.

Whoever stops to wonder if Borges was a philosopher or not would be involved in a Byzantine discussion. Borges thought is philosophical at its own root and, precisely, this is what we will clear in this chapter. The depth of his thinking expresses it: its pantheistic by Spinoza, its insatiable search for the elusive truth, its skepticism permeated by a nihilism; in short, his lack of faith in contemporary man, led him to look for answers that only philosophy knew to give him.

Keywords
Philosophy, literature, rhetoric, episteme, reason
Desarrollo del tema
Las lágrimas del mundo son inmutables.
Cuando alguien empieza llorar,
alguien deja de hacerlo en otra parte.
Samuel Beckett—Esperando a Godot.

 

Introducción
Jorge Luis Borges (1899-1986). Escritor argentino que, a pesar de haber quedado definitivamente ciego a los cincuenta años, continuó con una intensa actividad productiva. Su labor literaria resulta fronteriza con la filosofía a la cual frecuentó en su condición de lector frecuente. Siendo muy joven leyó en alemán a Schopenhauer, por quien mantuvo una admiración siempre renovada.

Los textos de Borges en los que fundamentaremos nuestras reflexiones pertenecen al libro El Aleph (1949) y en ellos se citan o se trabajan diversos autores que de un modo u otro han influido en el pensamiento borgeano.

Ciertamente Borges no es un filósofo en el sentido estricto de la palabra. Conscientemente no creó un sistema como lo hicieron, por ejemplo, Kant y Spinoza; pero marcó con su obra y en su obra el camino de la incertidumbre, de la duda y del asombro de acuerdo con los términos empleados por el filósofo Karl Jaspers[4].

Borges es un pensador postmoderno desde el momento en que maneja nuevas coordenadas y se entrega a una ética comunicativa y dialógica. Él es un verdadero sujeto deliberante que enfrenta a la crisis antropológica tan acentuada en el siglo XX.

Filosofía y Literatura.
Anecdotario

  1. Oí decir alguna vez a un profesor de la licenciatura: “La historia y la filosofía son las muletas de la literatura”. Es cierto que fue en la década de 1970, pero, aun así, hoy lo vemos como un desacierto, porque es imposible fundamentar tal afirmación sin marcar la supuesta subordinación de una disciplina a otra. Existe la relación entre las tres disciplinas, pero ninguna es dependiente de la otra a tal extremo de que los campos puedan llegar a confundirse o, peor todavía, llegar a sostener que una recurre a las otras dos para seguir existiendo. Sí, es verdad que las tres ciencias se retroalimentan, pero ninguna es superior a las otras.
  2. En cuanto a lo que tiene que ver con la interacción de los tres campos, algún filósofo puede llegar a pensar que la historia y la literatura son los sostenes de la filosofía y que la filosofía recurre a ellas como quien va en busca de un apoyo sin importar las consecuencias. No es posible aceptar la superioridad de alguna de estas ciencias en relación con las otras; se trata de recurrir a la disciplina que nos ayude a comprender mejor nuestro propio discurso; no de volverla ancilar en nuestro contexto.
  3. Aristóteles constituye un ejemplo de un hombre que, heredero al menos en parte de las enseñanzas de Platón, incursiona primero en las diversas ciencias[5] y, luego, distrae sus ratos de ocio escribiendo tres libros que serían el referente obligado para la literatura universal, éstos son: Arte retórica, Retórica a Alejandro, Arte Poética. En él conviven múltiples disciplinas como las ya mencionadas a pie de página; fue muy respetado y admirado y luego fue uno de los primeros críticos literarios[6]—valga la expresión— que la humanidad entera sigue citando y tratando de comprender después de tantos siglos que han pasado.
  4. La filosofía ha tenido la deferencia de cedernos a Voltaire para que sólo la literatura lo estudie y si, por casualidad lo mencionan, le llaman el escritor o el literato Voltaire no dejando de expresar cierto desdén al decirlo. Voltaire compuso el tan controvertido Diccionario filosófico que corresponde, in strictu sensu, al área de la filosofía y que con motivo de todos los escándalos que propició en gran parte de Europa, el propio Voltaire llegó a negar su autoría. No hay duda de que la obra de Voltaire es muy amplia y extremadamente polémica. En aquel breve tratado filosófico-literario presentado como novela y titulado Cándido, arremete contra el “principio de razón suficiente” de Leibniz reflejando el odio y el rechazo por el filósofo alemán. Pero lo hace de tal modo que su ironía —en este caso al menos— no aparece revestida de la elegancia que en otros asuntos expone. Critica y ridiculiza la teoría del optimismo del filósofo alemán y uno de los personajes del Cándido, de nombre Pangloss, constituye la representación paródica del propio Leibniz. Se pregunta el autor que, si todo está bien en este mundo, por qué hay violaciones, terremotos, guerras, destrucciones y agrega que si el principio de razón suficiente sostiene “Todo es en este mundo por alguna razón que lo hace ser como es y no de otro modo”, le parece una afirmación poco real y comenta al respecto:

Pangloss enseñaba la metafísica-teólogo-cosmolo tontología. Demostraba de modo admirable que no hay efecto sin causa, y que en este mundo —el mejor de los mundos posibles— el castillo del señor barón era el más hermoso de los castillos, y la señora baronesa, la mejor de las baronesas que puedan darse.

“Está demostrado —decía— que las cosas no pueden ser de otra manera: pues que todo ha sido hecho para un fin, éste ha de ser necesariamente el mejor de los fines. Fijaos bien en que las narices se hicieron para llevar anteojos; por eso llevamos anteojos. Las piernas a todas luces para ponerles calzas; y nos ponemos calzas. Las piedras han sido formadas para que se las labre y para construir castillos; por eso su señoría tiene un magnífico castillo… (Voltaire, 1959: 6).

En fin, en esta novela de Voltaire conviven la filosofía y la literatura de acuerdo con el muy particular enfoque de su autor. Quizás debamos pasar por alto la irreverencia hacia Leibniz aun cuando creemos —como lo dijimos supra— que esta ironía excede los patrones que un sano juicio requiere y desmerece el estilo de Voltaire quien prefiere agredir en lugar de razonar.

  1. Tratando de explicar la preeminencia de un territorio sobre otro, en cierta ocasión en una clase de Maestría, el Dr. Blanco Regueira estaba comentando un aspecto de la obra de Bergson y noté cierta similitud con la producción de Proust en lo que al tema de la memoria se refería. Bergson era pariente político de Proust y éste no fue un alumno regular del filósofo, ni tampoco lo reconoció como su maestro, él sólo registró como su mentor en filosofía al profesor Alphonse Darlu. En fin, le pregunté al Dr. Blanco si Bergson había influido en la metafísica de Proust y él me contestó, con cierta sonrisa irónica, que probablemente habría sido a la inversa. Ello demostraba la confianza en el joven Proust y dejaba sobre el tapete la pregunta relacionada con los probables influjos de uno sobre otro.
  2. Por otro lado, y complementariamente con lo anterior, tanto la filosofía como la literatura tienen sus propias teorías y sus particulares métodos. La filosofía fue más precoz en la aplicación de éstos, sobre todo por la rica herencia de Platón y Aristóteles. A su vez, la literatura por su apego a la tradición romántica no quiso usar, al menos al principio, las categorías heredadas de Horacio; y aún hoy subsiste el prejuicio de que la mente creadora no requiere de fundamentos teóricos y que puede navegar sola por los mares de la creación. Esto es relativo y resulta que sólo algunos lo piensan así, otros se aferran a las técnicas y las defienden a ultranza lanzando improperios contra quienes piensan del modo comentado.

¿Qué entendemos por Filosofía?
Para intentar dar una respuesta a esta pregunta podríamos seguir dos caminos posibles:

  1. Kant formulaba las siguientes interrogantes: “¿Qué puedo saber? ¿Qué puedo esperar? ¿Qué debo hacer? Kant habría condensado el propósito de la filosofía en estas tres preguntas. Borges —desde el escepticismo que lo caracterizaba— habría respondido a la primera interrogante que “nada es posible saber” y, ni siquiera lo habría consolado la retórica socrática que se refugiaba en el consuelo epistemológico de que sólo podemos llegar a saber que no sabemos.

Desde la óptica nihilista pondría en predicamento aquello de ¿Qué puedo esperar?, porque el hombre y, en especial el hombre del siglo XX se halla inmerso en una suerte de descrédito y desencanto que ni siquiera halla salida en el agnosticismo que también marcó el pensamiento del autor del Aleph.

  1. Karl Jaspers cuando se pregunta por la filosofía llega a la conclusión de que no hay definición posible y que en los orígenes de esta disciplina existen tres motivos principales que la caracterizan: el asombro, la duda y la situación humana.

Borges era un lector apasionado de Schopenhauer, Heráclito, Berkeley y Hume entre otros. En ellos encontró el consuelo para una existencia vacía como consideraba a su propia existencia. Volcó en la literatura sus afanes y sus búsquedas y se vio a sí mismo como un invitado de piedra en el gran banquete de la vida. Precisamente y en esta dirección de su pensamiento se sintió ignorado por sus contemporáneos. Tal situación la expresa —es sólo un ejemplo— en la postdata del primero de marzo de 1943 a su cuento “El Aleph” en donde dice, mezclando historia y ficción, que Carlos Argentino Daneri ganó el Segundo Premio Nacional de Literatura; el primero fue otorgado al Dr. Aita y el tercero al doctor Mario Bonfanti; a él no le correspondió ninguna distinción a pesar de haber presentado su obra Los naipes del tahúr.

Este resentimiento que aparece expresado en el volumen citado supra, será recogido también por aquella anécdota espuria según la cual un coterráneo le grita a Borges al verlo pasar: “Vos sos grande Borges” y él le responde inmediatamente: “Gritá más fuerte para que te oigan en Estocolmo”. El eterno candidato al Nobel que le fue negado por razones políticas no cesó en sus reclamaciones a la Academia Sueca sin que llegara a tener eco alguno.

Borges y la filosofía.
El escritor argentino fue un gran lector de filosofía, sobre todo de metafísica, pero mantuvo una determinada prudencia cuando de aportes ajenos a la literatura se trataba. Diré más, sentía desconfianza inclusive de la literatura misma, puesto que la consideraba como una especie de escapatoria de mentes mezquinas que se refugiaban en ella. En “El Aleph” emerge un personaje —Carlos Argentino Daneri— que destaca por su particular estulticia; es amigo del protagonista que lleva el mismo nombre que el autor y, cuando Daneri le cuenta con particular orgullo los proyectos literarios en los que está trabajando, Borges lo escucha con asombro callado debido a que no da crédito al que un hombre pueda plantear tales desatinos y absurdos; entonces le pregunta por qué no escribe su proyecto y él le responde: “Ya lo escribí”. Con ello, el autor rioplatense sostiene que en el terreno de la literatura van a caer los más grandes desaciertos y el hombre antes de escribir ya está pensando en publicarlo.

Siendo muy joven decidió que quería leer a Schopenhauer en alemán y aprendió el idioma para hacerlo; esto demuestra el compromiso del escritor con los retos que él mismo se proponía cumplir. No diré que fue su primer contacto con la filosofía, puesto que su incansable actitud de búsqueda lo llevó por los infinitos caminos del conocimiento y, artículos y ensayos de muy diversa condición, pasaron por sus ojos ansiosos.

Él sostuvo que la metafísica y la teología constituían dos áreas importantes del género fantástico, de tal forma que, si los literatos crean mundos posibles y, a veces, hasta contradictorios, los filósofos también lo hacen. Un ejemplo: Platón en el libro VII de La República, instituyó el mito de la caverna o, mejor aún, la alegoría de la caverna y Borges reinventó —en muchos de sus cuentos— la estructura laberíntica como un gran símbolo de la opresión y el olvido en que el ser humano se halla.

Borges admiró el silencio de Sócrates y sostiene en el cuento “Deustches Requiem”: “Se ha dicho que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Ello equivale a declarar que no hay debate de carácter abstracto que no sea un momento de la polémica de Aristóteles y Platón; a través de los siglos y latitudes, cambian los nombres, los dialectos, las caras, pero no los eternos antagonistas” (2000: 88).

No es necesario entregarse a un planteamiento filosófico profundo para saber quiénes fueron Sócrates, Platón y Aristóteles. El narrador sostiene que toda formación humanística obedece a dos de los grandes oponentes de la filosofía de su tiempo: Platón y Aristóteles; ambos, de un modo u otro, bebieron en las enseñanzas de Sócrates: el primero fue discípulo del gran maestro ateniense y el segundo conoció a Sócrates gracias a las instrucciones de su maestro Platón. La vida y la filosofía de Sócrates resultan recreadas en los diálogos platónicos, Pero el idealismo platónico se opone a la lógica aristotélica. Platón abandonó a Sócrates de la misma manera que, tiempos después, Aristóteles se alejó de Platón. Ambos desarrollaron un sistema que sigue vivo en la filosofía actual. Incluso más, todo pensador contemporáneo no puede considerarse plenamente desarrollado si no recurre a las enseñanzas de ambos maestros.

Por ello, el personaje borgeano, a través de la voz del narrador, sostiene que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos y, olvida decir que todos somos la síntesis de este mismo pensamiento.

En “La casa de Asterión” afirma el triste personaje que vive enclaustrado en el laberinto de Creta: “El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura” (2000: 78). Obsérvese que la alusión a Sócrates se hace mediante una particular reticencia y la expresión “el filósofo” alude al filósofo por antonomasia, Sócrates. De aquí se deduce la veneración que sentía Borges por el ateniense, quien recurrió —sin saberlo realmente— al discurso de Platón para expresar su proverbial silencio, para exponer todo lo que dijo, pero que nunca llegó a escribir. El argentino también piensa, al igual que Sócrates, que es mucho mejor no decir nada antes que tomar la pluma para recrear muchas cosas que más vale callar.

En ocasión de una visita suya a la Universidad de California, cuenta el Dr. Verani, que el argentino pidió autorización para permanecer solo en una sección de la biblioteca en donde se hallaban libros de escritores latinoamericanos. Al retirarse el autor, todos estaban intrigados y al ver un volumen del Aleph fuera de su lugar habitual, lo abrieron y encontraron que el rioplatense había escrito en la primera página del ejemplar: “Me arrepiento de haber escrito esto. Jorge Luis Borges”. La anécdota refleja lo que líneas antes comentábamos.

En Viena (1999) se reunieron en un seminario literatos y filósofos con el objetivo de dilucidar una inquietud: ¿Fue realmente Borges un filósofo? Según Michael Rössner, profesor de literatura de la Universidad de Münich, Borges utilizaba la filosofía y luego la dejaba atrás como quien se vale de una escalera para ascender a los niveles más altos de lo estético y de lo sagrado herético. También calificó a Borges, este catedrático en el mencionado encuentro, como “subversivo y postfilosófico”.

Schopenhauer y Spengler
en un cuento de Borges.
Otto zur Linde, un nazi condenado a muerte en Núremberg, espera que llegue la hora de su ejecución. Borges quiso recrear la figura de este controvertido personaje a pesar de los riesgos que ello implicaba. Fue censurado como Baruch Spinoza lo fue por su condición de judío, él lo fue por una implicación de nacional socialista que no tenía ningún fundamento en la realidad. En el epílogo del libro El Aleph explica su distancia con la doctrina nazi[7], pero el afán que tienen algunas personas por simplificar los problemas lo llevaron a crucificar anticipadamente a un hombre libre de culpa; el neófito en estos discursos literarios ignora que la focalización interna fija y la autodiégesis comprometen muy poco al autor y que éste lo único que hace es revivir la imagen de alguien que, aunque le parezca comprometido y deplorable, igual tiene derecho a expresar su fanatismo y su fe en un irreverente ideal.

Y Otto zur Linde es un hombre y como ser humano tiene sus propios intereses y lleva a cabo sus controvertidas búsquedas.

Veamos la inscripción con que inicia el relato:
“Aunque él me quitare la vida
en él confiaré. Job 13: 15”.

El epígrafe del cuento está tomado del “Libro de Job” de la Biblia y adelanta el carácter metafísico del relato. Hay una fuerza superior que domina al mundo y ésta actúa constantemente a espaldas del hombre. Comentamos también que la metafísica del libro de Job es una metafísica al servicio del bien, mientras que la del cuento es una controvertida metafísica que sólo sirve al mal, es la grosera metafísica de la destrucción y la muerte.

A su vez, es muy conocido el sacrificio de Job, el justo sufriente que está inspirado en la literatura babilónica y cuyo personaje aparece en el relato bíblico en medio de una disputa entre Dios y Satán. Job será la presa tras la cual va el demonio con la anuencia de la potencia suprema. Job constituye la representación del hombre sometido al capricho divino. Este libro adquiere el carácter de una verdadera tragedia en donde el destino se cierne sobre el ser humano que sufre ignorando por qué. Pero, de antemano sabemos, que ese destino, al modo de curiosas Moiras, está controlado por la divinidad. Yahvé quiere que Job se salve, aunque lo someterá primero a duras pruebas de resistencia humana. Job no entiende porqué le pasa todo esto a él hasta que el mismo Dios, desde su cruel omnipotencia, se lo explica mediante un método nada ortodoxo, haciéndole ver la insignificancia del individuo comparado con la grandeza divina.

Si no estuviera Dios o si se ocultara para no ser visto, el “Libro de Job” tendría un carácter prematuramente panteísta (Quintana, 2019: 150), como le gustaba hacerlo a Borges. Si todos somos una parte de esa divinidad, el estoicismo de Job es espejo y trasunto de la resignación universal del individuo.

Además, es posible adelantar que Otto zur Linde es Job y que la imponente autoridad del Führer representa a Dios que somete con su despotismo a quienes no quieren o no se atreven a revelarse. Esta divinidad pagana maneja los hilos de la existencia de muchos y el personaje del cuento se somete a él emocionado y ansioso, pero a la vez aterrado y lleno de la esperanza que este dios moderno pone ante él. Las reflexiones que se incluyen en el relato en torno al nazismo nos permiten entender, aunque quizás no compartir, que estamos ante un tiempo nuevo que exige hombres diferentes.

Los minutos que preceden a la muerte parecen eternos cuando se tiene conciencia de que esto va a suceder. Por eso zur Linde tiene tiempo para recordar algunos hechos de su pasado. Al hablar de su nacimiento, pone frente al lector un cronotopo (2019: 51): el lugar, Marienburg; el tiempo, 1908.

Dos pasiones le permitieron navegar con cierta felicidad en esos mares infaustos de la política y la guerra: la música y la metafísica que para él se identifican con Brahms y con Schopenhauer respectivamente. A esos dos nombres germánicos debe parte de su formación a los cuales se agrega otro, un poeta que, sin ser alemán, zur Linde reclama para él esta nacionalidad: William Shakespeare. He aquí un sutil juego retórico según el cual el personaje afirma que todo lo grande es alemán y que los errores geográficos —en este caso, haber nacido en Inglaterra— los termina corrigiendo la magnitud del genio que se proyecta en una dirección diferente a aquella que el destino le había señalado.

Y agrega aludiendo a algunos rasgos de su formación personal:

Antes, la teología me interesó, pero de esa fantástica disciplina (y de la fe cristiana) me desvió para siempre Schopenhauer; con razones directas; Shakespeare y Brahms, con la infinita variedad de su mundo. Sepa quien se detiene maravillado, trémulo de ternura y de gratitud, ante cualquier lugar de la obra de esos felices, que yo también me detuve ahí, yo el abominable (2000, 95).

Es difícil concebir a un nazi interesado en la teología y en la fe cristiana, pero las lecturas de Schopenhauer nos ahorraron pensarlo así. Nuestro personaje se preocupó por estudiar la obra de este filósofo encontrando en ella múltiples razones para alejarse del cristianismo y de la teología. Además, se autodenomina “El abominable” con lo cual termina el proceso de identidad que ya había empezado antes.

El narrador de Borges continúa moviéndose en un querer lúdico a través del cual oculta más de lo que muestra. Proyecta en zur Linde algunas de sus preferencias intelectuales: Brahms fue su músico preferido, aunque según algunos de sus biógrafos, Borges no era muy afecto a la música; Teitelboim —1996—, sostiene que el acercamiento a Brahms tiene cierta conexión con El Requiem alemán del compositor que se aproxima a este Requiem literario que estamos estudiando.

Schopenhauer
Por otro lado, desde muy temprano, como lo habíamos señalado supra lee en alemán a Schopenhauer y se siente fascinado por su obra, en particular por El mundo como voluntad y representación. Consigue entender desde muy joven la influencia kantiana en la obra de Schopenhauer. Lee con fascinación los tres prólogos que escribe el alemán en su libro: el de la primera edición en 1819, el de la segunda, en 1844 y, por último, el de la tercera edición en 1859.

Comparte con Schopenhauer como lo expresa su admirado maestro en el primer libro de este enorme texto, que una teoría del conocimiento conecta a la representación con el principio de la razón en donde se halla expresado el objeto de la experiencia y de la ciencia.

En el segundo libro que tiene como tema central a la ontología, es en donde se da la primera consideración del mundo como voluntad, enfrentándose a la objetivación de esta misma voluntad.

En el libro tercero, al hablar de estética, ofrece la segunda reflexión acerca del mundo como representación, una representación ajena al principio de la razón y que se afilia a la idea platónica del universo.

En el libro cuarto se detiene en el análisis de la ética, planteando la segunda interacción del mundo como voluntad; en palabras de Schopenhauer, el hombre tiene la posibilidad de afirmar o negar la voluntad de vivir al alcanzar el autoconocimiento.

El libro termina con una crítica a la crítica, es decir una crítica a los libros de Kant.

Por otro lado, Shakespeare ocupa un primer lugar en la filosofía de Borges y de él tomará mucho más de lo que extrae su personaje.

En términos de influencias, el pensamiento de Borges se alimenta de estos autores y de muchos más. El universo borgeano que deriva de sus múltiples lecturas, es infinito.

En el monólogo de zur Linde, se mencionan también a Nietzsche y a Spengler. La presencia del primero de estos pensadores tiene una poderosa razón de ser: su obra, su pensamiento y sus símbolos, en especial el de Zaratustra, fueron tomados gratuitamente por el partido nazi; lo convirtieron en su ideólogo sin que éste lo fuera realmente. Por ello la lectura de zur Linde sobre Nietzsche está apenas esbozada; si profundizara en ella se vería obligado a refutar algunas de las máximas del nacional socialismo.

En lo que se refiere a Spengler, zur Linde siente gratitud hacia este filósofo de la historia, porque gracias a la lectura de —lo suponemos así puesto que no lo menciona específicamente— La decadencia de occidente, se motivó para entrar al Partido nacional socialista. Esto sucede en 1929.

También comenta que de la lectura de Spengler extrae la visión del hombre fáustico que nada tiene que ver con “el misceláneo drama de Goethe”; y a pie de página comenta el editor que Goethe constituye para los alemanes una obligada lectura ecuménica, pero que no va más allá de esta concepción canónica y que “no ve en él al hombre fáustico de la tesis de Spengler” (2000, 83). Sí puede observar la inevitable conexión que existe entre Spengler y Lucrecio en cuanto al planteamiento fáustico se refiere, esto a través de un poema redactado por el romano hace más de veinte siglos: De Rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas).

Los conceptos anteriores quedan muy bien explicados en entrevista del argentino con Osvaldo Ferrari[8]. Borges sostiene allí que Lucrecio (Cfr. Ettore Bignone, 1952: 97-122) ha sido olvidado y esto lo atribuye al aparente ateísmo del escritor romano y a la falsa interpretación de su obra. En esta misma entrevista conecta la obra de Spengler con la de Lucrecio como lo hace en el cuento que estamos comentando. Dice: “Yo recuerdo, cuando leí La decadencia de occidente de Spengler, que él refiere a la cultura apolínea, a la cultura de la caverna, a la cultura fáustica; ese hecho de, bueno, de entusiasmarse con un mundo infinito, con infinitas posibilidades. Y todo eso estaba ya en Lucrecio, mucho antes de que existiera el autor de Fausto, o de que se pensara en ese espíritu”. Y agrega, con profunda ironía y desvelando por qué refiere en el cuento al “misceláneo drama de Goethe”: “Pero me parece que los alemanes, cuando escriben… —todo alemán que escribe tiene la obligación de fingir que todo lo que él ha escrito estaba realmente en la obra de Goethe—; entonces es natural que se llame fáustica a esa forma actual de la cultura”.

Regresando al monólogo de zur Linde, éste refiere a sus años de aprendizaje. Explica que, si bien no carece de valor, le falta toda vocación de violencia. Esta afirmación parece contradecirse con el relato posterior en donde muestra su rostro más cruel y vehemente al torturar y conducir hasta la muerte a David Jerusalén, el judío que le enviaron desde Breslau.

Complementa diciendo:

El primero de marzo de 1939, al oscurecer, hubo disturbios en Tilsit que los diarios no registraron; en la calle detrás de la sinagoga, dos balas me atravesaron la pierna, que fue necesario amputar. Días después, entraban en Bohemia nuestros ejércitos; cuando las sirenas lo proclamaron, yo estaba en el sedentario hospital, tratando de perderme y de olvidarme en los libros de Schopenhauer. Símbolo de mi vano destino, dormía en el reborde de la ventana un gato enorme y fofo (2000: 97).

El narrador fija una fecha que nunca podrá olvidar; el primero de marzo de 1939, en disturbios que la historia no registra —la historia no lo registra, porque sólo sucedió en el universo cerrado del cuento— fue herido de bala y perdió una pierna. Este hecho anula por completo las aspiraciones de un destino glorioso y somete al soldado a un sedentarismo que no esperaba. Recluido en una cama de hospital se consuela con la lectura de Schopenhauer mientras el ejército alemán entra en Bohemia. Los contrastes son notables: el dinamismo del ejército se opone a la pasividad del soldado que yace en una cama; la lectura de Schopenhauer contiene una filosofía dinámica y por momentos cruel, que contrasta también con la inacción de su lector y, para terminar de tejer esos contrastes, en el reborde de la ventana dormía un gato enorme y fofo. Ese gato, comenta el personaje es: “El símbolo de mi vano destino”. Si antes había contrastes, ahora se da una identificación entre el destino del personaje y la pasividad del animal. Si los anteriores fueron paralelismos antitéticos, éste es sinonímico, terminando de completar las relaciones que entre uno y otro se dan.

En el primer volumen de Parerga und paralipómenos [9] releí que todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijados por él. Así, toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio. No hay consuelo más hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestras desdichas; esa teleología individual nos revela un orden secreto y prodigiosamente nos confunde con la divinidad. ¿Qué ignorado propósito (cavilé) me hizo buscar ese atardecer, esas balas y esa mutilación? No el temor de la guerra, yo lo sabía; algo más profundo. Al fin creí entender. Morir por una religión es más simple que vivirla con plenitud; batallar en Éfeso contra las fieras es menos duro (miles de mártires oscuros lo hicieron) que ser Pablo, siervo de Jesucristo; un acto es menos que todas las horas de un hombre. La batalla y la gloria son facilidades, más ardua que la empresa de Napoleón fue la de Raskolnikov (2000, 97).

Se sigue, de este modo, la enseñanza de Schopenhauer. En doble punta de lanza el personaje y su autor piensan lo mismo: es imposible escapar a esa especie de fatalismo del destino en donde todo está escrito ya, y sólo hace falta seguir viviendo para encontrarnos con ese mismo destino. Yo le llamaría determinismo individual que habita en el interior de cada hombre y que lo conduce adonde no quisiera realmente ir. Estos hechos que pueden ocurrirle a un hombre son:

  1. Toda negligencia es deliberada.
  2. Todo casual encuentro una cita.
  3. Toda humillación una penitencia.
  4. Todo fracaso una misteriosa victoria.
  5. Toda muerte un suicidio.

En primer lugar, destaca la anáfora de los vocablos “Toda” y “Todo” que aparecen lúdicamente alternos entre los términos. Hay paralelismo sintético entre las oraciones y hay yuxtaposición, porque podemos constatar que a la primera afirmación sigue una conclusión que es semejante en su estructura, pero antitética en su significación, porque los segundos términos son antónimos en relación con los primeros:

Negligencia-deliberada.
Casual encuentro-cita.
Humillación-penitencia.
Fracaso—misteriosa victoria.
Muerte-suicidio.

Los vocablos se enlazan mediante sutiles hipálages. Tales como, sólo por mencionar dos ejemplos, “el encuentro casual es una cita” y el “fracaso, una extraña victoria”. En la prosa barroca de Borges hay que saber leer más allá de lo que dice hasta descubrir el verdadero significado de los elementos. En esta narración abundan las antítesis, los contrastes, los oximorones, las hipálages, las metáforas, las sinécdoques, las metonimias, las hipérboles, en fin, los factores metafóricos que abonan en beneficio del buen decir que, al modo cervantino nos conducen por un mundo —valga la hipálage— de una enredada y difícil sencillez. El lenguaje figurado y las figuras retóricas hallan eco en el amplio espectro de la filosofía.

Dice también: “No hay consuelo más hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestras desdichas”. Ese consuelo es una de las derrotas del hombre quien se ve obligado a aceptar —irónicamente hablando— que desde su nacimiento ya lo acompaña el sino trágico que poco a poco lo irá aniquilando. Nacer es empezar a morir para comprender que la fortuna, como decía Quevedo en el soneto “Ah de la vida”: “ha roído mis tiempos”.

Es, como lo reconoce el propio narrador, “una teleología individual”, es decir, una suerte de análisis de las causas finales de las cosas en donde la metafísica enclaustra al hombre y le revela el orden secreto del universo y lo confunde —panteístamente hablando— con la divinidad.

Zur Linde se esfuerza por reconocer cuál ha sido su papel en la vivencia de este drama personal; se pregunta: ¿por qué buscó esas balas y esa mutilación? Él sabe que por temor a la guerra no fue y concluye que lo hizo porque “Morir por una religión es más simple que vivirla con plenitud”. Sería sencillo morir por sus creencias hitlerianas, lo difícil y complicado es vivir con el estigma que la guerra le ha obligado a sobrellevar; ésta es la verdadera carga que él eligió para su existencia; por eso: “batallar en Éfeso contra las fieras es menos duro (miles de mártires oscuros lo hicieron) que ser Pablo, siervo de Jesucristo; un acto es menos que todas las horas de un hombre. La batalla y la gloria son facilidades; más ardua que la empresa de Napoleón fue la de Raskolnikov”.

Haber sido mártir de la causa cristiana es menos duro que haber sido Pablo porque, un acto —el de los mártires— es menos que todas las horas de un hombre —las de Pablo perseguido y al borde la muerte a cada instante—. La batalla y la gloria son facilidades que el destino le otorga al individuo. El ejemplo que escoge para rematar su explicación es el de Napoleón y Raskolnikov. Por duras que hayan sido las Empresas de Napoleón al frente de sus ejércitos, no se comparan con el destino individual del personaje de Crimen y castigo. Él enfrentó la incertidumbre constante que finalmente lo condujo a la revelación de su crimen; él es el hombre que sufre y que debe elegir el camino a tomar, aunque esto lo conduzca a su propia destrucción.

Borges, Averroes y Aristóteles.
Nuevamente literatura y filosofía.
La historia nos habla sobre el sabio comentarista Averroes que tiene problemas para traducir la Poética de Aristóteles, debido a que desconoce el significado de dos palabras muy importantes: tragedia y comedia. Pese a que en la cotidianidad los ejemplos de estos dos términos aparecen frente a sus ojos o que incluso un conocido suyo le habla al respecto, es incapaz de tener una idea.

La crítica literaria trabaja en este cuento como una pista para desvelarnos quién es Averroes, este hecho se muestra en la conversación en la que participa el personaje con varios sabios. Abdalmálik, tras ponderar la poesía de los árabes, criticó de anticuados a los poetas que en Damasco o en Córdoba se aferraban todavía a las imágenes pastoriles y al vocabulario beduino. Consideró absurdo que se celebrara el agua de un pozo, por lo que urgió la conveniencia de renovar las antiguas metáforas. También explicó que la comparación que hiciera Zuhair entre el destino y un camello ciego pudo sorprender a la gente, pero que cinco siglos de admiración ya habían gastado esa figura. El dictamen de Abdalmálik fue aceptado, en tanto Averroes callaba. Cuando al fin habló, contestó:

Zuhair, en su mohalaca, dice que en el decurso de ochenta años de dolor y de gloria, ha visto muchas veces al destino atropellar a los hombres, como un camello ciego. (…) El [verso] de Zuhair, cuando éste lo compuso en Arabia, sirvió para confrontar dos imágenes, la del viejo camello y la del destino: repetido ahora, sirve para memoria de Zuhair y para confundir nuestros pesares con los de aquel árabe muerto» (2000, 113).

A lo largo de la historia, el trabajo de la crítica literaria ha sido un asunto que siempre se ha puesto en tela de juicio, ya que el crítico, bajo determinados contextos, se vio obligado a vender su pluma para beneficio de oligarcas, instituciones u otros sectores de poder; sin embargo, éste sabe que para dar valor a su trabajo tiene que otorgar prioridad al lector; no al editor, no a otros críticos, ni siquiera al mismo autor. La preferencia que tiene como referente al lector se debe a un sentido de responsabilidad en lo que tiene que ver con la orientación; el crítico le corresponde despertar el interés por la obra literaria y servir de ayuda ante las características que puedan ser oscuras en el terreno de la comprensión.

Ahora, en el caso de Averroes, tomando como ejemplo el apartado del cuento, se muestra que el compromiso que tiene él como crítico es con la sociedad árabe de su momento y su religión. Averroes interpreta el poema basándose en sus conocimientos sobre el autor, sobre el hombre y la retórica, para defender que el propósito de la composición no era sólo divulgarse de manera estética, sino mostrar lo que trascendía, que es la idea de destino, la cual, no importando la época, parece venir inscrita en el pensamiento del hombre; las maneras de representar al destino pueden ser variadas, pero la metáfora exacta en aquel momento para Zuhair, debido al contexto en que se dio la reflexión y su experiencia de vida, fue la figura del camello ciego, esto, por la fuerza que posee y la indiscriminación para golpear.

A diferencia del resto de los presentes en la tertulia, Averroes da la impresión de mostrar reserva y prudencia, es un auténtico crítico al no dejarse llevar por la opinión en general. La tarea del analista, en el cuento, está ligada a un sentido de responsabilidad hacia la manera de interpretar la realidad de los demás. El crítico funciona como un nexo que representa tiempo y espacio en el contexto de las ideas de los hombres y que les ayuda, no sólo a clarificar el significado de los enunciados o de las figuras poéticas, sino que se apoya en la reflexión sobre el por qué y cómo es que surgieron para recordarles de dónde provienen, quiénes son y cómo es que piensan. El crítico, ya sea también llamado intelectual o humanista, se atribuyó la tarea de velar por la lucidez del pensamiento humano; tal misión ha sido para lograr fines que puedan justificar la supremacía de este ser humano o, más específicamente en algunos casos, la supremacía religiosa, la cual se yergue como legítima contenedora de la verdad y del destino.

Los mu‘tazilíes, los primeros teólogos, se apoyaron en la filosofía griega para explicar qué era la revelación, fue así que incluyeron a la razón humana como fuente de conocimiento en materia de religión (Cfr. Guerrero, 2008). Averroes trabajó en vida la doctrina sobre la generación en el universo, la cual dice que Dios ha creado todos los seres a la vez, pero ha ocultado los diversos individuos de una especie en un primer generador: todos los hombres se encuentran en potencia en el primer hombre, todos los animales están en potencia en el primer animal y todas las plantas se hallan en potencia en la primera planta, también la teoría fue conocida por el nombre de teoría de la latencia y de la aparición (al-kumûn wa-lzuhûr). Esta teoría, como otras, estaba siendo formada para aclarar las ideas relevantes que representaban el ser del Islam, entre ellas estaban las ortodoxas, tales como la propuesta por Abú l-Hasan al-Aš‘arî (873-935).

Rafael Ramón Guerrero, en el trabajo citado, lo comenta de esta manera:

Los seres creados no son más que un conglomerado de átomos, partes o substancias indivisibles que, creados por Dios, no duran más que un instante, por lo que Dios está continuamente re-creándolos: atomismo del ser, del espacio y del tiempo. Esta doctrina pretendía salvaguardar al máximo la Omnipotencia de Dios, único Ser realmente existente y único Agente: los seres creados no tienen ninguna consistencia ontológica ni ninguna duración frente a Dios (2008).

Asimismo, existen otras posturas, el “atomismo”, aš‘arí, conocido también como “ocasionalismo”, argumentaba que lo que sucede en la naturaleza no es más que “ocasión” o manifestación de la intervención divina, es decir, todas las cosas en la naturaleza son separadas entre sí y su conexión se producía únicamente por la Voluntad divina.

Averroes tenía su postura y también quería fundamentarla, para ello buscaba aclarar dos puntos: el cómo piensa el ser humano y el cómo es que se hace posible la formulación de verdades universales y eternas en seres que están destinados a perecer. Su propuesta para comprender lo humano se alejó de lo ortodoxo y Dios dejó de ser el absoluto responsable de todas las causas que conciernen al hombre. Esto no significa que el sabio árabe se hubiese alejado del islam, más bien, con su visión de mundo, mostraba el amplio panorama de conocimiento que podía abarcar el islam, tan amplio que llegaba a incluir elementos ajenos, como la filosofía de origen griego.

Ahora que podemos entender el motivo de Averroes para intentar traducir la Poética de Aristóteles, debemos apuntar también cuál es el conflicto que mueve la historia y saber el porqué. Como crítico sirve de nexo entre tiempo y espacio de sus compatriotas para recordarles quiénes son y de dónde vienen, pero como humanista busca ser el nexo entre dos mundos muy diferentes: el del islam y el filosófico griego, para saber a dónde podrían llegar siendo lo que son, sólo hombres. El asunto es que su misión posee dificultades gracias a dos términos: tragedia y comedia, su acceso al pensamiento occidental se hace imposible, aun cuando (cómo se había mencionado anteriormente) los significados de estas palabras se presentan frente a él en el mundo cotidiano, por ejemplo, la escena sucede cuando, cansado de no poder entender el significado de los dos vocablos, se asoma al balcón y ve a unos chicos imitando las costumbres que le son propias a él y a su gente, aun así no considera relevante la imitación, siendo que es importante en la estética del mundo occidental:

Miró por el balcón enrejado; abajo, en el estrecho patio de tierra, jugaban unos chicos semidesnudos. Uno, de pie en los hombros de otro, hacía notoriamente de almuédano; bien cerrados los ojos, salmodiaba No hay otro dios que el Dios. El que lo sostenía, inmóvil, hacía de alminar; otro, abyecto en el polvo y arrodillado, de congregación de los fieles… (2000, 115).

El mundo de las cosas que observamos es el único que hay para Aristóteles, hay una sola realidad y un sólo mundo. Su enfoque filosófico se basa en la mirada empírica de la biología; él examina los problemas filosóficos de la misma forma en que se explora a los seres vivos, ya sean animales o plantas. En el mundo terrenal, en sus ciclos y dinámicas de funcionamiento, se busca lo universal e imperecedero, en la metafísica, que sostiene a las ramas de la filosofía como la física, la ética y la lógica, se busca alcanzar la verdad del “ser en cuanto a ser”, para descubrir “algo cuya naturaleza es inmutable” (Echeverría, 2008: 267). Averroes, pese a sus trabajos y comentarios, también se aleja de Aristóteles al considerar la función sensorial y algunas facultades como la imaginación y la memoria. Busca lo inmutable y lo universal, pero señala que el origen de la intelección o la comprensión está en la percepción sensible de los objetos individuales y su fin en la universalización, la comprensión no existe fuera del alma y su  proceso consiste en sentir, imaginar y captar el universal. La vida contemplativa-teórica corresponde a la posición de Averroes, en tanto el frente a la vida práctica es de Aristóteles, los términos de tragedia y comedia implicaban la totalidad de la práctica. La temporalidad no es lo único que separa a Averroes de entender a Aristóteles, sino también que ambos pertenecen a mundos completamente diferentes, el árabe no ve aquello que vio Aristóteles porque en su contexto cultural nunca existió y no existió por la manera en cómo percibían y entendían sus respectivas realidades. El conflicto que mueve la historia es la incapacidad de poder comprender al otro o a lo otro y todavía desconocer qué es lo que lo implica.

Tras la tertulia, la inquietud de Averroes sobre Aristóteles continúa, cuando se mira al espejo, algo extraño sucede, todo se desvanece y luego él desaparece, la voz del narrador se anuncia a sí mismo como creador del cuento y revela que al no poder imaginar más a Averroes, su mundo y por ende su incapacidad de entender la Poética de Aristóteles dejan de existir. Añade que esto se debe a que como hombre jamás es el mismo, es decir, el sujeto interesado por Averroes no es el mismo que comenzó a escribir sobre él ni tampoco lo seguirá siendo. Aquí, el juego de la recepción se presenta.

El espejo es una constante en los textos de Borges y un elemento importante para el juego de la recepción. En el cuento, el rostro reflejado de Averroes funciona para construir la imagen de quien narra, de manera metafórica, ya que no es físicamente descrito, sino a nivel de identificación o empatía. El cuento finaliza por revelarnos que quien se inquieta por traducir al otro no es el erudito árabe, sino el narrador. La creación del narrador es producto de su mundo interior y por tanto de su expectación, el sabio árabe que traduce la Poética no es él, sino un producto formado por la interpretación del narrador sobre aquel personaje histórico y vive como proyección del desasosiego del que cuenta su historia.

Borges decía: «El arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara». Al final del cuento, el personaje de Averroes, como construcción ficticia, se nos revela como una representación de la inaccesibilidad de aquello que motiva al ser de un erudito: la verdad, lo universal, lo imperecedero. La recepción es curiosa y funciona como un juego, porque mientras Averroes se inquietaba por no entender el significado de las palabras “tragedia” y “comedia”, el narrador, un “Borges” desdoblado, se rinde ante la imposibilidad de no acceder a la figura de Averroes para poder ficcionalizarlo, y aquel que lee el cuento y desee hallarle un sentido o interpretarlo se verá en el mismo problema, ya que el acceso hacia estas tres figuras: Aristóteles, Averroes y el mismo Borges, es arduo.

Sin embargo, la textura que muestra el cuento es compacta y no hay hilos sueltos cuando se encuentra el sentido a uno de ellos. El pensamiento árabe, como fuente del pensamiento de Averroes, está muy vinculado a la estructura de la obra y por ende a este juego de la recepción. El personaje principal contempla y teoriza, no lleva más acción relevante que ésa; el narrador construye el relato haciendo ciertas semejanzas con las teorías de la creación del islam: “todos los hombres se encuentran en potencia en el primer hombre”; el personaje se encuentra en el universo creado de su narrador y el narrador en el universo creado por su autor y así sucesivamente, todos están dentro de un generador de ideas, percepciones e interpretaciones. No obstante, la frustración del narrador, autor-desdoblado, es que el mundo del pensamiento árabe es también ignorado pese a lo esencial que conoce, por lo tanto, incomprensible para él. Irónicamente, por ser occidental, y recibir de manera más directa la herencia del pensamiento de Aristóteles, no podía imaginarse cómo sería no conocer los términos de “tragedia y comedia», ello termina de esta manera:

En la historia anterior quise narrar el proceso de una derrota. Pensé, primero, en aquel arzobispo de Canterbury que se propuso demostrar que hay un Dios; luego, en los alquimistas que buscaron la piedra filosofal; luego, en los vanos trisectores del ángulo y rectificadores de círculo. Reflexioné, después, que más poético es el caso del hombre que se propone un fin que no está vedado a otros, pero si a él. Recordé a Averroes, que encerrado en el ámbito del islam nunca pudo saber el significado de las voces tragedia y comedia. Referí el caso; a medida que adelantaba, sentí lo que hubo de sentir aquel dios mencionado por Burton que se propuso crear un toro y creó un búfalo. Sentí que la obra se burlaba de mí. Sentí que Averroes, queriendo imaginar lo que es un drama sin haber sospechado lo que es un teatro, no era más absurdo que yo, queriendo imaginar a Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renan, de Lane y de Asín Palacios. Sentí, en la última página, que mi narración era un símbolo del hombre que yo fui, mientras y que, para ser aquel hombre, yo tuve que redactar esa narración, y así hasta lo infinito. (En el instante en que yo dejo de creer en él, “Averroes” desaparece) (2000, 117).

Conclusiones
La figura de Jorge Luis Borges se yergue como la del literato por antonomasia y su obra despunta de un modo particular en el siglo XX. Hemos fundamentado que junto a su perfil de creador literario destaca también su preocupación por la filosofía y, en particular por la metafísica. Sabemos que falta en él un sistema filosófico que lo hubiera respaldado como un experto en esta materia. Pero o no lo tiene o, simplemente, no le interesó poseerlo. Sus abundantes lecturas lo llevaron por la filosofía de Kant, de Schopenhauer, de Berkeley, de Spinoza, etc.; pero por encima de todo lo que llegó a aprender de estos pensadores se yergue su preocupación por el hombre. Es un investigador de la naturaleza humana tratando de descifrar en ella los momentos de luz y sombra que la caracterizaron. Sus personajes pueden ser tan reales como Emma Zunz, la vengadora de la muerte de su padre; Asterión, el triste minotauro de la leyenda; Aureliano y Juan de Panonia, los teólogos que defienden la causa inexpugnable de Dios; Otto Dietrich zur Linde, el hombre que se cuestiona a sí mismo y alaba al régimen nazi como un modelo para las generaciones futuras; Averroes y su intento por estudiar la filosofía de Aristóteles sin llegar a entenderla plenamente; en fin, a todos aquellos que tienen en común sus búsquedas, sus derrotas, sus triunfos y sus esperanzas.

Su escritura barroca y preponderantemente erudita nos muestra a un hombre solitario que se retroalimentó constantemente de la herencia erudita que los tiempos le dejaron.

Bibliografía ________
. Aristóteles (2000). Obras completas, trad. de Samaranch, Madrid, Aguilar.
. Biblia (1995). “El libro de Job”, Madrid, Verbo Divino.
.  Borges, Jorge Luis (2000). El Aleph, Bs. As. Alianza Editorial.
. Goethe, Wolfgang (1985). Fausto, trad. cedida por Editorial Iberia, México, Origen.
. Jaspers, Karl (1985). La filosofía desde el punto de vista de la existencia, trad. de José Gaos, México, F.C.E.
. Kant, Immanuel (2008).  Crítica de la razón pura, s/t, Bs. As. Ediciones Libertador.
. Nietzsche, Friedrich (1985). Así habló Zaratustra, trad. de Andrés Sánchez Pascal, Madrid, Alianza.
. Quintana Tejera, Luis (2010). El pensamiento filosófico a través de la propuesta romántica de Goethe, Toluca, UAEM.
. ______________________ 2019). Las trampas de la retórica, México, Trajín [Ensayos].
. _______________________ (2019). Borges, el inmortal, Toluca, UAEMex.
. Schopenhauer, Arthur (2005). El mundo como voluntad y representación, trad. Armas Concepción, Díaz Fernández y Chamorro Mielke, Madrid, Akal.
. Spengler, Osvald (1993). La decadencia de occidente, dos volúmenes, trad. de Manuel Morente, Madrid, Planeta Agostini.
. Spinoza, Baruch (1977). Ética, trad. de José Gaos, México, UNAM.
. Voltaire (1959). Cándido o el optimismo, trad. por Dr. Ralph, México, Edinal.

 

Fuentes de Internet ____________
. Rivera de la Cruz, Marta. “Intertexto y autotexto. La importancia de la repetición en la obra de Gabriel García Márquez”, en Internet
https://www.borges.pitt.edu/sites/default/files/0205.pdf. Consultado el 20 de diciembre de 2019.
. Hanne Klinting, ¿Una hipálage textual? Lectura de “El muerto” (1996), Variaciones Borges 2. Consultado el 15 de noviembre de 2019.
 – https://www.borges.pitt.edu/bsol/documents/1704.pdf
. Eco, Umberto. (2003). Aristóteles entre Averroes y Borges.
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– Guerrero, Rafael Ramón. (2008), Averroes: Explicación aristotélica del universo.
file:///C:/Users/otro/Downloads/199-191-1-PB.pdf. Consultado el 15 de marzo de 2019.

 

NOTAS ___________
[1] Escepticismo. Doctrina que afirma que la verdad no existe, o que, si existe, el hombre es incapaz de conocerla.
[2] Agnosticismo (del griego α- [a-], ‘sin’; y γνώσις [gnōsis], ‘conocimiento’) es la postura que considera que los valores de verdad de ciertas afirmaciones —especialmente las referidas a la existencia o inexistencia de Dios, además de otras afirmaciones religiosas y metafísicas— son desconocidas o inherentemente incognoscibles. Se diferencia del ateísmo en que éste es el descreimiento en dioses, mientras que el agnosticismo es la mera suspensión de la creencia.
[3] En este texto trabajaremos los aspectos filosóficos destacados en Jorge Luis Borges. En otro libro de mi autoría —Borges, el inmortal, UAEMex, 2019— se analiza en detalle El Aleph.
[4] Karl Jaspers. (1883-1969). Psiquiatra y filósofo alemán. Algunos de sus trabajos enfocan el tema de la filosofía desde el punto de vista de la existencia.
[5]  Los campos en los que el filósofo incursiona son: Lógica, Física, Metafísica, Ética y política.
[6] La crítica literaria como disciplina independiente se gestará mucho después; Aristóteles, inspirado en sus antepasados ilustres adelanta una interpretación de estos creadores a la luz de sus propios recursos técnicos que, con el tiempo, se convertirán en verdaderas herramientas teóricas indispensables. El divorcio que sabemos que existe en la realidad entre la literatura y la filosofía, se hizo más evidente con Aristóteles, puesto que cuando los filósofos lo estudian olvidan la literatura que lo inspiró y, cuando los literatos lo analizan descuidan los pensamientos que puedan tener algo que ver con la filosofía.
[7] En el epílogo el propio Borges señala: “En la última guerra nadie pudo anhelar más que yo que fuera derrotada Alemania, nadie pudo sentir más que yo lo trágico del destino alemán; “Deustches Requiem” quiere entender ese destino que no supieron llorar, ni siquiera sospechar, nuestros germanófilos que nada saben de Alemania” (2000, 93).
[8] borgestodoelanio.blogspot.com/2017/11/jorge-luis-borges-osvaldo-ferrari.html
[9] En 1850 [Schopenhauer] concluye los Parerga und Paralipomena, obra en la que ha trabajado durante los últimos seis años. Se trata de «escritos secundarios» y «cosas pendientes», o, como él mismo dice, «pensamientos dispersos, aunque sistemáticamente ordenados, sobre diversos temas». Entre ellos se encuentran los Aforismos sobre la sabiduría del vivir, que tan famosos llegarían a ser después.
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Un comentario

Sólo se que no se nada. Ni siquiera se si es posible saber si Dios existe o no. Pero me gustaría creer.

Por Luis Manteiga Pousa el día 29/12/2022 a las 20:03. Responder #

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Requerido.

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