EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


La bohemia de la Puerta del Sol: lugar de encuentro de poetas, piruetistas, filósofos y mirones

por Pilar Llada
Artículo publicado el 08/11/2022

Resumen
El presente estudio pretende analizar la ciudad de Madrid como figura literaria en las obras La cofradía de la pirueta de Emilio Carrère y La cofradía de los mirones de Eduardo Barriobero, y las diferentes ópticas que adoptan los autores para retratar a la ciudad matritense, prestando atención a los rasgos más característicos de la bohemia madrileña finisecular.

Palabras clave
Madrid, bohemia, cafés literarios, poetas, golfistas, Puerta del Sol.

Pocas ciudades españolas han estado tan presentes en la literatura española como Madrid, lo que la convierte en una ciudad literaria por antonomasia. Desde el Madrid valleinclano de Luces de Bohemia al de la trilogía Barojiana de La lucha por la vida, pasando por Las escenas y tipo matritenses de Mesonero Romanos al Madrid de Galdós, podríamos afirmar que Madrid se ha convertido, no solo en un personaje literario más, con identidad y voz propia, sino también en todo un género literario. Si bien el Madrid bohemio decimonónico parece representar mejor el espíritu literario de la ciudad, ya los grandes autores del canon literario español barroco elogiaron con sus versos a la ciudad que les viera nacer y a la que convertirían con su pluma en ese idílico y anhelado Monte Parnaso, morada de las musas y del dios Apolo, al que todo poeta ansiaba alcanzar.

Madrid; que no hay ninguna Villa,
en cuanto el sol dora y el mar baña
Más agradable, hermosa y oportuna
Cuya grandeza adorna y acompaña
La corte de los Césares de España.

(Lope de Vega, Los mártires de Madrid)

El ensalzamiento sentimental, casi nostálgico, que Lope proyecta en estos versos por la Villa de Madrid será sustituido por una visión alternativa basada en el reflejo del caos producido por la inestabilidad social, política y económica. Esta confusión histórica en la que se sumerge el país y, por tanto, su capital, hace que se la compare con la mítica ciudad de Babilonia, nombre que proviene del término hebreo Bavel y cuyo significado es «confusión». En el soneto CXLII de sus Rimas titulado «A Madrid al partir hacia el destierro en Valencia», Lope equipara la ciudad matritense con Babilonia, probablemente, por lo caótico y ruidoso de sus corridas de toros, sus juegos de cañas y sus fiestas populares:

Hermosa Babilonia, en que he nacido
para fábula tuya tantos años,
sepultura de propios y de extraños,
centro apacible, dulce y patrio nido.

y añade:

cárcel de la razón y del sentido
escuela de lisonjas y de engaños
campo de Alarbes con diversos paños
Elisio entre las aguas del olvido.

Para finalizar:

a lavarme de ti me parto al Turia
que reír el loco lo que el sabio admira
mi ofendida paciencia vuelve en furia.

En la primera escena de la obra calderoniana Hombre pobre todo es trazas, se alude de nuevo al tópico de esta visión babilónica de Madrid a la que Calderón denomina «la nueva Babilonia»:

[…] yo salí de Granada,
y vine a ver,
la gran villa de Madrid,
esta nueva Babilonia,
donde verás confundir
en variedades y lenguas
el ingenio más sutil;
esta esfera soberana,
trono, dosel y cenit
de un Sol español, que viva
eternos siglos feliz.
Después que ciego admiré,
después que admirado vi
todo el mundo en breve mapa,
rasgos de mejor buril.

Sin embargo, aunque Madrid ha sido retratada por las plumas más excelsas del canon literario español, no será hasta Galdós cuando se convierta en una ciudad literaria de pleno derecho. La bohemia española finisecular tomó la ciudad de Madrid como referente con el fin de recrearla en sus escritos y mostrar, a través de la mirada literaria, el peculiar casticismo madrileño con sus singulares escenarios, sus tipos pintorescos y describiendo los usos y costumbres propios de la cosmografía matritense. Si bien, «la ciudad que nunca duerme» ha servido de telón de fondo en incontables obras literarias, encontramos distintas ópticas en cómo ha sido representada con ambientes y escenarios muy diversos; desde el Madrid burgués de los barrios de Salamanca y Chamberí a los barrios humildes de las modistillas con sus verbenas, sus corralas y sus buhardillas miserables presentes en sainetes y zarzuelas.

Tanto en La cofradía de la pirueta como en La cofradía de los mirones (en adelante CP y CM) ese Madrid “castizo” es el escenario principal por el que transitan un conjunto de personajes proscritos: sablistas, hampones, falsos bohemios, mendigos y poetas frustrados que anhelan la gloria literaria, y a los que su vagancia y mala pluma les obliga a vivir de la gallofa en ambientes sórdidos de prostitución, marginación y violencia. En las dos cofradías los autores retratan la sociedad matritense de la época sirviéndose de la observación para recrear los ambientes por los que se movían estos individuos de la baja estofa, retratando de manera grotesca sus vicios, sus miserias y sus bajas pasiones.

De todos los enclaves pintorescos del Madrid de entre siglos, el más retratado en la literatura española ha sido, sin duda, la Puerta del Sol, convirtiéndose en el símbolo central de la bohemia literaria y de la vida nacional; lugar de encuentro entre los poetas y artistas que llegaban a Madrid con el ánimo de conquistar fama y gloria. Circundada por míticos Cafés, famosos por sus tertulias literarias, tabernas, teatros, pensiones y tugurios de mal vivir, la Puerta del Sol reunía lo más variopinto de la sociedad madrileña. Por sus calles y Cafés pululaban desde los personajes más ilustres de la alta sociedad, que alternaban con la «crema de la intelectualidad» más respetada y admirada, pasando por cuenta-sílabas desheredados de las musas, meretrices y cupletistas, torerillos ansiosos de fama, vividores ociosos y sablistas.

No es de extrañar, por tanto, que la Puerta del Sol, rodeada desde sus orígenes de leyendas e historias siniestras, despertara el interés de los escritores por la diversidad de gente que por ella transitaba de día y de noche. De ella diría Fernández de los Ríos que «no hay allí un palmo de terreno que no esté regado con la sangre de patriotas, de facciosos o de revolucionarios», y Cansinos-Assens la describiría como «el lugar bohemio por antonomasia, una clase de ágora donde pululaban literatos, bohemios y filósofos cínicos», mientras que para Antonio Machado era «la plaza y foro» de España. Es también en este mítico enclave, concretamente en el desaparecido Café de la Montaña, antes llamado Café Imperial, donde Valle-Inclán quedaría manco tras una pelea con el periodista Manuel Bueno Bengoechea. Emilio Carrère llegó incluso a dedicarle al “fórum matritense” una novela La conquista de la Puerta del Sol y un soneto alejandrino «Nocturno de la Puerta del Sol»:

El gran reló, en las sombras, parece una ruleta,
bolsín de los bigardos, lonja de las tusonas;
los pigres del sablazo y de la pirueta
plantan el campamento de sus vidas busconas.

Propicio acechadero del clásico cesante,
corazón del Madrid bullanguero y jovial;
tahúres en correos, toreros en levante,
cupletistas y cómicos del Café Colonial.

En la CP y la CM se describen las tertulias que se organizan en la calle y en los míticos cafetines de la ciudad, donde se congregan personajes singulares y estrambóticos que se ganan la vida pidiendo limosnas y embaucando a sus víctimas con engaños y timos. Uno de estos poetas malditos, que sucumbió al encanto de la bohemia mísera y golfista, fue el legendario Pedro Luis de Gálvez jefe de los hampones de la Puerta del Sol y según Cansinos-Assens «poeta con facha de bandido, ojos de búho, nariz corva, greñas hirsutas y hablar ceceante y rayente, alcohólico habitual, de un histrionismo innato agravado por el alcohol y hábil en todas las artimañas de la picaresca». (1945: 99). Este poeta golfemio fue el máximo representante de aquella «bohemia golfante» y se convirtió en leyenda, entre otras cosas, por haberse presentando en el Café de Fornos, muy cerca de la Puerta del Sol, con una caja de cartón en cuyo interior había un recién nacido muerto del que decía era su hijo y, mientras pasaba por la mesas del Café mostrando la caja a los allí presentes, pedía caridad para poder enterrar al desgraciado infante. Esta macabra historia la recoge Carrère en CP dándole aún más vivacidad a la leyenda:

[…] apareció en el umbral la pintoresca figura de Luis Villegas. […] y traía una caja de pino debajo del brazo. -¿Sabes, Ataulfo? Mi hijo, mi hijo Alberto se ha muerto ayer y no tengo dinero para enterrarle! Le he escrito al director de La Antorcha, y me ha dicho que me coma el cadáver, que ya está harto de darme dinero. (1956: 99)

La macabra «pirueta» del desgraciado padre da resultado y Luis Villegas consigue sablear a todos los «piruetistas» que están en el Café y que, aun siendo conscientes de que se trata de un engaño, echan mano al bolsillo y le dan unas cuantas monedas.

La Puerta del Sol adquiere una dimensión de personaje con identidad propia en ambos relatos, convirtiéndose, al mismo tiempo, en «un ojo que todo lo ve» y al que nada se le escapa a través del gran reloj que la corona. Así, tan importante es el lugar central que ocupa, como el hecho de que sea en ella donde esté ubicado el reloj de la Gobernación que marca los ritmos de la ciudad. El tiempo, pues, está ligado siempre a la Puerta del Sol como se refleja en el comienzo de las dos cofradías.

El primer encuentro que nos recrea Barriobero entre don Félix de Albandiego y don Rodrigo de Aliseda se produce «a las ocho en punto y en la celebradísima Puerta del Sol»; y «a las doce del día, la hora propicia para operar» Carrère sitúa al joven Ataulfo Roldán, un aspirante a poeta que sueña con alcanzar la gloria literaria, en el Café Oriental situado en la Puerta del Sol. A partir de ese momento, el desarrollo de la trama va a tomar una nueva óptica donde los autores buscan proyectar un nuevo enfoque a partir de la observación externa y situándose «por encima del hombro», con el objetivo de captar una realidad más fidedigna.

El retrato literario se basa principalmente en la captación visual, lo que proporciona a las dos cofradías una nueva forma de interpretación de los espacios y de los tipos recurrentes, construyendo una novedosa forma de crear literatura a través de la captación de imágenes simbólicas que aportan una mayor autenticidad a los retratos costumbristas. De esta manera, el lector puede apreciar las relaciones que los autores establecen entre la recreación literaria y la imagen visual desde la actividad del escritor curioso y fisgón, que mira con los ojos bien abiertos todo lo que acontece a su alrededor y que ya no busca la inspiración en la introspección silenciosa y recogida, sino en la interpretación de lo que ve.

En la CM todos los miembros de la cofradía, fisgones que se entrometen en la vida de los que “espían”, se dedican a la observación atenta y hasta persecutoria de los transeúntes a los que siguen con el objeto de recabar todos los pormenores que les acontecen. Los cofrades se dividen los enclaves y ambientes más concurridos de la ciudad para captar mejor diversas situaciones, desde planteamientos y enfoques múltiples, para luego reunirse y reproducir lo observado. En ambos relatos la vida de los personajes se retrata a partir de perspectivas y problematizaciones diferentes, pero siempre desde el filtro de una mirada que no cesa de observar. Es evidente que ambas cofradías giran en entorno al sentido visual, tanto en su estructura como en la descripción del perfil psicológico y la fisonomía de los personajes descritos a través del retrato grotesco, como el que realiza Carrére de Ataulfo, el poeta extremeño en la CP: «Tenía los ojos cansados, la tez macilenta, las barbas profusas; olía a hostal barato, a pobreza, con ese olor tinico de los vagabundos, de los que pasan muchas noches sin desnudarse», o el que realiza Barriobero de la cuadrilla de mendigos que se hacinan en la puerta de la iglesia y que recuerda al comienzo de la obra galdosiana Misericordia:

En la puerta del templo nos aguardaban ya todos los mendigos notables de la corte: la buena señora, de barriga hidrópica, que canta habaneras del año 12 al compás de su guitarra; el de la blusa azul y el rostro barbilampiño, que con voz femenina nos cuenta que no ha comido nunca; el de las piernas y los brazos recortados, que toca el cornetín pisando las llaves con los muñones […] (1911: 139)

Conclusión
Al hilo de lo expuesto, podemos concluir que Barriobero y Carrère articulan la observación como tendencia visual, ya desde sus respectivos títulos, que convergen además en una misma intención; retratar la oscura y mísera vida de sus personajes. Sin embargo, lo hacen desde enfoques no totalmente idénticos. La CM se basa más en el hecho fenomenológico de la pura observación de las escenas y personajes tipo de la sociedad matritenses de la época; mientras que la CP se centra más en los personajes marginales de la baja estofa y los ambientes más sórdidos por los que se mueven. Por otro lado, las imágenes están cargadas de cierta agresividad visual, como en la escena en la que se recoge la relación obsesiva de Ataulfo con Lola, que culminará con intento de violación y asesinato. Observamos también que ambos relatos muestran más interés en describir una realidad tal y como es, y no tanto en interpretarla, de ahí la importancia de la mirada y lo visual como descripción óptica y como forma de captar la realidad de manera aséptica y neutral, buscando describir con fidelidad y precisión la realidad que se contempla.

Pilar Llada Cienfuegos
Universidad Complutense

Bibliografía
ÀLVAREZ SÀCHEZ, Jiame (2003): «Bohemia, literatura e historia», Cuadernos de Historia Contemporánea, 25, pp. 255-274.
BARRIOBERO, Eduardo (1911): La cofradía de los mirones, en El cuento semanal, Núm. 231, Madrid, Imprenta artística española.
CARRÈRE, Emilio (1998): Antología, ed. A. Montero Padilla, Madrid, Castalia.
CONDE GUERRI, María José (1995). Madrid en la Novela, vol. IV, Madrid, Consejería de Educación y Cultura de la CAM (colección «Madrid en la Literatura»).
JIMÉNEZ ALONSO, Belén (2009): «Emilio Carrere y la mala vida en Madrid: bohemia, criminología y metapsíquica», Université Nice Sophia Antipolis.
ROMERO TOBAR, Leonardo (1968): «Madrid, motivo y tema literario», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, nº3, pp. 289-295.
SAÉZ MARTÍNEZ, Begoña (2013): «De la bohemia al paredón: Pedro Luis Gálvez en la literatura española de entresiglos», Consejería de Educación de la Embajada de España en Brasil.
SANABRIA, Carolina (2007): «El voayer en la literatura del siglo XX», en Filología y Lingüística, XXXIII (1): pp. 45-60.

 

Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴