EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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La catástrofe amorosa femenina en “Berenice” y “Ligeia” de Edgar Allan Poe

por Guadalupe Isela Garrido Vargas
Artículo publicado el 26/09/2024

Resumen
El presente trabajo tiene el objetivo exponer algunos puntos de comparación sobre la presencia de la mujer como personaje emblemático en la construcción del ambiente sobrenatural en dos cuentos de Edgar Allan Poe, “Berenice” y “Ligeia”. Es de subrayar que, en la obra literaria de este escritor, es recurrente que los personajes femeninos sufran alguna circunstancia extraña (un padecimiento poco común), que las traslade a un desenlace trágico; la muerte y el retorno a la vida. En lo referente a los personajes masculinos, éstos se ven trastornados por una atmósfera de incertidumbre ante lo acontecido, son las víctimas; incluso, para subsistir, lo justifican, ya sea a causa de alguna rara enfermedad o al consumo de algún narcótico. Finalmente, se destacan algunas similitudes temáticas y estilísticas.

Palabras clave: mujer, sobrenatural, muerte, extraño, incertidumbre.

 

Abstract
The purpose of this paper is to present some points of comparison regarding the presence of women as emblematic characters in the construction of the supernatural environment in two stories by Edgar Allan Poe, “Berenice” and “Ligeia”. It should be noted that, in the literary work of this writer, it is recurrent that female characters suffer from some strange circumstance (an uncommon illness), which leads them to a tragic outcome; death and return to life. Regarding male characters, they are disturbed by an atmosphere of uncertainty about what happened; they are the victims; in order to survive, they even justify it, either because of some rare illness or the consumption of some narcotic. Finally, some thematic and stylistic similarities are highlighted.

Keywords: woman, supernatural, death, strange, uncertainty

 

La trágica existencia de Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe fue un escritor estadounidense reconocido como uno de los maestros del relato corto de terror.  Nació en Boston el 19 de enero de 1809. Fue hijo de unos actores no destacados y antes de cumplir tres años de edad quedó huérfano; separado de sus dos hermanos, John Allan junto con su esposa Frances lo acogieron, gracias a ello se fue a vivir a Londres. Su padre adoptivo no lo apoyó en su carrera de escritor, pues éste quería que aprendiera leyes y comercio; por su parte, su madre adoptiva si lo hizo. Posteriormente se regresó a Boston en donde en 1827 publica su primer libro Tamerlán y otros poemas. Su economía se vio mermada por lo que se alistó en el ejército, sin embargo, tuvo problemas, de modo que, después de ser juzgado se fue a New York donde publicó su obra Poemas. Tiempo después consiguió trabajo como redactor en la revista Southhern Literary Messenger y allí publicó algunas de sus obras. Desde 1831 hasta 1835 permaneció en casa de su tía María Clemm y la hija de ésta, Virgina Eliza, su joven prima, quien se convirtió en su inspiración literaria al enamorarse de ella, de modo que el 22 de septiembre de 1835, a la edad de veintiséis años se casó con ésta, quien tenía solamente trece años.

En 1839 escribió su libro titulado Cuentos de lo grotesco y arabesco, el cual incluía obras como La caída de la casa Usher, Ligeia, William Wilson, entre otros. Sus finanzas mejoraron y se fue a vivir a Richmond con su esposa y suegra. En ese entonces desarrolló lo que posteriormente se conocería como novela policiaca con la obra Los crímenes de la calle Morgue. Su éxito fue en aumento con algunos relatos como El escarabajo de oro escrito en 1843, El cuervo y otros poemas en 1845 y El barril del amontillado en 1846. Además, escribió ensayos en donde examinó su propia metodología y escritura, tales como La filosofía de la composición, El principio poético y La racionalidad del verso.

Lamentablemente el 30 de enero de 1847 su esposa Virginia murió, tras este doloroso acontecimiento Poe continuó con sus problemas económicos y de alcoholismo, sin embargo, también fue cuando escribió algunas de sus obras más relevantes como Ulalume, así como su ensayo Eureka, siendo éste su último libro publicado. El 7 de octubre de 1849 falleció cuya causa fue atribuida a una congestión cerebral.

La catástrofe amorosa femenina como influencia en la obra literaria de Edgar Allan Poe
En la obra literaria de Edgar Allan Poe la representación de la mujer tiene un emblema que concluye en tragedia, lo cual se observa en los cuentos “Berenice” y “Ligeia”, entre otros más[1]. Es posible afirmar que la vida del autor haya motivado esta inspiración, pues las mujeres que le rodearon tuvieron finales trágicos, por ejemplo, su madre biológica, Elizabeth Arnold Poe, quien falleció a la edad de veinticuatro años; así como su prima y esposa Virginia cuyo deceso fue cuando tenía tan solo veinticinco, ambas a causa de la tuberculosis. Con lo anterior podría justificarse lo planteado en su Filosofía de la composición donde explica que, a partir del tema de la muerte crea el poema El cuervo pues en él lo plasma como universal y melancólico cuya tristeza es generada por el dolor de perder el amor de un amante:

Me pregunté: entre todos los temas melancólicos, ¿cuál lo es más, según lo entiende universalmente la humanidad? Respuesta inevitable: ¡La muerte! Y, ¿cuándo ese asunto, el más triste de todos, resulta ser también el más poético? Según lo ya explicado con bastante amplitud, la respuesta puede colegirse fácilmente: cuando se alíe íntimamente con la belleza. Luego la muerte de una mujer hermosa es, sin disputa de ninguna clase, el tema más poético del mundo; y queda igualmente fuera de duda que la boca más apta para desarrollar el tema es precisamente la del amante privado de su tesoro.  (Allan P, E., 1983: 167)

Es por ello que los cuentos a analizar serán “Berenice” y “Ligeia”, ya que cumplen con lo establecido por Poe; en ellos, los personajes femeninos fallecen a causa de alguna enfermedad que las consume y sus enamorados son quienes narran los acontecimientos, de tal suerte que son ellos, quienes atormentados por el dolor y la pena sufren las consecuencias de tal tragedia, ya sea a través de actos macabros y atroces o bien por alucinaciones generadas a raíz de algún trastorno o narcótico, tal como se verá enseguida.

La no muerte en “Berenice”
El cuento inicia con un epígrafe escrito en latín atribuido al poeta árabe Ebn Zaiat que dice “Dicebant mihi sodales, si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas” (p. 254), el cual se puede traducir como «Decíanme los amigos que encontraría algún alivio a mi dolor visitando la tumba de la amada», esto lo podemos interpretar como una prolepsis[2] a manera de sentencia sobre lo que sucederá en la historia, además de que dicha cita aparecerá nuevamente casi al final de la narración para confirmar lo ya mencionado, con lo cual se presenta un primer elemento para denotar lo trágico y terrorífico de la historia.

Este cuento presenta una narración in medias res[3], ya que el narrador da a conocer los acontecimientos que han de justificar el actuar de los personajes antes de profundizar las consecuencias de éstos. Lo cual se observa al inicio de la historia, al establecer lo que es la desdicha, segundo elemento que confirma el carácter trágico: “La desdicha es diversa. La desgracia cunde multiforme sobre la tierra. Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris, sus colores son tan variados como los de éste y también tan distintos y tan íntimamente unidos. ¡Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris!” (p. 254. De esta forma pone de manifiesto una cadena de desgracias que han de suceder, se adelanta a los acontecimientos dejando al lector con la incertidumbre de lo que sucederá, esto como una estrategia de suspenso, la cual Poe ha establecido en la mayoría de sus relatos.

La historia se centra en el romance entre Berenice y Egaeus, quienes están a punto de casarse; sin embargo, las enfermedades que cada uno ha presentado, son las que darán pauta a la tragedia de ambos. Por su parte, Egaeus, uno de los personajes protagónicos que además tiene la función de narrador desde una focalización interna fija; es el primo y prometido de Berenice, situación que se asemeja a la vida del autor. Dicho narrador nos introduce en el relato a través de una analepsis[4] para explicar la relación amorosa hacia su prima desde su niñez, así como para establecer la condición social de la cual ambos provienen. De esta forma presenta a Berenice, segundo personaje protagónico, que, si bien no tiene intervención alguna a través del diálogo, su presencia es la que dará pauta al desarrollo del infortunio que se desatará. La descripción que hace de ambos es a manera de una antítesis:[5]

Berenice y yo éramos primos y crecimos juntos en la heredad paterna. Pero crecimos de distinta manera: yo, enfermizo, envuelto en melancolía; ella, ágil, graciosa, desbordante de fuerzas; suyos eran los paseos por la colina; míos, los estudios del claustro; yo, viviendo encerrado en mí mismo y entregado en cuerpo y alma a la intensa y penosa meditación; ella, vagando despreocupadamente por la vida, sin pensar en las sombras del camino o en la huida silenciosa de las horas de alas negras. (p. 255)

Desde este momento se observa lo opuesto de sus vidas, mientras él es enfermizo, ella tiene toda la vitalidad de la juventud, hecho que poco ha de durar, puesto que también enferma: “—una enfermedad mortal— cayó sobre ella” (p. 256), tal padecimiento se trataba de una clase de epilepsia la cual terminaba en catalepsia, pues en reiteradas ocasiones cuando Berenice tenía sus ataques parecía que estaba muerta, sin embargo, momentos después se reincorporaba como si hubiera regresado de la muerte misma.

Por su parte, el padecimiento de Egaeus, consistía en una monomanía, con la cual justifica de manera absoluta los atroces y macabros actos que más tarde han de suscitarse, de tal suerte que dicho mal consistía en:

Una morbosa irritabilidad de esas propiedades de la mente que la ciencia psicológica designa con la palabra atención. […] en mi caso las facultades de meditación (por no hablar en términos técnicos) actuaban y se concentraban en la contemplación de los objetos más comunes del universo. [lo cual hacía] Reflexionar largas, infatigables horas con la atención fija en alguna nota trivial, […]estar absorto durante buena parte de un día […]; perderme toda una noche […]; soñar días enteros; […]; [así como] perder todo sentido del movimiento o de la existencia física, mediante una absoluta y obstinada quietud del cuerpo, mucho tiempo mantenida […] éstas eran algunas de las extravagancias más comunes y menos perniciosas provocadas por un estado de las facultades mentales, en realidad no único, pero capaz de desafiar cualquier tipo de análisis o explicación. […] En mi caso, el objeto primario era invariablemente trivial, aunque adquiría, mediante mi visión perturbada, una importancia refleja e irreal. (p. 256)

Con este razonamiento, Egaeus, promueve que su trastorno tiene una justificación médica y que no es responsable de lo que le hará a Berenice pues no es consciente de ello. Por otro lado, destaca su infortunio con el empleo de las comparaciones que respaldan su desventura: “¡Desplegada por el ancho horizonte como el arco iris!” (p. 254)

Egaeus, sabiendo de la enfermedad de su amada, “en un mal momento” (p. 257) le propone matrimonio, frase que el narrador emplea para reiterar el funesto presagio que está a punto de suceder. Es así que, en vísperas del matrimonio éste observó con detenimiento a Berenice quien entró a la biblioteca en donde se encontraba; momento en el cual el narrador recurre a una prosopografía[6] sobre la condición desmejorada de la joven: “Su delgadez era extrema, […] La frente era alta, muy pálida, […] Sus ojos no tenían brillo y parecían sin pupilas”; pero destaca la parte en la que se enfoca en su boca: “esquivé involuntariamente su mirada vidriosa para contemplar sus labios, finos y contraídos. Se entreabrieron; y en una sonrisa de expresión peculiar los dientes de la desconocida Berenice se revelaron lentamente a mis ojos. ¡Quiera Dios que nunca los hubiera visto o que, después de verlos, hubiera muerto!” (p. 258); con ello, aparece una sentencia avisando nuevamente de la catástrofe; pues si bien con anterioridad se había explicado que la monomanía presenta obsesiones por los pequeños detalles, los dientes de Berenice serían el motivo del acto macabro de Egaeus. Pues una vez que ella se retira, él se queda con la fijación sobre los dientes que lo aterraban:

Los veía con más claridad que un momento antes. ¡Los dientes! ¡Los dientes! Estaban aquí, y allí, y en todas partes, visibles y palpables ante mí, largos, finos y excesivamente blancos, con los pálidos labios contrayéndose a su alrededor, […] Entonces llegó toda la furia de mi monomanía, y yo luché en vano contra su extraña e irresistible influencia. Entre los muchos objetos del mundo externo sólo pensaba en los dientes. Los anhelaba con un deseo frenético. […]. Ellos, ellos eran los únicos que estaban presentes a mi mirada mental, […] llegaron a ser la esencia de mi vida intelectual. (p. 258)

Tal fue la obsesión que creía que éstos eran las ideas mismas de Berenice, lo cual le generaba pavor, de modo que su único pensamiento era poseerlos: “Me estremecí al atribuirles, en la imaginación, un poder sensible y consciente […] yo creía seriamente que toutes ses dents étaient des ídées. Des idées! ¡Ah, este absurdo pensamiento me destruyó! ¡Des idées! ¡Ah, por eso los codiciaba tan desesperadamente! Sentí que sólo su posesión me podría devolver la paz, devolviéndome la razón” (p. 259).  Es posible creer que el temor y la obsesión hacia los dientes fueran producto, además de su enfermedad, de cierta inseguridad, puesto que al inicio de la historia se dio a conocer la manera en cómo Berenice antes de su enfermedad se desenvolvía, era plena y libre, no le preocupaba nada; en cambio Egaeus, siempre estuvo enfermo, lo cual no le fue posible vivir como lo hizo su amada, entonces los dientes simbolizan la plenitud que él nunca tuvo y que ahora puede poseer a través de ellos.

Al día siguiente, después de otro ataque de epilepsia, la desafortunada Berenice al parecer había fallecido, y por la tarde ya la habían sepultado.  En este momento, el narrador hace un corte a la secuencia de la historia a manera de elipsis[7], pues solo se sabe que Egaeus se encuentra nuevamente en su biblioteca: “Me encontré sentado en la biblioteca, y de nuevo solo. Parecía que había despertado de un sueño confuso y excitante. Sabía que era medianoche y que desde la puesta del sol Berenice estaba enterrada. Pero no tenía una idea exacta, o por lo menos definida, de ese melancólico período intermedio” (p. 258). Con ello, el narrador deja nuevamente en claro que esto es una consecuencia de su enfermedad; sin embargo, a través de una anagnórisis[8] se revela lentamente lo que ha sucedido en ese lapso ambiguo: “Yo había hecho algo. Pero, ¿qué era? Me hice la pregunta en voz alta” (p. 259); en este momento observa y lee una frase subrayada en un libro: “Dicebant mihi sodales, si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas” (p. 259), haciendo referencia al epígrafe con el que inicia este relato; esto genera un terror en el personaje. Enseguida un criado le informa que la tumba de Berenice había sido profanada, estando aún viva, pues como se había mencionado con anterioridad, la epilepsia terminaba en catalepsia, haciendo creer que había muerto. La anagnórisis es más clara cuando el criado le hace saber que su ropa esta sucia de barro y sangre, con lo cual va a descubrir que fue él quien en su absorta e inconsciente meditación mutiló aún con vida a Berenice arrancándole los treinta y dos dientes:

Tenía huellas de uñas humanas. Dirigió mi atención a un objeto que había en la pared; lo miré durante unos minutos: era una pala. Con un grito corrí hacia la mesa y agarré la caja. Pero no pude abrirla, y por mi temblor se me escapó de las manos, y se cayó al suelo, y se rompió en pedazos; y entre éstos, entrechocando, rodaron unos instrumentos de cirugía dental, mezclados con treinta y dos diminutos objetos blancos, de marfil, que se desparramaron por el suelo. (p. 260)

En este cuento el narrador nos presenta una serie de acontecimientos que van in crescendo [9] hasta conocer la realidad monstruosa de los actos macabros de Egaeus respaldados por la perturbación de su monomanía, sin embargo, el extraer los dientes de su prima aun no muerta, podría ir más allá, es decir, el hecho de que ya no pueda hablar, ni expresar sus pensamientos o ideas, es un acontecimiento de violencia hacia la mujer que amaba, Berenice se convierte en víctima de la psicosis de su primo, es una situación antagónica, ya que con anterioridad la admiraba y cuidaba, ahora la silencia y lastima desfigurando su belleza; esto genera un ambiente grotesco y oscuro, convirtiéndose así en su oponente.

Por otro lado, es notable la reiteración hacia el tema de la muerte, y en el caso de Berenice al de la no muerte, pues se sabe que ésta no murió, estaba bajo un estado de catalepsia, del cual una vez enterrada viva, despierta. Algo semejante sucede con el cuento “Ligeia”, que, si bien la protagonista no padece la misma enfermedad, también de alguna manera esquiva a la muerte.

La presencia postmortem en “Ligeia”
Este relato posee una estructura de inicio semejante al de Berenice, ya que muestra un epígrafe en poema de Joshep Galnvill, donde los últimos tres versos han de presentarse en más de una ocasión para reiterar la sentencia de lo que acontecerá:

El hombre no se doblega a los ángeles,
ni cede por entero a la muerte,
como no sea por la flaqueza de su débil voluntad. (p. 262)

La historia se muestra con una narración in media res contada a partir de la voz del personaje protagónico, del cual no se menciona su nombre, pero a través de una analepsis intenta recordar, aunque no con certeza, la época que compartió al lado de su esposa Ligeia: “Largos años han transcurrido desde entonces y el sufrimiento ha debilitado mi memoria” (p. 262). A diferencia de “Berenice”, en esta historia se puede apreciar el amor desmesurado que el narrador sintió por Ligeia, así como su absoluta admiración hacia su belleza, lo cual se manifiesta con abundantes prosopografías que abarcan poco más de una tercera parte de la narración, empleando algunas frases como: “quien fuera mi amiga y prometida, luego compañera de estudios y, por último, la esposa de mi corazón”, “Ninguna mujer igualó la belleza de su rostro”; “su hermosura era, en verdad, ‘exquisita’” (p. 262); sin embargo, la atención que se pone a los ojos es exhaustiva, emplea frases como: “los grandes ojos de Ligeia”; “Eran, creo, más grandes que los ojos comunes de nuestra raza, más que los de las gacelas de la tribu del valle de Nourjahad”; “Los ojos eran del negro más brillante, velados por oscuras y largas pestañas” (p. 263), y finalmente su fascinación la describe así: “¡Aquellos ojos! ¡Aquellas grandes, aquellas brillantes, aquellas divinas pupilas! Llegaron a ser para mí las estrellas gemelas de Leda, y yo era para ellas el más fervoroso de los astrólogos” (p. 264).  Pero al mismo tiempo, le generaba cierto terror, el cual se hará visible casi al final de la historia: “Y no podía yo medir esa pasión como no fuese por el milagroso dilatarse de los ojos que me deleitaban y aterraban al mismo tiempo” (p. 264).
De igual modo, se extasiaba con la sabiduría de ésta, pues su saber era:

Inmenso, como nunca lo hallé en una mujer. Su conocimiento de las lenguas clásicas era profundo, y, en la medida de mis nociones sobre los modernos dialectos de Europa, nunca la descubrí en falta. A decir verdad, en cualquier tema de la alabada erudición académica, admirada simplemente por abstrusa, ¿descubrí alguna vez a Ligeia en falta? […] sus conocimientos eran tales que jamás los hallé en otra mujer, […] las adquisiciones de Ligeia eran gigantescas, eran asombrosas. (p. 265)

A diferencia de Berenice, se observa que Ligeia era una mujer culta e independiente admirada y amada intensamente por el personaje. Pero a semejanza de aquella, también Ligeia cae enferma y muere. Cabe destacar que Ligeia no quería morir, pues tenía un “salvaje deseo de vivir, vivir, sólo vivir” (p. 265), pese a ello su vida “huía ahora tan velozmente” (p. 266). Ya en su lecho de muerte pide a su esposo que lea unos versos que ella misma había escrito, al finalizar ella se incorpora y menciona dos frases del mismo poema, la primera expresa que “El hombre no se doblega a los ángeles, ni cede por entero a la muerte, como no sea por la flaqueza de su débil voluntad” (p. 267), la segunda, es la parte final del epígrafe antes mencionado: «El hombre no se doblega a los ángeles, ni cede por entero a la muerte, como no sea por la flaqueza de su débil voluntad» (p. 262), y después de ello fallece. Se observa así una anáfora, en cuya repetición de frases se hace hincapié a la desobediencia a perecer, además cumple con la función de prolepsis, al mostrar indicios de lo que sucederá al final de la historia como una sentencia.

Posterior al deceso el protagonista se hunde en la tristeza y melancolía, al grado de sobrellevar y evadir su realdad a través del consumo de opio: “Me había convertido en un esclavo preso en las redes del opio” (p. 268) razón con la cual justifica sus actos, tales como la falta de concentración para recordar algunos acontecimientos y las alucinaciones que han de presentarse. Es entonces que decide adquirir una abadía en Inglaterra, lugar en el cual pide, no muy convencido, a lady Rowena matrimonio, pues la ausencia de Ligeia lo obliga a buscar abrigo en otra mujer sin sentir amor verdadero: “Hablaré tan sólo de ese aposento por siempre maldito, donde en un momento de enajenación conduje al altar —como sucesora de la inolvidable Ligeia— a lady Rowena Trevanion de Tremaine, la de rubios cabellos y ojos azules” (p. 268). Al igual que él, Rowena no lo amaba con intensidad: “Que mi esposa temiera la índole hosca de mi carácter, que me huyera y me amara muy poco, no podía yo pasarlo por alto; pero me causaba más placer que otra cosa” (p. 269), situación que no le era trascendente, puesto que él seguía amando a Ligeia, era inevitable pensar en ella: “Mi memoria volaba (¡ah, con qué intensa nostalgia!) hacia Ligeia, la amada, la augusta, la hermosa, la enterrada. Me embriagaba con los recuerdos de su pureza, de su sabiduría, de su naturaleza elevada, etérea, de su amor apasionado, idólatra” (p. 269). No obstante, la unión con la segunda esposa poco habría de durar, ya que al segundo mes de casados Rowena enfermó súbitamente, reponiéndose de manera lenta hasta llegar al restablecimiento total. Sin embargo, se presentó un segundo trastorno más agresivo del que ya no le fue posible sanarse del todo, y además era recurrente: “Su mal, desde entonces, tuvo un carácter alarmante y una recurrencia que lo era aún más, y desafiaba el conocimiento y los grandes esfuerzos de los médicos. […] —el cual parecía haber invadido de tal modo su constitución que era imposible desarraigarlo por medios humanos” (p. 270). Se observa un indicio hacia lo sobrenatural, pues tal enfermedad alude a la imposibilidad de tener una razón científica.

Por otro lado, cabe mencionar que el narrador realiza una exhaustiva topografía de la cámara nupcial, con el fin de generar un ambiente terrorífico y fantasmagórico:

La habitación estaba en una alta torrecilla de la abadía fortificada […] El techo, de sombrío roble, […] decorado con los motivos más extraños, más grotescos, de un estilo semigótico, semidruídico. […] En cada uno de los ángulos del aposento había un gigantesco sarcófago de granito negro proveniente de las tumbas reales erigidas frente a Luxor, con sus antiguas tapas cubiertas de inmemoriales relieves. […] Para el que entraba en la habitación tenían la apariencia de simples monstruosidades; […] El efecto fantasmagórico era grandemente intensificado por la introducción artificial de una fuerte y continua corriente de aire detrás de los tapices, la cual daba una horrenda e inquietante animación al conjunto. (p. 269).

Esta descripción permite preparar al lector para lo que enseguida se contará. Ya en vísperas del deceso de Rowena, su esposo al verla debilitada busca un vino que le había prescrito el médico con el fin de que mejorara, en el trayecto de su búsqueda el narrador presencia algunos acontecimientos extraños los cuales pretende explicar a causa de los efectos del opio que consume: “Sentí que un objeto palpable, aunque invisible, rozaba levemente mi persona, y vi que en la alfombra dorada, en el centro mismo del rico resplandor que arrojaba el incensario, había una sombra, una sombra leve, indefinida, de aspecto angélico, como cabe imaginar la sombra de una sombra. Pero yo estaba perturbado por la excitación de una inmoderada dosis de opio” (p. 271); con ello, el narrador deja ver indicios del regreso de Ligeia, quien ronda, como fantasma de la muerte, a Rowena. Finalmente, ésta bebe el vino, se agrava y muere. Una vez que es preparada en su lecho de muerte, su esposo empieza a alucinar, y a creer que Rowena aún estaba viva, pues su cadáver había recobrado color, incluso había observado algún leve movimiento de éste, lo cual sucedió no solamente en una ocasión, pero al ver que la difunta volvía a perecer, él prefirió dejarse llevar por las visiones que tenía de su primera esposa. Es en este momento cuando la historia va in crescendo, ya que las reiteradas fallidas resucitaciones provocan un entorno sobrenatural, el cual da pauta a la anagnórisis que presencia el narrador cuando se percata que: “El cadáver, repito, se movía, y ahora con más fuerza que antes […] los miembros se relajaron […], aquel ser amortajado avanzó osadamente, palpablemente, hasta el centro del aposento” (p. 274), sin embargo, dudaba si se trataba de Rowena, finalmente, al acercarse al cuerpo, éste:

Dejó caer de la cabeza, sueltas, las horribles vendas que la envolvían, y entonces, en la atmósfera sacudida del aposento, se desplomó una enorme masa de cabellos desordenados: ¡eran más negros que las alas de cuervo de la medianoche! Y lentamente se abrieron los ojos de la figura que estaba ante mí. «¡En esto, por lo menos —grité—, nunca, nunca podré equivocarme! ¡Éstos son los grandes ojos, los ojos negros, los extraños ojos de mi perdido amor, los de lady… los de LADY LIGEIA!» (p. 275).

Como se puede apreciar, el narrador se encuentra ante la presencia postmortem de su amada Ligeia, quien, antes de fallecer, había sentenciado que “El hombre no se doblega a los ángeles, ni cede por entero a la muerte” (p. 267), pues al resistirse a ésta, en todo momento de la narración estuvo presente a través de las alucinaciones opioides de su esposo hasta resucitar.

Como se observó en este análisis, es posible afirmar que estos cuentos tienen varios rasgos en común; como ya se ha dicho la estructura de ambas historias inicia con un epígrafe cuya función es la de establecer una sentencia sobre el camino que seguirán las tramas; en “Berenice”, la paz en la tumba de la amada; en “Ligeia”, la negativa para aceptar la muerte. En ambos casos, estas mujeres regresan de la muerte, ya sea porque una nunca murió y la otra resucitó; es decir, el tema recurrente de Poe es el deceso de la mujer amada en un entorno macabro y fantasmagórico sobrenatural, el cual es considerado como melancólico universal, suscitado por la pérdida de la mujer amada, donde el personaje masculino protagónico es el generador del acto terrorífico[10] o es quien lo va descubriendo[11].

Cabe mencionar que en el cuento de “Ligeia” aparece una segunda mujer, Rowena, quien intenta suplir a la primera esposa, lo cual no será posible, ya que para el esposo su único y absoluto amor fue Ligeia. De igual modo, las historias se narran en in media res, ya que los acontecimientos se disponen desde la mitad de la obra, hacia una retrospección para justificar y explicar lo que ha de suceder más adelante. Por otro lado, las tramas aparecen in crescendo, hasta llegar a la anagnórisis con el fin de ir revelando datos esenciales que den pauta para entender la historia y llegar al desenlace inesperado, pues éste “se ve enmarcado por una atmósfera siniestra en la cual el escenario predispone acontecimientos macabros, pero de final no predecible. El enfrentamiento de fuerzas ocultas en el hombre, en lucha constante, en este caso, con la débil naturaleza del narrador orientan, sin embargo, a un final patético y horripilante” (Alvarado V., Ó. 2009: 11), con ello en ambas historias los desenlaces terroríficos son imprevistos y trágicos, pues la mujer se presenta como oponente al hombre, ya sea por no amarla tanto como en Berenice y en Lady Rowena, o por amarla demasiado como con Ligeia.

En lo que se refiere a los personajes protagónicos femeninos, éstas se ven afectadas por una enfermedad que las consume; en Berenice, la epilepsia que concluía con eventos catalépticos, al grado de creerla muerta. En Ligeia, una enfermedad que no se precisa, solo se sabe que le generaba fiebre y la consumía hasta morir. Pero, también en Rowena se da una enfermedad que termina con su existencia; lo cual indica que en la narrativa de Poe las mujeres deben de tener un desenlace funesto relacionado con la muerte, porque simbolizan la tragedia: “La imagen de la mujer adquiere en Poe una simbología trágica, detrás de la cual se desliza el terror, lo macabro y lo siniestro en forma paralela a la impotencia del hombre, poseído por el terror mismo, víctima de un medio hostil y destructor” (Alvarado V., Ó. 2009: 11); de igual modo, ambos narradores describen de manera exhaustiva la belleza inexorable de las mujeres amadas, aunque en el caso de Ligeia también se enfoca a su sabiduría, la cual es admirada por su amante. Algo importante a destacar de las protagonistas son algunas diferencias, ambas eran amadas por sus parejas, sin embargo, en el caso de Ligeia, ese amor era desmesurado, tan es así que nunca la pudo olvidar y en cada recuerdo la invocaba hasta que ésta resucita, a pesar de haberse casado con lady Rowena para intentar olvidarla; en cambio en Berenice, la muerte permite a Egaeus lograr sentir cierto alivio al haber poseído los dientes, objeto de su obsesión.

Por otro lado, los personajes masculinos, además de ser protagónicos, son quienes narran la historia desde una focalización interna; a través de la locura y la ambigüedad. En Berenice, su prometido, Egaeus, justifica sus acciones atroces y dementes a causa de su enfermedad: la monomanía; en Ligeia, cabe mencionar que el esposo y narrador no tiene un nombre propio; y sus acciones son determinadas bajo los efectos del consumo del opio, generando alucinaciones que terminan en acontecimientos inciertos y ambiguos. Dichos hombres presentan una obsesión que conduce al ambiente terrorífico de las historias; en “Berenice” la fijación se centra en los dientes de ésta, los cuales han de ser arrancados por Egaeus para encontrar su paz; en “Ligeia”, la obsesión se da en la misma mujer amada, pues perturba la mente de su esposo en todo momento a pesar del tiempo transcurrido desde la muerte de ésta, haciendo que al final reviva. Finalmente, estas obras revelan la audacia literaria con la cual Poe es considerado el padre del relato corto y del cuento de terror, cuyas historias toman como eje la figura femenina considerada un elemento que acarrea lo trágico en un entorno terrorífico.

Guadalupe Isela Garrido Vargas
Artículo publicado el 26/09/2024

Referencias:
Allan P, E. (1983). Cuentos completos. Volumen I. México: Círculo de lectores.
Alvarado V, Ó. (2009). Berenice: la mujer, figura trágico-fantasmal. Revista de Lenguas Modernas, (10). https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/rlm/article/view/8876
National geografic. (s.f.). http://historia.nationalgeographic.com.es/a/edgar-allan-poe-maestro-literario-terror_14764
Quintana Tejera, Luis. (2019). Las trampas de la retórica. La historia literaria puesta en controversia. México: Trajín.
Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. (Consultado el 20/mayo/2024). Diccionario panhispánico de dudas. https://www.rae.es/dpd
NOTAS
[1]
La tragedia también se encuentra en el cuento “El gato negro” donde el personaje femenino muere asesinado por un accidente en manos de su esposo.
[2] Se refiere a lo que sucederá en la historia. (Quintana Tejera, Luis., 2019: 273).
[3] Es cuando la obra comienza partiendo desde este hecho hasta llegar al desenlace. (Quintana T, L., 2019: 244).
[4] Se refiere al desarrollo de lo acontecido en el pasado. (Quintana T, L., 2019: 91).
[5] Asociación de dos palabras o frases contrarias, cuya finalidad es realzar el valor expresivo de cada uno de los elementos opuestos. Se puede dar entre dos sintagmas distintos o entre los elementos de un mismo sintagma. (Quintana T, L., 2019: 94).
[6] Descripción minuciosa de los aspectos físicos de una persona. (Quintana T, L., 2019: 200).
[7] Omisión de una o varias palabras en una frase [incluso una supresión de una parte de la historia para que el lector la interprete]. (Quintana T, L., 2019: 157).
[8] Se trata de un recurso de la retórica que lleva a un personaje a descubrir y reconocer su identidad o la identidad de un tercero, un suceso que modifica su conducta posterior. (Quintana T, L., 2019: 90).
[9] Locución adverbial italiana que significa aumentando progresivamente. RAE
[10] En el caso de “Berenice”.
[11] En el caso de “Ligeia”.
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9 comentarios

Me gusta como Poe parece utilizar la figura de la mujer como un símbolo de lo enigmático y lo inasible; su muerte y el retorno a la vida pueden leerse como una representación de la angustia masculina frente a lo desconocido. Sin embargo, esta recurrente victimización de los personajes femeninos puede llevar a cuestionar si Poe realmente les otorga agencia o si, en cambio, se convierte en un mero vehículo para explorar la psicología masculina. La fragilidad de las mujeres en sus relatos, asociada a enfermedades y sufrimientos, a menudo las despoja de su humanidad, convirtiéndolas en meras proyecciones de las ansiedades masculinas.

Por otro lado, el enfoque en los personajes masculinos, que aparecen como víctimas atrapadas en una atmósfera de incertidumbre, sugiere que la narrativa de Poe no solo se centra en el horror sobrenatural, sino también en el desasosiego que provoca el enfrentamiento con la muerte.

Por Dulce Esperanza Puerta Medina el día 31/10/2024 a las 10:55. Responder #

Es increíble como interpreta el artículo, es geniaaal!!

Por Wendy Saraí el día 05/10/2024 a las 14:17. Responder #

Muy buena redacción, ojalá poder leer más de esto!

Por Natalia el día 04/10/2024 a las 02:45. Responder #

Me encantó

Por Melanie el día 04/10/2024 a las 01:13. Responder #

Es interesante como la catástrofe amorosa femenina se manifiesta a través de la obsesión enfermiza de los protagonistas masculinos por las mujeres, quienes, al morir, se convierten en figuras macabras, asi como la idealización del amor en el terror de la pérdida y la resurrección.

Por Paola Josseline Moreno Vázquez el día 04/10/2024 a las 00:59. Responder #

Se me hace muy interesante como la catástrofe amorosa femenina se manifiesta a través de la obsesión enfermiza de los protagonistas masculinos por las mujeres, quienes, al morir, se convierten en figuras.
Así como la idealización del amor en el terror de la pérdida y la resurrección.

Por Paola Josseline Moreno Vázquez el día 04/10/2024 a las 00:57. Responder #

Muy bonito el artículo de la maestra Isela.
ya queremos que publique más! <3

Por Valeria Lileny Villeda Suarez el día 03/10/2024 a las 19:23. Responder #

Muy bonito el artículo de la maestra Isela.
nos comparte su pasión por la literatura, ya queremos que publique más!<3

Por Valeria Lileny Villeda Suarez el día 03/10/2024 a las 19:22. Responder #

Es fascinante la forma en como lo redacta, espero con ansias seguir leyendo comentarios o refacciones por parte de usted!!!!

Por Fermín Escobar lagunes el día 03/10/2024 a las 15:59. Responder #

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Requerido.

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