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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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La construcción contemporánea de las identidades femenina y masculina en dos cuentos colombianos.

por Magda Zulena Trujillo Rodríguez
Artículo publicado el 14/11/2007

Luz Mary Giraldo afirma en sus estudios sobre la literatura contemporánea colombiana, que a partir de los años 70 se viene configurando una literatura nacional que rompe con los paradigmas escriturales que representaron para su época Jorge Isaac, José Eustasio Rivera, Álvaro Mutis y Gabriel García Márquez, ocasionando la búsqueda de nuevos cánones, por parte de escritores, que han propuesto nuevas formas de recrear el oficio literario acudiendo a diversos temas, enfoques y empleos del lenguaje.

Por ello, la literatura contemporánea tiene en común su carácter disímil, es decir que lo que la identifica será precisamente la proliferación de posiciones en cuanto al contenido y la forma de organización del material verbal. No obstante, un punto de convergencia de una gran parte de los escritores contemporáneos, es el abandono de los temas bucólicos y la exaltación de los paisajes rurales, para pasar a la representación del individuo en las urbes.

En esa medida, puedo hablar de una literatura que tiene como escenario las grandes ciudades: su arquitectura, su desarrollo tecnológico, su impersonalidad, la soledad, el vacío, etc., donde se recrean los conflictos que el individuo vive en la asimilación de este espacio, ya sea en lo social, lo cotidiano o lo psicológico : “ El espacio urbano adquiere presencia en la literatura como telón de fondo, como contraste con el espacio rural en la tensión civilización-barbarie o como imagen de construcciones arquitectónicas y diversidad de clases sociales y comportamientos psicológicos . “ (Giraldo, 2006)

Desde esa perspectiva, dentro de la descripción de la urbe, se deja de lado la problematización en cuanto a su expansión, los cinturones de miseria o el crecimiento demográfico, para poner de relieve las reafirmaciones individuales del ser dentro de este espacio, mostrando así la manera de sentir, vivir y pensar. De una u otra modo, la nueva literatura recrea la forma de vida de hombres y mujeres, en su interacción constante con los fenómenos propios de las ciudades: “La novela de las ciudades presenta una cosmovisión donde el espacio interno y el externo se integran correspondiéndose, en un movimiento constante donde se cruzan caminos, ideas, valores, psicologías, convicciones, utopías, decadencias, ruidos y silencios”. (Giraldo, 2006)

Así, si se tiene en cuenta que dentro de la narrativa actual colombiana, el tema de lo urbano se reviste de un valor especial para comprender una cosmovisión en la que se desenvuelve los imaginarios de los individuos en el intercambio con las realidades circundantes puedo analizar dentro de ella, la edificación de las identidades genéricas masculinas y femeninas como expresión de esa “correspondencia interna y externa” en el cual se afirman y relacionan hombres y mujeres.

Teniendo en cuenta lo anterior, en el siguiente artículo analizo en dos cuentos colombianos, Una va sola de Consuelo Triviño y Round Midnigh de Efraim Medina Reyes, la construcción contemporánea de la feminidad y la masculinidad, como tema susceptible de ser estudiado dentro de la narrativa urbana del país.

Para llevar a cabo tal propósito, tomo como referentes teóricos, los estudios que del género, viene realizando las ciencias sociales, las aportaciones de los Men’s Studies, en la definición de las masculinidades y algunos conceptos sociológicos sobre los estudios urbanos. Así como elementos propios de la teoría literaria.

De esta forma, divido este articulo en las siguientes sesiones: primero una conceptualización sobre el género, segundo un acercamiento al análisis de la forma composicional desde una perspectiva de genero, tercero el análisis de la forma arquitectónica centrado en la construcción de las identidades femeninas y masculinas dentro de la literatura urbana y cuarto algunas conclusiones al respecto.

UN CONCEPTO DE GÉNERO
Antes de entrar a analizar las identidades femeninas y masculinas, es necesario ahondar un poco sobre la concepción de género de donde parto para elaborar este análisis, pues dicha definición podrá dilucidar la perspectiva de estudio que realizo.

Desde principios del siglo XX, las ciencias sociales han venido adelantando diversos estudios sobre los alcances de los roles sexuales en una sociedad, con el aporte que en los años 70s hace el feminismo, el estudio de género toma una dimensión teórica y política, que logra apartar a las consideraciones esencialistas sobre el ser femenino y masculino, al poner de relieve que dichas identidades son construcciones culturales dadas en una determinada sociedad.

En la actualidad, las disertaciones sobre el género siguen siendo un campo de investigación, al cual se le han sumado múltiples aportaciones de otras áreas de estudio como el psicoanálisis, y su asociación solo con el feminismo es un error de desconocimiento, pues si bien la critica feminista sigue en la discusión sobre género, no solo es una perspectiva de estudio, retomada por los estos grupos.

En esa medida, una concepción completa y actual de género sería aquella que retoma las dimensiones biológicas, sociales y sicológicas sobre la conformación de las identidades en una cultura y tiempo determinado.

Así, el genero puede concebirse según Milagros Rivera como un » sistema simbólico o de significado que está constituido por dos categorías que son complementarias entre sí pero que se excluyen mutuamente, y en las cuales están comprendidos todos los seres humanos» (Rivera,2006 ) . Dicha definición vendría a tocar aspectos importantes sobre la configuración de lo femenino y masculino, al plantear que sobre todo el género es una construcción cargada con ciertos significados, que son atribuidas a los sexos desde el momento de nacer.

Cabe complementar esta definición, con lo propuesto por Marta Lamas en su artículo sobre cuerpo e identidad, donde reflexiona acerca del vinculo entre lo psíquico y social, traducido en los comportamientos que son socialmente impuestos y los que sicológicamente son asumidos, en la asimilación de la cultura por los hombres y las mujeres, en el proceso de construcción de sus identidades sexual.

Frente a lo anterior, Lamas hará una separación entre lo que denominó identidad genérica e identidad sexual: “en este ensayo yo denomino identidad genérica al sentimiento de pertenencia al sexo femenino o masculino, e identidad sexual al posicionamiento del deseo de una persona: homosexual o heterosexual” ( Lamas, 1995:63).

En ese sentido, defino al género como esa construcción cultural, donde se mueven las diversas identidades, es decir que dentro de las categorías existentes en occidente, como lo son las femeninas y masculinas, se construyen múltiples identidades sexuales – heterosexual, gay, lesbica, bisexual-, en el proceso de interacción entre el sujeto y las imposiciones sociales.

La mirada del género en la literatura, implicará entonces el análisis en la forma compositiva y arquitectónica [1], del proceso de constitución de las identidades genéricas y sexuales dentro de la obra. Por tanto, en la forma compositiva examino, como la manera particular de organización verbal, muestra algunos posicionamientos frente al género, mientras que en la forma arquitectónica, reviso desde un análisis psicológico y sociológico, como el autor o autora evalúa lo femenino frente a lo masculino y las distintas identidades sexuales, como prácticas culturales cambiantes.

LA NARRACIÓN DESDE UNA MIRADA DE GÉNERO
Un elemento importante e incuestionable, que plantea la discusión de género, es el poder, entendido como el control ejercido por un grupo sobre otro. En esa medida se habla de que históricamente en muchas culturas, el género masculino ha utilizado formas de coerción físicas y discursivas para mantener la subordinación y discriminación a mujeres y a homosexuales.

Cabe resaltar aquí, como los discursos falocentricos han dispuesto una forma particular de ver el mundo, que en cierta medida ha excluido a las mujeres y a todo lo que no tenga que ver con la noción de masculinidad. La tradición literaria no es ajena a estas prácticas discursivas, pues aunque la mujer ha sido personaje y hasta protagonista de las obras escritas por hombres, su imagen ha sido reflejo de los imaginarios masculinos que en su mayoría obedecen a los esteriotipos duales virgen/ puta, impuestos por el sistema patriarcal.

Igualmente, gran parte de la literatura escrita por hombres y en menor medida por mujeres[2], ha tendido a utilizar un lenguaje masculinizado que invisibiliza al otro género, es decir que la mujer como personaje literario ha sido objeto silenciado del discurso masculino, mas que un sujeto sin prejuicios y con voz propia: “La mujer… ha sido un objeto del discurso masculino y no un sujeto con un discurso propio y su práctica del lenguaje ha sido un reflejo de la masculina” (Jaramillo;1993:6)

Esto debido a la generalización hombre como humanidad, que sugiere una falsa inclusión de lo femenino, pero que en verdad nunca ha considerado a la mujer como lo mismo sino como un ente soslayado, perteneciente de forma secundaria al género humano.

Sin embargo, atendiendo a lo planteado al principio de este escrito, sobre la tendencia en la “búsqueda de nuevos cánones”, en la literatura colombiana de fin de siglo, existe una proliferación de voces y de discursos en las narraciones que antes estaban ocultas o relegadas. Es así como un numero significativo de obras escritas en la actualidad, han dejado hablar voces antes silenciadas como la de las mujeres, homosexuales, lesbianas, pero ya no como objeto del discurso masculino, sino como sujetos que reafirman su identidad y reconstruyen la del otro u otra, sin negarlos.

De esta manera, teniendo presente que Triviño y Medina, hacen parte de esa tendencia que busca proponer nuevas directrices de escritura, es necesario hallar en los dos cuentos seleccionados para este análisis, formas recientes de tratar discursivamente las relaciones de género o por el contrario comprobar el uso de formas tradicionales de establecer las jerarquías genéricas.

En consecuencia, la forma de narración de cada uno de los cuentos analizados, Una va sola y Round Midnigh, tiene en común un narrador de tipo homodiegético es decir que esta presente como personaje en la historia, e intradiegético [3] analizando los acontecimientos desde el interior. Dicha características del narrador pone de relieve, una narración de los hechos vividos por los personajes, que están en constante reflexión sobre su ser.

Es decir que el empleo de un personaje como narrador de la historia, logra evidenciar una característica de los individuos en las grandes urbes: la auto-reflexión como fenómeno de la soledad. Ambos personajes narradores, están en constante discusión consigo mismo, en evaluación de su actuar, llevando al máximo el uso de su tiempo personal: “A una le quitan las ganas de reír esas caras de reprimidos que hacen pensar que esta ciudad es insufrible” (Triviño; 1998: 263)

“Por mi mente discurren cientos de escenas iguales: el mismo hotelucho con baño compartido del fondo de un sótano de un sórdido pasillo…” (Medina, 2004: 316)

Unido a esta auto- reflexión de su actuar, se halla una indagación sobre el significado de ser hombre y ser mujer en esta sociedad, que se evidencia en la organización verbal de los cuentos.

Así, Consuelo Triviño acude a una forma de escritura, que rompe con una morfología narrativa, la cual debiese tomar al narrador homodiegético- intradiegético, en el modo o punto de vista verbal que incluye a la primera persona en la acción- Voy sola-, no obstante en el cuento la primera persona se excluye del verbo, haciendo un énfasis especial en el yo y nombrando todo en femenino : “Una va por ahí bajo la tarde soleada…A una le quitan las ganas de reír… y eso que una procura no mirar a fondo todo lo que la rodea” ( Triviño,1998: 263)

Esta forma particular de morfología narrativa, es decir como el relato aparece narrado[4], viene a visibilizar las particularidades del ser femenino, como oposición al silencio de las mujeres, presente en la tradición literaria. Lola Luna dice que “aunque la categoría del silencio puede ser polifónica y polisémica en tanto que espacio para la interpretación, romperlo significa apropiarse de un lenguaje por parte de un sujeto y por tanto de un orden simbólico”. (Luna,1996:72)

Por ello, el sujeto femenino en el cuento Una va sola , se apropia del lenguaje para evidenciar su modo de ser y de pensar, dentro del sistema simbólico en el cual habita, esto hace que el cuento logre dilucidar una posición de la autora frente a la construcción de la identidad femenina, direccionada a romper la imagen de la mujer objeto – silenciada, al dejar ver a la mujer como sujeto- protagonista de la historia:“Una se tapa los ojos y los oídos para no ver ni oír, para no admitir, que eso de decir una cosa y hacer otra, es igual a todo el mundo”. (Triviño.1998:264)

Por su parte, el cuento de Efraim Medina, tiene una construcción morfológica de la narración, que responde a los requerimientos formales del uso de los sujetos y acciones, sin embargo la sintaxis narrativa u organización de la narración en la historia, rompe la lógica del relato lineal, al hacer un juego constante de analepsis[5], que devuelve al personaje- narrador a una parte de su historia personal, para repensar hechos del presente: “Una vez, mientras cenábamos en compañía de JC, había dicho que era una buena señal que me gustase el Jazz” (Ibíd. 318).

Del mismo modo, el cuento hace uso de un discurso directo que en ocasiones incluye uno indirecto, donde los hechos son mostrados por el personaje principal que es también narrador y resume las acciones del otro personaje; esta forma particular de presentar el discurso cobra un significado especial cuando el narrador intradiegético que es Sergio, emplea un lenguaje que raya en lo escatológico, en el que las escenas eróticas y la recreación del otro género son descritas sin ninguna inhibición o romanticismo, sino con un morbosidad grotesca que deja poco espacio a la imaginación idílica : “Ella retuvo el semen en la boca, fue hasta la mesa y lo depositó sin muchas consideraciones en un vaso : el semen resbaló por el borde hasta quedar amontonado en el fondo. No era mas que un escupitajo beige” (Ibíd.307)

Este repetido uso de analepsis, sugiere una nostalgia que unido a la procacidad del lenguaje, deja ver a un individuo dual y contradictorio, que se mueve entre lo trascendental y lo banal, en esa medida el sujeto masculino impone su voz para representar sin tapujos su sexualidad e incluir por medio de un discurso indirecto la voz femenina (como lo ha hecho típicamente gran parte de escritores) con la cual se relaciona, sin embargo a pesar de que la voz masculina se impone con vacuidad frente al otro género , la narración deja espacio para la reflexión y en cierto punto, se pone al margen para que el silencio femenino se rompa: “Ella tenía razón , mi espíritu estaba reseco, mi picha había chapoteado en cientos de vulvas sin hallar fondo, sin encontrar lo que debe saberse antes de morir.” (Ibíd..316)

LO FEMENINO Y LO MASCULINO EN LA URBE
Una vez realizado un acercamiento, a la interpretación de la manifestación masculina y femenina en la forma en que esta escrita los cuentos, puedo avanzar hacia el análisis de la construcción de las identidades masculinas y femeninas en el contenido.

Para esto, debo mencionar la incidencia de lo urbano en la formación de las identidades genéricas y sexuales de los individuos. En esa medida es importante anotar, como el creciente proceso de urbanización de la sociedad colombiana, trajo consigo una proliferación de sistemas simbólicos, que renovaron la visión tradicional y homogénea sobre el ser hombre y ser mujer, propias de algunas regiones rurales.

Esto es debido, dentro de muchas causas, a la inserción de la mujer a los espacios públicos de participación, trabajo y educación. Al igual la urbe ha significado para las relaciones de género, un espacio más amplio de resignificación debido a la continua interacción, con grupos nacionales y transnacionales de comunicación: “hemos pasado de sociedades dispersas en miles de comunidades campesinas con culturas tradicionales… a una trama mayoritariamente urbana, donde se dispone de una oferta simbólica heterogénea, renovada por una constante interacción de lo local con las redes nacionales y transnacionales de comunicación”. (Canclini,1999:265)

No obstante, afirma García Canclini que la formación de las identidades individuales son constituidas dentro del ámbito privado, con la ayuda de la institución familiar, los amigos, la escuela y los medios de comunicación, pues debido a la inseguridad y violencia pública urbana, los individuos han tendido a limitar sus áreas de sociabilidad y han aislado su propio espacio: Casi toda la sociabilidad, y la reflexión sobre ella (las identidades), se concentra en intercambios íntimos”. (Ibíd. 268)

La tendencia a la intimidad y a la soledad en los espacios urbanos, se manifiesta en ambos cuentos, de manera implícita, en la cotidianidad de los personajes, por ende su comportamiento y reflexiones exalta, el significado de la calle en oposición a lo privado como resguardo: “se mete en un sitio bonito, lleno de gente decente, porque la que esta afuera no tiene cara de decente, esa no puede ser decente con un aspecto tan siniestro como una amenaza” (Triviño,1998: 264) “La misma lluvia, las mismas calle con ratas gordas, la misma mierda en Barcelona, Paris, Charleville, Bogotá” (Medina,2004: 316)

Igualmente, la consideración sobre la búsqueda de los espacios íntimos para la interacción social, como síntoma de una paranoia interiorizada hacia la ciudad amenazante, hace pensar en una forma particular de construir las identidades masculinas y femeninas, bajo el influjo de factores que implica lo tradicional (reproducción bajo el seno de la familia nuclear) y lo contemporáneo (medios de comunicación, espacios académicos, interacción con amigos). A continuación se analizo en los dos cuentos, como funciona lo femenino y lo masculino en este sentido.

Ser femenino- imagen de las mujeres
Desde sus inicios, la sociedad patriarcal ha impuesto una lógica de relaciones entre los géneros, fundamentada en la división sexual del trabajo ( ser mujer como ama de casa, encargada del hogar y ser hombre como el encargado de producir los medios de subsistencia) y la valoración dada a cada oficio, pues otorgó una importancia especial a los oficios que tienen relación con la producción, mientras los oficios de la casa fueron subestimados, estableciendo un orden jerárquico de domino de hombres sobre las mujeres.

Aunque en el desarrollo de la historia del patriarcado, esta circunstancia de dominación masculina no ha sufrido mayores cambios, es mas se ha sabido adaptar a los modelos económicos que han existido, pues la discriminación ha trascendido de este ámbito para centrarse en todas las esferas de la vida de orden material y simbólico, es innegable que esta circunstancia ha variado desde la incursión de las mujeres en la vida pública y por la vindicación de algunos de sus derechos.

Sin desconocer que en la actualidad, las prácticas machistas se mantienen, es evidente, que la exploración de las mujeres en otros espacios distintos del hogar (laborales, académicos, científicos), el control de su cuerpo y su sexualidad y algunas vindicaciones de tipo legislativa, han logrado cambiar los imaginarios acerca de lo femenino como madre y por ende de la visión marianista, sobre todo dentro de las mismas mujeres y en un menor rango dentro de los hombre, de ciertos sectores sociales : “ los sectores urbanos están siendo transformados por el ingreso de las mujeres a la esfera publica, el control de su capacidad reproductiva y la planetarización de la cultura que las somete al influjo de las ideologías democratizantes” (Fuller,1995:261)

En esa medida, las mujeres recreadas por la literatura urbana, vienen a manifestar este cambio de imaginarios, pero a su vez, develan otras formas de exclusión y de control que permanecen, sobre todo en el orden simbólico, por lo menos eso nos muestra los cuentos de Consuelo Triviño y Efraim Medina, en los aspectos a analizar: la sexualidad, la influencia de la familia en la construcción de su identidad , la reflexión sobre el otro, los cuales dilucidarán finalmente la imagen femenina en cada uno de los cuentos

Tanto Triviño como Medina, aluden a una mujer, cuya feminidad no guarda las características impuestas por la religiosidad social, que vinculaba en toda las dimensiones a las mujeres con la imagen de la virgen Maria, como modelo de castidad, virtud y control sexual, por el contrario, el primer indicio que se percibe es la de mujer cosmopolita, cuyas preocupaciones son de tipo existencial o material, que nada tienen que ver con la maternidad como sinónimo de mujer: “ Una se quita la bufanda mientras piensa en cómo la represión tiene jodida a todo el mundo, pues en su estrecho círculo no caben las preguntas sobre el sentido de la vida” ( Triviño,1998: 263)

“Erica había estudiado filosofía, trabajaba con dos universidades y escribía para una prestigiosa revista.”( Medina, 2004: 31)

De la misma forma, hay una presentación del control sexual, que se aleja del dominio masculino en las decisiones sobre el cuerpo de la mujer, así como la consideración de no placer, castidad, cuerpo para complacer al otro, para construir una lógica de autodeterminación y autocomplacencia: “El caso es que una se deja llevar por el desconocido, por la magia de su palabra, por la necesidad de que suceda algo que la salve de la normalidad ” (Triviño,1998: 271)

“El código ético de Erica prohibía también los besos apasionados y las caricias audaces, pero no limitaba su desnudez” (Medina, 2004: 312)

Aunque en las dos circunstancias hay una autodeterminación sobre sus cuerpos, es evidente la concepción que cada una plantea sobre su sexualidad, en el primer caso hay una reflexión sobre la rutina, donde el sexo, la seducción queda relegado a un hecho que puede cambiar una condición interna de monotonía, mientras que en el segundo caso, el sexo es lo inmediato, y la búsqueda del goce es apremiante.

Pero sin duda ambas perspectivas, ubican la discusión sobre la sexualidad en un plano distinto a la moral religiosa, o por lo menos hay una condición crítica hacia este, donde la heterogeneidad como fenómeno de la urbe, se manifiesta al desplazar posibles estereotipos cerrados del ser femenino.

La influencia de la familia en la asignación de las identidades, se ve formulada como reflexión en el cuento una va sola, cuando la narradora alude a este ámbito como espacio donde tiene que guardar una imagen de mujer: “claro que una es de esas niñas de su casa que no puede llegar tarde y son consideradas anormales si hacen algo fuera de los muros del hogar” (Triviño, 1998: 267)

Al abstraer esta expresión, al entramado de relaciones sociales, puede verse las funciones asignadas a la familia nuclear, como institución, en la construcción de las identidades hegemónicas, así esta interviene poniendo patrones de conducta femenina que deben cumplirse para no ser censurada, como por ejemplo la limitación de sus actividades en los espacios privados y el control restringido de su sexualidad:“en la familia es donde la división sexual del trabajo, la regulación de la sexualidad y la construcción social y reproducción de los géneros se encuentra enraizada”(León,1990:180)

Frente a esta construcción social, que hace la familia en la vida de la protagonista del cuento, ella asume una posición crítica, al considerar estas actitudes normativas como un obstáculo que impide su realización como mujer plena, así la represión y la insatisfacción son sensaciones que contribuyen a una angustia de existencia, relacionada con la impotencia de autodeterminarse y de poder ejercer relaciones libres, que no sean censuradas por una moral impuesta en el núcleo familiar: “Una vive con gente que la jode a cada rato y no para de sermonear. Una tiene que escapar, pues es peor si se queda enterrada en vida, queriendo hacer mucho, sin hacer nada y rasgándose por dentro , siempre con el maldito sabor amargo de la insatisfacción y la sequedad de la rabia” ( Triviño, 1998: 267)

Por su parte, en Round Midnigh, no se muestra la función de la familia en la reproducción de las identidades, sin embargo se dilucida una composición familiar que rompe con los esquemas tradicionales, al plantear una relación marital entre Erica y JC, en la que la mujer no depende económicamente del varón, no hay encierro domestico y existe un manejo libre de la sexualidad de la mujer, así sea solapadamente, pues aunque Erica mantiene una relación extra marital, en la que ella impone los limites, es evidente su carácter clandestino, por lo que JC desconoce el vínculo entre su compañera y amigo y se juega a relaciones tradicionales de conservación familiar, donde la fidelidad es un valor que restringe la sexualidad con otras personas.

Otro aspecto relevante en ambos cuentos, es la critica de los sujetos femeninos, a la construcción tradicional de masculinidad, que solo encuentra su satisfacción en el acceso carnal, descartando un acercamiento a lo sensible y generando una visión de mujer como objeto para saciar sus instintos sexuales: “ donde una se da cuenta que muchos de esos tipos que no ven, revientan su represión en un pedazo de carne que tantean como quien presiona un pedazo de plástico, hasta hacerle un hueco y reventarlo” (Triviño,1998: 266)

“No se porque me pareció que eras diferente, y ves que no, eres otro que quiero meterlo y olvidarlo” (Medina, 2004: 314.)

Este rechazo, a una forma tradicional del ser hombre, confirma al sujeto femenino como ser de deseo y pasiones, cuya consideración sobre su cuerpo no es reducida a un elemento para la complacencia de los machos, sino un territorio de eroticidad y autosatisfacción.

Desde la percepción sobre la sexualidad, la familia y la masculinidad, se dilucida como Triviño hace una valoración de la identidad femenina que se separa de las ideas esencialistas que reducían el ser mujer a una supuesta condición natural que la hacia madre, y por ende poseedora de cualidades como la dulzura, la intuición, la abnegación y el sacrificio, para instaurar una sensibilidad existencial que como mujer e individuo social inmersa en un espacio-tiempo como es la urbe contemporánea, es capaz de cuestionar y rechazar.

Por ello la narradora- protagonista del cuento Una va sola, evidencia su identidad a partir de la reflexión constante de sus sensaciones y pensamientos frente a la realidad que la rodea, en esa medida expresa una angustia frente a problemáticas que se dan al interior del espacio urbano como la miseria material e intima, poniendo de relieve una disertación de cómo el individuo se relaciona con el mundo en decadencia, y el lugar que éste ocupa en él: “pero cuando la gente se empieza a preguntar por el sentido del mundo , el mundo se desdibuja y los objetivos aparecen deformes o mutilados” (Triviño,1998: 265)

Es en esta disertación entre el ser social y el ser individual, donde se manifiesta una crisis de valores del sujeto, donde sale a relucir conductas como la soledad, el miedo, la monotonía, el vacío y la incomunicación, que como otro individuo urbano, la mujer asume.

En esa medida, la identidad femenina que propone Triviño, es la heroína urbana abyecta y desesperanzada, que se caracteriza por ser crítica del campo urbano ( de las relaciones que se dan al interior, la represión social, la normatividad institucional) y por convivir con una conciencia del estado de soledad de los individuos que la habitan, así como de lo absurdo que se convierte la vida misma en la rutina y las pocas probabilidades que tienen los hombres y las mujeres para salir de ésta: “Una baja las escaleras a tientas, pero corriendo, y se pierde en el absurdo remolino de los deseos, muerta de miedo, … con rabia al descubrir que no pasa nada, que jamás sucederá nada que tenga suficiente importancia como para ser contado. ( Ibíd. 273 )

Mientras el personaje femenino en Round Midnigh, Erica, es visto desde la óptica masculina del narrador, quien reconstruye una imagen de mujer, acorde a su personalidad contradictoria (banal y trascendental): Erica significa el objeto de deseo sexual, pero también el sujeto de transformación y de amor: “¿Qué se traía esta tipa desnuda y risueña, esta putica infeliz…por que no me preguntaba lo que sentía por ella, por qué culo lo daba por descontado?” (Medina,2004:. 312)

Igualmente, Erica proyecta, una imagen de mujer seductora, que no admite un lugar subordinado y no acepta la dominación masculina, ni la domesticación de su sexualidad, por ello a pesar de tener un compromiso filial con JC, acude a saciar sus deseos sin remordimiento, aunque manteniendo un código ético sobre su cuerpo, al que solo permite acceder de la forma como ella decida.

Erica es entonces, una especie de rebelde, que se subleva frente a la lógica patriarcal y a la visión sacra de la mujer, al interponer un hedonismo y una racionalidad pragmática, antes que cualquier sentimiento, por ello acude a cierta forma de placer sexual, que restringe el acceso a su cuerpo y asume comportamientos convenientes que le asegure una estabilidad emocional; un ejemplo de esto es el código ético que prohíbe la penetración y otros contactos sexuales, establecido por ella para salvaguardar un compromiso filial que se puede romper si Sergio le asegura unas condiciones similares de relación: “No puedo dejar que me lo metas porque vivo con JC. Ahora, que si tú me lo pides, rompo con él y me mudo contigo” ( Ibíd.309)

En consecuencia Medina propone una identidad femenina que desde una visión patriarcal de la mujer es asociada a “aquella que usa el poder de la sexualidad para obtener favores y ventajas de los varones” (Fuller,1995:252) , y que comúnmente se le representa como una bruja, sin embargo la valoración que hace el autor de dicha identidad no se da en este sentido, por el contrario subvierte los estereotipos machistas al delinear una imagen femenina liberada, con un potencial disruptivo que enfrenta el orden social y el poder falocentrico con inteligencia, audacia y seguridad.

Ser masculino- imagen de los hombres
Desde los años 70s una línea de disertación complementaria a la teoría de los géneros, ha sido la de los estudios sobre las masculinidades, denominada Men’s Studies, cuya intención ha sido comprender los procesos identificatorios actuales de los hombres, así como la revisión de posiciones para la reformulación de las relaciones de la desigualdad entre géneros.

Uno de los principales aportes de los Men’s Studies, ha sido considerar la masculinidad como oposición, entiendo esto como una postura asumida por los hombres, cuya identidad se afirma en contradicción a lo femenino y a la homosexual. En esa medida lo varonil es constituido en cada sociedad, por una sensación de miedo a la feminidad que conduce a una constante demostración de pertenencia a un grupo, que nada tiene que ver con las mujeres: “ La masculinidad se convierte así en un vacío por medio de una estrategia de identificación en negativo. No ser mujer, no ser femenino o no ser homosexual se convierten en las principales estrategias de identificación para los varones” (García, 2003:4).

Dicha oposición, es notoria sobre todo en el cuento de Round Midnigh reflejada en la negación de sentimientos, en la defensa de un supuesto instinto sexual irreprimible y el rechazo a las mujeres que manejan su sexualidad libremente.

La demostración de los afectos y sentimientos por parte de los hombres, ha sido tachada como una actitud sensiblera supuestamente propia de la personalidad débil de las mujeres, que los machos no pueden darse el lujo de hacer publica, por miedo de ser tachados de homosexuales o de demostrar inferioridad frente a los otros. “ La masculinidad entendida como compulsión remite a esta «necesidad de probar constantemente la masculinidad, y así conseguir ser superior a las mujeres y a (algunos) hombres ”(Ibíd.6).

Dicha actitud es asumida por Sergio, el protagonista del cuento, en la relación que llevan con Erica, pues todo el tiempo trata de negar cualquier vinculo afectivo con ella, y su sola mención lo hace salir fuera de si: “ Pero como eres un tipo mundano tenías que dominar todo sentimiento inferior” (Medina, 200:18) “ mi intención era hacerle saber en su propio leguaje que no contaba en mi vida” (Ibíd. 313)

Estas alusiones a su fallido intento por no sentir, no son sino una forma de demostrar una fortaleza mental que lo aleja de cualquier sentimiento considerado inferior, por ser tradicionalmente atribuido a las mujeres, esta expresión machista se convierte en parte de su destrucción interior a la que se refiere al final de cuento, asociándose con unos cubos de hielo que se desasen, pues dicha posición lo aleja de su sujeto de deseo.

La demostración viril, se convierte también en apariencia de macho semental, que no tiene límites en sus deseos sexuales hacia las mujeres, esto como apariencia que no deja duda de su identidad sexual, encontrando su máxima satisfacción y evidencia en el acto penetrativo.

Sergio hace ostentación de su virilidad, en la búsqueda constante de esa penetración a la que Erica se niega, su consumación como macho se concentra en ese tipo de contacto, restándole importancia a otras formas de eroticidad: “Erica lo chupaba bien , pero me moría de ganas por ensartarla, la pesca submarina era mi pasión” (Ibíd. 310)

De ahí que se entienda la actitud que Sergio asume, frente al desafío que Erica le sugiere, pues aunque ella le ha recriminado ser un hombre común y corriente por centrar su eroticidad en la penetración, y después invitarlo a penetrarla, el decide hacer caso omiso a cualquier reflexión y accede a su cuerpo de la forma en que siempre ha deseado: “La besé con ira y sin preámbulos se la emboqué y me sacudí con todas mis fuerzas hacia el mojado vacío una y otra vez” (Ibíd. 315)

De la misma manera, Erica ataca con inteligencia su virilidad, la penetración anal que hace con su dedo no es más que una burla al deseo masculino de penetración, por ello al final Sergio queda con “una herida en el culo que todavía sangra”, aludiendo a una herida mas intima que tiene que ver con su construcción personal de hombría.

El desafío que ha representado Erica, se convierte en punto de reflexión y autodestrucción para Sergio, circunstancia que indica una critica a la construcción hegemónica de la identidad masculina, al sentimiento de vacuidad y soledad ocasionado por la imposibilidad que como macho tiene de expresar afectos: “ella tenía razón, mi espíritu estaba reseco, mi picha había chapoteado en cientos de vulvas, sin hallar fondo, sin encontrar lo que debe saberse antes de morir” (Ibíd. 316).

De esta forma, Medina propone en su cuento, una visión estática de masculinidad como demostración, contrastada con una feminidad en constante proceso de construcción y de liberación, así Erica es una mujer desafiante, por la cual Sergio siente una mezcla de soberbia y amor, pues su carácter de seguridad lo confronta durante todo el tiempo, por ello, él decide rechazarla y alejarla, la consigna“mantente lejos de una mujer lista; una mujer con ideas sueltas es lo peor”, se consuma en el juego sexual que plantean y que se disuelve por decisión de Erica.

En consecuencia, Efraim Mediana a través del personaje – narrador Sergio, describe una identidad masculina que aunque se construye alrededor de patrones de conducta tradicionales, relacionadas con la virilidad y la hombría, traducidos en comportamientos de demostración sobre todo sexual, se proyecta en conflicto, es decir que el autor de cierta forma plantea una crisis de este modo de ser hombre, manifestando en el personaje cierta sensación de vacío y de abandono, causada por la falsa fortaleza que demuestra frente a su sujeto de deseo y amor.

Por otra parte, la representación masculina en el cuento Una va sola, no se da de forma explicita, como sucede en Round Midnigh, pues la voz femenina confunde los posibles trazos de una forma de concebir al hombre, con la diatriba existencial que lanza hacia ese mundo que ella considera insufrible y represor, no obstante el sujeto masculino sale a flote como elemento mas con el que coexiste, y por tanto deja ver tácitamente algunas de sus características.

Así el sujeto masculino, se referencia en dos momentos esenciales de la narración, primero cuando la protagonista y narradora menciona su inconformidad hacia un tipo particular de hombre y segundo cuando entabla contacto con un desconocido.

La primera reflexión, se presenta en el momento en que la narradora cuestiona un tipo de masculinidad que de cierta forma se vincula a la noción de virilidad y de hombría como demostración de lo contrario, y que para ella proyectan una imagen de vacuidad, al restarle importancia a sentimientos profundos y entablar relaciones superficiales con el otro género : “…con tipos más bien idiotas, de esos que miran pero no ven , talvez porque no tienen nada adentro para proyectar en los ojos del otro” (Triviño,1998 266)

El segundo momento de valoración a la identidad masculina, se presenta cuando la narradora referencia al acompañante ocasional con el que decide tener una aventura, de forma tal que su imagen se desdibuja en el ir y venir de la reflexión, pero se reconstruye en el instante plantear sus deseos sobre el sujeto masculino que desea:“Desde el fondo y desde el querer y no querer, una busca lo mas relativo de un hombre y así iba aclarando lo más relativo de un hombre y así en su mente el objeto de su deseo” (Ibíd. 269)

Pero aunque se explora la intensión de hombre ideal, es evidente que la imagen masculina sigue siendo indescifrable, y esto precisamente porque la narradora plantea un extrañamiento del otro, y por ende un desconocimiento a causa de un actitud cotidiana dentro de las urbes que es la incomunicación, ocasionada por fenómenos como el aislamiento, el temor al otro y la individualización cada vez mas recalcitrante.

De esta forma la incomunicación, es un elemento que coexiste en la cotidianidad de la narradora y por ende dentro de las relaciones que entabla con las demás, y que lleva a una ruptura con el proceso de dialogicidad como fenómeno que permite el conocimiento y el entendimiento con el otro: “Una se siente incomunicada con su silencio… pero sigue hablando a pesar de tener conciencia de los excesos verbales que van más lejos, hasta volverse incoherentes, convirtiéndolo a él en un código indescifrable y a una en una cacatúa” (Ibíd. 268)

En consecuencia, la evaluación que hace triviño de la identidad masculina, se traduce primero en crítica a las conductas predominantes en los hombres como la demostración y la superficialidad, y segundo en extrañamiento del sujeto masculino que lo convierte en código indescifrable, con el cual no se llega a comunicar y por ende a conocer.

MOVILIDAD VS. DETENIMIENTO: A MODO DE CONCLUSIÓN
El análisis de la construcción de las identidades femeninas y masculinas, en la literatura urbana, demuestra un cambio significativo dentro de relaciones de género, donde el concepto de heterogeneidad aporta a la re evaluación de la imagen de las mujeres y los hombres como sujetos estáticos.

Así, en la organización verbal de los cuentos, tanto Consuelo Triviño como Efraim Medina recurren al empleo de recursos narrativos para visibilizar la voz de la mujer, mas en el caso de Triviño, pues ella rompe con las reglas de organización morfológica para apoderarse del discurso y nombrar todo lo que tenga que ver con las mujeres en femenino, por su parte Medina aunque en cierto punto le cede la voz al sujeto femenino, es evidente el predominio de la masculinización en la organización discursiva.

Hacia la revisión del contenido de cada uno de los cuentos es notoria, la evaluación que hace el escritor y la escritora sobre las relaciones de género, pues demuestran una apertura, frente a conductas morales impuestas por lo religioso, donde la mujer era solo vista como sinónimo de madre a semejanza de la virgen Maria y el hombre era símbolo de virilidad y derroche sexual: “la identificación de la mujer con la virgen Maria y del hombre con el macho conquistador esta cediendo lugar a una cultura más hedonista y laica”.( Fuller,1995:262)

Igualmente, no ha de desconocerse, la permanencia de prácticas de subordinación hacia la mujer, cuando entra en juego determinantes tradicionales como la influencia de la familia nuclear, sin embargo, la movilidad femenina en la búsqueda de nuevos imaginarios no para, la revaloración de su papel, la indagación de las fuerzas coercitivas, el control de su cuerpo y reproducción, el goce carnal como recreación erótica y su incursión cada vez mas notoria en los espacios públicos, hacen de la feminidad un proceso constante, desesteriotipado y inacabable.

En contraste con lo anterior, la masculinidad sigue reafirmándose en un solo sentido, aunque las reflexiones persistan. Esto hace pensar en un detenimiento genérico masculino, que distancia a hombres y a mujeres; por lo menos, esto es lo que hace pensar el final de los cuentos, cuando los protagonistas se distancian por la imposibilidad de una comunicación vital.

Aunque cabe rescatar, la critica a la identidad hegemónica masculina, que plantea el autor y la autora, pues esto hace posible la disertación sobre las conductas de los hombres reducidas a practicas machistas de imposición sobre las mujeres así como el cuestionamiento a la demostración de la virilidad negando posibilidades de vivencias afectivas y la construcción de relaciones más equitativas.

Para finalizar, la recreación de las identidades masculinas y femeninas en los dos cuentos seleccionados como muestra de esa literatura que busca nuevos cánones en la forma de escritura y de contenidos temáticos, evidencia precisamente esa proliferación de voces, significados y formas de ser, rompiendo así no solo con los cánones literarios predominantes, sino con los imaginarios, arquetipos, prejuicios y nominaciones de los géneros.

NOTAS
[1] La mención de la forma compositiva y arquitectónica, se tiene en cuenta, pues según Bajtin la obra estética material esta construida a partir de esta mezcla.
[2] Cabe anotar que una parte de la literatura colombiana escrita por mujeres, reprodujo los estereotipos patriarcales de la mujer y por ende exalto la función de ésta como madre y su papel en el plano de lo domestico. Esto ocasionó que los modelos clásicos de la mujer pervivieran y se diera un fenómeno de autoexclusión social y por ende literario.
[3] Dicha formulación de narradores, hace parte de la clasificación realizada por Cesare Segre en Principios de análisis del texto literario
[4] La morfología narrativa aparece como una función del primer nivel del relato, en lo expuesto por Helena Berinstein en su libro Análisis estructural del Relato.
[5] Acuñada por Rodrigo Arguello, en su libro la muerte del relato metafísico, como la narración de un evento en un punto del relato, cuando ya ha sido contados eventos posteriores.
BIBLIOGRAFIA
ARGUELLO, Rodrigo. La muerte del relato metafísico. Colección signos e imágenes. Bogotá. 1992
BERINSTEIN, Helena. Análisis estructural del relato literario. Limusa Editores. UNAM. México. 1996
FULLER, Norma. En torno a la polaridad Marianismo Machismo . En Género e identidad: ensayos sobre lo femenino y masculino . Compilado por Magdalena León, Luz Gabriela Arango y otras. TM editores. Universidad Nacional- Facultad de Ciencias Humanas. Bogotá. 1995
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TRIVIÑO, Consuelo. Una va sola. En Ellas cuentan . Una antología de relatos de escritoras colombianas. Compilado por Luz Mary Giraldo. Ed. Seix Barral. Bogotá. 1998.
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