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La figura del campesino en la literatura medieval del siglo XIV

por José Antonio Alonso
Artículo publicado el 15/04/2005

William Langland (nacido hacia el año 1332 y muerto en 1400) es el nombre del supuesto autor al que se le atribuye la primera obra conocida de «Pedro el Labrador» (Piers the Plowman) o «La visión de William en lo tocante a Pedro el Labrador» (The Vision of William concerning Piers the Plowman). Langland nació en Ledbury cerca de los pantanos galeses y se cree que podría haber estudiado en un colegio situado en el Priorato de Great Malvern. Parece que fue investido con las órdenes menores aunque nunca llegó a convertirse en sacerdote. «Pedro el Labrador» se erige como un poema alegórico-satírico escrito en versos aliterativos sin rima. El poema recoge tres visiones que tienen lugar cuando el protagonista se duerme y cae presa de un profundo sueño cerca de las colinas de Malvern. En la primera de ellas (Passus I-IV) la Iglesia Católica y la Dama Recompensa tratan de seducir al soñador con riquezas y toda suerte de bienes materiales. En la segunda visión (Passus V-VIII), el protagonista contempla a Pedro el Labrador, un sencillo, humilde y esforzado campesino que conduce y guía a una multitud de penitentes en busca de la Santa Verdad. En la tercera visión (Passus IX-XII) el soñador trata de buscar a «Do well», «Do better» y «Do best» pero fracasa en su intento al morir antes de lograrlo como consecuencia del hambre y unas fiebres. Estas tres visiones se recogen mayoritariamente en la versión A. Los textos B y C contienen agregados y modificaciones de la versión A. Los 47 manuscritos existentes del poema se recogen, por lo tanto, en tres grupos: (1) el texto A (o la versión Vernon) que abarca 2.567 versos y que está fechado hacia el año 1362; (2) el texto B (o la versión Crowley) que incrementa considerablemente la tercera visión (7.242 versos), fechado entre los años 1376-77; y el texto C (o la versión Whitaker), que supone una revisión del texto anterior con aproximadamente unos 7.357 versos y está fechado entre 1393 y 1398. La mayoría de los especialistas están de acuerdo en que al menos los textos A y B fueron compuestos por William Langland, cuyos escasos datos bibliográficos han podido deducirse de algunos pasajes del poema. No obstante, hay otros investigadores que opinan que el poema es obra de dos o de hasta cinco autores. La popularidad del poema se hizo bien patente por la gran cantidad de manuscritos que comenzaron a brotar tras la composición de la obra. En cuanto a las versiones bibliográficas más modernas se encuentran la edición decimonónica de W.W. Skeat (de la cual se hizo una reedición en el año 1954 y que aún sigue en vigor) y las de Donald Attwater de 1930 y H.W. Wells de 1935. Otros investigadores fechan las tres versiones de «Pedro el labrador» entre los años 1368-74; 1377-81; y 1381-85. Estas tres versiones se hicieron tan populares en el siglo XIV en Inglaterra que sentaron las bases para un nuevo tipo de sub-género de naturaleza epigramática o satírica.

La génesis de la obra podría haber hallado su numen inicial en la «Canción del Campesino» (Song of the husbandman), de autor desconocido (aunque probablemente podría haberse tratado de un clérigo), que puede hallarse en el Manuscrito Harley 2253 fechado en el 1330. El protagonista de este poema es un campesino ejemplar que simboliza la fe y la virtud cristianas en un mundo lleno de oprobio y penurias; un mundo prototípico y propio de la literatura medieval europea. El texto de la «Canción del Labrador» posee claros elementos de un pre-marxismo ideologemático que deja implícito el malestar del autor por las diferencias de clase entre los estados propios de la pirámide jerárquica medieval. Sitúa como centro de atención la figura de un componente proletario materializado en el labrador cuyas penurias y desgracias en la tierra no son el resultado de un demiurgo divino o celestial que guía el destino de los hombres a la manera de las míticas o trágicas obras clásicas, sino de esa desigualdad propiciada por la coexistencia de clases sociales superiores que permite a unos disfrutar de ciertas prebendas en la tierra mientras que otros deben de dedicar toda su vida a llevar a cabo duras tareas sin lamentarse y teniendo como único consuelo la recompensa de un supuesto paraíso celestial tras la muerte. Esta misma tendencia al análisis dialéctico-historicista quedará reflejada a través de los recursos literarios y sus posibilidades metatextuales en el resto de las obras en torno a la figura de Pedro el Labrador.

Fragmento de «La Canción del campesino» (Song of the husbandman)
Luther is to leosen ther-ase lutel ys,
And haveth monie hynen that hopieth ther-to.
The hayward heteth us harm to habben of his;
The bailif bockneth us bale and weneth wel do;
The wodeward waiteth us wo, that loketh under rys;
Ne mai us ryse no rest, rycheis, ne ro.
Thus me pileth the pore, that is of lute pris.
Nede in swot and in swynk swynde mot swo.

Nede he mot swynde, thah he hade swore
That nath nout en hod his hed forte hude.
Thus wil walketh in lond, and lawe is forlore,
And al is piked of the pore, the prikyares prude.

(Triste es perder lo poco que se tiene y ver confiscado el dinero con el que se contaba. El oficial a cargo del grano nos agrede para conseguir su parte; el oficial de justicia nos causa también mucho sufrimiento y piensa que hace bien; el guardabosques nos acecha tras las ramas en espera de hacernos mal. Es imposible que podamos acumular alguna riqueza o descansar. Así roban a los pobres que nada tenemos. La necesidad hace que nos consumamos con el trabajo. Aquel que no tiene una sola caperuza en la que proteger su cabeza se consume trabajando por necesidad. Así caminamos (nosotros los pobres) en una tierra sin ley mientras los arrogantes jinetes roban a los pobres).

Sólo este fragmento ofrece una idea muy clara de lo desgarrador del texto en general al poner de manifiesto el hondo sufrimiento y la indefensión de los campesinos frente a los abusos de los estamentos superiores. En cuanto al «Pedro el labrador» de William Langland, su ataque al clero en su obra a través de la sátira motivará a otros escritores posteriores como Chaucer o John Ball a utilizar la figura de Pedro el Labrador como genuina representación de la fe cristiana en contraposición con los abusos de poder y corrupción de la iglesia católica y sus secuaces. Frente a los estamentos eclesiásticos donde los frailes franciscanos, carmelitas, dominicos, etc y altos dignatarios de la iglesia se pasan el día holgazaneando y comiendo a expensas de los pobres, los campesinos tienen que trabajar intensamente día y noche para procurarse su propio sustento y el de sus familias. Mientras los clérigos duermen plácidamente o se ocupan de gozar de los encantos celestiales sin pensar en cómo obtener su sustento, los campesinos han de trabajar haga sol o haga lluvia, sea verano o invierno, para mantener a sus familias y pagar los abusivos impuestos decretados por el rey Ricardo II. Además de «La Canción del Campesino», de las tres versiones de «Pedro el Labrador» de William Langland, de la mención de Chaucer a un campesino en su Prólogo de los «Cuentos de Canterbury» y la referencia de John Ball a un tal Pedro labrador, disponemos de «El Credo de Pedro el Labrador» (Piers the Ploughman´s Creed), del «Cuento del labrador» (The Plowman´s Tale) (también conocido como «El lamento del labrador»= The Ploughman´s Complaint) y de «Cómo Pedro el Labrador aprendió su Pater Noster» (How Peter the plowman learned his pater noster), todas ellas de autor anónimo y posteriores a la obra de Langland. Surgirán, además, otras obras relacionadas con la literatura de «Pedro el labrador» que mantendrán y propagarán un fuerte rechazo del clero a favor del campesinado. Entre estas obras podemos encontrar «El Lamento del Seglar» (The Layman´s Complaint); «Que Dios bendiga el arado» (God spede the plow); o «El impuesto nos han arruinado a todos» (The tax has tenet us alle).

La figura del labrador o campesino tiene también dimensiones políticas, dado que de alguna manera el campesino medieval pretendía representar a una figura de una clase social baja, es decir, a un siervo de la gleba que sufría la pobreza y una precarias condiciones de vida. El vocablo «plough» (arado/arar) mantenía una estrecha relación con el estamento social de las clases comunes. Esto es, decir, plough (arar/arado) era como hacer referencia directa al campesinado. En la literatura del «labrador/campesino» se produce siempre un fuerte contraste entre los sufridos campesinos y el clero regular y los prelados o altos dignatarios de la iglesia, siempre más preocupados por sus posesiones, privilegios y prebendas que de los asuntos divinos y del bienestar del campesinado. La obra Vox Clamantis de John Gower puede ser clave para entender el clima de malestar que se estaba viviendo en el campesinado como consecuencia de la subida de impuestos por parte del rey Ricardo II y sus consejeros y su reacción contra los mismos a través del *Gran Alzamiento de 1381 o también llamada Revuelta de los Campesinos o la Rebelión de Tyler, uno de sus principales líderes.

(*La revuelta de los campesinos tiene lugar en el periodo de Ricardo II, el cual ocupó el trono de Inglaterra a la edad de 10 años sucediendo a Eduardo III. A cumplir éste 14 años se estableció un nuevo impuesto al campesinado con vistas a sufragar la guerra con Francia en la llamada Guerra de los Cien Años, cuyas causas comenzaron a fraguarse en el año 1328. La primera causa la encontramos en Flanders en los Países Bajos, ciudad que se había convertido en un centro industrial de la Europa del norte y una de las ciudades más prósperas de toda Europa debido a la fabricación de tela. Sin embargo, al no producir suficiente lana se veía obligada a importarla de Inglaterra que, a cambio, obtenía tela suficiente de Holanda para cambiarla a Francia por vino. Y es que desde el año 1200 las clases más pudientes en Inglaterra habían pasado de tomar cerveza a tomar vino siguiendo la costumbre normanda. Hay que resaltar que tanto la cerveza como el vino constituían en la Edad Media bebidas muy importantes dentro de la dieta medieval, especialmente durante el invierno, al contener ambos brebajes elevados complejos vitamínicos así como una nada desdeñable cantidad de cebada. Por lo cual, ambas bebidas resultaban prácticamente indispensables en las comidas, en especial, entre las clases más pudientes de Francia e Inglaterra respectivamente. El problema es que Inglaterra no cultivaba el tipo de uva indispensable para la producción del tipo de vino que apetecían esas clases pudientes de manera que tenía que importarlo de Francia a cambio de la tela que obtenía de Holanda a cambio de lana. El vino obtenido, pues, en Francia era embarcado hacia Inglaterra e Irlanda a través de los puertos de Dublín, Bristol y Londres. Pero los condes de Flanders habían sido vasallos del rey de Francia, de modo que aprovechando esta circunstancia los franceses pretendían obtener el control de Flanders con el fin de controlar sus riquezas. Es obvio que a Inglaterra no le interesaba esa hegemonía de los franceses sobre Holanda o los ingleses no podrían seguir comerciando con los franceses con el paño obtenido en Holanda para la obtención de vino. Se inició entonces una guerra civil en Flanders en la que los ingleses apoyaban a la clase media trabajadora y los franceses a la nobleza terrateniente. La ventaja de los ingleses en que éstos controlaban una buena parte de Francia, especialmente la parte del sur desde que Eleanor de Aquitania, heredera entonces de la región, se casara con Enrique II de Inglaterra a mediados del siglo XII. Esto ponía a los franceses en un estado de alerta constante dado que siempre era de temer una invasión por parte de los ingleses desde el sur de Francia. Para defenderse lo mejor posible, los franceses se aliaron con los escoceses, de modo que ahora los ingleses habrían de temer el ataque de los franceses desde el sur y de los escoceses por el norte. Esto dio lugar, a su vez, a intensas batallas en el Mar del Norte y en el Canal de la Mancha, lugares marítimos necesarios para continuar el flujo de mercancías. Otra causa para la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra la encontramos por razones dinásticas.

El último hijo del Rey Felipe IV el Hermoso murió en 1328, poniendo fin al último descendiente varón directo de los capetianos después de 350 años de linaje real en Francia. Sin embargo, Felipe había tenido una hija, Isabel, que se había casado con el rey Eduardo II de Inglaterra. Tuvieron un hijo en la persona de Eduardo III. De modo que éste último era nieto de Felipe IV y sucesor al trono de Francia por la rama de la hija de Felipe IV. Los franceses no podían tolerar la idea de que Eduardo III pudiera convertirse en el rey de Francia por lo que los abogados franceses sacaron a relucir la Ley Sálica que establecía que al trono no podía aspirarse si se descendía a través de una mujer. Por lo tanto los franceses dieron la corona a Felipe de Valois, uno de los sobrinos de Felipe IV. Sin embargo, Eduardo III, que a la sazón contaba 18 años, estaba dispuesto a luchar por el trono de Francia y para ello contaba con el apoyo de muchos partidarios. La guerra, por consiguiente, comenzó oficialmente en 1340. La alta duración de la guerra con Francia tuvo un alto coste para Inglaterra que constantemente se veía obligada a recaudar grandes sumas de dinero a través de impuestos, el último de los cuales (creado por Simon Sudbury, Arzobispo de Canterbury y Canciller de Londres) provocó en 1381 un alzamiento popular entre los campesinos y las clases más desfavorecidas (El alzamiento comenzó en Maidstone, en Kent, y pronto fue apoyado en Canterbury por multitud de campesinos). El decreto real decía que todas las personas mayores de 15 años estaban obligadas a pagar un chelín, una considerable suma de dinero en aquel entonces. Los campesinos entonces se negaron a pagar este chelín por considerar que ya se había abusado bastante de ellos. Los líderes de los campesinos fueron John Ball (un sacerdote), Jack Straw y Wat Tyler. Sus líderes condujeron a una turba de 100.000 personas hasta Londres donde llegaron a asesinar al arzobispo de Canterbury Simon Sudbury y al tesorero real Thomas Hales mediante la decapitación y quemar el palacio de John Gaunt. Los campesinos lograron persuadir al joven rey a reunirse con ellos en un campo cercano a Mile End. Sin embargo, en un descuido Wat Tyler fue asesinado por el alcalde de Londres. El rey Ricardo, con tan solo 14 años demostró una gran valentía tratando de calmarlos con promesas de reformas y convenciéndoles de que se marcharan a sus casas. Sin embargo, todas estas promesas fueron revocadas por sus consejeros y los líderes de la revuelta fueron colgados).

Fragmento de «The tax has tenet us alle» (El impuesto nos ha arruinado a todos) (Título en inglés medio o medieval) (autor anónimo)
Tax has tenet us alle,
probat hoc mors tot validorum;
The kyng therof hade smalle,
ffuit in manibus cupidorum.
Hit hade harde honsalle,
dans causam fine dolorum.
Revrawnce nede most falle,
propter peccata malorum.
(El impuesto nos ha arruinado a todos. La muerte de muchas nobles personas así lo demuestran; y el rey ganó más bien poco con ello, pues el dinero se lo llevaron manos codiciosas. Al final sólo se produjo dolor y sufrimiento y ahora debe hacerse reverencia por causa de los pecados de los malvados)

La fuente de inspiración principal de «Pedro el Labrador» de William Langland se halla en «La Canción del Campesino» (Song of the husbandman), un poema donde se denuncia claramente la situación del campesinado y el clima de explotación en que vive. El texto se encuentra en el manuscrito Harley 2253 folio 64r (índice 696) de la Biblioteca Británica. Es de principios del siglo XIV. Consta de 72 versos aliterativos compuestos en estrofas que alternan los versos octosílabos y los de cuatro sílabas y que riman concatenadamente en abab y cdcd. Y a diferencia de otros poemas satíricos, morales y de lamento de la época, este texto está escrito en primera persona con el fin de hacer más vivos los hechos que denuncia a favor de los campesinos oprimidos y en contra de los explotadores recogidos en la figura de los oficiales del rey (beadles), de los heywards (oficiales a cargo del grano, de los linderos y cercas), de los bailiffs (oficiales de justicia) y de los woodwards (oficiales a cargo de los bosques). El campesino del poema trata de pedir ayuda al rey pero siempre inútilmente. Otro poema donde se denuncia la injusticia hecha a los campesinos lo tenemos en el poema «Dios bendiga el arado» (God speed the plough=título modernizado) que puede hallarse en un único manuscrito de la Biblioteca Británica: el MS Lansdowne 762, folios 5r-6v (índice 363; de principios del siglo XVI). En este poema varios oficiales eclesiásticos y civiles como párrocos, clérigos, sacristanes, proveedores, oficiales de justicia, frailes, ujieres, sacerdotes, estudiantes, y alguaciles exigen de los atribulados campesinos alimentos y diezmos. Y ligado a los poemas anteriores encontramos otro interesante poema de campesinos llamado «Bendita sea la dispensa de Cristo» (I-blessyd Be Cristes Sonde= título en inglés medieval) que se encuentra en un único manuscrito de la universidad de Oxford: el MS Archbishop Selden B. fol. 26 16 r (Summary Catalogue Número 3340; índice 3434; Supplement 1405.5), fechado por Chambers y Sidgwick hacia 1450.

Fragmento de «I-blessyd Be Cristes Sonde» (Bendita sea la dispensa de Cristo) (título en inglés medio o medieval)
The plowe goth mony a gate,
Bothe erly and eke late,
In wynter in the clay.

A-boute barly and whete,
That maketh men to swete,
God spede the plowe al day!

Browne, Morel, and gore
Drawen the plowe ful sore,
Al in the morwenynge.

Rewarde hem therfore
With a shefe or more,
All in the evenynge.

(El arado sigue su curso en invierno por la tierra, de aquí para allá, mañana y tarde y en torno a la cebada y al trigo que a los hombres hace sudar. ¡Qué Dios bendiga el arado todo el día! Todas las mañanas los bueyes Brown y Morel, con ayuda de la garrocha, arrastran el arado con sumo pesar. Por lo tanto, dadles como recompensa una gavilla de cereal o dos por la tarde).

Fragmento de «God spede the plough» (Que Dios bendiga el arado) (título en inglés medio o medieval)
The kyngis purviours also they come,
To have whete and otys at the kyngis nede;
And over that befe and mutton,
And butter and pulleyn, so God me spede!
And to the kyngis courte we moste it lede,
And our payment shal be a styk of a bough;
And yet we moste speke faire for drede.
‘I praye to God, spede wele the plough.

(También vienen los proveedores del rey para disponer de trigo y avena para el rey además de ternera y cordero, mantequilla y aves de corral. ¡Qué Dios me ayude! Encima debemos llevar nosotros mismos las provisiones a la corte del rey para finalmente recibir como pago una ramita de árbol. Y aún hemos de ser agradecidos o atenernos a las consecuencias. Ruego a Dios para que bendiga bien nuestro arado)

No menos revelador es el retrato que hace Geoffrey Chaucer del Labrador en su Prólogo de los Cuentos de Canterbury (Fragmento A. 529-41). El labrador al que hace referencia Chaucer pertenece a uno de los estados dentro de la pirámide jerárquica medieval: al de los siervos de la gleba, es decir, al grupo de laboratores: aquellos que trabajan. Los otros dos corresponden al de los bellatores, o caballeros andantes que luchan y al de los oratores: los que rezan. Para Chaucer y otros autores anónimos que han cultivado un tipo de literatura que tiene como protagonista a los campesinos, éstos representan una figura ideal o idealizada del perfecto trabajador que trabaja sin descanso para procurarse su sustento, paga sus diezmos a la iglesia, sus impuestos al rey, y trata de vivir en paz en un perfecto estado de armonía con sus semejantes y Dios.

With hym ther was a Plowman, was his broother,
That hadde ylad of donge ful many a foother.
A trewe swynkere and a good was he,
Lyvynge in pees and parfit charitee.
God loved he best with al his hoole herte
At alle tymes, thogh hym gamed or smerte,
And thanne his neighebore right as hymselve.
He wolde thresshe, and therto dyke and delve,
For Cristes sake, for every povre wight,
Withouten hyre, if it lay in his myght.
His tythes payde he ful faire and wel,
Both of his propre swynk and his catel.
In a tabard he rood upon a mere.

(Le acompañaba (al párroco) un labrador, su hermano, que había tirado una buena cantidad de carretadas de estiércol en su vida. Era un trabajador leal, y muy bueno, que vivía en paz y en perfecta caridad. Amaba a Dios por encima de todas las cosas con todo su corazón y en cualquier circunstancia, en lo bueno y en lo malo, y amaba a su prójimo como a sí mismo. Si estaba en su mano trillaba, hacía zanjas y cavaba para los más pobres sin pedirles dinero a cambio. Pagaba sus diezmos regularmente y bien gracias al sudor de su trabajo y de sus posesiones. Cabalgaba encima de una yegua vestido con un gabán sin mangas hecho de piel).

(Del Prólogo de los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer: fragmento original en inglés medio o medieval)

El resto de los personajes, tanto en los «Cuentos de Canterbury» de Chaucer como en el resto de obras anónimas sobre la figura del campesino, se presentan como seres que se afanan por satisfacer su lujuria y su gula a costa de éstos. Este es el caso especial de los miembros de la iglesia. En el «Credo de Pedro el Labrador» asistimos a la dramática búsqueda de su protagonista de un ser que encarne los verdaderos principios de Jesús y sus apóstoles en la tierra. Después de haber preguntado por todas las órdenes religiosas más importantes del momento: dominicos, carmelitas, franciscanos y agustinos, y de haber descubierto sólo maldad y corrupción en ellas, descubre en un campesino llamado Pedro todos los valores transmitidos por Jesús y los apóstoles: caridad, amor, fe, devoción, y humildad. Lo más extraño, quizá, es que Chaucer no hubiera dedicado un cuento especial al labrador en sus Cuentos de Canterbury. Quizá se debiera a que la figura del campesino llevaba implícita una fuerte carga política debido a la Revuelta del Campesinado de 1381 y debido también a las constantes menciones en sus cartas de Pedro el Labrador en las cartas de John Ball que aún seguían muy vigentes en la sociedad del momento. No quiero olvidar la obra de Thomas Hoccleve llamada «Sleeves of the Virgen» que contienen un prólogo muy parecido al de los cuentos de Canterbury de Chaucer y que puede encontrarse en el manuscrito de Christ Church Oxford 152. «El Credo de Pedro el labrador» (Pierce the Ploughman´s Creed) es un poema satírico escrito en verso aliterativo que consta de 850 versos escritos entre 1393 y 1401. El poema se ha conservado en dos manuscritos del siglo XVI: el del Trinity College de Cambridge MS R. 3. 15 y el de la Biblioteca Británica MS Bibl. Reg. 18. B. XVII; en un fragmento de la Biblioteca Británica MS Harley 78 (fol. 3r) y en una edición en negrita (propia de los siglos XIII, XIV y XV) (Londres, Reyner Wolfe, 1553).

Es digno de destacar que de esta obra existen dos ediciones modernas, las de Thomas Wright (1856) y la de Walter W. Skeat (1867) especialmente preparadas para la «Early English Text Society». Se dice que el autor que probablemente procedía de la región de Southwest Midland recibió un influjo muy fuerte de «Pedro el labrador» de Langland y de los escritos de John Wyclif y sus seguidores. «El Credo de Pedro el labrador» es un claro exponente de literatura anticlerical de finales del siglo XIV. El protagonista es, por lo tanto, un hombre que desea conocer el credo de los apóstoles. Y tras consultar a las órdenes religiosas más preeminentes del momento y decepcionado por su manera de proceder tan contraria al mensaje sencillo de Cristo y sus apóstoles consulta a un campesino que le enseña a través de la palabra y de los actos sencillos qué principios deben regir la vida de un auténtico cristiano. Los frailes a los que consulta el protagonista de este poema se acusan a si mismos a través de las cosas que dicen y hacen al igual que «Faussemblant» de Jean de Meun. Un claro indicio de esto lo tenemos en el carmelita que revela al protagonista que la orden a la que representa no concede sus indulgencias, bendiciones y perdones a menos que se les de dinero. El fraile dominico aparece descrito como un ser propenso a la comida y a la bebida. En cuanto a las franciscanos y agustinos, éstos aparecen como hipócritas y amantes del boato y las riquezas externas. Totalmente opuestos al modo de vida de los frailes y clérigos que gustan de una vida llena de lujos y comodidades, tanto Pedro el campesino, como su mujer y sus tres hijos visten pobre y humildemente con jirones y harapos, a pesar de las agrestes condiciones climáticas a las que se ven expuestos en sus faenas diarias. Esto es importante porque Pedro, a pesar de su estado, habla con autoridad sobre principios religiosos lo que le hace más creíble y carismático aún en tanto en cuanto predica con el ejemplo y con su proceder sincero y honesto, al contrario que las órdenes religiosas que dicen una cosa y actúan de una manera completamente diferente. Es obvio que esta obra conlleva profundos sentimientos lolardos en la Inglaterra de Ricardo II y recogen una tradición cultural de la literatura goliarda franco-italiana de los siglos XI y XII y de las disputas entre el clero secular y los frailes en Paris en el siglo XIII. Esto nos hace pensar que el autor del «Credo de Pedro el labrador» podría haber sido un clérigo o exclérigo descontento con la situación eclesiástica del momento y cercano a las ideas lolardas de reforma que conocía las obras de Jean de Meun y de Richard FitzRalph, Arzobispo de Irlanda. Este último escribió tratados y sermones donde atacaba a los frailes por usurpar privilegios que pertenecían tradicionalmente al clérigo secular, especialmente los referidos a la predicación, la confesión y a cobrar dinero por las misas de los entierros. El texto de «El Credo de Pedro el labrador» lleva ataques similares contra el clero como los que pueden encontrarse en el sermón Vae octuplex de John Wyclif y en el poema «On the Minorites» (también llamado en inglés medio o medieval: «Of thes frer mynours»),de autor anónimo. Tanto en el sermón como en el poema se critica la hipocresía de los frailes junto con sus suntuosos conventos, algunos de los cuales dotados de agujeros para espiar y de puertas de acceso para hacer visitar a las concubinas de los frailes. El autor del «Credo de Pedro el labrador» desarrolla muchos de los estereotipos de los lolardos que no duda en hacerlos girar en torno a las cuatro órdenes religiosas anteriores.

Los franciscanos aparecen como los más hipócritas al desear aparentar los más humildes. Los dominicos aparecen como los más ricos y avariciosos. Los agustinos los más violentos a la hora de atacar al resto de las órdenes religiosas y los carmelitas los más perseverantes a la hora de pedir dinero. Pedro el labrador, sin embargo, habla positivamente acerca de sus fundadores pero censura abiertamente el proceder de sus seguidores. Tiene palabras de elogio para Walter Brut un lolardo y pacifista galés cuya vida sirvió de ejemplo y emulación para auténticos cristianos, aunque el obispo Trefnant de Hereford sometiera a Brut a constantes juicios debido a sus ideas. Esta obra se escribió dentro del llamado Renacimiento Aliterativo de los siglos XIV y XV como otros poemas de la época como Wynnere and Wastoure, Patience, Sir Gawain and the Green Knight, St. Erkenwald y the Parlement of the Thre Ages (títulos en inglés medio o medieval). Cada verso contiene cuatro acentos principales y un número alternativo de sílabas inacentuadas. En general, la aliteración o asonancia tiene lugar en tres de las sílabas acentuadas mientras que en la cuarta sílaba acentuada no hay aliteración.

Fragmento de «El Credo de Pedro el Labrador»
This Menour loked on me, and lawghyng he seyde,
«Leve Cristen man, I leve that thou madde!
Whough schulde thei techen the God, that con not hemselve?
Thei ben but jugulers and japers, of kynde,
Lorels and lechures, and lemmans holden.
Neyther in order ne out, but unnethe lybbeth,
And byjapeth the folke with gestes of Rome.

(Este franciscano me miró y riéndose me dijo: «Querido cristiano, creo que deliráis. ¿Por qué habrían los carmelitas de enseñar un Dios que ellos mismos desconocen? Ellos son sólo estafadores y bufones, villanos y granujas que poseen amantes. Viven sin estar sujetos a ninguna orden y van por ahí engañando a la gente con cuentos de Roma»)

Fragmento de «El Cuento del Labrador» ( de autor anónimo)
The Ploweman plucked up his plowe
Whan mydsommer mone was comen in,
And sayd, «His beestes shuld eate ynowe,
And lyge in the grasse, up to the chyn.
They ben feble, both oxe and cowe,
Of hem nis left but bone and skyn.»
He shoke of share, and cultre of-drowe,
And honge his harneys on a pin.
He toke his tabarde and his staffe eke,
And on his heed he set his hat,
And sayde he wolde Saynt Thomas seke.
On pylgremage he goth forth plat.
In scrippe he bar both breed and lekes.

(El labrador levantó su arado al llegar la luna de verano y dijo que sus animales debían de comer más y de yacer más tiempo en el pasto porque tanto los bueyes como las vacas estaban débiles y que de ellos no quedaban más que la piel y los huesos. Limpió su arado y quitó la cuchilla del mismo y colgó sus arneses en un colgador. Cogió un gabán y también un báculo y se colocó un sombrero en la cabeza diciendo que iría a ver a San Tomás en peregrinación. Cogió un morral y lo llenó de pan y puerros).

Bibliografía
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Maddicott, J. R. «Poems of Social Protest in Early Fourteenth-Century England.» England in the Fourteenth Century: Proceedings of the 1985 Harlaxton Symposium. Ed. W. M. Ormrod. Woodbridge, Suffolk: Boydell Press, 1986. Pp. 130-44. [Contrasts the specificity of later verses of complaint — specifically, the literature of 1381 — with earlier fourteenth-century complaints and satires, which Maddicott regards as closer to traditional laments and venality satire. Includes discussion of The Simonie and The Song of the Husbandman.]
Mann, Jill. Chaucer and Medieval Estates Satire. Cambridge: Cambridge University Press, 1973. [Authoritative study of the tradition of estates satire keyed to the pilgrims of Chaucer’s General Prologue to The Canterbury Tales.]
Ross, Thomas W. «On the Evil Times of Edward II.» Anglia 75 (1957), 173-93. [Prints the Bodley MS with considerable editorial intervention.]
Salter, Elizabeth. «Piers Plowman and The Simonie.» Archiv für das Studium der neueren Sprachen und Literaturen 203 (1967), 241-54. [Argues that The Simonie was a source for PP.]
Scattergood, V. J. Politics and Poetry in the Fifteenth Century. London: Blandford, 1971. [See chapter 9: «English Society II: Some Aspects of Social Change.» VJS discusses «Above All Thing» on pp. 332-33 and 339, and «In Erth It Es a Litill Thing» on p. 338.]
Turville-Petre, Thorlac. The Alliterative Revival. Totowa, New Jersey: D. S. Brewer, 1977.
Wright, Thomas, ed. The Political Songs of England from the Reign of John to that of Edward II. London: Printed for the Camden Society by J. B. Nichol and Son, 1839. Pp. 323-45. [From the Auchinleck MS, Glossary at bottom of pages, and Notes at the back of the volume.]
Wright, Thomas, and J. O. Halliwell, eds. Reliquiae Antiquae. 2 vols. London: Pickering, 1841, 1843. [Volume 2, pp. 108-10. Prints version in Caius College, Cambridge.]
Wright, Thomas, ed. The Latin Poems Commonly Attributed to Walter Mapes. Camden Society 16. London: Camden Society, 1841. [Prints the Cotton Galba version in the «Appendix of Translations and Imitations,» pp. 359-61.]
Yunck, John A. «Dan Denarius: the Almighty Penny and the Fifteenth Century Poets.» American Journal of Economics and Sociology 20 (1961), 207-22. Reprinted in Die englische Satire. Ed. Wolfgang Weiss. Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1982. Pp. 69-88. [Examples of poems on Sir Penny, with bibliography.]
——. The Lineage of Lady Meed: The Development of Mediaeval Venality Satire. Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1963. [A valuable study of Latin, French, and English venality satires with special emphasis on Piers Plowman and the English fourteenth century.]
——. «Satire.» A Companion to Piers Plowman. Ed. John A. Alford. Berkeley and Los Angeles: University of California Press, 1988. Pp. 135-54. [Keyed to PP but wide-ranging and valuable.]
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