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La Guerra Civil española en la obra de César Vallejo y Pablo Neruda.

por Linda Zee
Artículo publicado el 24/05/2011

En ojos de la intelectualidad internacional liberal y humanista, la Guerra Civil española tiene un significado cuyas ramificaciones se extienden más allá de los acontecimientos bélicos de los años 1936-39. La Segunda República, el primer gobierno socialista popularmente elegido, ofrecía la esperanza de un nuevo orden, de una sociedad comunal dentro de la cual las antiguas castas, represiones y desigualdades desaparecerían.
Hacía siglos que España había dejado de ser la fuerza mundial en el ámbito político y económico; sin embargo, las promesas que brindaba la Segunda República ganaban primero el interés y luego el apoyo ideológico y físico-combativo de todos aquellos de espíritus afines que compartían con España una visión progresista.

En Latinoamérica, los intelectuales miraban más allá de la España conquistadora y del resultante colonialismo cultural, para extender su apoyo al primer intento de “hispanizar” el marxismo (Paoli, 34), así que no es de extrañar que contribuyeran a los esfuerzos republicanos las voces literarias sudamericanas de César Vallejo y Pablo Neruda. Los dos experimentaron de cerca la destrucción física, psicológica y sociológica que la rebelión franquista provocó, y ambos sintieron la necesidad, aun la responsabilidad, de relatarlas. Los resultantes volúmenes, el España, aparte de mi este cáliz, de Vallejo (1937), y el España en el corazón de Neruda (1938), presentan al lector una multiplicidad de hechos, imágenes, visiones y mensajes que comparten la simpatía por la República, la esperanza (se escribieron y publicaron los dos libros antes del fin de la guerra), y el anhelo de universalizar la lucha. En esta investigación me propongo a examinar los puntos de contacto y las diferencias en la presentación de Vallejo y Neruda de la Guerra Civil española.

Ninguno de los poetas se empeña en darnos una cronología exacta de los sucesos de la guerra, de allí la propensión de no incluir ni las fechas, ni de ofrecer una trayectoria referencial del desarrollo de la guerra. Eso no quiere decir que las obras prescindan de hechos concretos. El país que se pinta es obviamente España; ni Vallejo ni Neruda acuden a los trucos alegóricos de “érase una vez un país lejano…” con vagas alusiones referenciales que aluden a una concreción geográfica. Ambos hacen referencias a ciudades específicas, en particular a Madrid, Guernica, y Málaga; mas es Neruda quien más especifica los sucesos. Este último hace referencia dos veces a fechas [Julio 1936, y 1937, ambos en referencia a acontecimientos en Madrid) y tiende a citar más lugares geográficos, creando una lista de 125 ciudades y pueblos representativos de “Como era España.”

La Guerra Civil es el motivo y el fondo de la producción poética de los dos poetas y figura de forma general o específica en todos los poemas. Podemos trazar un esquema de imágenes, actos y símbolos a los cuales recurren Vallejo y Neruda. En sus páginas abundan la sangre, los gritos, las matanzas, las heridas y el polvo/la pólvora, que representan la destrucción de vidas, propiedades, instituciones y tradiciones. Vallejo muestra cierta preferencia por el cadáver, el cual aparece en siete de los quince poemas del volumen y puede ser considerado como “protagonista principal” de cuatro. El cadáver puede representar los restos mortales de un combatiente republicano o la esperanza apagada, pero no del todo exterminada (como no se ha convertido en esqueleto), o la España abatida que yace mientras cobra fuerza para levantarse de nuevo (la resurreccíon que aparece con bastante frecuencia como motivo en ambos libros).

Neruda se inclina por un símbolo menos macabre y más flexible—el silencio/lo silenciado. Emplea la palabra silencio once veces, pero hay variantes de contexto y referente. Presenciamos el silencio agobiante del Madrid (o de toda España) recién bombardeado, cuyo “silencio de amanecer” indica a la par la muerte y la esperanza (“Madrid 1936”). Los silencios citados en “Como era España” hacen referencia a la España natural, cuya vida dura está “rodeada por las piedras abstractas del silencio” a la vez que de flores perdidas y delicadas viñas. Otros silencios evocan a las madres enlutadas, la sangre derramada en Almería y la tácita traición de los cómplices del franquismo.

Mientras la destrucción y la muerte son omnipresentes en las dos obras, Vallejo y Neruda prefieren dejar a la imaginación del lector los pormenores bélicos de 1936-38. Jamás encontramos en Vallejo los detalles de la muerte y son casi ausentes los actos de violencia en sí (Zimmerman 131, 135). Mientras Neruda concuerda con las propensiones de Vallejo, a veces su ira para con los enemigos de la República provoca en él una descarga de detalles ensangrentados, visiones machacadas, y esperanzas acribilladas a manos de los franquistas. En su alabanza a los antitanquistas, nos provee con una relación de aquellos combatientes que, después de cubrirse de dinamita (“cargados con relámpagos”), se lanzaban hacia un tanque, “estallando / de poderes furiosos” hasta que quedaban “borradas vuestras manos, rotos los más ocultos cartílagos, calladas / vuestras bocas, machacado / hasta la destrucción de vuestro silencio.” Neruda dirige la mayor carga de su vituperio hacia Franco, y “El General Franco en los Infiernos” ofrece las descripciones más gráficas de las dos obras. Los “tristes niños descuartizados”, “niños negros por la explosión; / trozos rojos de seso, corredores de dulces intestinos”, son víctimas de la traición de Franco que ahora gozan de la condena infernal de Franco, allí “comiendo silenciosa pus y sangre / por una eternidad maldita y sola.”

La presencia del nombre de Franco en un título de Neruda y su ausencia total en la obra de Vallejo nos señala como difiere el tratamiento de los protagonistas de la Guerra Civil. Hay cierta concordancia referente a la mención de los partidarios de la República—son “españoles”, “milicianos”, “voluntarios” e “hijos”. A veces Neruda opta por unas etiquetas más pujantes y los llama “hermanos” o “el pueblo” pero por lo general, son términos de los que los dos escritores se valen. Sin embargo, hay una diferencia bien marcada en cuanto a la terminología que los dos usan para hablar del otro partido. Para Vallejo, son tan innobles que ni siquiera merecen ser nombrados, y como consecuencia aparecen como “ellos” u otra construcción gramática ambigua. Neruda, por su parte, los tacha de “bandidos”, “chacales”, “víboras”, “crueles”, “sedientes de sangre” y repetidamente de “traidores”. En esta comparsa traicionera se incluyen los banqueros, los altos oficiales de la Iglesia Católica, y todo miembro de la clase alta o burguesa que haya contribuido, apoyado y/o facilitado el derrumbamiento del gobierno legítimo.

En términos formales, Vallejo y Neruda se inclinan por un estilo libre, abierto, y un lenguaje flexible que hacen que su obra se asemeje a la poesía civil (López de Abaida, 40) y se preste mejor al contexto sociopolítico. Aunque las composiciones tienden a carecer de una regularidad métrica, podemos encontrar algunas que siguen una fórmula en cuanto a estrofas, métrica o rima. Sólo cuatro de los poemas de Vallejo (VI; VII;XII; XIII) muestran una construcción formularia; por lo general, el número de versos varia de estrofa en estrofa (por ejemplo, “Himno a los voluntarios de la República” contiene estrofas de 21, 10, 8, 16, 7, 6, 15, 5, 3, 18, 27 y 10 versos, respectivamente). Estos cuatro poemas con su composición tersa y cuidada más la repetición de palabras claves (“hermano herido”; “varios días”; “el cadáver siguió muriendo”; “padre polvo”) ayudan a dirigir la atención del lector y la rapidez con que se leen. El XIII se destaca por ser el único de esquema de rima notable (ABA, CDC, asonante) y de un silabeo , mesurado de diez sílabas (con ciertos descuidos que resultan en once). En la obra de Neruda notamos mayor tendencia a la formalidad estructural, aunque de ninguna manera es representativo de este trabajo. De notar son las condenaciones a los generales Mola y Sanjurjo, trazados en tres estrofas de rima regular) ABA, BCB, CBC y ABA, BAB, ABA) y de métrica endecasilábica.

El lenguaje de los dos volúmenes de poesía se caracteriza por ser una mezcla del habla coloquial y la retórica clásica. Vallejo y Neruda tuvieron en mente que su público era de diversa formación escolástica, desde los iletrados que les escucharon en las trincheras, hasta los académicos que los iban a analizar. Así, la sencillez léxica, la falta de giros hiperbólicos, la postura humilde del poeta ante el mensaje de su creación. El resultado es una obra acogedora. Vallejo, por ejemplo, se dirige a los “niños del mundo” como si fuera un padre inquieto, insistiendo en que “si cae España —digo, es un decir— “que vayan ellos a buscarla, como si tratara de un gato o un juguete perdido (“España, aparta de mi este cáliz”). En “Imagen española de la muerte”, el uso de exclamaciones–¡Ahí pasa! ¡Llamadla! ¡Daos prisa!—evoca la imagen de un mensajero o pregonero que, mediante su presencia física y audible, establece un contacto con el público normalmente fuera del alcance de un poeta. Neruda procede de la misma manera en “Explico algunas cosas.” El título en sí es conversacional, y lo que sigue—“Os voy a contar todo lo que me pasa:–transforma al lector en oyente de una historia personal y establece el mismo espacio entrañable con el uso frecuente de los pronombres personales “tú” y “vosotros”, más la inclusión directa del receptor/oyente dentro del contexto del poema: “Preguntaréis: ¡Y dónde están las lilas?” “Venid a ver la sangre por las calles.”

El empleo de algunos tropos de la retórica clásica sirve para enlazar la poesía contemporánea con la antigua en términos de función didáctiva, imprecativa y movilizadora (Silva 10). La primera composición de España en el corazón (la “Invocación” más el “Bombardeo” y la “Maldición”) es el introito que introduce el asunto (la España histórica, la traición militar, la Guerra y la destrucción) con el fin de captar al público. En España, aparte de mi este cáliz, lo que más se asemeja a un introito son las palabras expositivas del “Himno a los voluntarios de la República”, en el que alaba a los milicianos a la vez que informa al público de que la Guerra, esa “cosa de españoles”, es de suficiente gravidez para que sea considerada “cosa de todos.” Además del introito, abundan los apóstrofes en ambas colecciones. En, por ejemplo, “Batallas” de Vallejo, vemos “¡Oh vida! ¡oh tierra! ¡oh España!”; “¡oh débiles ¡oh suaves ofendidos!” En “Canto sobre unas ruinas”, de Neruda, tenemos “Oh párpados / oh columnas, oh escalas. / Oh profundas materias….” Se distinguen los apóstrofes aquí por no referirse a fuerzas omnipotentes sino a elementos corrientes del mundo y la vida cotidiana.

Cuando consideramos el tono y el destinatario de varias de las composiciones, nos acordamos de la arenga y su función de animar a los combatientes. Fácilmente podemos entender versos como “¡Voluntarios, / por la vida, por los Buenos, matad / a la muerte, matad a los males!” (Vallejo, “Himno a los voluntarios”), o “adelante España, / adelante, campanas populares, / adelante regiones de manzana, / adelante, estandartes cereales, / adelante mayúsculos del fuego” (Neruda, “Oda solar al ejercito del Pueblo”) como intentos de despertar entusiasmo, de avivar pasiones para poder seguir con la lucha.

Por ultimo, se encuentran varios ejemplos de otros tropos estilísticos, principalmente el geminatio, el enumeratio y el aluminatio. El geminatio, la repetición de palabras, sirve para recalcar el asunto (“Un plato para el obispo, un plato triturado y amargo, / un plato con restos de hierro, con cenizas, con lágrimas, / un plato sumergido, con sollozos y paredes caídas, / un plato para el obispo, un plato de sangre de Almería”; Neruda, “Almería) o para darle un ritmo o compás al poema (“Varios días, Gijón / muchos días, Gijón; / mucho tiempo, Gijón; / mucha tierra, Gijón; / mucha hambre, Gijón / y mucho dios, Gijón, / muchísimas Españas ¡ay! Gijón”; Vallejo, VII). El enumeratio, el componer listas, tiende a fines abrumadores. Las 125 ciudades y aldeas de “Como era España” señala la magnitud de la devastación, mientras los “utensilios heridos, telas / nocturnas, espuma sucia, orines justamente vertidos, mejillas, vidrio, lana”, subrayan la base humana de la vida cotidiana extinguida “para no nacer nunca.” El poeta se vale del aluminatio—el empleo de la misma raíz en sustantivos y verbos—para reiterar el significado del concepto sin correr el riesgo de ser tedioso. Un ejemplo sencillo es el poema de Vallejo, “Himno…”: ¡Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios! ¡Serán dados los besos que no pudisteis dar! ¡Sólo la muerte morirá!”. Más insistente es la primera estrofa de “Sanjurjo en los Infiernos” de Neruda: “Amarrado, humeante, acordelado / a su traidor avión, a sus traiciones, / se quema el traidor traicionado.” Neruda es algo más adepto o partidario de dichos tropos, pero el hecho de que están presentes en la escritura de ambos indica la familiarización a la vez que un esfuerzo conciente de utilizarlos.

Es innegable la voz del poeta en España, aparte de mi este cáliz y en España en el corazón. Vallejo y Neruda estuvieron en España en los 30 y fueron testigos de este acontecimiento bélico. En realidad, ambos fueron sólo dos figuras dentro de un conjunto internacional de escritores y artistas que sentían la necesidad urgente de comunicar al mundo los particulares de la Guerra que estaban ausentes de los periódicos y de los noticiarios. En “Himno…”, Vallejo alude al bombardeo de Madrid, mientras Neruda (que lo presenció durante su estancia en Madrid como cónsul chileno) lo escribe en detalle y con la voz emocionada de un sobreviviente entristecido—“Y una mañana todo estaba ardiendo/ y una mañana las hogueras / salían de la tierra / devorando seres” (“Explico algunas cosas”) y enfurecido—“a través de los cristales mojados de mi casa se oían los chacales africanos / aullar con los rifles y los dientes llenos de sangre” (“Llegada a Madrid de la Brigada Internacional”).

Ni Vallejo ni Neruda sirvieron de combatientes, y no pretendieron reproducir el frente de la batalla en su poesía. Su misión fue otra: animar a los compañeros españoles en su lucha encarnizada y ser portavoces del mensaje republicano con la espera de darles apoyo emocional y físico. Aunque primero los dos tienen que reconciliarse con la realidad de la guerra y de su posición frente a ella. Vallejo en particular se preocupa por su papel en el conflicto, se regaña a sí por ser mero espectador pasivo, y cuando se compara con el voluntario decisivo, determinado que “marcha a matar con su agonía”, se impone un acto de contrición por no saber ni qué hacer ni dónde ponerse. Neruda, tal vez por su presencia más prolongada, activa (su trabajo en la revista El caballo verde para la poesía lo ponía en contacto con muchos de sus contemporáneos; Orringer 201) y “oficial” en España (frente a la estancia más bien “turística” de Vallejo) se salva de los sentimientos de culpabilidad e inutilidad que atormentaban a Vallejo. Neruda reacciona de la misma manera que hubieran reaccionado sus vecinos: “Generales / traidores: / mirad mi casa muerta, / mirad España rota” (“Explico…”), con una tristeza melancólica que, después de que haya pasado la impresión inicial del ataque, se muda en ira: “hay en mi corazón tanto luto y tanta muerte / que parece una selva / mojada por la sangre que mató sus sonrisas / y entran en él las rabiosas nieblas del desvelo / con la desgarradora soledad de los días” (“Canto a las madres de los milicianos muertos”).

Una vez que ambos se establecen (¿se justifican?) dentro del contexto de la guerra, se dirigen a los españoles; los aplauden, y los envidian por su bravura y por sus sacrificios. Vallejo canta las alabanzas del proletario, del campesino, de los constructores agrícolas, civiles y guerreros (“Himno…”), compadece con los inhabitantes de regiones sitiadas, elogia al individuo—Pedro Rojas, Ernesto Zúñiga, y otros anónimos—cuya muerte da a otra vida, cuyo cuerpo está “lleno de mundo”(“III”). Neruda emplea un tono más enfático, cuando anima a los combatientes: “Hermanos, adelante, / … / salud, salud, seguid” (“Oda solar al Ejercito del Pueblo”). Su visión del futuro, su fe de reivindicación es más insistente—“Patria surcada, juro que en tus cenizas / nacerás como flor de agua perpetua” (“Introducción”)—hasta agresiva—“Generales / traidores: / … / pero de cada casa muerta sale metal ardiendo / … / pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos, / pero de cada crimen nacen balas / que os hallarán un día el sitio del corazón” (“Explico…).

Para llevar el mensaje fuera de España, Vallejo y Neruda anuncian los sucesos, apelan a las sensibilidades humanísticas, cuentan con la rabia que provocan los ultrajes de los franquistas, y se sirven de la filosofía marxista. Vallejo nos asegura que esa “cosa de españoles” tiene significado mundial, de allí la presencia del voluntario italiano, soviético, sureño, norteño y oriental (“Himno…), y que es necesario que acudan los “voluntarios de la vida” por ser la vida misma la que perece en España. Detalla los saqueos, por si alguien dudara de que cayesen “metros de sangre, líquidos de sangre” (“Batallas”). Busca redentores, no en España como país sino en España como idea, como esperanza, como porvenir. España “está madre y maestra”, madre del nuevo orden social tal y como la representaba la Segunda República, y maestra en cuanto sirve de modelo de como se puede conseguir un nuevo orden mediante un proceso “civilizado” y pacífico, de ahí, el llamamiento a los niños del mundo para que salgan en busca de España (“España, aparte…). Neruda se alegra de la llegada de la Brigada Internacional no sólo por representar un aumento en el número de combatientes sino también por indicar que no todo el mundo se había olvidado de España. Su llegada le permitía a España hacerse ilusiones de que la libertad “acorralada” que cayó y murió “mordida por las bestias” iba a resucitar (“Llegada a Madrid de la Brigada Internacional”). Neruda los convierte en héroes casi míticos con la esperanza de inspirar a otros con la nobleza de la causa y con la inmortalidad de la gratitud que les será concedida: “Hermanos, que desde ahora vuestra pureza y vuestra fuerza, nuestra historia solemne / sea conocido del niño y del raro, de la mujer y del viejo.”

Las referencias y alusiones al marxismo por parte de Vallejo y Neruda hacen hincapié en el espíritu comunitario de la lucha de los republicanos y sus aliados sin caer en el proselitismo que disuadiría a los menos politizados o comprometidos. Ambos se dirigen a los hermanos, compañeros y camaradas dentro y fuera de España. Neruda apela al “Ejercito del Pueblo” con el anhelo de que su luz organizadora llegue a los pobres hombres y establezca los nuevos ojos de la esperanza (“Oda solar al ejército del pueblo”) a la vez que Vallejo se esfuerza en animar al proletario español de que pronto se acabara su miseria (“Himno”). Unos símbolos inconfundibles figuran tanto en la obra de Vallejo: “tu navaja antigua atada a tu hoz enferma / y tu madero atado a un martillo” (“Batallas”); “Cuídate de la hoz sin el martillo, / cuídate del martillo sin la hoz!” (“XIV”), como en las páginas de Neruda: “sabed que vuestros muertos sonríen desde la tierra / levantando los puños sobre el trigo”, “aun / sus puños levantados contradicen la muerte” (“Canto a las madres de los milicianos muertos”). Ejemplos retóricos de la filosofía marxista son frecuentes, desde los beneficios del trabajo (“Y trabajarán todos los hombres, /engendrarán todos los hombres, / comprenderán todos los hombres!”; Vallejo, “Himno…”); a la necesidad de la lucha armada (“¡El poeta saluda al sufrimiento armado!”; Vallejo, “IV”; “pueblo eficaz, corazón y fusilado, / corazón y fusiles, adelante”; Neruda, “Oda solar”), hasta la negación del paraíso celestial a favor del terrenal (“Un rostro de ojos rotos vigila las tinieblas / con una espada llena de esperanzas terrestres!”; Neruda, “Canto a las madres…”; “las regiones que… / …existen / más allá de la tierra, pero en la tierra”; Neruda, “Madrid 1937”). El suave didacticismo les ganaría más apoyo que una retórica más áspera, cargada y, como consecuencia, amenazante.

Los tristes sucesos de la Guerra Civil española, la esperanza, el determinismo y la resignación brotan de las páginas de César Vallejo y Pablo Neruda, dando al lector todo un esquema de lo que fue la guerra tanto para los combatientes como para la población civil. A pesar de las diferencias de estilo y retórica, el mensaje de España, aparte de mi este cáliz y España en el corazón es uno: informar al mundo de las atrocidades cometidas por los franquistas y aludir al hecho de que no son circunstancias exclusivas a España, sino que, mientras existan y tengan apoyo las fuerzas desalmadas, la libertad corre el peligro de ser exterminada.

Obras Citadas
  • De León, Oliver Gilberto; Milagros Esquerro; Daniel Pageaux; Maryse Vich-Campos; Thomas Oliv. Les Poetes Latino-Americains devant la Guerre-Civile D’espagne. Paris: L’Harmattan, 1986.
  • López de Abiada, José Manuel. “Neruda como paradigma: Acotaciones sobre su estancia madrileña. Su evolución estético-ideológico y su compromiso frente a España.” De León et al, 29-46.
  • Orringer, Nelson R. “España en el corazón” de Neruda y su solidaridad generacional.” Louisiana Conference on Hispanic Languages and Literatures. La Chispa ’87. Tulane University, 1987. 201-209.
  • Paoli, Roberto. “España, aparta de mi este cáliz.” César Vallejo: El escritor y la crítica. Julio Ortega, ed. Madrid: Taurus, 1981. 347-372.
  • Zimmermann, Marie-Claire. “España…: Le livre comme poésie et poétique du corps.” De Leon et al. 128-147.

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