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La poesía de Isabel Sabogal a la luz de las Humanidades Azules y la Ecocrítica

por María Elvira Luna Escudero-Alie
Artículo publicado el 29/04/2025

María Elvira Luna Escudero Alie, PhD.
Montgomery College
Elviraluna@msn.com

 

Isabel-SabogalIsabel Sabogal
imagen tomada del sitio Vallejo &Co

La poeta, narradora y traductora peruano-polaca, Isabel Sabogal Dunin Borkowska (oficialmente su segundo apellido es Dunin Borkowski), publicó en 2022 su segundo poemario titulado: Todo está hecho a la medida de ti misma. Isabel Sabogal es nieta del famoso pintor peruano: José Sabogal Diéguez (1888-1956), cuyo arte pictórico fuera muy ponderado por José Carlos Mariátegui (1894-1930), no solamente por su innegable calidad artística, sino también por su autenticidad al no seguir las pautas del arte dominante europeo.

El último poemario de Sabogal está compuesto por dos poemarios; el primero, publicado en 1988: Requiebros vanos, y aquel que le da el título al libro. Todo está hecho a la medida de ti misma consta de 21 poemas escritos desde diversas ciudades: Lima, Cracovia, Cusco y Krzeszwice. El poemario Requiebros vanos tiene 25 poemas.

En el presente ensayo analizamos tres poemas de este libro: “Requiebros vanos”, “Cayara” y “A la memoria de mi madre” (no es el título per se, porque el poema no lleva título), a la luz de las Humanidades Azules y la Ecocrítica. En el discurso de las Humanidades Azules se valora la interrelación entre culturas humanas y entornos naturales, especialmente aquellas culturas que ven a la naturaleza como un ser viviente. Las Humanidades Azules, de hecho, estudian la interrelación profunda entre los oceános y la cultura humana. La Ecocrítica, por su parte, analiza cómo la literatura representa la naturaleza.

Requiebros vanos
Hay una niebla agazapada por debajo de nosotros
En esa niebla viven y pululan los dragones
En esa niebla nacen y renacen las estrellas.

Eso es al fondo, para afuera no soy nada
más que un autómata sin ríos ni tinieblas
más que un autómata sin sueños ni esperanzas.

Y si no fuera por las tinieblas de la noche
Y por tu cuerpo de gata agazapada
Yo creería ser de veras eso.

Y creería en todo lo que digo
Y creería en todo lo que pienso
vanos requiebros, sueños vanos
por alcanzar el más allá de las estrellas
por alcanzar el más acá de lo diario.

Pero no hay nada ya alcanzable, todo es vano
menos el canto más allá del pensamiento
menos tu cuerpo de gata agazapada
en las tinieblas de la noche y de los sueños.

Isabel Sabogal
Lima, 1984

El tema central del poema: “Requiebros vanos” explora la dualidad entre la interioridad rica; sueños, dragones, estrellas, y una exterioridad vacía y automática. La vida exterior aparece alienada, mientras que el mundo interior —vinculado a la naturaleza cósmica y al amor erótico— es el que sostiene la existencia. Podemos decir que el tono y la atmósfera del poema es melancólico, reflexivo, íntimo. Un «cuerpo de gata» y la «niebla» configuran un espacio de refugio frente al vacío.

Entre los elementos simbólicos del poema tenemos: la niebla; que representaría lo oculto, lo misterioso, y también el inconsciente colectivo. Los dragones; representarían los arquetipos de poder interno o energías ancestrales. Las estrellas; simbolizan las aspiraciones eternas, la trascendencia espiritual. Autómata; en tanto crítica a la vida mecánica, alienada, sin contacto con lo esencial. Debido a los elementos mencionados necesitamos hablar de su relación con las Humanidades Azules, pues éstas ponen énfasis en la interconexión entre humanidad y naturaleza; especialmente el océano, el agua, la niebla.

En “Requiebros vanos”, la niebla puede leerse como elemento azul, donde habitan seres mágicos; dragones y donde nacen las estrellas, marcando un universo simbiótico entre la naturaleza y el mito. También podríamos afirmar que el cuerpo de gata agazapada se inserta en un imaginario de animalidad consciente, de comunión entre cuerpo, tierra y deseo, lo cual es muy propio también de la sensibilidad ecológica contemporánea.

Afirmamos entonces, que Sabogal despliega un imaginario ecológico y cósmico donde el ser humano debe reencontrarse con lo misterioso y natural para no morir de alienación. La ecocrítica observa cómo la literatura representa la relación humano-naturaleza. En este sentido, Sabogal retrata una escisión profunda: afuera hay artificialidad; «autómata sin ríos», adentro vive un cosmos natural de dragones, nieblas, estrellas y cuerpos animales.

Se denuncia indirectamente una desconexión moderna: la falta de «ríos» y «tinieblas» en el ser humano automático es un signo de pérdida con el lazo natural. En este sentido, el poema es un llamado a revalorar lo natural y lo onírico como espacio de salvación frente a la modernidad deshumanizante.

“Requiebros vanos” nos evoca al poeta Ernesto Cardenal. Por ejemplo, en Cántico Cósmico, Cardenal fusiona cosmos, fe y ecología. En Sabogal también encontramos ese cosmos vivo; niebla, dragones, estrellas.

Pero Cardenal tiende a un tono más épico-religioso, mientras que Sabogal mantiene un tono íntimo y melancólico. Los poemas de Isabel Sabogal le hacen un guiño a la poesía simbolista de José María Eguren, con paisajes evanescentes, nieblas, seres oníricos. Sabogal parece aquí ser casi una heredera directa de Eguren, porque la niebla, los dragones, el misterio son egurenianos, pero llevados a una reflexión moderna sobre la alienación.

Pablo Neruda celebra en Odas Elementales la naturaleza diaria, mientras que en Residencia en la Tierra refleja un pensamiento existencialista y una clara alienación frente al mundo moderno. Sabogal se acerca a ese Neruda existencialista: el autómata sin ríos recuerda al «hombre perdido» de Residencia. La poeta peruana Magdalena Chocano explora la pasión, la corporalidad y la melancolía. Sabogal toma este hilo de erotismo íntimo y melancólico; «tu cuerpo de gata agazapada», pero lo liga además al misterio cósmico. Isabel Sabogal, en “Requiebros vanos”, escribe una poesía que se inserta en un imaginario azul donde la niebla, el cuerpo y las estrellas son santuarios frente al vacío. De esta manera, podemos afirmar que Sabogal denuncia la desconexión entre humanidad y naturaleza.

Anotamos que Sabogal dialoga sutilmente con Cardenal en cuanto a su visión del cosmos, con Eguren por su constante referencia a la niebla y el ensueño. Sabogal también nos recuerda a Neruda con respecto a la alienación existencial y a Magdalena Chocano por su erotismo nostálgico.

Analicemos ahora el poema “Cayara” dedicado al padre de Isabel Sabogal.

Cayara
A la memoria de mi padre

Hay mucha amargura en el fondo de nosotros,
Cuando nos van matando a culatazos,
Y van diciendo que lo nuestro ya se ha muerto,
Que no vivimos, que jamás hemos vivido,
Que estamos vivos, que jamás nos hemos muerto.
Que el dolor que nos cala es un dolor inexistente,
Que vivimos llorando en un mundo de fantasmas,
Que los toros no gimen, las lagunas no viven,
Las cabezas no vuelan y los cerros no hablan;
Que no hay brujos, ni huacos, ni gentiles, ni ichiqolqos,
Que no hay hierbas que curen, que no hay coca ni mesas,
Ni arcoiris que canten…
Que no somos ya nadie, nuestra lengua no es lengua,
Nuestra raza no es raza, nuestro cuerpo no es cuerpo.

Poema loco y raro, como que es loco el mundo,
Como que ha sido escrito en la lengua que nos odia…

Isabel Sabogal
Lima, 1988

Este poema denuncia la violencia sistemática, el genocidio cultural y la negación de la existencia de los pueblos originarios. El «culatazo» físico se acompaña de la negación simbólica: su historia, su lengua, su cosmovisión son declaradas inexistentes.

En cuanto al tono y la atmósfera, destacamos el dolor intenso, pero también una ironía amarga: «Que estamos vivos, que jamás nos hemos muerto».

Es justo recalcar que también encontramos una reivindicación de una memoria colectiva que lucha contra el olvido y la negación. Entre los elementos simbólicos hay que señalar: toros, lagunas, cerros: la naturaleza como ente viviente.

En tanto a los elementos que representan la cosmovisión andina suprimida podemos enumerar: brujos, huacos, gentiles, ichiqolqos. Y los elementos tales como coca, mesas, arcoiris: símbolos rituales y espirituales de un mundo vivo, negado por el discurso colonial-moderno.

“Requiebros vanos” tiene una clara relación con las Humanidades Azules, y en este sentido, constatamos que los cerros hablan, las lagunas viven, los arcoíris cantan: todo el entorno andino es un ser vivo y sagrado.

El poema denuncia que la modernidad; la «lengua que nos odia» niega esta visión viviente, tratando de «matar» no solo a las personas, sino también su relación simbiótica con la Tierra.

Desde la ecocrítica, podemos señalar que el poema denuncia la destrucción de una ecología cultural; no solo se asesina a seres humanos, sino también a su entorno espiritual y simbólico. La negación de «toros que gimen» o «lagunas que viven» muestra cómo la violencia va dirigida a romper el lazo espiritual con la naturaleza. Además, la forma poética misma —fragmentada, repetitiva, «loca»— reproduce la ruptura del mundo natural-cultural indígena.

Puestos a buscar más analogías con otros poetas, decimos que hay un paralelo con Ernesto Cardenal; de hecho encontramos un paralelo significativo con el Cardenal militante que denuncia la opresión en Nicaragua; Oración por Marilyn Monroe, Salmos. Sabogal, como Cardenal, utiliza una poesía profética y testimonial, pero en el caso de Sabogal ella se enfoca en el mundo indígena andino.

Con respecto al poeta José María Eguren, hay que subrayar que Eguren se sumerge en un mundo onírico más escapista; mientras que Sabogal enfrenta directamente la violencia histórica. Sin embargo, en el trasfondo simbólico; el cerro que habla, el toro que gime se mantiene una mirada encantada de la naturaleza, egureniana en su esencia. Por otro lado, Pablo Neruda en Canto General: demuestra una clara reivindicación de la América indígena, hay una denuncia contra los conquistadores y las oligarquías. «Cayara» podría ser una página suelta de Alturas de Macchu Picchu, pero aquí la voz es aún más amarga, consciente de la violencia contemporánea.

La poesía inteligente de Magdalena Chocano también explora el dolor colectivo, pero Sabogal lo hace desde una conciencia étnica e histórica más marcada. Ambas comparten una poesía de protesta íntima y existencial.

En “Cayara”, Isabel Sabogal: plantea una denuncia profunda contra el genocidio cultural, que es también ecológico y ontológico; afecta al ser mismo. Rescata la cosmovisión indígena como una forma viva de resistencia ecológica y espiritual. Usa una poesía que combina el dolor personal; por la memoria de su padre, con el dolor colectivo.

Como resumen comparativo entre ambos poemas habría que indicar que en “Requiebros vanos” el tema es la alienación interior, la búsqueda de sentido, y en “Cayara” es la violencia histórica, el genocidio cultural. El tema de “Requiebros vanos” es meláncolico e íntimo, mientras que el tono en “Cayara” es doloroso y combativo. En “Requiebros vanos” hay una relación con la naturaleza de manera cósmica, onírica, y en “Cayara” nos arriesgamos a decir que esa relación se presenta de manera sagrada, real, comunitaria.

En “Requiebros vanos” y desde la perspectiva de las Humanidades Azules encontramos una conexión entre interioridad y cosmos. En “Cayara” hay una clara defensa de la naturaleza en tanto ente vivo. Desde las canteras de la Ecocrítica, podemos subrayar que en “Requiebros vanos” hay una alienación moderna vs naturaleza viva, y en el poema “Cayara” podemos hablar de una destrucción ecológica-cultural. Con respecto a la afinidad literaria en ‘Requiebros vanos” hay una comunicación con Eguren y el Neruda existencial, mientras que en “Cayara” la comunicación es con el Cardenal militante, y el Neruda de Canto General

En conclusion afirmamos que Sabogal defiende una cosmovisión ecológica indígena dentro del marco de las Humanidades Azules, reafirmando la dignidad de un mundo donde humanos y naturaleza están profundamente entrelazados. La poesía es un acto de resistencia ecológica: al nombrar todo lo que niegan, Sabogal preserva y reivindica la memoria del ecosistema cultural andino.

Sabogal nos sorprende con un ejercicio maravilloso de lirismo en su poema sin título, dedicado a su madre.

A la memoria de mi madre

Hay una herida triste en el rostro de la tarde
Mientras bajan los ángeles en círculos concéntricos
Sobrevolando entre la nieble ausente
La ciudad, como palomas negras.

Hay una herida triste en el rostro de la tarde
Mientras bajan los ángeles, y las estrellas
Bordan el cielo en fragmentos diminutos
Y el mar golpea los acantilados.

Y el mar sigue golpeando entre la niebla
Y tu rostro de flor se me aparece
Y quiero asirlo con mis manos frágiles.

Y los ángeles bajan y tu rostro
Se me perdió en la espuma de la playa,
Se me perdió en lo ausente de la niebla,
Se me perdió en la noche de los tiempos

Lima, 1986

«A la memoria de mi madre» es un poema de duelo y nostalgia, en el que Sabogal trabaja con una imaginería natural poderosa: la tarde, la niebla, el mar, las estrellas, los acantilados. Estos elementos naturales no son simplemente el fondo; son parte activa de la experiencia emocional de la pérdida. Hay un paralelismo entre el dolor íntimo y los movimientos del paisaje: el «mar golpeando», la «niebla ausente», las «palomas negras», configuran un ecosistema del duelo.

El poema está cargado de simbolismo: los ángeles bajando en círculos concéntricos podrían representar el tránsito del alma o el acompañamiento espiritual en el dolor.

La niebla simboliza la pérdida, la imposibilidad de ver con claridad aquello que se ha ido, el mar golpeando los acantilados refleja la persistencia del dolor, un eco interminable. El rostro de flor remite a la fragilidad de la madre, a su belleza efímera, atrapada ahora en la memoria.

La estructura circular, reforzada por repeticiones; «hay una herida triste», «los ángeles bajan», «el mar sigue golpeando», sugiere que el duelo es un ciclo sin final, un eterno retorno del recuerdo y la ausencia.

Javier Heraud usa también el río y la naturaleza para hablar de la vida, la muerte y el destino; por ejemplo, en El río. Como en Sabogal, la naturaleza es un reflejo del alma. En Heraud, sin embargo, la naturaleza es un flujo vital que implica esperanza, mientras que en Sabogal es una niebla pesada, más ligada al luto.

En 5 metros de poemas, Oquendo de Amat crea imágenes en las que el paisaje urbano-natural se vuelve escenario de sentimientos intensos, como amor y pérdida. La «ciudad como palomas negras». Sabogal podría recordarnos a la modernidad alienante de Oquendo, aunque Sabogal le da un tono más luctuoso y místico.

El tono de pérdida y búsqueda desesperada; «quiero asirlo con mis manos frágiles» se emparenta con Alejandra Pizarnik, quien también escribe obsesivamente sobre lo irrecuperable; por ejemplo, en La extracción de la piedra de locura. Ambas poetas trabajan la tensión entre lo visible y lo ausente.

Aunque más conocido por su poesía política, Roque Dalton en textos íntimos, tales como en Taberna y otros lugares, también maneja la imagen de los muertos que permanecen de forma invisible; pero tangible. Sabogal, como Dalton, ve a los ausentes como presencias fantasmales persistentes.

Benedetti, especialmente en Inventario o La tregua, expresa la pérdida con una tristeza cotidiana. A diferencia de la solemnidad espiritual de Sabogal, Benedetti tiende a lo sencillo y terrenal, pero ambos comparten el enfoque de que el recuerdo invade lo presente.

Aunque Clarice Lispector escribió más en prosa, su acercamiento poético al misterio del ser, el duelo y el tiempo; por ejemplo, en Agua viva, tiene afinidades con Sabogal: la percepción del rostro que se pierde en la niebla se parece al modo en que Lispector habla de la imposibilidad de retener la vida en el instante.

El mar no es aquí solo un paisaje: es un agente de memoria y pérdida. La espuma, las olas y los acantilados son memoria materializada. Sabogal muestra cómo el mar guarda o borra las huellas humanas, resonando con el enfoque de las Humanidades Azules sobre el mar como archivo emocional.

Desde una mirada ecocrítica, el poema dramatiza la fusión entre naturaleza y emoción humana. No hay separación entre el lamento íntimo y el entorno natural; el mar y la niebla son partes del duelo, no simples decorados. La naturaleza no es indiferente; es cómplice y espejo del dolor humano.

Mientras en Heraud vemos a la naturaleza como reflejo del alma, la poesía de Sabogal es más vitalista que luctuosa. Oquendo toca temas que nos hacen reflexionar sobre la modernidad y la alienación, en Sabogal estos temas son menos lúdicos y por tanto, más solemnes. En Pizarnik vemos que hay ausencia y desesperación y en Sabogal encontramos esa misma intensidad melancólica. Dalton nos conmina a pensar en fantasmas de la memoria, mientras que Sabogal es más mística. En Benedetti hallamos el duelo cotidiano y Sabogal es más simbólica y naturalista. Mientras que Lispector nos hace pensar en el misterio del ser y el tiempo, Sabogal trabaja estos temas desde imágenes más concretas.

En Latinoamérica, la poesía ecológica contemporánea no solo trata de «describir paisajes» o «defender la naturaleza». Más profundamente, implica: denunciar el daño ecológico; extractivismo, despojo, recuperar visiones ancestrales de comunión con la Tierra. Reconocer que la naturaleza tiene agencia propia; no es «recurso», sino «sujeto».
Sanar una ruptura histórica entre humanidad y mundo natural.

Autoras y autores como Homero Aridjis, Patricia Jabbeh Wesley, Brenda Cárdenas, Juan Carlos Galeano, Elvira Hernández, y Cecilia Vicuña forman parte de esta sensibilidad contemporánea.

Isabel Sabogal, aunque a menudo clasificada como «poeta mística» o «poeta de lo íntimo», encaja muy naturalmente en esta tradición ecológica latinoamericana, especialmente por su defensa de un mundo vivo. En “Cayara”, Sabogal afirma que: los cerros hablan, las lagunas viven, el arco iris canta. Esta visión no es metafórica: proviene directamente de la cosmovisión andina, donde naturaleza y humanidad son parte de un mismo tejido vivo.
Esta perspectiva rompe con el dualismo occidental; naturaleza versus cultura y se alinea con movimientos de pensamiento como el pachamamismo, la ecología profunda y el Buen Vivir.
La violencia eco-cultural que Sabogal denuncia no es solo física; culatazos, sino epistémica: se niega la lengua, la memoria, la espiritualidad, los vínculos naturales.

Esto conecta su poesía con la poesía Mapuche; Elicura Chihuailaf; la poesía quechua contemporánea; Odi Gonzales, Ch’aska Anka Ninawaman. Cecilia Vicuña, que reivindica las palabras y los hilos de agua como formas de conocimiento ancestral.

Sabogal escribe desde un espacio de resistencia y memoria, donde la cultura y la naturaleza son inseparables. En este contexto latinoamericano, ¿Qué aporta Sabogal de único? Aunque dialoga con muchas corrientes contemporáneas, Sabogal aporta una voz especial; una fusión mística y política: su poesía no cae en la panfletarización, sino que defiende el mundo vivo desde la emoción íntima y profunda. También aporta una mirada transcultural: Sabogal es peruano-polaca; su visión combina la espiritualidad andina y la sensibilidad europea postromántica. Ella nos brinda en su poesía una poética del dolor como energía vital: en su obra, la pérdida no es resignación, sino memoria encendida.

En conclusion, afirmamos que Sabogal en tanto ecopoeta debe leerse como una de las voces ecológicas peruanas más sensibles de su generación. Como una continuadora moderna de la cosmovisión andina, actualizada frente a los retos contemporáneos; desarraigo, genocidio cultural, destrucción ambiental.  Sabogal es una poeta que articula Humanidades Azules y Ecocrítica desde una lírica íntima pero comprometida. Su poesía no es solo un canto al pasado, sino una advertencia para el futuro: si matamos la lengua, el cuerpo, y el cerro, nos matamos a nosotros mismos.

María Elvira Luna Escudero-Alie
Artículo publicado el 29/04/2025

Bibliografía
Sabogal, Isabel. Todo está hecho a la medida de ti misma. Poemario. Lima, Grafos & Maquinaciones, 2022

 

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