EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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La relación entre las identidades étnicas presentes en Cecilia Valdés o La loma del Ángel (1839) de Cirilo Villaverde (1812-1894) y Enriquillo (1882) de Manuel de Jesús Galván.

por Luis Valenzuela Rios
Artículo publicado el 18/01/2018

La versión final de Cecilia Valdés o La loma del Ángel
se publica en 1882.

 

Resumen
Este ensayo investiga las relaciones entre las identidades étnicas en la producción literaria del Caribe del siglo XIX, específicamente en las novelas Cecilia Valdés o La loma del Ángel, del escritor cubano Cirilo Villaverde y Enriquillo, del escritor dominicano José de Jesús Galván. Ambas obras, además de haber sido escritas en un contexto histórico marcado por las secuelas de la esclavitud y el colonialismo, comparten un denominador común; representan la utopía de sus autores en cuanto a sus proyectos de identidad nacional, especialmente en lo que concierne a la composición étnica de sus respectivas naciones y el ejercicio del poder.

Palabras claves: esclavitud, mestizaje, independencia, indianismo, romanticismo y modernidad.

Abstract
This essay investigate the relationship between ethnic identities in Caribbean literature of the XIX Century, specifically in the novels of Cecilia Valdes o la Loma del Ángel, by the Cuban writer, Cirilo Villaverde and Enriquillo, by the Dominican author, José de Jesús Galván. Both novels, in addition to being written in the historical context, marked by the effects of slavery and colonialism, share a common denominator: they represent the utopia reflected in the authors’ projects of national identity, especially as regards the ethnic composition of their respective nations and the exercise of power.

Key Words: slavery, “mestizaje”, independence, “indianismo”, romanticism and modernity.

 

Este ensayo analiza la relación entre las identidades étnicas en la literatura caribeña a través de obras emblemáticas de la literatura decimonónica en el Caribe; Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde y Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván. Para llevar a cabo esta tarea, este estudio se abocará a establecer algunos parámetros teóricos que permitan definirlas nociones básicas para el análisis del concepto de identidad. Posteriormente, se contextualiza ambas obras con la finalidad de identificar algunos aspectos históricos relevantes, que le permitan al lector una mejor comprensión del pensamiento político de ambos escritores caribeños. Finalmente, se analizan las novelas Cecilia Valdésy Enriquillo, haciendo énfasis en los aspectos semánticos de las mismas.

Durante el período colonial, Cuba y República Dominicana, además de compartir un espacio geográfico común, vivieron en carne propia las consecuencias devastadoras del colonialismo; la explotación de la riqueza de sus territorios, el exterminio de los pueblos originarios y la implantación de la esclavitud, práctica que ensangrentó una de las páginas más dolorosas de la historia América.

República Dominicana se independizó por primera vez de España en 1821, en 1844 de Haití, y nuevamente de España en 1863. Cuba solo logra la independencia en 1902, como consecuencia de la Guerra Hispanoamericana (1898) entre Estados Unidos y España. El camino hacia la independencia de Cuba estuvo lleno de obstáculos. Tanto es así, que generaciones de patriotas caribeños pagaron con la vida la libertad que hoy gozan esos pueblos.

La isla de Cuba, durante varios siglos, fue la colonia más importante del Caribe debido a la posición geográfica, estratégica del puerto de La Habana en la ruta de transito de materias primas y metales preciosos entre los virreinatos americanos y el viejo continente. La Isla se destacó, además, por su alto nivel de desarrollo económico en las industrias azucarera, tabacalera y cafetera; actividades económicas que produjeron ganancias significativas, no solamente para la clase económica hegemónica criolla, sino que también para la corona española.

Raimundo Lazo, en el prólogo de Cecilia Valdés de la editorial Porrúa (2006), sostiene que:

En el panorama histórico colonial de Cuba, influyen así de modo inexorable, combinándose conflictivamente, el despotismo político de los gobernantes y las máximas injusticias y crueldades de la esclavitud, por lo que en una u otra forma, la vida cubana era cada día más reflejo de un escuro régimen de tiranos y siervos, que imponía tajantes divisiones fundadas en el grado de posesión de la riqueza material, en la calidad de españoles o cubanos, y en la diferencia de castas que separaba a blancos, mestizos y negros, a gente libre y a gentes esclavas. Naturalmente, lo dramáticamente conflictivo llenaba el ambiente de la colonia y engendraba problemas sociales gravísimos, para los que los mandatarios se empeñaban con terquedad en no buscar soluciones ni siquiera medianamente justas, por lo que Cuba tuvo que ser y fue la Isla del azúcar humedecido con sangre y lágrimas de una inicua explotación colonial.[1]

Debido a que Cuba fue uno de los últimos bastiones esclavistas de la región, se comenzó a desarrollar un movimiento social que cuestionó las bases ideológicas y políticas del modelo de dominación colonial. Este movimiento político, formado fundamentalmente por intelectuales liberales, se rebeló contra el modo de producción esclavista y propuso la modernización de la industria agrícola para dar paso a la mano de obra asalariada, la cual permitió dar un salto cualitativo en la adopción de formas “modernas” y “civilizadas” de explotación y acumulación de la riqueza. La literatura fue uno de los canales utilizados por la clase ilustrada liberal para enfrentarse al poder colonial, en el caso de Cuba; y las oligarquías que impedían el avance de las fuerzas productivas, en el caso de República Dominicana.

Hacia 1830 comienzan a publicarse ensayos que se basan en la crisis que se está viviendo en la Cuba decimonónica. La literatura se convierte en un medio de denuncia social. Los intelectuales inspirados por la figura de Domingo del Monte denuncian el sistema esclavista diciendo que éste “violaba los derechos naturales del ser humano y limitaba el progreso de la sociedad” (M. Rivas, 1990:70). La esclavitud no es el único problema que la sociedad cubana tiene que afrontar. El régimen colonial reprime la sociedad y quiere frenar la literatura a través de la censura.[2]

Durante el Romanticismo en Hispanoamérica, la novela fue el género preferido por la burguesía. El uso de la estética realista la convirtió en una herramienta efectiva en la lucha por las independencias y las construcciones de las respectivas identidades nacionales de los países del Caribe. La novela romántica se caracterizó por su credibilidad y veracidad en cuanto al tratamiento del sujeto literario, ayudando a los escritores a plasmar sus principios ideológicos y a difundir sus proyectos políticos y sociales en su producción literaria.

Emilio Carilla, en El romanticismo en la América Hispánica (1967), sostiene que la aparición del romanticismo durante el siglo XIX en Hispanoamérica coincide con el comienzo de la vida independiente de una vasta mayoría de los países de la región, los cuales se encontraban inmersos en una atmósfera política muy intensa. La misma se caracterizó por el surgimiento de grupos de intelectuales liberales que enarbolaban ideas independentistas contra la presencia colonialista española en la región. Carrilla afirma que muchos escritores no pudieron ignorar esta realidad; todo lo contrario, el factor político se convirtió en elemento esencial de la vida cultural.[3]

Por otro lado, Ángel Luis Morales en Introducción a la literatura hispanoamericana (1974), sostiene que existió un proceso evolutivo del período romántico que osciló entre la anarquía y el orden. En el primer momento del romanticismo en América (1830-1850), predominaron escritores apasionados como Sarmiento, mientras que en el segundo (1850-1880), lo característico fue un romanticismo más íntimo, más delicado y musical, como el de un Isaacs o un Pérez Bonalde, escritores que recuerdan la tonalidad de un Schiller, un Lamartine o un Bécquer.

Morales (1974), afirma que durante el primer momento del romanticismo predominó la figura del poeta improvisador, quien sintió un profundo desprecio hacia la educación y priorizó la inspiración, además de mostrar una gran hostilidad al gobierno de España. Según él, para estos intelectuales, la Península representó una “política de Estado” genocida que exterminó a cientos de miles de indígenas e implementó políticas que llevaron a la práctica, acciones abusivas en contra de los pueblos colonizados. Esta actitud condicionó a los escritores de la época, “…por un lado a la exaltación del indio en busca de las más auténticas raíces de lo hispanoamericano y, por otro, a volver los ojos a ‘la Francia’ en el orden cultural”[4] y, por consecuencia, en lo político. Durante esta primera etapa, las influencias literarias decisivas provenían de Francia con escritores como Hugo, Dumas, Chateaubriand, Saint Pierre y fundamentalmente Juan Jacobo Rousseau. Los románticos del segundo momento observan un cuidado mucho mayor en su producción literaria y un mayor grado de formación académica.[5]

Como se ha podido constatar, en “Latinoamérica, la política y la novela romántica van de la mano”[6]; razón por la cual, Cirilo Villaverde y Manuel de Jesús Galván se abocaron a plasmar sus respectivas visiones políticas en sus producciones literarias.

Para entender el pensamiento político de Cirilo Villaverde, es importante conocer algunos aspectos relevantes de su vida. El escritor cubano nació en el ingenio “Santiago”, situado en la provincia de Pinar del Río, lugar donde vivió hasta la edad de siete años, período de tiempo que le permitió presenciarlas atrocidades cometidas contra los esclavos y las condiciones deplorables en que vivían, “las miserables viviendas, los excesos de los amos, el látigo del mayoral, los bocabajos y las expediciones de los rancheadores con los perros amaestrados para cazar a los esclavos cimarrones”.[7]Desde el año 1823 el novelista radicó en La Habana donde estudió el bachillerato en el Seminario San Carlos, hecho que le permitió trabar amistad con los hijos de las familias más acomodadas de La Habana, muchos de los cuales se transformarían en los intelectuales y escritores de mayor importancia de la Cuba decimonónica.

Es importante destacar, que la participación de Cirilo Villaverde en las tertulias de Domingo del Monte fueron determinantes en su formación ideológica y su práctica política. Según José M. Aguilera Manzano en «El mundo de color en Cuba y su papel en el proceso de edificación de la identidad” (2011), el grupo de Domingo del Monte, con el apoyo de la industria azucarera, fue el encargado de elaborar y difundir el entramado cultural que permitió la inserción de las tierras de Ultramar “dentro de la formación del estado liberal”, el cual no contemplaba la participación de los negros ni los mulatos; solamente de criollos de origen peninsular.[8]

En este proceso los distintos grupos liberales emplearon varios instrumentos, entre ellos: primero, la construcción de un entramado educativo que diera legitimidad a los principios del nuevo sistema; segundo, la escritura de la historia de ese nuevo estado con la misma intención y, tercero, la creación de una tradición literaria a través de publicaciones periódicas y de una literatura propia. En relación con el tercer punto, Benedict Anderson ha sabido explicar cómo los periódicos y otras publicaciones fueron fundamentales a la hora de crear esas identidades. El boom de la imprenta y el desarrollo del capitalismo impreso hicieron posible la difusión de poesías, novelas y periódicos, que fueron el medio que permitió la representación de lo que él llama “comunidad imaginada”.[9]

Según Aguilera, el grupo de Domingo Del Monte y sus tertulias, fue el encargado de crear una tradición literaria propia a través de publicaciones que permitieron difundir el pensamiento político de estos intelectuales liberales. Para ello, llegaron a publicar en 1936 el “Diccionario de los provincialismos cubanos”, donde se incluyeron 700 vocablos cubanos.[10]El autor sostiene, que en estas tertulias se daban charlas en que “comenzaron a sobresalir las obras Francisco, de Anselmo Suárez Romero y Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde, que eran discutidas  y corregidas por otros miembros de la tertulia como José Zacarías González del Valle, Ramón de Palma, Juan Francisco Manzano y Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido).[11]

Es innegable el compromiso político de Cirilo Villaverde en cuanto a la defensa de un proyecto económico liberal que permitiera cambios sustantivos en el modo de producción, especialmente después del inicio de los procesos de independencia de algunos países latinoamericanos. Prueba de ello, fue la participación de Villaverde en las conspiraciones de Trinidad y Cienfuegos en el año 1848, ambas dirigidas por el general Narciso López; motivo por el cual el escritor fue enviado a prisión y posteriormente obligado a vivir en el exilio.

La novela Cecilia Valdés es considerada una de las obras más importantes de las letras cubanas, ya que representa el comienzo de la construcción de un proyecto cultural que fue perfilando, a través de los años, la propia cubanidad. Esta novela pone en evidencia los cuestionamientos, de un sector importante de la sociedad cubana, de las bases políticas y económicas del sistema colonial basado en la esclavitud.

En esta novela, el recurso del discurso literario empieza a valerse de elementos existentes dentro de la cultura particular que se conoce, para dirigirse directamente al esbozo de lo que puede llegar a ser la identidad de un pueblo sometido a altos porcentajes de mestizaje y en cuyo seno se ha arraigado con más fuerza la presencia de una raza foránea: la raza negra.[12]

Cecilia Valdés está ambientada en la ciudad de La Habana alrededor del año 1830. El eje central de la obra estriba en la relación de Cecilia Valdés, mulata y Leonardo Gamboa, blanco criollo; ambos hijos de Don Cándido Gamboa con diferentes madres, los cuales, desconociendo sus lazos sanguíneos, establecen una unión incestuosa. Doña Rosa, madre de Leonardo, al enterarse de la relación ilícita de su hijo, lo obliga a contraer nupcias con Isabel Ilincheta, hija de un empresario cafetalero. Cecilia, al percatarse del inminente matrimonio de Leonardo e Isabel, le pide a José Dolores Pimienta, quien está enamorado de ella, que asesine a Isabel el día de la boda. Dolores Pimienta, por despecho, decide asesinar a Leonardo. Después de cometido el crimen, Cecilia es encerrada en el mismo manicomio donde su verdadera madre, Charito, llevaba muchos años recluida.

Una voz extradiegética narra la historia de cuatro personajes principales, que representan la síntesis de la sociedad piramidal cubana del siglo XIX: Don Cándido Gamboa, Cecilia Valdés, Leonardo Gamboa y Rosa Sandoval. Don Cándido Gamboa, próspero empresario español, quien amasó una fortuna con el tráfico de esclavos y la explotación de un ingenio azucarero, está casado con la solvente criolla Rosa Sandoval. Este personaje encarna una enorme contradicción: por un lado, simboliza la fuerza del poder colonial en Cuba, grupo social que se benefició del sistema de esclavitud, institucionalizando con él los abusos contra los esclavos, y -por el otro- el pensamiento y la práctica de un sector importante de criollos liberales, quienes comenzaron a entender la necesidad de un nuevo sistema económico que permitiera aumentar la acumulación de la riqueza. Un buen ejemplo de ello, es la industria azucarera, la cual necesitaba para su desarrollo, liberar la mano de obra esclava y contratar mano de obra; asalariada, barata y libre. En síntesis, este personaje tiene la capacidad de ser funcional -por un lado- con lo más obsoleto del sistema esclavista cubano, y –al mismo tiempo- adaptarse al nuevo proyecto de modernidad burguesa, situándose siempre en la cúspide de las estructuras de poder.

Otro de los personajes es Leonardo Gamboa, quien por ser blanco y el único hijo varón de Don Cándido Gamboa, goza de una serie de beneficios; entre ellos,el de no necesitar trabajar para cubrir los gastos que le ocasionan sus juergas. Leonardo cuenta con la protección permanente de su madre, Rosa Sandoval. El joven, “de un lado se siente superior, por su ascendencia española, y de otro, siente el inconformismo de su falta aparente de ‘puridad’, es aquí donde se hace presente el conflicto del criollo como actor social en búsqueda y acomodamiento constante”.[13]

Finalmente, Cecilia Valdés, hija ilegítima de Cándido Gamboa, quien fue criada por su abuela ya que su madre, Charito, se encontraba recluida en un hospital psiquiátrico en la ciudad de la Habana. Cecilia sintetiza la cubanidad. La mulata representa el mestizaje, condición étnica, mediante el cual se definiría la participación del negros y mulatos en el proyecto de identidad racial defendido por Domingo del Monte y Cirilo Villaverde, el cual estaba contaminado -desde sus orígenes- por posiciones ideológicas machistas y racistas. Cecilia Valdés se encontraba excluida de participar en las esferas de poder. Su relación con Leonardo la colocaba en un tercer lugar en la esfera social; es decir, estaba condenada a una posición marginal en la sociedad colonial cubana del siglo XIX.

Su belleza y sensualidad, convirtió a Cecilia en un objeto sexual para el hombre blanco. Bajo los principios éticos del pensamiento esclavista, cualquier tipo de relación con una mujer negra debía estar condenada a la clandestinidad. Como un intento de subvertir su condición de marginalidad social, Cecilia tuvo que acudir a sus “atractivos de mujer”, pero —al mismo tiempo — se resignó a las limitaciones que el medio le había impuesto. Ella amó y quiso ser amada, pero su potencialidad sensual impidió que despertara sentimientos duraderos: resultó vencida al empeñarse en un vínculo amoroso prohibido por la sociedad.[14]

La relación incestuosa entre Cecilia y Leonardo, representa la “tensión” existente entre metrópoli y periferia. Ambos personajes se transforman en una alegoría que ilustra el encuentro de dos culturas que conviven y se mezclan, pero que —de igual manera— se rechazan mutuamente; construyendo así una identidad única: la identidad cubana.

Otro de los aspectos relevantes de esta obra, es la división de la sociedad cubana en castas sociales, de las cuales era casi imposible escapar. Cada uno de los personajes: Pimienta, Don Cándido, Leonardo y Cecilia, ocupan un escalafón específico en la pirámide social y lo aceptan como un designio divino que forma parte de su naturaleza y de su destino.

Es importante destacar la evolución de la novela y cómo ésta fue un instrumento político de la utopía que abrazaban los intelectuales liberales cubanos. Cecilia Valdés tomó cuarenta y tres años en adoptar su forma final. Villaverde redactó la primera versión en el año 1839 a manera de cuento corto, contando con veintiséis páginas. Esta primera versión, fue publicada en la revista habanera La siempreviva ese mismo año. En esta versión, el autor hace una crítica social “manejando los recursos de la antítesis, el contraste y el principio del determinismo en el doble plano de la historia individual y social”.[15]

La segunda versión de la novela, aparece en el mismo año que la primera (1839), constando de ocho capítulos.

En la segunda versión, curiosamente, faltan las observaciones filosófico-morales sobre la sociedad; su evolución, gobernación, naturaleza y la relación del pueblo con ella, más la forma en que la sociedad exige el pago de la culpabilidad, hasta con el “mayor despotismo.… la versión definitiva de Cecilia Valdés (1882) dista mucho de ser un alegato en contra de la institución de la esclavitud, o en favor de la supresión de la trata. Es más bien el caso de una obra reescrita y publicada en el extranjero por un exiliado de ideas separatistas y con un concepto de la realidad sociopolítica y artística que ha sufrido los embates de una experiencia dolorosa.[16]

El distanciamiento de Villaverde de la realidad política cubana, debido al exilio, seguramente contribuyó a vaciar de contenido ideológico la última versión de Cecilia Valdés. Aunque el escritor cubano hace una crítica reformista del sistema esclavista implantado en la Isla, pudo expresar la esencia de las inquietudes intelectuales de un sector importante de la sociedad cubana, especialmente de aquellos que consideraban que, para llevar a cabo la modernización de la economía cubana se hacía necesario detener “la trata de esclavos” y, por lo tanto, parar con los abusos de los “derechos del hombre”. Para Villaverde, la lucha contra el sistema colonial no implicaba, necesariamente, la abolición definitiva de la esclavitud.

Lo que rechaza no es la esclavitud, sino el trato cruel y degradante que reciben los esclavos y la trata ilegal de los negros, puesto que ésta representa la preponderancia de España en la Colonia. La trata negrera y el trato inhumano de los negros provocado por el prejuicio y la discriminación racial son reliquias del pasado del que Cuba tiene que librarse.[17]

Como afirma Patricia Catoeira en “Lengua, raza e identidad en la novela cubana Cecilia Valdés” (2007), Villaverde es el continuador de toda una corriente romántica en la literatura que presenta la figura del “negro” como “el noble salvaje”, presupuesto ideológico que asume la necesidad de abandonar la identidad cultural en función de asumir valores culturales metropolitanos, es decir euro-céntricos.[18]

La gente de color parece añadir únicamente exotismo a la novela y a la vida cubana, y por ello mismo, Villaverde sugiere implícitamente que no se les puede incluir activamente dentro del proyecto nacional cubano que liberales abolicionistas como el escritor buscaban instaurar en la isla. Villaverde no permite que los esclavos tengan voz propia: sus testimonios quedan enturbiados y oprimidos simbólicamente por sus dialectos o por el poco conocimiento de español.[19]

Como muchos otros intelectuales de la época, Villaverde defendió la necesidad de transformación de la sociedad cubana, teniendo como referente el sistema político norteamericano “cuya democracia en aquel tiempo consideraba como régimen preferible al que España imponía a Cuba”[20]. Villaverde pensaba que una Cuba anexada a la potencia del norte, aseguraría el desarrollo y estabilización de las instituciones democráticas y traería como resultado la modernización de la sociedad cubana.

Para esta investigación, es de fundamental importancia analizar el mismo fenómeno en la producción literaria de Manuel de Jesús Galván, específicamente en Enriquillo.

Al finalizar el siglo decimonónico, los dominicanos habían forjado el concepto de país a partir de las grandes luchas por la independencia y las definiciones de un sistema político propio, todo ello sin dejar de lado una individualidad basada en la búsqueda de lo autóctono, donde la extrapolación de «lo indígena», como elemento diferenciador ante lo foráneo, se convirtió en un referente idealizado de la imagen secular del patriotismo y el sacrificio del pueblo dominicano frente a la injerencia extranjera.[21]

Aunque el indigenismo y el indianismo comienzan a gestarse -como corrientes- durante el siglo XIX en Latinoamérica, el indigenismo cobra mayor fuerza durante las primeras décadas del siglo XX, especialmente durante el apogeo del movimiento de las vanguardias latinoamericanas entre 1916 a 1935.A la par con el movimiento indigenista fue madurando la novela indianista. Una de las mejores descripciones de este género, pertenece a la ensayista puertorriqueña Concha Meléndez, quien incluye:

…en esta denominación todas las novelas en que los indios y sus tradiciones están presentadas con simpatía. Esta simpatía tiene gradaciones que van desde una mera emoción exotista hasta un exaltado sentimiento de reivindicación social, pasando por matices religiosos, patrióticos o sólo pintorescos y sentimentales.[22]

La novela indianista, a pesar que se venía gestando desde el período colonial, se desarrolló a plenitud durante el siglo XIX, período de las independencias de los países latinoamericanos y de auge del romanticismo. Este ambiente de efervescencia política estimuló a los intelectuales de la época a desarrollar la creación de una literatura nacional, totalmente independiente de los valores representativos de la metrópoli.

La postura política contestataria que asumieron los intelectuales independentistas de la época significó la exaltación de las culturas indígenas a través de la literatura, y le adjudicó a la misma todos los valores que representaba el movimiento de independencia: heroísmo y valentía. Estos escritores, a través de la novela indianista, se encargaron de demonizar al español y sus prácticas políticas, las cuales llevaron a la casi total destrucción de las culturas originarias de América Latina.

Concha Meléndez afirmaque todos los factores que formarían parte de lo que hoy conocemos como la novela indianista ya estaban presentes en la producción literaria de comienzos de la colonia, como es el caso de las obras de Fray Bartolomé de las Casas, Alonso de Ercilla y el Inca Garcilaso de la Vega.[23] Ellos situaron al indio en un lugar privilegiado en su producción literaria, ya sea como: “…el indio guerrero y la heroína apasionada en Ercilla; el misionero y el conquistador en las obras de los cronistas; lo pintoresco de las costumbres, mitos y supersticiones en esas mismas crónicas.[24]

La novela indianista se propuso sacar a la luz los abusos cometidos contra los indígenas durante el período colonial. Esta denuncia, aunque tibia, tuvo un gran impacto en las sociedades latinoamericanas decimonónicas, ya que se convirtió en el fermento ideológico que fortaleció el sentimiento nacionalista y anticolonialista de los movimientos independentistas burgueses en la región del Caribe. En este tipo de novela se tiende a producir un cierto blanqueamiento de los personajes, asignándoles -en las diversas formas en que son representados- conductas propias de los europeos. Esto se verá más adelante con un ejemplo clásico, como lo fue la novela Enriquillo de Manuel de Jesús Galván.

Otro aspecto a destacar de la novela indianista, es que la voz narrativa siempre fue extradiegética. De esta manera se conseguía la denuncia de una situación de injusticia, pero -a la vez- estableciendo una distancia suficiente que le permitiera al autor no identificarse totalmente con el sujeto de su novela; ya sea por razones ideológicas o simplemente para evadir las repercusiones legales de los mecanismos de censura establecidos por la Colonia.

Por continuar bajo el mando de la Corona, cualquier escrito entusiasta sobre la gallardía de los nativo-americanos se interpretaba como insurrección, y podía costarle la expatriación o la vida al escritor. Es quizá por eso que novelas como Enriquillo, del dominicano Manuel de Jesús Galván, presenta una ausencia deliberada de la crítica negativa al español, y el autor balancea el elogio a las virtudes del indio sin herir el buen nombre de lo español.[25]

Cincuenta años después de la Conquista Española, el Caribe se caracterizó por ser el escenario de uno de los genocidios más grandes de la historia de la humanidad. Fue en las Antillas dondese exterminó a casi todos los grupos indígenas. Es por esta razón, que no se puede hablar de una novela exclusivamente indigenista en el Caribe del siglo XIX, debido a la ausencia física de las comunidades indígenas. En el Caribe no existió un discurso “indigenista” que intentara defender los derechos de los pueblos originarios e incorporarlos al panorama político, como fue el caso de países como Bolivia, Perú, Ecuador y México.

La novela que tuvo como sujeto al indio en el Caribe del siglo XIX fue, en su gran mayoría, indianista. Uno de los países que se caracterizó por su vasta producción de novelas de tipo indianista fue República Dominicana. Concha Meléndez afirma que “…ningún país hispanoamericano ofrece una tradición de literatura indianista más continuada que Santo Domingo”.[26]Escritores como Javier Angulo Guridi, José Joaquín Pérez, Salomé Ureña y Manuel de Jesús Galván desarrollaron una literatura en la que el indígena ocupaba un lugar central, pero al mismo tiempo su imagen fue idealizada. Irónicamente, esto fue posible gracias a la ausencia física del indio en el Caribe.

Una de las novelas indianistas históricas, por excelencia, es Enriquillo (1879-1882) del escritor dominicano Manuel de Jesús Galván (1834-1910). Antes de adentrarse en algunos aspectos de esta novela, es necesario puntualizar algunos datos biográficos del autor, ya que los mismos arrojan luz sobre la propuesta política-ideológica que el autor pretendió impulsar a través del texto.

José de Jesús Galván, nació en Santo Domingo en el año 1834. Recibió el título de abogado por decisión de la Suprema Corte de Justicia de la República Dominicana. El escritor dominicano contó con una vasta hoja como servidor público: sirvió en la posición de secretario privado del presidente Pedro Santana en la que defendió, apasionadamente, en 1861 la reanexión de la República Dominicana a España.

Su participación todavía hoy indigna a los dominicanos, especialmente cuando recuerdan que Galván fundó y editó el periódico oficial del gobierno, La Razón, donde en cierta ocasión escribió que los “patriotas” rebeldes eran “traidores sin fe ni opinión… la dominación española es el áncora de salud de todos los principios sociales, contra los elementos deletéreos que amenazan a Santo Domingo.[27]

Durante el período de 1863 a 1865, Galván ejerció como secretario del Gobierno Civil. Declarada la independencia se marchó a Puerto Rico en donde ocupó el cargo de Intendente de la Real Hacienda. En 1874 regresó a República Dominicana donde asumió el cargo de Secretario de Relaciones Exteriores en varias administraciones: en 1876 y 1879 durante los gobiernos de Francisco Espaillat, Cesáreo Guillermo y en la administración de Ulises Heureaux en 1889.

En 1878, Galván ostentó la Vicepresidencia de la Cámara Legislativa y fungió como presidente de la Suprema Corte de Justicia entre los años 1883 y 1889. También ejerció el periodismo y la docencia, e impartió clases de derecho en el Instituto Profesional de Santo Domingo (1896-1902). En 1904, tras la caída del gobierno de Wos y Gil, Galván volvió a Puerto Rico donde murió repentinamente en el año 1910.[28]

Enriquillo utiliza, estilísticamente, un lenguaje sencillo que le permite al lector conectarse fácilmente a la historia narrada; esto la convierte en una de las novelas de mayor relevancia de las letras hispanoamericanas.

Según Ángel Luis Morales, la idea del libro fue concebida por Galván durante su estadía en Puerto Rico en ocasión de la proclamación de la abolición de la esclavitud en 1873. Este acto histórico, le conmovió de tal manera que, “buscando una analogía moral, recuerda las figuras del Padre de las Casas y de Enriquillo y decide escribir un libro para dedicárselo a la Sociedad Abolicionista Española. En 1879 aparece la primera parte, y en 1882 se publica la obra completa”.[29]

A esta obra se han referido grandes figuras de la literatura latinoamericana, como José Martí, quien se refirió a ella en un lenguaje halagador: “¡Qué profundidad en la intención! ¡Qué transparencia en las escenas![30] También en una carta dirigida a Galván, fechada en la ciudad de Nueva York el 19 de septiembre de 1884, sostuvo que: “…Leyenda histórica no es eso, como novísima y encantadora manera de escribir nuestra historia americana […]  ¿Cómo ha hecho Ud. para reunir en un solo libro novela, poema e historia? […]  Acaso sea esa la manera de escribir el poema americano”.[31]

Galván, sitúa la novela Enriquillo en la República Dominicana durante el período de 1503 a 1533 y está basada, en gran parte, en los hechos narrados en: La historia de las Indias (1517), de Fray Bartolomé de las Casas; Historia general y natural de las Indias(1526), de Gonzalo Fernández de Oviedo y Elegías de varones ilustres de Indias(1589),de Juan de Castellanos.

La obra está dividida en tres capítulos: el primero, se desarrolla en Santo Domingo y narra la matanza ordenada por el gobernador por Nicolás de Ovando en Jaragua (1503), en la cual son aniquilados miles de indígenas, incluyendo su reina, Anacaona. En este primer momento van emergiendo los personajes indígenas: Higuemota, viuda de Hernando de Guevara e hija de la reina Anacaona; el pequeño Guaracoya (Enriquillo), hijo del cacique Magicatex, sobrino de Anacaona, quien vive con su tía Higuemota y consigue la protección de Fray Bartolomé de Las Casas, de Diego Colón y su esposa; así como Guaroa, quien prefiere el suicidio a someterse al servicio de los españoles.

Simultáneamente, se van narrando los esfuerzos de Diego Colón para conseguir el título de Virrey de La Española, como consecuencia de los acuerdos alcanzados por su padre, el Almirante Cristóbal Colón, y la Corona antes del comienzo de la Conquista. También se describe el asentamiento de los virreyes en Santo Domingo y su relación con el pequeño Enriquillo y su prima Mencía, como también las intrigas en contra de Doña Ana de Guevara (Higuemota) por el administrador de sus bienes, Don Pedro de Mojica.

En el segundo capítulo, se produce un distanciamiento de los personajes indígenas para dar paso a la narración del conflicto amoroso que sufre Doña María de Cuéllar, quien estaba prometida en matrimonio a Don Diego Velásquez, pero se sentía enamorada de Don Juan de Grijalva. Galván narra en este capítulo el contexto del sermón de Fray Antón de Montesinos, en el que se denuncian los abusos contra los indígenas por parte de los españoles.

En el tercer y último capítulo, vuelve Enriquillo a tomar el protagonismo en la novela. El joven indígena, sostiene amoríos con su prima Mencía con la que quiere contraer matrimonio. Con el apoyo de Fray Bartolomé de las Casas, Enriquillo enfrenta los obstáculos que pone Pedro de Mojica para que se lleve a cabo la boda. Después de la muerte de su protector, Don Francisco de Valenzuela, su hijo trata de abusar sexualmente a Mencía. Enriquillo, al no encontrar justicia después de denunciar ante las autoridades este hecho, se declara en pie de guerra por trece años en las montañas. Finalmente, Carlos V envía una carta a Santo Domingo, absolviendo a Enriquillo de sus actos de rebeldía en contra del poder de la Colonia, concediéndole la libertad.

Enriquillo, es una obra en que la figura del indio emerge esporádicamente, es decir, no es una novela que narra solamente la historia del indio Guarocuya. Este personaje juega un papel simbólico en el marco de un cuestionamiento de la lucha contra las injusticias cometidas producto de algunas “malas prácticas” de algunos “malos españoles” durante el período colonial en la República Dominicana.  En la novela de Galván, el indio ocupa un lugar secundario y asume una posición sumisa ante el poder de las autoridades civiles españolas y de la Iglesia Católica. En la novela se intenta demostrar que la sumisión del indio fue posible gracias a la grandeza de instituciones como la Iglesia y por la acción de buenos ciudadanos españoles, quienes fueron capaces de educar a los indígenas y de otorgarles las herramientas cognoscitivas que les permitieran homologarse con el blanco, para -de esta manera-  difuminarse y desaparecer en el futuro.

Concha Meléndez sostiene que:

“En el fondo, las figuras ya sumisas de los indios; en el centro los grandes personajes de la Conquista que toman la Española como tránsito para sus expediciones más arriesgadas: Hernando Cortés, Vasco Núñez de Balboa, Francisco Pizarro, Diego Velázquez, Juan de Grijalva….Mas todo esto está al margen de la novela que tiene dos núcleos de interés: la corte de los virreyes, don Diego Colón y doña María de Toledo, y Enriquillo, el cacique Guarocuya, a quien vemos pasar de niño a hombre teniendo ante sus ojos el espectáculo de su raza sojuzgada”.[32]

La ensayista sostiene, que el eje de estos dos mundos en conflicto lo constituye Fray Bartolomé de las Casas “cuya biografía se va insertando gradualmente en la narración, asociándola al hilo de los episodios”.[33]

La novela Enriquillo, a pesar de estar basada en hechos históricos, no propone directamente una reivindicación política ni económica para los grupos indígenas, ya que-como señalamos anteriormente- en el Caribe los indígenas fueron exterminados. La intención primaria del texto fue la utilización de la imagen del indio para neutralizar la sangre negra en la composición social de República Dominicana.

Doris Sommer, en El otro Enriquillo (1983), sostiene que el objetivo principal de Galván cuando escribió esta novela era “trazar una clara distinción entre los ‘civilizados’ dominicanos y los ‘bárbaros haitianos’, negar “los lazos entre la tradición revolucionaria negra de Haití y su país, predominantemente negro y mulato, y legitimar –así- la coexistencia armónica de gobernantes y gobernados”.[34]Sommer sostiene, además,  que “el romance de Galván ofrece un modelo de mestizaje y armonía bajo un catolicismo ilustrado en el que la cultura no-europea se absorbe, más que se incorpora”.[35] Sólo un año antes que Manuel de Jesús Galván crease el concepto de Enriquillo como padre, yDe las Casas como padrino de la nación dominicana, la gran mayoría de la población de Santo domingo era negra y estaba a favor de la reincorporación del país con Haití. Ante este grave temor, Galván propone una solución elegante. “Más que intentar rehabilitar a los negros, negándoles su tradición radical, simplemente ignora su existencia excluyéndolos de su mito nacional”.[36]

Conclusión
Como se ha podido apreciar, ambas obras traen consigo una visión eurocéntrica de las identidades étnicas en los proyectos de identidad en el Caribe decimonónico. Por un lado, como muchos otros intelectuales de la época, Villaverde, defendió la necesidad de transformación de la sociedad cubana, teniendo como referente el sistema político norteamericano “cuya democracia en aquel tiempo consideraba como régimen preferible al que España imponía a Cuba”.[37]Villaverde, pensaba que una Cuba anexada a la potencia del norte aseguraría el desarrollo y la estabilización de las instituciones democráticas, y que eso  daría como resultado la modernización de la sociedad cubana. El escritor cubano, pudo visualizar que el sistema de castas y el agotamiento del sistema de acumulación colonial estaba en franca decadencia, y que era necesario un movimiento social que diese un salto cualitativo en la renovación de la estructura de la sociedad colonial.

Por otro lado, José de Jesús Galván en la novela Enriquillo, creó una imagen del indio como un producto de consumo cultural, que le permitió al autor crear, en primer lugar, un distanciamiento con los haitianos, y en segundo lugar, la absorción de un pasado indígena que no pusiera en peligro el proyecto político-cultural de blanqueamiento de la sociedad dominicana.

 

Luis Valenzuela Rios, Ph.D.
Northeastern Illinois University
Chicago,
Illinois, 2018.

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—— y Raimundo Lazo. Cecilia Valdés: novela de costumbres cubanas. México: Editorial Porrúa, 2006. Impreso.

 

NOTAS

[1]Villaverde, Cirilo y Raimundo Lazo. Cecilia Valdés: novela de costumbres cubanas. México: Editorial Porrúa, 2006:X. Impreso.

[2]Slováková, Bc Eva. «Los contrastes en Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde». Masaryk University, 2013:11. Impreso.

[3]Carilla, Emilio. El Romanticismo en la América Hispánica. Madrid: Editorial Gredos, 1967:18-19.  Impreso.

[4]Morales, Ángel Luis. Introducción a la literatura hispanoamericana. Río Piedras, P.R.: Editorial Edil, 1974:165. Impreso.

[5]Ibid., p. 164-166.

[6]Sommer, Doris. «El otro Enriquillo». Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Vol. 9/17. 1983:99. Impreso.

[7] Estudio crítico en: Villaverde Cirilo y Jean Lamore. Cecilia Valdés o La Loma del Ángel. Madrid: Cátedra, 1992:11. Impreso.

[8]Aguilera Manzano, José María. «El mundo de color en cuba y su papel en el proceso de edificación de la identidad”. Revista Historia Caribe, Volumen VI N° 19 –julio diciembre-2011:61-62. Impreso.

[9]Ibid., p. 62.

[10] Según Esteban Pichardo, este diccionario se publicó en 1836 en la Imprenta de la Real Marina de Matanzas.

[11]Aguilera Manzano, José María. «El mundo de color en cuba y su papel en el proceso de edificación de la identidad”. Revista Historia Caribe, Volumen VI N° 19 –julio diciembre-2011:64. Impreso.

[12]González Rubio, Mar Estela Ortega. «Lectura socio-histórica, psicológica y estructural de Cecilia Valdés, de Cirilo Villa Verde».Revista de Estudios Literarios, 2004. Web. 9 Sept. 2014.

[13]Ibid., p.3.

[14]Aguilera Manzano, José María. «El mundo de color en cuba y su papel en el proceso de edificación de la identidad”. Revista Historia Caribe, Volumen VI N° 19 –julio diciembre-2011:74. Impreso.

[15]Villaverde, Cirilo e Iván Schulman. Cecilia Valdés. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1981:XIII-XV. Impreso.

[16]Ibid., p. XVI-XVII.

[17]Slováková, Bc Eva. «Los contrastes en Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde.» MasarykUniversity, 2013:10. Impreso.

[18]Catoeira, Patricia. «Lengua, raza e identidad en la novela cubana Cecilia Valdés«.Espéculo: Revista de Estudios Literarios 1 Jan. 2007:10. Impreso.

[19]Ibid., p. 1.

[20]Villaverde, Cirilo y Raimundo Lazo. Cecilia Valdés: novela de costumbres cubanas. México: Editorial Porrúa, 2006:XII. Impreso.

[21]Arévalo, Manuel A. García. «El indigenismo dominicano».Pueblos y políticas en el Caribe Amerindio: memoria del Primer Encuentro del Caribe Amerindio, Santo Domingo, República Dominicana, 11 al 17 de septiembre de 1988. 1990:20. Impreso.

[22]Meléndez Concha. La novela indianista en Hispanoamérica. San Juan P.R.: Universidad de Puerto Rico, 1961:13. Impreso.

[23] Tanto la novela indianista como la indigenista, tienen como factor común la defensa del indio, ya sea a partir del desarrollo de una visión romántica del mundo indígena, o por la problematización de la marginalización del indio en el sistema capitalistaen América Latina. Lo concreto es que la presencia del indio en la literatura viene desde la Colonia.

[24]Ibid., p. 19.

[25]Rosa, Sonia María. La literatura del tema taíno en el Caribe_. 28 Feb. 2005. Bohiques/Behiques. 22 Oct. 2014. Web.

[26]Meléndez Concha. La novela indianista en Hispanoamérica. San Juan P.R.: Universidad de Puerto Rico, 1961:11. Impreso.

[27]Sommer, Doris. «El otro Enriquillo”. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Vol. 9/17, 1983:118. Impreso.

[28] Morales, Ángel Luis. Introducción a la literatura hispanoamericana. Río Piedras, P.R.: Editorial Edil, 1974:185-186. Impreso.

[29]Ibid., p.186.

[30]Galván, Manuel de J. y Concha Meléndez. Enriquillo: leyenda histórica dominicana (1503-1538). México: Porrúa, 1986:XVIII. Impreso.

[31] Cairo, Ana. José Martí y la novela de la cultura cubana, Santiago de Compostela: 2003:161. Impreso.

[32]Meléndez Concha. La novela indianista en Hispanoamérica. San Juan P.R.: Universidad de Puerto Rico, 1961:115. Impreso.

[33]Ibid., p. 115.

[34]Sommer, Doris. «El otro Enriquillo» Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Vol. 9/17, 1983:121. Impreso.

[35]Ibid., p. 123.

[36]Ibid., p. 124.

[37]Villaverde, Cirilo y Raimundo Lazo. Cecilia Valdés: novela de costumbres cubanas. México: Editorial Porrúa, 2006:XII. Impreso.

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