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La Tierra Baldía: memoria y desvanecimiento poético.

por Jorge Osorio Vargas
Artículo publicado el 07/05/2013

La Tierra Baldía es una vía para indagar  los motivos fundadores, en la poesía contemporánea, de la  crítica  del desvanecimiento, que T. S. Eliot  elabora acerca de la solidez mórbida de la modernidad. Entendemos que nos enfrentamos a un tema complejo que ha generado una literatura especializada y polémica[i].

En nuestro caso,  no aceptamos aquella apreciación de que el poema de Eliot deja al propio lector en una condición baldía, seca y abandonada su esperanza[ii]. En este ensayo deseamos mostrar   un efecto distinto, promisorio,  a la manera de una invitación a incursionar en un texto complejo, buscando hilvanar la crítica a la memoria  moderna del poema, el  malestar de  Eliot ante la sociedad occidental de la post-guerra y su re- lectura de la tradición poética.

Una forma de  leer el texto es  buscando el “sentido” del mismo y su  valor poético,  a la manera  de Seferis,   planteando  una aproximación racionalista a la obra[iii].  Aceptaremos este modo racional para una primera lectura. No obstante, ha sido, paradojalmente, esta vía la que nos ha llevado a comprobar la esterilidad del análisis del  poema  a partir de su supuesta “oscuridad”, pues, si bien existen  en él   referencias a claves arquetípicas universales ,  La Tierra Baldía no es un poema “ocultista” . Más bien es una producción en cascada de imágenes presentadas con precisión y cuya última clave parece ser la de una historia  y una memoria en brumas, pero altamente emotiva, de un sentimiento radical de cuestionamiento a la decadencia y sequedad de la cultura occidental.

No es el momento de argumentar si acaso Eliot es un poeta de la decadencia  en la misma corriente crítica o restauradora de Spengler, de C.S Lewis y otros. Al respecto, hay un debate significativo en los textos de Herman[iv], Magris[v], Burrow[vi] y de Bloom[vii]. Lo que sí nos parece importante decir en vista del propósito de este ensayo es que La Tierra Baldía es un poema de los escenarios de la memoria occidental, un mapa poético de la decadencia, como fenómeno de la historia universal,  y desde cuyas fuentes emblemáticas Eliot construye  un discurso crítico de la decadencia contemporánea. A la manera de un flaneur hermético describe no sólo el Londres de postguerra, sino una ciudad global que es también Jerusalén, Roma, Viena o Cartago, a partir de la cual deshilvana un discurso convencional sobre  los “ocasos” de las civilizaciones, para  poetizar la historia de un cierto desencanto, que es su propia crítica a la cultura, explorando un “discurso de profundidades”, superador de las “apariencias” y desarrollados en claves. De ahí que es acertado llamarlo flaneur, pues como lo hicieran Baudelaire, Rilke o Benjamin, Eliot recorre poéticamente la memoria  crepuscular de las ciudades a través de un poema intenso y comprimido.

Es en esta “intensidad”,  en el viaje a las profundidades, donde encontramos el valor más atrayente del poema: la apropiación de los discursos de “otros” para elaborar un entramado propio, a través del cual se manifiesta el sentimiento poético como una rebeldía, aparentemente muda, que, sin embargo, da lugar a un texto  que busca poner las cosas en “su” lugar.  La Tierra Baldía es un poema de “lugares”, otra vez: de escenarios de la memoria ;  que se nutre de la cartografía existencial y  urbana de Eliot, revisitada y reelaborada desde las tradiciones poéticas mayores. Una epopeya de la decadencia del mundo, narrada desde el mito universal de la fertilidad. Un drama de la ciudad contemporánea contado desde el mito del Rey Pescador del  ciclo artúrico. Un poema del dios muerto. La “tierra baldía” o el reino del rey Pescador son  un país de muertos. Eliot construye desde ahí su poema memorial de la decadencia,  la muerte y la sequedad. Y con ello, manifiesta su sentimiento de impotencia propia, de esterilidad, de riesgo y aniquilamiento. La ciudad es la memoria  de lo moderno en ruinas y alegoría de la caducidad, como sostiene Magris[viii].

En esta perspectiva, La Tierra Baldía es un poema antimoderno, expresa una desconfianza ante el futuro, es una especie de historia de repitencias, de vuelta a lo mismo, una narración del destino humano a vivir períodos de decadencias, sólo que esta vez pareciera que la fuerza restauradora -que en el Eliot post La Tierra Baldía es la religión- no se configura como potencia iluminadora. La “obscuridad” del poema, “desvanecido”, soberbio e impotente, a la vez, parecieran probarlo. El poema de Eliot no deviene esperanza. A lo más, refiere un recado al ascetismo y una evocación al poderío de la redención agustiniana y al orden del Dante. Esta estrategia ascética quedará más evidente en los Cuatro Cuartetos, donde la poesía de Eliot se hace más “doctrinal” y propone casi una metódica espiritual[ix].

No queda claro si Eliot poetiza una ciudad-memoria perdida (condenada) o una ciudad distante. No se sabe cuál es el presente o el tiempo de la decadencia de La Tierra Baldía.  Cuando Magris  elabora su  análisis de los Cuadernos de Malte Laurids Brigge, concluye que Rilke solidifica en este texto una escritura autobiográfica y que su planteamiento sobre el caso de la metrópolis es una táctica defensiva para descubrir dentro de la crisis de sentido de la cotidianidad urbana una búsqueda de un vislumbre de vida, un destello[x]. No podemos llegar a una conclusión similar  en la lectura de La Tierra Baldía. La sequía en el poema de Eliot es la muerte, es el desplome de la memoria,  el aniquilamiento de lo humanamente habitable, la impotencia del Rey Pescador , que  por extensión es la muerte del reino todo.

No es convincente saldar esta temática señalando, como en un momento escribió Octavio Paz, que lo sombrío en Eliot era el resultado de nostalgias feudales y que su crítica a la modernidad y al imperio del dinero se expresaron por lo mismo, y sin vuelta, en un discurso conservador[xi]. El mismo Paz, en otro de sus textos, da una posibilidad alterna, y que nos permite seguir argumentando en la línea del ensayo. Si se trata de entender las fuerzas que sustentan el poema de Eliot no es desacertado  hablar de su sentido de escisión, de distanciamiento y de desvanecimiento frente a la decadencia de época[xii], de su emoción de deriva  y de una actitud contemplativa que no aspira al poder de transformar las cosas,  sino sólo a ponerlas en “su” lugar, como ya hemos dicho más arriba. Sería exagerado  decir que Eliot en La Tierra Baldía es un renegado de la civilización, pero algo de ello hay, a mi entender,  en su crítica a la “ciudad”, como cosa des-ubicada, extraviada. Lo más sorprendente es que Eliot radicaliza su crítica a tal extravío también con un lenguaje aparentemente “extraviado”, deshilvanado, sin “sentido”, como si sólo de tal forma consiguiera dar cuenta cabal de un mundo extraviado, seco, romo, extraño, sin sentido y muerto.

Si Eliot fuese el poeta del desvanecimiento, del “sin fondo”, podríamos emparentarlo con  todos los pensadores críticos de la “experiencia de la modernidad”, con el propio Marx cuando sentencia que ella no es sino el sentimiento de que todo lo sólido se desvanece en el aire[xiii]. ¿Es entonces La Tierra Baldía el poema de la desconstrucción, condición metódica del Eliot posterior, doctrinario y ascetista?, ¿Es La Tierra Baldía un poema reactivo, expresivo de  táctica desconstructiva, una especie de genealogía de la decadencia, del mal y de lo seco en la historia-memoria a manera de un paso  heurístico y sus Cuatro Cuartetos la culminación sólida (no desvanecida) y definitiva de su discurso restaurador neo-cristiano, como lo define Bloom?[xiv]

Cuando hablo de La Tierra Baldía como un poema desvanecido quiero decir también que  la sensibilidad en Eliot es una especie de inhibición de la vida[xv], que se expresa en una poética de ruinas (las ruinas de las grandes ciudades en el ocaso). Eliot sería un conspirador, desde lo “oscuro” y lo ruinoso, y que, sin embargo, no logra dar a la religiosidad un carácter salvífico evidente[xvi], desarrollando un entramado de referencias a grandes monumentos de la palabra, que al fin no sabemos si están recuperados para ser fuentes de redención, o bien para evidenciar la impotencia. En esta perspectiva, Eliot puede entenderse como un conspirador de  una poesía fatalista. Un autor (¿actor?) de un descenso a los infiernos sin  redención. ¿Es La Tierra Baldía una performance poética como señala Bloom[xvii]?  ¿Una elegía del mismo Eliot? ¿El poema de una peregrinación a través de la tierra seca y condenada, del infierno?. ¿La transición por un escenario decadente como el pretexto de una obra redendora y sólida posterior, es decir como un poema propedéutico, iniciático, preámbulo de sus Cuatro Cuartetos y de su obra dramática?

Compartimos con Ruth  Nevo  su opinión de  que la razón de ser La Tierra Baldía es desunir, vaciar, desvanecer[xviii] y que su  fuerza  está  en ser un grito del malestar de época,  que seguimos  vivenciándolo en este principio de siglo .


Notas
[i] Moody, David (ed), The Cambridge Companion to T.S. Eliot, Cambridge University Press, Cambridge, 1998.

[ii] Seferis, Giorgio, El Estilo Griego I: K.P. Kaváfis – T.S. Eliot, FCE, México, 1994, p. 27.

[iii] Seferis, ibid, p. 28.

[iv] Herman, Arthur, La Idea de Decadencia en la Historia Occidental, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1997.

[v] Magris, Claudio, El Anillo de Clarisse. Tradición y Nihilismo en la Literatura Moderna, Península, Barcelona, 1993.

[vi] Burrow, John, La Crisis de la Razón. El Pensamiento Europeo 1848 – 1914, Crítica, Barcelona, 2001.

[vii] Bloom, Harold, El Canon Occidental, Anagrama, Barcelona, 1997.
[viii] Mgris, ibid, p. 26.

[ix] Pujals Gesali, Esteban, Eliot, Yeats, Pound y la Modernidad en Poesía, Introducción a Eliot, T.S. Cuatro Cuartetos, Cátedra, Madrid, 1999.

[x] Magris, ibid, p. 218.

[xi] Paz, Octavio, Excursiones / Incursiones. Dominio Extranjero. Obras Completas, Vol. II, FCE, México, 1995, p. 301.

[xii] Paz, Octavio, Los Hijos del Limo, Seix Barral, Barcelona, 1998.

[xiii] Berman, Marshall, Todo lo Sólido se Desvanece en el Aire. La Experiencia de la Modernidad, Siglo XXI Editores, México, 1989.

[xiv] Bloom, Ibid, p. 88.

[xv] Kenner, Hugh The Death of Europe, en Bloom, Harold (ed) T.S. Eliot’s The Waste land, Chelsea House Publishers, New York, 1986, pp. 14 y ss.
[xvi] Dick, Bernard, The Waste Land and The Decensus of Inferos, en Bloom, nota 16, p. 67 y ss.

[xvii] Bloom, Harold, T.S. Eliot, Bloom’s Major Poets, Chelsea House Publishers, Broomall, 1999, p. 16.

[xviii] Nevo, Ruth, The Waste Land: Ur-Text of Deconstruction, en Bloom, Harold, T.S. Eliot, Modern Critical Views, Chelsea House Publishers, New York, 1985.
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