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Las “otras novelas” de Cervantes

por Raúl Simón Eléxpuru
Artículo publicado el 10/10/2025

Descontando las Novelas Ejemplares ―que quizá podrían clasificarse como cuentos largos―, las “otras” novelas de Cervantes (es decir, las que no son “Don Quijote de la Mancha”) son dos: “La Galatea” y “Los Trabajos de Persiles y Segismunda” (a esta última la llamaremos “El Persiles”, para abreviar).

Quiero poner aquí unos comentarios sobre estas dos obras, ya que debo ser de los pocos que las han leído atentamente.

¿Por qué casi no se leen? Quizá por prejuicio, quizá por pereza (al asomarse a ellas, ambas cosas se ven confirmadas). Sin embargo, vamos por partes.

La “Galatea” es cronológicamente la primera de ambas, siendo uno de los primeros trabajos extensos de nuestro autor. Es una obra completamente estándar de un género establecido en la época: el pastoril. Respeta todas sus convenciones (quizá el joven Cervantes sólo se propuso mostrar que podía seguirlas), y aparentemente no demuestra mayor originalidad. Hoy en día su lectura nos resulta difícilmente soportable; sin embargo, lo que la redime son los numerosos poemas intercalados (*) ―otra convención del género. Algunos de ellos sí tienen genuina calidad poética y originalidad, como el soneto que comienza así:

¿Quién dejará del verde prado umbroso
las frescas yerbas y las frescas fuentes?

Uno imagina que reuniendo varios de estos poemas, y poniéndoles música, podría formarse una cantata del tipo “serenata barroca”.

El “Persiles” es la última obra de Cervantes ―terminada casi con su último aliento―. Esta obra, pese a pertenecer a otro género estándar, el “bizantino” o de aventuras, tan antiguo como el pastoril (o más), es una obra experimental, más en cuanto al lenguaje que por las rebuscadas aventuras. Hoy en día, después de tantos experimentos narrativos como se hicieron en el siglo XX, estas aventuras no logran interesarnos. Sin embargo, el lenguaje es interesante, y anuncia el barroco. Ya en la primera frase hay un ejemplo: en lugar de comenzarla con el sujeto, Cervantes la comienza con el complemento directo: “Voces daba el bárbaro…”. Un ejemplo de hipérbaton barroco, contemporáneo de las culteranadas de Góngora.

Otro truco ingenuo empleado por nuestro autor es el siguiente: a pesar de que la obra se titula “Los Trabajos de Persiles y Segismunda”, los personajes así llamados no aparecen hasta las páginas finales; en su lugar, aparecen unos tales Periandro y Auristela. Uno, naturalmente, se pregunta: “¿Bueno, y cuándo aparecen Persiles y Segismunda?”. Un lector de la época ―quizá más ingenuo que uno actual― esperará pacientemente; un lector de nuestros días no tardará en sospechar que Periandro y Auristela son la pareja del título, con nombres cambiados, para despistar.

En resumen, dos obras cuya lectura no se recomienda mucho al lector inquieto de nuestro tiempo, pero que representan sendos esfuerzos, en distintas etapas de la vida de Cervantes, en un proyecto de exploración del género narrativo, el cual siempre motivó al autor del Quijote.

Raúl Simón Eléxpuru
Artículo publicado el 10/10/2025

(*) Ellos están recogidos, junto con poemas de otras obras, en mi archivo “Poesía Cervantina Intercalada”.

 

 

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