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Los Nobel latinoamericanos y sus apreciaciones de un Nobel ruso: Neruda, García Márquez, Octavio Paz y Vargas Llosa refiriéndose a Pasternak.

por Marcelo Coddou
Artículo publicado el 25/02/2015

El lector verá a lo largo de este trabajo los motivos porque
designo a Pasternak como Nobel “ruso” y no “de la URSS”.



Durante una visita a España –placentera y productiva, como siempre— en octubre de 1983 pude leer, en varios periódicos, una noticia que conmocionó a muchos: en Moscú se había celebrado un acto que era verdadero homenaje, casi oficial, a Boris Pasternak, Premio Nobel de 1958. Entre los artículos de mayor interés para mí –lo recuerdo muy bien—sobresalía el publicado por García Márquez en esa famosa columna suya en el más prestigiado de los diarios de la península, El País, de Madrid, publicación ésta que acogiera y sigue acogiendo las más connotadas plumas de la literatura y del periodismo latinoamericano: Carlos Fuentes fue uno de ellos hasta su deceso, Vargas Llosa sigue siéndolo en el presente. El artículo lo recorté y lo tengo ante mi vista: desde él citare más adelante.

La lectura de ese artículo de García Márquez (puntualicemos lo tan sabido: Premio Nobel él mismo, justamente un año antes de su artículo al que nos referimos, vale decir, en 1982), me hizo recordar de inmediato lo dicho algunas veces por Pablo Neruda (Nobel de 1971) y que estimo importante citar, subrayando precisamente lo que más me parece de interés [i]

Conocí a Pasternak—escribe Neruda– en su bello departamento de Moscú, en su casa de campo [sic]. Sus poemas y traducciones se venden por millones y se seguirán vendiendo. No me parece justo que la Academia Sueca premie su discutible novela por razones políticas y no se base en su poesía de preciosa estirpe. La reacción de los escritores soviéticos, que debiera parecernos dolorosa e intolerante, se explica, porque los escritores como los demás ciudadanos soviéticos, no aceptan nada que pueda amenazar al mundo nuevo que constituyen el patrimonio de Lenin y el pueblo soviético. En esta violenta polémica está en juego el patrimonio y la defensa del socialismo, pero no está en juego la poesía. No hay peligro para Pasternak fuera de apasionados ataques que pasarán, restituyendo todo a la profundidad de sus valores.

A pocos días de tal afirmación, que me parece tan lúcida, el mismo Neruda escribiría, en actitud mucho más crítica y sin duda “comprometida”:

Este poeta de alta calidad [Pasternak] se mantuvo aislado, solitario en medio de la vida socialista. La guerra llenó de sangre la tierra soviética, los invasores trajeron muerte y destrucción, llegó la paz y el hombre soviético (…) levantó su energía y la colocó entre las estrellas. Y mientras tanto Pasternak, encerrado en su torre de marfil, no fue conmovido por esta grandeza, ni por esta sobrehumana victoria. Se mantuvo inconmovible y su último libro [ El Dr. Zhivago ] hirió y ofendió a los más grandes constructores de nuestro tiempo. [ii]

Según claramente se ve, Neruda aprecia sin restricciones sobre todo la poesía de Pasternak, pero respalda lo sucedido en la URSS cuando la Academia Sueca le otorga el Nobel al escritor ruso justificando su decisión centradamente en su famosísima novela, El Dr. Zhivago.

Otro de los nuestros, el mexicano Octavio Paz (1914-1998), Nobel de 1990, por su parte, con gran lucidez, escribiría:

Pasternak nos vuelve a recordar (…) la existencia del alma. Esa ha sido, una y otra vez –desde Pushkin hasta Block, Esenin y Mayakovski—la misión de la poesía rusa en el mundo occidental: recordarnos que el hombre escapa a todos los sistemas, incluso si voluntariamente se encierra en ellos. Entre el alma y el sistema, la poesía es un testimonio de la primera [iii]

Nada sé de lo dicho o escrito sobre el poeta ruso por el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899-1974), Nobel de 1967, pero me atrevo a suponer que coincidiría en todo, o en gran parte, con lo sostenido por su gran amigo Pablo Neruda, con el que se mantuvo en contacto a lo largo de muchos años y con quien hasta escribió un libro en común, Comiendo en Hungría, editado simultáneamente—hecho insólito– en cinco idiomas en 1965.

En cuanto a Gabriela Mistral (Nobel en 1945), también ignoro si alguna vez escribió algo sobre Pasternak. Me permito dudarlo: ella fallece a comienzos de 1957 –precisamente el 10 de enero–, vale decir, el mismo año en que se publicara El Dr. Zhivago y un año antes de que el escritor ruso fuera galardonado por la Academia sueca. En vida de la Mistral, en occidente Pasternak era prácticamente desconocido: tan sólo algunos pocos iniciados, necesariamente conocedores del idioma ruso, podían tener acceso a sus escritos. Las traducciones de la obra de Pasternak comenzaron a realizarse y multiplicarse precisamente a partir del Nobel y se intensificaron y difundieron sobre todo cuando su única novela fue llevada al cine.

Efectivamente: en 1965, el afamado cineasta David Lean dirigiría la película bajo el mismo el título de la novela: Dr. Zhivago, con Omar Sharif de protagonista y Julie Christie en el papel de Lara. El film obtuvo 5 Oscares y fue galardonado con también 5 premios Globo de Oro, entre ellos Mejor Película Dramática, Mejor Director y Mejor Guión. Su popularidad se extendió, por décadas, hasta el punto de ser considerada la octava película más taquillera en la historia del cine. Vale la pena tener en cuenta estos hechos, extra-literarios, para comprender mejor lo acontecido con la obra de Pasternak.

Retornando a la novela misma : en un muy citado artículo suyo Vargas Llosa recomienda “Los libros que hay que leer antes de morir“ [iv] Para el Nobel peruano (2010 ) uno de ellos es precisamente El Dr. Zhivago. Citemos la frase de iniciación del estudio que a tal obra le dedicara en su estupendo volumen de ensayos titulado La verdad de las mentiras:

La primera reacción del lector de nuestros días que culmina la larga travesía de su lectura, es de sorpresa. ¿Cómo pudo este libro provocar semejante controversia política? Algo debe haber progresado el mundo hacia la sensatez cuando tanto en el Este como en el Oeste se reconoce esta evidencia: que sólo un espíritu inquisitorial exacerbado, o una estupidez de dimensiones patológicas, pudo desnaturalizar la novela de Pasternak hasta el extremo de ver en ella una diatriba contra la Revolución de Octubre. O, incluso, una crítica específica al régimen soviético [v].

Vargas Llosa se está refiriendo, claramente, a lo que en su momento se conoció como “el caso Pasternak”, vale decir, la reacción que en el mundo entero provocó lo que sucediera en la URSS cuando al poeta ruso en 1958 le fuera concedido el Premio Nobel y tuvo que declinar asistir a su recepción, ante la amenaza de ser encarcelado. Recordemos nuevamente que la Academia lo había premiado destacando más su novela, El Dr. Zhivago, que su vasta obra poética. La escritura de la novela Pasternak la había iniciado muy tempranamente, hacia 1910-1920, finalizándola tan sólo en 1956. Su publicación fue prohibida en la URSS, pues la crítica soviética proclamó que el tema de la novela era, marcadamente, “antisoviético”. El manuscrito llegó, de manera clandestina, a manos del editor milanés Grangiacomo Faltrinelli, quien formulara su famosa conclusión –poco antes de optar por abandonar el partido comunista italiano al que pertenecía—de que “sería un enorme crimen rehusar publicar esta obra maestra”.

Permítasenos regresar al artículo –un verdadero mini-ensayo—de García Márquez al que nos refiriéramos al iniciar estas páginas. Con los antecedentes que hemos procurado reunir se nos hará menos dificultoso entender la extraordinaria inteligencia y, diría, “sensatez”, con que el novelista colombiano resolvió, críticamente, el complejo asunto de evaluar la real significación de Pasternak, sin dejar de considerar las posiciones encontradas que la obra de éste siempre ha enfrentado y probablemente seguirá enfrentando.

Para García Márquez la noticia de ese acto- homenaje brindado a Pasternak en la capital rusa en octubre de 1983 –al que hiciéramos referencia al inicio de nuestro artículo—no advertía que ese “aparente deshielo” en torno al poeta “no era nada nuevo” en la Unión Soviética. A ello agrega: “hace mucho tiempo que su nombre y su obra no son tan misteriosos ni conflictivos como en efecto lo fuera alguna vez” (subrayo yo). García Márquez informa –nos informa—que hacía muchos años que Andrés Voznessensky [vi] había publicado algunos de los poemas póstumos de Pasternak en una revista literaria oficial (“como todas las de la US”, aclara García Márquez), con una presentación “en la cual se hablaba de sus virtudes sin la menor reticencia”. García Márquez hace notar que también en esa ocasión las agencias de prensa occidentales “registraron el hecho como algo extraordinario y también como si fuera el primero después del escándalo [sic] de su Premio Nobel”.

También el autor de Cien años de soledad se refiere, con detalles, a lo que, según él establece, “fue lo que en realidad sucedió con Pasternak en la Unión Soviética”. Además de proporcionar alguna información detenida sobre el hecho, nos brinda su juicio sobre la novela de Pasternak, a quien evalúa—análogo, según anotáramos, a como lo hiciera Neruda–, de “poeta inmenso”. Escribe García Márquez:

Entre las muchas desgracias en la vida de Pasternak no fue la menor el que sólo fuera conocido en Occidente por El Dr. Zhivago, un libro que la mayoría conoce sin haberlo leído, gracias a la película que hizo David Lean y la cual a su vez no se recuerda tanto por la almibarada [sic] canción de supermercado que le hizo Maurice Jarré sobre medida.

Más adelante García Márquez nos cuenta que había estado dos veces en la URSS: una en 1957, época en que nadie hablaba de Boris Pasternak—“ni allá ni en ninguna parte” —sigue García Márquez—un año después en que en todo el mundo se hablaba de él, salvo en la US”. Y agrega: “No era para menos: el poeta estaba condenado entonces por el cargo fácil de desviacionista”. Por último García Márquez nos recuerda que Pasternak se vio obligado a rechazar el Nobel, según las propias palabras del poeta “por la significación que le han dado a este honor en la sociedad en que vivo”.

En la segunda ocasión en que García Márquez visitó la URSS, el año 1979, se dio el hecho de que “no hubo una conversación con escritores y artistas (García Márquez asistía, invitado, al Festival de Cine de Moscú) en la que no se evocara el nombre de Pasternak, siempre sin escondrijos y con la admiración más entusiasta”.

 


Notas
[i] Cito por un artículo que apareció en el diario El Siglo, de Santiago, 9-XI–1958 , precisamente a propósito del galardón sueco a Pasternak , bajo el título “El socialismo puebla de creaciones los nuevos países”.

[ii] El Siglo, Santiago, 23-XI-1958.

[iii] Octavio Paz, OO.CC, Segundo tomo, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2014.

[iv] Mario Vargas Losa, “Los libros que hay que leer antes de morir”, diario 16, Lima, 9-XI-2014.

[v] Mario Vargas Llosa, “Una llama en el viento: El Dr. Zhivago de Boris Pasternak”, en La verdad de las mentiras, Barcelona, Seix Barral, 1990, Págs.. 169-178.

[vi] Destacado poeta (1933-2010), fue, junto a Yevtushenko y otros, de la época que Ilyá Ehrenburg denominara del deshielo. De su escritura, innovadora en lo formal, la crítica ha valorado sobre todo su lirismo al que se ha calificado tanto de metafísico como simbolista; vale decir muy distinto y distante al realismo socialista de anteriores generaciones. En 1978 le fue otorgado el Premio Estatal de la URSS.
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