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Mapocho de Nona Fernández: Escritura de la memoria

por Carolina Andrea Navarrete González
Artículo publicado el 16/05/2004


Quien llega al conocimiento, también
Llega al recuerdo, paulatinamente
Conocimiento y recuerdo son una sola y misma cosa
Gustav Meyrink

 

Una novela cuyo eje discursivo está centrado en la memoria y en la escritura postulando nuevas versiones alternativas y complementarias de la Historia conocida sería una caracterización aproximativa de la primera novela de Nona Fernández: Mapocho, la cual recrea de una manera fabulosa y fabuladora el campo del recuerdo. El objetivo del presente trabajo corresponde a la lectura de Mapocho a la luz de una novela transitiva, es decir, como un texto-puente entre el referente histórico y la contemporaneidad de la escritura. Mi intención es demostrar cómo el discurso literario acomete un proceso de desmitificación de la Historia a través de su ficcionalización.

En esta obra, el referente histórico se vislumbra y se desarrolla indirectamente: se invierte, se interioriza; ofreciendo aspectos de una historia problemática, se pone al desnudo los rostros ocultos del tirano, se cuestionan y desmitifican paródicamente las figuras y esquemas de sistemas políticos y sociales imperantes en la Historia de nuestra nación. Se realiza un recorrido desde los albores de la conquista y fundación de Santiago, pasando por dominaciones dictatoriales opresivas. El primer caso lo vemos a través del siguiente fragmento:

Días después, el 12 de febrero de 1541, don Pedro funda su ciudad con el nombre de Santiago de la Nueva Extremadura. […] Una copia, un armado hecho con los trozos sueltos que la memoria del conquistador guardaba. Un remedo donde indios visten ropas de seda y rezan a vírgenes blancas. Una fotocopia desteñida, hecha con papel calco importado, una imitación inventada por la cabeza de Valdivia. (44)

Así vemos como la figura de Valdivia se rearma para mostrar cierta frivolidad ante los acontecimientos que acompañan a la fundación de una nación. Además, en ciertos pasajes se nos aparece su figura desde una perspectiva irrisoria, ridícula y totalmente desmitificada:

Dicen que Valdivia hizo girar lentamente a Lautaro y que se quedó con su espalda y melena gruesa frente a los ojos. […] Dicen que le tomó las piernas y que se le metió en el cuerpo como hace mucho quería hacer. […] Dicen que Lautaro rió. Dicen que soltó una carcajada tremenda mientras Valdivia y su culo albo se movían triunfantes. […] La lanza punzándolo por la espalda, hiriéndolo, y la risa en la boca porque esa carne blanca y rolliza se sacudía gelatinosa como un sapo. Eso era Valdivia. Un sapo pálido que croaba en su nuca, que lo embetunaba con su baba de sapo, con su semen de sapo. (50-51)

Valdivia es ironizado y su historia es recreada en un sentido oscuro ejerciendo el dolor y la herida sobre un mapuche (que bien podría representar al pueblo entero), el cual se sobrepone al hecho mostrándose con mayor altura de mira y con un discernimiento que dialoga con la burla y el descrédito de la figura del español.
Como segundo caso de desacralización presente en la novela lo encontramos en los episodios alusivos al Diablo y al Coronel, quienes se podrían interpretar como personajes simbólicos de aquellas figuras dictatoriales protagonistas de la Historia de nuestro país:

Dicen que un día llegó el Diablo y […] reclutó a cuanto punga y borracho se le cruzó por el camino. […] Dicen que los engrilló que los alimentó con charqui podrido, que los hizo trabajar desde antes del alba hasta que el sol se pusiera. […] Dicen que muchos no soportaron y se fueron débiles por el río. Cuerpos azulosos, partieron engrillados por el Mapocho y se perdieron en sus aguas. Negros, mestizos. Nadie estaba libre de la furia del Diablo. (84)

Podemos observar, en la caracterización que el narrador nos ofrece del diablo, el carácter opresor y dictatorial interceptado con la pestilencia y el hedor del río Mapocho, donde se pueden encontrar un sinnúmero de cadáveres martirizados que navegan y recorren Santiago como un espacio mortuorio y doliente. En este escenario es posible encontrarnos también con recreaciones de incesto y orfandad que delatan un espíritu chileno caracterizado por una huerfanía histórica y un origen identitario vejado:

Dicen que un día, al cabo de unos años, las niñas se estaban bañando desnudas en un arroyo cuando su padre las divisó. […] Dicen que sus cachos de diablo se le pararon en el acto, su cola se le erizó, todo en él se quedó tieso ante la visión de las nínfulas. […] dicen que el Diablo no pudo evitarlo y se lanzó al agua con ellas. […] Y las niñas reían divertidas y se abrían de piernas mientras él palpaba con sus dedos de Diablo el par de clítoris recién entrenados. […] Y tomó el Diablo a cada una de la cintura y se las montó encima. (82)

Esta visión de poderío y de invasión en el espacio del otro tiene eco en otro episodio de la novela, cuyo protagonista es el «Coronel», quien sería un símil, como yo lo entiendo, de la figura de Pinochet. El Coronel tenía completo dominio de la «casa vieja» (nuestro país) además de la misión de limpiar toda la ‘basura’ comprendida por las minorías y grupos marginales. Lo particular de esta caracterización es la burla que se hace a la figura del coronel, quien antes de ‘arrojar fuera’ a las ‘locas de la pieza color rosa’ se travistió «meneando el poto y barriendo como enfermo mental al ritmo de Gardel»(163) sumergiéndose en sus fantasías ocultas:

Dicen que primero lo empelotaron completito. A sacarse la ropita Coronel. […] ¿Le gusta cómo lo limpian sus maricones, papito. […] Ahora a secarse el potito, Coronel. […] Dicen que Ibáñez se miraba frente al espejo impresionado ante el trabajo de sus hijas[…] Y mientras bailaba, más se calentaba, y más ganas le daban de tener a ese Zorzal al frente para chuparlo entero, para agarrarlo todo, para sentir su escoba de pájaro cantor metiéndose en su propio culo perfumado. (162-163)

De esta manera hemos trazado un recorrido por distintos episodios donde se constata, a través de algunos de sus protagonistas, la desmitificación de la Historia en un proceso de ficcionalización bien logrado capaz de conducir a los lectores a una lectura atractiva que dibuja coincidencias entre nuestra fractura social reciente y la huerfanía histórica de nuestro pueblo.

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Bibliografía
Fernández, Nona. Mapocho. Santiago de Chile: Planeta, 2002.
Kohut, Karl; Morales Saravia, José. Literatura chilena hoy. Madrid, edit. Vervuert, 2002.

 

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