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Molière y Racine: El clasicismo moderno en Francia

por Luis Quintana Tejera
Artículo publicado el 15/06/2023

Introducción
Mientras el resto de Europa sufría las consecuencias de la degeneración del barroco. Francia logró su edad de oro. Al siglo XVII se le ha denominado con razón le grand siécle. Pero este período del clasicismo es breve.

Principales representantes
Los principales representantes del clasicismo francés son:

A. En la tragedia, Racine (1639-1699).
B. En la comedia, Molière (1622-1673).
C. En la literatura mundana, La Rochefoucauld y Mme. De Sevigné.
D. En la crítica, Nicolás Boileau. (1636-1711)
E. En la fábula, Jean de La Fontaine (1621-1695); este último es el más independiente, el que menos se somete a las directivas del siglo.

Caracteres generales de esta literatura
Vamos a estudiar ahora los caracteres generales de la literatura clásica francesa de la segunda mitad del siglo XVII:

1°  Está de acuerdo con las instituciones de la época.
Es una literatura al servicio de las instituciones sociales, políticas y religiosas; es decir, respeta el orden establecido, no ataca, sino que sirve a las instituciones y al régimen político. Por esta causa puede ser considerada como una literatura ancilar (del latín “ancila” que significa “esclava”; esto es que se halla al servicio de una causa concreta).

2°  Es una literatura centralizada en la monarquía. El monarca asume en la segunda mitad del siglo XVII la dirección de los espíritus. En Versailles, el Rey Sol es el protector de las artes y de las letras.

3°  Es una literatura cristiana. En la segunda mitad del siglo XVII hay unidad religiosa en Europa. La religión del príncipe es la de los súbditos. Esta divisa consagra la intolerancia. El Edicto de Nantes, expedido por Enrique IV (1598), fue abolido ahora por Luis XIV (1685) estableciendo la intolerancia de cualquier religión fuera de la católica.

4°  Es una literatura aristocrática y mundana. Las producciones literarias están destinadas preferentemente a la clase aristocrática. No es una literatura popular. El espíritu mundano se manifiesta especialmente en las máximas de  La Rochefoucauld y en las cartas de Madame de Sevigné.

5°  Es una literatura espiritualista y moral. No le interesa la naturaleza inanimada, las cosas del mundo exterior, sino el hombre espiritualmente considerado, prescindiendo de su ser físico. No interesan el vestido, el decorado, como ocurre en el “preciosismo” ni la descripción sentimental de un bosque o un río, sino el alma humana. Esta literatura pretende transformar al individuo moralmente, no a la sociedad. La reforma moral individual es el ideal de Molière.

6°  Es una literatura disciplinada. Está sometida a reglas estéticas, tomadas de la tradición.
Su principal codificador fue Boileau, quien en su Arte Poética (1674) toma las reglas aristotélicas y las exagera, no dejando margen a la libertad. Sus reglas son caprichosas, rígidas, severas y tienden a destruir la personalidad del escritor.
Lo barroco y lo romántico se caracterizan por la libertad en el arte. En cambio, lo clásico, por la sujeción a las normas.
La razón es la guía que permite llegar a la verdad y comprender a la naturaleza. Predomina sobre la imaginación, que conduce a lo fantástico, y sobre la sensibilidad, que conduce a la expresión de lo subjetivo. Sin embargo la razón aparece, en el siglo XVII, sometida a las instituciones políticas y sociales; respeta la religión, la moral y la tradición, debido al freno que éstas le imponen. El predominio de la razón proviene del renacimiento. Mientras el barroco se aproxima a la edad media y se aleja del renacimiento, el clasicismo se aproxima al renacimiento y el espíritu renacentista es, en su esencia, clasicismo.

7°  Es una literatura cuyo ideal artístico radica en la imitación de la naturaleza. Se sigue en ello a Aristóteles (2018). No es una imitación servil de la naturaleza, sino que se seleccionan los datos de ésta.

8°  Es una literatura que imita a los antiguos. Si el arte radica en la imitación de la naturaleza, los modelos fundamentales deben ser los antiguos: por estar más próximos, más cercanos a ella, son los que la han comprendido mejor, por eso son los más sencillos, los más objetivos. Sin embargo, no se hace de los antiguos una imitación tan servil como en el Renacimiento.74

Autores y obras representativas del clasicismo moderno:
En la tragedia, Racine; en la comedia: Molière.
. Racine (Bustos Tovar, 1985: 512-513).
Es el dramaturgo trágico más destacado de este período que intertextualiza a la literatura griega en un marco de realización perfectamente alcanzado.
Entre sus obras mencionamos: Alejandro, Amores de Ovidio, Andrómaca, Atalía, Baños de Venus, Berenice, Fedra, Ifigenia.

Andrómaca
Su primera gran tragedia —Andrómaca— es de 1667. Argumentalmente se trata de recrear la vida de Andrómaca, la viuda del príncipe troyano Héctor que ya habíamos conocido en la Ilíada de Homero, cuando es conducida al destierro por su secuestrador y amante —Pirro—Éste la desea con tanta intensidad que hace todo lo humanamente posible para concederle sus aspiraciones. Pirro llega a proteger al hijo de Andrómaca —Astianacte— de la furia de los restantes griegos que desean vengarse de Héctor en la persona de su vástago. Es digno de destacar la fidelidad de la esposa al marido muerto. Racine recrea un poderoso cuadro de mujer combativa y que sin tregua alguna defiende a su hijo, llora por Héctor y desprecia a Pirro.
Muchas obras de Racine se inspiraron en la literatura y mitología griegas y otras en la historia antigua y en la Biblia.
La dramaturgia raciniana es la más perfecta desde el punto de vista de las normas más rigurosas que dictó el espíritu clásico. Los preceptos aristotélicos, que exigen que todo sea verosímil y necesario en la tragedia, organizan estas obras con toda naturalidad. Una característica admirable de este teatro es la sencillez de sus argumentos. Y el milagro raciniano consiste en poder escribir cinco actos de densa tensión trágica a partir de situaciones ya consolidadas, de destinos ineludibles y con personajes que ya han tomado sus decisiones. Por ejemplo, sabemos que Andrómaca seguirá fiel al recuerdo de Héctor y nada ni nadie la obligará a traicionar su memoria; no obstante, ello vemos a Pirro luchar por su amor, aunque para ello tenga que traicionar a sus propios compatriotas. Y aun sabiendo que esta mujer no cambiará su decisión la lectura del contenido trágico de la obra es apasionante.

. Molière (Javier del Prado, 1994: 452-459).
Es sin duda alguna el hombre que hizo reír y reflexionar a la sociedad francesa de la época. Si Racine había sido el rostro adusto que hablaba de la muerte y el destino, Molière representa el rostro jocoso que dibuja una sonrisa mientras se burla de los excesos de su sociedad.
Entre sus obras se incluyen: El atolondrado, el despecho amoroso, Las preciosas ridículas, Esgañarel o el cornudo imaginario, La escuela de los maridos, El matrimonio a la fuerza, Tartufo, Don Juan, El misántropo, El médico a palos, El avaro, El enfermo imaginario.
El 10 de febrero de 1673 se representa El enfermo imaginario. Molière quizás tuberculoso o enfermo de los pulmones representan el papel principal. Durante la representación del día 17 sufre un ataque de tos y convulsiones que intenta disimular con muecas y ademanes. Morirá durante la noche en su casa.

El avaro
En esta comedia el escritor critica el vicio de la avaricia a través de su personaje llamado Harpagón; éste es el padre de Cleanto y Elisa. La comedia presenta confusiones y equívocos geniales. El avaro pretende casarse con una mujer mucho más joven que él llamada Mariana, pero no sabe que su hijo Cleanto está perdidamente enamorada de esta joven. A su vez, Elisa ama a Valerio, quien se ha introducido en la casa con pretextos y con la finalidad de poder ver a su amada Elisa.

El equívoco como recurso literario. El equívoco en Molière.
El equívoco es una figura gramatical que surge al implementar un término dos veces en una oración, pero que en cada ocasión tenga un significado distinto.
También puede denominarse de tal modo, a las palabras que tienen más de un significado estando dentro o fuera de una oración. El equívoco es una palabra o figura literaria que tiene un valor retórico polisémico, es decir, “multifuncional” en una oración. De tal modo que se puede crear una oración que repita una palabra pero que en cada lugar tenga un significado diferente.
El equívoco retórico también recibe el nombre de antanaclasis o dilogía y es parte de las definiciones que poseen doble sentido.
En el mismo ámbito literario o gramatical, se puede definir equívoco como toda palabra que dentro o fuera de una oración cuenta con varios significados.
El equívoco siempre quedará al juicio del interpretador o persona a la que esté dirigida la oración, pues son preposiciones capaces de generar más de un juicio.
De hecho, hay muchísimos equívocos en la lengua castellana que van a depender del contexto en que sean implementadas para obtener un significado especifico.
Al respecto, Bustos Tovar define al equívoco de la siguiente manera: “Recurso literario que consiste en emplear en el discurso palabras homónimas, es decir que se pronuncian igual o que se escriben igual para conseguir un doble sentido. Tiene, generalmente, un propósito humorístico o burlesco (Bustos Tovar, 1985: 202).
Veamos un equívoco que tiene lugar entre el avaro y Valerio. El avaro le reprocha duramente a Valerio, porque cree que éste le ha robado su riqueza; mientras tanto, el enamorado cree que el reproche está relacionado con la hija. Por lo tanto, ambos entablarán un diálogo en el que uno pregunta por el oro y el otro responde acusándose por haber robado sí, pero a la hija amada de Harpagón.

. Texto del equívoco
Escena tercera
Acto V.
Valerio, Harpagón, El Comisario, su Pasante, Maese Jacobo.

HARPAGÓN
Acércate: ven a confesar la acción más negra, el atentado más horrible que haya sido cometido jamás.

VALERIO
¿Qué queréis, señor?

HARPAGÓN
¿Cómo, traidor, no te ruborizas de tu crimen?

VALERIO
¿De qué crimen queréis hablar?

HARPAGÓN
¿De qué crimen quiero hablar, infame? ¡Cómo si tú no supieras lo que quiero decir! Es en vano que pretendas disfrazarlo: el asunto ha sido descubierto y acaban de informarme de todo. ¿Por qué abusar así de mi bondad, introduciéndote expresamente en mi casa para traicionarme?
¿Para jugarme una mala pasada de esta naturaleza?

VALERIO
Señor, puesto que os lo han descubierto todo, no quiero usar de más subterfugios ni negaros la cosa.

MAESE JACOBO (aparte)
Oh, oh, ¿habré adivinado sin darme cuenta?

VALERIO
Mi propósito era decíroslo, quería esperar para ello una coyuntura favorable, pero puesto que es así, os conjuro a que no os encolericéis y a que consintáis en escuchar mis razones.

HARPAGÓN
¿Y qué buenas razones puedes darme, infame ladrón?

VALERIO
Ah, señor, yo no merezco esos nombres. Es cierto que os he hecho víctima de una ofensa; pero después de todo, mi falta es perdonable.

HARPAGÓN
¿Cómo perdonable? ¿Una emboscada, un asesinato de esa especie?

VALERIO
Por favor, no montéis en cólera. Cuando me hayáis oído veréis que el mal no es tan grande como os parece.

HARPAGÓN
El mal no es tan grande como me parece. ¡Cómo! ¿Mi sangre, mis entrañas, bergante?

VALERIO
Vuestra sangre, señor, no ha caído en malas manos. Mi condición es tal que no puede ofenderla, y en todo esto no hay nada que no pueda ser perfectamente reparado.

HARPAGÓN
Ésa es mi intención, que me restituyas lo que has arrebatado.

VALERIO
Vuestro honor, señor, quedará plenamente satisfecho.

HARPAGÓN
No se trata del honor en este asunto. Pero, dime, ¿qué te ha inducido a esta acción?

VALERIO
¡Ay! ¿Y me lo preguntáis?

HARPAGÓN
Sí, verdaderamente, te lo pregunto.

VALERIO
Un Dios que aporta excusas para cuanto hace hacer: el Amor.

HARPAGÓN
¿El Amor?

VALERIO
Sí.

HARPAGÓN
Lindo amor, lindo amor, a fe mía. ¡El amor de mis luises de oro!

VALERIO
No, señor, no son vuestras riquezas las que me han tentado; no son ellas las que me han deslumbrado, y protesto que no pretendo ninguno de todos vuestros bienes, con tal de que me dejéis ese que poseo.

HARPAGÓN
No lo haré, por todos los diablos, no te lo dejaré. ¡Pero ved qué insolencia querer retener el robo que me ha hecho!

VALERIO
¿Vos llamáis a eso un robo?

HARPAGÓN
¿Si lo llamo un robo? ¡Un tesoro como ése!

VALERIO
Es cierto, es un tesoro, el más precioso sin duda de los que tenéis; pero el dejármelo no será perderlo. Os lo pido de rodillas a ese tesoro lleno de encantos; y si queréis obrar bien, preciso es que lo acordéis.

HARPAGÓN
No lo haré de ningún modo. ¿Qué quiere decir esto?

VALERIO
Nos hemos prometido mutua fidelidad, y hemos hecho juramento de no abandonarnos nunca.

HARPAGÓN
El juramento es admirable, y la promesa, graciosa.

VALERIA
Sí, nos hemos comprometido a ser por siempre el uno de la otra.

HARPAGÓN
Yo os lo impediré perfectamente, os lo aseguro.

VALERIO
Nada sino la muerte puede separarnos.

HARPAGÓN
Esto es perseguir endiabladamente mi dinero.

VALERIO
Ya os he dicho, señor, que no era ése el interés que me había impulsado a hacer lo que he hecho. No han sido los resortes que os imagináis los que han movido mi corazón, pues esta resolución me ha sido inspirada por más noble motivo.

HARPAGÓN
Ya veréis que es por caridad cristiana por lo que quiere apoderarse de mi dinero; pero yo pondré todo en orden; y la justicia, desvergonzado tunante, me va a dar razón de todo.

VALERIO
Vos procederéis como queráis; estoy pronto a sufrir todas las violencias que os plazcan; pero os ruego que creáis, al menos, que si ha habido mal en esto, no hay que acusarme de él más que a mí, y que vuestra hija carece completamente de culpa.

HARPAGÓN
Bien lo creo, por cierto; sería muy raro que mi hija hubiera participado en este crimen. Pero quiero ver de nuevo mi fortuna, y que tú me confieses a qué lugar me la has llevado.

VALERIO
¿Yo? Yo no me la he llevado; ella está todavía en vuestra casa.

HARPAGÓN (bajo, aparte)
¡Oh, mi querida arquilla! (Alto) ¿No ha salido de mi casa?

VALERIO
No, señor.

HARPAGÓN
Eh, dime un poco, entonces: ¿Tú no la has tocado?

VALERIO
¡Yo, tocarla! Ah, vos la ofendéis, tanto como a mí; es con pasión pura y respetuosa que he ardido por ella.

HARPAGÓN (aparte)
¡Ardido por mi arquilla!

VALERIO
Hubiera preferido morir antes que manifestarle ningún pensamiento ofensivo: es demasiado discreta y honesta para eso.

HARPAGÓN (aparte)
¡Mi arquilla demasiado honesta!

VALERIO
Todos mis deseos se han reducido a gozar de su presencia; y nada de criminal ha profanado la pasión que me inspiraran sus bellos ojos.

HARPAGÓN
¡Los bellos ojos de mi arquilla! Habla de ella como un amante de su dama.

VALERIO
Señor, Dama Claudia sabe la verdad de esta aventura, y puede daros testimonio…

HARPAGÓN
¿Cómo? ¿Mi sirvienta es cómplice del asunto?

VALERIO
Sí, señor, ella ha sido testigo de nuestro compromiso; y recién después de haber comprendido la honestidad de mi llama me ha ayudado a persuadir a vuestra hija de que me diera su palabra y recibiera la mía.

HARPAGÓN (aparte)
¿Es que el miedo a la justicia le hace divagar? (A Valerio) ¿Qué nos vienes a mezclar en esto a mi hija?

VALERIO
Digo, señor, que me ha costado un trabajo infinito hacer consentir a su pudor en lo que mi amor deseaba.

HARPAGÓN
¿El pudor de quién?

VALERIO
De vuestra hija; y recién ayer ha conseguido resolverse a que nos firmáramos mutuamente una promesa de matrimonio.

HARPAGÓN
¡Mi hija te ha firmado una promesa de matrimonio!

VALERIO
Sí, señor, de igual modo que por mi parte yo le he firmado también otra.

HARPAGÓN
¡Oh, cielos! ¡Otra desgracia!

MAESE JACOBO (al Comisario)
Escribid, señor, escribid.

HARPAGÓN
¡Agravación del delito! ¡Colmo de desesperación! (al Comisario). Vamos, señor, cumplid con el deber de vuestro cargo, y levantadle un proceso como ladrón y como seductor.

VALERIO
Son epítetos que no merezco. […] (Molière, 1991: 850-853).

Luis Quintana Tejera

Bibliografía
. Aristóteles (2018). Arte poética, trad. de Villar Lecumberri, Madrid, Alianza.
. Boileau, Nicolás (1674). Arte poética, Madrid, Biblioteca Nacional.
. Bustos Tovar (Coordinador) (1985) Madrid, Anaya.
. Del Prado, Javier (1994). Historia de la literatura francesa, Madrid, Cátedra.
. Molière (1991). Obras completas, Madrid, Aguilar, con traducción y estudio de Julio Gómez de la Serna.
Nota
74 Hontanar. Op. Cit., 87-89.
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