En Latinoamérica la colonia se ha transformado en dependencia. Su inserción en el mundo moderno occidental destruyó para siempre lo autóctono americano. Esta dependencia incorporó los recursos geográficos, humanos y naturales del Nuevo Mundo al proceso de construcción de la Europa moderna y el mundo metropolitano contemporáneo. A nuestro juicio, la teoría que mejor describe la relación entre América Latina y Europa primero y los Estados Unidos después es el análisis del desarrollo histórico social de América Latina en términos de su dependencia, que a pesar de los más de 40 años de su formulación nos parece que mantiene una vigencia sólo acentuada por el advenimiento del así llamado ‘nuevo orden mundial’. Esta concepción del desarrollo económico social e histórico que viene de mediados de los 50 y adquiere forma definitiva a mediados de los 60. Suscintamente sería «una caracterización del capitalismo moderno como una relación centro-periferia entre el occidente desarrollado e industrial y el tercer mundo agrícola…la hipótesis de intercambio desigual así como de las relaciones de poder asimétricas entre centro y periferia; y la afirmación de una no viabilidad relativa o absoluta de una vía capitalista de desarrollo basada en las capas dirigentes de las naciones latinoamericanas»1. Si la dependencia ató a las colonias económicamente e institucionalmente a la Europa imperial, la dimensión ideológica y cultural de este vínculo no fue menor. De la capital metropolitana se extendía a las capitales virreynales y desde ahí a la aristocracia provinciana en cualquier región perdida, a los vástagos de apellido español cuyo centro espiritual se encontraba al otro lado del mundo. Es adecuado suscribir, junto a Alejandro Losada, que «…ninguna categoría descriptiva-interpretativa de estos fenómenos tiene legitimidad científica si no da cuenta del campo de contradicciones que determina el desarrollo de cada literatura latinoamericana: el desarrollo del capitalismo hegemónico de las metrópolis dominantes y el desarrollo de las sociedades latinoamericanas sometidas a diversas formas de dominación desde la conquista»2.
Afirmaba Carpentier en su Problemática de la novelística hispanoamericana que la novela era un género tardío, y agregaba «Países hay, actualmente, del Asia, del Africa, que poseyendo una poesía milenaria, apenas empiezan a tener una novelística» 3. La novela es la manifestación cultural por excelencia de la burguesía moderna4 y la existencia del género novelesco en América Latina no puede sino estar ligada en el continente con la especificidad del medio que le sirve de suelo de origen. Dentro de sus peculiaridades se ha hecho notar la preeminencia históricamente acordada al tema universal de las relaciones hombre-naturaleza: «Pero en la novela latinoamericana, de los relatos gauchescos a El mundo es ancho y ajeno, la naturaleza es sólo la enemiga que traga, destruye voluntades, rebaja dignidades y conduce al aniquilamiento».4
La oposición campo-ciudad es un tema recurrente de la cultura en Hispanoamérica. Dentro de la novelística contemporánea, en Manuel Puig, dicha oposición es uno de los elementos básicos en la estructuración del espacio ficticio. en La traición de Rita Hayworth, se muestra la relación que existe entre la provincia, la submetrópoli y la metrópoli. Coronel Vallejos es nada más que un satélite de Buenos Aires, ella misma una copia de mundos más amplios, simbolizados con retraso en la mente del protagonista, un muchacho provinciano, por los productos cinematográficos de Hollywood. En este nivel de contenido inmediato para el lector vemos la operación de la relación descrita en términos histórico sociales por la teoría de la dependencia. El ser de los personajes alienados de la novelística del autor se encuentra en otra parte. Para las comunidades condenadas a ser espectadoras en la historia, la realidad se encuentra en los centros metropolitanos de los que las ciudades ‘locales’ son meros reflejos. Esta disposición espacial se combina a la ya tradicional oposición en nuestras letras de la civilización vs. la barbarie, que encierra y magnifica la oposición ciudad/campo y a temas más restringidos como el del provinciano en Santiago, de presencia recurrente en la novela chilena desde Blest Gana y Jotabeche y con otros no ya locales y previos como el del ‘buen salvaje’, que presenta la intrínseca bondad del ser en contacto con la naturaleza (indígena, campesino, hombre del pueblo) desde la perspectiva del intelectual sumido en la vida urbana degradada y que mira hacia un estado idílico con nostalgia. Además se relaciona con el tema de la escisión, que en el plano cultural manifiesta la incongruencia entre dos culturas o más bien, entre el reflejo de una, la europea y occidental, y el vasto vacío americano no urbano o sub-urbano, entre la ‘vocación’ occidental y la pertenencia a América. Ya se muestre lo natural como terreno de la violencia y la barbarie, como en Sarmiento, o como la posibilidad de autorredención como en Los pasos perdidos (1953) de Alejo Carpentier. Pero existe este dualismo. Sarmiento, abogado de la civilización e intelectual ‘urbano’, no puede reprimir la atracción para él fascinante de la figura del gaucho: «¿Que misterio es éste del rastreador?…¡Cuán sublime criatura es la que Dios hizo a su imagen y semejanza!», «El cantor. Aquí tenéis la idealización de aquella vida de revueltas, de civilización, de barbarie y de peligros. El gaucho cantor es el mismo bardo, el vate, el trovador de la Edad Media»5. Pero así como Sarmiento no puede liberarse de la sombra del gaucho, el personaje de Carpentier en Los pasos perdidos ve el redescubrimiento del paraíso y su propia integración a éste mediatizados por su ‘parte’ europea.
En la manifestación de dicha alternativa (o disyunción), y en términos quizás muy simplificadores, el liberal del siglo pasado exterioriza en discurso esta dicotomía en forma maniquea: El y los suyos el progreso, Europa y Occidente. El resto la barbarie a domeñar y suprimir.
En el escritor latinoamericano contemporáneo pareciera que la dicotomía se interiorizara, si es que podemos asumir que ciertos protagonistas de las obras narrativas representan o son portavoces de sus autores. Por ejemplo, el sujeto como campo de juego de los dos extremos de la disyunción mencionada estructura parte importante de la obra de Jorge Luis Borges. El narrador Julio Cortázar instaura narrativamente un mundo alternativo en contraposición al cotidiano, y que sería correlativo con alguna facultad interna no operante en la vida corriente. En su novela corta El perseguidor podemos leer «…en Johny hay el fantasma de otro Johny que pudo ser, y ese otro Johny esta lleno de grandeza; al fantasma se le nota como la falta de esa dimensión que sin embargo evoca y contiene».6 Pensemos en la dualidad que en Sobre héroes y tumbas (1961) de Ernesto Sábato, esconde la personalidad de Alejandra o del protagonista, Martín: «Pero sabés: como rompiendo de pronto con ese proyecto de asceta español te revientan unos labios sensuales…Tu espíritu reinando sobre tu cuerpo como un dictador austero.»7 Como en los casos anteriores esa dicotomía se extiende hacia el mundo externo, suerte de correlato objetivo de la dicotomía de los personajes, que podemos suponer nos manifiesta, en tanto lectores, la de los autores, que de algún modo reflejan en su obra concepciones de la realidad de colectivos humanos variables. La frase que Sábato pone en el personaje—podría ejemplificar lo anterior. «En virtud de ese notable atributo que tiene el universo de independencia y superposicion»8.
En un ámbito cultural diferenciado como el del Perú, por una presencia indígena demográfica, cultural y comunal importante, José María Arguedas puede instaurar dicha dicotomía entre los polos del indígena y el hombre blanco, sin que esta presencia indígena solucione la disyuntiva planteada a la identidad9.
Si la relación histórica de dependencia influye en Latinoamérica en la constitución de las clases sociales, el carácter embrionario o abortado de las burguesías nacionales no puede dejar de incidir en la factura de las obras culturales, especialmente la novela, género del que dicha clase social sería el sujeto colectivo de obras de las que es sujeto colectivo. La novela, afirma Angel Rama, «…ha seguido en la historia el mismo proceso de la burguesía: aparece con ella y con ella alcanza su esplendor»10. Si aceptamos con Lucien Goldmann que la novela manifiesta la concepción de mundo de la burguesía, podemos esperar que el género adopte formas específicas en Latinoamérica, correlativas al papel marginal e intermediario que ha cumplido la burguesía entre las naciones americanas y los centros metropolitanos. Podemos por ejemplo suponer que, siendo la concepción del yo en términos modernos fruto del desarrollo de la sociedad capitalista burguesa moderna, la manifestación de esta concepción en novela hispanoamericana como perspectiva del narrador y como encarnada en la figura del héroe en la dimensión del contenido, tenderá asimismo a adoptar una forma sui géneris. El viaje como elemento estructurante del relato y por ende de la novela, y que marca diversas etapas en el desarrollo de un héroe, puede que no posea la significación que tiene en la novela occidental canónica. Si el héroe (y la concepción del individuo que le sirve de soporte) es más o menos carente en tanto sujeto e identidad, la estructura de un viaje mítico concebido a la manera de Joseph Campbell y la dimensión estructurante del recit se verán igualmente resentidas. La acción, la necesidad de operar en un mundo y modificarlo y modificarse (o la posibilidad de degradación), necesitan de un sub yectum, un sujeto, y de un mundo modificable. Alfredo Mac Adam afirma refiriéndose a la narrativa de Puig: «Para las comunidades condenadas a ser espectadoras de la historia, la realidad se encuentra en otra parte»11. Personajes y acontecimientos, dos elementos básicos del contenido según Kayser, asumirían un papel subordinado respecto al espacio, terreno de juego de distancias, contraposiciones y mediaciones (entre modelo y réplica o identificación con el modelo, entre centro metropolitano y periferia, entre la ciudad y el campo, y que se asocia en la narración hispanoamericana al tema de la escisión). El plot, para el mismo Mac Adam en su comentario a Puig, se encontraría ausente de la La traición de Rita Hayworth: «From an Aristotelian point of view, La traición has no plot, because it has no action».12
Esta especificidad se manifestaría además en la novela hispanoamericana por una búsqueda de las partes o de los elementos constitutivos del ego; la identidad, la subjetividad, la individualidad, producto de su origen histórico en tanto representado, reflejado o connotado en dicha novela.
La novela no podía sino originarse en la metrópoli, con un desarrollo económico social y cultural centrado a la burguesía ascendente. Lo que no quiere decir que la novela, incluso por ser una forma metropolitana no deje de ser cultivada, como por otra parte todos los géneros, percibidos por la periferia colonial y posteriormente neo-colonial como ‘la cultura’, y siempre dotados del prestigio metropolitano. Pero por otro lado y contemporáneamente, ese nacimiento imitativo o ese transplante, no impide que «En las últimas décadas, por primera vez, esta literatura (hispanoamericana) participa activamente en la configuración de la literatura internacional»13, pero que lo hace con un bagaje de características específicas.
Quizás se pueda afirmar que la novela latinoamericana se encuentran una ideología occidental y una concepción de mundo aleatoria. La carencia de una burguesía propiamente dicha, y pensamos, por lo tanto de una concepción del individuo en términos ‘modernos’, hará que se manifieste, además del fenómeno de escisión antes mencionado, y que ya disminuía la integridad del individuo en tanto unidad y en tanto sujeto de sus acciones, una idea del ‘yo’ que asume rasgos diferenciales, perceptible a través y por debajo de la ‘novela’ como forma genérica y la visión del mundo ‘oficial’, europea y occidental (nota o cita sobre intencionalidad occidental). Esta idea del yo sería parte de una concepción de mundo heterogénea, no articulada ni tematizada, pudiendo quizás el lector crítico acercarse a ella mediante el ejercio o la actitud deconstructiva.
Un momento clave y extremo de la plasmación literaria de esta concepción otra del yo la ofrece la novela de José Donoso El obsceno pájaro de la noche. El narrador-personaje principal, Humberto Peñaloza, no sólo se transforma en El mudito, sino en el imbunche, grados sucesivos de degradación que sin embargo, como afirma Antonio Cornejo Polar «sólo un recurso a la psicología menos elaborada permitiría interpretar el sentido del mudito, por ejemplo, como si fuera una instancia posterior en la paulatina degradación de Humberto Peñaloza»14. Esta mutación física a nivel de los personajes se extiende más allá hacia la modificación de personajes ya conformados, como el Doctor Azula, el embarazo interminable de la huérfana Iris, el proceso de regeneración orgánica del mismo Humberto. Incluso físicamente, la identidad se hace fluída. En cuanto al narrador, éste carece de una perspectiva unívoca. Así leemos «Como yo la dejaba salir con mucha frecuencia, la Iris pronto se hizo una clientela estupenda es el barrio .Yo me escondía adentro del Ford para verla hacer el amor conmigo…15». Esta voz narrativa nos ofrece el escándalo de la posibilidad de inclusión de dos o teóricamente más subjetividades en un mismo receptáculo corporal. Las perspectivas se multiplican, pero los personajes en que el narrador/personaje se encarna no pierdan su especificidad funcional, ni el personaje central se borra para dar lugar a los personajes que ocupa.
Una de las bases de la concepción occidental moderna se pone en entredicho en las páginas de esta novela; la existencia de un individuo monádico. La referencia social y la factura ‘realista’ del lenguaje de la novela son evidentes. Un proceso de ontologización de las estructuras sociales nos ofrece a un Humberto Peñaloza arribista, situado en un punto medio entre fuerzas caóticas, de algun modo ‘naturales’—ciertos conglomerados humanos desprovistos de forma y faz—, por un lado, y los detentadores de la identidad (y del poder y el orden), la familia aristocrática de los Azcoitía, por el otro, que también se revelan como permeables en última instancia y proclives al desmoronamiento:
«Entonces, al mirarlo a usted, don Jerónimo, un boquete de hambre se abrió en mí y por el quise huir de mi propio cuerpo…para incorporarme al cuerpo de ese hombre que iba pasando, ser parte suya aunque no fuera más que su sombra» 16. Pero el ansia metafísica, inauténtica del personaje se ve bloqueada desde sus inicios ya que el universo social ontologizado (status social objetivado) lo impide.
La anfibología de la novela El obsceno pájaro de la noche pareciera combinar dos discursos y dos versiones de la realidad. Un discurso sería una novela leída como realista y cuyo referente es la sociedad chilena contemporánea. El héroe problemático siendo Humberto Peñaloza, estudiante de derecho y escritor de la clase media baja impulsado por el deseo ‘inauténtico’ de lograr status social en una sociedad extremadamente jerarquizada y cerrada.
El otro discurso propone un mundo en que la identidad misma es problemática, la historia una repetición de un mito fundacional, la sustancia de los seres y las fronteras psicológicas son fluídas, pero el orden social posee la solidez e inmutablidad de lo físico y las clases marginadas carecen de ser individual estable, estando los individuos forzados a adquirir uno o a disolverse en el caos.
Si bien las correlaciones que pueden establecerse entre elementos de la lectura de una obra literaria y un referente extratextual histórico-social se relativizan por la situación, preconceptos y convenciones de la lectura, y corren el riesgo de ser asimilados a una teoría ingenua del reflejo, tales correlaciones nos parecen posibles. La especificidad de la novela hispanoamericana no puede sino configurarse a partir de su suelo estructural. La descripción de la situación de Latinoamérica frente a Europa y los otros poderes metropolitanos efectuada por la teoría de la dependencia nos parece válida pese a su esquematismo y al desprestigio de las empresas políticas a que se asocia su nacimiento. Puede ser un marco referencial productivo al cotejarlo con ciertos aspectos específicos de la producción cultural latinoamericana y las circunstancias y sujeto de su producción. Si algo ha cambiado en el plano histórico social en las décadas recientes en lo que respecta a la situación descrita por los partidarios de la teoría mencionada, es la dimensión del abismo que escinde al norte del sur, que se ha hecho más profundo 17. Sin embargo hemos presentado estas ideas nada originales a manera de hipótesis, conscientes de que en una probable investigación surgirían viejos problemas tales como los de la relación entre manifestaciones culturales y la estructura económico social, comparación de la novelística europea y norteamericana con la latinoamericana, validación del corpus y metodologías de análisis y acercamiento. Además, sabemos del riesgo de la imposición de un modelo que pueda imponer una falsa coherencia al objeto de estudio o sobredeterminarlo y sobreorganizarlo. Puntos que conviene tener en cuenta ante la estructura dinámica, en constitución, de la novela hispanoamericana, que de algún modo sigue o anuncia los avatares a los que el continente está subordinado.
NOTAS _____________
1 Joseph L. Love, «The Origins of Dependency Analysis», Journal of Latin American Studies, Volume 22 Part I, 1990.
(Traducción del articulista)2 Alejandro Losada, «La internacionalización de la literatura latinoamericana», Cuadernos de Caravelle, 42, 1984:17
3 Alejo Carpentier, «Problemática de la actual novela hispanoamericana,» en Tientos, diferencias y otros ensayos, (Plaza & Janes, ed.), Barcelona, 1987:9
4 Carlos Fuentes, La nueva novela hispanoamericana, México: Muñoz S. A., 1969:10
5 D. F. Sarmiento, Facundo, Buenos Aires: Espasa Calpe 1958:32, 35
6 Julio Cortázar, Los relatos 3. Pasajes, Madrid: Alianza Editorial, 1976: 204
7 Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas, Barcelona: Seix Barral, 1981:15,16
8 Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas (33,34)
9 «El quechua fue en verdad su lengua primera y uno de los aspectos fascinantes en su escritura es la relación entre el español en que ésta se encuentra escrita principalmente y los modelos y estructuras de pensamiento quechua subyacentes. El divorcio entre ambos mundos, que recuerda al que había crucificado mentalmente al inca Garcilaso de la Vega (1539-1616) hace más de trescientos años, fue la agonía irredimible de la vida de Arguedas…y que nunca fue capaz de resolver» Gerald Martin, Journeys through the Labyrinth. Latin American Fiction in the Twentieth Century, London-New York: Verso, 1989: 89
(Traducción del articulista)10 Angel Rama, Diez problemas para el novelista latinoamericano, Caracas» Síntesis dosmil C.A., 1972: 79
11 Alfred J. Mac Adam, Modern Latin American Narratives, Chicago: The University of Chicago Press, 1977: 92
12 Alfred J. Mac Adam, Modern Latin American Narratives (93)
13 Alejandro Losada, La internacionalización de la literatura latinoamericana (15)
14 Antonio Cornejo Polar, Donoso: La destrucción de un mundo, Buenos Aires: Fernando García Cambeiro, 1975: 107
15 José Donoso, El obsceno pájaro de la noche, Barcelona: Seix Barral, 1970: 96
16 José Donoso, El obsceno pájaro de la noche (104)
17 Por ejemplo, en la novela del autor chileno Alberto Fuguet, Mala Onda, publicada por primera vez Planeta en Santiago en 1982, nos encontramos con un Santiago escindido entre el barrio alto, residencia de la burguesía y clase media alta, y el resto de la ciudad y el país, que aparte de los balnearios costeros se encuentra ausente. Este Santiago constituye para el personaje, un joven ‘pije’ de familia adinerada, el eslabón más débil de la cadena urbana que incluye a Río de Janeiro, Miami, Nueva York, como experiencia del personaje o fantasía. Los artículos de consumo, con algunas incrustaciones nacionales, son los mismos que se consumen en Norteamérica, así como instalaciones tales como centros comerciales y boites. Se usan modismos en inglés y existe una abundante intertextualidad de la cultura y cultura popular americana, pero, a pesar de la ubicación temporal a comienzos de los ochenta, el personaje sigue de una manera suelta y desganada en una especie de proceso de maduración nada menos que al héroe de J. D. Salinger en Catcher in the Rye.
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