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Patriarcado y Feminismo en La casa de Bernarda Alba: Una revisión necesaria

por Libe Villa Basterretxea
Artículo publicado el 26/01/2024

Entendiendo la teoría feminista como una teoría válida para estudiar, evaluar y superar los marcos de la crítica tradicional que han servido para interpretar la obra La casa de Bernarda Alba, quisiera proponer algunos puntos sobre los que considero que es necesaria una revisión más actualizada y acorde con la perspectiva del siglo XXI. A menudo, la crítica tradicional centra su interpretación básicamente en el antagonismo entre autoridad y libertad, en el conflicto entre el individuo y la sociedad, relegando a un segundo plano el verdadero drama: la profunda desigualdad e injusticia en que viven las mujeres bajo el sistema de dominación patriarcal. El mismo subtítulo de la obra “Drama de las mujeres de los pueblos de España” no deja lugar a dudas sobre las verdaderas intenciones de Lorca: mostrar de forma crítica la situación de profunda injusticia en la que se encontraban las mujeres de principios del siglo XX. Es cierto que poco a poco están apareciendo valoraciones más cercanas al feminismo, pero aún diría que son muy tímidas, y que no acaban de impregnar los libros de texto de los estudiantes de bachillerato. Y a mi entender una de las cosas más fascinantes de La casa de Bernarda Alba es ver cómo se cuela ese retrato del patriarcado de una forma tan sutil pero acertada en toda la obra, como si Lorca hubiera hecho un máster en formación feminista. Algunos puntos a revisar serían:

● El personaje de Bernarda ha sido interpretado como la encarnación hiperbólica de la autoridad y la represión; la que en ausencia del padre de familia debe asumir su rol de dirigir y gobernar la casa y a sus hijas. Sin embargo, este tipo de madre que tan ferozmente defiende y perpetúa la familia patriarcal es también, sin saberlo, su primera víctima. Habría que entender a Bernarda no solo como verdugo, sino también como una doble víctima como mujer y como madre. Ella es una de las grandes víctimas de la mentalidad patriarcal y androcéntrica que impera, tanto que no puede amar a sus hijas, ni querer su felicidad. Es la carcelera física y psicológica de sus hijas (me vais a soñar), la que impone con extrema severidad el código moral de comportamiento patriarcal a sus hijas. La moral burguesa patriarcal que encarna Bernarda ha sido -y sigue siendo en gran medida- ejercida extensamente en nuestra sociedad, pero lo que diferencia a Bernarda de otras madres que también imponen el mismo código a sus hijas es la extrema crueldad y la falta de afecto con que lo hace. No es la madre edulcorada de las comedias de Benavente que mitiga su quehacer represor con su dulzura, ternura y gentileza. Bernarda ha sido desprovista por Lorca de toda afectividad a propósito, para mostrar con mayor crudeza lo que subyace de verdad en las familias burguesas que siguen la norma del Patriarcado. El rol de patriarca que debe cumplir, una vez muerto su marido, le ha robado las pocas posibilidades que le quedaban de amor real a sus hijas. Tal vez, porque sabe que las mujeres que se salen del camino establecido no tienen cabida en esa sociedad (La hija de la Librada), y quizá así pretenda de alguna forma protegerlas. Al final de la obra, tan trágico como el suicidio de Adela, me parece la reacción de Bernarda de tener que “tapar” la conducta inmoral de su hija para evitar el escándalo social que la proscribiría a la deshonra (¡Silencio! Ella, la hija menor de Bernarda Alba ha muerto virgen.). Se autoimpone la anulación del dolor, de las lágrimas, del último abrazo de madre al cadáver de su hija más joven.

● La interpretación del personaje de Adela como símbolo de libertad y rebeldía. Se trata de una interpretación equivocada, romantizada desde un punto de vista machista. La crítica tradicional ha visto en Adela y en su enfrentamiento con Bernarda una especie de heroína del amor y de la libertad. Cierto que llega a romper el bastón de mando de su madre; cierto que desafía la moral establecida porque está dispuesta a conquistar su derecho a la libre sexualidad y convertirse en “querida” de Pepe (… vamos a dejar que se case con Angustias. Ya no me importa. Pero yo me iré a una casita sola donde él me verá cuando quiera, cuando le venga en gana). Pero de ahí a ser la heroína de la libertad, del amor apasionado o un modelo de emancipación de las mujeres hay un largo trecho.

La visión masculina en el imaginario romántico occidental ha ensalzado esta entrega total, apasionada y sufriente de las mujeres a los altares del mito romántico (Madame Butterfly, Julieta…), pues evidentemente tener mujeres a sus pies ofrece muchas ventajas a los varones. Pero gracias al Feminismo, esa propuesta ha dejado de ser tentadora y ya no se sostiene como horizonte de realización. Adela, a los ojos de las mujeres del siglo XXI no es ningún modelo de rebeldía, es más, se convierte en un personaje un tanto patético en su tragedia. Sigue siendo una mujer patriarcalmente normativa en relación a la entrega amorosa a su «hombre» como horizonte vital. Tal y como Amelia Valcárcel señala en su intervencion en RTVE en «Versión Española» lo verdaderamente revolucionario habría sido decirle a su madre que lo que de verdad quiere es ir a la universidad y hacer estudios superiores de arquitectura o filosofía. Huir a una casita del bosque en los márgenes de la sociedad para dedicarse a esperar a su amante y cuñado a la vez no es una verdadera rebeldía, no implica para nada una propuesta emancipadora de la mujer; solo es cambiar tu lugar en el tablero del patriarcado porque no se cuestiona romper la norma del patriarcado que exige a la mujer convertirse en “un ser para el otro”.

● Otro aspecto que merece ser abordado desde la mirada feminista es el de reflexión feminista contra la doble verdad que se cuela en varios pasajes de la obra. Autoras como Celia Amorós y Ana de Miguel afirman que resulta imprescindible una reflexión ética feminista contra la doble verdad, esto es, la aplicación de la hermenéutica de la sospecha en su versión feminista, y sospechar «de toda verdad que vaya dirigida solo a mujeres o solo a hombres». La certeza, que no sospecha, de las mujeres de la obra de esta doble verdad en cuanto a la ética del comportamiento sexual se cuela en toda la obra. Este doble código moral en las conductas sexuales da lugar al sexismo que Lorca denuncia con episodios como el de Paca la Roseta y la mujer de lentejuelas. Ambas representan para la crítica tradicional «las mujeres de moral relajada», las pecadoras, las malas, las echadas al lupanar porque no cumplen el código ético patriarcal asignado a las mujeres cuyo imperativo moral es negar su deseo sexual y asumir que fuera del matrimonio las prácticas sexuales son una mancha y una deshonra.
El caso de Paca la Roseta (Acto I) es algo confuso pues no parece haber dinero por medio y la motivación de los hombres para habérsela llevado de noche al olivar, después de dejar atado a su marido, parece que tiene que ver con que ella es de las que no tiene problemas en tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Tal vez Lorca quiso simbolizar en ella la mujer liberada sexualmente y a quien no le importa la deshonra del adulterio. En cualquier caso, Lorca hace una descripción de ella bastante pictórica, casi rozando la alegoría de la libertad sexual femenina. Según La Poncia, “Ella (iba) tan conforme. Dicen que iba con los pechos fuera y Maximiliano la llevaba cogida como si tocara la guitarra” Cuando regresan por la mañana el pelo suelto y la corona de flores de Paca la Roseta sugieren placer y disfrute, por eso los comentarios de Bernarda y La Poncia son de reprobación: Es la única mujer mala del pueblo. Ambas están de acuerdo en que ella y los hombres que la llevaron son de fuera del pueblo, y señalan que, a sus vecinos hombres, aunque no fueran capaces de hacer algo así, les gusta verlo y comentarlo, que se chupan los dedos de que esto ocurra. La doble verdad se hace patente: para ella la deshonra de las mujeres malas; para ellos, el deleite.

La mujer de lentejuelas (Acto II) simboliza la prostitución (además de modo colectivo) y deja al descubierto cómo la doble moral de la época produce diferentes resultados cuando se aplica a los hombres o a las mujeres. Desde el punto de vista de los varones, la prostitución es asumida sin ningún cuestionamiento ético pues, como reconoce la Poncia al confesar que ella misma pagó a su hijo mayor para contratar a una prostituta, “los hombres necesitan estas cosas”. La teoría feminista diría que esa simple frase explica la prostitución como institución patriarcal al servicio de los hombres, a quienes provee de cuerpos de mujeres sin que eso suponga un problema en su reputación, conciencia o moral. Ese fragmento es soberbio, merece la pena volver a él:

“La Poncia: Hace años vino otra de éstas y yo misma di dinero a mi hijo mayor para que fuera. Los hombres necesitan estas cosas.
Adela: Se les perdona todo.
Amelia: Nacer mujer es el mayor castigo.
Magdalena: Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen”.

Está claro que las respuestas de las jóvenes son de rabia y que implican conciencia de desigualdad en la moral que se exige a ellas y a ellos. Es la doble moral que explica Ana de Miguel y que las hijas de Bernarda saben identificar tan bien. A ellos se les perdona todo delata la conciencia de que las normas que rigen la moral o “buen comportamiento” en ellas son muy distintas a las normas que rigen la buena conducta de los hombres. De ahí que Amelia diga la frase más lacerante de todas: «nacer mujer es el mayor castigo«. ¿Cómo es posible que la crítica actual siga diciendo que Amelia y Magdalena son mujeres apocadas, miedosas y frustradas cuando lo que hacen es lo que tanto Celia Amorós como Ana de Miguel nos aconsejan desde la Crítica Teórica Feminista: sospechar de toda verdad que vaya dirigida solo a hombres o solo a mujeres?

● Enlazando con el punto anterior, otra cuestión a revisar es precisamente la interpretación de los personajes Amelia y Magdalena de quienes se dice que son lloronas, tristes, débiles y deprimidas. Creo que han sido personajes maltratados por la crítica, tal vez por descuido, tal vez por incomprensión o tal vez porque son los personajes con mayor conciencia feminista de la obra. Son las que tienen mayor conciencia de opresión de género y es por eso, tal vez, que no muestran demasiado entusiasmo por la vida. Su conciencia del “género” impuesto (como conjunto normativo de actitudes y comportamientos) por la sociedad patriarcal es la que les lleva a pronunciar las frases más ácidas de la obra, por eso no es comprensible que todavía nos encontremos con interpretaciones actuales (Manuel Cifo 2012) que digan de Magdalena cosas como esta:
“En su natural sinceridad, afirma en voz alta la realidad de su situación y la de sus hermanas (“Nos pudrimos por el qué dirán”), acepta con resignación su soltería y reconoce que le hubiera gustado ser un hombre (“Sé que no me voy a casar. Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar sentada días y días dentro de esta sala oscura… Malditas sean las mujeres”)”.

Deducir de este pasaje que Magdalena no está conforme con su sexo sería equivocado y hasta peligroso. Lo que Magdalena está expresando es la rabia por la carga de su «género», por la injusticia que supone el rol y la moral impuestos a las mujeres. No significa eso que quiera ser sexualmente un varón, sino que envidia la posición moral y jerárquica de estos, significa que sabe que la vida le habría ido mejor siendo un varón, incluso si le hubiera tocado “llevar sacos al molino”. Para ella el trabajo duro asignado a los hombres es preferible al encierro, a pudrirse como persona esperando al matrimonio como único horizonte de realización. Es pues preciso aclarar bien el comentario de Manuel Cifo, sin que dé pie a pensar que lo que desea Magdalena ser es un cuerpo de hombre. ¿Cuántas veces decimos las mujeres de modo informal “me gustaría ser hombre” para expresar el deseo de no tener que atender los roles sociales que se nos imponen por ser mujeres? ¿Es eso frustración? ¿Es eso no sentir deseo sexual por los hombres? No, solo es una muestra de la conciencia de desigualdad en los roles patriarcales asignados a unos y a otras, y la rabia por saber muy bien a quiénes les ha tocado la peor parte.

Esa misma rabia sale a flote cuando La Poncia declara haber pegado a su marido porque ella pudo con él y Magdalena le contesta: «Así debían ser todas las mujeres«. En este sentido hay que valorar también los comentarios de Adela y Magdalena respectivamente tras el comentario del episodio de los hombres que han contratado a la prostituta vestida de lentejuelas: «se les perdona todo«, «ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen.»

● Otro de los asuntos sobre los que creo que la crítica pasa un tanto de puntillas es la profundidad de la secuencia dialogada entre Martirio y Adela sobre la historia de Adelaida. Podríamos relacionar esta secuencia con otro principio clave de la teoría feminista: entender los sistemas patriarcales no solo como sistemas de dominación, sino también como culturas en las que se ejerce la violencia contra las mujeres (y otros hombres) de forma estructural.

Adelaida es una amiga de las jóvenes que no ha podido asistir al funeral del difunto marido de Bernarda en parte por el miedo que le tiene a Bernarda, pero sobre todo, porque está sometida al maltrato de su novio que la tiene aislada y controlada (Su novio no la deja salir ni al tranco de la calle. Antes era alegre). Es un caso claro de lo que hoy llamaríamos violencia de género. Las jóvenes reconocen los signos y comprenden cómo la sumisión a su maltratador le ha llevado a perder su natural alegría (ahora ni polvos se echa en la cara). Pero no solo eso, enlazan el perfil de la víctima con la trágica historia de sus antecedentes familiares. La historia del padre de Adelaida es la de un abusador, asesino y maltratador de mujeres: había matado a un hombre para casarse con su primera mujer a la que después abandonó por otra, de cuya hija, sospechamos, abusa sexualmente y que se convertirá en la madre de Adelaida. Este hombre acaba casándose con la joven abusada, lo que hace que su madre muera de locura.

Pero hay más. Después de exponer el caso (“Su padre mató en Cuba al marido de su primera mujer para casarse con ella. Luego aquí la abandonó y se fue con otra que tenía una hija y luego tuvo relaciones con esta muchacha, la madre de Adelaida, y se casó con ella después de haber muerto loca la segunda mujer”), las hermanas confirman que el padre no está en la cárcel porque los hombres se tapan unos a otros las cosas de esta índole y nadie es capaz de delatar. Esta simple frase destapa otra característica del patriarcado: la llamada “fratría” patriarcal masculina que exige complicidad entre hombres en relación a la violencia ejercida sobre las mujeres. Esta complicidad no solo se demuestra en la acción violenta, sino sobre todo en la omisión ante ella, en ese “no hacer” nada (se tapan unos a otros) ante los abusos a mujeres y a otros hombres no normativos desde el punto de vista hetero-patriarcal. Porque la impunidad de la violencia ejercida contra las mujeres es parte estructural del mundo patriarcal, es uno de los instrumentos con los que se construye. No solo se tapan unos a otros entre colegas, no; esta violencia se ha estado tapando de forma sistemática y estructural. Basta recordar el tiempo que ha hecho falta para que los sistemas democráticos occidentales se hayan puesto a legislar esta violencia estructural, en sacarla de su romantizada naturaleza de “crimen pasional”, como muestra incluso de amor supremo.

Finalmente, Martirio intuye que a Adelaida le aguarda el mismo fin de maltrato que a su abuela y a su madre pues “todo se repite”, y por eso se alegra de que ella no resulte atractiva a los ojos de los hombres pues así no sufrirá sus abusos (abrazos): Es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña les tuve miedo. … tuve miedo de crecer por temor de encontrarme de pronto abrazada por ellos. Dios me ha hecho débil y fea y los ha apartado definitivamente de mí. La crítica tradicional se ha valido de estas frases para definir a Martirio como una mujer “temerosa de los hombres”, timorata, o apocada; alguien que no está interesada en el contacto erótico-sexual con los varones. No creo que esa sea la interpretación correcta. Lo que Martirio está expresando aquí es el “miedo” a ser violentada por los hombres, no el miedo a una relación sentimental o erótica sexual en otros términos, sino el miedo real, universal de las mujeres a ser violentadas en cualquier parte del mundo en cualquier época, porque las mujeres sí sabemos que vivimos en una “cultura de la violación”. Considera que su fealdad la pone un poco más a salvo de las agresiones masculinas, pero también sabe que eso mismo la aparta de posibles encuentros amorosos.

● La obra también es reflejo de cómo el patriarcado destroza las relaciones entre las propias mujeres. Dentro de los preceptos patriarcales no cabe relación alguna de solidaridad o hermandad entre las mujeres. Al contrario que lo que ocurre entre los hombres, el patriarcado convierte a las mujeres en fieras competidoras, en rivales que luchan por ser el objeto del deseo sexual masculino, en enemigas y espías unas de otras, que buscan siempre la mancha, el defecto en la otra. Las mujeres de la casa de Bernarda no solo viven en soledad sus dolores y sufrimientos, sino que se maltratan entre sí: hacen comentarios burlones sobre la voz gangosa de Angustias y lo ridículo de su maquillaje, hablan de la fealdad de Martirio y su joroba, a las sirvientas se las pone en su sitio de forma humillante, etc. Angustias, Martirio y Adela compiten por el mismo hombre, Pepe el romano, quien funciona como el catalizador del deseo sexual de todas ellas, lo que las lleva a la envidia y la traición. Los tímidos intentos de aproximación entre hermanas saltan hechos añicos cuando se impone el patriarcado y su norma de represión sexual. Adela, sola en su impulso de rebeldía, se confiesa ante Martirio: Ya no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca. Seré lo que él quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida por los que dicen que son decentes, y me pondré delante de todos la corona de espinas que tienen las que son queridas de algún hombre casado… Vamos a dormir, vamos a dejar que se case con Angustias. Ya no me importa. Pero yo me iré a una casita sola donde él me verá cuando quiera, cuando le venga en gana”. Pero Martirio no empatiza con su causa, ni siente piedad por su sufrimiento; solo atiende a su propia ira y envidia por no poder disfrutar como ella del goce erótico con Pepe el Romano. Por eso acaba primero obstaculizando su libertad y luego delatándola a su madre, guardiana del código moral patriarcal. Adela expresa con dolor esa ausencia de sororidad (Nos enseñan a querer a las hermanas. Dios me ha debido dejar sola, en medio de la oscuridad, porque te veo como si no te hubiera visto nunca.) en la que viven las mujeres presas del Patriarcado. Cada una de ellas vive su frustración y su dolor en soledad, como si de un problema particular e individual se tratara; no buscan una salida colectiva a sus problemas porque no hay solidaridad ni lucha feminista colectiva, lo cual les lleva de nuevo a la muerte (Adela) y a la prolongación del luto represor otros ocho años más.

● Por último, Lorca denuncia otra cuestión sustancial al Patriarcado: la imposición del silencio a las mujeres. En el sistema patriarcal, la superioridad moral del varón no debe ser nunca cuestionada por las mujeres. Las mujeres no deben nunca poner en duda las acciones de los hombres, deben dejarles actuar sin preguntar, sin juzgar, sin criticar. Es el consejo que Bernarda da Angustias para su matrimonio: “No le debes preguntar. Y cuando te cases menos. Habla si él habla y míralo cuando te mire. Así no tendrás disgustos. No procures descubrir las (las cosas que oculta), no le preguntes”. El silencio también se impone en relación a la esfera emocional en el deber de no importunar a los hombres con sus sentimientos “… y desde luego que no te vea llorar jamás”. Silencio es lo que una y otra vez ordena Bernarda a sus hijas ejerciendo así el rol del patriarca sobre el universo femenino de la casa. Es una forma de decir: lo que os ocurra a vosotras (a todas nosotras) no importa a nadie. Lo importante para el Patriarcado es cómo nos vean los demás según el código moral establecido. Silencio es el manto del olvido que han sufrido las mujeres a lo largo de la Historia de la Humanidad, manto patriarcal que Lorca contribuyó a quitar con su compromiso y lucidez.

CONCLUSIÓN
Abordar este clásico de la literatura, y más en contextos educativos como las enseñanzas medias, desde la perspectiva de la teoría feminista, especialmente desde la invitación de Ana de Miguel a practicar la crítica de la doble verdad en la historia es una oportunidad de renovar la interpretación de la obra y de acercarla al lenguaje y la perspectiva feminista actual. Nuestro mundo cultural heredado necesita ser revisado también bajo la aportación teórica de la crítica feminista, y en casos como los clásicos eso no es tarea fácil, pero cuando aún vivimos en un mundo tan herido por la violencia contra las mujeres, esta tarea se torna también compromiso educativo. El universo de las mujeres que habitan la casa de Bernarda Alba es una lección muy actual de feminismo, pero solo en la medida que sepamos identificar y poner nombre a todas y cada una de las reglas de ese patriarcado que somete a las mujeres a la desigualdad, a la injusticia, a la violencia.

Libe Villa Basterretxea
Artículo publicado el 26/01/2024

BIBLIOGRAFÍA
● Amorós, Celia (1985, 1991) Hacia una crítica de la razón patriarcal, Barcelona Anthropos.
● De Miguel, Ana (2021) Ética para Celia: contra la doble verdad, Penguin, Random House, Barcelona.
● Cifo González, Manuel (2012) “Los personajes de La casa de Bernarda Alba” en DIGITUM Universidad de Murcia https://digitum.um.es › xmlui › bitstream ›
● Facio, Alda y Fries, Lorena (2005) “Feminismo, género y patriarcado” ACADEMIA. Revista sobre enseñanza del derecho de Buenos Aires. Año 3, número 6 Primavera 2005, Issn 1667-4154.
● Llada, Pilar (2022), “Patriarcado y represión sexual en La casa de Bernarda Alba” publicado en la revista Crítica.cl. Santiago de Chile. https://critica.cl/literatura/patriarcado-y-represion-sexual-en-la-casa-de-bernarda-alba
● Pico, Raquel (2022) “La casa de Bernarda Alba, una ventana al machismo de la época”, revista ETHIC
● Valcarcel, Amelia (2012) en programa de RTVE “VERSIÓN ESPAÑOLA” sobre la versión de cine de Mario Camus La Casa de Bernarda Alba.
● Walker, Margaret (2022), Sexismo y Represión en La Casa de Bernarda Alba.pdf Northern Michigan University

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