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Patriarcado y represión sexual en La Casa de Bernarda Alba

por Pilar Llada
Artículo publicado el 15/11/2022

La casa de Bernarda Alba, en adelante LCBA, subtitulada Drama de mujeres en los pueblos de España, supone para muchos críticos la cima del teatro lorquiano y la culminación de una trilogía a la que la crítica define como dramas o tragedias rurales, iniciada con Bodas de Sangre (1932) y continuada con Yerma (1934). LCBA fue la última obra teatral escrita por Lorca el 19 de junio de 1936, dos meses antes de ser asesinado en Granada y un mes antes de que estallara la Guerra Civil. Aunque en 1945 fue estrenada por primera vez en el Teatro Avenida de Buenos Aires por la compañía de Margarita Xirgu, a España no llegaría hasta 1964 debido a la censura.

Aunque Lorca escribió otras obras cuyos personajes centrales eran mujeres como Mariana Pineda (1927) o las ya mencionadas Bodas de Sangre y Yerma, en la única en la que concentra todo el conflicto argumental en un universo exclusivamente femenino es en LCBA. Pese a que la mujer suele representar generalmente el papel protagonista en las obras dramáticas del autor granadino, destaca el hecho de que sea precisamente en esta pieza teatral donde no aparece en escena ningún personaje masculino, aunque el conflicto argumental de la obra sea el resultado del desequilibrio de poder entre hombres y mujeres.

Para Diez de Revenga, LCBA «supone la culminación del mundo de la frustración y la violencia, de la tragedia ante la imposibilidad del amor y la muerte». Por lo que la clave interpretativa la encontraríamos en la «fusión de los temas de la pasión y la frustración», que constituyen los paisajes sentimentales más prolíferos del teatro lorquiano. (2001: 44)

La tendencia de Lorca a retratar la frustración femenina según Brenda Frazier, estaría motivada porque «es la mujer la que mejor sirve para transmitir la cultura, la tradición y los ritos del linaje y la descendencia, hasta tal punto que el destino de numerosas generaciones está en sus manos». (1973: 162)

Más acertada nos parece la vinculación que establece Manuel Antonio Arango en su ensayo Símbolo y simbología en la obra de Federico García Lorca, entre la visión de la mujer en LCBA y la denuncia de su condición en una sociedad conservadora que la oprime. Según Arango, se trataría de una voz de protesta en favor de la mujer española que no tiene libertad y vive bajo la dominación del hombre: «La casa de Bernarda Alba es un documento eminentemente de protesta social, pero por su calidad artística, esta obra se transforma en símbolo». (1995: 329)

Siguiendo la línea apuntada por Arango, al vincular LCBA con la protesta social, Jiménez-Vera se plantea si el hecho de que Lorca advierta al lector de su intención de realizar un «documental fotográfico» para dar testimonio lo más fielmente posible de la situación de la mujer en una sociedad patriarcal y anclada en la moral religiosa, pudiera significar que el propósito del autor fuera el de escribir una obra con implicaciones sociales. (1974: 45)

Otro aspecto interesante y significativo a tener en cuenta es el relacionado con la homosexualidad del autor. LCBA trata de una historia trágica protagonizada por mujeres, pero escrita por un hombre homosexual de sensibilidad personal y social, contraria a la opresión. Empero, el momento histórico de esa España de moral asfixiante  no era el más favorable para una denuncia sobre la represión homosexual. Posiblemente, Lorca utilizara esta historia para denunciar la opresión en general, dentro de la cual habría que incluir la que los homosexuales, y él mismo entre ellos, estaban sufriendo. Una de las figuras constantes en la obra lorquiana es la presencia de la muerte (reflejo de su propio temor): la obra comienza con una muerte y termina con otra, por el medio se da también el infanticidio de una muchacha del pueblo.

En LCBA, Lorca representa la España rural de los años 30 y la atmósfera represiva y conservadora en la que eran educadas las mujeres, denunciando las diferencias establecidas en los roles de género, los estereotipos entre hombres y mujeres y la marginación de la mujer en la sociedad de su época. Para ello, refleja los distintos roles sociales que han de desempeñar los varones y las mujeres, que se encuentran en una profunda desventaja en relación con ellos.

Estos estereotipos de género que determinan el rol de una persona en función de su sexo y, por ende, la manera en la que deben desenvolverse dentro de la sociedad, el autor los aborda únicamente a través de personajes femeninos a los que enfrenta entre sí, mediante la construcción de dos modelos de mujer: la conservadora y la liberal.  El personaje de Bernarda representa el modelo de mujer conservadora y autoritaria, que defiende el sistema patriarcal como forma de organización social que discrimina a la mujer y en el que educa a sus hijas. Bernarda es una mujer adinerada de pueblo, perteneciente a una familia rural bien situada, con una fuerte mentalidad clasista y un marcado sentimiento de superioridad respecto a los que no son de su misma clase y condición. Educada bajo una moral patriarcal y represiva que transmite a sus hijas y a las que obliga, en nombre de la decencia y la honra, a vivir sometidas al rígido sistema patriarcal, que impone a la mujer un rol subalterno de sumisión y obediencia, en contra posición a la libertad de los hombres a vivir y a actuar según deseen.

El modelo de mujer liberal está representado principalmente por el personaje de Adela que simboliza la fuerza opuesta de Bernarda. Es la hija más joven y la más vital y la única de todas las hermanas que se revela contra la autoridad moral e ideológica que les impone su madre. Aunque, la construcción del personaje de Adela es considerado uno de los más revolucionarios del autor por su lucha por la libertad sexual, Lorca no se engaña en esto: su Adela no sale vencedora sino que paga la disidencia con su muerte, lo que rebajaría el alcance de esa rebelión. Más aún, su actividad y su discurso son aparentemente feministas pero, a poco que se mire con detenimiento, se percibe que lucha contra una dominación para caer en otra: del dominio del padre al del amante.

«ADELA. Ya no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca. Seré lo que él quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida por las que dicen que son decentes, y me pondré delante de todos la corona de espinas que tienen las que son queridas de algún hombre casado. […] que se case con Angustias, ya no me importa; pero yo me iré a una casita sola donde él me verá cuando quiera, cuando le venga en gana.»

Frente a la represión establecida para las mujeres se alzan, la conciencia crítica (Magdalena), la mujer sexualizada (Adela) y también la loca (María Josefa, la madre de Bernarda). Magdalena es la hija que expresa en voz alta su conciencia clara de la situación injusta de la mujer que no accede al matrimonio, aunque luego la acepte; pero ya es algo importante que su inteligencia sea libre para juzgar y criticar, para tener un atisbo de rebeldía:

BERNARDA. Pues busca otro, que te hará falta. En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo.
Mientras, podéis empezar a bordar el ajuar. En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que podréis cortar sábanas y embozos. Magdalena puede bordarlas.
MAGDALENA. Lo mismo me da.
ADELA. (Agria.) Si no quieres bordarlas, irán sin bordados. Así las tuyas lucirán más.
MAGDALENA. Ni las mías ni las vuestras. Sé que yo no me voy a casar. Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar sentada días y días dentro de esta sala oscura.
BERNARDA. Eso tiene ser mujer.
MAGDALENA. Malditas sean las mujeres.

El loco, como el bufón han tenido siempre la prerrogativa de decir verdades desnudas e inconvenientes (desde el bufón de El rey Lear al licenciado Vidriera de Cervantes); la represión sexual, afectiva y social de la mujer se manifiesta en los gritos de la madre de Bernarda, la loca del desván. Recuerda también a la loca de Jane Eyre, la primera esposa del protagonista, encerrada por él en los pisos altos de su mansión. En este caso (es el romanticismo), la loca prenderá fuego a la casa: una buena metáfora del estallido de la represión.

Conclusión
Aunque han transcurrido más de ochenta años desde que el autor granadino escribiera la obra, el tema tiene vigencia en la actualidad dado que la desigualdad entre hombres y mujeres sigue siendo una realidad en muchos ámbitos de nuestra sociedad. También es interesante destacar la relación entre ama y criada (Bernarda y Poncia), una relación de clase social y por tanto desigual, por lo que ser mujeres no les acerca porque pesa más la diferencia de clase que su género; esto es algo que se ha producido habitualmente en la historia y que sigue siendo un escollo para la obtención de derechos por parte de la mujer en el presente.

Pilar Llada

Bibliografía
Arango, Manuel Antonio (1995): Símbolo y simbología en la obra de Federico García Lorca, Madrid, Espiral hispano-americana.
Díez de Revenga, Francisco Javier (2001): «Violencia y frustración en Federico García Lorca: poesía y teatro», Literatura y sociedad, el papel de la literatura en el siglo XX: I Congreso Nacional Literatura y Sociedad, pp. 29-54.
Frazier, Brenda (1973): La mujer en el teatro de Federico García Lorca, Madrid, Playor.
García Lorca, Federico (1999): La casa de Bernarda Alba, Barcelona, Octaedro.
Jiménez-Vera, Arturo (1974): «Violence in La casa de Bernarda Alba», en Rivista di Letterature Moderne e Comparate, vol. 27, pp. 45-49.
Materna, Linda (1988): «Los códigos genéricos sexuales y la presentación de la mujer en el teatro de García Lorca», en Ángel G. Loureiro (ed.), Estelas, laberintos, nuevas sendas. Unamuno, Valle-Inclán. García Lorca. La Guerra Civil, Barcelona, Anthropos, pp. 263-275.
Walsh, John (1988): «Las mujeres en el teatro de Lorca», en Ángel G. Loureiro (ed.): Estelas, laberintos, nuevas sendas. Unamuno, Valle-Inclán. García Lorca. La Guerra Civil, Barcelona, Anthropos, pp. 279-295.

 

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Un comentario

FEMINISMO Y PATRIARCADO EN La casa de Bernarda Alba. Una revisión necesaria

Me parece sumamente interesante la propuesta de «leer» la obra más allá de la crítica tradicional, porque creo que el Feminismo nos da muchas claves para entender mejor la obra y lo que Lorca quiso denunciar. La crítica tradicional lógicamente no menciona la palabra «patriarcado» para nada, y comete ciertos errores de bulto a nuestros ojos feministas actuales. Sí que están apareciendo valoraciones más cercanas al feminismo, pero aún diría que son muy tímidas, y que no acaban de impregnar los libros de texto de los estudiantes de bachillerato. Y para mí una de las cosas más fascinantes de La casa de Bernarda Alba es ver cómo se cuela ese retrato del patriarcado de una forma tan sutil pero acertada en toda la obra, como si Lorca hubiera hecho un máster en formación feminista. Algunos aspectos a revisar serían:

1. La interpretación equivocada, romantizada desde un punto de vista machista de la actitud de Adela. La crítica tradicional ha visto en Adela una especie de heroína (al estilo de Mariana Pineda o Madame Butterfly) del amor y de la libertad. Pero gracias al Feminismo esa interpretación ya no se sostiene. Igual que otras tantas protagonistas de ópera romantizadas en su entrega total y absoluta (hasta la muerte o el suicidio) a los varones que aman, Adela no es tan rebelde como nos lo han hecho creer. Sigue siendo una mujer normativa en relación a la entrega amorosa a su «hombre». La visión masculina en el imaginario romántico occidental ha ensalzado esta entrega total y apasionada pues evidentemente tener mujeres a sus pies ofrece muchas ventajas a los varones

Tal y como Amelia Valcárcel señala en su intervencion en RTVE en «Versión ESpañola» lo verdaderamente revolucionario habría sido decirle a su madre que lo que de verdad quiere es ir a la universidad y hacer estudios de arquitectura. Ser su amada en una casita del bosque en los márgenes de la sociedad que se dedica a esperar a su amante y cuñado a la vez no es una verdadera rebeldía, no implica para nada una propuesta emancipadora de la mujer; solo es cambiar tu lugar en el tablero del Patriarcado.

2. Otro aspecto que, en mi opinió, merece ser abordado desde la mirada feminista es el de la prostitución. Paca la roseta y la mujer de lentejuelas representan para la crítica tradicional «las mujeres de moral relajada», las pecadoras, las malas, las echadas al lupanar. En la obra de Lorca, se evidencia cómo el código moral vigente de la época justifica esta práctica, pues como reconoce la Poncia al confesar que ella misma pagó a su hijo mayor para contratar a una prostituta “los hombres necesitan estas cosas”. El feminismo diría que esa simple frase explica la prostitución como institución patriarcal al servicio de los hombres, a quienes provee de cuerpos de mujeres sin que eso suponga un problema en su reputación, conciencian o moral. Ese fragmento es soberbio, merece la pena volver a él:

“La Poncia: Hace años vino otra de éstas y yo misma di dinero a mi hijo mayor para que fuera. Los hombres necesitan estas cosas.
Adela: Se les perdona todo.
Amelia: Nacer mujer es el mayor castigo.
Magdalena: Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen”.

Está claro que las respuestas de las jóvenes son de rabia y que implican conciencia de desigualdad en la moral que se exige a ellas y a ellos. Es la doble moral que explica Ana de Miguel en sus obras, y que las hijas de Bernarda saben identificar tan bien. De ahí que Amelia diga la frase más lacerante de toda la obra expresiones de «nacer mujer es el mayor castigo». ¿Cómo es posible que la crítica actual, siguiendo los esquemas tradicionales de la crítica no feminista siga diciendo que Amelia y Magdalena son mujeres apocadas, miedosas y frustradas?

3. Enlazando con el punto anterior, otra cuestión a revisar es precisamente la interpretación de los personajes Amelia y Magdalena de quienes se dice que son lloronas, tristes, débiles y deprimidas. Creo que son los personajes con mayor conciencia feminista de la obra, las que tienen más clara la opresión de género en la que viven. Su conciencia del “género” impuesto por una sociedad patriarcal es la que les lleva a pronunciar las frases más ácidas de la obra, por eso no entiendo que todavía nos encontremos con interpretaciones actuales (Manuel Cifo 2012 ) que digan de Magdalena que «reconoce que le hubiera gustado ser un hombre por esta frase: “Sé que no me voy a casar. Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar sentada días y días dentro de esta sala oscura… Malditas sean las mujeres”. Es de una ceguera supina; lo que Magdalena está expresando es la rabia por la carga de su «género», por la injusticia que supone el rol atribuido a las mujeres. No significa eso que quiera ser sexualmente un varón, sino que envidia la posición moral de estos. Esa misma rabia sale a flote cuando La Poncia declara haber pegado a su marido porque ella pudo con él: «Así debían ser todas las mujeres». Otro momento importante en este sentido es cuando se comenta el episodio de los hombres que han contratado a la prostituta vestida de lentelejuelas y Adela dice «se les perdona todo». Seguido, de nuevo Magdalena expresa la conciencia de absoluta desigualdad «Y ni nuestros ojos siquiera nos pertenecen.»

4. Otro de los asuntos sobre los que creo que la crítica pasa un tanto de puntillas es la historia de Adelaida, una amiga de las jóvenes que no ha podido asistir al funeral del marido de Bernarda probablemente porque está sometida al maltrato de su novio que la tiene aislada y cointrolada. Es la conversación entre Martirio y Amelia se desvela una historía trágica en los antecedentes de Adelaida La historia del padre de Adelaida es la de un abusador, asesino y maltratador de mujeres: había matado a un hombre para casarse con su primera mujer a la que después abandonó por otra, de cuya hija abusa sexualmente. Acaba casándose con la joven, y su madre muere de locura. Su padre mató en Cuba al marido de su primera mujer para casarse con ella. Luego aquí la abandonó y se fue con otra que tenía una hija y luego tuvo relaciones con esta muchacha, la madre de Adelaida, y se casó con ella después de haber muerto loca la segunda mujer. Lorca aborda aquí otro gran asunto del Patriarcado, el de la complicidad entre hombres (la “fratria” masculina) que les impide delatar los abusos contra las mujeres. Martirio y Amelia confirman que el padre no está en la cárcel porque los hombres se tapan unos a otros las cosas de esta índole y nadie es capaz de delatar. Martirio intuye que a Adelaida le aguarda el mismo fin de maltrato que a su abuela y a su madre pues “todo se repite” y por eso se alegra de que ella no resulte atractiva a los ojos de los hombres pues así no sufrirá sus abusos (abrazos): Es preferible no ver a un hombre nunca. Desde niña les tuve miedo. … tuve miedo de crecer por temor de encontrarme de pronto abrazada por ellos. Dios me ha hecho débil y fea y los ha apartado definitivamente de mí. No creo que es correcto deducir de aquí que “temerosa de los hombres” signifique ser timorata, o apocada. No, lo que está expresando es el “miedo” a ser violentada por los hombres, lo que, de nuevo, le confiere una consciencia -feminista- de la “cultura de la violación” sobre la que se sustenta el Patriarcado.

5. Por último, Lorca denuncia otra cuestión sustancial al Patriarcado: la imposición del silencio a las mujeres. En el sistema patriarcal, la superioridad moral del varón no debe ser nunca cuestionada por las mujeres. Las mujeres no deben nunca poner en duda las acciones de los hombres, deben dejarles actuar sin preguntar, sin juzgar, sin criticar. Es el consejo que Bernarda da Angustias para su matrimonio: “No le debes preguntar. Y cuando te cases menos. Habla si él habla y míralo cuando te mire. Así no tendrás disgustos. No procures descubrir las (las cosas que oculta), no le preguntes”. El silencio también se impone en relación a la esfera emocional en el deber de no importunar a los hombres con sus sentimientos “… y desde luego que no te vea llorar jamás”. “¡Silencio!” es lo que una y otra vez ordena Bernarda a sus hijas ejerciendo así el rol del patriarca sobre el universo femenino de la casa. Es una forma de decir: Lo que os ocurra a vosotras (a todas nosotras) no importa a nadie. Lo importante para el Patriarcado es cómo nos vean los demás según su propio código moral. Silencio es el manto del olvido que han sufrido las mujeres a lo largo de la Historia de la Humanidad, manto patriarcal que Lorca contribuyó a quitar con su compromiso y lucidez.

Por Libe Villa el día 05/01/2024 a las 19:54. Responder #

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