EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
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Teoría literaria de Alfonso Reyes. La ausente de toda antología

por Sebastián Pineda Buitrago
Artículo publicado el 26/12/2005

«La teoría sólo sirve cuando ayuda a la práctica».
Alfonso Reyes

Prefacio 1

Tengo sobre mi escritorio varias antologías de teorías literarias del siglo XX. Aunque en ninguna figura la de ALFONSO REYES (Monterrey, México; 1889-1959), quiero trazar a continuación una suerte de teoría literaria comparada. Ignoro si se ha hecho antes. Se trata de establecer afinidades y diferencias entre la teoría de Alfonso Reyes y las demás teorías literarias del siglo XX que generalmente sí figuran en las antologías: formalismo ruso, marxismo, estructuralismo, deconstruccionismo, etc.

Antes habría que advertir que uno de las razones para que esto suceda obedece a que el pensamiento de Reyes, como le pasó al de Sócrates, lo odian los especialistas porque intenta derramar al hombre medio de la calle conceptos elevados. Después es necesario notar cómo sus ideas no se continuaron – salvo, con honrosas excepciones – porque en Latinoamérica practicamos una lógica formal. Si, en cambio, practicáramos una lógica dialéctica sentiríamos a Europa como nuestra, ya que nos viene por el idioma. Rosa, por ejemplo, era la misma palabra y entonación con que la pronunciaban Virgilio y Horacio. Insistir en una América Latina como algo ajeno a Occidente resulta catastrófico: cerraría las puertas. Creer que la América Latina es sólo indígena deviene una posición europeísta que no acepta un Occidente mezclado. Rubén Darío y Alfonso Reyes, hombres rechonchos y mestizos, asimilaron el mundo griego como los que más, expresándolo a su modo, en esta lengua que por fortuna compartimos con Europa.

Este ensayo surge como una respuesta a todos aquellos que preguntan en qué corriente de la Europa contemporánea se inscribe la teoría literaria de Alfonso Reyes. Respondamos con Rodó diciendo: ¡qué nos importa a nosotros el nombre que le pongan a nuestro pensamiento! Sepamos siempre que el afán por bautizar nuestras maneras de pensar sacrifica muchas veces lo que hay en ellas de esencial y profundo.

 

1. Panorama de la Musa Crítica

Conviene, para quien no esté familiarizado con la teoría literaria de Alfonso Reyes, discurrir brevemente por el contexto y los libros claves que la conforman. De los veintiséis volúmenes de las Obras Completas de Reyes, los libros referentes a la teoría y ciencia literaria están en los tomos XIII, XIV, XV y XXI. Mejía Sánchez, ordenador y comentador de su Obras Completas, organizó estos libros tomando en cuenta la fecha de escritura y el entrecruzamiento de referencias temáticas con escritos inéditos sobre el mismo asunto. Así compiló en el tomo XIII La crítica en la edad ateniense (1941) y La antigua retórica (1942); en el tomo XIV La experiencia literaria (1942) y Tres puntos sobre exegética literaria (1945) con Páginas adicionales inéditas; y en el tomo XV El deslinde (1944) con inéditos Apuntes sobre la teoría literaria. A su lista agregaríamos Al yunque (póstumo, 1960) en el tomo XXI. En mi tesis los he cobijado bajo el título de «La Musa Crítica» – en homenaje de un antiguo deseo suyo -.

El libro esencial de la musa crítica es El deslinde. Prolegómenos a la teoría literaria(1944). Este libro se antecede y se complementa con otros. 2 En este libro Reyes se lanzó a definir la literatura con relación a la ciencia, la historia, el misticismo y la matemática tanto desde un punto vista semántico como lingüístico. La define como la expresión más universalmente humana. El deslinde significa un primer paso. En el prólogo advirtió que esperaba, para continuar, «el aviso de la crítica». Y la crítica no entendió que El deslinde es un libro metódico dirigido al especialista, al estudiante, al técnico de la teoría literaria. Alfonso Reyes, pues, no lo prosiguió en vida.

Sesenta años después, sus trabajos teóricos no figuran en las antologías del siglo XX, la mayoría de las cuales son hechas por europeos o angloamericanos, a quienes los hispanoamericanos copian y copian.3 Por esto he creído que tal vez una de las mejores formas para hacer resaltar la teoría literaria de Alfonso Reyes reside no tanto en explicar abstractamente sus conceptos y sus nociones principales – cosa que por lo demás ya realicé en mi tesis – como en compararla con las teorías literarias europeas contemporáneas. Éstas, desde la década de los sesentas, inundan las academias de Hispanoamérica. Mi intención, advierto, no es negarlas sino compararlas, ponerlas a prueba con la teoría del mexicano. Porque todas las teorías son admisibles. Bien enseña Diótima que las artes y sus técnicas brotan del amor, del deseo por explicar esa cosa que nos fascina y no poseemos del todo. (Véase Platón, Banquete, 210 d). Sólo que así como hay amores buenos y malos, existen teorías que acrecientan el amor por la literatura y otras que lo disminuyen; que animan a la práctica o que la obstaculizan.
2. La Musa Crítica: afinidades y diferencias con las teorías literaria del siglo XX

Entre las diversas antologías he escogido la de Raman Selden: La teoría literaria contemporánea; en inglés A reader´s Guide to Contemporary Theory (1985). De Inglaterra, Selden mantiene por naturaleza una posición de insularidad frente a los teóricos alemanes y a los racionalistas franceses. Esta posición de insularidad nos conviene a nosotros, los hispanoamericanos, que estamos y no estamos en el mundo occidental. Nuestro problema es geográfico. Selden empieza por dar una visión rápida de las diferentes corrientes teóricas.

«Las teorías románticas hacen hincapié en la mente y la vida del escritor; las teorías orientadas a la recepción (crítica fenomenológica) se centran en la experiencia del lector; las formalistas concentran su atención en la obra en sí misma; la crítica marxista considera fundamental el contexto social e histórico; y la estructuralista llama la atención sobre los códigos utilizados en la elaboración del significado». (Selden, Pág. 11).

¿En cual de estas corrientes podría fluir la teoría literaria de Alfonso Reyes? Empecemos por la fenomenología.

1. Con la fenomenología: afinidades y diferencias

La fenomenológica consiste en considerar las cosas como aparecen a la mente humana, observarlas en su condición de movimiento y no de rigidez o invariabilidad. Parte del asombro, que decía Aristóteles; parte de la experiencia del lector, es decir, de una posición pasiva. La teoría literaria de Reyes se abreva en esta fuente filosófica, porque va en busca del fenómeno literario sin pretender alterar el contenido o la forma de la obra. La observación del fenómeno implica fondo-forma. Puede arrojar conclusiones en que coexisten la verdad y la falsedad. Es el fenómeno, el movimiento, no la conclusión o el término del viaje lo que se observa. No hay obras buenas ni malas, ya observó Wilde, sino mal o bien escritas.

Reyes tomó también cierto vocabulario proveniente de este sistema filosófico. Recordemos su título La experiencia literaria y, desde luego, repararemos en que el método teórico utilizado en El deslinde proviene de cierto vocabulario fenomenológico: noesis y noemática; préstamos y empréstitos. Al menos casi todos los críticos, una vez se publicó El deslinde, relacionaron su teoría con la fenomenología de Husserl. Sin embargo, se criticó que cuando Reyes afirmaba: «…el estudio del fenómeno literario es una fenomenografía del ente fluido» ( El deslinde, 31), no siguiera la fenomenología tal como el filósofo alemán. No siguió, aclaremos, la metodología esquematizada, porque aunque Reyes lo negara, la cierto es que El deslinde no deja de tener la forma y el tono propio del pensamiento hispanoamericano que huye de los esquemas, esto es, el ensayo: círculo que no se cierra sino que permanece abierto a nuevas precisiones y correcciones.

Así que en ediciones posteriores, Reyes corrigió fenomenología por el términofenomenografía, como vemos; y en un pie de página del ensayo «Apolo o de la Literatura» (La experiencia literaria, segunda edición, 1952), explicó que el sentido de la palabra «fenomenografía» no lo tomaba de Husserl sino del libro Nuevo sistema de Lógica inductiva y deductiva (1903) del mexicano Porfirio Parra. Con esta aclaración del término, observamos entonces que desde La crítica en la edad ateniense, basado en Aristóteles, Reyes ya había meditado en la fenomenografía literaria. (Véase enCrítica edad ateniense, capítulo IX: «Aristóteles o de la fenomenografía literaria».). La fenomenografía aristotélica consiste en contemplar la literatura, preguntarse qué es, cómo funciona, con qué; cuál es su relación con otras disciplinas y dónde se encuentra entre ellas; fijarse en lo que aparentemente parece más obvio, porque muchas veces en lo obvio está el quid del asunto. Tendríamos que irnos al mundo griego para establecer bien esta corriente teórica. De lo cual prescindimos, pasando a teorías más contemporáneas. 4

2. Con el formalismo ruso: afinidades y diferencias

Rangel Guerra precisa el conocimiento de Reyes sobre el formalismo ruso. (Véase el capítulo III de su libro Las ideas literarias de Alfonso Reyes). Como ellos, se interesó en establecer las bases científicas de la literatura; en métodos para la crítica, todo lo cual desde un planteamiento humanista. Dentro de un espíritu científico los formalistas se interesaron por distinguir y relacionar lo «literario» con lo «extraliterario», así como Reyes se interesó por distinguir la literatura de la no-literatura. Sólo que, a diferencia de ellos, Reyes no cifró esta distinción tan sólo en la forma, en el lenguaje, sino también en los asuntos. Y en cuanto a la forma – aunque el teórico mexicano concibió la literatura como un producto especial del lenguaje – no puso este lenguaje como una forma que escapara del entendimiento humano. Aclaró que todo lenguaje expresa al mismo tiempo que comunica. En toda estética hay una semántica; en toda semántica hay una estética. «Difícilmente se encontrará un postema que no envuelva un semantema». ( El deslinde 54). O lo que es lo mismo: no existe ninguna manifestación del hombre que no lleve implícita una estética. Basado en la filosofía de George Santayana, Reyes deduce que «hasta el aire es arquitectura». 5

Víctor Shlovsky, otro de los formalistas, sostuvo algo parecido a Santayana, al decir que en todo acto humano hay elaboración estética. Los formalistas rusos, sin embargo, se enredaron cuando intentaron aplicar esto en la práctica de la narrativa. «Afirmaban – dice Selden – que la sólo la trama (sujet) era literaria, mientras que la narración (fábula) constituía la materia prima que esperaba la mano organizadora del escritor». ( Ibíd., 20). El mexicano sostenía, en cambio, que sin la narración, que en este caso parece ser el valor estético, no hay literatura «a lo sumo habrá materia bruta, cantera de documentos». (Apuntes para la teoría literaria, 427). Sostenía que la literatura sólo existe cuando es una formulación en palabras; de resto es estado coloidal. La literatura, como el amor, sólo se integra cuando se cuenta. En palabras teóricas significa que la literatura lo es realmente cuando une lo que Reyes llama con tanto acierto la ficción verbal y la ficción mental. Un texto histórico puede escribirse bellamente – tener ficción verbal – pero no es literatura porque guarda la intención de contar aspectos del suceder real, es decir, no tiene ficción mental. En cambio una novela histórica, piénsese en Bomarzo, La tejedora de coronas, El siglo de las luces, cuenta con la ficción verbal para internarse en la historia y con la ficción mental para modificarla según su imaginación.

Boris Tomashevsky, a su turno, habló de los «motivos» o la dependencia de la literatura de supuestos externos no literarios. Reyes llamaba a esto la «intención». Y desde un principio determinó que, así como no existe literatura sin estética, no existe literatura que viva sin alimentarse de la no-literatura en grado mayor o menor. En esto hay bastantes afinidades: las obras literarias son como sistemas dinámicos, en las cuales el dominante (o la intención en Reyes) organiza todos los demás elementos. Lo que cambia entonces no son tanto los elementos de la obra – sintaxis, ritmo, trama, contenido – como la función de los elementos particulares. Todo depende de la intención dada por el autor o por el lector para considerar una obra como literaria. Sábato refiere que Crimen y Castigo Dostoviesky lo concibió en un principio como un tratado para criminalistas, pero que la profundidad del tema lo condujo a él y a los lectores a dotarlo de una intención literaria y, a la postre, transformarlo en novela.

El Círculo Lingüístico de Moscú, que había aparecido antes de 1917, despreocupado de las relaciones contextuales, fue criticado por Trotsky en Literatura y revolución(1924). Los formalistas llegaron a creer, pues, que la literatura podría definirse en una técnica y en un oficio alejado del práctico, del suceder real: la famosaliterariedad. Reyes también, pero teniendo en cuanta la idea de una cometa: vuela, sí, pero sin irse de la tierra y sin despegarse del yo. El teórico Bajtin, al estudiar las obras realistas de Dostoeivsky, agarró el hilo de la cometa y la acercó más a la tierra. Queremos decir que anudó el formalismo con el marxismo. E hizo bien. Sin embargo, conviene estudiar el marxismo por aparte.

3. Con el marxismo: afinidades y diferencia

Marx, sin duda alguna, cambió el modo de ver las cosas. Sostuvo que todos los sistemas mentales e ideológicos son productos del sistema económico. 6 Hizo bien en cuanto espantó fanatismos religiosos o dogmas filosóficos que nublaban la razón histórica. Hizo mal en cuanto desplazó el espíritu y la palabra a segundo orden. Por qué, se pregunta Selden, ¿cómo, si no a través del discurso político, esperan los marxistas modificar la conciencia de la gente? (Ibíd., 34). 7 La discusión con el marxismo, en este ensayo, viene cuando se intenta explicar la literatura con sus teorías y conclusiones. Si pensamos que el arte y la literatura obedecen a una estructura económica y política le restamos universalidad a la literatura. No podríamos responder, por ejemplo, por qué nos fascina tanto las Meditaciones de Marco Aurelio o las cartas de Séneca a Lucilio, un emperador romano y dos aristócratas romanos, tan lejanos de nuestra estructura social y económica – estudiantes clase media, pequeña burguesa.

La historia literaria no depende de la historia política o económica. 8 La historia de la literatura es una rama de la literatura. «Para el historiador, el documento es un agente indirecto de evocación sobre un pasado social que no resucita, pasado que es la materia de su estudio. Para el crítico literario, el documento mismo constituye, ya de por sí, la materia de su estudio, dotada de actualidad perenne». ( El deslinde, 179). La crítica marxista, sin embargo, ha hecho un daño horrible en la historia literaria de Hispanoamérica, puesto que si nuestra literatura depende de nuestras estructuras económicas y sociales sin duda aparecerá como subdesarrollada. Pero observad cómo la práctica, esta vez, cuestiona la teoría.

Lukáts, el teórico de la novela, valoró sólo las obras realistas. Decía que Joyce, Kafka y Proust se referían sólo al individuo porque eran burgueses de un capitalismo decadente. Esto es confundir las disciplinas. Reyes, como epígrafe para El deslinde, puso una frase de Kant que reza: «no es engrandecer, sino desfigurar las ciencias, el confundir sus límites». A la política hay que estudiarla con teorías políticas; a la literatura, con teorías literarias. Cierto que existen relaciones entre todas las disciplinas 9. En determinar sus límites y trazar sus préstamos y empréstitos está la riqueza de todas ellas. Cuando decimos que estudiemos la literatura desde la literatura misma no significa que la cerremos al influjo con las demás ciencias. Por el contrario, tal vez la gran conquista de la teoría literaria de Alfonso Reyes radique en este párrafo:

Es posible de mención o aprovechamiento literario toda realidad que llega a nuestra mente. La intención de la literatura es inflexible; sus motivos, ilimitados. Al punto que la literatura puede definirse por esta pureza de sentido y esta universalidad de motivos (…) La integración de todos los motivos e intenciones sólo puede expresarse en la literatura, y la literatura es la única disciplina que no se desvirtúa con tal integración, antes vive de ella». ( D, 107, 108).

El marxismo considera que el individuo no es nada en tanto no responda a una parte de la sociedad. El crítico rumano Lucien Goldmann negó toda genialidad individual en los textos literarios. Se basan, decía, en estructuras mentales trasindividuales. Llegó a conclusiones tan toscas como la que sentencia que las estructuras literarias se corresponden con estructuras económicas. Ello llevaría a pensar que Rubén Darío, indio chorotega de algún suburbio de Nicaragua, nunca hubiera podido escribir sonetos alejandrinos tan elegantes al uso de los poetas parisinos, no menos decadentes. Luis Althausser, por su parte, dividió la literatura según clases dominantes y clases dominadoras. El texto literario, según los marxistas, se nutre de una ideología que obedece a la economía y a la política. Que la literatura se nutra de la no-literatura es una cosa que Reyes ya dejó claro. Que se alimente de una ideología es admisible; sólo que Reyes prefiere hablar de pensamiento, y recuerda: «El estilo se nutre de pensamiento, no hay que olvidarlo. Así lo entendieron los antiguos, tanto en Grecia como en Roma». (La antigua retórica, 433). 10

En suma, en cuanto a la relación de Reyes con el marxismo, tenemos que precisar dos cosas: 1) ¡Claro que lo conoció! El capital lleva más de un siglo y medio de publicado. 2) ¡Claro que supo de la influencia que ejercía en el mundo con la Revolución Rusa! (1917). Luego no lo usó para su teoría, no porque lo desconociera, sino porque encontró otros puntos teóricos más adecuados para tratar la literatura. Para él, que no era anacrónico, Marx había quedado atrás desde finales del siglo XIX con las ciencias espirituales, «con la evolución creadora de Bergson, la libertad de Croce, la postura espiritualista de Dilthey, la emancipación lógica de Husserl». ( El deslinde, 162).
D) Con teorías estructuralistas: afinidades y diferencias

Serán pocas las afinidades que encontremos con los teóricos estructuralistas. Ellos, ante todo, han intentado demostrar que el autor ha muerto y que el discurso literariono tiene ninguna función personal. Roland Barthes afirmó que los escritores no se expresan en sus textos sino que sólo se inspiran en ese inmenso diccionario que es el lenguaje y la cultura, cosas que ya están dadas y terminadas. Niega, de contado, la teoría de Alfonso Reyes. Nada de intención en la obra sino de estructura. Nada de estilo personal, pues éste viene, según Barthes, del sistema social. Pero desde hace mucho sabemos que el estilo es el hombre; surge de escritores de enérgica personalidad, como Reyes.

«No sería equivocado utilizar el término antihumanista para describir el espíritu del estructuralismo. De hecho los mismos estructuralistas han utilizado este adjetivo para poner de relieve su oposición a todas las formas de crítica literaria en las que el sujeto humano sea la fuente y el origen del significado literario». (Selden, Ibíd., 68).

Advierte Rafael Gutiérrez Girardot que el estructuralismo de Levi-Strauss, Les tristes tropiques, «puso en olvido el pensamiento de Rodó y la fe que Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña pusieron en la cultura de las humanidades». (Cuestiones, 15). Los estructuralistas y en general los europeos vanidosos, la verdad sea dicha, poco estudian nuestra literatura. Un ensayista colombiano del siglo XIX, José María Samper, gritó ebrio de razón y de amargura: «el mundo europeo ha puesto más interés en estudiar nuestros volcanes que nuestras sociedades; conoce mejor nuestros insectos que nuestra literatura» (Las revoluciones políticas en Colombia,1862, Pág. 12). Piensan por estereotipos. El estructuralismo es prueba de ello. Basado en la lingüística de Saussure, concibe las palabras, no como símbolos que representan el mundo, sino como meros signos conventuales. Así los estructuralistas se acercaron a los formalistas por cuanto vieron que la literatura era un producto especial del lenguaje. En esto parece en lo único en que concuerdan con Reyes. Porque luego cayeron en pensar que de las leyes de la gramática dizque brota la fuente del pensamiento. Esto es de lo más cientificista. «La Gramática, la Retórica y la Poética – reclama Tomás Carrasquilla, escritor de enérgica personalidad si los hay – enseñan a expresarse, pero no a pensar ni menos a sentir». («Homilías», Obras Completas, 638). El deseo por reducir la literatura a estructuras sintácticas y gramaticales tiene todo el aspecto de una teoría científica. Es decir, los estructuralistas no se apartaron del positivismo del siglo XIX. Al pensar que el significante no representa el significado, confundieron un texto no literario con la literatura. Reyes, avisado de este peligro, advirtió:

«…no es lo mismo fantasear una Isla del Tesoro en una cartografía a sabiendas irreal, que a nadie embauca y a todos solaza, a plantar una isla inexistente en mitad de una carta práctica de navegación, para que zozobre nuestro barco. (…) La misión directiva y creadora del lenguaje, la que más de cerca nos atañe, o es la función mágica de la poesía, que no se refiere a necesidades empíricas, de acción inmediata, o es la función utópica de la persuasión o de la jurídica, que propone a la sociedad un mapa de un territorio que aún no existe; mejor dicho: un plano de arquitectura para un edificio por construir. (…) Esta trabazón nerviosa que es la sociedad sólo se liga con el lenguaje. De aquí la responsabilidad social del escritor. De aquí la colaboración delictuosa de quien usa la palabra sin referirla a la verdad. De aquí la triste condición – científicamente infrahumana – del que recibe la palabra sin referirla a su sentido». ( El deslinde, 221-222).

Derrida planteó, dentro del estructuralismo, la deconstrucción. Todo para huir del centro. En vez de una unidad autoritaria, pluralidad. En vez de obediencia, crítica; en vez de identidad, diferencia. Olvidan que crítica y creación pueden coexistir, como que el mundo nunca fue hecho sino que coexiste con Dios, de toda eternidad. Pero la deconstrucción reduce el mundo; lo derrumba. El mundo necesita de centro. Aún así sea el que soñó Pascal: «el centro en todas partes y la circunferencia en ninguno». El ataque principal va contra el lenguaje, centro del universo humano. 11 La deconstrucción saca al hombre, en cuanto es logos, de la cultura. Lo mismo hace Foucault que, siguiendo a Nietzsche, niega objetividad a la historia pues ésta se transmite por palabras, y ellas, según los postestructuralistas, están condenadas al influjo del poder económico y político. Total, como todo lenguaje implica una visión subjetiva del mundo, los postestructuralistas, resistiéndose al centro, se resisten a lanzar afirmaciones. Terminarán silenciando el mundo, puesto que sólo no diciendo nada evitaran opiniones o pensamientos. Esa sí que es la peor forma de poder: la del silencio. Es la parábola de El castillo de Kafka, cuyo protagonista nunca puede dialogar con sus opresores. Por fortuna, aún los latinoamericanos reconocemos como líderes a quienes saben expresarse mejor que los demás. ¡Que nunca pase la magia de la lectura! 12
Envío

No todo es desolador en el panorama de la teoría literaria contemporánea. Aunque en ninguna parece figurar Alfonso Reyes, ahí están los estudios de Edward Said. Del Oriente Medio Said gozó y padeció, como Reyes, la posibilidad de discurrir por toda la cultura occidental pero sin ser reconocido como tal. Por cierto Said se burlaba de tanta antología de teorías literarias que repiten y repiten conceptos que ya no sirven a la práctica. La mayoría de las teorías contemporáneas, dijo Said, «se olvidan que un texto es una obra humana que debe ser tan significativamente interesante como su ser». (El mundo, el texto y el crítico, 215). El estudio verdadero de la literatura hispanoamericana pondrá a prueba las teorías literarias europeas. Debemos conservar siempre una posición de permanente independencia. Lo cual no implica desconocimiento sino asimilación. Digamos como el sabio Caldas cuando lo cernían los teóricos europeos que nunca habían pisado su América:

«Que hable Newton, que Saint Pierre halle armonía en todas las producciones de la naturaleza, que Buffon saque la tierra de la masa del sol; que Montesquieu no vea sino el influjo del clima en las virtudes y los vicios, en las leyes de la religión y del gobierno, poco me importa si la razón y la experiencia no lo confirman». («Del influjo del clima sobre los seres organizados»en Escritos, 23).

Esta paradoja parece recrearse en Cien años de soledad. García Márquez imagina que Aureliano Buendía descubre por él mismo que la tierra es redonda, hasta cuando viene Melquíades advirtiéndole que desde los griegos se sabe es así. El punto está en que no hay nada de malo es descubrirlo por nuestra propia cuenta. «Es mucho menos dañoso – dice Alfonso Reyes – descubrir otra vez el Mediterráneo por cuenta propia (puesto que, de paso y por la originalidad del rumbo, habrá que ir descubriendo otros mares inéditos), que no el mantenernos en postura de eternos lectores y repetidores de Europa». (Prólogo a El deslinde). El futuro de nuestra cultura subyace en esta frase.

Bibliografía principal:
Reyes, Alfonso: El deslinde // Apuntes para una teoría de la literatura. Obras Completas XV. F.C.E. México, 1997.
La crítica en la edad ateniense / La antigua retórica. Obras Completas XIII. F.C.E. México, 1997.
La experiencia literaria // Tres puntos sobre exegética literaria. Obras Completas VX F. C. E. México, 1997.
Selden, Raman: La teoría literaria contemporánea. Traducción J. G. López Guiz. Ariel, Barcelona, 1985.
Bibliografía general:
Bueno Chávez, Raúl. «Sobre la tradición en la crítica literaria» en Teoría de la crítica y el ensayo en Hispanoamérica. Guillermo de la Torre (editor). Editorial Academia, La Habana, 1990 .
Carrasquilla, Tomás. Obras completas. Aguilar, Madrid, 1955.
Caldas, Francisco José: Selección de obras. Biblioteca Shering Corporation. Bogotá, 1970.
Descartes, René. Discurso del método // Reglas para la dicción de la mente. Estudio preliminar, traducción y notas de Eduardo Bello Reguera. Editorial Tecnos, Madrid, 1987.
Guerra Rangel, Alfonso: Las ideas literarias de Alfonso Reyes. Colegio de México, México, 1989.
Gutiérrez Girardot, Rafael: Insistencias. Ariel, Bogotá, 1998.
Montaigne, Michael: Ensayos. Selección, traducción, estudio preeliminar y notas por Ezequiel Martínez Estrada. Clásicos Jackson, Buenos Aires, 1950.
Platón: Apología de Sócrates / Banquete / Fedro. Traducción y notas: J. Calonge Ruiz, M. Martínez Hernández, E. Lledó Íñigo. Editorial Gredos, Madrid, 1993.
Rodó, José Enrique: Obras Completas. Barreiro y Ramos, Montevideo, 1958.
Said, Edward W: El mundo, el texto y el crítico. Traducción de Ricardo García Pérez. Colección Debate, Mondadori, Barcelona, 2004.
Wellek, René: Historia literaria: problemas y conceptos. Selección y traducción de Sergio Beser. Editorial Laia, Barcelona, 1983.
NOTAS
1 Advierto que el método bibliográfico que usaré para este ensayo lo tomo de MLA Hanbook for Writers of Research Papers, de Joseph Gibaldi. Consiste en citar, durante la exposición, el nombre del autor y su libro, señalando el número de página, sin necesidad de poner la fecha de edición del libro, ni la editorial ni el lugar. Esto se encuentra al final, en la bibliografía.
2 Alfonso Reyes poseía un espíritu de alta cultura literaria, acendrada por años de experiencia No se improvisó crítico y menos teórico. Su interés por estudiar el fenómeno de la literatura recorre casi toda su obra. En ella puede apreciarse su familiaridad con los principales estudiosos de la literatura y, por supuesto, con las grandes literaturas occidentales.
3 El ensayista peruano Raúl Bueno Chávez alerta sobre cierta porción de críticos hispanoamericanos que siempre quieren empezar de nuevo basados en los inventos de Europa o Norteamérica, no sólo cayendo en una pose de «nuevos ricos», sino atrasando los estudios literarios al desconocer los anteriores. (Véase «Sobre la tradición en la crítica literaria», en Teoría de la crítica y el ensayo en Hispanoamérica).
4 El helenista alemán Werner Jaeger destacó la originalidad de Alfonso Reyes al leer El deslinde, y le escribió la siguiente impresión: «There is something Aristotelian in that sense in your attitude, although your break away from the tradition of poetics which follows in his footsteps and try to form a system of categories of your own. I wonder how Aristotle if he had the experience of all the literature that was written since his day, would have looked at your way of treatment». (Tomado de Las ideas literarias de Alfonso Reyes, 104.)
5 Reyes aceptaba, sin embargo, la posibilidad de una estética concentrada incapaz de comunicar algún asunto, y formuló su teoría de la jitanjáfora: manifestación verbal sin aparente contenido comunicativo. (Véase «Las jitanjáforas», en La experiencia literaria).
6 En este sentido, elucubro, también el pensamiento de Marx obedece a las condiciones de su época. No se puede entender a Marx si no se lee su biografía. Mi padre me la leía de niño. ¡Qué vida tan sórdida!
7 La respuesta pueden darla acaso las guerrillas colombianas: no pudieron convencer por la palabra, y…
8 Roman Jakobson ya criticaba las historias sociales de la literatura: comparan al historiador de la literatura con el policía que, en vez de detener a cierta persona, detiene a todo el mundo, a todas las personas que casualmente pasaban por la calle y a cuantos se encontraban en la casa. Dice que los historiadores literarios se apropian de cuanto encuentran en el contexto social, la psicología, la política, la filosofía, y que en lugar de estudios literarios, «hacen una acumulación de estudios derivados. (Tomado de René Wellek, Historia literaria: problemas y conceptos, 247).»
9 «Las ciencias están todas unidas entre sí y dependen las unas de las otras», dijo Descartes, el hombre a quien más debe Occidente según Ortega y Gasset, en Reglas para la dicción de la mente.
10 Los mejores pensadores suelen ser los mejores prosistas. No se insistirá lo bastante en esta observación.
11 «No somos hombres ni estamos ligados los unos a los otros más que por la palabra». (Montaigne, Ensayos, Cáp. IX).
12 «Lees un libro que te hace quedar meditabundo; vuelves a confundirte en el bullicio de las gentes y las cosas; olvidas la impresión que el libro te causó; y andando el tiempo, llegas a averiguar que aquella lectura, sin tú removerla voluntaria y reflexivamente, ha labrado de tal modo dentro de ti, que toda tu vida espiritual se ha impregnado de ella y se ha modificado según ella». (Rodó, Motivos de Proteo, XXXV, 47).

 

Sebastián Pineda Buitrago, Universidad de los Andes
Red Nacional de Estudiantes de Literatura y Afines
Colombia
Ponencia presentada a JALLA-E
Universidad Santiago de Chile
Mesa de trabajo: Problemática de la teoría literaria latinoamericana.

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