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Todos los testigos. El testigo de Juan Villoro.

por Iván Candia
Artículo publicado el 28/11/2006

 

El testigo de Juan VilloroResumen
El testigo de Juan Villoro es una novela que tiene como eje central el retorno a la patria perdida, nudo central que pasa, en la perspectiva de Villoro, por la tradicional comunión entre la tierra y el eterno femenino. Villoro genera una compleja estructura marcada por la fragmentación, la indeterminación, las anacronías del discurso narrativo que, en buena medida, puede subsanarse por la figura del testigo, la que juega un papel clave para ordenar el discurso y para dar testimonio global del azaroso regreso de Julio Valdivieso a México. “Todos los testigos el testigo” pretende evidenciar los mecanismos empleados por Villoro en ese sentido, sobre todo, los que revelan las dificultades del protagonista para reintegrarse a un país completamente distinto al que abandonó décadas atrás.

El testigo (1) (2004) de Juan Villoro tiene una compleja y muy lograda estructura narrativa que presenta vínculos intertextuales con La Odisea, debido a que ambas tienen como eje central el regreso a la patria y, en consecuencia, las numerosas adversidades e inconvenientes que supone la reinserción en la tierra perdida. Mientras Homero revela el azaroso retorno de Ulises a Itaca, Villoro da cuenta del mismo proceso de Juan Valdivieso a Ciudad de México. Ahora bien, la intertextualidad entre los textos ya está anunciada por el epígrafe de Konstantin Cavafis que abre El testigo, cuyo alcance es explicado por el propio Villoro:

La Odisea narra la historia de un hombre que quiere volver a casa. La novela (El Testigo) abre con el célebre poema de Cavafis sobre la superioridad del viaje sobre el punto de llegada, pero a mí me interesan más los enigmas del regreso, la oportunidad de constatar cómo ha sido tu vida sin tu presencia. (Marco)

Cabe agregar, además, que ambas piezas convergen respecto de la importancia que tienen las figuras femeninas para los exiliados. Tanto Helena como Nieves son polos magnéticos para los protagonistas de ambas obras. A partir de ese punto, sin embargo, es posible establecer las significativas diferencias entre El testigo y La Odisea en la medida que las mujeres amadas son símbolos disímiles. Si Helena constituye un signo del amor y de la dicha recobrable, Nieves representa la tragedia y la traición. En esta dirección, Juan Villoro sostiene que el viaje de Valdivieso está motivado por “una ilusión traicionada” (Gámez).

Ahora bien, Juan Villoro trabaja su texto sobre la base de la tradicional comunión de la mujer y la tierra como parte del eterno femenino. De ahí que Nieves y México D.F. constituyan, en algún sentido, una unidad: “México era Nieves. De modo dramático, desde hacía diez años era la tumba de nieves” (43).

El destino de Juan Valdivieso está marcado a fuego por la ausencia de Nieves a la cita en que ambos pretendían partir a Europa. De esta forma, la muchacha adquiere los rasgos de la pérdida, del dolor y de la incomprensión: “Esa había sido su verdadera posesión por pérdida. Nieves ganaría espacio incluso después de muerta, caería a destiempo en otra vida, la de Julio, que se definía por esa gélida caricia, la gota que lo lamía por dentro y volvía para demostrar lo que no fue pero existía” (126).

Hacia el final de la novela, sin embargo, Valdivieso se entera no sólo de que la decisión de su amante se ve motivada por los esfuerzos de su familia para evitar las incestuosas relaciones entre ambos, sino que es incluso probable que el propio Valdivieso confundiera el lugar de la reunión. La plaza vacía que dejan como huella los antiguos amantes constituye un espejismo que explota con inusitada fuerza esparciendo esquirlas por toda la novela.

El testigo está regido, entonces, por la ambigüedad y la confusión. Todo es enigma, todo es engaño. El embuste del Niño de los Gallos, las mentiras de Edgar Noriega, el plagio de Julio Valdivieso a la tesis de los Contemporáneos son sólo algunas de las distorsiones de la realidad que evidencia el texto. El embuste de Olga Rojas es un ejemplo paradigmático a ese efecto, pues altera las circunstancias de los miembros del taller de cuentos y suscita la envidia y los celos del grupo hacia Julio Valdivieso:

Les dije que te la chupaba desde hacía meses y ellos ni sabían. Era como si hubiera defecado en ellos. No sabían que hacer […] fue una catarsis, como si el exilio se fugara por esa boca que soltaba injurias […] Para entonces ya nos habías dicho que te ibas a Europa; les aseguré que me quería 9k 4-5 yrs, Tesco over 15k , Zopa Free MoneySaving EmailThis is a step-by-step guide, updated daily, to the cheapest cards for new borrowing and how to use them, saving you 1,000s. ir contigo pero tu no querías, amabas a otra, ¿y entonces que pasó?, me solté llorando, llorando de verdad, a mares. No sé por qué. No te quería ni pensaba en ti, y de pronto te defendía, con la mayor obscenidad posible. (356)

La fragmentación, la indeterminación, las anacronías del discurso narrativo contribuyen a acrecentar la confusión. A lo anterior, se suma el empleo de Villoro de una causalidad que, según Jorge Borges, se denomina proceso causal mágico o de la primitiva claridad de la magia, en que las novelas pueden ser organizadas a través de un orden diverso, lúcido y atávico, donde se profetizan los pormenores y que postula: “un vínculo inevitable entre cosas distantes, ya porque su figura es igual – magia imitativa, homeopática – ya por el hecho de una cercanía anterior – magia contagiosa -” (Borges, 88). El autor de Ficciones cree que el proceso mágico implica que la novela, debe ser: “un Can I make any changes to the trust?An trust is irrevocable, which generally means you cannot make changes to it. juego preciso de vigilancias, ecos y afinidades. Todo episodio, en un cuidadoso relato, es de proyección ulterior” (Borges, 90).

El testigo evidencia en múltiples direcciones una concatenación mágica, la que tiene que ver con la proyección de la historia de Salvador Valdivieso sobre su hijo en tanto éste también fue abandonado por su amada al momento de la huida o en como la difamación infantil de Julio respecto de la madre de Nieves, Carola, acaba con la ruta a Europa.

Ahora bien, frente al enrevesado entramado de Juan Villoro adquiere importancia la figura del testigo como pieza capital para iluminar la opacidad de la novela y para articular un sentido de la misma. Bajo este prisma, resulta imprescindible la visión sobre el testigo que sustenta Villoro:

El filósofo italiano Georgio Agambe habla del testigo en un caso límite, el del Holocausto, y dice: «Sólo quien realmente padeció ese oprobio podría decir lo que significa, pero, por definición esa persona ha sido aniquilada». Entonces, el testigo es alguien que está fuera de los hechos y debe narrarlos. Esa distancia comporta una limitación, pero al mismo tiempo supone una obligación de narrar los hechos. (Gámez)

Aunque la figura del testigo tiende, en definitiva, a disolver los espejismos de la obra, existen algunos que apuntan a objetivos diferentes. Así, el testigo es la uña que Julio y Olga olvidaban cortar de sus manos; está en la amenazante figura de Felix Rovirosa como declarante del plagio juvenil de Valdivieso; aparece como el testigo letal, Amílcar Rayas, quien provoca la muerte del ‘Vikingo’; está representado poéticamente en los perros velardianos que impiden los secretos de la noche; y por último es el testigo incómodo e imaginario que se colaba en la habitación de Juan y Paola y que acababa, por lo general, en la sodomización de la última.

Acorde a los alcances de la novela me interesan, sobre todo, las variables del testigo que están encabezadas, en primer lugar, por un carácter religioso. Así, están los testimonios de los Monteverde relativos a la posible canonización de Ramón López Velarde, los que adolecen de la solidez mínima para siquiera ser presentados en el Vaticano y que revelan como la abuela es embarazada con el sudor del poeta y como éste interviene para salvar a la madre de una de sus amantes. Lo anterior es relevante en tanto subraya la irrupción de un catolicismo extremo en México tras la caída del PRI.

En segundo término, resulta imprescindible el judicial Ogarrio, que actúa como un testigo ‘negativo’ que mediante la tortura consigue que Julio Valdivieso no indague en la muerte del Vikingo y que, además, adopte la verdad oficial. Ogarrio manifiesta la coerción y la coacción del poder sobre los ciudadanos. Asimismo, es interesante el papel de Félix Rovirosa como aquél que procura dar fe del poder y de la manipulación de los medios de comunicación de masas.

Para Juan Villoro, la efervescencia religiosa, la irrupción de los poderes fácticos y de los medios de comunicación explican, en gran medida, la regresión que experimenta México en los últimos años:

De alguna manera, nos remitimos a un México anterior a la Revolución, un México vinculado a un catolicismo de cuño duro. En fin, el cambio dejó la sensación para muchos de que ocurrió hacia atrás. En el peor de los casos se trata de una burla, de una caricatura, de una mueca de aquella dictadura perfecta que nos gobernó durante 70 años. (Gámez).

Por último, es imprescindible destacar los testigos que abren las puertas a la paz entre Julio y Nieves:

Nieves se había despedido, dejando mensajes abiertos que nunca acababan de decirse: le pidió al flaco que le recordara a Julio que ella seguía leyendo Pasado en claro, tal vez más en alusión al título del poema que a la plaza, ya inútil, donde no se encontraron, le dijo a Olga que arrojó la moneda al pozo […] con la mano izquierda, una invitación rebelde para volver; preparó el encuentro con su hija y él como algo ya ocurrido y llorado y llevadero, el amor imposible que cada quien necesita o se inventa para interesar su futuro. (454)

La reconciliación simbólica con Nieves limpia la herida de Julio Valdivieso y constituye, además, la llave para regresar a México. Su país y su antigua amada pueden seguir doliéndole, pero, luego de arduas pericias, es capaz, nuevamente, de penetrar en la tierra mexicana. En esa línea, es dable situar la posesión de Ignacia y su permanencia en Los cominos:

Hice agua de semillas – Ignacia le tendió un tarro.
Julio bebió.
¿A qué sabe? – le pregunto ella -. […]
Sabe a tierra – dijo Julio -. (470)

México abre, en definitiva, sus misterios a su hijo. Julio siente la tierra y se hace parte del flujo de hechos. Todos los testigos parecen haberle hecho comprender el significado de la tierra recuperada y que toda posesión, al fin y al cabo, pasa siempre por la entrada en la materia.

Bibliografía _________
Bolaño, Roberto, Entre paréntesis. Barcelona: Editorial Anagrama S.A., 2004.
Borges, Jorge Luis, Discusión. En Obras completas. Buenos Aires: Emecé Editores, 1964.
Gámez, Pablo, Entrevista a Juan Villoro «Vivimos un México anterior a la Revolución».  17 de may. 2005. http://www.revistacambio.com/html/cultura/articulos/3433/
Marco, Joaquín, Entrevista a Juan Villoro “Tres cuestiones a Villoro”. 17 de may. 2005. http://www.elcultural.es/HTML/20041125/Letras/LETRAS10747.asp
Villoro, Juan, El testigo. Barcelona: Editorial Anagrama S.A., 2004.
NOTA ______________
1. El testigo fue galardonado con el prestigioso Premio Herralde de Novela de la Editorial Anagrama en 2004.
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Un comentario

[…] [5] Pablo Gámez, “Entrevista a Juan Villoro: Vivimos un México anterior a la revolución” apud Iván Candia, “Todos los testigos. El testigo, de Juan Villoro”, en Crítica, 2006. En línea: http://critica.cl/literatura/todos-los-testigos-el-testigo […]

Por El testigo, Juan Villoro – Memorias del Zapallo el día 10/06/2021 a las 01:42. Responder #

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