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Víctor Hugo, el escritor monárquico que se hizo republicano. Semblanza sobre la vida y obra del literato y político.

por Jorge Queirolo Bravo
Artículo publicado el 30/03/2007

Introducción
Francia es un país privilegiado en lo que a escritores se refiere. La riqueza de su literatura está impregnada por el aporte generoso de varias generaciones de literatos, los que le han dado el sitial que le corresponde y actualmente tiene en el mundo de las letras. Uno de ellos, merece en especial, una mención sobresaliente, si acaso no es el más genial de esta variopinta fauna de creadores, los que en general han destacado la trascendencia de la literatura francesa de una manera que ya la quisieran tener otros países. Me refiero a Víctor Hugo, cuya trayectoria exitosa es difícil cuando no imposible de rebatir. Se lo conoce como el autor de una novela llamada “Los miserables”, convertida en un clásico de los libros, pero su obra es mucho más que eso. Es lo que veremos a continuación.

Su vida
Víctor Hugo vino al mundo un 26 de febrero de 1802 en Besançon, Francia. Su padre, el conde Joseph Hugo, fue un importante general del poderoso ejército de Napoleón Bonaparte, aquel gran estadista de mente claramente expansionista venido de Córcega y con un apellido que suena como muy italiano, pese a todo lo que eventualmente puedan argumentar algunos franceses de tendencias muy nacionalistas. De la familia de Víctor Hugo bien se puede decir que era marcadamente partidaria de las políticas del pequeño y aguerrido corso. En lo que a Víctor Hugo respecta, en sus años mozos profesó una innegable simpatía por el régimen monárquico, de la que se desprendió solamente al sobrevenirle la madurez espiritual y política. Desde pequeño tuvo acceso a una educación privilegiada que incluyó numerosos profesores particulares y colegios privados muy costosos. Su madre guió su crianza, en razón de que el padre solía ausentarse por largos períodos debido a sus ocupaciones. Pasó una buena parte de su infancia residiendo en una España ocupada por los franceses. Esto ocurrió debido a que su padre fue destinado allí por orden de Napoleón para ayudar a José Bonaparte, su hermano, en la ardua tarea de gobernar varias provincias españolas. José fue más conocido como “Pepe Botellas” gracias a su conocida afición a los buenos vinos que su tierra producía. Volviendo a nuestro personaje principal, es de vital importancia recalcar, que tan prolongada estadía en la península ibérica caló hondo en el espíritu del joven escritor en ciernes y de alguna manera influyó en su vida posterior. Siendo tan sólo un adolescente, escribió un poema por el que fue laureado por la Academia Francesa. Sus pasos no se detuvieron allí y no contento con el premio recibido, perseveró en todo lo relacionado con la escritura, un mundo que no es siempre lo suficientemente bien comprendido por el común de los mortales. A muy temprana edad tuvo la audacia de atreverse a editar junto con sus hermanos una revista de temas literarios, Conservateur Litteráire.

El literato
A los 20 años publicó su primer libro de poemas, “Odas y poesías diversas”. Posteriormente incursionó exitosamente en el género novelístico con obras como “Han `Islande” (1823) y “Bug Jargal” (1824). Más o menos en la misma época, se integró a un círculo literario llamado “Le Cénacle”, del cual ofició como portavoz. Un par de años más tarde siguió en la senda de las letras con “Odas y baladas” en 1826, que fue otro libro de poemas. Su siguiente obra fue “Cromwell” (1827), un drama histórico, en el que los elementos de una nueva estética romántica son caracterizados con inusitada vehemencia en el prólogo del mismo.

Su debut en la polémica
“Marion de Lorme” (1829), fue una pieza de dramaturgia dedicada a la famosa cortesana que llevó ese nombre, la que adquirió ribetes de gran polémica, por tratarse de una creación que instituyó algo novedoso y que fue el quiebre con las estrictas reglas existentes en toda tragedia francesa. Fue censurada y prohibida por las autoridades, debido a que representaba al rey Luis XIII de una manera descaradamente burlona, que lo ridiculizaba abiertamente y sin respetar su condición de monarca. La respuesta de Víctor Hugo fue dar rienda suelta a su ingenio creativo y escribir una nueva pieza de teatro en menos de un mes, “Hernani” (1830), cuyo estreno fue un verdadero éxito de taquilla muy pocas veces visto anteriormente. Esta obra no resultó menos conflictiva que su censurada antecesora, debido a la violenta pugna que desató en la sala de teatro el día de su primera función. Los incidentes enfrentaron a los últimos contestatarios de un clasicismo arcaico y pasado de moda para los gustos de la mayoría, a la sazón una corriente que se batía en rabiosa retirada, con los jóvenes propulsores de la nueva y popular tendencia conocida como “romanticismo”, estos últimos liderados por el poeta Théophile Gautier. La historia de la literatura registró los hechos de aquel día como la batalla de Hernani.

El jorobado de Notre Dame
“Nuestra señora de París” (1830), es otra muestra elocuente de las preferencias de Víctor Hugo por lo histórico pero en una atmósfera adornada con matices histriónicos. En ella describe con muchos detalles cómo era la capital francesa durante el siglo XV. Es una de sus obras más conocidas y contribuyó en sumo grado a catapultarlo a una fama que nunca más lo abandonó. El nombre genérico con el que se conoce a esta novela es: “El jorobado de Notre Dame”. Se trata de la triste historia de la vida de un pobre hombre feo y deformado llamado Cuasimodo, que de niño fue abandonado sin que se sepa a ciencia cierta por qué. Mas no es difícil elucubrar que probablemente el motivo fue su terrible fealdad física que asustaba a más de alguno. El pequeño es recogido y criado por el arzobispo Claude Frollo, quien lo lleva a vivir en las tinieblas oscuras de una catedral siniestra y bajo su malvada tutela. Su “protector” le asigna el trabajo de campanero y a cambio le pide su obediencia incondicional. Solamente existe una persona en el mundo que siente algo de cariño por el atormentado Cuasimodo. Esmeralda, una gitana muy hermosa, es el único ser que demuestra compasión, cuando Cuasimodo es públicamente humillado de manera brutal e inhumana, mediante un severo castigo en el que se lo azota hasta dejarlo exánime. La bella Esmeralda es deseada por el desalmado sacerdote bajo cuyo alero se desenvuelve la existencia del desgraciado Cuasimodo, aunque este amor simplemente no es correspondido. Ella tiene un pretendiente con más posibilidades de conquistarla, un capitán del ejército real, quien es cruelmente apuñalado por el prelado Frollo en un furibundo y violento arrebato de celos. El asesino huye y la chica es injustamente acusada de brujería, a consecuencia de lo cual se la sentencia a morir ahorcada. Logra evitar su ejecución gracias a la intervención oportuna de un agradecido Cuasimodo, quien la esconde en los sobrecogedores recovecos de la tenebrosa catedral. La persecución y el acoso de un obsesionado Frollo no cede y éste pone a Esmeralda entre la espada y la pared con el ofrecimiento de salvarle la vida, siempre y cuando se someta a sus nada honestas aspiraciones amorosas. Ella lo rechaza llena de asco, lo cual deja la vía libre para que Frollo la entregue a unos verdugos sedientos de sangre. Tras realizar tan execrable acto, éste sube a lo alto de la torre de Notre Dame, para seguir desde allí los pormenores de la ejecución de Esmeralda. Lo que no sabe el ilustre obispo, es que Cuasimodo lo empujará al vacío y a la muerte. El desenlace es trágico: el desdichado campanero pone fin a su vida junto a los restos mortales de la chica. Se apagó su existencia material, mas no los rasgos de nobleza que siempre afloraron de parte de él.

Otras obras
A partir de ese momento, los escritos de Víctor Hugo se vuelven cada vez más incisivos y tratan el tema social con un dejo de protesta contra los sistemas vigentes, los que son considerados injustos o excesivamente represivos por el autor. Tal es el caso de “Claude Gueux”, novela publicada en 1834. En 1841 la Academia Francesa resuelve conferirle la membresía de tan exclusiva y renombrada institución, como un certero reconocimiento a quien ya se perfilaba como un prodigio literario del siglo XIX.

Los miserables
Se puede considerar a esta novela como la obra cumbre de Víctor Hugo. Esta denominación es objetivamente discutible, aunque un análisis concienzudo posiblemente sí debería confirmar tal aseveración. “Los miserables” fue una novela de fuerte connotación social y de una complejidad que alucina en lo psicológico. Nadie podría negar que contiene un clamor lleno de protesta y rebeldía, en contra de las arbitrariedades de una ley que algunos jueces aplican mecánicamente, sin fijarse en las implicaciones éticas que necesariamente surgen al hacerlo. Es imposible no conmoverse ante las vivencias de un valiente y audaz Jean Valjean, que solamente busca una forma de normalizar su atribulada vida y dejar atrás un pasado cuya sombra lo persigue tenazmente. La desventaja del protagonista, es la continua irrupción en escena de un agente del orden fanático por cumplir su deber ante la ley y ser fiel al mandato que ésta le confiere. Valjean deberá luchar denodadamente para sacudirse de la cacería despiadada de tan eficiente policía. Lo logra a medias, porque éste siempre se interpone en su camino, sin que el perseguido logre realmente eludirlo. El final justamente demuestra lo mencionado con anterioridad, cuando Valjean queda en paz. Esto se da, no porque logre huir de su implacable perseguidor, en cuyas fauces cae una vez más, sin que en apariencia exista una salvación a la vista, sino gracias a que por una sola vez el incorruptible funcionario decide quebrantar su rigurosidad moral y lo deja ir para siempre. Lo último, le resulta demasiado fuerte a un alma tan burocrática y ceñida textualmente a los códigos legales, como para poder sobrellevarlo. Ésta no logra resistir su traición a aquellos principios que siempre juró defender y la única solución que encuentra es poner fin a su ahora miserable y agobiada vida; como si la ley y su ejecución, fueran un feudo sagrado e inexpugnable, protegido a capa y espada por una gruesa coraza que jamás debe romperse ni tocarse y que está por encima de todo instinto humano. Extraña forma de concebir la justicia…

El político
Es prácticamente imposible separar al político del escritor en Víctor Hugo. Toda su vida estuvo fuertemente ligada a los factores políticos y osciló entre diversas preferencias, aunque existe un punto de quiebre a partir del cual se vuelve irreversiblemente republicano. Su carrera política se vio seriamente afectada en 1851, cuando participó en un intento de derrocamiento de Napoleón III que no tuvo el éxito esperado por los elementos involucrados. Esto lo llevó a verse obligado a partir a un largo exilio cuya primera estación fue en Bélgica. Después buscó refugio en Guernsey, una pequeña y acogedora isla perteneciente a Inglaterra. Es posible que haya elegido el lugar por la posición de cercanía geográfica con Francia. Esto le significó poder recibir numerosas y frecuentes visitas de partidarios y simpatizantes de su causa, las que abundaron a lo largo de los quince años que pasó defenestrado de su patria en tan remoto rincón del mundo. El exilio no apagó su veta literaria, al contrario, la exacerbó. En los confines solitarios del destierro concibe “El pequeño Napoleón”, una sátira mordaz sobre Napoleón III, en la que se desquita sobre el papel, de las debilidades de su enconado enemigo político. En 1868 fallece su esposa, acontecimiento que lo afectó en grado extremo, imposibilitando regresar juntos a la tan añorada Francia. Retornó en gloria y majestad en 1870, con motivo de la caída del Segundo Imperio. Como era de esperar, comenzó sin demora y con renovados bríos sus ingentes actividades políticas. Lo eligieron para la Asamblea Nacional y el siguiente paso fue su llegada al Senado en 1875.

Los últimos años
Víctor Hugo tuvo una larga vida y esto le permitió ser testigo de la efusiva admiración que su célebre figura generaba entre el pueblo. El día en que cumplió ochenta años fue celebrado como si se tratara de una fiesta nacional, honor espontáneo y voluntario que otras autoridades jamás lograron generar. Su muerte, en cambio, causó una sensación de luto y tristeza que pocas veces se ha percibido en Francia. Las exequias de Víctor Hugo reunieron a una acongojada y entristecida multitud, como nunca antes se había visto en la historia del país galo. Fue el comienzo de su inmortalidad como hombre de letras. En su memoria existe hoy en día el “Prix Victor Hugo”, posiblemente el premio literario de mayor importancia en lengua francesa. Es el homenaje más justo a la creatividad de quien enalteciera solemnemente la literatura de Francia.

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Un comentario

Reconocimiento, Felicitaciones y los mejores deseos.

Por Agustin el día 19/06/2012 a las 08:38. Responder #

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Requerido.

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