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William Ospina, y la identidad cultural latinoamericana.

por Nelson Sánchez
Artículo publicado el 26/07/2007

Hijo predilecto de los Andes, Ospina es un bardo tolimense, pero de nacionalidad latinoamericana, nacido a inicios de la segunda mitad del siglo xx, para cumplir con una enorme pero satisfactoria misión: mostrarnos por medio de su poética; ya sea mediante sus poesías, sus ensayos, o sus novelas históricas: lo original, lo rica e inmensa que es nuestra cultura, comprendida desde las ardientes arenas septentrionales de México, hasta las gélidas planicies de la Patagonia; que aprendamos de la comunión de nuestros antepasados con la naturaleza; y aprehendiendo nuestras particularidades, de sus tejidos mentales (y la de otros humanistas y científicos sociales, anteriores, coetáneos y venideros); seguir trazando la carta de navegación cultural, cómo lo han hecho tantos artistas, para poder arribar al puerto seguro que tuvieron en mente los mejores humanistas y científicos sociales de América Latina.

Las Voces de las culturas vivas
son pájaros que aún cantan,
han transformado su plumaje
para el tiempo de hoy
y se niegan a desaparecer.
Hugo Jamioy (1)
He llegado a pensar que acaso es cierto
lo que escuchamos alguna vez: que tal
vez el mundo volverá a fundarse sobre las
conmovedoras e inconmovibles verdades
de la poesía y ya no sobre los frágiles
atisbos de la razón ni sobre las pueriles seducciones del lucro
.
William Ospina (2)

 

Todo artista autónomo(3) al forjar su obra, a veces, de manera inconsciente  cumple uno o varios objetivos que con el tiempo se convierten en documento de consulta obligatoria para la comunidad interesada en ese tema; William  Ospina no está dentro de las excepciones, y su erudición y autonomía nos conducen a varias preguntas que trataré de resolver, algunas inmersas dentro de los comentarios, y otras respuestas desarrolladas en forma más o menos rigurosa; entre los cuestionamientos tendríamos, por ejemplo: ¿Qué metas se propone con su poética? ¿De donde viene ese arraigo por la latinoamericaneidad? ¿Quiénes han sido algunos de sus mentores intelectuales? ¿En cuáles obras se puede aprehender su pensamiento? ¿Cómo podría ser el acercamiento a un análisis formal a sus poemas? y, ¿De qué forma está relacionada la poética de William Ospina con la crisis del postmodernismo?

William Ospina alejado de cualquier patrioterismo, es un poeta serio y comprometido con la búsqueda y aceptación por parte de nosotros, de la identidad cultural latinoamericana la cual proviene desde las primeras manifestaciones culturales de los aborígenes en proceso de ubicación en América, pertenecientes a las oleadas que arribaron de otros continentes como Asia y África, ante lo cual William Ospina ha demostrado ser un consagrado estudioso del origen del hombre americano, como lo demuestra los siguientes fragmentos del poema “América”:

[…]
Por estepas de hielo, dejando un rastro pardo
de huesos en sepulcros de cristal, los mongoles
sufrirían con sus lobos la blancura enemiga
donde tritura peces el oso gigantesco.
Si alguien cantó aquel éxodo, los glaciales caminos
gastaron la plegaria. O acaso al ver los bosques,
los pinares edénicos, las tribus olvidaron
los infiernos de Behring. Una luz venturosa
doraba las astadas cabezas de los renos,
el ojo del salmón que salta en los torrentes.
[…]
Así, dicen las fábulas por los lechos del tiempo
siguen viajando, recios, sobre el mar sin caminos
los padres de las viejas naciones. Su progenie
dio luego al cielo virgen humaredas de signos.
plantó cónicas tiendas para el amor, dio nombres
largos a la llanura y a la espera. Con formas
corrientes, lo sagrado brilló, y así se alzaron
en postes de colores las deidades silvestres,
en los valles centrales las hermosas pirámides.
[…]
Vuelvo el rostro al sureste que las nubes me ocultan,
a la severa selva que medita y aguarda.
Veo surgir de la niebla otras barcas. Alegres
colores en los flancos. Oh las grandes canoas
africanas. Soñando con leones, los hombres,
dejaron las canoas deshacerse en la playa
y entraron a un imperio de florestas lluviosas
y pesadas serpientes. Nunca volvió a las costas
de Malí la perpleja expedición […] (4).

Identidad cultural que continúa formándose, hasta el día de hoy, merced al producto de los mestizajes sociales y culturales iniciados hace más de quinientos años, sin tener en cuenta los choques culturales que se dieron antes, como dije anteriormente, gracias a las oleadas de inmigrantes de hace miles de años.

De esta mezcla de manifestaciones tenemos una prueba vigente y palmaria con el origen tri-étnico del vallenato en la costa norte colombiana, declarados por Consuelo Araújo y Ciro Quiroz Otero, a saber: el ascendente “indígena, español y negro (en ese orden)” (5), como nos lo comenta María Emilia Aponte (6) en su interesante ensayo.

Una de las formas como William nos ayuda a reapropiarnos y reconocernos, con nuestro pasado común y descubrir nuestros rasgos culturales específicos, es como nos dice Guillermo Linero Montes: abriéndonos “la ventana” de su poesía, hacia el “redescu-brimiento de la memoria, de símbolos históricos, a través de la palabra y las inquietudes de la sensibilidad moderna” (7); símbolos como la plata que representaba, para nuestros indígenas, la luna; el oro que personificaba al sol, y la arcilla que encarnaba al ser humano; estos símbolos los podemos apreciar en otro fragmento de su poema “América”:

En mi tierra adoraron las ranas y los pájaros.
Dieron sus nobles rostros al oro y su ceniza
a la arcilla ritual. En las frías montañas
su amor y su pavor fueron canto y perduran
sobre las desoladas ciudades de las cumbres (8).

Pero podríamos preguntarnos: ¿En qué consiste la tan mencionada, Identidad Cultural Latinoamericana?

Un concepto integral de lo que es la Identidad Cultural Latinoamericana, sería tema como para una tesis de postgrado, pero a continuación trataré de definirla lo más resumido posible, de acuerdo con el contexto que le he querido dar a este artículo.

Partiendo del significado de la palabra “identidad” que encontramos en los diccionarios, podríamos decir que la Identidad Cultural Latinoamericana sería el conjunto de rasgos comunes dentro de las diferentes culturas, incluyendo a los habitantes de la Cuenca del Caribe, con caracteres muy definidos,  producto como ya dije anteriormente de ese mestizaje continuo que se inició hace más de cinco siglos, abarcando obviamente las culturas aborígenes. Pero un aspecto muy importante a tener en cuenta es que seamos conscientes, por ejemplo, de que los frescos de Bonampak pintados por los mayas aproximadamente hacia el 790 d. C., para representar sus rituales y su historia, no son ni superiores, ni inferiores a la pintura rupestre de Lascaux (Francia), que data aproximadamente del XIII milenio a.C.; ni la poesía de Baudelaire es ni superior, ni inferior a la poesía de Rubén Darío. Con respecto a este punto, nada más oportuno que recordar las palabras del mismo William Ospina:

[…] es indispensable admitir que en los asuntos del arte, del pensamiento, de la sensibilidad y de la creación sin intereses comerciales, no hay progreso, ni jerarquías, ni supremacías posibles […] La mano de Durero es la misma mano de los huéspedes de Altamira. La música de los Cunas y el manantial de Wolfgang Amadeus Mozart son rumores fraternos que se alzan del misterio de la condición humana y la ennoblecen, y que merecen como el canto del ruiseñor, un lugar bajo las estrellas eternas (9).

Hijo predilecto de los Andes, Ospina es un bardo tolimense (10), pero de nacionalidad latinoamericana, nacido a inicios de la segunda mitad del siglo xx (11), para cumplir con una enorme pero satisfactoria misión: mostrarnos por medio de su poética, ya sea mediante sus poesías, sus ensayos, o sus novelas históricas: lo original, lo rica e inmensa que es nuestra cultura, comprendida desde las ardientes arenas septentrionales de México, hasta las gélidas planicies de la Patagonia; que aprendamos de la comunión de nuestros antepasados con la naturaleza; y aprehendiendo nuestras particularidades, de sus tejidos mentales (y la de otros humanistas y científicos sociales, anteriores, coetáneos y venideros); seguir trazando la carta de navegación cultural, cómo lo han hecho tantos artistas, para poder arribar al puerto seguro que han soñado los mejores humanistas y científicos sociales de América Latina.

Pero, para comenzar con nuestro caso colombiano, específicamente, debemos encontrar con carácter prioritario el significado de “[…] qué es Colombia; que surja entre nosotros un pensamiento, una interpretación de nosotros mismos, una alternativa de orden social,  de desarrollo, un sueño que se parezca a lo que somos” (12).

William es un poeta con unas condiciones artísticas especiales que no necesita agotar toda una vida  ni sacrificar todo un mundo para pulir un verso (como alguien dijera de Guillermo León Valencia); y empezar a regalarnos desde hace un poco más de quince años, sus más elaborados pensamientos, (comenzando con su ensayo sobreAurelio Arturo, en 1991, y una de sus últimas obras: Ursúa (13), provenientes de su diáfano y coherente tapiz intelectual y del legado de los más importantes humanistas en todas las épocas y todas las latitudes, entre los cuales podemos contar: Juan de Castellanos, Bartolomé de las Casas, Fray Luís de León, Píndaro, Virgilio, los poetas del Siglo de Oro español, entre muchos otros. Tejidos mentales que siempre lo están abrumando a donde quiera que vaya, con el fin de que sean inscritos en la memoria colectiva, cual criatura que necesita ser exorcizada (como dijera algún día Cortázar); y, sin importar si está trabajando en periodismo, o como nos dice Humberto Marín:

Ejerciendo con proba dedicación la publicidad, como Aurelio la judicatura o Eliot el trabajo bancario…[sin dejar]…de acercarse al ideal de sus amados Borges y Browning, para quienes la literatura fue, más allá de distinciones o reconocimientos, no sólo la vida sino el arduo trabajo de la vida (14).

Pero nuestro poeta en cuestión “destinado, como tantos colombianos del último medio siglo, a una existencia nómada, a viajar constantemente para escapar al viaje definitivo” (15),  aparte de recorrer el Valle Sagrado de los Incas, recibir el delicioso olor de los pinos gigantescos de “las arduas montañas con cumbres coronadas de voces” (16), o transitar por los caminos polvorientos y milenarios de nuestra querida y exótica América: reconociendo su historia, sus culturas, sus literaturas, sus costumbres, sus tradiciones orales, sus mitos y sus leyendas; también ha visitado el hogar materno de nuestros trasabuelos, como un: “Verdadero peregrino […] haciendo encuestas, repartiendo revistas [visitando] cementerios, [aquella:]

Severa arquitectura
donde el polvo se asila,
sobre estas breves casas y estos pinos inmóviles
es cegador el cielo
y la plegaria es ínfima. (17).

[reconociendo también] ruinas, plazas y bibliotecas […], tras las huellas de Verlaine, de Hölderlin, de Dante, de Quevedo…” (18).

Después de hablar un poco sobre William Ospina, adentrémonos en algunas de sus obras para que nos siga transportando por “[…] las huellas y los senderos de los dioses, la naturaleza, el tiempo, el cosmos, […], el arte, la filosofía, […], la ética, la historia, […], la geografía, […], las religiones, el alma, los sueños, la vida y la muerte” (19); siendo oportuno primero hacer una aclaración en el sentido de que no sólo encontraremos poesía dentro de sus poemas, sino también en su ensayística y en su narrativa, como lo podremos apreciar más adelante.

Cañones y armaduras contra cuchillos de obsidiana y jubones de algodón; esplendorosos días paradisíacos, transformados en angustiosas noches oscuras e inacabables; una religión desprestigiada en su propia casa y convertida en una utopía renovada sobre los mismos altares de Quetzalcoatl, Viracocha, o Chiminigagua…

La anterior, y muchas otras lecturas se podrían dar del siguiente fragmento del poema “América”:

Y oigo al fin los cañones. Acorazados cuerpos
vienen ya y una nube cubre las grandes tierras.
Cristo sangra en las proas, rebrillan las espadas
y he de callar al soplo de banderas y salmos
de hombres en cuyos rostros despiadados, morenos,
nuestros rasgos se acercan (20).

Siguiendo a Octavio Paz, este poema colmado de imágenes “…no dice lo que es, sino lo que podría ser” (21); aunque sabemos hasta la saciedad que la acción pasó hace más de quinientos años; en la estrofa resaltada, podemos leer cómo todos los verbos en presente nos indican que la invasión o las operaciones subsiguientes, se están llevando a cabo en este preciso momento, con las mismas motivaciones (las económicas), pero con sofismas de distracción diferentes (“evangelización”, “guerra contra el terrorismo”, “limpieza étnica”, etc.), y esto es fácilmente comprobable si sintonizamos cualquier canal de noticias internacionales.

Y enel fragmento del poema “El día se despide”: “Conmovidos sentimos que en el cielo sin Dioses / Triunfará la tiniebla” (22); muestra cómo nuestro actual conflicto espiritual es muy parecido al que vivieron nuestros indígenas latinoamericanos; los dioses han cambiado, los de antes fueron impuestos a la fuerza, los de hoy son impuestos por los medios de comunicación; y William, consciente de ello, no solo está “comprometido con la belleza de la palabra”, sino con el “despertar de las conciencias”, en un mundo caracterizado por las crisis de la postmodernidad (23).

Pero, cualquiera se preguntaría: ¿Qué tiene que ver la poética de William Ospina con la crisis de la postmodernidad?

Otro tema como para una tesis doctoral, pero que trataré de abordar en forma resumida, apoyándome nuevamente en William Ospina.

Primero que todo, Ospina, en mi concepto, define en forma integral la crisis de la postmodernidad, y nos recomienda volvernos hacia los Románticos para “descubrir en ellos nuestra grandeza perdida”:

Después del largo recorrido de la sociedad moderna, con su urgencia y sus máquinas, con su utilitarismo y su eficacia, con sus drogas industriales que alivian y sus ciudades industriales que enferman, con sus cultos de la salud, de la juventud y de la belleza que en realidad tienden a ser sólo desesperación y fascismo, con sus supermercados frenéticos y sus espectáculos; después del largo recorrido que nos trajo hasta esta conmovedora y siempre frustrada avidez de goces intensos que se llama drogadicción, hasta el ciego conflicto entre la arbitrariedad social y la arbitrariedad individual que se llama terrorismo, hasta este reino positivista del sexo despojado de toda espiritualidad y vendido como mercancía que se llama pornografía, hasta este desamparo del ser a la vez hastiado y hambriento que se llama sociedad de consumo, nos volvemos hacia los Románticos para descubrir en ellos nuestra grandeza perdida (24).

Otra posible fórmula que nos presenta William Ospina, para salir de esa pesadilla que se llama: crisis de la postmodernidad, sería mediante la restitución, por parte del hombre, del sitio que le pertenece a la naturaleza, y ningún medio mejor para la sensibilización del  hombre que la poesía en todas sus manifestaciones artísticas:

[…] creo que sólo la recuperación del sentido sagrado del mundo, sólo el retorno –impredecible en sus expresiones, sus éticas y sus estéticas- de lo divino, podrá permitir que la humanidad recupere su lugar discreto y sublime en el orden del universo, podrá permitir la reconciliación del hombre con la naturaleza, el paso del tiempo de la dominación al tiempo de la alianza, y podrá permitir que la idea de la ciudad, orden, belleza y espíritu, recupere el sentido humilde y sagrado que tuvo, antes de convertirse en pesadilla (25).

Para reconfirmar lo anterior, Humberto Marín declara: “la serena poesía conceptual de William Ospina es un desesperado combate por salvar las cosas más queridas del caos, de la irrealidad, y de ese río que todo lo erosiona, el Tiempo” (26).

Y para concluir, me permito revalidar ese inmenso torrencial poético de William Ospina, con el siguiente cuadro que podemos encontrar en su primera novela: Ursúa,como parte de su rica prosa en imágenes y ritmo:

…había mares de perlas y flechas con la muerte pintada de azul en la punta; había muchachas bellísimas que se alimentaban de piojos; había ranas más venenosas que diez mil indios y serpientes en el fondo de los lagos, que tenían alianzas con el trueno; había muchedumbres guerreras más silenciosas que la niebla y legiones de cristianos avanzando con el credo en los labios entre aldeas de brujos y selvas mortales (27).

 

FUENTES CONSULTADAS
1. Epígrafe inscrito por Juan Guillermo Sánchez en su ensayo: “Poesía indígena contemporánea: Danzantes del Viento (Binÿbe Oboyejuayëng)”. Bogotá: Taller de Lírica (dirigido por la doctora  Beatriz Restrepo), Pontificia Universidad Javeriana, 2007, p. 3.
2. Ospina, William. Hilo de Arena. [prólogo]. Bogotá. Instituto colombiano de cultura, 1986. p. 10.
3. En este punto el concepto de autonomía se refiere a aquellos artistas que desarrollan sus obras solamente siguiendo los dictámenes de su consciencia, y sin presiones de cualquier índole.
4. Ospina, William. Hilo de Arena. op., cit., p. 21.
5. Aponte M., María Emilia. Alejo Durán y la tradición oral vallenata. Bogotá: Taller de Lírica,  Pontificia Universidad Javeriana, 2007, p. 2.
6. María Emilia Aponte M. es filóloga y actual candidata a la maestría en literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
7. Linero Montes, Guillermo. “La poesía de William Ospina”. Revista Ulrika 25 (1997). p. 42.
8. Ospina, William. Hilo de Arena. op., cit., p. 21.
9. Ospina, William. Es tarde para el hombre. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 1996,  p. 119.
10. Tolimense es el gentilicio a los nacidos en el departamento del Tolima, Colombia.
11. Una de las épocas más conflictivas en Colombia, en donde las diferencias partidistas por la toma del poder, se disolvían a golpe de machete limpio, con la misma pericia como si se tratara de desmontar la maleza de las montañas testimoniales.
12. Ospina, William. ¿Dónde está la franja amarilla? Santafé de Bogotá: Editorial norma, 1999, p. 44. [Citado en la Introducción de Rubén López y Jhon Saldarriaga, al libro de William Ospina;  <<et al>>. Contra el Viento del Olvido. Medellín: Hombre Nuevo Editores, 2001. p. 9.
13. Novela histórica, basada sobre la vida y obra del Conquistador Pedro de Ursúa, (Alfaguara, 2005); y calificada por Gabriel García Márquez como: “La mejor novela del año”.
14. Marín, Humberto. Introducción y selección. Poetas de Colombia y América. Colección de Poesía Quinto Centenario.  Antología Poética. Bogotá: Fundación para la investigación y la cultura. Editorial Tiempo Presente, 1990. p. 5.
15. Ibid., p. 3.
16. Ospina, William. El País Del viento. Bogotá: Colcultura, 1992. [Fragmento del poema “El Jefe Sioux”].  p. 12.
17. Ospina, William. Hilo de Arena. op., cit. p. 18 [Fragmento del poema “Cementerio Central”].
18. Marín, Humberto. op. cit., p. 4.
19. Tamayo García, Alba Lucía. “Tradición, Presente y Futuro en los ensayos y en la poesía de William Ospina”. Revista Actual 34 (septiembre – diciembre 1996). p. 227.
20. Ospina, William. Hilo de Arena. op. cit., p. 22.
21. Paz, Octavio. El arco y la lira. [12ª. Ed.] México: Fondo de Cultura Económica, 1998. p.99.
22. Ospina, William, Hilo de Arena. op. cit., p. 12.
23. Almanza Camacho, Myriam Patricia. Tres Ensayos de crítica literaria. Trabajo de fin de programa de crítica literaria. Santafé de Bogotá: Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, 1993.  p. 28.
24. Ospina William. Es tarde para el hombre. Op., cit., p. 31.
25. Ospina William. Es tarde para el hombre. Op., cit. p. 112.
26. Marín, Humberto. Op., cit. p. 7.
27. Ospina, William. Ursúa. Bogotá: Alfaguara, 2005. [Texto registrado en la contraportada del libro].

 

William Ospina______________

Poeta, ensayista y traductor, nacido en 1954, en Padua, Tolima, en los Andes colombianos. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en Cali, pero abandonó la carrera para dedicarse a la literatura y al periodismo. Vivió en Europa entre 1979 y 1981, y desde su regreso vive en Bogotá. Ha publicado diez libros de ensayo:
Aurelio Arturo, 1991; Es tarde para el hombre, 1992; Esos extraños prófugos de Occidente, 1994; Los dones y los méritos, 1995; Un álgebra embrujada, 1996; ¿Dónde está la franja amarilla?, 1996; Las auroras de sangre, 1999; Los nuevos centros de la esfera, 2001, Obteniendo en 2003, el Premio de ensayo Ezequiel Martínez Estrada de Casa de las Américas por este último libro; La decadencia de los dragones,Alfaguara, 2002; y, América Mestiza, Aguilar, 2004.

Su traducción completa de los sonetos de William Shakespeare fue publicada en Buenos Aires en 2003.
Ha publicado tambiénn cuatro libros de poemas:
Hilo de Arena, Colcultura, 1986; La luna del dragón, La Cierva blanca, 1991; El país del viento, (Premio Nacional de Poesía del Instituto Colombiano de Cultura, 1992; y ¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua?, 1995. Y, una novela histórica:
Ursúa, Alfaguara, 2005. (“La mejor novela del año”, de acuerdo lo manifestado por Gabriel García Márquez).

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