EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Algunas críticas a la sustentabilidad del turismo a partir de una revisión teórica

por Estudiantes MGTRS-COLTLAX 2024
Artículo publicado el 20/05/2024

Autor para correspondencia mariaramirez.andres@coltlax.edu.mx
Coautores:
Karla Ananda Rives Gonzáleza
[1]
Emmanuel Jiménez Hipólitoa
Melissa Quintana Sotoa
Lucía Victoria Mora Tiradoa
Gema Pérez Lemusa
Andrés María Ramírezb

 

 

Resumen
La actividad turística se suele promover y desarrollar sin tener como prioridad el cuidado del ambiente ni las características de la población que ocupan los territorios de visita. La sustentabilidad se ha tomado como parte de un discurso que en el fondo pretende justificar la intención del capital: generar economías que solo benefician a uno de los actores del turismo: la empresa. En este trabajo, se hizo una revisión del concepto de sustentabilidad aplicada al turismo con un enfoque crítico.

Introducción
El mundo está en una multicrisis, social, económica, ambiental, etc., y la búsqueda de alternativas se ha vuelto una tarea obsesiva entre los sectores más conscientes. La oferta incluye propuestas tan variadas como la del descrecimiento, el buen vivir, el eco-socialismo, el desarrollo endógeno, la modernidad reflexiva y, especialmente la sustentabilidad. Esta última fue concebida en su forma más elemental como el mantenimiento de un trébol vital formado por el equilibrio ecológico en todas sus escalas, un adecuado nivel de vida o bienestar social y la eficacia económica. El término de sustentabilidad, se ha multiplicado a tal grado que una consulta en la web alcanza cifras estratosféricas de millones de respuestas (Toledo, 2015).

Tras la Segunda Guerra Mundial, las perspectivas con que se veía el mundo adoptaron un fuerte componente economicista. Esto propició que se adoptaran formas productivas contrarias a los principios de la sustentabilidad, donde se rebasan los límites del aprovechamiento de los bienes tanto culturales como naturales, resultando en su extracción y consumo irracional. En este sentido, los medios de comunicación y el libre mercado se posicionaron como herramientas de la globalización para imponer la ideología dominante economicista que rige a la sociedad (Vilchis et al., 2023).

En otros términos, el concepto de sustentabilidad facilita entender que estamos ante un mundo con recursos naturales escasos y necesidades ilimitadas, una población siempre creciente, un desarrollo económico que ha venido dándose con base en tecnologías ya obsoletas. Todo este panorama ha generado efectos climáticos devastadores que han llevado a comprender que existe una capacidad límite de sustentación para el planeta, y que este se acerca rápidamente al colapso del ecosistema (Zarta, 2018).

El análisis de las transformaciones territoriales de los destinos, en específico los turísticos, han generado conflictos y externalidades en el plano territorial, lo cual ha desatado la incertidumbre acerca de su sustentabilidad a futuro. Uno de los debates que enfrenta a los científicos, profesionales y políticos del sector se centra en la saturación de los destinos turísticos y en cómo poner en práctica el concepto de sustentabilidad, para lo que se buscan herramientas operativas y eficaces que denoten si existen límites en el desarrollo turístico (Bertoni et al., 2016).

De acuerdo a lo anterior, se parte de la necesidad de visibilizar el impacto actual de las malas prácticas económicas, ambientales, sociales y culturales en el espacio internacional y, en específico, el turismo; se propone como objetivo general: Analizar críticamente, desde una perspectiva teórica, las prácticas insustentables predominantes en la sociedad y el turismo actual, para desvelar sus contradicciones con los principios de responsabilidad y exponer sus impactos negativos en el medio ambiente, la sociedad y la economía.

Metodología
Para alcanzar el objetivo propuesto, se empleó una metodología cualitativa que combina la revisión bibliográfica con el análisis crítico del discurso.  Se realizó una búsqueda de literatura académica y científica relacionada con la sustentabilidad, incluyendo artículos, libros e informes de organismos internacionales. El análisis se centró en las teorías y conceptos clave que respaldan la sustentabilidad, así como los cuestionamientos a nivel internacional con respecto al desarrollo, ética y principios de responsabilidad, a nivel internacional y en el turismo.

El análisis crítico del discurso se enfocó en identificar las contradicciones que dificultan la gestión actual desde la sustentabilidad. Se examinaron los discursos de diferentes actores sociales. La investigación adoptó una perspectiva interdisciplinaria, integrando conceptos y enfoques de diversas disciplinas como la ecología, la economía, la sociología y la ética. Esto para intentar comprender la complejidad del contexto actual y sus impactos multidimensionales en el medio ambiente, la sociedad, la economía y la cultura.

La influencia de los intereses económicos, políticos y sociales en la aplicación de prácticas sustentables
En la actualidad, la sustentabilidad se ha convertido en un tema crucial para la agenda global, surgida por la preocupación por el medio ambiente y el agotamiento de los recursos naturales ha llevado a la necesidad de implementar prácticas sustentables en diversos sectores. Un primer antecedente y referente mundial sobre el abordaje de la sustentabilidad es la presentación del Informe Brundtland nombrado “Nuestro Futuro Común”. En este documento se define al desarrollo sustentable como la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades [Organización de Naciones Unidas (ONU, 1987)].  Dicho informe, establecía el compromiso de las empresas en la adopción del desarrollo sustentable. Posteriormente, se han propiciado otros encuentros internacionales como Cumbre de la Tierra en 1992, Rio de Janeiro; Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible en 2002, Johannesburgo; Cumbre de la Tierra en 2012, Rio de Janeiro; y Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en 2015, Nueva York. Dichos encuentros han abarcado, generalmente, pautas mundiales sobre el desarrollo de los países con el concepto de sustentabilidad promoviendo la ética y las empresas socialmente responsables a través de prácticas sustentables.

De acuerdo a esta perspectiva, estas pautas establecidas a escala global configuran un discurso que se presenta como universal, pero que en realidad responde a intereses económicos y políticos específicos. Este enfoque homogeneizador ignora las particularidades y contextos propios de cada región geográfica, lo que impone un modelo de desarrollo que puede resultar inadecuado e incluso perjudicial para ciertas localidades (Wackernagel & Ress, 1995, citados por Chávez et al., 2013).

De esta forma, el uso del capital natural, además de causar el deterioro mencionado, tampoco ha atendido las necesidades básicas de todas las personas en el planeta, mientras la pobreza y las desigualdades siguen siendo lastres del siglo XXI (Carabias, 2018). Como ejemplo, Villanueva (2024[2]) menciona que el : 1 por ciento más acaudalado de América Latina y el Caribe concentró 44 de cada 100 dólares de la riqueza total de la región, y la mitad más pobre sólo 7.7 dólares.

Primeramente,  las externalidades de las empresas, gobiernos y sociedades impactan todos los sectores y, las formas de uso del capital natural, generan varias de ellas. Esto se debe a que impactan sobre el bienestar de otros sin que éste pueda cobrar un precio por ello en caso de ser negativa, o pagarlo, en caso de ser positiva (Azqueta, 2002, citado por Haro, 2014). Estas externalidades deberían ser debidamente cuantificadas e incorporadas en el marco de un análisis costo-beneficio de las decisiones públicas o privadas de la sociedad [Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2008)].

En este sentido, la adopción de prácticas sustentables puede mejorar la imagen de la empresa, atraer y retener talento, así como fortalecer las relaciones con las partes interesadas. Por su parte, Figueroa y García (2018) menciona que, aunque este enfoque fue inicialmente desarrollado a nivel macro, en el nivel corporativo exige una contribución importante de las empresas que son llamadas a participar en la solución, tanto por su contribución a la formación de los problemas relacionados con el desarrollo sustentable, como por su capacidad de innovación e influencia en la sociedad. Por ende, no debe abordarse la sustentabilidad de forma aislada en todos los sectores que componen la sociedad contemporánea.

A propósito, la transición hacia la sustentabilidad debe ser justa e inclusiva, basado en los intereses sociales, a la vez que se garantiza el bienestar de todas las personas, así como la protección del medio ambiente. En la fórmula teórica de la sustentabilidad, la dimensión social queda definida mediante factores como pobreza, población, equidad, justicia social, mercado, desempleo, hambre, migración, entre otros. Destacando que, siempre en función de su afectación a los ecosistemas o a la naturaleza, jamás como relaciones sociales que obedecen a procesos propios, históricamente determinados (Toledo 2015).

Desde el punto de vista reflexivo, las políticas como influencia para las prácticas sustentables deberían incluir los valores culturales que reinan por sobre las intencionalidades establecidas desde los centros de poder capitalista y sus exigencias sobre los modos de producción, de habitar y vivir. Son estos los que, finalmente, construyen las formaciones socioeconómicas existentes, las cuales tienen como asiento un contexto geográfico particular que se verá moldeado por la gestión e influencia de dichos elementos (Duquino, 2018). Es decir, la sustentabilidad toma variables cuantitativas y cualitativas de los territorios para la construcción de prácticas sustentables que mayoritariamente vienen desde las políticas públicas.

Ética para afrontar los retos del turismo
Como punto de partida, cuando Europa estuvo en busca del desarrollo de la ciencia y la tecnología, en la segunda mitad del siglo XIX, se fundan dos ciencias: una natural, la ecología; y otra social, la antropología. Es a partir de este suceso que se puede comenzar la construcción de un nuevo ethos, uno ambiental, que integre la naturaleza y cultura; el cual rompería con el ethos construido desde la metafísica. En ese sentido, con la ecología y la antropología, los estudios ambientales se han nutrido de elementos para consolidar el modelo de investigación «ecosistema–cultura» (Angel, 1996, citado por Noguera, 2004). Estas ciencias, apoyadas en teorías y paradigmas contemporáneos, han logrado el cuestionamiento y ruptura de la linealidad, orden y distinción de lo conocido, por lo que exigen la construcción de éticas que incluyan actores cuya presencia ha sido desconocida desde el antropocentrismo.

Como antecedentes más cercanos, los esfuerzos de algunos autores y textos han intentado contextualizar a la sustentabilidad como una ciencia, en la cual interfieren disciplinas, tal es el caso de Salas-Zapata (2015) que propone que distintas disciplinas trabajen un mismo objeto de estudio desde un sistema socio ecológico de referencia.

De acuerdo a lo anterior, Salas-Zapata (2015) pone en el centro de la sustentabilidad la Resiliencia socio-ecológica de los sistemas como el objeto de estudio y menciona que, las disciplinas que se han desarrollado alrededor del estudio de problemas de insustentabilidad, se unificarían debido a que estudiarían el mismo objeto de estudio. Debe considerarse que esto trae implicaciones epistemológicas y metodológicas, pues lo anterior supone leer más allá de los problemas superficiales o de los elementos formales. Además, se debe visualizar cómo se construye la relación para estructurar el sistema y producir un comportamiento adaptativo, a partir de los procesos que generan la realidad del problema, que es buscar la sustentabilidad desde una actividad como el turismo.

En este orden, en el caso del turismo como actividad humana, no basta con tomar una postura desde la disciplina de la ética ambiental, la cual señala cómo debería ser el comportamiento de los humanos con el medio ambiente; cuando en realidad, el medio ambiente son los humanos y los humanos son el medio ambiente (Morton, 2020, citado por María & Higueras, 2024). Por tanto, mientras el turismo continúe siendo visto como una actividad únicamente económica, alejado de la herencia cultural de las comunidades locales; se retrasará la capacidad productiva de pensamiento y conocimiento, así como la construcción de un cuerpo metodológico, teórico y epistemológico que estime la importancia de contextualizar al fenómeno turístico en la realidad inmediata (Castillo, 2010, citado por Arias et al., 2012), con sus nuevas preocupaciones, motivaciones y relaciones manifestadas de diferentes maneras por los participantes de esta actividad.

Criticar los contenidos existentes es insuficiente, por lo que aludir a la inconmensurabilidad de los paradigmas, referida por Kuhn (1962) va de la mano con la transformación del paradigma que se ha manifestado en los últimos estudios sobre el turismo y la sustentabilidad. En ese sentido, es importante contextualizar sobre la complejidad de la problemática con respecto a llegar al deseado turismo sustentable. Desde este punto de vista, en un problema complejo, las responsabilidades son compartidas, pero muchas veces también hay conflicto con estas; no obstante, ese conflicto no es más que la muestra de la lucha y resistencia de las comunidades locales ante una estructura que insiste en deshacerse de ellas.

Esto último lleva a la reflexión de si es posible llevar a cabo la actividad turística si se cambia del contexto actual. Por ejemplo, el caso de la ética es muy particular, pues al ir de la mano con la responsabilidad, no es posible que solamente se aborde desde una disciplina o estudios multidisciplinares, sino desde los enfoques intra-disciplinares o trans-disciplinares. Por lo que las diferentes esferas implicadas en la actividad turística deberían estar permeadas de ética y retroalimentar a esta disciplina.

Por supuesto que siempre se presentarán factores externos, como en todo problema complejo, estas externalidades o poderes fácticos se pueden considerar como una resistencia a hacer sustentable el sistema; y difícilmente permeará la ética y viceversa. No obstante a lo anterior, no se deben perder de vista, ya que negar su existencia, que es lo usual, es minimizar la complejidad del problema.

Sustentabilidad, desarrollo y economía
En este contexto, el desarrollo sustentable surge como respuesta a la percepción de que el modelo económico neoliberal presentaba deficiencias en su operatividad. Se originó de la necesidad de lograr un crecimiento económico sostenido en un entorno de recursos limitados, reconociendo la importancia de reducir los gases de efecto invernadero, controlar la pérdida de biodiversidad y combatir la pobreza (Bustillos & Martínez, 2008).

De acuerdo a lo anterior, el enfoque económico tradicional se centra en el crecimiento económico como motor principal del desarrollo, y busca el bienestar social a través de la expansión de la producción y el consumo. Dichas perspectivas a menudo entran en conflicto, puesto que el modelo de crecimiento económico puede agotar los recursos naturales y generar impactos ambientales negativos, lo que va en contra de los principios de la sustentabilidad (Bustillos & Martínez, 2008).

Dentro del sistema capitalista, el desarrollo sustentable enfrenta una serie de implicaciones y contradicciones profundas. En primer lugar, el capitalismo se fundamenta en la búsqueda constante de crecimiento económico y maximización de beneficios (Bogarín, 2024). Esta dinámica genera desequilibrios ambientales, sociales y económicos.

Además, el capitalismo fomenta la competencia desenfrenada entre empresas, lo que puede resultar en prácticas poco éticas, como la sobreproducción y el agotamiento de recursos. Esta mentalidad de lucro a corto plazo choca directamente con el desarrollo sustentable (Bogarín, 2024).

De igual modo, una contradicción significativa se encuentra en la carencia de apoyo mutuo dentro del sistema capitalista, el cual se caracteriza por la disparidad en los ingresos y las oportunidades. Esta disparidad no solo debilita el tejido social, sino que también obstaculiza la aplicación de políticas duraderas que necesitan la participación y cooperación de toda la comunidad (Bayón & Saraví, 2019).

En América Latina, se evidencian conflictos y discrepancias entre la economía, la sustentabilidad y el desarrollo. Estas tensiones se manifiestan en la necesidad de reestructurar la estructura productiva y los patrones de consumo para lograr un desarrollo sustentable. La región enfrenta el desafío de conciliar el crecimiento económico con la preservación del medio ambiente y el bienestar social, lo que implica realizar cambios significativos en la economía para garantizar la sustentabilidad (Gudynas, 2011).

Los conflictos se intensifican debido a la dependencia de sectores extractivos y la explotación de recursos naturales, que pueden generar impactos ambientales negativos y desigualdades sociales. Se plantea la urgencia de diversificar la economía, promover la innovación tecnológica y fortalecer sectores como la educación y la salud. En ese sentido, resulta necesario adoptar políticas que fomenten la equidad, la inclusión social y la protección del medio ambiente para lograr un desarrollo verdaderamente sustentable en la región latinoamericana (Gudynas, 2011).

Dentro del sistema capitalista, en América Latina, la dependencia de la extracción de recursos naturales ha generado conflictos ambientales y sociales, exacerbando la desigualdad y la degradación ambiental. La constante presión por el crecimiento económico ha promovido prácticas insostenibles que impactan negativamente a las comunidades locales y al medio ambiente, generando tensiones entre la protección ambiental y los imperativos económicos capitalistas (Bogarín, 2024). En este contexto, América Latina enfrenta el desafío de conciliar el desarrollo sustentable con un sistema económico que históricamente ha priorizado el crecimiento a expensas de la sustentabilidad ambiental y social.

En relación con lo anterior, Toledo (2015) plantea la idea de una sociedad sustentable donde el poder social se manifiesta y se desarrolla en áreas específicas, cuya extensión está determinada por el grado de organización de aquellos que lo ejercen, es decir, su habilidad para autogestionarse, ser autónomos, defenderse y ser autosuficientes.

Específicamente, en la arena turística la idea del poder social y la sociedad sustentable, tal como la presenta Toledo (2015), se ha abordado desde una perspectiva crítica que reconoce la importancia de la participación activa de las comunidades locales en la gestión y desarrollo del turismo.

En Colombia, por ejemplo, hay regiones rezagadas y marcadas por desigualdades sociales y económicas, como Chalán en Sucre, afectadas además por el conflicto armado. Las políticas tradicionales de desarrollo del Estado no han tenido resultados positivos. Por lo cual se propuso revitalizar las economías locales mediante el uso sustentable de recursos internos, a partir de involucrar activamente a la comunidad y otros actores en la formulación de políticas para estimular el desarrollo social, a la vez que se prioricen beneficios ambientales y sociales sobre los económicos. En ese sentido, se destaca la importancia de estrategias de desarrollo local, como la gestión turística para el desarrollo local, aplicada en Chalán, que identificó el potencial de los recursos naturales y culturales del territorio (Aguirre et al., 2018).

Se sugiere el turismo alternativo con «EXPLORA CHALAN» como una forma de reactivar el desarrollo local. De acuerdo con lo anterior, se promueve el fortalecimiento de la comunidad rural para diversificar la economía en combinación con actividades debidamente planeadas. Por su parte, la planificación debe reconocer las capacidades locales y fomentar la colaboración entre sectores público y privado para mejorar la calidad de vida y generar beneficios económicos, sociales y ambientales de manera comunitaria (Aguirre et al., 2018).

Otro ejemplo de una metodología propuesta para diseñar un modelo turístico comunitario, se basó en el análisis de varios modelos existentes y se adaptó a las condiciones específicas de la provincia de Manabí, en Ecuador. Sirvió como una herramienta de planificación y gestión para coordinar a los actores involucrados, vinculando iniciativas privadas y comunitarias con el apoyo del Gobierno Provincial de Manabí (Reinoso, 2017).

Esta metodología también incluyó la formalización de un plan estratégico, que definió los procesos de planificación estratégica y las competencias de los diferentes actores involucrados, a partir de la promoción de la colaboración entre la comunidad y el Gobierno Provincial. Se destacó que el éxito en la planificación depende de la integración de los actores, ya que la concertación entre ellos es fundamental para alcanzar los objetivos de desarrollo de un turismo sustentable en el territorio (Reinoso, 2017).

Inequidad de la distribución de los impactos ambientales neoliberales
El entendido desarrollo de la sociedad ha conllevado a la utilización desproporcionada de recursos naturales, lo que genera contaminación e impacto ambiental. En este proceso, el ser humano actúa como consumidor de recursos, agente causante de daños al ambiente y receptor de los efectos negativos derivados de sus propias acciones (Dourojeanni, 2020; Guevara, 2021).

De acuerdo con lo anterior, se puede decir que la humanidad ha avanzado a pasos agigantados en nombre del desarrollo, pero a costa de la explotación desmedida de los recursos naturales. Esta voracidad por consumir y producir sin límites ha llevado a una situación alarmante en la que los ecosistemas están gravemente afectados, la biodiversidad amenazada y el equilibrio ambiental comprometido. Por su parte, estos eventos no solo afectan a los ecosistemas, sino que también tienen un impacto directo en la vida de las personas, especialmente en aquellas comunidades más vulnerables que dependen directamente de los recursos naturales para subsistir.

En particular, según Guzmán & Guevedo (2020), el caso del conflicto armado en Colombia constituye una de las formas en las que se expresa la relación entre la explotación de recursos naturales en regiones ricas en biodiversidad y la inequidad del impacto ambiental. Referido a lo anterior, los grupos armados han establecido vínculos estrechos con la extracción ilegal de recursos naturales, lo que ha contribuido a la degradación ambiental y a la pérdida de biodiversidad en dichas áreas.

De esta manera, las injusticias ambientales que se exacerbaron en dicho contexto, especialmente en comunidades rurales, pueblos indígenas y afrodescendientes; han tenido implicaciones para estas comunidades marginadas. Por ejemplo, se perpetuaron las desigualdades socioeconómicas y de acceso a recursos básicos, como el agua y la tierra; lo que refleja un sistema estructural de discriminación y exclusión que limita el bienestar de estas poblaciones.

Además, la falta de reconocimiento de las afectaciones a los derechos fundamentales debido a los impactos ambientales derivados del conflicto revela una omisión grave por parte de los actores involucrados en la gestión de estos recursos. A ello se puede sumar, la ausencia de escenarios de participación efectiva en la toma de decisiones relacionadas con la lucha contra las actividades ilegales. Lo anterior impide que estas comunidades tengan voz y voto en asuntos que las afectan directamente, y en consecuencia prolonga su vulnerabilidad.

De otra manera, se puede ver dicha desigualdad en las áreas metropolitanas de México; pues las interacciones económicas han dado paso a la aparición de inequidades ambientales y segregación territorial que resultan en una distribución desigual de los impactos de la degradación ambiental sobre los grupos marginados, quienes asumen una carga desproporcionada de dichos efectos (Attías & Lombardo, 2014). Lo anterior da lugar a la creación de áreas conocidas como «zonas de sacrificio ambiental» (Dos Santos & Machado, 2007). Se puede decir que, estas áreas se caracterizan por una alta concentración de actividades que generan impactos ambientales negativos y que afectan principalmente a poblaciones con bajos ingresos (Tristán, 2021).

La existencia de dichas zonas revela una profunda injusticia social y ambiental que afecta desproporcionadamente a comunidades marginadas y vulnerables. Estas poblaciones, muchas veces compuestas por personas de bajos ingresos y minorías étnicas, se ven obligadas a soportar los impactos negativos de la industrialización y el desarrollo sin recibir los beneficios correspondientes. Eventualmente, la exposición crónica a estos riesgos ambientales puede tener graves consecuencias para la salud de la población, aumentando el riesgo de enfermedades respiratorias, cáncer y otros problemas de salud.

En otro orden, la tendencia a ubicar nuevos proyectos potencialmente contaminantes en estas zonas refleja una falta de consideración por la vida y el bienestar de quienes allí residen. Esta práctica perpetúa la desigualdad ambiental al concentrar los impactos negativos en comunidades que ya están en desventaja socioeconómica, mientras se protegen áreas más privilegiadas.

Como uno de los casos relacionados al turismo, se pueden encontrar las injusticias ambientales en Jalisco a través de la violación al derecho a un ambiente sano para la comunidad local. Esta situación se debe a la priorización del desarrollo turístico por encima de la protección ambiental, lo que genera impactos negativos en la calidad del entorno natural y en la salud de los habitantes locales. Según Venegas & Gran (2023), los problemas ambientales que más se manifiestan por esta situación en Jalisco son pérdidas o afectaciones a la biodiversidad, la contaminación del agua y el mal manejo de los residuos sólidos.

En este sentido, la construcción indiscriminada de infraestructuras turísticas ha llevado a la deforestación de áreas naturales, la fragmentación de hábitats y la alteración de los ciclos naturales, lo que ha provocado un deterioro significativo en la calidad del aire, el suelo y el agua. Estos cambios ambientales han generado un aumento alarmante de enfermedades respiratorias, dermatológicas, gastrointestinales y otras afecciones que impactan directamente en la salud de las comunidades locales más desfavorecidas.

Además, la explotación desmedida de recursos hídricos para satisfacer las necesidades del sector turístico ha provocado una escasez crítica de agua potable en las comunidades cercanas, incrementando así el riesgo de enfermedades relacionadas con la falta de acceso a este recurso vital. Por si fuera poco, la generación descontrolada de residuos sólidos y líquidos por parte del sector ha contribuido significativamente a la contaminación del entorno, poniendo en peligro la salud de quienes habitan en las proximidades.

De acuerdo con lo anterior, es imperativo abordar estas injusticias ambientales desde una perspectiva crítica y comprometida, exigiendo un cambio radical en las políticas y prácticas turísticas que priorice la protección del medio ambiente y los derechos fundamentales de las comunidades locales a vivir en un entorno saludable. En ese orden, se hace necesario implementar medidas efectivas que promuevan la sustentabilidad, el respeto por la naturaleza y el bienestar de toda la población, especialmente de aquellos grupos más vulnerables que han sido históricamente marginados y afectados por las consecuencias nocivas del turismo irresponsable.

Los principios de responsabilidad en las empresas turísticas
El ser humano, desde el momento de la concepción, comienza un desarrollo físico que continúa en un desarrollo intelectual, cultural y espiritual, como culminación de la manifestación de la vida en todos sus sentidos. Esta descripción bio-filosófica de la vida incluye también a la naturaleza y su conexión indisoluble con el ser humano, tendiendo un puente que conecta la bioética y la ecoética –o ética ambiental–, en tanto pone de manifiesto el valor indiscutible de la vida frente a su ausencia. Y este valor despierta en quien lo percibe el sentimiento de responsabilidad por cuidar esa vida, humana y natural, en todas sus formas (Burgui, 2015).

Oviedo (2018), refiriéndose a este tema, recurre al filósofo Hans Jonas, quien aceptó que los seres humanos tienen las responsabilidades en carácter de «fiduciarios», es decir como agentes intervinientes en el medioambiente que recibirán las «generaciones futuras». Estas últimas, obviamente, no pueden defenderse ni argumentar a su favor en el momento en que se cometen los actos que los perjudicarían o que limitarían seriamente sus posibilidades de felicidad, de realización e incluso de existir. Por supuesto, tampoco pueden detener ni castigar a los agresores. El momento histórico actual exige una orientación hacia actos en todo el mundo, atendiendo con mayor cuidado a las consecuencias que puedan tener para el medio.

En ese contexto, el pensamiento ecológico ha ido evolucionando, ya sea en su vertiente teórica como en la vertiente práctica. Esto es producto del agravamiento de la crisis ecológica (deforestación, contaminación, pérdida de biodiversidad, merma de la productividad de las tierras de cultivo, entre otras), planteando nuevos retos a una sociedad que ha empezado a cobrar conciencia de la extrema fragilidad vital y existencial a la que le ha conducido su acción civilizatoria. No es sólo un dominio ejercido por los dueños de los medios de producción, es también una sobreexplotación de la Tierra en la que participan las fuerzas del trabajo que, de manera creciente, han ido elevando su poder adquisitivo y de consumo (González, 2015).

Hans Jonas en su libro “El Principio de responsabilidad. Ensayo de una Ética para la civilización tecnológica”, aborda cómo hasta inicios del siglo XX la ética se concebía bajo tres premisas fundamentales. Estas expresaban que la condición humana y su relación con la naturaleza permanece estática en todo momento, que a partir de esta condición se determina el bien humano, esto condiciona que el alcance de la acción humana y su responsabilidad, por consiguiente, estén delimitadas. En la actualidad existen nuevas capacidades que ponen en jaque estas premisas, desmitificando su carácter antropocentrista.  El ser humano actual ha alcanzado tanto poder que es capaz de transformar profundamente la naturaleza, al grado de destruirla. Por ello, Hans Jonas, plantea la necesidad de introducir nuevas dimensiones de la responsabilidad donde la naturaleza sea el eje central de la teoría ética y el desarrollo, generando conocimientos que adopten nuevos papeles y abogando por los actores colectivos (Rivero, 2023).

Las empresas, por su actividad productiva, son un actor importante en el desarrollo, constituyendo una fuente de capacitación, desarrollo profesional e incluso personal, además de generar una importante derrama económica e innovadora. Esto debe convertirlas en ejemplos de conducta, modelos a seguir que llevan a cabo su función productiva y crean bienes y servicios que, en teoría, buscan beneficiar y no perjudicar a la sociedad en general. Por estas razones, las empresas deberían ser responsables de sus acciones y procesos de gestión, aunque en la actualidad no suceda de esta forma y se conviertan en una de las principales detractoras de la naturaleza (Orozco, 2020).

No obstante, el accionar empresarial puede sintetizarse en tres paradigmas contrarios entre sí: narcisista, filantrópico y socialmente responsable. El primero describe una empresa dedicada en esencia a maximizar sus ganancias, mediante prácticas encaminadas a velar exclusivamente por los intereses de sus accionistas. En el segundo, la corporación provee ayuda financiera para asuntos puntuales, pero no llega a establecer compromisos más amplios y sostenidos con los diferentes actores sociales que son afectados por ella. En contraste con estos dos paradigmas, el tipo de empresa socialmente responsable ni se reduce a criterios económicos, ni parte de la filantropía, sino que toma en cuenta factores sociales y ambientales en su funcionamiento (Kliksberg, 2006).

Lo anterior se refuerza en un fenómeno como el turismo, donde además, la falta de regulaciones sólidas y efectivas por parte de los gobiernos y organismos internacionales contribuye a la insustentabilidad corporativa. La ausencia de marcos normativos que exijan a las empresas cumplir con estándares ambientales, sociales y éticos rigurosos permite que operen de manera irresponsable, sin asumir las consecuencias de sus acciones perjudiciales para el entorno. Asimismo, la corrupción, el lobby empresarial y la falta de transparencia pueden debilitar los esfuerzos para impulsar prácticas sustentables dentro del sector privado. Ejemplo de ello es lo que actualmente sucede en la Cuenca del Alto Atoyac, que, según indica Barreda, citado por Hernández (2023)[3]

Las industrias han sido los principales responsables de los altos índices de contaminación en la Cuenca del Río Atoyac, no porque tengan la intención de perjudicar, sino porque no están siendo reguladas por el Estado.

Bajo este panorama, es sensato y prioritario que este poder empresarial sea utilizado para contribuir de una manera más eficaz al bienestar de la sociedad y, en última instancia, a la construcción de un mundo más justo y equitativo para todos. Para ello, se requiere de normas mínimas de conducta empresarial con las que, dentro del libre juego del mercado, las empresas minimicen los impactos sociales y medioambientales negativos que sus actividades conllevan a lo largo y ancho del planeta (Peña & Serra, 2013).

En el fenómeno turístico existen controversias éticas, de ahí que sea necesario orientar las organizaciones hacia la responsabilidad. Por ello, es fundamental aclarar la ética de la responsabilidad en agentes o actores involucrados en la actividad turística. Alles  & Marqués (2011) citado por Martínez (2017) señalan que la incorporación de los principios éticos de la responsabilidad social de las empresas turísticas se manifiesta en tres dimensiones. La primera, asociada a la durabilidad de las políticas y cómo estas se integran en las estrategias empresariales, la segunda vinculada al sistema de gestión que incorpora dichos principios y la tercera asociada a la comunicación de estas políticas.

Conclusiones
1- La sustentabilidad no es solo una cuestión ambiental o económica, sino también una cuestión social. La aplicación de prácticas sustentables tiene un impacto directo en la vida de las personas, su bienestar y sus oportunidades de desarrollo. Los intereses políticos juegan un papel crucial en la implementación de prácticas sustentables, a menudo creando tensiones y conflictos entre diferentes actores con visiones divergentes sobre el futuro.  La transición hacia la sustentabilidad requiere la colaboración entre los gobiernos, las empresas, la sociedad civil y las instituciones internacionales. Es necesario establecer marcos regulatorios claros, promover la cooperación internacional y facilitar el acceso a la información y la tecnología. La naturaleza global de los problemas ambientales requiere cooperación internacional.

2- La ética es fundamental para afrontar los retos del turismo sustentable. Se propone un nuevo abordaje de la ética, más que solo una disciplina desde la cual se pude partir, pero además debiera retroalimentar las acciones académicas y sociales de las demás disciplinas o esferas que trabajan o se involucran con la actividad turística. Es importante contextualizar el fenómeno turístico en la realidad inmediata y considerar a todos los actores involucrados sociales, privados y públicos. Ya que la responsabilidad es compartida y aunque pueda causar conflictos, la existencia de discusiones puede llevar a escuchar ideas diferentes sobre cómo abordar una problemática compleja; la cual ha intentado integrar un concepto tan antiguo como la ética, con otros más recientes como lo son el turismo y la sustentabilidad.

3- El desarrollo sustentable emerge como una respuesta necesaria a las deficiencias del modelo económico neoliberal, reconociendo la importancia de equilibrar el crecimiento económico con la preservación del medio ambiente y la equidad social. Sin embargo, dentro del sistema capitalista, este enfoque se enfrenta a profundas contradicciones, ya que el capitalismo promueve la maximización de beneficios y el crecimiento constante, lo que a menudo entra en conflicto con los principios de la sustentabilidad. Para abordar estos desafíos, es crucial promover una transformación hacia una sociedad sustentable, donde el poder social y la participación activa de las comunidades locales sean fundamentales en la gestión y desarrollo del turismo.

4- Es imperativo cuestionar y denunciar la injusticia ambiental que subyace en la creación de zonas de sacrificio. Es necesario exigir políticas públicas que protejan a todas las comunidades por igual y que promuevan el equilibrio ambiental. La lucha por la justicia ambiental debe incluir la voz y la participación activa de las comunidades afectadas, así como el compromiso de toda la sociedad en la búsqueda de soluciones que garanticen un ambiente saludable para todos.

5- Es necesario reconocer la responsabilidad en el turismo y no limitarla solo a la implementación de prácticas aisladas. Se requiere un cambio de paradigma que coloque la sustentabilidad y la ética en el centro de la estrategia empresarial, incorporándola en su modelo de gestión. Esto implica un compromiso genuino por parte de los líderes empresariales, la participación activa de los empleados y la colaboración con otros actores del sector turístico. Solo a través de un esfuerzo conjunto se podrá vislumbrar la construcción de un turismo más responsable, que beneficie sobre todo al medio ambiente y la sociedad, no solo abordarlo desde una perspectiva económica.

Estudiantes MGTRS-COLTLAX 2024
Artículo publicado el 20/05/2024

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aguirre, A. M., Arroyo, L. P., & Navarro, C. I. (2018). Turismo alternativo como estrategia de desarrollo local en el municipio de Chalan–Sucre. Económicas Cuc, 39 (1). http://dx.doi.org/10.17981/econcuc.39.1.2018.08
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NOTAS
[1] a= Estudiante Maestría Gestión de Turismo Regional Sustentable
b= profesor
[2] https://www.jornada.com.mx/2024/05/07/economia/013n1eco
[3] https://www.elsoldepuebla.com.mx/local/industrias-los-principales-responsables-de-la-contaminacion-en-el-atoyac-andres-barreda-marin-10849819.html

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