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Chile, los baches en el camino de las reformas.

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 07/07/2016

Ya en el ecuador del gobierno de Michelle Bachelet, se hace necesario explorar no ya los baches sino, más bien, los extensos socavones en el camino de las reformas. Aquí, los que considero más profundos.

1) Un proceso de reformas diseñado y dirigido en forma vertical, sin apoyo social organizado y activo, con pocos medios de comunicación y enfrentado a poderosos adversarios atrincherados, la derecha empresarial, la cual controla más dígitos del PIB que el Estado (apenas el 22%; la media en la OCDE es de 38%) y que cuentan con un duopolio mediático, es (casi) tan inviable como inconcebible sin un acuerdo político transversal mínimo a priori con este poder de facto. Porque, en estricto rigor, el cambio reformista no atenta contra los intereses de la derecha empresarial, más bien todo lo contrario. Un cambio estructural debe llevarse a cabo en Chile: que el 1,11% se lleva el 57,7% del ingreso total del país, mientras el 98,8% recibe sólo el 42,3%, no puede más que provocar una desestabilización social que ningún sistema democrático puede resolver sin una repartición más equitativa del poder y de la riqueza para poner las bases de la cohesión y la paz social, que es lo que aseguran las reformas, beneficiando a todos los agentes sociales, incluyendo a la derecha empresarial. Un consenso transversal pudo haber evitado el gigantesco desgaste para gestionar el tosco desencuentro entre los grandes empresarios con el gobierno y Nueva Mayoría (NM); y el país se hubiese ahorrado la campaña del terror y, supuestamente, el Nueragate hubiese tenido un recorrido más judicial que político. Esta falta de un pacto con este poder de facto es el socavón más profundo en el camino de las reformas y puede, aún, desbarrancar todo el proceso.

2) El abuso mediático de una campaña del terror en toda regla contra las reformas, que muchas veces a rozado una sedición larvada, orquestada por la derecha empresarial a través de su duopolio mediático y, paralelamente, un abuso de un enorme déficit de pedagogía política y de gestión del gobierno y de NM para explicarlas e implementarlas, ha sido determinante. Este doble dispositivo ha obstaculizado gravemente la comunicación entre el gobierno y NM con la ciudadanía. ¿El resultado?: las clases medias y bajas fueron convencidas por la campaña del terror de que no son favorecidas con las reformas.

3) A todo lo anterior se agrega el estallido de una corrupción (¿sistémica?) transversal que ha zarandeada a la Administración Bachelet. El deterioro general que provoca el tsunami de corrupción —que obliga a diseñar la Agenda para la Transparencia y la Probidad en los Negocios y en la Política, en rigor, otra reforma estructural— ha sido traumático para el proceso de reformas: lo eclipsa de la agenda política, de los medios de comunicación, del interés ciudadano y, lo peor: parte del edificio institucional en que se gestiona tambalea con el peligro real de que se derrumbe y lo aplaste.

4) El rechazo ciudadano a las reformas que comienzan a mostrar las encuestas a solo meses de haber asumido Bachelet (con un 63% de apoyo), pone de relieve unas interrogantes inquietantes: ¿rechazo ciudadano a derechos sociales que las reformas consolidan y garantizan, como una educación pública gratuita, universal y de calidad, o derechos laborales, entre las más emblemáticas? ¿Una gran parte de la ciudadanía se niega el derecho a tener derechos? Aquí exploraré algunas respuestas a esas perplejidades: 4a) La falta de un análisis sociológico y/o psicosocial. Casi 40 años de ultraneoliberalismo chilensis —13 manu militari en dictadura y 26 en democracia con un fuerte contenido social— ha colonizada en la psique social un individualismo excluyente e insolidario, internalizado en la educación formal y en unas relaciones laborales apartheid, capturadas ambas por el neoliberalismo. La salud, la educación y las pensiones son un bien de consumo privado y no derechos sociales garantizadas por un Estado solidario que, en esencia es lo que proponen las reformas, las cuales en este escenario entran en conflicto con el universo psicosocial ultra individualista del neoliberalismo, donde el concepto «un ciudadano» ha sufrido un reduccionismo sistémico: se ha transformado (casi) en «un consumido consumista». 4b) La corrupción política. La crisis de credibilidad y legitimidad del sistema por la corrupción, ha consolidado el antiestablishment político: toda propuesta institucional, en este caso las reformas, es rechazada. Esto ha quedado verificado en otras encuestas donde las reformas, sacadas del contexto gubernativo, reciben un alto apoyo. 4c) Las propias encuestas. Todas son hijas de quien las financia. En Chile, las más influyentes son hijas de la derecha empresarial, obstruccionista intransigente de las reformas. ¿Pueden las encuestas de los think tank de la derecha empresarial diseñarse à la carte como parte de la campaña del terror? Una interrogante tan inevitable como discutible. 4d) El Nueragate. Merece un apartado único que hago al final de este análisis.

5) Uno de los baches más profundo en el camino de las reformas, ha sido la desaceleración económica, producto, en gran medida, de factores externos y no por la “incertidumbre” que producen las reformas como plantea el lobby del terror contra éstas. La razón principal: el fin de los altos precios de los commodities, el cobre en Chile, y el menor crecimiento económico de China, principal importador de este mineral. Las reformas han tenido que adaptarse a la desaceleración económica graduándolas y atenuándolas para una implementación a mediano plazo. Esto ha levantado ampollas dentro de NM, lo que reduce la fortaleza política del proceso.

6) En el plano estrictamente político de apoyo partidista, lo destacado ha sido el fuego amigo contra Bachelet y las reformas dentro de NM que, extravagancias de la política, no existiría ni estarían en el Parlamente sin el capital político bacheletistas que, por primera vez en democracia, logra mayoría en el Parlamento. El fuego amigo (léase de la DC) ha minado de deslealtad el camino de las reformas con rencillas partidistas tóxicas que en vez de oxigenar sólo han asfixiado más el escenario político.

6) El Nueragate. Partimos de la base de que ya no se puede continuar ocultando la obviedad: el Nueragate es más una operación política que un caso judicial, el más perfecta para atacar el proceso de reformas. No se requiere tener mucho sentido común para concluir que es irrefutable que Bachelet no sabía de las tratativas de su hijo y nuera con el dueño del Banco de Chile en medio de su campaña presidencial donde se sabía ganadora. Ningún político es enemigo ni conspira contra sí mismo, a no ser que elija suicidarse políticamente. Y a todas luces no es éste el caso. Si hubiese sabido de este negocio de especulación inmobiliaria de sus parientes más cercanos, Bachelet lo hubiese detenido ipso facto. Aceptar esta operación hubiese sido sepultar su mayor capital político, su credibilidad, antes de asumir; y ni el peor de sus enemigos daría crédito a un error de este calibre. Hijo y nuera cometieron una macro imprudencia plasmada en una falta de sentido de las proporciones tan desastrosa como insoportable. El impacto político de esta mega imprudencia ha puesto en cuestionamiento tanto el discurso político central de Bachelet —la igualdad de oportunidades—, como su mayor credencial —su credibilidad—, que sufre una fractura ¿irreversible?

Lo que resulta tan demoledor como grotesco, es que la carencia de un mínimo de prudencia de hijo y nuera, produzca una macro crisis contra el proceso reformista más importante de la era postdictadura que cambia parámetros importantes del ultraneoliberalismo heredado de la dictadura. La única certeza de esta operación política contra las reformas, es que Bachelet no se librará de todo tipo de maniobras

maquiavélicas hasta el minuto final de su mandato, con el único afán de hacer rodar su cabeza teniendo como base el Nueragate, y así frustrar el proceso de reformas.

Como conclusiones de este análisis, seis constataciones. 1) Lo que fue la única fortaleza de las reformas —el enorme capital político de Bachelet— se convirtió en su peor debilidad por el impacto político del Nueragate. 2) Un proceso de cambios de esta envergadura no puede quedar supeditado a un único liderazgo, por muy poderoso que sea, sino que debe ser apoyado, además, por un movimiento social organizado y activo. 3) El proceso reformista debe tener unos medios de comunicación masivos que haga una buena pedagogía política, explicándolo. 4) En un proceso reformista de este calado y con un diseño y arquitectura verticales, es necesario un pacto político transversal mínimo, más aún si no se cuenta con un movimiento social organizado que lo defienda ni medios de comunicación que lo expliquen, para minimizar su poderosísimo adversario, la derecha empresarial atrincherada. 5) El drama político del Nueragate es que se confunde entre el «amor de madre, es abismo sin medida» y el «amor de Presidenta, es abismo con medida». La oposición y delimitación entre esos dos «amores» podría superar los enormes baches que continuarán saliendo en el camino de las reformas que, espoleadas por sus poderosos adversarios, y también por los autobaches, avanza, pero acercándose al borde del abismo. Y 6) La última constatación abraza a todas las demás: sin la empecinada, imponente y valiente resistencia de Bachelet, el proceso reformista yacería ya en el fondo del despeñadero. Paradojalmente, para los poderosos detractores de las reformas, la derecha empresarial, obstinados en poner los más profundos baches en el camino de las reformas, la robusta resistencia de Bachelet ha sido su más profundo bache para acabar con las reformas. ¿Se hará realidad en este caso eso de «el que resiste siempre gana»?

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Un comentario

muy buen analisis ,si falta un ingrediente no menor el apoyo y cordinacion de la embajada de eeuu (con lts.Chicas) que tiene como objetivo devolver la zona al status de clientismo de los años sesenta.-
saludos.

Por Humberto Merino C. el día 11/07/2016 a las 11:10. Responder #

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