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El AUGE de lo posible

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 01/02/2003

Publicado también en Primera Línea
(La Nación)

 

La Administración Lagos inicia el primer programa desde 1973 en salud pública de largo plazo, que tiene un nombre rimbombante: Plan de Acceso Universal de Garantías Explícitas (AUGE) y, además, se crea el programa, Chile Solidario, que apunta a que la población más desprotegida se incluya en los, aún, incipientes programas estatales de seguridad social.

AUGE es una reglamentación institucional obligatoria que agregará cada tres años nuevas patologías en la salud pública universal. Chile Solidario, es un programa público de protección social que está focalizado a cubrir las necesidades de la población con menos recursos. Su objetivo es la inclusión de las personas más desfavorecidos a los circuitos de protección social públicos para asegurar mejores condiciones de vida. La gradualidad en estas protecciones sociales, especialmente del AUGE, indica la dificultad de asegurar su financiación.

Sin duda, este esfuerzo es positivo ya que, en parte (mínima) ayuda a la ciudadanía más pobre. Pero a todas luces, es muy insuficiente. La vulnerabilidad de todo tipo de las grandes mayorías, a pesar de tener trabajo, son tan enormes como lo es la rabia que van acumulando, ya que perciben el desarrollo del país desde una periferia llena de incertidumbres de todo tipo. Y con sueldos basura, que, contradictoriamente, es el origen de su pobreza.

Pero, ¿por qué la excesiva y lenta gradualidad de la seguridad pública en salud? Es tan demencial como esperpéntico y cruel que, por ejemplo, un tipo de cáncer esté en el AUGE y otro no. Y darse cuenta de que mi cáncer no está (aún) en el AUGE, es, por decir lo mínimo, devastador. ¿Qué pasa con toda esa gente que no tiene los medios económicos para pagarse un tratamiento de ese cáncer que no se sabe cuándo será incluido? Las respuestas son todas de una monstruosidad abrumadora.

La respuesta de esta crueldad estatal, es muy simple: el Estado chileno tiene apenas el 18% del Producto Interior Bruto (PIB). La media en la OCDE es de 34-35%; países desarrollados como Alemania y Suecia tienen hasta un 45%. El Estado chileno es paupérrimo porque la política económica desde la instauración del neoliberalismo minimiza el Estado al máximo privatizando la seguridad social. El Estado pierde el histórico fin con que fue creado en la Ilustración en el siglo 18 europeo: la protección del bien común, que pasa a comercializarse en el mercado como un producto más del mercado (para los que tienen llenos los bolsillos, pocos en este país)

Sin duda, es natural que una administración centroizquierdista propongan el AUGE. Lo contrario sería una aberración política. Pero en el contexto chileno después de más de 15 años de neoliberalismo ultra salvaje bajo la dictadura, y mucho menos salvaje durante la posdictadura; con una gestión ininterrumpida durante 10 años ―16 cuando concluya Lagos―, no proponer un AUGE sería vergonzante. Se han triplicado los presupuestos en salud, educación y vivienda; las infraestructuras se ponen al día llenando Chile de autopistas por donde pasan las exportaciones, base de la economía chilena actual, etc., pero todo está supeditado al área privada de la economía, ya que es impensable para el Estado raquítico chileno hacerse cargo por sí solo de estas gigantescas inversiones.

Esta Administración envío un proyecto de Ley para una reforma tributaria que financie con todo seguridad y a largo plazo el AUGE, para acelerarlo en la inclusión de todas las patologías. El sistema tributario chileno apenas ha tenido cambios desde 1973. El primer gobierno de la era posdictadura (1990-1994) agregó un porcentaje mínimo para poder gestionar la salud y la educación que estaban en ruinas. Se quedó en el 18% del PIB.

El empate de las fuerzas políticas en el Parlamento, que arroja sí o sí el sistema binominal, impide hacer reformas tributarias de calado que financien los programas sociales porque la derecha ―muy fiel a su postulado ultraconservador ultraneoliberal― se opone a cualquier subida de impuestos que afecten a los más ricos, que son en los países desarrollados los que pagan más impuestos según el principio histórico de “quien tiene más paga más” consagrando el estado solidario. No es el caso chileno. Al negarle a Lagos la reforma tributaria para financiar el AUGE (y otros programas sociales urgentes), lo obliga a recurrir a… los pobres, buscando la derecha el efecto, además, político: sube el IVA a productos esenciales que afectan a los más vulnerables. El golpe en el rostro al gobierno y a la centroizquierda se la da vuelta . El AUGE se financiará en su mayor parte con el dinero de los pobres pagando IVA a productos, como el pan, esenciales. Con esto el gobierno tiene garantizado el rechazo de las grandes mayorías.

Las estructuras económicas chilenas actuales hacen inviable un Estado solidario modelo europeo, que es el que siempre han inspirado a las fuerzas progresistas desde los gobiernos radicales de la década del 30 del siglo pasado.

Crecimiento económico, sí, pero no a cualquier precio. Vale decir, si no se distribuye la riqueza en forma humanamente equitativa, no tiene ningún sentido. Sólo la acumulación de la riqueza en una élite que no llega al 2% de la ciudadanía, sin posibilidad de equidad social garantizada, fuera de la bomba de tiempo que crece cada día hasta llegar a una explosión social, no deja de ser un atentado a lo humano, desde las buenas costumbres hasta al sentido común.

No puede dejar de ser loable las tentativas de crear una garantía en seguridad social de parte de las administraciones posdictadura. Contra viento y marea, que en Chile es contra las propias estructuras excluyentes en que está construido el sistema social y económico chileno creado por la dictadura. El peligro de fundirse en la intensión por la muralla china que levantan las derechas pinochetistas ultraneoliberalistas y llevar a todo el país a una crisis de representatividad, es muy grande. Y peligroso. Para no sólo la centroizquierda que administra este proceso histórico, sino también para la derecha pinochetista, la única lamentablemente en el Chile actual. La social no existe.

Un quiebre, que puede ser irreversible si no se corrigen con rapidez y eficacia las reparticiones de la riqueza, del ingreso y del poder, puede arrasar primero que nada a las propias derechas anquilosadas en el pinochetismo, y después a todo lo demás.

Ese quiebre lo debe evitar, y es su mayor responsabilidad, todo el arco político. El auge de sólo lo posible políticamente debe intentar superarse.

Jaime Vieyra-Poseck

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