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De liderazgos y conglomerados

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 30/09/2005

Publicado también en Primera Línea (La Nación)

 

¿Cuál es la oferta electoral para la segunda vuelta en lo referente a liderazgos? Empecemos por Michelle Bachelet.

El conglomerado que apoya a Michelle Bachelet, La Concertación de Partidos por la Democracia, ha dado muestras concretas y reales de poder plasmar la modernización del país. Un conglomerado que trabaja en la diversidad y el respeto por la diferencia, y que ha sabido consensuar, con una gran capacidad operativa para llegar a acuerdos favorables a las grandes mayorías. En una palabra: La Concertación ha dado pruebas definitivas y reales de gobernabilidad, poniendo las bases para la modernización definitiva de Chile.

El liderazgo que nos ofrece este conglomerado, personalizado en Michelle Bachelet, es a todas luces un signo de los tiempos modernos, muy acorde con el siglo XXI. Primero que todo es el factor género: es una mujer. Y el liderazgo de las mujeres es muy distinto al de los hombres y, la verdad, es un lujo que Chile ya se merece y que, pareciera, está preparado para ello. El liderazgo de Michelle Bachelet encarna es antiautoritario, sereno, no crispado ni impositivo; que sabe escuchar; un liderazgo amabilísimo, acogedor; que respeta profundamente la diversidad de ideas, de religiones, de géneros, de orientaciones sexuales, muy incluyente y tolerante; es un liderazgo estimulante y, además, y esto es lo más extraordinario del liderazgo bacheletista, es la gran capacidad de dar cariño, porque este liderazgo contiene una grandísima dosis de empatía con la gente, inédito en la historia política de este país.

Al otro extremo, se nos ofrece el conglomerado derechista, la Alianza por Chile. Nunca han logrado llegar a la presidencia en los últimos 50 años por votación democrática. Usurparon el poder con un golpe de Estado sangriento e impusieron una dictadura larguísima, implementando un barbarismo inédito en el país que violó sistemáticamente, a través de un terrorismo de Estado, todos los derechos humanos, como el principal: el derecho a la vida. Y dejaron al país con cinco millones de pobres y una clase media pauperizada. Después de la vuelta a la democracia, continúan activos, y los rostros más visibles son los mismos que apoyaron la dictadura, es la misma derecha, que ahora se autoproclama «centro derecha», pero que en rigor político son la ultraderecha. El liderazgo que nos ofrece el nuevo líder de la derecha decimonónica, personalizada en un empresario archimillonario, Sebastián Piñera, es un liderazgo excluyente y elitista; autoritario, el liderazgo del que se pasa la vida dando puñetazos en la mesa, habando golpeado y descalificando a medio mundo; impositivo, incapaz de operar consensos y acuerdos (no lograron llevar un solo candidato y están divididos en muchos temas cruciales para el país, como el fin del perverso sistema electoral binominal, la herencia más fatal del pinochetismo); Sebastián Piñera representa un liderazgo arrogante, soberbio, prepotente, dogmático (piensa que tiene el monopolio de la moral y de la Verdad); este liderazgo contiene lo peor de un empresario depredador, que pasa por encima de medio mundo para materializar sus ambiciones que son infinitas (la más grande llegar a la presidencia, sin importar los medios); es un liderazgo hegemónico, sin ninguna posibilidad de destacar matices; intolerante con el que no piensa como él; y, ahora por ser la contrincante una mujer, se ha desatado la visión machista cavernaria del misoginismo, siempre muy latente en la derecha más ultraconservadora. Este fósil ideológico, me refiero al machismo, le ha permitido al liderazgo de Sebastián Piñera, acusar a Michelle Bachelet de no tener «carácter» ni «condiciones» para ser Presidenta de la República. Sin ningún género de dudas, jamás se habría atacado a un contrincante hombre, por muy malo que sea, con este argumento, teniéndolo como matriz de su estrategia política y haciéndolo de forma tan brutal y agresiva. Este machismo en el liderazgo de Sebastián Piñera, confirma y desenmascara, lo que él piensa en realidad de las mujeres: las infravalora, para él son «cabras chicas», como el mismo lo dijo en la famosa grabación del caso Piñeragate, y muestra un machismo cavernario, impropio de los liderazgos del siglo XXI.

Del liderazgo de Sebastián Piñera ya conocemos su praxis durante la dictadura, sólo que ahora se maquilla con los valores de la democracia, que, por cierto, tanto combatieron. Es una imposibilidad poder creer en el liderazgo de este empresario, por su trayectoria vital: se lucró muy bien durante la dictadura, su caso es más que ilustrativo de los que mientras se lucraban y le acariciaban la espalda a la dictadura, miró para el lado cuando la represión y el terrorismo de Estado, con mucho «carácter» y con los valores del «humanismo cristiano (conservador)» llenándoles la boca, se imponía y arrasaba con Chile. Mientras, en esos momentos terribles en la historia reciente de Chile, Sebastián Piñera se lucraba, Michelle Bachelet, sufría la pérdida de su padre, torturado hasta la muerte, ella misma y su madre eran torturadas y después lanzadas al exilio, para volver al país y trabajar por los perseguidos de la barbarie pinochetista que la Alianza por Chile tanto apoyó y aún justifica. Aquí está la génesis de estos dos liderazgos, que merece de una profunda reflexión si queremos ser objetivos y exhaustivos con nuestro voto.

En resumen: La oferta del liderazgo de la Alianza por Chile con Sebastián Piñera, está fosilizada y es una involución porque es heredera de la dictadura. La oferta de la Concertación con el liderazgo de Michelle Bachelet, representa los valores de la democracia y está en concordancia con la modernidad del siglo XXI. Chile ya se merece el liderazgo de Michelle Bachelet. Es un lujo que nos merecemos.

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