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El ser y no ser de la Concertación

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 28/07/2005

Publicado también en Primera Línea (La Nación)

 

Puestos a elegir entre los logros de la Concertación y para hacer un poco de historia, cabría destacar, primeramente, que esta coalición cuatripartita, es un fenómeno inédito, a nivel local y también mundial, por su capacidad de cohesión, su alto grado operativo y su longevidad. Con este potencial, ha logrado la gobernabilidad del país después de la catástrofe de la larga dictadura; una gobernabilidad que ha pacificado al país, y lo ha puesto nuevamente en el mapa mundial como una importante referencia democrática a tener muy en cuenta (a pesar del sistema de elecciones binominal). Paralelamente, ha consolidado, con muchas dificultades por los enclaves autoritarios que dejó la dictadura, la democratización de las instituciones del Estado, sacándolas del desprestigio en que estaban sumidas, otorgándoles una sólida legitimidad y credibilidad. A todo esto, se agrega una política económica con un claro contenido social que ha impactado positivamente, entre otros ítems, en la disminución notable de la pobreza.

Esta conciliación entre libre mercado y universalización de las prestaciones sociales, en una tentativa de articular y plasmar un programa social de envergadura, es un mérito destacable de la era concertacionista; ecuación complejísima de materializar, más aún en la coyuntura económica e ideológica actual tanto local como mundial, recargada de incertidumbres. Es destacable aquí señalar que la política económica de la Concertación no ha estado dominada por el dogmatismo neoliberal; sus programas sociales, cargado de políticas públicas, y la regulación permanente del mercado, así lo demuestra. Este bosquejo, muy general, de los logros de la Concertación en lo que va de sus tres gobiernos es, sin ningún género de dudas, un avance a preservar.

Así es, este conglomerado nació como una coalición histórica para sacar al país del autoritarismo y afianzarlo en la democracia. Lamentablemente, no se han resuelto los graves problemas de que adolece la democracia chilena, y a pesar de que los enclaves autoritarios que dejó la dictadura -senadores designados y vitalicios, COSEMA y la imposibilidad del Presidente de la República de remover a los jefes castrenses- se ha resuelto después de un largísimo y desgastante proceso para convencer a la derecha, heredera del pinochetismo, para que apoye estas reformas, queda el perverso sistema binominal de elecciones, matriz de una desvirtualización gravísima de la representación popular. No es posible, bajo ningún concepto, posponer sine die el cambio de este sistema electoral. Porque Chile no puede continuar teniendo este sistema electoral que vacía de contenido su democratización. Que continúe este sistema, es el mayor agravio al país y a los electores.

Superado los enclaves autoritarios -y esperamos que la próxima elección el sistema binominal sea sólo un mal recuerdo para Chile- y cerrando esta etapa histórica, la Concertación, con Bachelet como Presidenta, debe plasmar, y hacer real, lo que está en su programa. Esto es, a mi entender, democratizar la democracia e institucionalizar la solidaridad. ¿Qué quiere decir esto? Nada más ni nada menos que la democratización y solidarización económica y social del país en beneficio de las grandes mayorías. Esto es, crear los mecanismos, tanto políticos como económicos, para la distribución justa de la riqueza; o sea, la conciliación de una política económica de liberalización con una política social aún más cohesionada. Acentuar la fórmula que hasta ahora ha desarrollado la Concertación: liberalización de la economía, quitando barreras, pero sin discriminar los controles adecuados y, paralelamente, propiciar una política social mucho más activa, capaz de universalizar las pensiones, la sanidad, la vivienda y la educación. En una palabra: redistribuir bien y más la riqueza, que no la pobreza, para sacar a Chile del subdesarrollo y convertirlo en un país desarrollado y solidario.

Para lograr esto, es necesario crear un gran pacto social, político y económico para sacar a Chile del subdesarrollo, lo más amplio posible, por encima y por debajo de las ideologías, doctrinas, corporativismos y partidos políticos, de tal forma que el proyecto cristalice más bien en el sentido común que en uno sólo partidista.

En fin, esta coalición, nos guste o no, ha permitido la gobernabilidad y ha sacado al país, sin grandes traumas sociales, del totalitarismo más cavernario, a la democracia, logrando modernizar al país. No hay ninguna otra fuerza política capaz de llevar a cabo la segunda gran tarea que reclama todo el país: sacarlo del subdesarrollo. El otro conglomerado, la derechista Alianza por Chile, heredera del pinochetismo, demagógicamente propone el «cambio», pero en realidad representa la involución. Fueron gobierno de facto durante diecisiete años, y son responsables políticos de las violaciones a los derechos humanos más fundamentales, como la vida, durante todo ese período (lo de «humanismo cristiano» sólo es una ilusión electoralista de Sebastián.Piñera. o, más bien apela al humanismo cristiano ultraconcervador, los que, por cierto, estuvieron siempre con la dictadura y la represión; el humanismo cristiano progresista estarán, qué duda cabe, con Michelle Bachelet). Actualmente, la Alianza por Chile, no proponen en realidad ninguna alternativa nueva que el mismo neoliberalismo salvaje, excluyente y elitista de siempre, sin ningún programa social de envergadura. Además, la antropofagia política de que adolece la derecha chilena, continúa siendo endémica, a pesar de todos los esfuerzos por minimizarla, y se ve con mucha incertidumbre, y como una ecuación imposible, que la Alianza pueda articular la gobernabilidad del país.

Es, entonces, en la Concertación, con Michelle Bachelet en el gobierno -que, por cierto, propone un nuevo estilo de liderazgo, mucho más amable, más atento al ciudadano de a pie, no autoritario ni patriarcal; en definitiva, un liderazgo moderno, de acuerdo al siglo XXI- , donde deberían centrarse todos los esfuerzos para potenciar esta nueva fase del proyecto político de esta coalición que, si se hacen las cosas bien y se toman las medidas adecuadas, es absolutamente viable.

Jaime Vieyra-Poseck

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