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Balotaje histórico

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 30/11/2009

Publicado también en Primera Línea
(La Nación, Chile)

 

Chile entra a un mes electoral intenso e inédito desde la vuelta a la democracia en 1990. El motivo de esta singularidad: la fragmentación que ha sufrido la coalición que ha gobernado ininterrumpidamente desde ese año: La Concertación.

Lo paradójico, es que los votos están donde siempre han estado: la mayoría, entre el 50-55%, repartido en el centro izquierdo y la izquierda más clásica que ha votado siempre Concertación; y el resto, el 40-45% del electorado que desde hace 50 años ha votado a la derecha. Lo nuevo, es la candidatura del ex socialista y ahora independiente, Marco Enríquez-Ominami, que ha sembrado de espinas la candidatura concertacionista porque ha sembrado de pétalos el camino del candidato de la derecha, Sebastián Piñera, no porque esta candidatura gane votos, sino porque le resta votos al oficialista Eduardo Frei. La derecha, por vez primera en 50 años, tiene la posibilidad de alcanzar La Moneda, no por méritos propios, sino por la fragmentación de la Concertación, representada en la candidatura de Marco Enríquez.

La volatilidad de los votos dentro del centro izquierdo e izquierda, sin duda puede provocar estragos en la Concertación, y alejarla del poder ejecutivo después de 20 años en él. Éste sería el verdadero y único “cambio”, y es, sustancialmente, el único que nos propone la derecha con su Coalición por el cambio: la alternancia en el poder; y en este contexto si gana la derecha La Moneda, sería una vuelta a los paradigmas ya fracasados de un neoliberalismo salvaje que recientemente provocó una crisis financiera sin precedentes en el mundo entero.

Los descontentos con la Concertación, con razón  o no, que agrupa la  candidatura de Marco Enríquez, tienen en sus manos el futuro político del país. Lo único concreto, es que representarían entre el 15 y el 18% del electorado de centro izquierda e izquierda que no estaría votando por la Concertación en primera vuelta.  Pero el dilema es que ni su candidato ni el oficialista pueden logran el éxito sin un pacto que vuelva a unir a sus electores en segunda vuelta. Y de la desunión de ese electorado depende el triunfo de la derecha.

El desgaste de la Concertación es real. En parte. En parte, porque su propuesta presentada al electorado es, esencialmente, la que promueve la democratización plena del país (nueva Constitución) y el afianzamiento y expansión de la protección social, institucionalizando la justicia social. La Administración Bachelet ha puesto las primeras bases de esta propuesta con un éxito incontestable e histórico,  nada menos que el 70-80% de los ciudadanos apoya su Administración. Lo que está desgastado en la Concertación no son sus propuestas, son sus representantes de primera línea que, enquistados en el poder no han permitido rostros diferentes, ni que circule aire y fresco; se hubiese requerido urgentemente otorgar más y varias jubilaciones. No ha sido así, y en su lugar continúan  machacando la paciencia del electorado con los mismos rostros de hace dos décadas en la pantalla de TV;  artefacto que, como sabemos, decide las elecciones en cualquier parte del mundo donde exista.

En la vereda del frente, el de la derecha, el panorama es aún peor: son también los mismos rostros de hace 30 años, pero con un “pequeño” detalle: estos rostros son los símbolos de aquella nefasta dictadura en el periodo más trágico en la historia del país. No obstante, su electorado es fiel como el más, y paciente: continúan votándole como si nada hubiese pasado en los 17 años y medio en que administraron el terrorismo de Estado; único periodo, en 50 años, en que han gobernado.

En fin; la elección la decidirá el electorado de Marco Enríquez, si éste no pasa a la segunda vuelta como pareciera que así será.  Sobre este electorado y las señales  que dé su candidato, depende si nos gobernará una derecha ultra conservadora, con nada nuevo y sólo con el mismo neoliberalismo salvaje de siempre bajo el brazo, o, una Concertación renovada que promueve, como siempre, el Buen Gobierno, pero ahora bajo un nuevo marco constitucional donde la democratización plena y la justicia social se institucionalicen.

Marco Enríquez, si Eduardo Frei alcanza el balotaje como así lo indican todas las encuestas, tiene la palabra.

Jaime Vieyra-Poseck

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