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Autocracia económico-financiera dentro del estado democrático

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 10/01/2005

Publicado también en Primera Línea
(La Nación)

 

El mercado siempre se ha entendido como intercambio de mercancías. En la actualidad este término es muy difuso y siempre alude a un ente indeterminado, sin rostro. El mercado en el siglo XXI es, más que nada, un centenar de agentes y sociedades de inversión de los grupos financieros más poderosos y multimillonarios a nivel local y planetario; y el dinero se ha convertido en una de las mercancías de más valor.

Pero el mercado ha existido mucho antes de la creación de nuestro Estado moderno; por lo tanto, puede existir sin Estado, pero éste no podría existir sin mercado. Y como nos ha demostrado la historia más reciente, no puede existir un Estado autoritario con un mercado estatizado sin que pueda desarrollarse libremente. La experiencia del llamado “comunismo real” así nos lo ha demostrado. Sin embargo, puede existir un Estado totalitario y un sistema económico de libre mercado de capitalismo salvaje; China ilustra muy bien este tipo de sistema.

Así pues, en todas las formas institucionales se da la simbiosis entre mercado y Estado con mayor o menor éxito dependiendo en que Estado se desarrolla. Desde la creación y consolidación del capitalismo en los siglos XV y XVI europeos, el Estado y el mercado tienen una historia en común, y se han disputado el título de “bestias negras” ya hace más de cinco siglos por sus tendencias a la devastación de las libertades sociales, muy lejos de lo que pensaban los idealistas de la Ilustración. Y continúan allí, inamovibles, indisolubles e inseparables en una simbiosis llena de contradicciones y en un verdadero combate por dominarse y subyugarse mutuamente.

Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la experiencia socialdemócrata europea ha consagrado la tesis económica keynesiana de un Estado fuerte y democrático con un poderoso mercado, tanto público como privado, regulado en forma consensuada y democrática por el Estado y los agentes del mercado. El resultado de esta fructífera alianza ha sido la llamada Sociedad del bienestar, imposible sin un dinámico crecimiento económico permanente del mercado. La simbiosis entre mercado y Estado en la experiencia socialdemócrata ha sido, qué duda cabe, positiva, y se ha transformado en un referente mundial por la simetría de poder entre mercado y Estado consiguiendo uno de los mayores éxitos en justicia social, derechos y obligaciones ciudadanas y cohesión social.

Esta exitosa simbiosis comienza a sufrir fracturas con la política económica impulsada por el dúo Ronald Regan – MargaretThacher, el neoliberalismo, hace poco más de 30 años, el cual se expandió rápidamente por todo el planeta convirtiéndose en la única política económica a nivel planetario.

En efecto, siguiendo los dictados del economista Milton Friedman (premio Nobel en economía en 1976), el neoliberalismo le otorga al mercado total albedrío, maximizándolo y, en paralelo, minimizando el poder económico, regulador y fiscalizador del Estado hasta dejarlo en un eclipse permanente.

En consecuencia, un Estado anoréxico pierde su poder disuasorio bajo el dominio (casi) absoluto del mercado (privado), desregulado y depredador de lo “publico”, y, con ello pierde además su poder institucional democrático como un organismo fundamental para gestionar el bien común, tan esencial como necesario en sociedades donde la repartición de la riqueza es severa y obscenamente desigual; en más del 80% del planeta.  Esta asimetría de poder entre estas dos “bestias negras” en total detrimento del Estado, ha creado unos desajustes estructurales tan devastadores como deplorables en la esfera económica financiera mundial, llena de excesos execrables en el ejercicio de los movimientos financieros, convirtiendo lo económico (casi) en un juego de apuestas de casino irresponsables, como son la  manipulación especulativa de los fondos de alto riesgo o los hedge funds, entre otrosprodigios del mercado desregulado.

En consecuencia, la macro crisis financiera global que padecemos, es el perverso efecto de la creación de una gravísima dicotomía y una desigualdad de poder insondable en la permanente y necesaria simbiosis entre mercado y Estado:estamos inmersos en un verdadero sistema financiero totalitario incrustado en un Estado democrático.

Un Estado democrático debe tener la capacidad para gestionar por sí sólo el bien común, ¡qué para eso está!, y necesita como mínimo el 35% del PIB para poder administrar y gestionar  una Sociedad del bienestar mínimamente digna. Un mercado prácticamente disociado del Estado democrático, con un crecimiento elefantiásico y convertido en un monstruo de mil cabezas totalitario, sí, crea riqueza, pero nunca justicia social ni menos equilibrio de poderes.

El mercado desregulado, panacea del planteamiento económico del neoliberalismo de las derechas en todo el mundo, ha creado riqueza, pero las desigualdades sociales son cada día más de vértigo, y la repartición de la riqueza se queda en las manos de los de siempre: los ricos, que son la columna vertebral del mercado desregulado.

Si aspiramos a tener paz, justicia y cohesión social, la simbiosis entre Estado y mercado debe ser concioladora, y el poder entre estas dos “bestias negras” debe ser igualitario: ni el Estado ni el mercado en un sistema democrático pleno pueden colonizarse en menoscabo de uno de ellos, como en este momento lo hace el mercado con el Estado, convertido en un sistema financiero totalitario

Un Estado democrático herido de muerte por el totalitarismo devastador de un mercado financiero desregulado y con poderes extremados y absolutos, es el fin del Estado como lo soñaron los idealistas de la Ilustración: administrador del bien común y gestionador de la justicia y de la cohesión social.

La mujer más poderosa del mundo, la canciller alemana, Angela Merkel, de centro derecha, ha abogado y alentado a los políticos ha exigir al mercado su responsabilidad y a que pase por caja para ayudar a solucionar la grave crisis que el propio mercado desregulado ha provocado que afecta a todo el continente europeo y en un efecto dominó a todo el planeta, y no pongan  sólo la mano para que el (odiado para el neoliberalismo) Estado les solucione su crisis». ¿Cuentan los políticos con el coraje necesario para que aquellos que ganan dinero compartan también los riesgos? ¿O es que negociar con deuda pública es el único negocio en el mundo que no pude implicar riesgos?, se pregunta Merkel. «Se trata de la primacía de los políticos y los límites de los mercados», añade la canciller germana. La consecuencia de estas declaraciones fue un acoso frontal de los “tiburones”, como lo definió el ministro sueco de finanzas, de derecha, de los especuladores financieros contra Irlanda. Hasta dejarla moribunda.

La izquierda socialdemócrata, que ha coqueteado impúdicamente con el neoliberalismo las últimas dos décadas, ha terminado exhausta y expulsada del poder en la mayoría de los países, especialmente europeos. Uno de los últimos socialdemócratas genuinos que van quedando en el poder, el Primer Ministro español José Luis Rodríguez Zapatero, tuvo que cambiar, su política económica keynesiana con un fuerte componente social a la opuesta, la derechista más ortodoxa,  acosado por una verdadera guerra contra las finanzas españolas de los “tiburones” especuladores del mercado desregulado. Esta insólita y espectacular voltereta de Zapatero se produjo de una semana a la otra y llevó al Primer ministro español a declarar “Íbamos a cambiar el mercado y el mercado terminó cambiándonos a nosotros”.

Son muchos los líderes de todas las tiendas políticas y de todo el espectro ideológico, en todo el mundo, que tratan de dialogar con el mercado proponiendo soluciones para neutralizar la grave crisis global del sistema capitalista neoliberal, crisis que ya no es coyuntural sino estructural y sistémica. Pero ya el mercado desregulado convertido en un verdadero monstruo de mil cabezas totalitario que está erosionando gravemente la democracia y la política, no les escucha, ni a sus propios apóstoles derechistas: el mercado desregulado, hijo predilecto de las derechas, ya sólo actúa totalitariamente, regulándolos a ellos, a la política y al Estado, hasta colonizarlos. “Cría cuervos y te sacarán los ojos”. Nunca este sesudo proverbio puede ser mejor usado que aquí.

Jaime Vieyra-Poseck

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