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Reforma Laboral: un día más es ya demasiado.

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 10/03/2016

Publicado también en elquintopoder.cl

 

Ya un día es demasiado. Y ya son nada menos que casi cuarenta y tres años. Desde el golpe de Estado de 1973. Casi tres generaciones. Perdidas por los dogmatismos; ganadas por la intransigencia. Cuarenta y tres años de resistencia en que las relaciones entre trabajadores y empresarios han estado marcadas por una brutal desigualdad en la distribución del poder negociador, en total detrimento de los intereses de los trabajadores. Una vergüenza nacional.

En dictadura se crean las bases de la antisindicalización institucionalizada, consagrada en el Estatuto de los Trabajadores de 1979. Para una muestra, sólo dos perlas: derecho a huelga, pero con reemplazo de los trabajadores en huelga; derecho a una negociación colectiva, pero delimitada dentro de la empresa para atomizar los sindicatos. Dos perlas en plena vigencia. Y desde el minuto cero del golpe de Estado, una represión sistémica y sistemática, encarcelando, torturando y asesinando a los dirigentes sindicales: Tucapel Jiménez en 1982, con cinco disparos en la cabeza y degollamiento, y de tantos sindicalistas anónimos olvidados injustamente en la cuneta de la historia.

En los veinticinco años de democracia, bajo los parámetros institucionales y económicos heredados de la dictadura, poco se puede hacer debido al sistema binominal de elecciones que arroja un empate ad infinitum de las fuerzas políticas al otorgar un 50% al candidato que saca 30%, convirtiendo el ejercicio legislativo en una suerte de vetocracia indisoluble a toda reforma estructural.

No obstante, este inmovilismo político endémico se resuelve en 2014 al lograr mayoría en las dos Cámaras –por el capital político de Michelle Bachelet, todo hay que decirlo– Nueva Mayoría, la coalición que la llevó a su segundo mandato, haciendo viable la Reforma Laboral (RL) incluida en su Programa de Gobierno.

Después de cuarenta y tres años de resistencia de los trabajadores y vergüenza para Chile, la RL puede equilibrar la relación de poder negociador entre trabajadores y empresarios: derecho a huelga sin reemplazantes; derecho a la negociación colectiva sectorial con titularidad sindical, y extensión sectorial de los beneficios acordados a todos los trabajadores, estén o no sindicalizados. Destaco estas tres reformas por ser cruciales para negociar una política salarial más equitativa de acuerdo al desarrollo económico chileno que es, según este análisis, una de las bases de la desigualdad social, el talón de Aquiles del sistema.

Si bien es irrefutable que el ultraneoliberalismo chileno (y global) ha creado una riqueza sin precedentes en tan corto periodo, también es incontestable que se ha creado una desigualdad en la distribución de esa riqueza de auténtico vértigo. En Chile esa desigualdad se refleja en los bajos salarios que, a pesar de tener trabajo, grandes mayorías viven en la pobreza relativa.

Si graficamos este círculo vicioso del ultraneoliberalismo chileno para reproducir desigualdad e injusticia social materializada en sueldos basura –sin desconocer su capacidad de crecimiento económico, y por eso estamos hablando de repartición de la riqueza– podemos visualizarlo como un sistema circular con varias puertas giratorias. En una de éstas está el aporte del trabajo asalariado para multiplicar el capital, recibiendo por ello un sueldo bruto con descuentos obligados del 7% en salud y del 10% para las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), cinco sociedades anónimas, entre los descuentos determinantes, dejando un sueldo líquido bordeando la pobreza relativa. En rigor, de la puerta giratoria por donde pasa el sueldo de los asalariados sale parte importante de él para enriquecer los conglomerados económico-financieros privados de la salud y de las pensiones, base reproductora del mercado ultraneoliberal chileno, reteniendo sólo una parte mínima en el sueldo líquido, para terminar volviendo a la puerta giratoria de origen, pero convertido ahora en una acumulación gigantesca de capital en manos de la misma élite privada empresarial-financiera: el 1,1 más rico que se queda con el 57,7% del ingreso total del país, mientras el 98,8% de la población que, obvio, participó en la creación de esa acumulación de capital, recibe sólo el 42,3% (*). Este círculo vicioso de puertas giratorias por donde pasa el capital hacia una acumulación en pocas manos privadas, consagran la desigualdad crónica en el ingreso en Chile, criticada por la OCDE, el BM y el FMI por afectar el proceso de producción y el desarrollo social al quitarle poder adquisitivo a las grandes mayorías y concentrarlo en una élite, que ya tiene un espacio de consumo vip y un poder adquisitivo estratificados, erosionando, en última instancia, la expansión económica. Estos mismos organismos han recomendado más poder a los sindicatos para poner cortafuegos a esta acumulación sistémica que ya se ha hecho perversa para la sobrevivencia del propio sistema neoliberal.

En efecto, todos los estudios de la OCDE indican que la desigualdad salarial en Chile es una de las bases de la iniquidad social crónica (la otra es la educación) y la mayor de los 35 países que la integran. Aquí algunos datos duros: el 50% de los asalariados gana (líquidos) menos de 305 mil pesos/mes, 7 de cada 10 menos de 450 mil pesos/mes y dos de cada 3 trabajadores de grandes empresas ganan menos de 600 mil pesos/mes; mientras los dueños de empresas y gerentes ganan (brutos) entre 12 millones/mes (empresas con ventas menores a USD 50MM), y 44,500 millones/mes (empresas con ventas mayores a USD 1.000 MM), 178 veces el sueldo mínimo (250 mil/mes). En el caso de las mujeres, después de la estructural obscena discriminación salarial de género, entre un 20 y 30% menos que el hombre por un mismo trabajo, la asimetría salarial queda en un 50% menos de lo que ganan los hombres (**).

La Reforma Laboral de la Administración Bachelet, clausura la puerta giratoria por donde pasa el sueldo de los asalariados, permitiendo negociar en forma simétrica mejoras salariales que se correspondan al aporte de ese 98,8% de asalariados-as en la acumulación del capital que, sin ningún género de dudas, es muchísimo más que ese 43,2% que reciben del ingreso total del país. Y también con total seguridad, el elitista 1,1% más rico que controla el mercado y que recibe el 57% del ingreso total del país, no será menos rico cediendo parte de esa excesiva acumulación que, en rigor y si queremos justicia, cohesión y paz social, le pertenece a los trabajadores.

La neutralización de la falsa dicotomía entre trabajadores versus empresarios que maximaliza el sistema ultraneoliberal chileno, es que lleguen a la mesa de negociación con un poder negociador simétrico. El superávit de huelgas salvajes en Chile se produce, en gran medida, por el “derecho” a huelga con reemplazantes y por una negociación colectiva, sólo el 8%, sin operatividad por no ser sectorial y para todos los trabajadores, estén o no sindicalizados. Esta forma simétrica de relacionarse es la que soluciona los conflictos laborales antes de que se produzca la huelga. Así pues, ni los trabajadores ni los empresarios deben tener más ni menos poder negociador; ambos agentes sociales contribuyen al desarrollo del PIB del país en partes iguales y deben tener igualdad de poder negociador en sus relaciones; de otra forma la negociación justa es inviable.

Si no se corrigen estas relaciones laborales asimétricas a tiempo, con claras características a las que se daban en el siglo XIX pero incrustadas en pleno 2016, la paciencia (inigualable) de los trabajadores chilenos, a corto plazo, detonará en una conflictividad laboral endémica.

Para que esto no suceda, sólo queda esperar que el poderoso lobby de los dueños del mercado, que más que lobby es un auténtico soviet supremo omnisciente de poder de facto adentro de las instituciones de la democracia, no obnubile la ecuanimidad de los parlamentarios en la aprobación del derecho a huelga sin reemplazantes; de la negociación colectiva sectorial con titularidad sindical, y de la extensión sectorial de los beneficios negociados a todos los trabajadores, estén o no sindicalizados. Estos son derechos laborales inalienables en todos los países con democracia desarrollada; Chile no tiene por qué ser la excepción.

La resistencia de los trabajadores chilenos por la vulneración de sus derechos laborales durante cuarenta y tres años, debe terminar para acabar de una buena vez con esta vergüenza para Chile. La institucionalización total de los derechos laborales, es la única fórmula. Cuarenta y tres años de resistencia y vergüenza a tiempo completo, no hay paciencia ni pacifismo que lo resista. Un día más es ya demasiado.

Jaime Vieyra-Poseck

(*) Ramón López, Eugenio Figueroa y Pablo Gutiérrez, `La parte del león´, nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en Chile. Universidad de Chile, 2013.
(**) Gonzalo Durán y Marco Kremerman, Los verdaderos sueldos en Chile, Estudios de Fundación SOL, Chile, 2015.
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