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El Amor romántico en medio del Posmodernismo.

por Walter Urriola
Artículo publicado el 28/03/2020

RESUMEN
Como nunca antes existe la idea de hacer un análisis de la ideología histórica de los metarrelatos y las críticas desde el posmodernismo, los efectos tanto en el amor romántico, como en el patriarcado que han fijado las normas para socializar desde la edad muy temprana generando consecuencias en el desarrollo perceptivo en las diferentes etapas evolutivas del ser humano y que se profundizan en la etapa adulta. Esta reflexión busca establecer y ampliar la mirada sobre hechos que son comunes y debemos atender con prontitud para lograr un funcionamiento social más justo y equilibrado.

Palabra Clave
Amor Romántico, Posmodernismo, Violencia, Metarrelatos.

 

INTRODUCCION
Como nunca antes se ha hecho visible la necesidad de meditar en el discurso fomentado por las autoridades políticas, mundo empresarial y los líderes religiosos, sobre los roles y los límites que existen en la pareja, en el amor y su forma ya establecida. Este discurso utilizado además por la publicidad, el cine y la música, ha contribuido a la construcción de un estereotipo de pareja y de relación, una imagen de masculino y femenino, estableciendo códigos de amor y que al enfrentarnos a una sociedad posmoderna que privilegia su propia opción e intereses dejando a un lado las ideologías históricas, establece el debate e intenta cambiar los conceptos de amor creando la obligación de revisar la manera de socializar.

Para un posmoderno es preferible no considerar los metarrelatos para la toma de decisiones, por las bases absolutas que rigen en ella. “Los metarrelatos son las verdades supuestamente universales, últimas o absolutas, empleadas para legitimar proyectos políticos o científicos. Así, por ejemplo, la emancipación de la humanidad a través de los obreros (Marx), la creación de la riqueza (Adam Smith), la evolución de la vida (Darwin), la dominación de lo inconsciente (Freud), etc. (Vásquez, 2011).

El pensamiento posmodernista ha cuestionado las relaciones de las personas basadas en los metarrelatos, el hombre postmoderno no dirige la totalidad de su vida conforme a un solo relato, más bien justifica un relato propio (Vásquez, 2011). Pero a la vez reconstruye con un nuevo punto en común o quizás intenta escribir una nueva comprensión de las relaciones de pareja con una versión actual.

Vivimos una organización social que ubica de forma desigual y jerárquica a hombres y mujeres, lo que influye de forma decisiva en la conformación de la subjetividad de muchas mujeres (Esteban y Tavora, 2008). Por una parte, edificando una relación de heterónoma que esta idealizada como el hombre que es el salvador, proveedor, seductor, racional, un ser superior, el que tiene el poder de dirigir y decidir. Por otra parte, una mujer dependiente emocionalmente del hombre y que espera que este la ame y le dé un trato similar al de una princesa de los cuentos de hadas. La necesidad de ser querida, la angustia por no serlo y la dificultad para aceptarlo van a estar presentes a lo largo de las distintas relaciones que las mujeres han establecido en los diferentes ámbitos de sus vidas, con el sometimiento como una manera de asegurar el amor del otro (Esteban y Tavora, 2008).

Relación de violencia y amor romántico
Los roles otorgados que han fijado la personalidad desde niños han sido diferentes, por ejemplo, el niño que se enoja e increpa a otros son un orgullo para su padre, debe saber golpear, debe practicar juegos rudos, puede ser adicto a video juegos violentos y saber conquistar a una niña, esto para un padre seria señal de masculinidad. Las niñas por otra parte deben jugar a las muñecas, jugar a cocinar, planchar, diseñar ropa y peinados, crear collares y vestir como princesas. Esta formación sigue marcándose en las siguientes etapas del desarrollo de los niños, en la adolescencia y la juventud, y establece en la vida de adulto un convencimiento total de que es la manera correcta de diferenciarse entre lo que es masculino de lo femenino. Como mencione anteriormente los diferentes actores de la sociedad han educado y definido que el poder pertenece al hombre como género dominante y la mujer con un rol de subordinación. Sobre este punto cuando la mujer expresa racionalidad, habilidades superiores al hombre, o cuando la mujer no cumple el papel asignado de madre, esposa, de sumisa, paciente y silente, la alternativa de control mayormente utilizada por el patriarcado es la violencia psicológica y física validada por los mismos actores que las promueven.

Sobre de este último punto, el relato de la película “El amor y la furia” de Lee Tamahori expresa la dura realidad de quienes enfrentan muchas mujeres con el problema de la violencia intrafamiliar, Beth como ama de casa y madre dispuesta a todo por sus hijos, tiene que aguantar que su esposo Jake llegue de forma repentina con su grupo de amigos a beber en casa, no importan los hijos ni la dignidad de su familia. Ante una muestra de rechazo a rol de mujer de atender las labores de la casa y borracho luego de horas de canto y risas, le propina una cantidad de golpes que le desfigura la cara inclusive. Aun bajo estas condiciones Beth es capaz de soportar, y creer que es así la manera de relacionarse entre ambos. Como si fuera la forma correcta de amar, ella menciona que lo sigue amando y que debe seguir adelante por la necesidad de mantención y por la necesidad de que sus hijos vivan con la figura de un padre.

Jake culpa a su esposa (que tiene origen maorí) por sus reacciones, si tan solo ella obedeciera, el no tendría que caer en los golpes. Es un hombre tan estructurado que no es capaz de comprender los derechos, la dignidad y necesidades emocionales de su esposa e hijos, que al vivir una de las situaciones más duras que puede experimentar los padres que es la perdida de la vida de un hijo puede remecer, Beth decide retomar su espíritu guerrero de sus orígenes maoríes y deja a su esposo agresor, luego de ver la destrucción de su familia y el peligro que es vivir bajo este formato.

Este tipo de situaciones se basa en la forma de relacionarse que la sociedad ha permitido que se formara, y es la que el posmodernismo rechaza de plano, “la creencia de que el amor ( y la relación de pareja) es lo que da sentido a sus vidas y que romper la pareja, renunciar al amor es un fracaso y puede retrasar la decisión de romper o buscar ayuda; la creencia en que el amor todo lo puede llevaría a considerar (erróneamente) que es posible vencer cualquier dificultad en la relación y/o de cambiar a su pareja (aunque sea un maltratador) lo que llevaría a perseverar en esa relación violenta; considerar que la violencia y el amor son compatibles (o que ciertos comportamientos violentos son una prueba de amor) justifican los celos, el afán de posesión y/o los comportamientos del maltrato a la víctima por no ajustarse a dichos requerimientos; etc.” (Ferrer y Bosch, 2013).

La violencia física es un recurso para mantener al patriarcado de la oposición individual y colectiva de las mujeres, es un método de mantención del orden sociocultural establecido frente al intento de las mujeres de reubicarse en dicho orden y formar parte de su condición de masculinidad (Cagigas, 2018). Esta es la manera que se utiliza para mantener una estructura social que el hombre como género debe mantener, la superioridad imponente sobre la mujer, pero en el pensamiento posmodernista no existe la verdad, existen verdades de cada quien, de cada caso, de cada momento.

Los efectos se puede cuantificar según el informe de la subsecretaria de la prevención del delito del ministerio del interior y seguridad pública en chile, el 38% de las mujeres en chile (entre 15 y 65 años) señala haber sufrido algún tipo de violencia en algún momento de su vida, el 36% sufrió alguna vez en la vida violencia psicológica, el 16% violencia física y el 7% violencia sexual, junto con esto el índice de mujeres que no denuncia es alto, las razones varían entre “no fue algo serio”, “no lo considere necesario”, “las cosas mejoran”, vergüenza y miedo.

La OMS informa que “las tasas de alteraciones psicológicas de cualquier clase son más altas de lo que se pensaba y están incrementándose recientemente y afectando a casi la mitad de la población” las diferencias por sexo se dan particularmente en las tasas de trastornos metales comunes: – depresión, ansiedad, alteraciones psicológicas y quejas somáticas-; estos trastornos que afectan a 1 de cada 3 personas, ocurren el doble en mujeres que en hombres. Y, además, los episodios depresivos son entre ellas más largos, las recidivas más frecuentes y con mayor tendencia a la cronicidad que entre los varones. La mayor afectación de las mujeres es debida tanto a factores psicológicos cómo sociales y de género, en la medida en que “el papel tradicional de las mujeres en las sociedades las expone a más tensiones, al tiempo que les resta capacidad para modificar su entorno estresante, así como la alta tasa de violencia doméstica y sexual a que están expuestas” (Velasco, 2005).

Las investigaciones y movimientos sociales impulsan la reflexión sobre los conceptos de metarrelatos que han predominado durante siglos y logran relativizar esta postura muy arraigada en la sociedad creando nuevas verdades que pensar. El proceso de cambio genera detractores y por lo general un sin número de debates, y a pesar que el posmodernismo es hoy una opción por ahora, cada vez más su aporte ha contribuido a una mejor convivencia social, a nuevos conceptos de masculinidad, a relaciones de parejas sin estereotipos, a las expresiones de amor libres e individuales y con mayores rechazos a la violencia de género.

 

BIBLIOGRAFÍA
Cagigas, A (2018), El patriarcado, como origen de la violencia doméstica. file:///C:/Users/NtbK/Downloads/Dialnet-ElPatriarcadoComoOrigenDeLaViolenciaDomestica-206323%20(2).pdf.
Esteban, M y Tavora, A (2008). El amor romántico y la subordinación social de las mujeres: revisiones y propuestas. Anuario de Psicología Vol. 39 n°, 59-73.
Ferrer, V y Bosch, E. (2013). Del amor romántico a la violencia de género. Para una coeducación emocional en la agenda educativa. Revista profesorado Vol.17 n° 1
Vásquez, A (2011), La posmodernidad. Nuevo régimen de verdad, violencia metafísica y fin de los metarrelatos. Revista Critica de Ciencias Sociales y Jurídicas n° 29.
Velasco, S. (2005), Síndrome del malestar de las mujeres en atención primera. Revista comunicación interactiva n°16.
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