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Fresia y Guacolda

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 15/01/2007

Publicado también en Primera Línea (La Nación)

 

Como desde siempre, en un día 27 de junio de 1558 también existió la figura de la esposa de... Y como la historia la contaron los hombres, la mapuche Fresia aparece como una apéndice del héroe pero, como ha sido siempre, la esposa de tenía muchas más cualidades que ser sólo la esposa de. Ese día quedó registrado, no tanto por la muerte del inmortal; héroes históricos como él no sólo tienen una vida inmortal, sino también una muerte inmortal.

Caupolicán, fue uno de ellos. Apresado por obra de otro Judas, los hay en todas las historias de todos los tiempos, que delató a los españoles dónde se escondía uno de los más grandes guerreros mapuche, Caupolicán, para dejarnos su muerte inmortal, acompañada de la frase también y quizás más inmortal.

La mapuche Fresia era su esposa. Pero, principalmente, también era soldada que combate igual que su famoso esposo y con la misma valentía. Poco se sabe de su historia como combatiente. Y los cronistas y poetas sólo han dejado registrado en los libros su frase famosa después del asalto de Cañete destinado a tomar prisionero a su esposo, Caupolicán. Fresia había huido de Cañete con todos sus hijos, pero fue encontrado por los militares españoles e ingresada en el campamento donde estaba prisionero Caupolicán. Al verlo y por haberse entregado dócilmente, sin haber muerto luchando, la pone iracunda, y lanzando su hijo a su esposo le espeta su frase inmortal: “Toma, toma a tu hijo, que era el nudo/ con que el lícito amor me había ligado;/ que el sensible dolor y golpe agudo/ estos fértiles pechos han secado:/ críale tú, que ese membrudo cuerpo en sexo de hembra se ha trocado;/ que yo no quiero título de madre del hijo infame del infame padre”.

Esta frase de Fresia la escribe el poeta español Alonso de Ercilla en su libro épico sobre la gran Batalla de Arauco, en el canto XXXIII de La Araucana. Desde la perspectiva contemporánea, tendría esquirlas machistas al asemejar la cobardía de Caupolicán con el cuerpo de la mujer y el rol de madre. Pero si nos sustraemos del contenido estereotipado, lo que quiere destacar la mapuche Fresia, es que esa actitud de Caupolicán no es digna de su pueblo mapuche, que ya había comenzado la guerra más larga de la historia ―desde 1536 a 1772, exactamente, 236 años―, y que la continúa hasta en mismo instante que es hoy. Con otros elementos y otros designios, pero con la misma finalidad, el derecho al reconocimiento histórico de la dignidad del pueblo mapuche y de todos los demás pueblos originarios que viven en este territorio llamado Chile, y porque el fundamento institucional de Chile debe considerar la existencia de los pueblos originarios como un valor en sí mismo. El cuadro que se quedó estampado en la historia, es una Fresia, tan avergonzada como furiosa, arrojándole el hijo de ambos a Caupolicán como el mensaje y símbolo del arrojo y braveza de los hombres y mujeres mapuche.

La otra esposa de, es Guacolda, esposa mapuche del mapuche Leftraru, para los españoles Lautaro. En el relato de Ercilla, La Araucanía, escribe: “Aquella noche el bárbaro dormía/con la bella Guacolda,/ y ella por él no menos se abrasaba”. ¿Existió Fresia y Guacolda? ¿Es una invención de Alonzo de Ercilla? Pareciera que no tiene la menor importancia responder a esta pregunta. Lo que el poeta pretende, es ilustrar las características de la mujer mapuche, reconocida como una luchadora incansable por la libertad y la dignidad de su pueblo.

Si Fresia y Guacolda fueron un invento del poeta Alonzo de Ercilla, lo que no es ningún invento, es que ambas mujeres mapuches forman parte indivisible de la identidad de Chile.

Los ejemplos de mujeres mapuches se encuentran todos los días en la lucha cotidiana por los derechos de hombres y mujeres mapuches y de todos los demás pueblos imaginarios. En realidad, cada día no es una empresa difícil encontrarse Fresias y Guacoldas en el itinerario de la cotidianidad chilena.

Jaime Vieyra-Poseck

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