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Diatriba del desaparecido o la crítica al sentido humano.

por Mauricio Rojas
Artículo publicado el 30/12/2017

“¿No dije yo? …. Ya sabía que los iba encontrar aquí, esperando que alguna tonta salga a entretenerlos. Claro, son las mismas caras de los bares, de las plazas, de las iglesias; las misma de las grandes tiendas y de los puterios clandestinos”.
(Victoria Torres Pantoja)

 

Victoria Torres Pantoja es la mujer del hombre desaparecido en manos de la dictadura. Emerge en el escenario tras el silencio escrutador de su mirada a la audiencia que observa y siente el modo de expresión del silencio, propiciando la complicidad pero tensionando el espacio con esa forma de gestualidad brechtiana donde el decir puede presentarse de ese modo porque el contenido de la expresión del “teatro épico es gestual. En rigor, el gesto es el material y el teatro épico su utilización adecuada” (Benjamin 43).

La gestualidad desplegada por los actores que observan al público en silencio es para abrir una posibilidad de debate en el auditorio que aguarda por el suceder posterior al silencio, inquietándose con aquel modo de decir.

Los actores quietos durante minutos intensifican ese silencio y es entonces cuando irrumpe la voz desafiante y critica de Victoria, quien despliega su manifiesto involucrando con ello a los asistentes de la sala. Victoria Torres reclama la pasividad del comportamiento humano ante lo ocurrido durante largas tres décadas donde su marido desaparecido no es hallado.

El reclamo de igual modo se extiende hacia la esfera social, al ciudadano observante, que en tanto espectador de un acontecer, se desplaza a distintos lugares a la espera que ocurra algo y por ello las caras se reiteran en bares, plazas, iglesias, tiendas, puterios clandestinos, y ahí, en el teatro.

El ejercicio de ese mirar es un suceder que únicamente ve algunos aspectos de la vida. Omitiendo con ello la conciencia del sentido humano.

“Diatriba” enfatiza en esa omisión ya que el ciudadano no se involucra en un acontecer que debiese comprometer a toda la sociedad por cuanto el estado militar ha hecho desaparecer a un chileno y aquello a nadie le importa. Victoria arroja entonces sus palabras constatando el extravió del sentido humano, para remecer las conciencias de la no importancia del compañero desaparecido.

La voz crítica de Victoria es hacia el tipo de sociedad donde lo simulado es una circunstancia coloquial y el monologo de la protagonista denuncia y constata que los individuos que conforman esta sociedad habitan un lugar ficticio, o al menos una realidad parcial: “A veces pienso que están enfermos de paraíso”.

Esta sentencia crítica es hacia la configuración social donde los individuos carentes de sentido humano habitan desentendidos del acontecer de otros y únicamente les importa un espacio de confort particular donde el suceder trágico de un ser humano que ha desaparecido no adquiere importancia alguna, y ese “estar” enfermos de paraíso es pertenecer a una vida ensimismada que le impide asumir un pensamiento y sentir humano:

“Si, de que más se podían enfermar; todas las preguntas fueron respondidas, la economía es de lujo, la democracia a toda prueba. Sin nadie a quien juzgar, los jueces riegan sus jardines, van a misa, contemplan el atardecer, y como si esto fuera poco, la soldadesca ya no sale de pesca”. (Radrigán 59).

El tema principal de la obra es el suceder del desaparecido, Victoria Torres Pantoja a través del monologo transita por distintos estados emocionales como la crítica social, la introspección, el desgarro, la ira o el asombro.

En escena, los cuatro actores que alternan su voz representan en la propuesta dramática el discurso de Victoria Torres. Todos ellos son Victoria Torres Pantoja, e incluso los dos varones de Diatriba utilizan como vestimenta una falda para asumir que Victoria son ellos también; y que Victoria debemos ser todos.

La interconexión del teatro con otras disciplinas artísticas es parte de un tramado de información que se “proporciona tanto mediante el movimiento, el decorado y la iluminación, como por medio de palabras, y la música, aunque más limitada en sus medios técnicos, construye la misma red de información que una obra dialogada” (67 Evreinov).

La música es uno de los modos de expresión que participan de “Diatriba”, contribuyendo a la acentuación dramática de Victoria y sus diversos estados anímicos, es relevante para la obra esta posibilidad comunicativa incorporada a la escena, ya que intensifica los estratos emotivos de la mujer del desaparecido porque la música es circunstancia coloquial en el vivir de Victoria. Y por ello el despliegue en vivo de la interpretación musical es parte de una forma de comunicación importante.

Los estados de Victoria van modificando su ser y su posición crítica le hace entender que tras décadas aguardando por su marido las esperanzas se extravían, y Dios igualmente al no existir es culpable de lo que le acontece: “No me interesa que sea supratemporal, supraespecial, inimaginable o ilimitado: no me conmueve que no cambie, que no calle, que nos ame; Dios debe ser juzgado, condenado y ejecutado sin piedad, por el crimen de no existir” (Radrigán 70.).

En el breve texto de introducción a las obras de Juan Radrigán, “Estupefacto, disconforme y proclive a la angustia”, Rodrigo Pérez vincula su posición respecto a la mirada de Radrigán en referencia a Dios “en la rabia con Dios, ahí también me reconozco. La rabia de no poder creer, ahí somos… ahí nos encontramos. El nunca me lo ha dicho, y puede que yo me equivoque, pero creo que eso define su forma de escribir y de pararse en el mundo. En la desesperanza”.

La ira del suceder de Victoria Torres Pantoja es una “rabia torrencial, provinciana, nacional y mundial. A esta rabia no hay fuerzas que la detengan. Así que basta de vueltas y revueltas , se pararon los desgraciados y partieron a buscar al Desaparecido” (Radrigán 63) porque no existe siquiera algún tipo de acción en justicia para ella, ni mucho menos preocupación por lo que le ha ocurrido. Ella entiende que es invisible y que a nadie le interesa su vida, su historia y por eso se revela y nos dice que “es imperioso negarse a seguir actuando en esta obra”,“es una enorme mentira”.

La tensión dramática es continua en la obra desde el inicio, pero se intensifica cuando hay gritos y desgarros y cuando la pérdida del compañero le hace entender que ya es viuda, que los agentes de la dictadura han asesinado a su marido y por eso reitera su presencia para que la oigan, “yo soy Victoria Torres Pantoja. viuda, terrible, viuda, fragorosa”. La protesta y la memoria son dos conceptos que se reiteran en la obra de Radrigán e igualmente los personajes marginales en su condición humana.

Victoria sabe que su voz no es entendida ni oída como ella quisiera y más aún, la denominan como alguien que está errada y fuera de sí: “No. no han entendido nada. Lo único que piensan es ¡cuando crestas se callara está loca de mierda!” y la viuda en la certeza de su decir critica la audiencia que vive en una temporalidad artificial “no, cabrones, sentados ahí van a engordar como vacas, Porque de milagros ni hablar, ni celestes ni negros; el paraíso clausurado fue hace mucho tiempo por propaganda engañosa, y al infierno le importan un pito las almas de los tristes que no van a misa ¿Nos vamos entendiendo?”(Radrigán 65).

Es “Diatriba de la Empecinada”, la voz que Juan Radrigán incorpora al espacio social para hacer disonancia al acontecer que ha perdido el sentido humano.

 

Referencias
Benjamin, Walter. Tentativas sobre Brecht. Editorial Taurus. Madrid. 1998.
Evreinov, Nicolás. El Teatro en la vida. Ediciones Leviatan, Buenos Aires.1956
Pérez, Rodrigo. “Estupefacto, disconforme y proclive a la angustia. Juan Radrigán”. En Juan Radrigán Crónicas del amor furioso. Santiago Ediciones Frontera Sur.2004.
Radrigán, Juan. Diatriba de la empecinada. Lom Ediciones. Santiago 2005.
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