Estimado amigo, publico esta carta abierta para agradecerte públicamente tus palabras de elogio y aliento.
Creo, o mejor dicho estoy seguro de que nadie nunca ―salvo mi amigo Luis García de la Torre (que me califica de Rock Star de la literatura chilena)― se había referido a mí en términos tan halagüeños y por ello quiero expresarte abiertamente mis más sinceros agradecimientos.
Dicho eso, quiero decirte, también públicamente, que nunca he deseado y menos necesitado ser tildado de “poeta”. La verdad es que jamás lo he pretendido ni lo pretendo ahora. Ese conjunto de reflexiones de carácter literario que se me ocurrió reunir en un volumen que titulé “Poesía Reflexiva” no me convierte automáticamente en un bardo. La poesía es uno de los géneros de la literatura que, salvo cuando tenía 18 años y empecé a escribir, nunca lo he cultivado. Lo mío siempre ha sido la prosa, el cuento y la novela, aunque es verdad que últimamente, en parte por flojera, se me ocurren y he estado escribiendo algunos textos breves que no son más que eso: simples ocurrencias… Pero de ahí a pretender convertirme en “poeta” hay un largo trecho.
La verdad es que siempre he mirado con alguna compasión a aquellas personas que, tristes y nostálgicas, van por el mundo esperando ser consideradas o reconocidas como poetas. Realmente dan lástima y por suerte no es mi caso. Yo sin embarazo puedo declarar y no me causa problemas ser considerado escritor, porque en realidad escribo y he aprendido las reglas de la puntuación, y tampoco me causa zozobra alguna ser considerado un tenaz editor porque desde hace muchísimos años estoy editando distintos libros, míos y ajenos, y revistas sobre todo literarias como todo el mundo lo sabe. Primero “El Chamullo” y después, con Talleres del Mar, “Cuadernos Marginales”, a finales de los años 70 en Santiago de Chile; luego la revista “Emergencia”, en París, durante los años 80, y finalmente de regreso en Chile y desde 1997, esta revista electrónica en la que estoy escribiendo en este momento.
Otra cosa es que mi vida pueda tener un sesgo poético y eso se lo debo a mi honorable y querido padre, Adolfo Pardo Arancibia quien, según cuenta la leyenda, cuando aún era soltero, recorrió ataviado únicamente de un par de alpargatas y un cinturón y para envainar un cuchillo para mariscar, 700 kilómetros por la entonces desértica costa del Norte de Chile, cuando en esos páramos no había más que pájaros y crustáceos en las rocas, los que mi padre aprovechó para alimentarse. Él también escribía, pero nunca llegó a publicar, de manera que, como yo llevo su mismo nombre y apellidos escribo y publico por los dos. Él sí, probablemente, pudo ser un poeta, y entre sus amigos se cuentan varios escritores de su generación. Enrique Araya, autor de la famosa “La Luna era mi tierra”, José (Pepe) Edwuard, Arturo Prat, el eminente psiquiatra y nieto del héroe, y la célebre María Luisa Bombal, de quien yo publiqué, en este mismo sitio, dos de sus cartas a mi padre, ver: http://critica.cl/historia/carta-inedita-de-maria-luisa-bombal
Estimado Ernesto, junto con volver a agradecerte tus cariñosas palabras, quiero decirte que, en lo que coincido plenamente contigo, es en los elogios que haces de Critica.cl, revista de la que si bien soy el motorcito, su existencia, permanencia, actualidad y calidad se debe principalmente a los 579 autores, al día de hoy, que han publicado o están publicando aquí uno, dos, tres o muchos artículos.
Coincido también contigo en que El Consejo de la Cultura, actualmente Ministerio de las Culturas y el Patrimonio no ha sabido reconocer los méritos de este medio o, mejor, la importancia o alcances de nuestra tarea e injustificadamente nos tiene botados hace por lo menos tres años.
Debemos suponer que han preferido poner sus fichas en otros proyectos, seguramente muy buenos, pero una vez más coincido contigo, y con muchísima gente, en que hace rato Critica.cl se ha ganado o abierto un espacio que la “institucionalidad” cultural debería preocuparse de que siga ahí, porque esto no se consigue de la noche a la mañana, hay que tener la inspiración, la lucidez y la constancia durante muchos años para construir una instancia como esta. No tengo ningún empacho en decirlo. Lo único que lamento es que, por razones sentimentales, haya abandonado este proyecto Guadalupe Álvarez de Araya, cofundadora de esta revista, con cuyo concurso probablemente esta sería una revista científica y no únicamente poética. Espero sinceramente que algún día recapacite y vuelva a ocupar el lugar que le corresponde.
Estimado Ernesto, si tú pones atención, este sitio a diferencia de tantos otros “portales” no está inundado de publicidad, donde para leer una noticia tienes que cerrar, esquivar o soportar anuncios invasivos que distraen completamente la lectura. En Critica.cl cuando pinchas un artículo o cualquiera de sus páginas esta se abre desprovista de toda distracción, salvo por la portada donde al pie tenemos un banner de la Humboldt International University que, desde mediados del año pasado, 2019, nos está aportando un dinerito mensual con una puntualidad suiza, que agradecemos enormemente. Sistemáticamente hemos rechazado insertar códigos para que aparezcan, como callampas, avisos publicitarios por todos lados, aunque debemos confesar que, a la fecha, hemos publicado tres (3) artículos “patrocinados”, que son artículos publicitarios “camuflados” y donde la exigencia es que no se diga que es publicidad. De algo tenemos que vivir.
Pero para que tú sepas, y para que lo sepa todo el mundo, el principal ingreso y verdadero sostén de esta revista digital lo constituye el dinero que pedimos y nos envían los mismos autores que están publicando en este sitio. 10 mil pesos por artículo y a veces un poco más, cuando se trata de autores que tienen los medios, están conscientes de cuanto nos cuesta mantenernos y valoran este espacio.
Entre paréntesis, querido Ernesto, el único artículo publicado por ti el 25 de noviembre del 2015, en esta revista, ese increíble informe sobre “Los siete Grandes Malos” a mí me parece más que notable. Nunca he podido dilucidar si es una de tus ficciones o un informe policial, pero me tiene sin cuidado porque si lo que relatas es literatura o historia no tiene mucha diferencia, a mí también me gusta confundir ambas disciplinas.
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