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Ignacio Agüero: el método de un documentalista.

por Verónica Echeverry Alvarán
Artículo publicado el 27/03/2012

Entrevista publicada originalmente en «Suite 101» el 20 de junio de 2011

 

A su paso por Medellín, Colombia, el documentalista chileno habló de sus inicios en el cine documental, de sus filmes y de su método creativo.

Asistir a una película para tener luego la oportunidad de hablar con su guionista y director suele ser un evento inusual e infrecuente, mucho más si se trata de un documentalista.

Fue esta la oportunidad que propició la Biblioteca EPM con el programa Cinema, dirigido por el crítico Orlando Mora y que en junio estuvo dedicado al cine de Ignacio Agüero (1952).

Más de 25 años transitando por el documental lo hacen una de las voces más prestantes del cine latinoamericano. Actualmente dedica sus días a la creación de una nueva cinta y a la enseñanza del cine.

Los inicios
“A mis 15 años vi la película «Memorias del Subdesarrollo» del cubano Tomás González. Y lo que pasó fue que al verla sentí que era una película cuyo autor podría haber sido yo… porque todo me parecía cercano… el paisaje, los personajes… y ahí me dije que lo que yo quería hacer toda la vida era darle forma a las cosas que me preocupaban en la vida”.

“Cuando terminé el colegio pude estudiar cine, pero me asusté un poco, me sentía muy chico, creía que tenía que crecer más para hacer películas, así que estudié Arquitectura entre el 70 y el 72. Luego, justo después del golpe militar, estudié cine”.

En sus últimos años de estudiante, entre 1979 y 1982, sin pensar mucho en sí lo que quería era un relato de ficción o no, Ignacio grabó su primer documental:

“En ese momento hacer ficción era impensable, eran los años de la dictadura y el país vivía un gran aislamiento. «No olvidar» (1982) aparece naturalmente por lo que pasaba en Chile. En el año 73 hubo la matanza de quince campesinos por la policía un mes después del golpe. Seis años después aparecieron los cuerpos cerca de sus casas a pesar de que las familias los buscaron por todo Chile. Conocí la historia de una mujer que en esa matanza perdió a cinco de sus hombres: su esposo y cuatro hijos. Y sentí que tenía que hacer una película. No me senté a pensar si debía ser ficción o documental”.

«No Olvidar» fue de uno los primeros filmes vistos después de la dictadura. Por este documental Agüero recibió llamados de organizaciones de derechos humanos que le pedían más películas: “pero me vi sobrepasado, eran muchos los muertos y además era algo peligroso”.

Agüero siguió lo que le dictaba su corazón en ese momento: encontrar respuestas a una pregunta simple: ¿Qué hacer como documentalista? Esta película la llamó «Como me da la gana» (1985).

Soy documentalista
Cien niños esperando un tren (1988) fue su tercera película y con la que se reconoció a sí mismo como documentalista: “Este film llegó como un regalo de Alicia Vega, y fue ahí que sentí que era documentalista y que había elegido seguir el camino del documental porque era el cine que se podía hacer y una forma fascinante de penetrar, conocer y crear una nueva realidad”.

En este documental Agüero logra imágenes naturales, sin artificios, los niños no se convierten en actores, son ellos mismos: “Creo que fue porque seguimos un método que cumplimos con mucho rigor: siempre llegábamos antes y nos íbamos después de los niños. Nos convertimos en una cosa más del lugar. Cuando la profesora llevó una cámara de cartón para enseñarles a los niños los planos, ellos nunca relacionaron esa cámara con las de verdad. Éramos invisibles. Fue mágico”.

Más que tema, imagen
Las películas de Ignacio Agüero nacen de una imagen más que de un tema: “Siempre hay una imagen que me lleva a la película, en «No olvidar», la imagen era la de una mujer que todos los domingos caminaba desde su casa hasta el lugar donde murieron sus hombres para llevarles flores. Al final, me pasa que acabo haciendo una película para poner en ella la imagen que me obsesiona”.

Esta imagen central o motor es fundamental en el trabajo del documentalista, porque lo salva de perderse en una investigación infinita:

“La imagen central funciona como faro. Si uno se pierde su luz te devuelve al camino. En el documental, a diferencia de la ficción no hay un guión exacto, uno se puede ir perdiendo en el camino porque son muchas las cosas que surgen de la exploración, pero esta licencia para perderse solo te la puedes dar cuando tienes el argumento de tu historia muy claro. El rodaje requiere un tipo de escritura muy precisa, de lo contrario, uno filmaría todo, y eso no se puede ni se debe”.

Agüero puede parecer un tanto atípico en sus métodos de rodaje: la fotografía de sus filmes se basa en la observación de la luz natural, así que no hay artificio alguno en sus cintas, y tampoco utiliza guión:

“No trabajo con guión salvo la película que estoy haciendo ahora. No lo veo necesario por el tipo de películas que hago. Mis películas se van haciendo en el rodaje. Creo como Alain Bergala, que el verdadero cineasta es el que piensa mientras hace la película. Esto no quiere decir que no tenga la película muy clara desde el principio: qué ocurre, dónde ocurre, cuándo, por cuánto tiempo, quién cuenta y quién participa en la acción. Si uno es capaz de responder estas preguntas tiene una película”.

Para cerrar el diálogo, Ignacio Agüero ofrece algunas definiciones del oficio:

«Cine es algo que no podría decirse en un lenguaje que no sea el de la imagen y el sonido».

«Documental es el acto de enfrentar la cámara a un espacio. Un documental siempre está creando una nueva realidad algo que no existiría si no se hubiera filmado. Nada más ficticio que un documental y nada tan documental como la ficción: la ficción es un documental sobre los actores actuando».

«Más que un representante de la realidad, un documentalista es un jugador. Alguien que juega con la forma y el lenguaje para crear una nueva realidad. Jugar con el lenguaje significa tener conciencia de que trabajas con formas: encuadre, color, duración, tamaño del plano. El modo en que combinas esos elementos es la forma».

«Para hacer documental se necesita muy poca gente, por lo general tres personas: director, sonido y cámara. La sala llena o la taquilla no es una exigencia porque el documental está fuera del star system. Tampoco hay presión de terminar el rodaje en una fecha precisa. Estoy no es ninguna ley, es solo mi experiencia».

Sin más afán que darle forma a las historias que le obsesionan, Agüero nos despierta a la mirada aguda de lo que es, en apariencia, nimio y cotidiano.

Ver entrevista publicada el 31 de julio de 2013 en BiobioChile.tv

Filmografía
No olvidar (1982, 16 mm); Como me da la gana (1985, 16 mm); Cien niños esperando un tren (1988, 16 mm); Sueños de hielo (1993, 16 mm); Aquí se construye (2000, 16 mm); La mamá de mi abuela le contó a mi abuela (2004, 16 mm); El diario de Agustín (Trailer) (2008, digital), El otro día, 2013.
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Un comentario

[…] Cómo me da la gana (1985), 30 min.El director del documental interrumpe los rodajes de 5 películas que se realizan en Chile en 1984 para preguntar a cada director cuál es el sentido de lo que están haciendo, en un tiempo en que hacer cine en Chile está casi prohibido.►Sábado 16 de marzo, 17:30 horas. Auditorio […]

Por Completa retrospectiva de Ignacio Agüero revisita “El Diario de Agustín” | La Nación el día 19/06/2017 a las 00:30. Responder #

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