EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


Con la muerte en los puños, de Pedro Ángel Palou.

por Luis Quintana Tejera
Artículo publicado el 14/09/2020

Luis Quintana Tejera
qluis11@hotmail.com
www.luisquintanatejera.com.mx
Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma
del Estado de México.

 

Resumen
Esta novela de Pedro Ángel Palou es de una importancia trascendental para los estudios literarios del nuevo siglo. Fue publicada en el año 2002 y se reviste de una gracia especial al narrar la historia de un boxeador contada por él mismo. Baby Cifuentes es un hombre que no ha tenido mucha suerte en la vida y que se mueve en el medio truculento del box. Tiene muchas oportunidades, pero gradualmente las va desperdiciando como si realmente no deseara llegar a la fama.
Acusa a las mujeres de ser la causa de su perdición y, su culpa, ha sido muy superior a la que achaca a las féminas.
El manejo del idiolecto por parte del escritor es digno de destacarse por su calidad expresiva y por el modo de utilizar con acierto el lenguaje y los modos lingüísticos de un hombre particularmente grotesco, pero no exento de cierta gracia.
El título de la novela Con la muerte en los puños parece anunciar algo que en los hechos resultará inexacto como se comprobará en el análisis.

Palabras claves
Infidelidad, búsqueda, amor, sexo, drogas, infiernos personales.

 

Abstract
This novel by Pedro Ángel Palou is of transcendental importance for the literary studies of the new century. It was published in 2002 and is given a special grace when telling the story of a boxer told by himself. Baby Cifuentes is a man who has not had much luck in life and who moves in the gruesome environment of the box. He has many opportunities, but gradually he is wasting them as if he really did not want to achieve fame.
He accuses women of being the cause of his downfall and, his guilt, has been much higher than that attributed to females.
The writer’s handling of the idiolect is worthy of note for its expressive quality and for the way in which he correctly uses the language and linguistic modes of a particularly grotesque man, but not without a certain grace.
The title of the novel With death in the fists seems to announce something that in fact will be inaccurate, as will be seen in the analysis.

Keywords: Infidelity, search, love, sex, drugs, personal hell.

 

Introducción
Confieso que cuando leí por primera vez Con la muerte en los puños me sentí, al menos por unos momentos, desorientado. Y no provocó esta situación la carga de violencia contenida en la novela, ni el vocabulario nada elegante, ni los excesos del personaje. En realidad, lo que la novela estimuló en mí fue un peculiar rechazo hacia el manejo del idiolecto[1]. Me costó trabajo asumir la focalización interna fija y la autodiégesis[2] como la voz dominante del relato y tener que seguir de este modo el único guía que el propio personaje nos proporcionaba.

Me costó aceptar los múltiples “lugares comunes” citados a lo largo del desarrollo narrativo hasta que pude llegar a separar, casi aislar diría, la voz del narrador de la voz del escritor. Muchas veces caí en la tentación de censurar severamente al escritor cuando en realidad a quien le correspondía ser increpado era al descarado focalizador interno fijo llamado personaje.

Sentadas las reflexiones anteriores estoy en condiciones de iniciar un somero análisis de la novela, análisis que obviamente tendrá como eje central de reflexión a la figura del protagonista.

Título
Con la muerte en los puños es una metáfora que se ajusta perfectamente bien con la figura del personaje. Con frecuencia se ha dicho que los puños del boxeador son un arma letal como lo puede llegar a ser también la pluma en manos de un escritor si se nos permite continuar con el desarrollo de la metáfora iniciada supra.

Pero curiosamente, Baby Cifuentes, el protagonista tiene muy claro en todo momento que no puede, ni debe, ni quiere utilizar sus manos como arma terminal. A pesar de esto último, en el devenir de la anécdota constataremos que el boxeador mata, asesta el golpe brutal o, al menos, tiene que ver con hechos criminales, pero lo hace fuera del ring; los casos de las jóvenes Marisol y Ariadna serán sólo algunos ejemplos que resultarán explicados infra.

Posiblemente sean los excesos del hombre que no puede vivir sin ellos los que constantemente lo convierten en un monstruo asesino que contrasta tímidamente con aquel individuo temeroso que ingresa al ring. Él mismo comprueba y refiere a las bajas estadísticas de muerte en el cuadrilátero y nosotros damos fe de las altas estadísticas criminales que preponderan en la existencia individual del Baby. Podríamos preguntarnos: ¿Cuántos de nosotros hemos provocado accidentalmente una muerte? ¿Cuántos hemos estado involucrado en actos delictuosos que trajeron como consecuencia la desaparición física de una persona? Es más, ¿cuántos hemos matado alguna vez? Las respuestas quedarían encuadradas en el marco de estadísticas poco representativas, porque el hombre común y corriente puede odiar y despreciar a sus semejantes, pero no mata con tanta facilidad. Sí, se les escucha con frecuencia maldecir y amenazar con la muerte al prójimo, pero del dicho al hecho hay un gran trecho.

En fin, la presencia de la muerte constituye un suceso real en la vida personal e intransferible de Cifuentes y no en la vida profesional como parece sugerirlo el título.

Capítulos de la novela
En lugar de capítulos la novela se divide en raund, quince raund para ser más específicos. Este número se yergue como una cifra cabalística en la vida del boxeador. Cada raund dura tres minutos, pero esos tres minutos no siempre son iguales dice el personaje en el raund séptimo; la noción temporal ha de depender de la pasión contenida, de los golpes recibidos y de los golpes dados, del pensamiento, del estado de ánimo, en fin, de muchos elementos que en ese momento se juntan para dar plena significación a lo que se está viviendo. Es igual que en la vida y muy semejante a lo que sucede en una novela. Quien cuenta los hechos lo explica de este modo:

Todos los raund del mundo duran tres minutos, eso lo sabe cualquiera.
Sin embargo, ningún raund dura lo mismo.
El tiempo es la medida menos exacta. Sí, ya sé que si los contamos son los mismísimos ciento ochenta segundos, pero las manecillas nunca se mueven igual. Hay asaltos de un siglo y otros que se van como el agua, en un cabrón pestañeo. [3]

Esta alusión de carácter temporal que incluye una profunda filosofía de la existencia humana y de la propia temporalidad que marca nuestras acciones, lleva al personaje a decirnos también que con este raund ha llegado al centro de su historia, a lo que él denomina citando a don Lupe: “el punto de quiebre” (p. 85). Faltan aún ocho raund para arribar al final de la novela, pero cuando un boxeador ha pisado el límite que marca el número siete sabe, al igual que el narrador de una novela, si logrará o no su objetivo. Y la cifra final de quince duplica al mágico siete; sólo falta la unidad para terminar de completar el carácter cabalístico de esta referencia como lo señalábamos supra.

Asistimos, por lo tanto, no a la lectura de una novela solamente, sino a un enfrentamiento boxístico en el cual los dos oponentes serán el Baby Cifuentes, por un lado, y la vida misma por el otro. Él narrará sus obsesiones que arrancan, de esto a mí no me cabe la menor duda, de una mente enferma. El personaje al comenzar a contar ya ha jugado y ha perdido. Ahora es preciso recrear este enfrentamiento para saber con mayor exactitud cómo ha sido derrotado y por qué.

Narrador
Como si no fuera suficiente con la detonante presencia individual del protagonista, debemos asumir también —ya lo habíamos anunciado líneas atrás— que la historia que se contará la relatará el propio personaje como notas dispersas en libretas comunes y corrientes escogidas con este fin. Es decir, mientras él nos va contando sus anécdotas estas anécdotas quedan consignadas como la novela que el propio lector está recorriendo con sus ojos.

Me veo en la obligación de citar la novela para poder recrear el discurso crítico. El escritor no sintió vergüenza alguna al hacerlo, porque se escudó detrás de la voz de su protagonista. Yo no tengo ningún narrador que se haga cargo de mi discurso crítico y, por lo tanto, debo asumir con valentía y no sin una moderada cuota de vergüenza las palabras y dichos del personaje. ¿Por qué me sucede así? Simplemente porque a pesar de admirar el modo en que el escritor recurre al idiolecto, el lenguaje del protagonista reafirma su condición social y marca la controversia entre el buen gusto estético y las chocantes maneras en que el personaje desnuda su universo. Y dejo constancia también —no hacerlo implicaría un olvido imperdonable— que el narrador consigue dar ciertos saltos poéticos en donde se borran por completo los límites entre el buen decir y las chocantes maneras aludidas. Y se difumina esta frontera, porque la maestría del autor consiste precisamente en alcanzar lo impensable, en expresar —desde esa boca que en un ochenta por ciento dice vulgaridades— el universo tal y como lo ve el boxeador, pero con un tinte de poesía que parece estar latente en toda forma de pensamiento por más bajo que éste sea.

Veamos algunos ejemplos para que la noción anterior resulte fundamentada:

Si supieran lo que se siente en el cuadrilátero, el puto silencio antes de empezar a golpear. Ese silencio es cabrón, es como si Dios hubiera muerto y ya nadie pudiera hablar. Es como si el cerebro se hubiera quedado mudo y ninguna voz pudiera expresarse nunca más. (p. 43).

Es ésta una experiencia muy personal de quien debe enfrentar la posibilidad de la muerte en cada pelea. Ese silencio que se apodera de todo antes de iniciarse las acciones es el preámbulo funesto de lo que viene a continuación. Ese silencio es maldito y presagia el acabarse. Y una frase, sólo una frase que parece tener un discutido alcance metafísico: “Es como si Dios hubiera muerto”, se reviste de una trascendencia poética sublime. Si aceptamos la muerte de Dios aceptaremos también el silencio universal. Cuando ya nada se escuche allí estará el hombre —solo y abandonado— para enfrentar su destino.

Otro caso semejante es el siguiente:

Me encanta el mar, me pone pendejo. Puedo pasarme toda la noche viendo las olas; pinches necias: vienen, van, no se cansan. Estallan, madres, pinche espuma y luego se regresan por donde vinieron las hijas de su chingada madre y vuelven. (p. 63)

Lingüísticamente prevalecen las palabras malsonantes que constituyen una forma de expresión típica del protagonista; pero por encima de estas expresiones alcanzamos el acceso a un contexto muy bello en donde el ir y venir de las olas hipnotiza al personaje, al mismo tiempo que estas mismas olas son el símbolo del incansable ir y venir del tiempo, de los espacios, de los hombres, de la vida misma. Baby Cifuentes está leyendo el mensaje que la naturaleza le comunica y lo hace con sus escasos recursos interpretativos que resultan, a la postre, más hondos que los de cualquier crítico itinerante. Es cierto que detrás de él está el escritor profundo y conocedor de la literatura y sus menesteres; pero nadie le puede quitar el mérito —a este mismo escritor— de la belleza expresiva con que todo esto queda dicho.

Análisis de pasajes representativos
1. El comienzo.
La novela empieza in medias res[4] cuando el narrador dice: “Me pregunto cuánto tiempo hace que mi mujer me caga la vida” (p. 13).

Son doce exactas palabras, primeros vocablos que han salido del cerebro lastimado del protagonista-narrador, que aluden a un pasado y a una relación tormentosa. Quien narra quiere saber, desea alcanzar un conocimiento que parece estar —al menos al principio— fuera de su alcance meramente racional y que nos adelanta el leitmotiv[5] en donde el personaje revisa uno de sus tantos lances con la vida y en particular con la mujer. Él mismo dirá —inconscientemente libre de culpa— que las mujeres lo han arruinado, sin detenerse a analizar —esto le sucede frecuentemente a cualquier ser humano— el porcentaje de culpa que a él le toca. Explicaremos a continuación algunas nociones en torno a la idea de in medias res para continuar en seguida con el análisis de esta relación tormentosa del Baby con las féminas.

1.1 In medias res
Esta forma de comenzar un relato es una característica bastante frecuente en las narraciones. Cuando el narrador empieza a contar una historia, directa o indirectamente alude a un pasado que el lector no conoce y anuncia un futuro que se dispone a desvelar. Por lo tanto, será frecuente la utilización de los recursos de analepsis[6] y prolepsis[7] tanto sea para recordar acontecimientos pasados en el primer caso, como para adelantar otros en el segundo.

Lo único diferente será la manera en que la voz que habla manejará estos comienzos “en mitad de la cosa”, es decir en mitad de la materia narrativa.

Las grandes epopeyas griegas —Ilíada y Odisea— comienzan de esta forma. ¿Por qué lo hacen? Porque en la primera de ellas aún no sabemos —al menos lo desconoce el lector contemporáneo— quién es Aquiles ni conocemos tampoco el origen ni la naturaleza de esa cólera. Es cierto que el narrador adelanta algunos sucesos en curiosa prolepsis al decir que se cumplía la voluntad de Zeus y explicar la separación de los rivales y la posterior cremación de innumerables cuerpos. Pero esa breve incursión en el futuro de la historia no explica totalmente el pasado, sólo lo hace parcialmente.

En la segunda de las obras mencionadas el inicio es semejante en cuanto a estructura refiere: “Háblame, oh musa, de aquel varón de multiforme ingenio”.[8] La musa, mediante la inspiración, iluminará la mente del narrador para que éste revele el pasado de un héroe a quien sólo conocemos parcialmente por leyendas que la tradición nos ha legado; pero —si no hemos leído La Odisea— no podremos saber los pormenores de la historia de acuerdo con la tradición homérica, tan rica y al mismo tiempo tan diferente a otras maneras de interpretación del pasado mítico.

Por lo tanto, estos comienzos arrancan de un presente que a pesar de estar caracterizado —como todo presente— por un constante movimiento, por un dejar de ser permanente, igual se reviste de cierta inmovilidad para poder manejar así y con mayor acierto las otras dos nociones complementarias: el pasado y el futuro.

Tanto una idea temporal como la otra son imprecisas, casi inexistentes para el lector que todavía no ha tomado contacto con ellas. El narrador decide de qué manera dará a conocer los hechos: qué contará, qué esconderá, qué adaptará a su punto de vista, qué transmutará mediante la magia de su propia poética.

En resumen, estos comienzos forman parte de una poética y representan un medio de empezar caracterizado por el impacto que provoca la frase incompleta en la cual se promete más que lo que se explica.

En Palou observamos entre nubes un ayer: “Cuanto tiempo hace que” y valoramos además la duda profunda del personaje: “Me pregunto”.

2. Las mujeres en la vida del protagonista
Mencionaremos sólo tres mujeres en la vida del personaje a los efectos de poner a prueba las propias palabras del narrador y confrontar su veracidad o falsedad según sea el caso.
La primera es Norma, su esposa. A ella alude la frase inicial de la novela.

Baby Cifuentes no puede ni sabe comportarse como un hombre “normal”. El ambiente al que pertenece lo arrastra y lo convierte en un adicto al alcohol, las drogas y las mujeres. Por una especie de inercia propia de todo mortal buscó el matrimonio e intentó —tímidamente lo intentó— que todo saliera bien.

Pero Norma, la Nefris —así le llamaba tomando el símil del comic Kalimán, género menor citado a la luz de los intereses del personaje— se fue cansando poco a poco.

La agobiaron la soledad, la incomprensión, la falta de diálogo, las infidelidades, las borracheras, las parrandas sin fin. El personaje recuerda sin arrepentimiento alguno la primera vez que la engañó con una prostituta en un hotel de Cd. Juárez. Se llamaba Denisse y el protagonista señala entre otras cosas de colorido lenguaje: “Pinche divertida que nos pegamos” (p. 14).

Comprobamos también de qué forma el Baby falta a las reglas no respetando ni la abstinencia sexual, ni la prescindencia del alcohol antes de la pelea.

Los criterios rígidos no han sido hechos para él y, poco a poco, su desacato a las normas lo irá hundiendo cada día más.

Veo un guiño al lector en el hecho de que su esposa se llama precisamente “Norma”, porque él no la respeta y al faltarle a ella, está faltando también a lo que su apelativo representa: ninguna pauta tendrá razón de ser en la existencia del protagonista.

Y precisamente a raíz de la segunda pregunta reformulada en relación con el planteamiento inicial, analizaremos el comportamiento de Norma hacia su esposo. Esta interrogante aparece expresada así: “¿Cuándo no me cagaba la vida Normita?” (p. 16).

Ella adopta diferentes maneras de ser ante su pareja. Antes de casarse le gustaba que peleara. Luego lo importunaba diciéndole “que me iban a matar o que me iba a quedar pendejo” (p. 16). Llegó a reclamarle que él peleaba únicamente por dinero y que a través de esto expresaba su incapacidad para ganarse la vida de otra forma. “Era un bueno para nada” le decía. Además, lo tildaba de “vanidoso” llamándole además de una forma despectiva y cruel: “maldito perdedor”.

Podemos observar de este modo, como el mutuo conocimiento que otorga la vida en común va abriendo las compuertas que conducen a la ofensa y a la denigración. Quizás ella no tuviera derecho a llamarle de estas maneras, pero es cierto que ya se había cansado de un hombre que quizás algún día la quiso, pero que hoy la desprecia y la hace a un lado con sus actitudes y desmanes.

Y finalmente ella lo abandona para irse a vivir a Mexicali con otro hombre.

El personaje reflexiona en voz alta en torno al tema de la mujer: “No estoy de acuerdo con Gavito en eso de que las viejas no tengan vela en este entierro, si ellas fueron las que encendieron los cirios por tantos años”. (p. 25)

De esta forma acusa a la mujer y la hace responsable de todo lo que fracturó —de una manera y otra— su existencia. Pero realmente no se detiene a pensar en la propia responsabilidad que ha sido determinante para que los acontecimientos devinieran así.

Y precisamente, reflexionando el protagonista acerca de los posibles inicios que su novela ha de tener, incluye el tema de la mujer, de las mujeres y otros más que dejan abierta la posibilidad de que una novela pueda tener diferentes comienzos, aunque aparentemente se trate de uno solo.

Se refiere a:
El box.
Las viejas.
El chupe.
La droga.
La gloria.
La derrota.

Si observamos atentamente, los temas se relacionan de manera estrecha y configuran como una suerte de constelación de diversos motivos en donde algunos se vuelven leitmotiv como el box, las viejas, el chupe y las drogas y, otros, son tan solo momentos desaprovechados como la gloria y, demás; instantes decisivos y aplastantes como la derrota; porque el protagonista es tan solo un triunfador aparente en los enfrentamientos pugilísticos en los que ha vencido, y es un derrotado real en los lances que la vida ha puesto en su camino.

La segunda es la misteriosa Marisol, amante de Tomás Chávez, quien es un individuo de esos que dominan el ambiente en el cual se desenvuelven y que tienen arraigado hasta extremos inconcebibles el sentido de la propiedad; y Marisol es de su propiedad y ante la eventualidad de perderla le preocupa más su posición como jefe que su situación de amante; en fin, es un malviviente de esos a quienes realmente se les debe tener miedo. Baby Cifuentes menospreció su poder y cuando quiso acordar era ya su víctima y éste le hizo pagar la osadía de acercarse a Marisol de la manera más cruel.

El boxeador aparentemente se enamora de la joven desde el primer día que la ve; es lo más probable que sea tan solo el deseo de poseerla el que lo domina desde el principio; él quiere convencerse que es amor, pero el poco tiempo con el que contaron para vivirlo nos hace pensar que ni siquiera pudieron dar fin a toda la carga de sexo que ambos tenían guardada el uno para la otra; por lo tanto, no pudieron nunca llegar a saber si verdaderamente se amaban. Lo que sí podemos sostener es que se convirtió en una obsesión para el Baby y que cuando se dio cuenta de la dimensión que los hechos habían alcanzado ya estaba drogado y solo en la misma habitación en la que encuentra asesinada a Marisol. La duda lo mortificará durante mucho tiempo llegando a pensar que él mismo le pudo haber disparado, víctima de la poderosa droga que le habían administrado.

Se enterará posteriormente de los maquiavélicos procedimientos utilizados por Chávez y —en ese momento al menos— no podrá hacer nada. El tiempo le dará la oportunidad de la venganza, pero será una venganza sin sabor alguno y la represalia se convertirá al final de la obra como un acto necesario, pero no dichoso, pero no dichosamente trágico y cruel como él lo había deseado.

En el raund trece todavía recuerda a Marisol y a las horribles circunstancias de su muerte. Dice al respecto:

Igual con Marisol. Yo me la estaba cogiendo, de acuerdo, aun a sabiendas de que tenía su palenque y que era muy chipocludo y todo eso. Pero de ahí a que yo provocara que se la chingaran y por ahí me quisieran meter en chirona para siempre, eso es otra cosa. (p. 161).

Llama la atención el modo fácil, casi infantil que posee el personaje para descargar su conciencia. Precisamente porque él se “estaba cogiendo a Marisol”, por eso, Chávez toma represalias y lo hace contra la mujer para defender un código de honor que toda hembra sometida o no debe respetar. Desde una posición absurdamente misógina castiga a su mujer y perdona o, por lo menos no tiene en cuenta, al causante de este alejamiento de la fémina compartida. Es un mundo de machos malditos en donde la mujer no tiene un lugar digno; ellas sólo sirven para otorgar un placer momentáneo y para hacerles creer, a esos mismos machos, que lo son aún más.

Por lo tanto, el personaje sí es responsable, inconscientemente responsable de la muerte de Marisol, y al negarlo sólo reafirma que los golpes que le han dado en el ring lo han dejado “pendejo” como le decía Normita.

La tercera mujer es Ariadna, la atractiva Ariadna a quien lleva a Acapulco después de una noche de diversión. Ambos la pasan muy bien disfrutando del sexo que es variado e intenso. Tres días están en Acapulco y no deja de ser representativo del idiolecto del personaje y de su idiosincrasia la manera de aludir a algunos momentos de su relación, que más parecía orgía romana que acercamiento de dos seres normales. Dice en determinado momento:

Así nos la pasamos toda la mañana, bebiendo champán, comiendo uvas y queso y cogiendo como Adán y Eva en el pinche paraíso, como dos bestias a las que le vale madre el mundo, o Dios. (p. 140).

La alusión al intertexto de la Biblia no deja de ser curiosa y sobre todo por atribuirle a la pareja eterna y sagrada algo tan cotidiano como la relación sexual vivida con gozo y entrega mutua. Más aún cuando habla del “pinche paraíso” y cuando sostiene que les valía madre el mundo y el propio Dios. Estas afirmaciones que suenan irreverentes, atrevidas y hasta obscenas no deben escandalizarnos, porque están dichas por un individuo entusiasta del discurso grandilocuente y mordaz; por un individuo que ya no desea pertenecer a este mundo y está buscando, por el camino de la blasfemia, algún rayo divino que acabe con sus tristes días. Pero parece que a este Dios no le preocupan las ofensas de nadie y como el dios borgeano de “Los teólogos”[9] ni siquiera se acuerda del nombre de sus hijos. La tragedia que acontecerá en el regreso no puede ni debe tomarse como una represalia divina, sino tan solo como una de las tantas equivocaciones del inestable Cifuentes.

Y terminaron los días de idilio con Ariadna sin sospechar siquiera que los aguardaba la tragedia en el regreso.

El narrador interrumpe premeditadamente lo que pasó en el viaje del regreso por lo que nos imaginamos que algo muy terrible debe haber sucedido. Reunido con sus amigos el Baby se permite un comentario chusco sobre el mundo intelectual, que bien puede tratarse de un nuevo guiño de ojo al lector que proviene del inquieto escritor:

Los pinches intelectuales son así, se creen las mentiras que leen en sus libros y se las dicen a sus alumnos que las escriben en sus cuadernitos y las repiten como pendejos en los exámenes. Para eso sirve la pinche universidad, es un lugar donde las mentiras se hacen verdades de tanto decirlas, no porque sucedan. (pp. 148.149).

Esto es lo que piensa en voz alta el protagonista y lo que también medita en voz baja el escritor. Lo veo como una especie de confesión relacionada con el propio universo de aquel que está detrás del narrador. Los “pinches intelectuales” son los otros y es él también, el escritor; porque el Baby Cifuentes resulta naturalmente excluido de esta categoría. En fin, se trata de una broma que encierra mucho de verdad, sobre todo cuando se refiere a las mentiras que se transforman como por arte de magia en incipientes verdades y que —aprendidas por sus alumnos— son repetidas mecánicamente en los exámenes. Y, como si no fuera suficiente con aludir con irreverencia a Dios y a sus dominios, también la Universidad cae víctima de las diatribas del narrador personaje.

Volvamos a nuestro asunto. En el viaje de regreso sufren un terrible accidente que trae como consecuencia la muerte de Ariadna y el fin de la carrera para el Baby, el cual resulta físicamente dañado.

La pobre Ariadna pasó de los brazos de Eros a los brazos terribles de Tánato[10]. Su cuerpo destrozado por el accidente no dejará ni rastros de aquel otro cuerpo que horas antes retozaba en la cama con Baby Cifuentes.

Y el protagonista procede como siempre: sin culpa; no siente la irresponsabilidad en que incurriera al manejar y prefiere cargar el compromiso en el conductor del tráiler. Nuevamente vemos al Baby en una actitud cómoda.

En resumen, las mujeres no parecen haber sido la causa principal del decaimiento y derrota de este héroe moderno. Todo parece radicar en otros excesos y en la creciente ineptitud que lo caracterizó en todo momento.

Si bien no pensamos que el boxeo sea un deporte hermoso, al menos estamos de acuerdo en sostener que cada púgil puede triunfar —con el alto costo de su decadencia física temprana— y puede sacar buen partido de sus habilidades. Pero, para lograrlo, debe tener controladas sus pasiones y encerrados a buen recaudo sus ímpetus egoístas.

Conclusiones
Hemos recorrido críticamente una novela y hemos observado diferentes alternativas que se producen en relación con el narrador personaje. Confirmamos que la focalización interna fija permite al escritor un mayor despliegue de su capacidad argumentativa; el idiolecto del boxeador disfraza muchas ideas que el escritor desea compartir con sus lectores.

En fin, es una novela excelente en donde la capacidad para contar una historia se apoya en diversos elementos estilísticos que en su momento ya hemos reseñado.

Luis Quintana Tejera

 

Bibliografía
. Borges, Jorge Luis. “Los teólogos”, en El Aleph, Buenos Aires,
Emecé, 1974.
. Genette, Gérard. Figuras III, trad. De Carlos Manzano, Barcelona,
Lumen, 1989.
. Guirand, Félix. Mitología General, trad. de Pedro Pericay,
Barcelona, Labor, 1965).
. Homero. La Odisea, s/t, UNAM, México, 1921.
. Kayser, Wolfgang. Interpretación y análisis de la obra literaria, 4ª. edición, trad. de Mouton y García Yebra, Madrid, Gredos, 1965, [Biblioteca Románica Hispánica].
. Moliner, María. Diccionario de uso del español, tomo I, Madrid,
Gredos, 2007.
. Palou, Pedro Ángel. Con la muerte en los puños, México,
Alfaguara, 2002.
. Real Academia Española, Diccionario Panhispánico de dudas,
Bogotá, Santillana, 2005.

Notas
[1] Del griego idios que significa peculiar, propio y de dialecto. Es la modalidad de la lengua usada por cada hablante. (María Moliner. Diccionario de uso del español, tomo I, Madrid, Gredos, 2007, p. 1595).
[2] En cuanto a la focalización interna fija Genette resalta el concepto de “restricción de campo” desde el momento en que todo lo que diga o defienda el personaje será extremadamente subjetivo. En lo que tiene que ver con la noción de autodiegético el mismo autor subraya que la autodiégesis “representa en cierto modo el grado intenso del homodiegético”. Homodiégesis implica la intromisión del narrador como un personaje más de la historia y en la autodiégesis el personaje será protagonista de la diégesis contada. (Cfr. Gérard Genette. Figuras III, trad. De Carlos Manzano, Barcelona, Lumen, 1989, pp. 245 y 300 respectivamente).
[3] Pedro Ángel Palou. Con la muerte en los puños, México, Alfaguara, 2002, p. 85. (Las posteriores referencias en las citas de esta novela sólo se incluirá el número de la página al final de la cita).
[4] Locución latina que significa literalmente “en mitad de la cosa” y que puede interpretarse como “en pleno asunto, en medio de la acción” y se usa especialmente referida al modo de comenzar una narración. Si el relato iniciara —valga la redundancia— desde el comienzo se denominaría ab initio o ab ovo. (Cfr. Real Academia Española, Diccionario Panhispánico de dudas, Bogotá, Santillana, 2005, p. 365.
[5] “Bastaría dar un paso para designar como leitmotiv (motivo dominante) los motivos centrales que se repiten en una obra o en la totalidad de las obras de un poeta. La noción de leitmotiv pertenece al lenguaje técnico de la ciencia de la literatura. La palabra es alemana y ha penetrado, en parte como extranjerismo, en parte como préstamo, en las demás lenguas. […] Es conocida, en novelas y cuentos, la repetida aparición de un objeto determinado o de cualquier rasgo significativo. En la novela de Proust A la recherche du temps perdu, surge en diversos pasajes el mismo pequeño tema musical”. (Wolfgang Kayser. Interpretación y análisis de la obra literaria, 4ª. edición, trad. de Mouton y García Yebra, Madrid, Gredos, 1965, [Biblioteca Románica Hispánica], p. 90.
[6] Analepsis o retrospección. Cfr. Gérard Genette. Op. Cit., pp. 95-120.
[7] Prolepsis o anticipación. Cfr. Ibidem, pp. 95, 121, 131, 138.
[8] Homero. La Odisea, s/t, UNAM, México, 1921, p. 17.
[9] Jorge Luis Borges. “Los teólogos”, en El Aleph, Buenos Aires, Emecé, 1974, pp. 550.557.
[10] Tánato es la muerte, proveedor natural de Hades, el rey del mundo homónimo. Y Eros se relaciona evidentemente con el amor sexual. (Cfr. Félix Guirand, Mitología General, trad. de Pedro Pericay, Barcelona, Labor, 1965).
Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴