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Los poetas y “La república del viento”

por Harold Alvarado Tenorio
Artículo publicado el 14/12/2023

republica-del-vientoRepública del viento
Antología de poetas colombianos nacidos en los años sesenta
Prólogo y selección de Jorge Cadavid
Ediciones Universidad de Antioquia
Medellín, 2013

Dispersos, acríticos, afásicos, la gran mayoría de los supuestos poetas de la “república del viento” han adoptado diversas posturas delicuescentes a fin de no enfrentar ni las realidades de la historia ni las tradiciones de la lengua, rotas, por la demolición de la nacionalidad desde las altas esferas del estado. Desconfiando de su capacidad para comunicarse con el otro, eliminando los nexos sintácticos del discurso, adictos a la catacresis y los hermetismos metafóricos, sus “poemas” no son cosa distinta a una suerte de palimpsestos, o paráfrasis de textos de sus “maestros”, parodias, pastiches, bricolajes confeccionados con germanías y galimatías sintácticas e ideológicas, sin ritmo ni melodía, que conducen al lector desde los despeñaderos y vacíos de la conciencia a una angustia de no saber para dónde vamos y menos de dónde venimos. “Puede que nunca antes se haya presentado una situación tan desgarrada y ambigua en la poesía colombiana, de un descreimiento en las posibilidades del mundo, y, al mismo tiempo, un doble descreimiento en las posibilidades del lenguaje para reunir o agujerear ese mundo”, ha escrito en Una generación sin rostro, el periodista Santiago Espinosa.

Esa es la diagnosis aplicable a la “poética” de los líderes de esta camada de los noventa cuyo proyecto más ambicioso que se conozca hasta la fecha lleva por título Visiones, representaciones y presencia de la nueva poesía colombiana, 1980-2010, inscrita en la OFI de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, por el Doctor en Filosofía de la Universidad de Sevilla, Jorge Hernando Cadavid Mora, con la colaboración del químico farmaceuta Juan Felipe Robledo y el doctor de la Universidad de Iowa Oscar Torres, receptores de numerosos premios de poesía. Cadavid es Premio Euclides Jaramillo (1995), José Manuel Arango (2005), por el cual recibió acusaciones de plagio, Eduardo Cote Lamus (2003) y Universidad de Antioquia (2008). Robledo es Premio Jaime Sabines (1999), Premio Ministerio de Cultura (2001) y Torres Premio Colcultura (1992) y Ministerio de Cultura (1997), todos incluidos en la antología del primero titulada La República del Viento (2012), cinco señoras más treinta y un señores y sin ningún pudor ni recato, el mismo antólogo.

Cadavid ha expuesto en un bricolaje de despojos de párrafos sobre La poesía y el silencio, [Celorio: Hacia una poética del silencio; Gadamer: Acerca de la verdad de la palabra; Arte y verdad de la palabra; Heidegger: Hölderlin y la esencia de la poesía; Hua Hu Ching: Las últimas enseñanzas de Lao Zi; Lao Zi/Chuan Zu, maestros del taoísmo; Ricoeur: De la hermenéutica del texto a la hermenéutica de la acción; etc.] que no cita y tergiversa, titulado La poesía silente [El Meridiano de Córdoba, Montería, 24 de octubre de 2012], la doctrina que justificaría la ausencia de sentido de sus textos y las fanfarronerías y sandeces en numerosos de los que reúne en La República del Viento. Ignorando las milenarias tesis de Confucio sobre la necesidad de rectificar los nombres porque tiempos y espacios rompen la unidad entre el nombre y el significado: “Si los nombres no son los adecuados no se ajustarán a lo que representan, y el pueblo no sabrá como obrar”; ignorando la historia y el presente, Cadavid justifica la abolición de las tradiciones de la lengua con el cuento de que “escribir que no se puede escribir es también escribir. El silencio de la escritura, unido a la desconfianza por el lenguaje lleva al poeta a adorar el silencio como idea, como quimera. Solo la pulsión negativa, solo del laberinto del NO surgirá una poética del silencio estético…”, todo un desorden de ideas extraídas con pinzas de los desvaríos teóricos del gallego José Angel Valente, un seudo poeta místico que predicada como doctrina estética el sincretismo entre la cábala, el sufismo y el misticismo católico duchado con taoísmo y budismo zen. La Osteraicer ornamental del poema contemporáneo, para no hablar ni pensar del presente y menos de la historia personal de su existencia sin experiencias, solo habitadas por las citas académicas consumidas en las vigilias de ratón de biblioteca, le conduce inexorable, a vivir de los arquetipos de lo inefable, del vacío y de la nada. Es decir, del pendejismo y la majadería.

Porque para el entomólogo, pamplonita abúlico y lelo cenobita, el prodigio de la lectura en voz alta no existe, no acontece, no se ejecuta. El hechizo al que someten las palabras, el encantamiento de pronunciarlas, el mundo que revelan, el sonido, el ritmo, los tonos, imágenes, símiles, coloraturas, recursos expresivos, metáforas, los símbolos expuestos y connotados, única manera de decir lo que se dice y el momento irrepetible de su ejecución no dejan ni una huella, ni una mancha en el alma de este abandonado de la vida, esclavo de la cita, el inciso y la componenda.

Piedad Bonnett [Amalfi, 1951] ha sido considerada, por sus correspondencias entre la vida sentimental y los sofocones del erotismo en una señora bien de una sociedad patriarcal, la Lucila Godoy de la “República del viento”. Feminista, intrigante, ladina como la chilena, la señora Bonnett, que en los últimos tiempos se ha dedicado a confeccionar novelas para una editorial española, narrando episodios dolorosos de sus relaciones familiares o de la vida y la muerte de algunos de sus parientes, fue filo maoísta en su juventud aun cuando pertenecía a una familia pudiente del mundo rural. Su poesía “quiso socavar el discurso legitimador del arte de élite” mediante ciertas monerías que emiten las señoras mientras recuerdan los desengaños sentimentales, curando sus angustias mediante un ansia de sexo irreprimible que sólo termina por realizarse en los relentes del lenguaje. Una belleza donde resplandece, ciega, la carne madura e insaciada. Sexualidad transfigurada en metáfora. “Yo pensaba que el mundo era cosa de hombres, /mientras mis senos/ crecían en abierta rebeldía”, dice en uno de sus textos la señora Bonnett. Así, con estos postulados “pretende derrumbar la institucionalidad de la familia o el sexo”, eso sí, siempre y cuando la de ella siga intacta, con su marido obediente y ella haciendo hostias. Frases hechas, lugares comunes, tazas cotidianas de café, bufandas tejidas por las tías que se quedan sin usar, cosas anodinas, hombres mustios cuyas historias revelan las anonimias de su aflicción:

Es el soñado,
el hecho de retazos miserables,
de descripciones de otros,
Frankestein del deseo,
el de la hoja de vida imaginaria
y la conversación imaginaria
y la carta de amor imaginaria,
el que se niega
a ser como los otros
pero es todos los otros y ninguno,
muerta literatura,
y la literatura, ya sabemos
está hecha por dioses pequeños e impacientes
y a menudo rabiosos
que adoran lo que existe y sin embargo
viven de consagrar lo que no existe.

Otro tanto con Jhon Galán Casanova. Incapacitado para hacer una crónica del desgarramiento de una sociedad sometida al crimen y la corrupción, o comprender la rotura entre cultura y espectáculo, el mimado bogotano ha optado, como su par igual patojo Felipe García Quintero, por ofrecer un monólogo, texto y artefacto confeccionado para exprimir fondos de las varias bolsas y rifas del verso que ofrecen el Ministerio de Cultura y las Secretarías de los grandes municipios.  Aterrorizados ante cualquier forma de compromiso con la realidad o la vida, derrotados y defraudados, excepto por la convicción de que “todo vale” cuando se hace parte del establecimiento, sus libros son ataúdes atestados de majaderías, gilipolleces, bobadas, retruécanos, mal aliento, pulgas y piojos que se ofrecen entre sí como maravillosos actos vanguardistas dignos de Simias de Rodas, Rabelais, Carroll, Nodier, Huidobro y Vallejo. No se han dado cuenta que desarticulando el lenguaje y sus escasas posibilidades combinatorias todo termina en un rosario de metáforas y neologismos que nos sumergen en la nada, un mundo que no puede expresarse pues la algoritmia sintáctica y prosódica borra la realidad y la torna mera apariencia, un juego combinatorio que nos anula, como en esta obra maestra de Galán Casanova titulada LI poemas para Li:

-¡Humano, demasiado humano!
-Demasiado humo, mi hermano…

la alambrada, los cables desgastados
la hidroeléctrica, el nevado
el gas, el agua tibia, la tubería
glucosa, lácteos
detergentes, dentiífrico, níquel, litio
TO-SHIVA, PANA-SONY
J. S. Bach, W. A. Mozart, L. A. Calvo
CNÑ, Telesur, Google, Los Simpson
mensajes de voz, de texto
petróleo

la línea blanca de la carretera con li al
volante

ganja, humo, alquitrán
las pavesas exultantes de la pipa
todos mis renglones, axones y dendritas
alerta junto a la ventanilla

paisaje humano,
demasiado humano de este libro

Harold Alvarado Tenorio
Artículo publicado el 14/12/2023

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