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“Dios no ha muerto, es inconsciente”. Fundamentos vs. Fundamentalismo de los conceptos psicoanalíticos.

por Natalia Inés Mendez
Artículo publicado el 01/06/2015

Las referencias a temáticas vinculadas a Dios en la obra de Jacques Lacan son recurrentes y no se prestan a una interpretación unívoca. “En el Seminario La ética… Lacan asume una vez más el enunciado “Dios ha muerto” como verdad histórica de nuestra época (…) Pero la lectura que hace entonces es enteramente diferente de la versión heideggeriana. Como Heidegger –y, a diferencia de Freud- distingue pues un Dios-razón y el Dios de la fe pero el dios cuya muerte comenta la muerte no es el Dios de la metafísica.”(1) De este modo retoma la tesis freudiana y se aleja de Nietzsche. En el año 1964, emulando quizás la provocativa enunciación nietzscheana, Lacan interpela a su auditorio con la siguiente frase: “Porque la verdadera fórmula del ateísmo no es Dios ha muerto –pese a fundar el origen de la función del padre en su asesinato, Freud protege al padre-, la verdadera fórmula del ateísmo es Dios es inconsciente.”(2) Luego continúa el relato sin detenerse en aclaraciones, muy propio de su estilo discursivo.

La reformulación lacaniana del enunciado nietzscheano ha dado lugar a distintas lecturas tanto en el ámbito filosófico como en el psicoanalítico. En el presente artículo se expondrán brevemente las tesis de François Balmés y de Slavoj Žižek, para postular luego una lectura alternativa que al modo nietzscheano no pretende convertirse en una síntesis totalizadora sino plantear una perspectiva diferente, considerando las circunstancias en las cuales dicha reformulación tuvo lugar.

Dios ha muerto
Nietzsche anuncia la muerte de Dios a través de un personaje, el “loco”, en su obra “La Gaya ciencia” publicada en 1882. La cuestión de la “muerte de Dios” era, en la época en que Nietzsche escribía su obra, un asunto que se venía gestando desde hacía tiempo, tanto en la literatura como en la filosofía. Sin embargo, si bien no es Nietzsche quien inaugura la fórmula, es él quien le otorga una resonancia particular al vincular este anuncio con una crítica a la historia de la filosofía.

En “Cómo el mundo verdadero terminó convirtiéndose en fábula” (3) Nietzsche, caracteriza el modo de pensar de toda la filosofía occidental, desde Sócrates (como inspirador de la metafísica) en adelante. Platón sistematiza la teoría de los dos mundos y a partir de él toda la metafísica occidental estará atravesada por el dualismo entre mundo sensible y el mundo suprasensible. Siguiendo a Heidegger: “Este ámbito de lo suprasensible pasa por ser, desde Platón o mejor dicho, desde la interpretación de la filosofía platónica llevada a cabo por el helenismo y el cristianismo, el único mundo verdadero y efectivamente real. Por el contrario, el mundo sensible es sólo el mundo del más acá, un mundo cambiante por lo tanto meramente aparente, irreal. El mundo del más acá es el valle de lágrimas en oposición a la montaña de la eterna beatitud de más allá. Si, como ocurre todavía en Kant, llamamos al mundo sensible ‘mundo físico’ en sentido amplio, entonces el mundo suprasensible es el mundo metafísico (…) La frase «Dios ha muerto» significa que el mundo suprasensible ha perdido su fuerza efectiva. No procura vida. La metafísica, esto es, para Nietzsche, la filosofía occidental comprendida como platonismo, ha llegado al final. Nietzsche comprende su propia filosofía como una reacción contra la metafísica, lo que para él quiere decir, contra el platonismo.” (4)

El término que Nietzsche utiliza para dar cuenta de su crítica a la filosofía es el de monótono-teísmo. “La metafísica se constituye desde conceptos inmutables (egipticismo), que se organizan sistemático-piramidalmente desde un principio que opera como arkhé, elemento jerarquizador y fundamentador del ámbito gnoseológico, ontológico y moral. Los sistemas ordenados en torno a un “dios” (Theismus) inmutable (Monotono) son para Nietzsche nihil desde su mismo origen, productos de una afirmación de la voluntad de la nada.” (5) Esta organización conceptual piramidal tiene un carácter “óptico-moral”, lo que significa priorizar el aspecto, la apariencia de las cosas -en clara referencia a las ideas platónicas y el conocimiento representativo- señalando al mismo tiempo el vínculo de cercanía entre metafísica y moral.

Si Dios ha muerto, habrá que redefinir el bien y el mal. Destituido Dios como principio primero, único, y fundamentado en sí mismo, surgirán las perspectivas, los puntos de vista. Ésta es la gran hazaña de Nietzsche, la deconstrucción de todo ideal de totalización. En lugar de síntesis totalizadoras tendremos que soportar el vértigo del fragmento, las tensiones y paradojas de la existencia. Si ya no hay un sentido último se tratará de crearlo, aunque lo sepamos provisorio.

Balmès: multiplicidad de nombres divinos
François Balmès en Dios, el sexo y la verdad sostiene que si en Freud todo lleva al Padre, Lacan declina los puntos de contacto del psicoanálisis con lo que se llama Dios en una multiplicidad de términos, para los cuales propone la denominación “nombres divinos en el psicoanálisis” Incluye en esta categoría a diversas nociones lacanianas tales como: “el Otro”, “Nombre-del-Padre”, “significante de la falta en el Otro”, “sujeto supuesto saber”. “El psicoanálisis sitúa cierta cantidad de puntos de estructura en la experiencia del ser hablante leída a partir del inconsciente, los cuales corresponden a lo que la tradición religiosa y filosófica ha nombrado como Dios –y ello por lo tanto independientemente de las convicciones religiosas del sujeto.- (…) El psicoanálisis produce así una nueva analítica de Dios, una multiplicidad de nombres divinos.” (6) Según Balmès, Lacan, al proferir que Dios es inconsciente está planteando la posibilidad de un ateísmo específicamente psicoanalítico a través de la postulación del “sujeto supuesto saber” como un equivalente de Dios en la función divina de ser el lugar de un saber que preexiste. Sin embargo vale decir que si bien lo que se llama Dios es el inconsciente, se trata de un inconsciente que no tiene “nada de divino”. “El inconsciente produce un decir que se dice sin que se pueda saber quién lo dice.” (7)

Žižek: muerte de dios e imperativo de goce
Slavoj Žižek propone leer la frase que estamos analizando en relación con otra mencionada en un seminario anterior, en la cual Lacan hace referencia al conocido pasaje de Los hermanos Karamazov: “Si Dios no existe entonces todo está permitido”. En palabras de Lacan: “Noción a todas luces ingenua, porque bien sabemos los analistas que si Dios no existe, entonces ya nada está permitido. Los neuróticos nos lo demuestran todos los días»(8)

Según Žižek “El ateo moderno cree saber que Dios está muerto; lo que no sabe es que, inconscientemente, sigue creyendo en Dios. La modernidad ya no se caracteriza por la típica figura del creyente que abriga secretamente dudas sobre sus creencias y se pone a fantasear con transgredirlas; por el contrario, en nuestra época el sujeto aparece como un hedonista tolerante que sólo busca el placer, cuyo inconsciente es ahora el lugar de la prohibición: hoy, lo reprimido no son los placeres o los deseos ilícitos, sino la prohibición como tal (…) nos bombardean de todos lados con versiones diferentes de la obligación de gozar, desde el goce directo en la actividad sexual hasta el goce de los logros profesionales o del despertar espiritual. El goce funciona hoy como un extraño deber ético: los individuos no se sienten culpables por violar alguna prohibición moral practicando placeres ilícitos, sino por no ser capaces de gozar.”(9) En este planteo Dios se convierte en una instancia de imperativo superyoico y el psicoanálisis en la vía privilegiada para poder contrarrestarlo.

Fundamentos del psicoanálisis
Para plantear la posibilidad de una interpretación alternativa a las ya mencionadas, hipótesis que no contradice ni afirma las anteriores, sino que intenta producir una perspectiva diferente, resulta indispensable situar el contexto situacional en el cual esta frase paradójica, sobre la verdadera fórmula del ateísmo, fue pronunciada. Lacan se encontraba dictando el seminario denominado “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” que tuvo lugar en el año 1964. Había sido recientemente excluido de la lista de los didácticos de la IPA (Asociación internacional de Psicoanálisis). Estaba enfurecido por haber perdido legitimidad por traición de sus allegados, según relata Elizabeth Roudinesco. (10) Decidió interrumpir su seminario sobre “Los Nombres del Padre”. Al iniciar el seminario siguiente a aquel abortado, mientras introducía el interrogante acerca de los fundamentos del psicoanálisis, comenta que su destitución de la International Psychoanalytical Association, podría ser comparada con la excomunión padecida por Spinoza. Según sus palabras: “No estoy diciendo –aunque la cosa no es imposible- que la comunidad psicoanalítica es una Iglesia. Inexorablemente, empero, surge la pregunta sobre lo que en ella puede tener resonancias de práctica religiosa.” (11) Luego agrega: “en verdad el mantenimiento de los conceptos de Freud en el centro de toda discusión teórica dentro de esa cadena cansona, fastidiosa, repelente –que nadie lee aparte de los psicoanalistas- que se llama la literatura psicoanalítica, no impide que se esté muy rezagado respecto a estos conceptos, que la mayoría estén falseados adulterados, quebrados, y que los que son demasiado difíciles son pura y simplemente dejados en un cajón; que, por ejemplo, todo lo que se ha elaborado en torno a la frustración es, respecto a los conceptos freudianos de donde se deriva, claramente retrógrado y preconceptual.” (12)

Al decir “la verdadera fórmula del ateísmo” -se podría agregar verdadera fórmula del ateísmo psicoanalítico- Lacan dejaría traslucir cierta puesta en cuestión del ateísmo de sus oyentes, dejando entrever la existencia de un “monótono-teísmo freudiano” en las altas esferas de las sociedades de analistas, en el sentido de sostener una posición de no objetar los argumentos teóricos y técnicos freudianos, por pensarlos como un “legado” indiscutible, inmutable, del “Padre del psicoanálisis”.

Según Alfredo Eidelsztein: “la mítica desarrollada por Freud e incluida por él en el psicoanálisis, estuvo determinada por su posición personal y su pertenencia al judaísmo (…) desde que el cristianismo surge como religión, desde el mismo momento de su surgimiento, surge acompañado por la pregunta de la existencia de dios, los padres de la iglesia se han dedicado a responder a la pregunta por la existencia. En la religión judía no existe pregunta por la existencia de dios (…) más aún, esta misma mítica y elaboración freudiana de estos problemas; o sea, vinculados a la concepción del padre, dice Lacan, es lo que hizo que el psicoanálisis no siguiese progresando en el sentido de articularse a las ciencias. Para Lacan, la modalidad de las instituciones psicoanalíticas a partir de Freud, también responden a la intención de Freud, desde su creación la Asociación Psicoanalítica Internacional fue siempre conducida por un cuerpo colegiado. La Internacional siempre atacó la existencia de alguien que se postule como “Uno”, lo que evitó siempre es que haya nadie que venga al lugar de Freud.” (13)

Así como el enunciado nietzscheano “Dios ha muerto” no se refiere únicamente al Dios cristiano sino que implica la muerte de dios-principio-fundamento, la frase “Dios no ha muerto, Dios es inconsciente” puede ser interpretada del siguiente modo: si Dios es lo que ocupa (u ocupaba) el lugar del fundamento (arkhé- principio jerarquizador) en la historia de la metafísica –luego la sombra moderna de Dios caerá sobre la noción de sujeto-, en la praxis psicoanalítica Dios/fundamento es (o debería ser) el inconsciente y no el yo.

Lacan no plantea el inconsciente como arkhé de la existencia humana, todo el rodeo que utiliza va en la línea de situar al inconsciente, a su análisis, como fundamento de la praxis psicoanalítica, separándose de este modo del movimiento llamado Ego Psychology.

En otra clase, del mismo seminario, Lacan afirma: “A decir verdad esta dimensión del inconsciente que evoco estaba olvidada, como Freud lo había previsto muy bien. El inconsciente se había vuelto a cerrar sobre su mensaje gracias al celo de esos activos ortopedistas en que se convirtieron los analistas de la segunda y la tercera generación, que se dedicaron a suturar esta hiancia, psicologizando la teoría analítica” (14)

Interpretar la reformulación lacaniana del enunciado nietzscheano en su contexto histórico, político y discursivo (la reciente separación de la IPA, su crítica a los analistas de la Psicología del yo y su intención de refundar el psicoanálisis integrando nociones de otras disciplinas) nos permitiría situar la posición enunciativa de Lacan en estrecha relación con la operación nietzscheana de crítica a la metafísica como “historia de un error”. Nietzsche denuncia la desestimación de las nociones metafísicas (ser, sustancia, sujeto, objeto, etc) como construcciones o productos de la necesidad humana de logicizar el mundo, y su postulación como conceptos apriorísticos por parte de los distintos sistemas filosóficos de occidente. Del mismo modo, se podría inferir que Lacan está intentando advertir a los analistas de su época los problemas derivados de ontologizar los conceptos psicoanalíticos y obturar la pregunta por el origen.

Lacan inaugura este seminario planteando algunos interrogantes: “¿A qué se refieren las fórmulas en psicoanálisis? ¿Qué motiva y modula ese deslizamiento del objeto? ¿Hay conceptos analíticos formados de una vez por todas? El mantenimiento casi religioso de los términos empleados por Freud para estructurar la experiencia analítica ¿a qué se debe? ¿Se trata de un hecho muy sorprendente en la historia de las ciencias, del hecho de que Freud sería el primero, y seguiría siendo el único, en esta supuesta ciencia, en haber introducido conceptos fundamentales? Sin este tronco, sin este mástil, esta estaca ¿dónde anclar nuestra práctica? ¿Podemos decir siquiera que se trata propiamente de conceptos? ¿Son conceptos en formación? ¿Son conceptos en evolución, en movimiento, por revisar?” (15) Es posible situar en estas preguntas cierta problematización acerca de la posición que cada quien deberá asumir ante el devenir, ¿Cómo organizamos el caos de la experiencia? ¿Cómo nos situamos ante las teorías? ¿En qué principio ordenador basamos nuestras intervenciones analíticas? ¿Cómo evitar el sostenimiento religioso de los conceptos, o su reverso, su desvalorización por ser meras ficciones?

En clases más avanzadas del seminario XI Lacan retoma la propuesta freudiana de considerar la pulsión como un concepto fundamental en psicoanálisis. Nos recuerda que Freud la considera un mito, dice que por su parte prefiere descartar el término mito y en su lugar priorizar su sentido como convención, es decir como ficción -en referencia a la noción de Jeremy Bentham-. Se percibe en este punto cierta cercanía con las ficciones nietzscheanas entendidas como “esquematizaciones para configurar lo real que se aceptan como verdaderas de manera provisoria (y no como el Grund de lo real)” (16)

Los dioses también se descomponen
En el seminario citado Lacan establece el carácter pre-ontológico del inconsciente. Por ontología entendemos la postulación por parte de cierta rama de la metafísca del modo en que la realidad se configura, aquello que le da fundamento y el sujeto que es capaz de ser el soporte de dichas operaciones. Siguiendo a Jorge Alemán diremos que al decir “pre-ontológico” Lacan no se refiere a lo que aún no reúne las condiciones para una ontología sino a aquello que muestra una realidad sin fundamento. “Es una preontología radical de lo Uno en ruptura, que si bien se ocupa de mostrar el modo en que se instituye la realidad, está atravesada por fracturas y vacíos irreductibles que hacen imposible la determinación de un núcleo último de sentido o fundamento.” (17) De este modo retornamos a la tesis de Balmès: si Dios es inconsciente es un Dios “nada divino.”

Natalia Inés Mendez
nataliamdz@hotmail.com

NOTAS
(1)    F. Balmès, Dios, el sexo y la verdad, Buenos Aires, Nueva Visión, pp. 11-12.
(2)    J. Lacan, El seminario de Jacques Lacan: libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis , Buenos Aires, Paidós, pp. 67.
(3)    F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo, Madrid, Alianza, pp. 57-58.
(4)    M. Heidegger, La frase de Nietzsche Dios ha muerto (Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte en HEIDEGGER, M., Caminos de bosque, Madrid, 1996, pp. 190-240). Disponible en: http://www.heideggeriana.com.ar/textos/frase_nietzsche.htm
(5)    M. Cragnolini, “La constitución de la subjetividad en Nietzsche. Metáforas de la identidad” (Biblioteca digital: Universidad Nacional de Colombia) Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/1512/4/03CAPI02.pdf
(6)    F. Balmès, Dios, el sexo y la verdad, ed. cit., pp. 13.
(7)    Balmès, Dios, el sexo y la verdad, ed. cit., pp. 24.
(8)    J. Lacan, El seminario de Jacques Lacan: libro 2: El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica ,Buenos Aires, Paidós, pp. 196.
(9)    S. Žižek, Dios está muerto, pero no lo sabe: Lacan juega con Bobok (Consecuencias revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento. Publicado en -Cómo leer a Lacan- Slavoj Žižek (cap.6) Colección Espacios de Saber. Traducción de Fermín Rodríguez , Buenos Aires: Paidós, 2008) Disponible en: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/002/template.asp?arts/derivaciones/zizek.html
(10) Elizabeth Roudinesco, Lacan Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, Buenos Aires, FCE, pp. 441.
(11) Lacan, Seminario 11, ed. cit., pp. 12.
(12) Lacan, Seminario 11, ed. cit., pp.19.
(13) Alfredo Eidelsztein, Los nombres del padre (Seminario online www.edupsi.com, 1999) Disponible en: http://www.eidelszteinalfredo.com.ar/index.php?IDM=37&mpal=8&alias=
(14) Lacan, Seminario 11, ed. cit., pp.31.
(15) Lacan, Seminario 11, ed. cit., pp. 18-19.
(16) M. Cragnolini (comp.), Extraños modos de vida. Presencia nietzscheana en el debate en torno a la biopolítica, Adrogué, Ediciones La Cebra, pp. 38.
(17) J. Alemán y S. Larriera , Desde Lacan:Heidegger. Textos reunidos, Málaga, Miguel Gómez Ediciones, pp. 12.

BIBLIOGRAFIA
Alemán, J. y Larriera S. Desde Lacan:Heidegger. Textos reunidos. Málaga, Miguel Gómez Ediciones, 2009.
Allouch, J. Prisioneros del gran Otro. La injerencia divina I. Buenos Aires, El cuenco de plata, 2013.
Balmès, F. Dios, el sexo y la verdad. Buenos Aires, Nueva Visión, 2008.
Cragnolini, M.. Nietzsche, camino y demora. Buenos Aires, Eudeba, 1998.
Cragnolini, M. Extraños modos de vida. Presencia nietzscheana en el debate en torno a la biopolítica. Adrogué, Ediciones La Cebra, 2014.
Cragnolini, M. La constitución de la subjetividad en Nietzsche. Metáforas de la identidad http://www.bdigital.unal.edu.co/1512/4/03CAPI02.pdf (Fecha de consulta: 8 de septiembre de 2014)
Eidelsztein, A. Los nombres del padre.
Disponible en: http://www.eidelszteinalfredo.com.ar/index.php?IDM=37&mpal=8&alias= (Fecha de consulta: 11 de agosto de 2014)
Heidegger, M. La frase de Nietzsche ‘Dios ha muerto’. Traducido por H. Cortés y A. Leyte. Madrid: Alianza, 1995.
Disponible en: http://www.heideggeriana.com.ar/textos/frase_nietzsche.htm . (Fecha de consulta 2 de septiembre de 2014)
Lacan, J.1973. El seminario de Jacques Lacan: libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 2008.
Lacan, J. 1978. El seminario de Jacques Lacan: libro 2: El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica. Buenos Aires, Paidós, 2008.
Nietzsche, F. Crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo. Traducido por A. Sanchez Pascual, Madrid, Alianza, 2002.
Roudinesco, E. Lacan Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento. Buenos Aires, FCE, 2000.
Žižek, Slavoj. Dios está muerto, pero no lo sabe: Lacan juega con Bobok Traducción de Fermín Rodríguez. Buenos Aires,
Paidós, 2008. Disponible en : http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/002/template.asp?arts/derivaciones/zizek.html
(Fecha de consulta: 11 de agosto de 2014)
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