EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


El déficit narcisista en los dichos vivenciales de narcóticos anónimos.

por Leonardo Saguerela
Artículo publicado el 30/09/2015

¿No es lícito imaginar que Narciso no se atreve
a dejar de contemplar esa imagen tan subyugante
-¿y es necesario suponerlo?- tan esperada,
por temor a perder no solamente su ilusión amorosa
sino también la confirmación de su propia existencia?
Joyce Mc Dougall

 

En estas breves líneas intentaremos sumar aportes a la experiencia clínica con pacientes en situación de consumos problemáticos de alcohol y otras drogas en la práctica psicoanalítica actual. Para tal propósito, resultará interesante abordar estas páginas tomando como referencia los escritos vivenciales que surgen desde la literatura de Narcóticos Anónimos (N. A. ), grupo derivado de Alcohólicos Anónimos (A. A. ), programa de recuperación de Doce Pasos para la toxicomanía, el cual se considera de mayor relevancia mundial al respecto de la recuperación de las adicciones. Tomaremos dicho discurso en relación con las consideraciones aportadas por el psicoanálisis en lo referente al llamado “déficit narcisista”.

Los grupos de Doce Pasos, surgidos en EE.UU. a partir del año 1935 con A. A., han logrado una notoria expansión, llegando a la argentina en los albores de la década del 50´. Con respecto a su integración en el ámbito de la salud mental y de la psicología, estos grupos de “un adicto que ayuda a otro adicto” han tenido una intensa influencia en los abordajes de las adicciones surgidos a partir de líneas cognitivo-conductual; en especial, el Modelo Minnesota, de amplio crecimiento en nuestro continente –particularmente en Brasil y en la Argentina- y la Entrevista Motivacional, los cuales se presentan hoy como derivados profesionalizados de una línea muy cercana a los Doce Pasos.

Interesa a este artículo hacer uso del valioso material que surge de los escritos vivenciales de los grupos de N. A., de los cuales la psicología cognitiva, como vimos, ha sacado provecho en la tarea de generar intervenciones clínicas que ayuden a tratar una problemática tan compleja como el consumo compulsivo de alcohol y otras drogas. Nosotros lo haremos, sin embargo, en el marco de la psicoterapia psicoanalítica, la cual creemos tiene mucho para aportar a este respecto.

Antes de comenzar, vale aclarar que las distintas citas que se realicen en este trabajo tomadas de la literatura de N. A. serán bajo la premisa de su propia realización, a modo de “un compendio de la experiencia compartida en Narcóticos Anónimos”. Parece realmente indiscutible la veracidad subjetiva de esa narración del padecimiento psíquico personal producto de la vida con y sin drogas, que aquí se generaliza en una experiencia común que iguala al “yo” con el “nosotros”.

La hipótesis que guiará este recorrido tomará el perfil clínico del Trastorno Narcisista en las consideraciones del Dr. Héctor Fiorini, quien ha realizado puntualizaciones de una envidiable claridad clínica que nos ayudarán a ver las muchas coordenadas comunes entre los llamados “pacientes del déficit” y los “enfermos adictos”, en la autodescripción que realizan los grupos anónimos de recuperación de Doce Pasos. Desde allí daremos cuenta de la cuestión del narcisismo y trataremos de trazar puntos firmes de anclaje entre las aportaciones de N. A. y las propuestas del psicoanálisis vincular, el cual confiamos mucho más afín que otras orientaciones psicoanalíticas para entender la complejidad de los escritos de Narcóticos Anónimos.

Para comenzar, vale hacer algunas aclaraciones preliminares acerca de la llamada “teoría del déficit”, para evitar confusiones. El psicoanálisis clásico se centró en el concepto de “conflicto intrapsíquico”, coronario de la lucha entre las pulsiones libinales o agresivas y las defensas que se les oponían. En esta teoría se entiende que la trama clínica debe incluir un analista que permita la repetición de este conflicto (surgido entre las instancias psíquicas de la segunda tópica freudiana) dentro de la situación analítica, en un marco ejemplar de “distancia analítica”, con las reglas siempre presentes del anonimato, la neutralidad y la abstinencia.

No obstante estas consideraciones, el trabajo clínico posterior a la fundación del psicoanálisis comenzó a mostrar que existían algunas modalidades de trastornos que ya no coincidían con los propuestos básicos del psicoanálisis, de neurosis y psicosis, y que sostener encuadres rígidos era empobrecedor. Es la hipótesis de este trabajo que dentro de esos casos que en algún momento fueron considerados atípicos (no así actualmente, en donde se piensa que son las consultas más habituales) es que puede incluirse la base subyacente de gran parte de las personas que consultan por problemáticas de consumo. Y es por esto que ciertos abordajes psicoanalíticos, y otras orientaciones que descuidan el vínculo (la relación terapéutica como herramienta de la cura) muestran su limitación a la hora de abordar estos tratamientos. La frialdad y la inexpresión afectiva de algunos analistas, a modo de abstinencia, es vivenciada a modo de hostilidad y de rechazo por parte de los pacientes que demandan tratamiento por consumos compulsivos.

“La realidad de hoy día es la de que los pacientes supuestamente “neuróticos”, para cuyo tratamiento fueron ideadas la teoría y la terapéutica psicoanalítica, raramente son vistos en la clínica, y quienes acuden a nuestros consultorios son personas que se quejan de vacío interior, de falta de sentido de su vida, de dificultades en la relación con los otros, de baja autoestima generalmente disimulada por narcisistas actitudes de grandeza, etc., es decir, personas con un self deficitario.” (1)

Podemos encontrar antecedentes de estas concepciones ya en Sandor Ferenci, aunque no fue hasta la llegada de Fairbairn que se abrió la puerta al concepto de “déficit narcisista”, que es la base teórica para entender lo que posteriormente Fiorini describe como Trastorno Narcisista. Es válido aclarar, como afirma Coderch, que existieron y que existen junto con Ronald Fairbarn muchos otros autores indispensables para la teoría del déficit, tales como Balint, con su concepto de la “falta básica”; Winnicot, con su madre “suficientemente buena”; y el genial Kohut, creador de la llamada “psicología del self”. No obstante, vale decir que es Fairbairn quien realiza una oposición fundamental con respecto a la teoría freudiana al enunciar

“que las pulsiones no buscan descargarse de forma libidinal o agresiva, sino que “las pulsiones son buscadoras de objeto”, es decir, que el impulso que mueve al ser humano desde el mismo momento de su nacimiento es la necesidad de contacto con otro ser humano” (1).

Esto produjo una verdadera ruptura con el psicoanálisis clásico, ya que a nivel clínico permite la creación (o, en algunos casos, la habilitación de algo preexistente) de un psicoterapeuta mucho más activo, en contraposición de un analista abstinente, desafectivizado, que solo se permite el silencio y la interpretación.

Mc Dougall, en su Alegato por cierta anormalidad, realiza aportaciones a la cuestión del narcisismo tomando la figura del mito clásico de Narciso.

“¿No es posible suponer que ese niño frágil, que acecha a un doble de sí mismo, busque en su estanque un objeto perdido que no es él mismo sino una mirada? ¿Y que esa mirada sea la que todo niño busca ávidamente en las pupilas maternales, el reflejo destinado a enviarle no solamente su imagen especular sino también todo lo que él representa para la madre? Así se reconocerá como sujeto, que tiene un sitio y un valor propio, a través de una mirada que habla.” (2)

Claro que esa mirada materna muchas veces se encuentra obstaculizada, observando algún otro suceso de la existencia que no siempre incluye al niño. Y si esa imagen de sí mismo, esa imagen narcisista, es frágil y huidiza, así lo será también la integración de la propia identidad y de la propia estima de sí.

“El estudio psicoanalítico de pacientes que buscan evadir sus sensación de vacío por medio del alcohol o las drogas ofrece ilustración adicional acerca de las características de las estructuras intrapsíquicas de dichos pacientes, de acuerdo con las cuales, a mi juicio, varían los efectos del alcohol o las drogas.” (3)

Es muy interesante esta idea de que los efectos de las sustancias varían según el cuadro metapsicológico de base, ya que se trata de una observación de mucha claridad clínica, fácilmente observable, que es muy útil como herramienta diagnóstica. Veremos cómo este rasgo deficitario que hallamos en ciertos pacientes (hoy muy comunes en la clínica) ha sido un factor determinante en que los abordajes con un predomino del lazo vincular tengan mayor relevancia en lo referente al tratamiento de pacientes con adicciones.

A continuación, vamos a revisar algunas reflexiones de N. A. que nos ayudarán a dar cuenta de una problemática que evidentemente se encuentra centrada en el sí mismo de cada quien, en la profunda inestabilidad de las imágenes de sí y en la sensación de vulnerabilidad que el llamado déficit narcisista acarrea.

“La susceptibilidad, la inseguridad y la falta de identidad a menudo van asociadas a la adicción activa y muchos la arrastramos a la recuperación. Nuestro miedo a ser incapaces, al rechazo y a la desorientación no desaparece de la noche a la mañana. (…) Utilizamos falsas apariencias para ocultar nuestra auténtica personalidad, para disfrazar nuestra falta de autoestima. (…) Si vivimos una mentira, estamos diciendo que no podemos vivir con la verdad acerca de nosotros.” (4)

Estas trascripciones del Libro Azul de N. A., libro fundacional de este movimiento, son ejemplificadoras en lo que refiere al Trastorno Narcisista en los términos en que lo plantea el Dr. Héctor Fiorini. Este autor identifica en este tipo de pacientes una preocupación constante por el saldo que surge de las interacciones con los otros, una preocupación que se mide en términos de identidad (quién soy) y de estima de sí (cuánto valgo). (6) Toda interacción es vivenciada por la persona como algo amenazante, ya que en verdad amenaza con romper el débil equilibro narcisista que los mecanismos defensivos, muchos de ellos preverbales, logran apenas sostener.

“Cuando los demás aprueban lo que decimos o hacemos nos sentimos bien; cuando lo desaprueban, nos sentimos mal. (…) “La baja autoestima nos hace creer que necesitamos la aprobación de otro para sentirnos bien con nosotros. Hacemos lo que sea para que los demás nos digan que somos maravillosos.” (…) “En lo profundo de nosotros había una voz que gritaba continuamente: “no vales nada.” (4)

El pensamiento confusional surge de la necesidad de la persona de mantener una ilusión de fusión con el objeto que solo se logra a través de vínculos de naturaleza diádica, indiscriminados, con fijaciones pregenitales, que reiteran o reproducen modelos de vinculación primarios, de profunda dependencia patológica. Toda metáfora, toda triangulación es una duda, y toda duda es vivenciada como amenazadora y genera una profunda angustia que en el caso de personas con problemática adicta lleva a priorizar vínculos dependientes, obsesivos, que se defienden violentamente.

“¿Qué es el egocentrismo? Es creer que el mundo gira a nuestro alrededor. Nuestros deseos y demandas son los únicos dignos de consideración. Nuestra mente egocéntrica cree que es capaz de conseguir todo lo que quiere si la dejaran hacer a su antojo. El egocentrismo supone autosuficiencia total.”(4)

Es desde esa falsa pretensión de autosuficiencia, desde esa desestimación del sí mismo y de los otros, desde esa falta de cohesión que no permite distinguir al “yo” del “otro” y que lo hace caer en constantes conflictos con el mundo; desde ese fondo depresivo que nunca termina de acabar, desde la más profunda ansiedad que toda interacción con el mundo genera; es desde allí desde donde el consumo de alcohol y otras drogas encuentra un caldo de cultivo de lo más nutritivo para producir consumos compulsivos.

Vale aclara que aquí no solo encuentran su función el tóxico, sino cualquier comportamiento narcotizante, cualquier conducta que permita la liberación de la enzima necesaria para seguir un día más, una hora más, un rato más, que operará la dinámica de la compulsión y de la obsesión, de la cual N. A. da cuenta en todos sus escritos. Porque, a decir verdad, no existe nada más psicoactivo que las relaciones humanas, y esto los grupos de Doce Pasos lo tienen muy en claro. Pero la droga, a diferencia de las personas, no falla, siempre brinda lo mismo (bueno o malo), y es por esto que siempre es preferible al vínculo potencialmente amenazante con los otros sujetos del mundo.

“Éramos hostiles, rencorosos, egocéntricos, egoístas y nos aislábamos del mundo exterior. Cualquier cosa un poco desconocida se convertía en algo extraño y peligroso. Nuestro mundo se encogió y el aislamiento se convirtió en nuestra vida. Consumíamos para sobrevivir; era la única forma de vida que conocíamos.” (4)

Así, en el final del consumo, cuando cualquier vínculo amenaza, el consumidor encuentra en la droga a una amante perfecta, un espejo placentero que lo aliena de sí mismo, que nunca falla, porque siempre está presente. La droga, como solución temporaria a todos los problemas que un psiquismo con estas características produce en la vida de una persona, se convierte en una solución con pretensiones de permanencia en la medida en que se cristianiza en una adicción.

“Muchos vivíamos como si creyéramos que éramos los únicos habitantes de la tierra, completamente ciegos al efecto que tenía nuestro comportamiento sobre quienes nos rodeaban.” (4)

Esta aproximación clínica nos enseña mucho acerca de la cuestión del narcicismo en la constitución del sujeto adicto y nos permite, según creemos, hacer un anclaje posible para entender la sensación de vacío, de falta, que se alojada en la profundo de los pacientes con problemática adictiva.

“En las personalidades narcisistas, el alcohol y las drogas constituyen los medios principales para “reabastecer” el sí-mismo grandioso y asegurar su omnipotencia y su protección contra un entorno potencialmente frustrante y hostil que no ofrece gratificación ni admiración” (3)

Como dijimos, las inferencias obtenidas desde los escritos de N. A. son una punta posible de explicación del éxito mundial de los grupos de Doce Pasos, en donde la vinculación con el resto de los participantes del grupo funciona como lazo terapéutico primordial, dentro del cual se asienta la recuperación del “enfermo adicto”.

“´Te querremos hasta que puedas aprender a quererte tú.´ Estas palabras, que se oyen con tanta frecuencia en nuestras reuniones, prometen la llegada del día que tanto esperamos: el día que sepamos cómo querernos.” (4)

“El sentimiento de amor y aceptación que encontramos en la Confraternidad de Narcóticos Anónimos nos permite comenzar a recuperarnos de nuestra adicción. Aprendemos una nueva forma de vida. El vacío por el que sufríamos se va llenando al practicar y vivir los Doce Pasos.” (5)

Fiorini marca los movimientos esenciales hacia donde marcha el proceso terapéutico con los pacientes del “déficit narcisista”. En este marco, se destaca la posibilidad del surgimiento de un terapeuta que marche activamente hacia la creación de un vínculo con el paciente.

“Entonces aquí desde la patología propia hay un llamado a la actividad del terapeuta como capaz de crear vínculo, es decir, capaz de ofrecer modelos de vínculo” (6)

La búsqueda de esa vinculación tendrá como objetivo provocar en el paciente una salida gradual de su aislamiento narcisista en una dirección de la cura que le permita comenzar a visualizar que existe el otro, comenzar a salir de la con-fusión (de la fusión con el objeto) hacia la discriminación de vínculos de una cierta independencia (interdependencia).

No resulta llamativo que es justamente desde allí desde donde N. A. produce un cambio tan notable en la vida de tantos adictos en recuperación. Y creemos también que es desde allí, desde “la propia patología”, como indica Fiorini, que los abordajes desafectivizados, en donde solo opera el silencio y la interpretación, en los cuales el analista se sepulta detrás de una teoría, que el tratamiento en vez de curar, daña, ya que se incrementa la patología en tanto reproducción en la situación analítica de una vivencia primaria de falta y de déficit.

“Muchos de nosotros, desde nuestros primeros recuerdos, teníamos la sensación de no haber estado integrados nunca. Por muy grande que fuera la reunión, siempre nos sentíamos separados de los demás. Nos costaba “encajar”. Creíamos profundamente que si permitíamos que los demás nos conocieran, nos rechazarían. Quizás nuestra adicción empezó a germinar en este clima de egocentrismo.” (4)

Es evidente que ese egocentrismo del cual da cuenta el programa de N. A. (y el resto de los abordajes de Doce Pasos) en cada una de las páginas de su literatura especializada tiene claras referencias con el déficit narcisista en el cual se asienta la teoría cada vez más ampliamente difundida del psicoanálisis relacional; y que es desde el tratamiento vincular que tendremos mayor implicancia clínica.

“Nunca habíamos experimentado el tipo de atención y cuidado personal que encontramos en el programa. Nos aceptan y nos quieren por lo que somos, no a pesar de ello. Nadie puede revocar nuestra condición de miembros ni obligarnos a hacer lo que no queremos.” (7)

Es posible que este sea un punto importante para ayudar a pensar los pasos ineludibles que deben darse a la hora de abordar un padecimiento psíquico tan profundo, tan actual y tan potencialmente desbastador como el consumo problemáticos de alcohol y otras drogas.

“Las personalidades narcisistas son, a mi juicio, las más propensas a las adicciones y en ellas el pronóstico para el tratamiento de esas adicciones es mucho peor que en los pacientes fronterizos sin rasgos narcisistas y los pacientes menos regresivos, como por ejemplo las personalidades depresivas.” (3)

Para concluir, queremos hacer unas aclaraciones finales. Quizás surja la siguiente pregunta: ¿por qué tomar las aportaciones comunes de un grupo de adictos a las drogas y al alcohol reunidos en grupos de “autoayuda”? ¿Qué valor pueden tener esos grupos con connotaciones evidentemente religiosas para el avance de la salud mental? Creemos que desconocer un movimiento que funciona en más de 180 países, con miles de reuniones diarias, y que ayudó a millones de personas a dejar de consumir, u obviarlo por pruritos puramente academicistas, parece muy poco afín a la meta última del psicoanálisis que es apuntar a la cura de las personas que se acercan a los hospitales y a los consultorios a pedir ayuda para su sufrimiento psíquico. Resulta poco productivo negar el aporte cuando se trata de una problemática que asola a nuestras sociedades de modo epidémico, para la cual N. A. ha dado una respuesta que millones de personas han elegido. Debemos tomar el aporte, sin desconocer con esto el disciplinamiento religioso de las conductas en el cual caen muchos de estos movimientos sectarios de autoayuda. Ambos ejercicios pueden realizarse con igual vehemencia.

 

Bibliografía
(1) Joan Coderch, La relación terapéutica y el déficit estructural. Fuente: Rev. de la Asociación de Psicoterapia de la República Argentina, Volumen 3, número 1; Abril 2010.
(2) Joyce Mc Dougall, Alegato por una cierta anormalidad, Ed. Petrel, Barcelona, 1982.
(3) Otto Kernberg, “Desordenes Fronterizos y Narcisismo Patológico”, Ed. Paidós, 1979.
(4) Narcotics Anonymous Word Service, Inc., Solo Por Hoy (revisado), Chatsworth, California; 1995.
(5) Narcotics Anonymous Word Service, Inc., Funciona: cómo y por qué; Chatsworth, California; 1997.
(6) Fiorini, Héctor Juan, Estructuras y abordajes en psicoterapias psicoanalíticas, Ed. Nueva Visión, 1° ed., 6ª reimp., Buenos Aires, 2006.
(7) Narcotics Anonymous Word Service, Inc., Narcóticos Anónimos (Texto Básico, Libro Azul), traducción de la sexta edición, Chatsworth, California; 2010.
Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Un comentario

Muy buen articulo!, por sobre todo, abierto e inclusivo.

Por Fernando Duz el día 08/08/2018 a las 11:44. Responder #

Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴