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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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“Chile en dictadura o el cuerpo degradado y exhibido” en Carmen Berenguer, Marina Arrate y Elvira Hernández.

por Jessenia Chamorro Salas
Artículo publicado el 03/08/2016

I. A modo de introducción:
El presente artículo, pretende ahondar en la propuesta poética de tres destacadas poetas chilenas, quienes comparten no solo el contexto que las vio nacer escrituralmente, sino también, el deseo de construir y reconstruir tanto la identidad de la mujer como del Chile marcado por el neoliberalismo de las últimas décadas, a partir de conceptos que los vinculan, tales como cuerpo, palabra y espectacularización, ya que, desde la perspectiva poética de estas autoras, el cuerpo femenino representa y encarna a ese Chile subyugado, sometido, puesto en vitrina, que elabora simulacros para crearse una identidad, ese Chile que en el contexto represivo de la Dictadura tuvo que encontrar otra forma para expresar, para ser, y que posteriormente en la “postdictadura”, tuvo que ponerse ad hoc al mercado. Las poetas a analizar serán Carmen Berenguer, Marina Arrate y Elvira Hernández, a través de los poemas Molusco, Pintura de ojos, y La bandera de Chile, respectivamente, debido a su carácter representativo y la consonancia que manifiestan.

Ahora bien, el objetivo de el presente artículo será analizar y evidenciar cómo se manifiesta en la propuesta de las tres mujeres poetas a través de sus respectivas obras, el cuerpo como ente degradado y sometido, y en relación con esto, cómo la exhibición y la elaboración de simulacros funcionan como actos performativos insertos en la dinámica propia del neoliberalismo emergente desde la Dictadura. A partir de lo anterior, la hipótesis de trabajo será que en estos poemas se problematiza la relación entre Chile, el cuerpo y la mujer, a través de las subversiones realizadas dentro del contexto de la Dictadura, es decir, lo que se plantea es que en estos tres poemas representativos se manifiesta la degradación, sometimiento, y subyugación a la que fue impuesta Chile durante la dictadura, y que ésta es metaforizada y alegorizada por medio de la representación del cuerpo ultrajado, transformado y posteriormente exhibido, el que a su vez, tiene correlato con el cuerpo de la mujer, el cual también fue abusado y degrado, por lo que necesita y desea, tal como Chile, reconstruirse, para lo cual debe resignificarse y de esta manera, posteriormente, reivindicarse, liberándose de la subyugación.

II. Referencias teóricas:
Es menester a continuación, entregar el enclave teórico que dará sustento al posterior análisis, en relación con esto, señalaremos algunos de los aspectos más relevantes que tanto Eugenia Brito como Raquel Olea destacan del período poético de dictadura y transición, sobre todo en lo relativo a la poesía escrita por mujeres.

Por una parte, Brito en la introducción a Campos Minados entrega una panorámica respecto del período fines de la dictadura (1988), señalando que desde la fractura del Golpe hubo un deseo por explorar diversos sentidos literarios, los cuales durante los 80 generaron un cambio de paradigma dentro de la literatura chilena, el que tuvo como consecuencia, por ejemplo, la así llamada “Nueva Escena” (11) cuyo afán de construir la literatura como alegoría del cuerpo ocupado y oprimido por la dictadura, reformuló lo existente para crear una nueva expresión, la que debió transgredir, sostiene Brito, el opresivo y represivo orden dictatorial para poder generar nuevos espacios en donde habitar. Por tanto, la escritura y con ello, la literatura, señala Brito, se convirtió en un escenario performativo de protesta, espacio en donde el trauma se encarnó con el fin de “hacer memoria”, de esta forma, se promovió una toma de conciencia respecto de tanto de la herida causada por la dictadura así como por la marginalidad que tuvo como consecuencia, de esta manera, tanto “Nueva escena” como otros poetas y escritores, trabajaron desde estos márgenes (16), estos “campos minados”, abriéndose paso desde la marginalidad con el objetivo de luchar contra ese borramiento de la memoria y ese querer olvidar, propiciado por los ideólogos de la dictadura, quienes maquillaron la realidad con el fin de que quedara olvidada. Brito agrega además, que el rol del escritor en este contexto fue el de encontrar nuevos lugares (14), de enunciación, desde donde posicionarse, sobre qué expresar, además de resignificar los que ya existían y de buscar el no-lugar como un lugar posible y válido. Todo lo cual generó en el país un clima de desesperanza que se enfrentó y resistió a través de la reconstitución del Otro (19), del sometido, acallado, subyugado, degradado, cuya presencia vino a resignificarse y reivindicarse a través de la palabra, la ficción y la performance, de ahí entonces que la figura de la mujer cobre vital importancia, debido tanto a su carácter históricamente desplazado (20), como al sometido literal y metafóricamente durante la dictadura, en donde el cuerpo de la mujer resulta fundamental para las poetas del período, ya que representa la subyugación y degradación a la cual se vieron sometidas las mujeres, y a su vez Chile, considerado también como un cuerpo. Y cabe agregar, las poetas promovieron además, un carácter reivindicativo de esta marginalidad, resemantizándola.

Por otra parte, Raquel Olea en su texto llamado Lengua Víbora, profundiza en torno a las implicancias de la escritura de mujer desde la dictadura, señalando que ellas enarbolan lenguajes subrepticios que se abren paso en el espacio público, transformándose en una escritura con poder y repercusión, que se transforma en una resistencia contra-hegemónica que se lanza en picada para subvertir el binarismo masculino/femenino, es decir, una discursividad que representa a una sujeto de poder legitimada culturalmente, que se hace cargo de la necesidad de escenificar la heterogeneidad escritural, y por tanto, de visibilizar la escritura antes excluida y silenciada (la de mujer, por ejemplo). De esta forma, paralelamente a Brito, Olea también se hace parte de la problemática que subyace al período, esta es según ella, la de buscar escrituras del cuerpo y concepciones del cuerpo como texto para resignificar identidades suprimidas y así, desestabilizar el corpus de registros prefijados y fijados tradicionalmente (30). De este modo, Olea al igual que Brito, se pregunta por el lugar de la mujer en la producción discursiva (24), sosteniendo que su escritura resulta prolífica al ser resemantizada, criticando de esta manera el término “literatura femenina” pues lo considera demasiado acotado y restringido simbólicamente, así apela a su suspensión con el objetivo de construir un discurso sobre la literatura producida por una sujeto “otra”, múltiple, lo cual manifiesta una pluralización de “lo femenino” hacia nuevos lenguajes estéticos que provoquen nuevas formas de lecturas, las que se abren hacia la heterogeneidad a la vez que hacia la singularidad de cada una. En este punto Olea enfatiza respecto a la eroticidad de los cuerpos y respecto de la necesidad de hablar desde la marginalidad y precariedad para poder resignificarla y reivindicarla, aludiendo a la pregunta “¿desde dónde y hacia dónde se escribe?” (35). Así, propone Olea, el texto será un cuerpo sexuado y culturizado con emergencia de sentidos latentes, todo lo cual se manifiesta tanto en los poemas como en las poetas a analizar, de ahí entonces, la relevancia de estas reflexiones teóricas.

III. Acerca de las poetas:
A continuación, a modo de presentación y de contexto para el posterior análisis, ahondaremos sucintamente en los aspectos más relevantes de la biografía y la propuesta poética de cada una de las poetas escogidas.

i. Carmen Berenguer:
Poeta, cronista y artista visual nacida en Santiago en 1946. Su propuesta combina opinión política, crítica cultural y reflexión acerca del lenguaje, cuya estética resulta sumamente provocadora. Además, su poética denota gran compromiso social, lo cual se manifiesta por ejemplo en el desarrollo de temas como la ciudad y sus problemáticas, los cuales se vinculan a su vez, con los temas políticos, el mercado neoliberal, y las problemáticas de género, en este sentido, cómo el cuerpo, la lengua y el ser mujer, se relacionan en un contexto de represión y neoliberalismo. Su primera obra, Bobby Sands desfallece en el muro, fue publicada en plena dictadura militar, período en que la poesía femenina en Chile adquirió prominencia en cuanto voz de denuncia y resistencia a la represión, de ahí que estas tres poetas sean figuras representativas de la escena poética del período. Berenguer comparte su innovadora propuesta además con el así llamado grupo CADA, proyecto literario que nace como reacción ante un contexto represivo, cuyo objetivo es producir desdelos márgenes, tal como señala Eugenia Brito: «un escenario más libre que en el de la ciudad tomada de esos años” (17).

ii. Elvira Hernández:
Nació en Lebu, en 1951 con el nombre de María Teresa Adriasola, comenzó a escribir desde pequeña y hoy se ha consolidado como una de las poetas más importantes de la escena poética actual. La obra de Elvira Hernández también destaca, al igual que la de Carmen Berenguer, dentro de la poesía de poetas mujeres de la década del 80 debido a su carácter experimental, el cual ha sido incluso señalado como parte de la neovanguardia, con quienes comparte además del contexto de la dictadura, el deseo de romper con los esquemas poéticos y culturales tradicionales. Dentro de algunas de las temáticas que ahonda su propuesta poética se hayan el viaje, la ciudad y la marginalidad, todas tratadas desde el contexto en el que se encuentra la poeta. Algunas de sus obras más importantes son: ¡Arre! Halley ¡Arre! (1986), Meditaciones físicas por un hombre que se fue (1987), Carta de Viaje (1989), La bandera de Chile (1991), El orden de los días (1991), Santiago Waria (1992) y Álbum de Valparaíso (2003). Y dentro de éstas, destaca La bandera de Chile, poema que será objeto de análisis posteriormente, cuyas reflexiones ahondan y problematizan Chile y sus emblema, cabe señalar además, que esta obra circuló clandestinamente durante los años de dictadura por lo que se convirtió en un símbolo de la resistencia.

iii. Marina Arrate:
Poeta nacida en Osorno en 1957, quien además es Psicóloga Clínica y Magister en Artes con mención en Literaturas Hispánicas, grado que obtuvo gracias a la tesis que realizó sobre la novela Por la Patria de Diamela Eltit. Sus primeras publicaciones datan de la Revista penquista LAR durante el año 1985. Al año siguiente lanza su primer libro llamado Este Lujo de Ser, gracias al cual obtiene la invitación a participar del Primer Congreso de Literatura Femenina Latinoamericana, representando a Concepción. Posteriormente se ha dedicado a dirigir los talleres de poesía que la llevaron a crear la editorial Libros de la Elipse. Dentro de las temáticas que abarca su poesía se encuentra la relación entre la identidad de las mujeres latinoamericanas y la escritura, la búsqueda incesante de un significante libertario tanto para el signo “mujer” dentro del sistema hegemónico sexo-género, así como también para el signo “palabra” dentro de la dictadura y, posteriormente dentro de la enmascarada sociedad neoliberal de postdictadura. Otros temas a destacar dentro de su propuesta poética: el erotismo, la muerte y la ironía.

IV. Los poemas:

Molusco (Carmen Berenguer):

Concholepas concholepas
Me sacaron de mi residencia acuosa
Lo hicieron con violencia, a tirones
brutalmente
Concholepas concholepas
Estaban armados con cuchillos.
Luego procedieron a meterme en un saco.
¡Concholepas!
Me golpearon (“para ablandarme”)
Me lavaron (“para limpiarme”)

Entonces, golpeado, ultrajado, semiblando y limpio
Me colocaron en una olla con agua hirviendo/ y sal.
Ahora estoy en la cocina
con mayonesa, cebolla y perejil.
Ahora estoy en la vitrina.
Ahora estoy en un cartel.
¡Me van a comer!

Este poema presenta una propuesta intergenérica y necropolítica que alude a diversos mecanismos utilizados en dictadura, los cuales forman parte de la doctrina de shock impuesta: “blanqueamiento” e “higienización”, los que corresponden a procedimientos de tortura que producen un sujeto transformado y puesto “en vitrina” después del proceso al que fue sometido, en donde fue “limpiado” y “ablandado”, con el fin de transformarlo en un “Otro”. En este sentido la temática del sometimiento del cuerpo resulta evidente en la metáfora de este molusco al que literalmente “apalean” para convertirlo en un sujeto de consumo, adornado “con mayonesa, cebolla y perejil” y a la venta en el mercado “Ahora estoy en la vitrina / Ahora estoy en un cartel”. Metáfora a su vez del Chile ultrajado y violentado que Dictadura es sometido nuevamente a todo un aparataje cuyo afán es disfrazarlo, para de esta forma, elaborar un simulacro que genere una imagen país acorde al mercado y a las políticas neoliberales y de prosperidad económica llevadas a cabo desde la década de los 80. De este modo, el poema presenta un correlato fabular con los dispositivos de tortura hegemónicos (los cuales al ser explicados entre paréntesis manifiestan una justificación subrepticia de los actos), y sus implicancias tanto en el los sujetos como en el propio Chile, a través de este molusco, este “cuerpo” sometido y disfrazado.

Según Magda Sepúlveda, quien analizó este junto a otros poetas en Ciudad Quiltra, sostiene que la consigna de “limpieza” se relaciona con la asepsia del mercado económico, de la casa y la política, en donde la “cocina” es el lugar en el cual suceden los procesos de “tortura” y “transformación” del molusco, representando y funcionando bajo las mismas lógicas de las “casas de la dictadura”, es decir, de los centros de tortura. En relación con esto, afirma que marcas textuales tan significativas como “ablandar”, lleva a hacer la asociación semántica con los procedimientos de tortura que buscaban que el detenido se “quebrara”, es decir, que hablara y delatara a sus compañeros. De esta forma, los procedimientos de tortura al mundo privado, representados en el poema, se proyectan y relacionan con lo que le ocurre a Chile, ya que, siguiendo a Sepúlveda, Chile y sus ciudadanos se están convirtiendo en sujetos prostibularios a causa de la comunión generada entre dictadura y neoliberalismo, lo cual produce sujetos que pasan de ser ciudadanos a consumidores, de ahí entonces lo fundamental del concepto “vitrina”.

Pintura de ojos (Marina Arrate)
Poema publicado en 1986 en Este lujo de ser, en el cual se observa la escena de una mujer que delinea sus ojos con meticulosidad y determinación, representándose cada uno de los movimientos que realiza para lograr su objetivo a modo de un guión y/o una rutina consabida por la mujer, de ahí, su carácter ritual. Sus ojos se vuelven objeto de transformación, forman parte del simulacro que llevará a cabo al modificar la estética que los engalanará en el ejercicio ritual erótico de “pintarse los ojos”, el cual se convierte en una performance social en que la mujer se vuelve transgresora al mirarse a sí misma y transformar, disfrazar, “adornar” (tal como en el caso de Molusco, aunque con distintas implicancias) sus ojos, y con ello, su mirada. El acto de “pintarse los ojos” se vuelve a su vez, una excusa ya que la mujer en tal proceso permanece alerta, mira, se-mira, en un ejercicio narcisista que la potencia en la relación que establece con su propio cuerpo, en donde la pintura funciona como metáfora de la escritura, por tanto, la mujer al “pintarse”, está escribiendo sobre sí misma, pues tal como señala Olea refiriéndose a la poética de Arrate: “El juego del mirarse es, en estos textos, el juego del conocimiento, de empoderamiento que la constituye en sujeto de su devenir”. La pintura, en este sentido, es una inscripción que la transforma en otra, inscripción que genera un simulacro estético basado en el juego que ella realiza de mirarse y “querer ser otra”, a través de la propia imagen que se proyecta en el espejo, en donde se reconstruye a sí misma, y en donde, el maquillaje, la “pintura” funciona como proceso escritural de construcción de significante por medio del ritual de la apariencia del maquillaje, en donde el pincel funciona como lápiz, cuyo sentido estético viene, por una parte, a ratificar un acto de libertad criticado por el poder falocéntrico, pues es la mujer la que se mira a sí misma, sin depender del “ojo” masculino para construir su identidad, por lo que a su vez, dicho acto se convierte en contra-resistencia, al revelarse a lo que históricamente se les ha negado a las mujeres (verse a sí mismas y construirse a sí mismas sin necesidad del ojo ajeno, masculino), y sentir placer por aquello, tal como se observa en los siguientes versos del poema:

Las pestañas pestañean
los párpados parpadean,
la boca ahora se moja
y se paladea el placer.
El ojo negro penetra desde el
espejo el gusto de mirarse.

Y por otra, en un sentido algo contradictorio, el acto de “pintarse los ojos” cae dentro de las lógicas hegemónicas y de poder impuestas desde las Dictadura, pues la mujer, para verse a sí misma, necesita “pintarse”, requiere de la elaboración de un simulacro estético para posicionarse y reconstruir su identidad, pues debe “ser otra” para ser ella misma, y tal como en Molusco, es adornada y puesta en vitrina para deleite ajeno (aunque el deleite ante la propia imagen sea también de ella), tal como se interpreta en los siguientes versos:

Al igual que con el izquierdo
se desliza algunos milímetros más
alargando la comisura exterior del ojo
y simulando una extraña oblicuidad
penetra en el espejo el símil soñado
de una idea figurada.

De esta forma, si bien la elaboración de esta nueva estética que la transforma funciona como contra-resistencia, también cae en las lógicas neoliberales propiciadas desde los 80, ya que la mujer debe elaborar un simulacro y “engalanarse” para poder mirarse y ser mirada, en esta, como bien metaforiza Berenguer, “vitrina” en la que se convirtió Chile. En relación con lo anterior, Raquel Olea sostiene:

Marina Arrate goza y regocija su escritura en un culto al cuerpo femenino como construcción artificiosa de imagen. La vanidad que repele el mandato cristiano a la humildad y el recato de la mujer, moviliza en esta escritura el gesto del autoerotismo al ejercer en estos el desacato a esta orden, jugando con el descubrimiento del propio cuerpo, para luego encubrirlo, recubrirlo, enmascararlo, maquillarlo, transformarlo a su debido antojo.[1]

Postura que confirma la idea de que lo que hace Arrate en este poema es elaborar un simulacro a través de la escritura en el propio cuerpo femenino, el que tiene la función, de rebelarse a la lógica falocéntrica y al sistema hegemónico que impone el disfraz, utilizando sus mismos mecánicos con el fin de subvertirlos para así permitirse experimentar el auto placer a la vez que reivindicarse.

La bandera de Chile (Elvira Hernández):
Poemario publicado en 1991, poco después de la detención de Hernández, y cuya estructura la conforman alrededor de 209 versos distribuidos en 20 estrofas. Su circulación, según dijimos en la sección correspondiente a la poeta, fue clandestina, debido a que el poemario se caracteriza por ser una respuesta potente a la represión dictatorial, al utilizar un símbolo incautado y subyugado por la dictadura y resignificarlo con el objetivo de apropiarse nuevamente de él para convertirlo en representante de la situación en la cual quedó el país y sus ciudadanos.

La es un objeto-sujeto en disputa, objeto dominado que se inmola, se representa como un objeto prostituido, el cual metafóricamente pasa a convertirse en una mujer sometida, ultrajada y vendida al mejor postor. Sin embargo, el poema le otorga una posibilidad de resistencia, pues al resignificarla se le re-descubre, transformándola en un objeto de deseo y despojo, en símbolo tanto de Chile como de la mujer y de la escritura, dado que corresponden a significaciones de ese cuerpo (el de todos), degradado y ocupado por la Dictadura, al cual se le desea liberar en el poema. Siguiendo a Walter Hoefler:

El poema propone también considerar la bandera como cuerpo, como presunción de una materialidad trascendente, simbólica (…) En un plano mucho más obvio y convencional la bandera representa un compromiso contractual con la patria (…) el juramento a la bandera se utiliza como una promesa de acatamiento (…) simbolizando así la entrega de o transferencia de los hijos al servicio de la patria. (128)

Aspecto que se subvierte y resignifica, desde la perspectiva de Hoefler, en el poema, ya que esta bandera funciona como mortaja, ya no como lugar o ente protector, sino como “antibandera” (129), que se resiste a ser emblema, elaborando de este modo una resistencia, que, siguiendo a Hoefler, se relaciona con el epígrafe: “No se dedica a uno /la bandera de Chile/ se entrega a cualquiera/ que la sepa tomar”. De estos versos se desprende el carácter prostibular y violento que implica “tomar la bandera” a la fuerza, pues esta bandera se entrega, es decir, baja la resistencia “si la saben tomar”, lo cual posee un significado ambivalente.

La bandera es el cuerpo de Chile, y a la vez, Chile es el cuerpo alegórico de esta mujer ultrajada que intenta reconstruirse y resignificarse, la triada cuerpo-mujer-Chile resulta fundamental para comprender el sentido del poema, ya que este entrega una extensa descripción respecto de las situaciones a las que ha sido sometida “la bandera”, por ejemplo cuando se dice que “La Bandera de Chile se parte en banderitas para los niños”, habla de una bandera que se sacrifica y reparte a sí misma para congraciar a los espectadores, en este caso, niños, o cuando se dice

A la Bandera de Chile la tiran por la ventana/ la ponen para 1ágrimas en televisión/ lavada en la parte más alta de un Empire Chilean/ en el mástil centro del Estadio Nacional/ pasa un orfeón/ La Bandera de Chile sale a la cancha/ en una cancha de fútbol se levanta la Bandera de Chile/ la rodea un cordón policial como a un estadio olímpico/ (todo es estrictamente deportivo)

Ya que en esta estrofa se puede observar cómo la bandera es puesta en la vitrina de un evento deportivo masivo, y es exhibida para provocar “lágrimas” en los televidentes, de ahí entonces la manipulación (con fines deportivos aunque se infiere la ironía del último verso) y degradación a la que es sometida. Confirmando esta idea luego se dice que “La Bandera de Chile es exhibicionista por naturaleza”, es decir, la condición de ser vista en público para ella resulta algo natural, aunque aquello no implica que deje de ser decadente y degradada la forma en que es exhibida: “La Bandera de Chile está tendida entre dos edificios/ se infla su tela como una barriga ulcerada/ cae como teta vieja/ como una carpa de arco/ una chuchita para el aire/ con las piernas al aire/ tiene una rajita al medio/ un hoyito para las cenizas del General O’Higgins/ un ojo para la Avenida General Bulnes”. Versos en donde se manifiesta explícitamente la degradación a la que es sometida, cómo su imagen es ultrajada, y es comparada a su vez, al cuerpo de una mujer (prostituta) que tiene una “teta vieja”, “las piernas al aire”, y “una rajita al medio”, es decir, la imagen de una mujer ultrajada y exhibida violentamente que “mira” hacia los próceres de la patria (Bulnes, O’Higgins). Todo esto ha hecho que la bandera deje de ser lo que alguna vez fue, que haya perdido su valor y significado: “La Bandera de Chile es extranjera en su propio país/ no tiene carta ciudadana/ no es mayoría/ ya no se la reconoce”, por lo que el poema resulta un llamado de alerta y una apelación a resignificarla y liberarla de la degradación a la que es sometida, pues esta bandera, la de hoy, representa, además de todo lo anterior, la injusticia: “En otros tiempos/ representa la Bandera de Chile/ un 15% allí donde brilla la estrella para el 10% / representa de blancos un 20% de muy pálidos/ representa la Bandera de Chile en rojos/ La Bandera de Chile/ nunca el 100% nunca”. Su representatividad real es para unos pocos, y sus connotaciones, por tanto, se deduce que resultan más negativas que positivas. Así, la bandera se transforma en un objeto-sujeto vaciado de significado, prostituido: “La Bandera de Chile reposa en estuche de vidrio/ (visitas en horas de oficina)/ (cancele su valor)”, sin embargo, se apela a su resemantización con el fin de reivindicarla: “La Bandera de Chile escapa a la calle y jura volver/ hasta la muerte de su muerte”.

A modo de conclusión:
Así, tras este escueto análisis a estos tres poetas representativos de las poetas escogidas en el corpus de trabajo, es tiempo de concluir señalando que, en primer lugar, la hipótesis de que en los poemas Molusco, Pintura de ojos, y La bandera de Chile, representan de distintas maneras, el sometimiento que la Dictadura impuso al país, y que éste es metaforizado y alegorizado de tres maneras, todas las cuales a pesar de sus diferencias, tienen en común el hecho de que tales lógicas de sometimiento son representadas a través del cuerpo ultrajado, y degradado, del molusco y de la bandera, quienes son transformados y degradados para posteriormente ser exhibidos, es decir “puesto en vitrina”, utilitariamente como mercancías, lo cual se evidencia en el caso de Molusco en el hecho de que literalmente es colocado en una vitrina sobre un plato adornado, y en el caso de La Bandera de Chile, en que ella es exhibida de distintas maneras hasta ponerla en un museo para que la gente pague por verla. En el caso de Pintura de ojos es algo distinta la situación, ya que la mujer no es ultrajada ni degradada en sentido estricto por otro, sino que ella misma, en un acto revolucionario, contestatario se maquilla los ojos a modo de reivindicación de su propia identidad, aunque sin embargo esto implica, en otro sentido, también formar parte de esta exhibición y ponerse en vitrina (aunque con otras implicancias). Por último, cabe señalar que el cuerpo femenino resulta sumamente importante en los tres poemas, ya que funciona como encarnación a la vez que metáfora de este cuerpo degradado, transformado y exhibido, bajo lógicas, mecanismos y aparatajes dictatoriales, este cuerpo que es a la vez, Chile, y que debe reconstruirse, resignificándose para poder finalmente, reivindicarse.

Bibliografía:
Arrate Marina Este lujo de ser. Editorial LAR. Chile. 1986.
Berenguer Carmen Huellas de siglo Editorial Cuneta, Chile, Santiago. 2010.
Brito Eugenia Campos minados Editorial cuarto Propio, Santiago, Chile, 1994.
Hernández Elvira La Bandera de Chile. Editorial Libros de Tierra Firme. Argentina. 1991.
Hoefler Walter Presuntas re-apariciones. Poesía chile: Poemas 1973-2010. Editorial Universidad de La Serena. La Serena. 2012.
Olea Raquel Lengua víbora Editorial Cuarto Propio, Santiago, Chile, 1998.
Sepúlveda Magda Ciudad Quiltra. Poesía Chilena (1973-2013). Editorial Cuarto Propio. 2013.
[1] Olea Raquel, EL RITUAL DE LA APARIENCIA LA POESÍA DE MARINA ARRATE http://letras.s5.com/ma210311.html
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