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Algunos rasgos de la novela de la violencia presentes en las obras No morirás de German Santamaría y El jardín de las Hartmann de Jorge Eliécer Pardo.

por Albeiro Arias
Artículo publicado el 27/01/2007

Parte de la identidad literaria del tolima se ha construido bajo el sino de la Violencia. Este fenómeno es resultado y a la vez generador gran parte de nuestra representación social y de nuestra identidad. La primera incógnita que busco despejar en este texto es ¿qué es la violencia bipartidista, sus orígenes y el por qué ha incidido de manera tan clara en nuestra literatura? La segunda parte busca develar rasgos de la novela de la violencia presentes en No morirás de German Santamaría y el Jardín de las Hartmann de Jorge Eliécer Pardo, para establecer los sentidos densos y ocultos que subyacen en las dos obras tolimenses citadas.

La mayoría de los autores denominan Violencia a la época comprendida entre el 9 de abril de 1948, día del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán y 1967, sin embargo, según Gonzalo Sanchez y Donny Meertens “el asesinato era ya la culminación de una primera oleada represiva iniciada en 1945 por Alberto Lleras Camargo, el liberal que reemplazó a López, y continuada luego por Ospina”[1]. Ante lo complejo de los hechos desatados el 9 de abril, los odios incurables entre liberales y conservadores y la posibilidad de la anarquía, se decidió entregar el poder a los militares en 1953 en cabeza del General Rojas Pinilla. En 1953 Rojas ofrece una amnistía que buscó desarmar a los guerrilleros. Sin embargo, los incumplimientos del estado, los asesinatos selectivos de desmovilizados y la dificultad de reintegrarse a la vida civil hizo que algunos volvieran a las armas y que otros nunca aceptaran negociar con el gobierno. Este gobierno duró hasta 1957 cuando Rojas se vio obligado a renunciar ante el inminente paro de todos los sectores sociales que amenazaban con desestabilizar el estado. Provisionalmente quedó el poder en manos de una junta militar. En 1956 se dio el pacto de Sitges y Benidorm en España entre Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez, ratificado mediante plebiscito y conocido como El Frente Nacional, que consistía en la alternancia del poder cada cuatro años entre liberales y conservadores durante 16 años. De alguna manera los líderes de los dos partidos traicionaron a los campesinos que se mataron por ellos, firmando acuerdos para repartirse el poder y los que pusieron los muertos se quedaron sin nada. Este pacto se inicia en 1958 con el gobierno de Alberto LLeras Camargo. En 1958 la guerrilla que había luchado contra los gobiernos conservadores y liberales y contra la tiranía de Rojas, incluyó, dentro de sus filas, un nuevo ingrediente: la venganza. Las tropas estaban integradas ahora por jóvenes campesinos que habían visto masacrar a sus padres, destruir sus pueblos y que eran victimas del desplazamiento. El tema pasó de lo político a lo personal. Hobsbawn[2] los llamó “hijos de la violencia”: la venganza. La crueldad es inseparable de la venganza y es legitimada por ella. Allí donde el campesinado, victima de la Violencia oficial de la primera fase, no pudo organizar colectivamente la resistencia, la crueldad desmedida y la masacre aparecen como manifestaciones extremas de poder, individuales y primitivas, las únicas alcanzables por el campesino humillado”. Otro aspecto fue el cambio de status de la guerrilla, pues antes se les llamaba bandoleros a los armados del partido contrario, con el Gobierno de Rojas se le llamó bandoleros a los que no aceptaban las directrices gubernamentales y por tanto, estaban en contra del ejercito. Finalmente cuando el Frente Nacional propone una nueva amnistía, traicionados por sus propios dirigentes, los guerrilleros no reconocen los acuerdos pactados entre ellos y se alejan de las directivas de sus partidos. Se inició el “bandolerismo político”[3] que iría de 1958 hasta 1965. Eran grupos de campesinos armados de la misma filiación política que acepta la guía y el apoyo de los gamonales y terratenientes locales y regionales. Estos también los utilizaron para defender sus intereses electorales y económicos frente a sus adversarios. Lo que se suponía era una lucha política, era en realidad una lucha de clases, en donde los campesinos debilitaban las estructuras de los otros para favorecer las estructuras que defendían, convirtiéndose en idiotas útiles de las clases dominantes de la región donde se asentaban. Estos grupos fueron apoyados por el campesinado decepcionado del gobierno, que los consideró como defensores de los intereses del pueblo. Es por esto que la violencia se da principalmente en las áreas rurales.

Hasta aquí he tratado de bosquejar a grandes rasgos el periodo de la Violencia, pero es claro que este fenómeno se remonta tiempo atrás en la historia de Colombia. Podríamos citar por ejemplo la década del veinte cuando las organizaciones sindicales son aniquiladas por el aparataje estatal que defendía las clases dominantes o la segunda mitad del Siglo XIX cuando el país fue azotado por violentas e interminables guerras civiles en las que las distintas facciones de la clase dirigente, dividida entre liberales y conservadores, se disputaban el poder. La Violencia en Colombia nació con el signo de la beligerancia política, pues desde Bolívar y Santander, que se enfrentaron tras haber luchado juntos contra los realistas españoles, el país siempre ha vivido con choques ideológicos de los partidos tradicionales. Dicho de otro modo, Colombia, desde su independencia en 1810, se ha caracterizado por sus conflictos y crisis, es más, dos años después de haber logrado su independencia, ocurre la primera de muchas guerras internas entre los centralistas y los federalistas.

Novela de la violencia.
Como podemos ver la violencia ha sido parte transversal de la historia de Colombia, tal vez por ello, la violencia es no de los fenómenos más novelados en la historia de la literatura colombiana. En Colombia contamos con más de una centena de obras cuya diégesis se construye sobre el referente de la Violencia. Escobar Mesa, limitándose al tramo entre 1949 y 1967, hizo la lista de 70 obras de la novelística sobre la violencia[4] y Arango[5], por otro lado, clasificó 74 obras publicadas entre 1951 y 1972 . El Tolima ha contribuido con varias de estas obras, entre las que podemos citar al libro de cuentos La violencia diez veces contada, y las novelas Sin tierra para morir de Eduardo santa, El sargento matacho de Alberto Machado Lozano, Los peregrinos de la muerte de Alirio Vélez Machado y El jardín de las Hartmann de Jorge E. Pardo. Muchas de estas obras salen en los años 60’s y 70´s. Según Luz Mary Giraldo[6] esto se debió a “el compromiso político e ideológico del escritor”.

Pero ¿Qué se entiende por novela de la Violencia? Para Manuel Antonio Arango la novela de la violencia es aquella narrativa que surge o explica la manipulación que los políticos ejercieron sobre la “masa campesina, analfabeta, exaltados en política por su misma ignorancia”[7]. Para Lucila Inés Mena[8], la definición de novelística de la violencia no debe limitarse solamente a aquellas obras que recrean específicamente “la época de violencia”, sino que debe extenderse también a aquellas novelas que, remontándose a épocas anteriores, buscan a través de la historia las raíces de la violencia “ […] lo que nos lleva a considerarlas como las obras más representativas del ciclo de la violencia, es el hecho de que ellas proporcionan una interpretación de este fenómeno sociopolítico, y una explicación de los odios heredados que marcaron a generaciones enteras de colombianos y que tuvieron su máxima expresión en la época de la violencia”

La literatura de la violencia desde su concepción ha evolucionado en varias etapas. La primera etapa se corresponde con la tanatomanía. García Márquez, quien dedicó un ensayo a la novela de la violencia en 1959, decía que esta novela era “el exhaustivo inventario de los decapitados, los castrados, las mujeres violadas, los sesos esparcidos y las tripas sacadas y la descripción minuciosa de la crueldad con que se cometieron esos crímenes”[9] Según Augusto Escobar[10] cuando la violencia alcanza una gama distinta al azul y rojo de los grupos originarios en conflicto, los literatos vislumbran que el objetivo no son los muertos, sino los vivos, que no son las muchas formas de generar la muerte, sino el pánico que consume a las víctimas. Lentamente, los escritores se despojan de los estereotipos, del anecdotismo, superan el maniqueísmo y tornan hacia una reflexión más crítica de los hechos, vislumbrando una nueva opción estética y, en consecuencia, una nueva manera de aprehender la realidad. Por eso Augusto Escobar mesa establece 2 momentos para la literatura de la violencia.

1) Predomina el testimonio y la anécdota sobre el hecho estético. No importan los problemas del lenguaje, el manejo de los personajes o la estructura narrativa, sino los hechos, el contar sin importar el cómo. Lo único que motiva es la defensa de una tesis.
2) Reflexión crítica sobre la violencia. Aparecen novelas en las que la estructura y el tratamiento del personaje, así como el uso de procedimientos narrativos más especializados, se hacen frecuentes y empiezan a dar talla a las producciones narrativas. El interés por la violencia no se da como hecho único, excluyente, sino como fenómeno complejo y diverso; Trasciende el marco de lo regional, explora todos los niveles posibles de la realidad. No se funda en la explicación evidente, sino en la certeza de que aquello que esté mediado por el conflicto, por lo social, no podrá ser más que la representación de un mundo ambivalente y problematizado.

Escobar propone el año 1958, cuando aparece El coronel no tiene quien le escriba, como fecha de corte entre la primera y la segunda narrativa, matizando que son “la mayoría” de las novelas las que responden con su esquema cronológico. Propone, entonces, ateniéndose a esta evolución, distinguir entre “novelas de la violencia” antes de 1958 y “sobre la violencia” después de 1958. Como diría Laura Restrepo “Las páginas plagadas de violaciones y cortes de franela fueron desapareciendo, en tanto que se escribían obras que no necesitaban relatar un solo crimen para captar la “violencia” en toda su barbarie”[11]

El hecho de que una gran parte de la violencia se haya forjado en el departamento del Tolima, generó que una porción la tradición literaria tolimense se construyera en gran medida sobre este tópico. Dos novelas representativas de este tipo de novelística son El jardín de las Hartmann (1978) de Jorge Eliécer Pardo y No morirás (1992) de German Santamaría. Se tomó estas dos novelas por considerar que una es claramente una novela de la violencia y la otra pertenecería a la novela de la violencia no por ubicarse dentro del periodo correspondiente a la violencia (1946-1967) sino por tratar de explicar dicho fenómeno.

El jardín de las Hartmann (1978) de Jorge Eliécer Pardo.
Las Hartmann son unas alemanas que llegan a un pueblo colombiano causando gran conmoción entre sus habitantes. Ellas vienen huyendo de la violencia de la II Guerra Mundial que se desarrolla en Europa. El padre de ellas fue fusilado y su madre muere junto a trece soldados del Fuhrer en un ataque suicida. Las Hartmann se componen de tres parejas de hermanas gemelas: Yolanda y Gloria, Ángela y Mercedes, María victoria y Sofía. En el pueblo donde se instalan compran una gran casa pero casi no traban relación con nadie, excepto con Doña Lucy y el niño Ramóncito, que son los únicos visitantes que son permitidos dentro de la casa de las hermanas. La región empieza a sentir los embates de la Violencia y el sargento Peñaranda toma el poder en el pueblo y encarcela, asesina y tortura por simple sospecha a sus habitantes.

“No papá, casi todos se han ido, los papás también, dizque por la policía” Pág. 27

Se desata el miedo, la violencia, los ríos se llenan de muertos. En este ambiente crece Ramoncito, quien se enamora de Gloria y viven un romance, el cual se ve truncado porque Ramón entra en el conflicto al volverse un revolucionario.

Este es el ambiente que nos ofrece la novela El jardín de las Hartmann. Unas adolescentes que vienen huyendo de la guerra en Europa y llegan a América a encontrarse con otra guerra. Trazando este paralelo, la novela supera lo regional mostrando lo caótico de la sociedad y que la violencia es un fenómeno universal.
En esta novela no se da una ubicación espacio temporal especifica, pero entendiendo que la II guerra mundial se desarrolló en Europa entre 1939 a 1945 y que las Hartaman vienen huyendo de este conflicto, es fácil suponer que ellas llegan a Colombia entre 1946 y 1967, ubicando las acciones de la novela dentro de los acontecimientos de la llamada Violencia, lo que la incluye dentro de este matiz genérico.

Escobar Mesa habla de dos tipos de novela sobre la violencia según su elaboración estética: en el primer grupo de novelas predomina el testimonio y la anécdota sobre el hecho estético y en el segundo tipo de novelas prima la reflexión crítica sobre la violencia y hay preocupación por el hecho estético. La novela de Jorge Eliécer Pardo se escribe en el segundo grupo por sus procedimientos narrativos, manejo de personajes, tiempo, y porque hace una crítica al fenómeno de la violencia. La obra se centra no en las causas de los conflictos sino en los efectos, como el desplazamiento, el éxodo, el odio y la venganza, que pasa de generación en generación, hasta volverse una violencia cíclica.

Las niñas Hartmann son desplazadas de su tierra y tienen que adaptarse a un nuevo medio, de entrada aparecen como las sacrificadas inocentes de dos conflictos que no entienden. De esta manera la novela centra su focalización en las victimas y no en lo victimarios. Ellas siembran en su corazón la semilla del odio y de la venganza, la que traspasan de generación en generación, volviéndose un ciclo de nunca acabar. Las Hartmann proyectan tener hijos con los hombres más inteligentes y más fuertes para regresar a su tierra y cobrar venganza

“Debían tener cada una un hijo de los hombre más inteligentes para que los Hartmann perduraran y un día, afirmaba Yolanda, regresar para la venganza” Pág. 51

Los que padecen los daños de la guerra son en su mayoría los marginales, los que no tiene voz, como sucede con Ramoncito, que es otra niño que nace en medio de las circunstancias que enmarcaron la época de la violencia, que no puede hablar durante sus primeros años de vida y que a la postre pasará de ser un ente pasivo a un ente actrivo dentro del conflicto bipartidista.

“Los miró con el odio que le tuvo a su mudez y la rabia que sintió siempre por su padre…”Pág. 26

Los golpes de su padre, el asesinato de su madre y el miedo a convertirse en un hombre, porque entiende cual es el destino de los hombres en medio de la guerra, lo perfilan hacia la revolución.

“…pero entendió que ya era un hombre y que cualquier día quedaría como el que acababa de ver sacar por la puerta astillada a golpe de culata” Pág. 26.

Ramón termina convertido en un opositor al régimen, erigiéndose como un caudillo. En realidad la lucha de ramoncito es por sobrevivir, pero no tiene conciencia ideológica ni un proyecto social y no sabe por qué o contra qué esta luchando. De esta manera la novela sugiere que no hay ideologías en la lucha bipartidista, que la gente sólo hereda los odios políticos sin conciencia de cual es la ideología que defienden, es decir que la Violencia no fue una guerra política pero aparentó serlo, que en el fondo fue una guerra de clases en donde los pobres liberales y conservadores se mataron unos a otros  mientras los ricos liberales y conservadores se fortalecieron. De esta manera la novela explica la manipulación licencies que los políticos ejercieron sobre la masa campesina y analfabeta, exaltándolos con el manto de la política y ellos cayeron en el juego por su misma ignorancia.

“Los directorios nos mandan la plata, las armas y la lista de los que debemos matar”. Pág. 89.

La falta de conciencia política hace que Ramón pierda rápidamente los valores que defiende y termine haciendo lo mismo contra lo que el lucha. Como razona el personaje de Gloria cuando se da cuenta en lo contradictorio que es tanto política como militarmente su amado Ramón.

“Pero sintió que todo se desvanecía al saber que se convertía en otro Peñaranda, sin respeto por las mujeres ni los niños, que ya no recibía las consignas de los directorios sino que hacia su propia ley y su propio criterio Pág. 48.

La perdida de valores es un tópico importante en la novela, es así como el cura Naranjo también se convierte en un revolucionario y cambia la Biblia por las armas y Yolanda Hartamann es embarazada por un sacerdote. De esta manera se va desmitificando la figura de la iglesia, al mostrar a los hombres como abandonados por dios.

Las Hartmann se involucran en el conflicto al apoyar económicamente los revolucionarios y al una de ellas entrar a ser parte de estas estructuras. Esto sucede porque aunque es un conflicto ajeno, ellas se sienten identificadas con los que luchan contra el régimen, pues este régimen era similar al que las desplazó de su natal Alemania.

El único lugar a donde no entra la muerte es en la casa de las Hartmann en donde yace un letrero que dice “ternura, comprensión, cariño. Precios módicos” constituyéndose en la antitesis de lo que sucede en todo el pueblo y convirtiéndose en una de la salidas que propone el autor a tantos odios. La otra salida es la de continuar con el ciclo del odio. Cuando asesinan a Ramón, se convierte en un mito que cobra fuerza de mártir y se erige como ídolo, aunque este ídolo es de barro porque murió. Este es el fracaso de la lucha armada. Pero los odios quedan sembrados en los nuevos niños que ven cómo el cuerpo decapitado de Ramón es expuesto en las plazas, asumiéndolo como su héroe y jurando imitarlo para cobrar venganza. Esta salida es desesperanzadora. Sin embargo el autor propone una tercera salida impregnada de esperanza: el olvido. La segunda generación de las Hartmann han sido criadas por monjas dentro de un internado de manera secreta, a petición de sus madres. Estas niñas se escapan de su sitio de reclusión y llegan hasta la casa de sus progenitoras y al conocer la vida que les espera, deciden marcharse para siempre, abandonar todo el proyecto de sus madres y comenzar de cero. Tal vez esta es la mejor salida para un país que ha estado envuelto en el odio y la venganza generación tras generación: olvidar y comenzar de cero.

No morirás (1992) German Santamaría.
La novela comienza narrando la llegada de José Durango a Armero, unos días después del trágico trece de noviembre de 1985, cuando el volcán nevado del Ruiz hizo erupción y sepultó por medio de una avalancha de lodo a más de veinte mil personas y acabó con todo el pueblo. Durango había abandonado su casa diez años antes, cuando escapó con la esposa de su vecino Vicente Avila, dejando a sus cuatro hijos y a su esposa abandonados. Esta aventura sólo duró una noche y ella se va para la costa y él para el Caquetá. Vicente Ávila jura vengarse y lo repite cada semana. Cuando Durango regresa al pueblo encuentra todo el desastre y se empecina en buscar a Vicente para que cumpla con su promesa, sin embargo, se entera que sólo sobrevivió de su familia una hija: Diana. La cual está embarazada de un hijo de Vicente Ávila, que también murió junto con toda su familia en la avalancha. Ahora Diana y su suegro, únicos sobrevivientes de cada familia, comparten su trágico destino y entre ambos construyen una nueva casa para ellos y para el nieto de Vicente. Esta es a grandes rasgos la trama de No Morirás.

La novela se construye en varios planos simbólicos, que tratan de explicar el por qué de la violencia que siempre nos ha acompañado a los tolimenses.

Durango su personaje principal nació inmerso en los odios de la guerra, cuando era un niño, acompañaba a su tía Matilde a llevar flores a la cruz de Olimpo Cruz, quien había sido novio de ella y había muerto descabezado a manos de la policía junto a cien personas más durante la violencia. También su abuelo le contaba historias sangrientas que fueron marcando su personalidad y su ideal político.

“También se acordó de las historias que le había contado su abuelo Pedro sobre las guerras civiles en los llanos del Tolima. De la batalla de la Garrapata. Fueron tres días destrozandose a machete, cerca de allí, en Guayabal. O de la batalla de de la Rusia, también cerca hacia el sur, en Doima, cuando las fuerzas del gobierno fueron copadas a la madrugada por los guerrilleros del general Tulio Varon. En la oscuridad, los hombres de Tulio Varón cruzaron a cuchillo a más de mil soldados conservadores.” Pág. 40.

De esta manera José Durango desde niño es formado en el concepto de la guerra, acumula odios que no sabe de dónde vienen pero sabe que están ahí, en su sangre.

“Cosas profundas. Es el odio de la sangre que llevamos los colombianos, ¿sabe usted? No me pregunte por qué siempre se ha matado la gente en el Tolima, por qué fueron tantos los muertos en la violencia. Tal vez no hay razones. Ni de los muertos de antes ni de los de ahora. El odio ha estado ahí, en la sangre y no le busque más”. Pág. 103

Esto es quizá la razón por la cual Durango nunca puede amar con entrega, vivir un amor pleno, tiene una esposa que lo quiere y cuatro hijos a los cuales abandona en busca, tal vez, del verdadero amor, pero nuevamente se da cuenta de su incapacidad para amar y abandona a su amante al día siguiente de su fuga. Sólo logra sumarle más odios a su vida, acentuados desde la misma lucha de clases entre el mismo Durango y Ávila, uno dueño de maquinaria agrícola y el otro un terrateniente, el conflicto pasional.

“Pero a ella le pesaban los hijos y además no estaba seguro de si era solamente cosa de amor o venganza por negocios de tierra, por alquiler de tractores, por todos los odios que los dos habíamos empozados en el corazón y por el que se han matado las gentes por aquí”. Pág. 105

Durango no regresa a buscar a su familia, deja todo abandonado por diez años y cuando regresa, después de sucedida la tragedia, no viene a arreglar las cosas sino a terminarlas.

Durango es un personaje fracasado que no encuentra donde está su felicidad. Todos sus problemas los refleja en buscar un enemigo para que sea él quien lo mate, pues él mismo no ha sido capaz de poner fin a sus asuntos. Lograr que Vicente lo mate es su victoria. Pero también fracasa en esta empresa, pues el odio y la venganza juradas por Vicente Ávila terminan la noche de la tragedia, pues tal hecatombe lo humaniza. Entiende lo valiosa que es la vida, entiende el mismo milagro de la vida en medio de la muerte. Comprende que su vida tiene una razón de ser, valora la vida del nieto que está por nacer y acoge a la madre del niño sin importar que sea la hija de Durango. Tanta mortandad lo lleva a recapacitar sobre el hecho de matar a otro hombre, hasta el punto de salvar de las corrientes del río al mismo Durango. Pareciera que la tragedia le limpia el alma a Vicente y él empieza a valorar lo poco que posee, entiende que a pesar de la desgracia, a él por lo menos le queda algo, su nieto; diferente de Durango que no tiene nada, porque ni siquiera su hija lo quiere. Mientras Vicente Ávila vuelve a empezar una nueva vida, entendiendo que la felicidad está en las pequeñas cosas. Durango sigue atado al pasado, constituido de “amaraulencia” que según la novela, es una mezcla de amargura, resentimiento y violencia, que nunca le permite encontrar la felicidad y lo condena al fracaso. Estas son las dos salidas que propone la novela de German Santamaría: olvidarnos de los odios del pasado y empezar de nuevo o sumirnos en esos odios eternamente.

“Y un hombre no puede vivir con un odio por dentro, Por eso es que nos hemos matado tanto por aquí. Por el odio que llevamos por dentro”. Pág. 109

La violencia como punto de encuentro entre No morirás de German Santamaría y el jardín de las Hartmann de Jorge Eliécer Pardo
En ambas novelas se plantea que la violencia es algo cíclico que pasa de generación en generación. El puente para estos ciclos se construye sobre la infancia, los niños nacen en medio del odio y lo reproducen sin ninguna conciencia del por qué lo hacen. Sus odios son heredados y punto. Tanto en No morirás como en las Hartmann parece que los autores centraran por momentos al régimen como el gran culpable de las atrocidades, sin embargo tanto en la novela de Pardo como en la de Santamaría se evidencia la brutalidad y la sevicia con la que actúan los grupos revolucionarios o disidentes al régimen, mostrando a ambos bandos como violadores de los derechos humanos y sin ninguna ideología, tal como lo muestra Santamaría al mostrar una escena donde el Negro Marín grita “¡Que hermosos es ver a los enemigos muertos!” Pág. 40 y como Ramón en el El Jardín de las Hartmann termina asesinando niños y ancianos al igual que el Sargento Peñaranda.

Las dos novelas hacen ver el sin sentido de la guerra. En ambas novelas el amor es truncado por el odio, la guerra y la venganza, así sucede con Gloria y Ramón y, con Durango y su Amante. Las dos novelas muestran el amor como una posibilidad para salir de este laberinto.

Lasa dos obras son propositivas en la medida en que no se quedan sólo mostrar en fenómeno de la violencia sino que sugieren posibles salidas al fenómeno de la violencia pero las dos coinciden en estas dos salidas:

1) Continuar con el ciclo, repitiendo los odios heredados y la venganza. Esto sucede con Ramón y con los niños que lo ven decapitado en la plaza, en el El Jardín de las Hartmann, y sucede con Durango que vive imbuido en su “Amarulencia”
2) Olvidar el pasado y empezar de nuevo. Esto lo hacen la segunda generacion de la Hartmann y lo hace Vicente Avila quien decide no continuar con su venganza contra José Durango.

Las dos novelas muestran una mirada desesperanzadora, seguir con los odios, y una esperanzadora: reconciliación y olvido.

Conclusiones:
El fenómeno de la violencia tuvo y tiene gran impacto sobre la memoria histórica de nuestro departamento hasta el punto de que aun pervivan vestigios de esta violencia, trasfigurados en otros factores como la guerrilla, el paramilitarismo y el narcotráfico. Por esta razón, no es extraño que dos grandes novelas del departamento del Tolima como son El Jardín de las Hartmann de Jorge Eliécer Pardo y No morirás de German Santamaría hagan parte de la novelística tolimense y colombiana sobre la violencia. Compartiendo varios rasgos en común, que las hacen distintivas frente a otras novelas que sobre el mismo tema se han escrito en el país.

El Jardín de las Hartmann y No morirás se desarrollan en pueblos al norte del Tolima, mostrando el impacto que sobre esta región ha tenido el fenómeno de la violencia y cómo este impacto se esparció a toda la región y al país en general. Aunque la novela de Pardo no menciona el lugar, por la marcas metatextuales es posible identificar el lugar como el Libano (Tolima). Ambas novelas trascienden la anécdota de los muertos y las causas de estas muertes y se centran en los efectos seguidos o posteriores a los hechos y sobre todo, su impacto en los seres humanos más que los resultados económicos o políticos. Según esto, las dos novelas hacen parte, estéticamente hablando, del segundo momento de la narrativa sobre la violencia propuesto por Augusto Escobar[12] y que tiene que ver con la reflexión crítica sobre la violencia, en donde esta no se da como hecho único, excluyente, sino como fenómeno complejo y diverso. Aunque la historia de El Jardín de las Hartmann parece que si se ubica dentro del tiempo de ocurridos los hechos 1946- 1967, la novela tampoco precisa esta fecha pero por sus marcas textuales, se puede establecer que es posterior a 1948. En No morirás la historia se da en 1985, diez y ocho años después de la época de la Violencia. Las razones por las cuales se pueden ubicar como representantes de este género son las esgrimidas por Lucila Inés Mena[13], pues considero que ambas obras ayudan a entender, explicar, analizar e interpretar el fenómeno de la violencia, buscando las raíces que originaron este fenómeno y que lo siguen originando, más allá de ubicarse temporalmente durante este periodo.

La representación de la violencia en El Jardín de las Hartmann y No morirás es utilizada para configurar ordenamientos sociales, construir imaginarios culturales y trazar señas identitarias, en torno a la exclusión y la definición de fronteras. A través de los dos textos estudiados, la violencia es percibida como el extremo anarquico y caótico que debe ser ordenado a través de la ficción novelesca, que se convierte en forjadora de los límites, las prioridades, las justificaciones y los propósitos sociales.

Bibliografía:
Ø ÁLVAREZ GARDEAZÁBAL, Gustavo. La novelística de la violencia en Colombia. Colombia. Universidad del Valle (monografía de grado), 1970.
Ø ARANGO L., Manuel Antonio, Gabriel García Márquez y la novela de la violencia en Colombia., México, Fondo de Cultura Económica, 1985.
Ø ESCOBAR, Augusto, Ensayos y aproximaciones a la otra literatura Colombiana, Colombia. Universidad Central, 1997, pp. 97 – 153.
Ø GONZÁLEZ RODAS, Pablo, Colombia: novela y violencia, Manizales, Secretaría de Cultura de Caldas, 2003.
Ø OSORIO, Óscar, violencia y marginalidad en la literatura hispanoamericana, Cali, Universidad del Valle, 2005.
Ø PARDO, Jorge Eliécer. El jardín de las Hartmann . Bogotá: Plaza y janes, 1978. 115 p.
Ø RESTREPO, Laura, “Niveles de realidad en la literatura de la ‘Violencia’ colombiana”, en: AA.VV. Once ensayos sobre la violencia, Bogotá, CEREC, 1985, pp. 117-169. Tomado de:Ideología y Sociedad, No. 17-18 abril-sept. de 1976, pp. 117-169.
Ø SÁNCHEZ, Gonzalo y MEERTENS, Donny. Bandoleros, gamonales y campesinos .Bogotá: El Áncora Editores, 2002. 255 p.
Ø SANTAMARÍA, German. No morirás. Santafe de Bogotá: Editorial Oveja Negra. , 1992. 189 P.
[1] SÁNCHEZ, Gonzalo y MEERTENS, Donny. Bandoleros, gamonales y campesinos .Bogotá: El Áncora Editores, 2002. Pág. 33.
[2] HOBSBAWN J, Eric. Les Bandits. París : François Maspéro. 1972. Citado por: SÁNCHEZ, Gonzalo y MEERTENS, Donny. Bandoleros, gamonales y campesinos .Bogotá: El Áncora Editores, 2002. Pág. 52.
[3] SÁNCHEZ, Gonzalo y MEERTENS, Donny. Bandoleros, gamonales y campesinos. Bogotá: El Áncora Editores, 2002. Pág. 42.
[4] ESCOBAR, Augusto: “La violencia: ¿Generadora de una tradición literaria?” Ensayos y aproximaciones a la otra literatura colombiana. Bogotá:Universidad Central, 1997. Pág. 149- 153.
[5] ARANGO, Manuel Antonio Gabriel García Márquez y la novela de la violencia en Colombia ., México, Fondo de Cultura Económica, 1985
[6] GIRALDO, Luz Mary – Búsqueda de un nuevo canon De los sesenta a los noventa: búsqueda de un nuevo canon (A manera de conclusión)
[7] ARANGO, Manuel Antonio Gabriel García Márquez y la novela de la violencia en colombia ., México, Fondo de Cultura Económica, 1985
[8] MENA, Lucila Inés, “Bibliografía anotada sobre el ciclo de la violencia en la literatura colombiana”, en: Latin American Research Review, vol. XIII, No. 3 de 1978.
[9] GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Obra periodística 3: de Europa y América. Bogotá: Norma, 1997:563.
[10] ESCOBAR MESA, Augusto. ¿La violencia: Generadora de una tradición literaria? Ensayos y aproximaciones a la otra literatura colombiana. Bogotá:
Universidad Central, 1997.
[11] RESTREPO, Laura, “Niveles de realidad en la literatura de la violencia’ colombiana”,En: AA.VV. Once ensayos sobre la vilencia. Bogotá: CEREC, 1985, p. 117-169. Tomado de: Ideología y Sociedad, No. 17-18, abril-septiembre de 1976.
[12] ESCOBAR MESA, Augusto La violencia: ¿Generadora de una tradición literaria?. Ensayos y aproximaciones a la otra literatura colombiana. Bogotá:
Universidad Central, 1997
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2 comentarios

Vuelven a trocarse las obras de mi padre y mi padrino. Sargento Matacho es la novela de mi padre sobre la guerrillera Rosalba Velásquez y los Peregrinos de la muerte una novela de mi padrino y tío de mi padre, Alberto Machado Lozano.

Por Edgar Vélez Ruiz el día 30/05/2012 a las 15:22. Responder #

Me encanta la literatura que aborda el asunto de la violencia politica, es una narrativa apasionante. Si me desean recomendar textos alusivos a este topico, por favor remitirse a amoaborges@gmail.com
GRACIAS!

Por natalia restrepo maya el día 12/05/2012 a las 13:35. Responder #

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