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El libro, la lectura, la literatura, a partir de Jacques Derrida.

por Freddy Puentes
Artículo publicado el 06/11/2013

Derrida había publicado en 1967 un texto intitulado “El fin del libro y el comienzo de la escritura” donde habla, antes y más allá de la tradición que hace posible -desde Platón a Saussure- que el significado sea anterior al significante, del fin de ese “modelo ontológico-enciclopédico o neohegeliano del gran libro total, el libro del saber absoluto” pero ese fin, según el pensador postcolonial judeo-hispano-árabe, era interminable.

Derrida cree en su ensayo “El libro por venir “ que la unidad y la identidad del libro no son incompatibles con las nuevas teletecnologías o “tecnologías de la infocomunicación”, cree que el libro no va a desaparecer sino que en estas reestructuraciones, incorporaciones electrónicas o transmisiones telemáticas, la forma antigua “sobrevive sin fin”, lo único que cambia son los soportes que, en el caso actual, serían “dinámicos”, con o sin pantalla, “la casi inmaterialidad de las operaciones electrónicas”. Siempre será necesario y oportuno, resistiendo los imperativos de la “industria cultural” que transforma en “objetos de cultura” intercambiables “la palabra”,”el pensamiento”, “la imagen”, un lector inteligente e inventivo, que lea lo que “no habrá tenido lugar”, un escritor que escriba en el límite del pensamiento, entre la idea y la imagen, que reitere la diferencia afirmativa, no fenoménica, que invierta y desplace los predicados de la lengua, lengua que -como escribe Derrida- no es sujeto ni objeto, lengua que no se puede separar de la gramática y de la imposición colonial, lengua que es inseparable del pensamiento. Un escritor que enseñe, como en su relación con la filosofía, a no renunciar al valor de verdad, “pensar otra relación con la verdad”, “no renunciar a tratar la verdad”, sin destrucción o negación.

La lectura, como sabemos desde un singular lector de Mallarmé que era Maurice Blanchot, hace que la obra se transforme en obra y el lector libere al libro de todo autor, no es una interrogación, ni una discusión, ni una conversación, aunque uno puede “leer para conversar”: “La verdadera lectura no discute nunca el libro verdadero, pero tampoco es sumisión al “texto”. Sólo el libro no-literario se ofrece (…) como un conjunto de afirmaciones reales” (“Leer”, en: El espacio literario).
Derrida, en una entrevista hecha por Derek Attridge, afirma que se puede hacer una lectura intrascendente de un discurso y que la literariedad no es una propiedad intrínseca a un texto, este carácter literario está más próximo de la estructura noemática del objeto intencional que del componente subjetivo del acto noético. Derrida hace nuevos usos de la terminología husserliana (“trascendente”, “noemático”, “noético”) y enseña que la literatura pone en crisis a la fenomenología, por ejemplo, cuando cuestiona la supremacía de la conciencia. Derrida diferencia entre una lectura trascendente, es decir, aquella que va más allá del texto en dirección del significante, la forma y el lenguaje y una intrascendente que “se queda con la forma y el lenguaje”. La literatura es una institución occidental moderna que surgió a fines del siglo XVII con las democracias parlamentarias y está relacionada con la democracia, libertad para decir o escribir, sólo como “principio democrático” o de libre expresión, para “realizar cualquier acto simbólico”. La literatura es inseparable de la democracia y condición de la misma. Derrida afirma que esta autorización a decirlo todo en literatura reconoce un “derecho a la absoluta no respuesta”, “allí donde no sería cuestión de responder, de ser capaz o tener que responder”. La libertad para decirlo todo en literatura significa, dice Hillis Miller siguiendo a Derrida, “el derecho a no responder, el derecho a una no respuesta absoluta, a guardar el secreto”. (“Derrrida y la literatura”). En el video “De otra parte, Derrida” el argelino, difiriendo la metafísica de la presencia dice:

”(…)Y naturalmente, la cuestión del secreto siempre me preocupó mucho, independientemente de mi “cuestión judía”. Me preocupó no sólo en relación al inconsciente, sino también la dimensión política del secreto, siendo el secreto lo que resiste a la política, a la politización, a la ciudadanía, a la transparencia, a lo fenoménico. Siempre que se quiere destruir el secreto hay una gestión totalitaria. El totalitarismo es siempre el secreto revelado.(..). El secreto debe ser respetado. ¿Qué es un secreto absoluto? Esta cuestión me obsesionó tanto como la cuestión de mis orígenes judeo-españoles”.
La literatura guarda un secreto que no puede ser revelado, ella no responde. Este derecho a la no respuesta lo asocia Derrida con la “democracia por venir”. El derecho a decir todo viene de la iterabilidad de todo lenguaje siendo la misma una característica tanto de textos constatativos como performativos, “tanto los que dicen la verdad como los que realizan actos”.

Este arte de la lectura, extraño arte de “leer en voz baja”, según Jorge Luis Borges, ha dado lugar a escritores como Gustave Flaubert, Mallarmé y Joyce quienes, según Derrida en diferentes obras, hicieron transformaciones de “formas significantes” (fónicas, gráficas). Esta idea contraintuitiva de literatura de Derrida está comprometida, como demostró Miller, con su teoría de “las manifestaciones performativas”. Podemos entender este extraño concepto de literatura de Derrida si estudiamos la relación de la literatura con el secreto (“Pasiones” ) o literatura con actos performativos (“Psyché. Invenciones del otro”). En 1951 Borges, citado anterior y nuevamente, en un texto en prosa llamado “Del culto de los libros” , expresaba que en el siglo II era común leer en voz alta porque no había signos de puntuación, ni siquiera división de palabras y leer en grupo para solucionar los inconvenientes de la escasez de códices .

Según Derrida hay dos formas de invención, la invención que “no inventa nada” porque es una repetición de lo existente e institucionalizado y la otra es una articulación entre “azar” y “necesidad”, crea y encuentra en el lugar, “produce la novedad de un acontecimiento”. Según Derrida esta novedad está “más allá del acto de habla”. El objeto literario “siempre ha estado allí”, sólo es accesible “a través de las palabras de la obra”. Este “a través de “ es lo que a Derrida le interesa cuando lee e interpreta los textos canónicos o no de la tradición occidental, cuando solicita el sistema de predicados que hace posible esos discursos. Reelaborando la idea austiniana de “actos de habla” Derrida invoca “una nueva noción” cuando “habla de la “invención imposible” de lo “completamente otro”. Esta invención imposible es “la única invención en el mundo, la única invención del mundo” y no hay un sujeto identificable que sea el agente de esta invención, no hay – como se dice habitualmente- “un nosotros” o “una comunidad de investigadores”. Mi trabajo, según Derrida, es “darle un lugar al otro, dejar al otro venir”, este otro que no es singular sino plural. El único acceso a una obra es a través de “las palabras de la obra”, sólo podemos saber aquello que las obras dicen. Miller afirma que: “Lo que no se dice no puede saberse por ningún medio, ni siquiera puede saberlo el autor.” . Una obra literaria es un “acto de supervivencia”, “continuar viviendo después de la muerte”. “Muerte” es aquí el nombre de una “figura desplazada para el completamente otro”. Derrida hace un análisis detallado de estas cuestiones en sus lecturas de los relatos de Blanchot “La locura de la luz” y “Sentencia de muerte”. Blanchot nos había enseñado a escribir a partir de la ausencia, del no ser de la literatura, relación entre la literatura y la muerte.

FREDDY PUENTES, OCTUBRE 28 DEL 2013, PUERTO LIMÓN, PUTUMAYO LEÍDO ANTE UNA FUNDACIÓN DEL BANCO DE COLOMBIA EL 30 DE OCTUBRE DEL 2013 EN PUERTO LIMÓN, PUTUMAYO, COLOMBIA.
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Un comentario

[…] como Jacques Derrida con “La escritura y la diferencia” o Maurice Blanchot con obras como  “El […]

Por El libro, ser viviente (Parte II) | Club de Lectura el día 22/04/2020 a las 17:21. Responder #

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