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El sueño del celta (Vargas Llosa, 2010) y su relación con otras dos novelas del autor peruano.

por Luis Quintana Tejera
Artículo publicado el 10/09/2019

Introducción
El sueño del celta constituye la representación de las aspiraciones más queridas de un hombre que, al igual que Flora Tristán, intenta modificar el cosmos en que vive. Su lucha contra la injusticia ocupa la mayor parte del libro y sus fracasos son un perfil de todo aquello que desea alcanzar, pero que la envidia y los intereses mezquinos de los demás se lo impiden.

Desarrollo del contenido
Buscando la felicidad que deviene de la entrega a los otros, sólo halla la soledad con que la vida le paga después de haber luchado tanto. Encerrado en su celda como lo vemos desde el principio del relato, es la representación de un ave al que se le impide volar, porque si lo siguiera haciendo como antes, atentaría contra el sagrado orden que los hipócritas patronatos de la moral defienden.

En fin, llama la atención también la homosexualidad de Roger y de Flora Tristán, la bisexualidad de Gauguin y la heterosexualidad de los personajes de la Niña mala. Entre las tres novelas se completa el universo de hombres diferentes en cuanto a sus preferencias respecta, pero iguales en su auténtica condición humana que no puede ser olvidada ni en el orden crítico ni en el contexto vital que la existencia nos ofrece.

Uno de los aspectos que no podemos pasar por algo tiene que ver con el hecho de que los tres personajes centrales de estas novelas están, desde el comienzo, condenados a muerte. Y se hallan en esta circunstancia por diferentes razones. Con toda seguridad Roger Casement es el más determinante, porque se encuentra ya en la celda de los condenados a muerte. Pero Gauguin y la niña mala, a su manera, ya se hallan en esta misma condición. El primero de ellos, porque se ve afectado por “esa enfermedad impronunciable” de la que habla, en su momento, el narrador; la segunda, porque con las acciones que ha decidido llevar a cabo, tarde o temprano iba a sucederle lo que le aconteció con Fukuda. No obstante esta condición de cada uno de ellos, los tres se hacen cargo de los hechos que como seres inteligentes les ha tocado vivir.

El manejo del intertexto es digno de destacarse en las tres novelas: en la primera, la obra de Flora Tristán es un referente importante no sólo para la época, sino también por la trascendencia que tiene en relación con el sistema creado por Marx en el mismo siglo. La alusión a lo pictórico es valiosa también como ya lo comentamos y nos permite asomarnos, mediante la magia del relato, a una parte, la más importante, de la obra de Gauguin.

En la segunda, la figura de Flaubert es básica, porque mediante este escritor y su producción se entiende no sólo la personalidad de madame Arnoux, sino también algunas características del estilo del narrador de Vargas Llosa que toma en cuenta muchas de las veleidades narrativas de su igual francés. Además los recuerdos históricos como los que tienen que ver con la revolución cubana y sus líderes ocupan un primer lugar y dan sentido a la crítica antimarxista que solapadamente la voz que cuenta los hechos ofrece a sus lectores. La historia política del Perú está narrada también mediante paréntesis que paulatinamente aparecen y desaparecen en el relato. En este contexto, la figura de Fujimori está escondida, con toda certeza lo creemos, tras la máscara de Fukuda.

En la tercera, la imagen histórica de Roger Casement, quien es un irlandés que nació cerca de Dublín, el 01 de septiembre de 1864 y murió ahorcado en Londres el 02 de agosto de 1916. Él fue un diplomático británico que militó activamente en la causa del nacionalismo irlandés.

El comienzo de todo: el día en que lo arrestaron
Para explicar razones y consecuencias del confinamiento del personaje, nos detendremos en el aspecto siguiente.

Casement recuerda el día en que lo detuvieron. Este hecho representa el fin de las actividades como conspirador, pero, al mismo tiempo, es el puente que lo conduce a la muerte. Ocurrió en una mañana gris y lluviosa de abril de 1916 entre las ruinas de Mc Kenna’s Fort en el sur de Irlanda.

El impacto en el terreno del recuerdo es lo que más queremos analizar. La memoria trae al presente un hecho del pasado. El acto mismo de actualizar algo mediante un procedimiento nemotécnico tiene un no sé qué de misterio. Es preciso establecer una diferencia radical entre los conceptos de “vivencia” y “recuerdo”. Aquí se trata de una vivencia que acude a la mente con su propio código de signos e imágenes. Un frío extraño se apodera de todo su cuerpo, un frío inexplicable a nivel climático, pero auténtico en el horizonte de sus propias premoniciones; era el presentimiento de la muerte.

Se apoderaba no sólo de su cuerpo, sino también de todo su ser. Lo invadía totalmente y desnudaba sus temores.

Seguirá luego el proceso judicial contra Roger que terminará en la cárcel condenado a muerte por haber traicionado a su patria. La situación de este hombre que luchó por su ideal es verdaderamente impresionante. Se pregunta cuáles han sido las circunstancias que lo llevaron a este final. En el fondo él sabe, con ese conocimiento que le da su razón, cuáles han sido las causas que lo condujeron a esta situación límite. Pero su conciencia moral ignora por qué se encuentra en este punto culminante de su existencia. Parece ser, a la manera becqueriana, que el corazón y la cabeza continúan librando una batalla cruel y, en Roger el corazón no puede ni sabe explicar las motivaciones de su razón. Es parte esencial de este monólogo entender, pero más allá de esta actividad racional, se halla la otra, la actividad afectiva que le marca otro camino completamente distinto.

El encuentro con su prima Gee
El diálogo con esta mujer que es más que una pariente, es una entrañable amiga, constituye otro alto en el camino hacia el cadalso. Ella lo escucha decir con una ternura infinita:

Éramos más que enamorados, Gee. Hermanos, cómplices. Las dos caras de una moneda. Así de unidos. Tú fuiste muchas cosas para mí. La madre que perdí a los nueve años. Los amigos que nunca tuve. Contigo me sentí siempre mejor que con mis propios hermanos. Me dabas confianza, seguridad en la vida, alegría. Más tarde, en todos mis años en África, tus cartas eran mi único puente con el resto del mundo. No sabes con que felicidad recibía tus cartas y como las leía y releía, querida Gee. (2010: 31).

Se trata de dos personas que supieron entregarse y amarse hasta donde la naturaleza lo permitió. La expresión “cómplice” reúne y sintetiza lo que eran el uno para el otro. Ella fue la madre muerta a temprana edad, representó a los amigos que no tuvo (enorme y dolorosa carencia en su vida); estuvo en el lugar de sus hermanos. Me recuerda la despedida de Héctor y Andrómaca en la Ilíada cuando la tierna mujer le dice a su marido: “Héctor, ahora tú eres mi padre, mi venerable madre, mi hermano, tú mi floreciente esposo” (Homero, 1986: 132)

Los ejemplos de los clásicos regresan en la literatura contemporánea remozada y vital; retornan de una manera implícita, pero calurosamente real. Los lazos que unieron a los dos amigos y primos fueron auténticos y poderosos. Roger no pudo amar a ninguna mujer por las causas ya explicadas, pero sí supo admirar a esta fémina genial que fue Gee.

En el mismo orden de planteamiento, el encuentro con Alice Stopford Green, su amiga representa un nuevo acercamiento a la mujer que aleja a Roger de un rechazo hacia la hembra humana y le permite comprender cuán importantes fueron ellas para él en su aprendizaje de la libertad y de la búsqueda incesante que lo llevó a interpretar los signos del amor en la dirección equivocada quizás, pero vitalmente importante para el ser humano que quiere ser auténtico. Ella también le enseñó a amar a Irlanda y le reveló otras crueles verdades como la relativa a la traición del escritor polaco Joseph Conrad, quien no había querido firmar el pedido de clemencia.

Conclusión
En fin, quiero ver a Roger Casement como la imagen universal del hombre: todos estamos condenados a muerte; la única diferencia radica en que nosotros no sabemos exactamente en qué momento sucederá; él sí lo sabe o, al menos, lo presiente con horror.

Todos mantenemos un constante diálogo con nosotros mismos. El diálogo de Roger, quizás monólogo, es con su pasado, con sus hechos, con su gente, con sus ausencias, con su soledad, con lo que los demás llaman su perversión.

Bibliografía
Homero (1986). La Ilíada, trad. de Alberto Pulido Silva, México, SEP.
Mario Vargas Llosa (2010), México, Santillana.
Luis Quintana Tejera
qluis11@hotmail.com
www.luisquintanatejera.com.mx

 

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