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Una noche de espanto.

por Lourdes Raymundo Sabino
Artículo publicado el 22/03/2020

una-noche-de-espantoUna noche de espanto. Los otomíes en la oscuridad, de Jacques Galinier. Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo, Société d’Ethnologie & Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. México, 2016.

 “Desearía relatar una experiencia compartida, la del pavor”. Es el pronunciamiento del autor en las líneas iníciales de su obra, el pavor del que habla es aquel que sólo puede situarse temporal-espacialmente en la noche.

La noche otomí es el sujeto de estudio central para Galinier, un autor que fiel a su amplio trabajo etnográfico, nuevamente llama nuestra atención sobre ella, presentando un análisis fino desde la antropología, ciencia social que estudia a las sociedades desde una óptica en particular: la cultural; sin embargo, el quehacer antropológico se ha enfocado en documentar la cultura, cuyo espacio-tiempo generalmente ha sido el día, éste es el aporte más inmediato de la obra, al ocuparse de la noche.

La antropología nos permite ver lo extraordinario en aquello que comúnmente denomina mosordinario, la noche al haber sido dejada de lado por mucho tiempo, ha hecho que perdamos mucha de esa cotidianidad extraordinaria de la que frecuentemente rehuimos, porque parece que el temor a la noche y en la noche, representa una generalidad entre quienes nos formamos en antropología.

Jacques Galinier teoriza a partir de su experiencia compartida con los otomíes de la Sierra Madre Oriental, del estado de Hidalgo en México, una cultura que al igual que otras contemporáneas, devienen de las mesoamericanas yen la mayoría de ellas, la noche remite a un mundo de antes, un mundo de mitos, ya la gente de la noche, los antiguas. En estas culturas en general se pueden encontrar ontologías que dan cuenta de una dualidad complementaria que desde la perspectiva del autor, alude a un continuum entre el ciclo de vida, el cuerpo humano y analógicamente, el cosmos.

Al igual que en La mitad del mundo: cuerpo y cosmos en los rituales otomíes (1990) y El espejo otomí: de la etnografía a la antropología psicoanalítica (2009), en esta obra el autor imbrica los lazos sui generis que requieren tejerse por lo menos entre la etnología, el psicoanálisis y la economía para un acercamiento más próximo al registro antropológico. En sus trabajos se puede encontrar la necesidad de mirar analíticamente la noche, para ello Galinier relaciona la vida de los otomíes a través de sus rituales, los seres asociados a esta entidad, las emociones y sensaciones, etcétera, donde los sueños y el carnaval son algunas experiencias particulares que interrelacionan lo público y lo privado, lo colectivo y lo individual en la cosmovisión otomí, la cual “sobrevalora” lo femenino, asociado con la oscuridad, lo turbio, lo invisible, la sangre menstrual; revelando al mismo tiempo una multitud de asimetrías entre el día y la noche y entre “Cristo y el Diablo”, espacios-tiempos en los que las fuerzas se expresan y se intercambian de modo distinto.

Los aportes del autor no se limitan a hablarnos de la noche en abstracto, parte importante también de esta investigación radica en enunciar la noche desde la perspectiva de la niñez, la cual tradicionalmente también ha sido omitida, en preferencia del punto de vista adultocéntrico. Los testimonios que presenta el autor señalan las semejanzas entre la “escenografía” de los sueños y la noche. La noche entonces supone borrar “los límites corporales, geográficos y temporales”, representando un “pasaje de la escena onírica al mundo hacia el exterior”, y la “liberación de energía y alimentación por vía del sacrificio, porque la noche impone un gasto de energía superior al del día”, implica también la “transformación del cuerpo nocturno, separado del cuerpo diurno: éste se encuentra socializado, mientras que el otro se ha vuelto ‘salvaje’”. La noche entonces, a la vez, devela un continuum entre el sueño, el mundo nocturno y el inframundo, como “campos de batalla”, donde elmodus operandi sólo puede ser descifrado por el bâdi, protagonista dentro de esta “teoría indígena del mundo nocturno”.

Para ampliar la argumentación sobre la noche otomí, cuya representación se sintetiza como una ética del sacrificio en el Dueño de la noche, Galinier analiza la “noche mazahua”, en la cual los sueños refieren a la “arcaización del mundo… en el que cohabitan individuos surgidos de todos los episodios de la creación” en la cosmovisión mazahua.

La noche se presenta, por tanto, no como la contraparte del día, sino como lo que envuelve el día, la noche es en sí misma la posibilidad que da sentido al estar en el mundo otomí, un estar en el mundo cíclico, que necesariamente remite al origen del tiempo y del cosmos, en el que predomina la oscuridad.

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