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John Gray y la alternativa del Modus Vivendi ¿Puede el liberalismo mediar entre modos de vida en disputa?

por Maximiliano Yáñez
Artículo publicado el 11/06/2020

Resumen
Históricamente el liberalismo se ha caracterizado por intentar pacificar a la sociedad. A pesar de que existen múltiples corrientes liberales, la idea central parece ser encontrar un principio que ayude a mediar entre bienes en conflicto. De este modo, en el presente artículo mostraremos el análisis hecho por John Gray sobre el liberalismo, y a partir de él intentar ver los límites y alcances de éste.

Palabras claves: Liberalismo, modus vivendi, bien, Justicia.

 

Introducción
Actualmente, nos hallamos en una época marcada por los choques culturales. Las inmigraciones a lo largo de todo Occidente ya son un hecho, y el resultado de este proceso ha sido variado. Si nos centramos sólo en las implicancias culturales que conlleva esto, es decir, como influyen o son influidos los distintos modos de vida, podemos notar que hay grandes diferencias. Por un lado, en países como Chile, no parece, de momento, generar un gran problema, ya que los inmigrantes que llegan no parecen tener modos de vida radicalmente distintos al que poseemos. Pero, por otro lado, el problema en Europa pareciera ser distinto. En Alemania, por ejemplo, hasta el año 2015 loa datos publicados por la ONU indicaban que el 14,61 % de la población era conformada por inmigrantes. Ahora bien, el problema no parece ser la cantidad, sino más bien el modo de vida que lleva parte de esta población inmigrante. De este sector, el cual pareciera que crecerá cada vez más, aproximadamente un tercio profesa la fe musulmana. Esto genera un conflicto, pues el modo de vida entre musulmanes y cristianos o laicos, parece ser inconciliable, verbigracia, en el trato hacia la mujer. Es más, cada uno de estos tipos de vida parecen fundarse en principios en disputa. Si bien, el caso de la inmigración es ilustrativo para ver como cada modo de vida posee sus valores propios, y estos pueden entrar en conflicto con otros valores ajenos al propio modo de vida, hay otros casos que muestran lo mismo. Por ejemplo, cuando en Estados Unidos se reconoció por primera vez a la población afroamericana como iguales, significó tratar de conciliar dos modos de vida que históricamente habían sido entendidos como dos lados opuestos de la moneda. O sin ir más lejos, actualmente en Chile todas las discusiones en torno al rol de la mujer en la sociedad, ponen de relieve ciertos valores que quieren ser establecidos como fundamento de un tipo de vida específico.

De estas situaciones podemos rescatar dos ideas. Primero, hay diversos modos de vida, los cuales defienden valores específicos. Segundo, dentro de una misma sociedad estos valores se hayan en conflicto, pues no hay sólo un modo de vida dentro de un país, una región o una ciudad. Esto nos lleva a preguntarnos, cuál es el rol del Estado frente al panorama mencionado. Éste no parece estar claro, pues ¿puede o debe el Estado censurar un modo determinado de vida? ¿Puede el Estado mediar entre distintos modos de vida que se encuentran en conflicto? Y si al Estado no le corresponde participar ¿qué clases de instituciones deben mediar entre estas disputas? ¿O simplemente no deben ser mediados? Frente a la situación en cuestión, aparece la opción del liberalismo[1], el cual, a grandes rasgos, busca pacificar la sociedad. Dicho esto, en el presente escrito presentaremos el análisis del liberalismo realizado por John Gray, para de este modo reflexionar brevemente sobre la posibilidad de conciliar valores en conflicto dentro de una misma sociedad.

2. El Modus Vivendi
Para comprender el argumento de Gray nos basaremos en su libro “Las dos caras del liberalismo”. Aquí, reconoce dos modos en los cuales el proyecto de la tolerancia ha permitido desarrollar el liberalismo [2]. Primero, tendríamos la tolerancia liberal como el ideal de un consenso racional sobre el mejor modo de vida posible. Aquí, se busca un modo de establecer valores universales, y hay una convicción de que la tolerancia nos permite descubrir el mejor modo de vida posible. Segundo, está la tolerancia liberal como la creencia en que los seres humanos pueden florecer en muchas formas de vida. Aquí, se busca la coexistencia pacífica entre valores diversos, de modo que el fin de la tolerancia no es el consenso sino la coexistencia. Frente a estas posturas, Gray buscará defender la segunda postura, a saber, la del modus vivendi. El motivo es simple, el entendimiento humano es imperfecto, esto se hace evidente en el hecho de que no podamos llegar a un acuerdo universal entre los distintos ámbitos de la vida humana, por tanto ¿cómo llegar a un consenso racional acerca del mejor modo de vida? Por este motivo, debemos conformarnos con la existencia de eternos conflictos en el ámbito humano, pero como nadie quiere tener conflictos con el resto de los miembros de la comunidad, la tolerancia surge como remedio para operar allí donde el entendimiento humano se mantiene endeble. Por dicha situación, parece lógico dejar en el olvido la quimera de que podemos llegar a un consenso sobre cuál es el mejor modo de vida, y mejor debemos pensar en cuál es la solución para poder vivir tranquilamente entre modos de vida tan diversos. Así, sólo queda motivo para investigar nuestra segunda opción.
El modus vivendi supone que el hombre puede florecer en diversos modos de vida. No hay un modo de vida que sea mejor para todos, pues “el bien humano es demasiado diverso para realizarse en una vida”[3], es decir, cada modo de vida presenta ciertas ventajas o bienes, que lo hacen preferible bajo ciertas circunstancias. Aquí, debemos responder a dos preguntas. Primero, ¿qué debemos entender por un modo de vida? Segundo, si cada modo de vida presenta un bien significa que ¿es válido todo modo de vida?

Para responder lo primero, puede ser útil recordar la Ética Nicomáquea[4]. Aristóteles a los inicios de dicho libro divide a los modos de vida en tres[5]. La vida del vulgo está ordenada en torno a los placeres, identifican la felicidad con el placer. La vida política identifica la felicidad con la obtención de honores. Y por último, en la vida contemplativa el sabio es identificado como el más feliz de todos los hombres[6]. Ahora bien, estas distinciones son producto de la diversidad de opiniones que existen en torno a la pregunta ¿qué es la felicidad? Para Aristóteles el problema parece estar en cuál es el contenido propio de la vida humana, el cual cree encontrarlo en la vida contemplativa, ya que la contemplación es la actividad más propia del hombre. No obstante, el problema es mucho más complejo de lo que pensó Aristóteles. Sin dejar de reconocer la calidad argumentativa del Estagirita, el problema es mucho más complejo, pues reducir la vida humana a tres modos de vida es inapropiado, pues existen más de tres esferas en la vida humana. Verbigracia, podríamos preguntarnos dónde colocar la dimensión estética de la vida humana, ya que pareciera participar tanto del placer como de la actividad contemplativa. O también, podríamos preguntarnos por la vida religiosa, pues no parece ser lo mismo que la vida contemplativa, pues esta última parece estar destinada a la actividad puramente filosófica. De esta manera, sin desconocer que en la vida religiosa[7] hay un desarrollo especulativo potente, éste evidentemente al partir de una verdad revelada no puede ponerse en el mismo plano de la filosofía. Ahora bien, aunque aceptáramos colocar ambas en la misma categoría, de igual manera esto revela una dificultad, a saber, ¿qué criterio tenemos para hablar de qué es un modo de vida? Si decidimos seguir a Aristóteles parece que hay muchas dimensiones de la vida humana que no son satisfechas por esta distinción. Por el contrario, si decidimos ampliar el espectro de los modos de vida, corremos el riesgo de convertir cualquier cosa en un modo de vida, por ejemplo la pasión por el fútbol, por la comida o la televisión. Aunque, las actividades humanas parecen ser parte de los modos de vida, pero no el modo de vida mismo. En suma, nos encontramos donde partimos, sin saber cuál es el criterio para establecer qué es un modo de vida. Si seguimos a Gray la situación cambia, pues el modo de vida parece definirse por un conjunto de creencias y valores propios, practicados por cierto número de personas, extendidas a través de varias generaciones, tener conciencia de sí mismos y ser reconocibles por otros[8]. Esta definición parece abarcar todas las esferas de la vida humana. Sin embargo, si le sumamos a esto la idea mencionada más arriba de la incapacidad de la inteligencia humana para buscar un criterio universal, surge una nueva dificultad, pues ¿es todo modo de vida aceptable?

Esto nos lleva a nuestro segundo punto, ¿el modus vivendi es un relativismo, en el sentido que acepta cualquier bien[9] como directriz de la vida? La respuesta es no. “La adopción del modus vivendi como el núcleo del proyecto liberal significa que el liberalismo ya no puede seguir identificándose con unos valores particulares”[10]. No obstante, esto no significa que cualquier valor o creencia debe ser aceptado, pues hay bienes y males universales. Un tipo de vida no puede tener como principio un mal universal, por ejemplo la humillación[11]. Esto ya pone sobre la mesa un tema de gran importancia, porque al igual como existen males universales, existen bienes universales, por ejemplo la paz y la justicia. De este modo, no cualquier tipo de vida es aceptado, sino sólo aquel que se base en bienes universales. Ahora bien, esto no acaba con los problemas, debido a que la vida humana no puede contener todos los bienes universales, puesto que “las necesidades humanas plantean demandas en conflicto”[12]. Verbigracia, la vida de un monje contemplativo y la de un corredor de bolsa no pueden mezclarse sin que haya pérdida en algún aspecto[13]. En nuestra naturaleza hay necesidades contradictorias, y es esto lo que da origen a la existencia de varios modos de vida, siendo todos igualmente válidos. De este modo, para hablar en términos de modos de vida válidos, se deben reconocer dos términos; contener un bien universal y dependencia de nuestros intereses. Este último punto es el único por el cual puedo justificar que pertenezco a un grupo y no a otro. Bajo este contexto, Gray plantea su propuesta al liberalismo, afirmando lo siguiente: si el liberalismo busca pacificar a la sociedad, y ésta se caracteriza por la multiplicidad de modos de vida y bienes en conflicto[14], debemos buscar un modo de que conviva toda esta pluralidad en paz. De este modo, “afirmar que los humanos se desarrollan de muchas maneras diferentes no significa negar que existan valores humanos universales. Pero sí supone negar que los valores humanos universales puedan realizarse plenamente en un régimen universal”[15], y la única solución es buscar un proyecto político (en este caso sería el modus vivendi) para reconciliar estos bienes en contradicción, pero siempre teniendo como punto de apoyo algún valor humano universal.

En suma, ya entendido el objetivo del modus vivendi, debemos cuestionarnos sobre el meollo del asunto, en otras palabras, si existe un mejor modo de vida posible, o al contrario, efectivamente no podemos decir nada en torno a esto y damos vía libre para intentar llevar a cabo el ideal del modus vivendi como la continuación de la búsqueda liberal de la coexistencia pacífica, dejando en el olvido la creencia del régimen universal que logre una vida pacífica entre todos[16]. Para la ejecución de nuestro plan, retomaremos la idea de Aristóteles ya mencionada, y buscaremos cuales son los puntos fundamentales que le permitían buscar un solo modo de vida.

3. De Aristóteles al Liberalismo y vuelta
El pensamiento de Aristóteles nos resulta siempre muy iluminador (independientemente de la veracidad o falsedad de su pensamiento) porque estudia el fenómeno político teniendo en cuenta todas sus dimensiones. Cuando hablamos de una comunidad política hacemos referencia a un conjunto de hombres que están ordenados bajo ciertos principios, llevando una vida en común. Así, resulta evidente que para estudiar a la sociedad debemos dar un paso previo, y preguntarnos por ¿qué es el hombre? Si no nos hacemos esta pregunta ¿qué conocimientos verdaderos puedo tener respecto de la comunidad política? Por este motivo, el Estagirita ve como una unidad su pensamiento metafísico, ético y político. Cuando al inicio de la Ética Nicomáquea nos señala que “el bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden”[17], está apuntando hacia la pregunta articuladora de toda su filosofía, a saber, ¿cuál es el fin del hombre? El análisis teleológico de las acciones humanas que nos permita justificar racionalmente el actuar habitual del hombre, no puede llevarse a cabo si no sabe ¿qué constituye un bien para el hombre? Y a la vez, no sabemos esto si no respondemos ¿cuál es su fin? E imposible resulta responder esto sin saber ¿qué es? Así, el punto de partida “es el qué, y si esto está claro no habrá ninguna necesidad del porqué”[18]. Del mismo modo, opera la distinción de los modos de vida, pues si bien como vimos tenían algunos problemas, los cuales Gray los atribuye a la complejidad del mundo actual, ésta sigue revelando una verdad fundamental; lo propio del hombre es la racionalidad. Y es esta misma verdad la que causa el quiebre con Gray, pues la idea del modus vivendi, se funda sobre una desconfianza en nuestra capacidad de encontrar racionalmente conocimientos necesarios y universales, al contrario de Aristóteles que parece ver en el uso adecuado de nuestra facultad racional el medio para aproximarse a una respuesta. Sin embargo, aunque le concedamos a Gray nuestra incapacidad para establecer un único régimen universal que establezca principios a priori, hay dos problemas que debe enfrentar si quiere salir victorioso. Primero, el modus vivendi debe establecer un ideal de neutralidad dentro del plano político para no favorecer a ningún tipo de vida sobre otra, pero ¿se puede llegar a un consenso que no perjudique a alguno de los modos de vida en conflicto? Segundo, si Gray es capaz de dar solución a lo anterior igual debe dar razón de la triada metafísica-ética-política, o al contrario se debería admitir que el modus vivendi no tiene fundamentación alguna, siendo sólo un capricho del autor. Y de ser este el caso, no presenta esta teoría ningún interés para nosotros.

Si analizamos el modus vivendi como un ideal de neutralidad, tendríamos que afirmar que el Estado debe ser neutral con respecto a las diversas concepciones de la vida buena, respetando así a las personas como individuos libres e independientes, capaces de elegir sus propios fines[19]. También sabemos que existen bienes y males universales, por lo que hay regímenes legítimos e ilegítimos. A esto debemos sumarle, que Gray no cree que todos los valores universales puedan darse en un solo régimen. Por esto, el énfasis de la pluralidad de modos de vida está en ver cómo se enfrentan los valores universales en conflicto. Aquí no se aspira a una comunidad ideal que nos libere de conflictos de intereses y valores, sino a instituciones políticas como medios de contener estos conflictos. Así, la medula del gobierno político debe reflejarse en ciertos principios de justicia que gobiernen a la sociedad, pero con neutralidad de las convicciones morales y religiosas de sus ciudadanos, pues de no ser así ¿qué impediría que un Estado intolerante impongan sus valores sobre los que discrepan sobre ellos? Para lograr extinguir los conflictos, el Estado debe tener en cuenta el contexto histórico y los valores de la sociedad en cuestión porque “es inútil buscar criterios de legitimidad para los regímenes políticos que puedan aplicarse en todos los contextos históricos”[20]. De este modo, la aplicación de derechos que permitan pacificar la sociedad, si bien están determinados por una idea del bien, el valor de esta aplicación queda determinada por una identidad histórica específica. Así, parece quedar superado Aristóteles en cuanto que el conflicto de valores no parece ser posible en gobiernos fundados bajo principios aristotélicos, pues en última instancia el mejor gobierno para Aristóteles es pensado haciendo abstracción de los modos de vida de sus ciudadanos. Ahora, “para nosotros, tener una vida en común no puede significar vivir en una sociedad unificada por valores comunes, sino tener instituciones comunes que ejerzan de mediadoras en los conflictos entre valores rivales”[21].

Por otro lado, si centramos nuestra atención en la tríada ya mencionada, es  claro que hay una relación entre pensamiento ético y político. Gray a diferencia de otras tradiciones liberales no considera al bien como algo ajeno a la justicia, pues los términos derecho y justicia tienen contenido sólo en la medida que expresan su concepción del bien. Mientras que la pregunta por ¿qué es el hombre? la cual tiene relevancia para nosotros sólo en la medida que indique cuál es el fin del hombre, parece estar determinada por el hecho que puede el hombre vivir placenteramente de muchas maneras. La pregunta ha sido transformada por el liberalismo a ¿cómo puedo vivir cómodamente, sin ser molestado por mi conjunto de valores y creencias? En otras palabras, la pregunta por la causa última de la vida humana ha sido respondida en los siguientes términos; el hombre quiere vivir en una comunidad de modo pacífico. Así, el liberalismo para poder garantizar la prioridad del individuo debe garantizar derechos que protejan los intereses de cada modo de vida.

Hemos insistido, en que “la defensa del modus vivendi se sustenta en que todos los modos de vida tienen intereses que hacen que valga la pena llegar a una coexistencia pacífica”[22], pero ¿es viable esto? Acaso, ¿se puede rescatar lo valioso de cada modo de vida sin hacer que éstas entren en conflicto? si los bienes están en conflicto, entonces ¿rescatar algún bien, no tendría como efecto, no considerar otro, de modo que igual habría que favorecer algún otro modo de vida? ¿Los bienes realmente entran en conflicto, o más bien son bienes ilusorios que combaten con bienes reales? El problema no ha logrado esclarecerse ni lo más mínimo, pero hay una salida si volvemos a Aristóteles, y nos preguntamos cómo ha de ser una sociedad buena y cuáles han de ser los fines de la comunidad política.

4. El ideal liberal ¿Coexistencia pacífica o tregua armada?
El liberalismo, tal como lo concibe Gray, ha puesto el énfasis en la tolerancia, la autonomía y los procedimientos justos. No obstante, no se ha preguntado qué es lo que hace a la sociedad justa y buena. Es más, Gray crítica esta idea por considerarla utópica[23], pero de lo que no se ha dado cuenta es que el punto de partida que tiene es al menos cuestionable, pues ¿por qué deben prevalecer la tolerancia y la autonomía cuando también están en juego otros valores importantes? ¿Por qué no darle mayor importancia a otros bienes como la contemplación, y dirigir nuestra vida hacia esa meta tal como lo quiso Aristóteles?

La pregunta fundacional de toda filosofía política es la que versa sobre lo justo y lo bueno, y no puedo pretender responder a esto tomando a la tolerancia y la autonomía como puntos de partida sin poseer un motivo lo suficientemente fuerte, motivo que en Gray es arbitrario, o al menos no es plenamente consciente de lo que implica tomar estos principios como punto de partida. La tolerancia y autonomía como puntos de partida, como puntos de referencia que median entre los diversos modos de vida, son insuficientes porque no responden al problema de fondo. Es más, ni siquiera logra una verdadera pacificación entre los modos de vida, pues si efectivamente existen valores y bienes en conflicto, la pacificación supone que alguno ceda. De este modo, el ideal de coexistencia pacífica se vuelve una tregua armada. Esto se debe a que, por un lado, si el Estado adopta una posición de neutralidad termina por no emitir juicios morales. Pero, toda discusión dentro de una comunidad se forma a partir de ciertas convicciones morales, por lo que, bajo esta lógica el modus vivendi buscaría acabar con los juicios morales, o establecer un juicio común, lo que resulta algo ingenuo. Por otro lado, si el Estado adopta una posición ya prevalecería una inclinación hacia un determinado modo de vida. Y si el Estado trata de permanecer al margen, las instituciones que intenten lograr la pacificación caerán en el mismo problema. La situación parece indicar dos cosas. Primero, no se puede adoptar una posición de neutralidad al respecto. Segundo, siempre habrá una perdida al respecto. Ahora bien, parece que bajo ciertas condiciones hay modos de vida distintos que pueden convivir en paz, por ejemplo un monje budista, un comerciante y un profesor, desarrollan sus potencialidades de distintos modos dentro de la sociedad sin que surja conflicto entre ellos. Ahora bien, el verdadero problema es cuando hay modos de vida que entran en conflicto, verbigracia, la religión musulmana y la cristiana. Aquí, ninguno de los dos querrá ceder por lo que para la desaparición del conflicto habrá que limitar un modo de vida, y es esto lo que Gray no parece considerar. El modus vivendi ha vuelto a ser un liberalismo en busca de un modo de vida universal.

5. Consideración final
En conclusión, Gray intenta quebrar la idea liberal que había prevalecido hasta el momento centrándose en dos críticas. En primer lugar, rechaza la dicotomía entre la justicia y el bien, suponiendo una serie de valores y bienes plurales, y así intentar pacificar la sociedad sin el riesgo de caer en un gobierno que haya eliminado bienes legítimos de la sociedad. En segundo lugar, rechaza la búsqueda de un Estado que pueda legislar universalmente en cualquier contexto. Aunque, parece confundir el criterio de legitimidad con la aplicación del mismo, pues el criterio de legitimidad si puede ser universal, lo que no puede ser universal es el modo de aplicar dicho criterio. No hay una distinción de planos clara, distinción que si existe en Aristóteles. Además, pareciera que reduce la finalidad del hombre a estar simplemente en paz, sin matizar qué es lo que realmente significa esto. Al pasar por alto estas consideraciones termina por bosquejar una imagen desfigurada y torcida del modus vivendi. Cabe destacar, que en ningún momento hemos hablado de modos de aplicar este proyecto político, simplemente nos hemos querido limitar a ver los fundamentos que lo sustentan.

Dicho todo esto, es menester que si efectivamente John Gray o cualquier liberal cree en la posibilidad del modus vivendi, intente reformular éste bajo las preguntas fundamentales del pensamiento político, del cual Aristóteles fue plenamente consciente. De este modo, éste proyecto político podrá responder a las dificultades ya expuestas. O al contrario, el modus vivendi terminará siendo una pequeña variante del mismo proyecto liberal que lo antecede.

Bibliografía
Gray, J. (2001). Las dos caras del liberalismo, una nueva interpretación de la tolerancia liberal. Barcelona: Paidós.

Sandel, M. (2008). Filosofía pública, Ensayos sobre moral en política. España: Marbot ediciones.

Aristóteles, (2000), Ética Nicomáquea. México: Gredos.

 

NOTAS
[1] Si bien, existe una variada gama de tipos de liberalismo, por el momento se hablará de él en términos generales, es decir, como la búsqueda de una coexistencia pacífica dentro de una comunidad. Este modo amplio de entender el liberalismo, será especificado al hablar del Modus vivendi.
[2] Cfr. John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 12.
[3] John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 15.
[4] Cfr. Aristóteles, Ética Nicomáquea, 1095b.
[5] Aristóteles menciona un cuarto modo de vida que descarta de inmediato, a saber, la vida de negocios. Ésta, no la considera pues la riqueza no es el bien que buscamos, pues es útil en orden a otro.
[6] Cfr. Aristóteles, Ética Nicomáquea, 1179a.
[7] Entendemos por religión en este escrito a cualquier creencia que tiene como punto de partida una verdad revelada.
[8] Cfr. John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 21.
[9] En la pregunta en cuestión, el empleo de la palabra bien lo consideraremos como “lo que sea considerado agradable”.
[10] John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 157.
[11] Cfr. John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 128.
[12] John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 19.
[13] John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 19.
[14] Un ejemplo de bienes en conflicto puede ser el dado por John Gray, Las dos caras del liberalismo, págs. 16-17: “la paz y la justicia son bienes universales, pero a veces plantean demandas que son incompatibles. Cuando la paz y la justicia son incompatibles, ¿qué es peor la guerra o la injusticia? La paz puede ser más urgente que la justicia, o las necesidades de justicia no pueden tener en cuenta las necesidades paz”. John Gray cree que la resolución de estos problemas de modos incompatibles es una de las razones por las que las personas pertenecen a modos de vida distintos.
[15] John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 32.
[16] Cfr. John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 159.
[17] Aristóteles, Ética Nicomáquea, 1094a.
[18] Aristóteles, Ética Nicomáquea, 1095b.
[19] Cfr. Michael Sandel, Filosofía Pública, parte 1, cap. 5.
[20] John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 124.
[21] John Gray, Las dos caras del liberalismo, Pág. 141.
[22] John Gray, Las dos caras del liberalismo, pág.155.
[23] Cfr. John Gray, Las dos caras del liberalismo, pág. 137.

 

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2 comentarios

El genérico ‘hombre’ resta mucha credibilidad al análisis, usándole en el siglo XXI, año 2010. La paradoja, es que este genérico malogra el concepto central del análisis -liberalismo y, en por tanto, todo el análisis. Además, usar la omfilosofía clásica griega en una sociedad política o intrínsecamente misógina, impacta negativamente la calidad del análisis. Marginar a más de la mitad de la humanidad sustrae mucha legitimidad al análisis. Esta observación debería destacarse en todo tipo de análisis si se quiere alcanzar credibilidad al tema problematizado. Los análisis ya no resisten bases, las que sean, que nacieron marginando al ser humano mujer y su aporte histórico. Hay que buscar o crear otras bases para el argumento y el discurso. O dejar claro esta misoginia histórica en nuestra cultura.

Por Jaime el día 12/06/2020 a las 00:21. Responder #

El concepto “hombre” es usado de modo genérico, por tanto cuando tenemos una comprensión del uso del lenguaje no debería resultar problemático. Y afirmaciones como “Marginar a más de la mitad de la humanidad sustrae mucha legitimidad al análisis”, no encuentran cabida, pues en ningún caso ocurre. Se está trabajando filosóficamente y esto implica necesidad y universalidad. Si Aristóteles (o cualquier otro autor) remplazara la palabra “hombre” por “ser humano”, podríamos derivar las mismas consecuencias lógicas del análisis.

Por Maximiliano el día 16/06/2020 a las 14:09. Responder #

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Requerido.

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