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Regreso al delirio

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 14/01/2015

Publicado también en elquintopoder.cl
y elmostrador.cl

 

El histórico apoyo electoral al programa reformador de Michelle Bachelet, 63% y mayoría en las dos Cámaras, da inicio a un nuevo ciclo político. Pero produce también una debacle electoral en la derecha, propinándole un golpe mortal a su inmovilismo político vetando en el Parlamento toda reforma estructural para perpetuar la herencia de la dictadura. Estuvieron diecisiete años en el peor de los delirios políticos: administrar una dictadura, tenga el color político que tenga, es la devastación y el fin del humanismo democrático en beneficio de la enajenación del peor delirio político. Por vez primera desde la recuperación de la democracia y asustada por el cambio, a la derecha le tiemblan las piernas, y reacciona siendo mimética de sí misma: regresando a un nuevo delirio político.

En efecto, sin los votos ni la capacidad de vetar las reformas en el Parlamentó, la estrategia de la derecha es poner en marcha todo su poder de facto para minar el camino del cambio, plasmada en una campaña del terror delirante, difundida por su duopolio comunicacional. Este poder de facto, es una simbiosis perfecta de élite política ultraconservadora y poder económico ultraneoliberal que hace difícil distinguirles; un poder que gravita en todas las zonas vitales de las personas al transformar los derechos sociales básicos, que deberían ser derechos garantizados -salud, educación y pensiones- en bienes de consumo privados lucrativos que, casi en su totalidad, la dictadura dejó en sus manos.

El estilo alarmista de esta campaña del terror delirante hace uso de una retórica catastrofista para amedrentar y exacerbar el miedo a las reformas. Parte invocando los tópicos más sobados, como la “amenaza comunista a la libertad”; alerta sobre el “estatismo socialistoide” lanza proclamas llenas de epítetos épicos para “salvar el país de la incertidumbre” y del “desastre económico que provocan las reformas”(mientras entre 2013 y 2014 los más ricos aumentaron su riqueza en un 15%,); alarma del peligro de esta “revolución marxista encubierta de socialdemocracia”; sus think tanks difunden encuestas à la carte con la desaprobación a las reformas, y culmina en un panfleto político con un título inquietante, “Rebelión”. (Todo esto se produce en medio del Pentagate, un caso de mega corrupción, tan institucionalizada como apocalíptica, entre el partido hegemónico de la derecha (UDI) y los conglomerados económicos -el centro del verdadero poder de facto en Chile-: una financiación ilegal de empresarios a campañas políticas de líderes de este partido que, siendo un secreto a voces, ha dejado un mapa de la descomposición política de este poder de facto.)

Esta campaña del delirio de la derecha no se concilia con un programa de cambio reformador, tan inofensivo y necesario como urgentísimo, y revela el terror que siente por un cambio estructural que corrige su tan desmedida como desconsiderada hegemonía del poder. El éxito de esta campaña del terror delirante se debe, en gran medida, al enorme déficit de pedagogía política del gobierno para comunicar las reformas; este espacio político vació lo llenó la derecha con esta campaña, logrando convencer, hasta ahora, a las clases medias de que las reformas las perjudican.

Para contextualizar el escenario de las reformas y la campaña del terror, algunos datos duros.

Si bien es cierto que desde 1990 el poder económico se cuadruplicó, la pobreza disminuyo de un 45% a un 14%, y se ha implementado una cascada de políticas públicas para corregirla, la repartición equitativa de la riqueza (o de la avaricia) ha sido el talón de Aquiles de este sistema ultraneoliberal. En efecto, el 1,11% más rico se lleva el 57,7% del ingreso total del país, y recibe un sueldo promedio de $459 millones al mes por persona, mientras el 98,09 % recoge un 42,3%, y el 70% recibe un sueldo líquido raquítico menor a $425.000 al mes. El sistema educacional es el más segregado y caro del mundo; en la educación pública (sólo el 37%) el 70% del alumnado es de escasos recursos, mientras en la privada (63%) el 75% son de ingresos altos; el 40% del gasto familiar va a la educación privada primaria y secundaria, y el 76% en educación privada universitaria (el promedio de la OCDE es de 20%), perpetuando la inmovilidad social. En el sistema tributario, el 50% con menos recursos paga al fisco 16% de sus ingresos totales, mientras el 10% más rico sólo paga el 11,8%. El Estado posee un anoréxico 22% del PIB, incluyendo la reforma tributaria de Bachelet para financiar la educacional (el promedio en la OCDE es 34%). El Estado chileno, entonces, sufre de un déficit del 12% del PIB para financiar derechos vitales, o sea, USD 32 mil millones, mientras los 10 Bancos y las 10 empresas IPSA que gestionan los fondos de pensiones (todas privadas), acumulan una ganancia de US$40 mil millones desde 2013 a 2014. Y el dato más revelador: sólo un puñado de conglomerados económicos privados vinculados a la derecha, administra parte importante del 78% del PIB y, en rigor, son un poder sistémico de facto para reproducir la desigualdad social. (*)

Esta inequidad tan desestabilizadora como abusiva, revela la urgencia de reformas que apunten a una distribución más equitativa del poder si queremos cohesión y paz social, dos elementos, por cierto, necesarios para el desarrollo de la economía. No obstante, la única reacción de la derecha al cambio ha sido un ejercicio torpe y mimético de sí misma, convirtiéndola en un nuevo tributo al delirio político: obstruir las reformas con una campaña del terror delirante que ha crispado y enrarecido, llenándolo de incertidumbre, el escenario político.

La credibilidad y legitimidad del sistema institucional chileno para democratizarlo a través de una mejor distribución del poder y de la riqueza, descansa en la materialización de las reformas. El fracaso del cambio tranquilo y dialogado que propone Michelle Bachelet, sería el éxito de este poder de facto y su campaña de delirio político. Un poder tan miope como arrogante al convertir en una ventaja para su élite, el 1,11%, las carencias del 99% de la población. Este despropósito, tan abusivo como ya insoportable, ha reproducido la inequidad. No obstante, y ésta sin duda alguna es la esperanza de Chile, puede también generar equidad, y no campañas del terror delirantes que lo único que lograrán es que la esperanza, por la magnitud y prolongación del abuso, se agote en un búmeran sin precedentes. Entonces, la desesperanza terminará ocupando las calles.

Jaime Vieyra-Poseck

 

(*) Los datos están basados, entre otros, en: Wealth-X and UBS, World Ultra Wealth Report 2014. Headquartered in Singapore, 2014; Ramón López, Eugenio Figueroa y Pablo Gutiérrez, La Parte del León, Nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en el ingreso de Chile. Econ.uchile.cl/publicaciones. Chile, 2013; Benjamín Sáez, (…) “El chorreo del crédito y la ilusión de la clase media: bases ideológicas y estructurales del neoliberalismo chileno. Fundación Sol, Chile, 2014; S. Gammage, T. Alburquerque and G. Durán, Poverty, Inequality and Employment in Chile, International Labour Office. Geneva-Switzerland, 2014.
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4 comentarios

Hola Marcelo,
Gracias por tu comentario! No lo había leído. Sólo contestarte con realismo político: las reglas del juego en democracia se deben respetar. Los que votaron existen como ciudadanos; los que no lo hicieron, por voluntad propia, no. No se puede hacer otra lectura partiendo de estas reglas. Por otro lado, si se extrapolan los resultados, se podría afirmar que esa es la tendencia general en el momento de votar de los chilenos y chilenas: el 62% apoyó a Bachelet y, los no no votaron no se puede pensar que ese resultado no existiera en ellos.

Por Jaime Vieyra-Poseck el día 21/08/2015 a las 12:20. Responder #

«El histórico apoyo electoral al programa reformador de Michelle Bachelet, 63%….»

El encabezado de la nota, a mi parecer, parte de un error conceptual profundo. A propósito hago presente lo siguiente:

1.- Sólo 1 de 4 ciudadanos inscritos votó por Bachelet

2.- Michele Bachelet fue la candidata presidencial de la Concertación que menos votos efectivos ha sacado de todos los anteriores. Y este dato no es menor, sobre todo, considerando que en la última elección se incorporaron 5.000.000 más de ciudadanos habilitados para votar.

3.- Esta exiguedad de votación, entre otras, fue una de las causas que permitiera que la Nueva Mayoría obtuviera mayoría parlamentaria en ambas cámaras.

4.- Tenemos entonces, que si bien es cierto Bachelet tiene mayoría parlamentaria, esto quiere decir que tiene mayoría sólo en el mundo de la élite política que es en los hechos el sector más minoritario de la sociedad chilena.

5.- Resumo y pregunto:

¿Qué es más importante en un verdadero sistema democrático?

¿Tener mayoría en la élite política o en la ciudadanía?

6.- Me parece exagerado y poco serio afirmar que Bachelet sacó un «triunfo histórico»

En mi opinión no tiene nada de histórico, al contrario, atendida la circunstancia de que de los pocos que votaron por ella (23%), hoy en día hay una porción no despreciable que se encuentran arrepentidos/as de haber votado por ella.

Por Hernán Montecinos el día 12/03/2015 a las 16:37. Responder #

El autor de este articulo, Jaime Vieyra Poseck, deberia reunir en un libro todas sus excelentes colaboraciones que ha publicado en Critica.cl
Felicitaciones por sus aportes a una mejor comprension de la realidad del acontecer en Chile.

Por Marcelo Coddou el día 20/01/2015 a las 09:44. Responder #

Gracias Marcelo por tu comentario!
Trataremos de ver la posibilidad de hacer un compendio de los artículos y publicarlos.
Gracias de nuevo y un saludo.

Por Jaime Vieyra-Poseck el día 25/01/2015 a las 10:40. Responder #

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Requerido.

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