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UDIbinal: monumento al inmovilismo político

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 03/02/2011

Publicado también en elquintopoder.cl

 

La picardía política chilena ha terminado llamando a la Unión Demócrata Independiente (UDI), principal partido de la derecha y el más votado de Chile, UDIbinal (así lo llamaremos desde aquí), por su defensa irrestricta y a ultranza del antidemocrático sistema binominal de elecciones durante los veintidós años de posdictadura, herencia inamovible de la dictadura y paradigma principal de este partido. Sin embargo, en este juego de palabras tan festivo como sarcástico, está encarcelada nada menos que la democratización plena de Chile.

En los consensos entre los partidarios de la dictadura (cuyo partido-bisagra fue la UDIbinal) y los demócratas a finales de la década del 80`después de que el totalitarismo pinochetista perdiera el plebiscito que intentaba perpetuar al dictador en el poder, sin duda, no se pudieron maximizar todas las posibilidades para que en la nueva etapa que se abría, se alcanzara una democracia plena. Las concesiones (obligadas) de los demócratas con el ancien régim fueron enormes; y éstas se produjeron por estar dentro de la estrategia de los demócratas, de auténtica ingeniería política: usar la propia institucionalidad de la dictadura para derrotarla, que no derrocarla. Esto último es importante, porque no fue un proceso revolucionario que arrasara con la dictadura, sino una transformación dentro de las reglas de juego institucional pinochetista.

La concesión más colosal y robusta, fue la aceptación de la Constitución de 1980, aprobada en plena dictadura; una Constitución ultraconservadora en lo moral valórico, macroneoliberal en lo económico y rabiosamente autoritaria en lo político; y, dentro de esa Carta Magna antidemocrática, lo que ha clausurado la democratización plena en Chile en estos veintidós años de posdictadura: el perverso sistema binominal de elecciones, que otorga un inaudito 50 por ciento al 30 por ciento del electorado sí o sí, arrogando siempre ad infinitum un empate de las fuerzas políticas, lo que convierte, automáticamente, en espuria la representación popular.

En este monumento al macroconservadurismo neoliberal y al autoritarismo político, la Constitución pinochetista, hecha à la carte para el dictador, se agrega una muralla china que imposibilita aún más la democratización plena de Chile: exige un altísimo quórum calificado para aprobar reformas constitucionales, imposible de alcanzar por el empate mecánico que arroja siempre el sistema binominal de elecciones, y sólo posible con los votos de uno de los dos partidos de derecha, Renovación Nacional (RN) y UDIbinal, comprometidos ambos hasta el tuétano con la dictadura. Y, para dejar todo bien pinocheteado, su Constitución no contempla el plebiscito, ni siquiera uno desvinculante. Es un escenario político-institucional perfecto para perpetuar lo imposible: las reformas estructurales para alcanzar la democratización plena de Chile se convierten en una verdadera cuadratura de un círculo.

Así las cosas, la democracia chilena posdictadura adolece de una anormalidad insalvable. Este intolerable e insoportable zapato chino de la incompleta democracia chilena actual, no deja de ser la última perversidad y la más gruesa obra póstuma del dictador, y una gran paradoja: la democracia pos Pinochet es, en esencia, una democracia pinochetista que aún usa uniforme militar.

Si bien es cierto que en los últimos veintidós años se ha logrado la gobernabilidad de Chile, ésta no se ha producido por la Constitución pinochetista ni por el sistema binominal de elecciones, sino a pesar de esta institucionalidad antidemocrática. Aquí se debe subrayar que la Constitución pinochetista ha sufrido verdaderas operaciones quirúrgicas de enorme precisión para eliminar ciertos enclaves autoritarios. Pero estas intervenciones se lograron consensuar con la UDIbinal porque ya afectaban -qué paradoja- a sus propios intereses, como la exclusión en el Parlamento de los ex Presidentes de la República como Senadores Vitalicios que, con ya tres de la coalición de los demócratas de centro izquierda, La Concertación por la Democracia, modificaba, inexorablemente, la correlación de fuerzas en la Cámara Alta a favor de los demócratas.

Qué duda cabe, que la calidad de la democracia chilena de los últimos veintidós años, bajo los institucionalidad de la Constitución pinochetista, tiene pozos oscuros muy profundos y sombras que han terminado poniendo en grave peligro la credibilidad de la democracia en sí misma como sistema de ordenamiento institucional.

El partido político que ha generado la estagnación político-institucional durante estos veintidós años de democracia pos Pinochet ha sido, en grandísima medida, la UDIbinal. Este partido, cuyo origen estuvo (sin eufemismos) en la ultraderecha más fascista que nació para derrocar al gobierno de Salvador Allende (1970-1973), fue la columna vertebral de la dictadura, y que, derrotada ésta, se convierte en la fuerza política inmovilista tutora de la herencia de la dictadura en los últimos veintidós años de posdictadura, defendiendo, frenética e intransigentemente, el sistema binominal de elecciones, la pieza clave y fundamental para perpetuar la herencia pinochetista .

El inmovilismo político de la UDIbinal ha terminado produciendo la deslegitimación de todo el aparato del Estado, empezando por el Parlamento, que sufre ya un descrédito ciudadano (casi) insalvable. El secuestro que ha ejercido este partido en el Parlamento a toda reforma que desbloquee el sistema antidemocrático que hemos heredado de la dictadura, ha sido sistemático: se ha presentado en el Parlamento veinte veces la reforma constitucional que modifica el sistema binominal de elecciones por uno proporcional: ¡una vez por año en veinte años! Y veinte veces la derecha dura (la UDIbinal) y blanda (RN, esgrimida por la primera), han votado en contra.

Este ultraconservadurismo inmovilista pinochetista de la UDIbinal, ha terminado infectando todo el sistema institucional que se heredó de la dictadura, que ya había nacido contaminado de autoritarismo. La prolongación de esta institucionalidad antidemocrática más allá de lo racional y estratégico para recuperar y afianzar la democracia, ha puesto todo el sistema en estado catatónico, arrastrando, por un efecto dominó, a toda la clase política, a todas las instituciones del Estado y a todos los partidos políticos, incluyendo, por supuesto y en primera instancia, a la propia UDIbinal.

Con la credibilidad institucional por los suelos, la paz social que ha caracterizado el escenario político chileno los últimos veintidós años de posdictadura está, y no podía ser de otra forma, alterada.

En efecto, el nacimiento de movimientos sociales espontáneos y desvinculados de los partidos políticos y del aparato de control del Estado, ha sido la respuesta de la ciudadanía a la nula credibilidad de los canales institucionales heredados de la dictadura. Por cierto, en el gobierno, donde la UDIbinal es la que en rigor manda, se ha mostrado desbordado frente a la movilización social, exhibiendo una incapacidad supina para gestionar, dirimir y atender las legítimas demandas de los movimientos sociales.

Con los canales institucionales deslegitimados y sin credibilidad, los demócratas de 2012, como en las luchas contra la dictadura en la década del 80`, no se callan y salen a la calle.

Así, la crisis de legitimidad y credibilidad del sistema democrático bajo los parámetros de la Constitución pinochetista y el sistema binominal de elecciones, ha terminado trasladando la lucha política a la calle. Si no hay un cambio radical en el escenario político, especialmente en la UDIbinal -inimaginable por su ADN pinochetista, pero en política nunca se sabe- con reformas de calado, como el fin del sistema binominal de elecciones, la lucha por la democratización plena de Chile, por la conquista de la justicia social y los derechos civiles, estará, sin ningún género de dudas, en la calle, no en las urnas.

El fin del sistema binominal de elecciones es imprescindible para acabar con el inmovilismo político de la UDIbinal que, valiéndose de la Constitución antidemocrática pinochetista, en plena vigencia institucional, o sea, constitucionalmente, tiene recluida la democratización plena de Chile, ¡vaya qué paradoja! Con un sistema de elecciones realmente representativo de la voluntad popular se logrará el quórum necesario en el Parlamento para proponer y diseñar una Constitución verdaderamente democrática.

A esto apunta, indirectamente, la llegada de este enorme movimiento social: su énfasis en el cambio del modelo político-económico, supone el eclipse definitivo de la institucionalidad que se heredó de la dictadura, y de la cual la UDIbinal, después de veintidós años de posdictadura, continúa siendo su exégeta. Sólo las fuerzas políticas que entiendan este cambio de paradigmas que plantea el gigantesco movimiento social, podrán sobrevivir.

No obstante, este movimiento social, hasta ahora sectorial y/o corporativista, debería incluir una agenda política donde se proponga un cambio institucional de calado, como el fin del sistema binominal de elecciones, que es la única fórmula para desbloquear el actual inmovilismo político salvaguardado por la UDIbinal. Sólo este gigantesco movimiento social, ya tan imparable como inquebrantable y tan autónomo como contestatario de las fuerzas políticas tradicionales, las que sean que estén en el poder ahora o después, puede mover las fichas del tablero oficial del establishment y desbloquear el inmovilismo político impuesto a todo el sistema por la UDIbinal.

Este cambio sólo se logrará en la calle por este movimiento social horizontal y transparente, de una fortaleza sin fisuras y con un discurso sin eufemismos. Por fortuna. Y enhorabuena.

Jaime Vieyra-Poseck

 

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2 comentarios

Soy colombiano y un profundo admirador de la cultura, progreso y desarrollo social del pueblo chileno. No me creo, por tanto, con autoridad moral para comentar sobre su artículo, pero, en lo personal, creo que los dictadores a través de la historia siempre han tratado de legislar para perpetuar sus ideologías e imponer sus credos políticos usando la persuación o la fuerza. Corresponde por lo tanto al pueblo chileno, tarde que temprano, cambiar la constitución política que el señor Pinochet elaboró en los ochenta, para perpetuarse en le poder e imponer sus ideologías fascistas y neoliberales.

Por Viterbo Céspedes Villa el día 24/05/2012 a las 12:01. Responder #

Comparto en gran medida el concepto que utilizar para mencionar a este partido político. No obstante creo que la mayoría de los partidos ahora se aprovecha de este antidemocratico vicio legal. Lamentablemente, los candidatos a senadores y diputados se eligen entre cuatro paredes lo que hace aun menos transparente el sistema y se produce que el poder queda en las mismas manos rancias y ávidas de dinero. Creo que no hay una voluntad real de cambiar este sistema heredado de un gobierno nefasto.

Por Alvaro Vogel el día 15/05/2012 a las 16:11. Responder #

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Requerido.

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